EL DISFRUTE LITERARIO Y LA EVALUACIÓN FORMATIVA
Autor: Rubén Darío Piedrahita Llanos
¿Qué es literatura?
Susurro de palabras que conmueve la sensibilidad humana. Manantial infinito atravesando el espejo celeste de la creación.
PIDARU
Esas historias, que de niños escuchábamos y que con nuestra imaginación nos hicieron viajar por sitios fantásticos e inesperados, con las que nos hacíamos cómplices de los personajes, para traspasar el tiempo, la distancia y vivir con ellos todas esas aventuras, que en la voz del abuelo o nuestros padres cobraban vida. Ahí veíamos desfilar a través de sus voces diferentes héroes y villanos que iban recreando mundos imaginarios, era entonces historias como las de Caperucita roja, Pulgarcito, La Cenicienta, Blanca Nieves, entre otras, las que cautivaban la atención de los niños, convirtiéndose así mismo en el primer contacto con la literatura y que después fascinados repetíamos de viva voz a los amigos.
Teniendo en cuenta lo anterior, se puede asegurar que la oralidad, fue el principio esencial del descubrimiento de la literatura como fascinación, y así el primer contacto con aquellas historias que motivaron inicialmente la imaginación de los hombres y de los niños, para crear algunos mundos posibles en los cuales personificaban a los héroes, y dentro de este juego de roles eran autores anónimos sin ningún cuestionamiento. Porque, según Esperanza Ortega"El milagro de la literatura es hacer real lo imaginario, hacer tangible la palabra, tratar de instaurar la alegría de la creación"[1].
Ahora bien, el concepto de literatura ha generado ambigüedades, pues en algunos diccionarios se define como “el arte de expresar lo bello por medio de palabras”, entonces se puede decir que tanto las historias narradas oralmente como las escritas caben dentro de este concepto, entre ellas la literatura como arte o con valor estético, de la cual hace parte los géneros literarios como el épico, poético y dramático.
Etimológicamente, la palabra literatura deriva del latín littera, que significa “letra”, asumiéndose como todo lo escrito en letra, excluyendo en esta definición la literatura de transmisión oral, que en consideración de Walter Ong[2], es la primera manifestación literaria, pero en la obra “Arte poético”, Aristóteles la define como “el arte de la palabra” cuya finalidad es estética como otras artes. Wolfang Kayser[3] plantea cambiar el término “Literatura” por el de “Bellas Letras”, para poder diferenciarla del habla y de los textos no literarios.
Al abordar el mundo de la enseñanza de la literatura, el asombro del niño para asumir su aprendizaje es enorme, es un mundo por explorar, de curiosidades, de fantasía, de alegría, donde se va desarrollando cada vez más el amor por lo literario, allí las destrezas, competencias comunicativas, nacen y se desarrollan con ella. Los libros son aquellas cajitas de pandora que les brindan otra visión del mundo, que maravillan su sensibilidad, por eso establecen un dialogo con ellos, los indagan, los comprenden, y los imaginan de variadas maneras, es una voz que se escurre lentamente a través de la ventana de la imaginación del niño, por eso mismo el niño comparte con el otro sus experiencias de la aventura que vive y siente como suya, lo hace cómplice de ese gran viaje.
Pero este continúo viajar a través de mundos posibles, necesita un guía, que lo acompañe y que se vuelva su confidente, que lo oriente por los diferentes caminos y bifurcaciones que la literatura propone, que lo ayude en sus reflexiones continuas, en sus asombros y extrañamientos, así como el poeta Dante fue guiado a través de los diferentes círculos por su maestro Virgilio.
Por su parte Luís Mateo Diez, con respeto a la enseñanza de la literatura afirma que: "El entusiasmo debe llevar también al conocimiento y a la información que requiere toda disciplina. La literatura hay que enseñarla desde la fascinación que tiene, y ese es un producto que el enseñante tiene que saber vender"[4]. Entonces surge el interrogante ¿El enseñante en este caso el docente está preparado para emprender este largo viaje de asombro y fascinación a través de la literatura?, pues es de esta manera que se convierte en la mejor compañía para el niño en el proceso compartido del aprendizaje. En este sentido, el profesor debe dar ejemplo siendo un buen lector y leer a sus alumnos sus propias creaciones, pues como dice Antonio Machado “"Desconfiad de un profesor de literatura que se declara -más o menos embozadamente- enemigo de la palabra escrita".
Es de entender que el niño en su acercamiento a la literatura va adquiriendo nuevos conocimientos y experiencias que lo llevan a desarrollar todos sus talentos, sus habilidades, sus competencias, sus aptitudes, y por ende enriquece su vocabulario, ya que según Michel Cosem "todo individuo está siempre en búsqueda del lenguaje y es normal que extraiga de los libros los rasgos esenciales del mismo"[5].
Es lógico que el proceso del conocimiento literario conlleve dentro de sus paradigmas una reflexión constante frente al hecho de lo que se aprende, cómo se aprende y por qué se aprende, más allá de un propósito determinado, la literatura ofrece diversas perspectivas y esto lleva a pensar que es pluridimensional en sus contenidos, ya que aborda la dimensión humana en su totalidad, desde su sensibilidad más personal hasta el acontecer social, cultural, económico e histórico.
Sin embargo, surge el interrogante: ¿cómo se debe evaluar este conocimiento que el niño o el joven va adquiriendo a través de la literatura? ¿Qué clase de evaluación debe aplicar el docente en sus prácticas de aula en la enseñanza de la literatura?
La evaluación como tal nace en el seno de la revolución industrial para medir estándares, pero ¿qué es evaluar? Es en todo el sentido de la palabra mirar de manera objetiva un proceso, pero también se entiende como la verificación de conocimientos, habilidades, destrezas, valores, actitudes, aptitudes que en sí constituye las competencias que debe adquirir un individuo.
Fundamentalmente se describen tres clases de evaluación según su finalidad como son: la diagnóstica, la sumativa y la formativa, pero es en esta última en la que nos detendremos. Fue en el año 1967 que Michel Scruven introdujo el término de evaluación formativa para referirse a los procedimientos utilizados por los docentes para adecuar su didáctica a los progresos, necesidades e intereses de aprendizaje observados en los alumnos, quién a su vez retomo a Bloom(1970), quien decía que los alumnos de una escuela podían aprender todo lo que ella ofreciera si se tenía en cuenta sus capacidades y ritmos de aprendizaje.
Si se observa con mayor detenimiento, se puede decir que la evaluación formativa recoge los principios socio cognitivos, puesto que postula la relación que se establece entre los procesos cognitivos, procesos sociales y el aprendizaje; los principios del constructivismo ya que sus postulados dicen que: a medida que el estudiante va construyendo su aprendizaje lo interioriza y los incorpora a sus conocimientos previos. Es pues a partir de la experiencia como se crea las diferentes representaciones y por lo tanto está continuamente abierto al cambio.
En cuanto al maestro, la evaluación formativa le permite una reflexión constante con su quehacer, con su práctica, un dialogo constante donde reconoce sus errores metodológicos- didácticos en procura de mejorar de forma dialéctica los aprendizajes de los educandos.
Por consiguiente, la evaluación formativa lleva un proceso sistemático donde el niño se reconoce como parte de un aprendizaje continuo, que le permite actuar de manera reflexiva y critica, reconociendo sus problemas, errores y falencias, que a su vez le posibilitan llegar a otros conocimientos en busca de una solución, por otra parte el niño puede partir de sus propios intereses cognoscitivos, desarrollando así, sus talentos, habilidades, actitudes, aptitudes, construyendo de esta manera sus competencias en una comunicación de significado, dentro de contextos significativos.
Por lo tanto la evaluación formativa debe basarse en los siguientes criterios: Establecer objetivos claros, establecer criterios de evaluación, verificar los conocimientos previos, revisar contenidos, favorecer la asimilación de conceptos sustantivos, realizar la retroalimentación a partir de resultados, enseñar y evaluar para que haya transferencia, favorecer el uso de progresiones del aprendizaje, propiciar la auto-evaluación del estudiante.
Entender como docente que la evaluación formativa es continua, porque debe evaluar cada parte del proceso, teniendo en cuenta que en muchos casos es necesario replantearlo, porque puede ocurrir que la metodología utilizada por el docente no es la más adecuada y por lo tanto no permite que los niños superen sus dificultades, por eso debe retroalimentarse continuamente procurando un conocimiento significativo y contextualizado
Comprender también que la valoración del aprendizaje del educando se hace de manera integral, dimensionándola a todo el proceso que se ha realizado para obtener de manera eficaz las metas u objetivos propuestos en la dinámica de enseñanza - aprendizaje, más que dar una nota.
Dentro de la enseñanza de la literatura la evaluación formativa, se articula dentro del engranaje de las dinámicas cognoscentes, que el docente propone para el aprendizaje de la misma, pues el acercamiento del niño a este fascinante mundo se hace de manera progresiva desde su fundamento oral al fundamento escrito, pero ante todo para propiciarlo, el docente debe estar fundamentado pedagógica y didácticamente para proponer estrategias que motiven al niño y que el goce significativo lo lleve a disfrutar lo que aprende y es allí donde el docente debe fijar su observación puesto que se trata de evaluar el proceso significativo del niño.
Sin embargo, esta forma de evaluar exige del docente una actitud abierta hacia la innovación constante, lo que significa una ruptura con las formas tradicionales de evaluar y con la forma de ver su quehacer educativo, porque esta estrategia educativa exige un profesional de la educación comprometido con su labor y que comprenda que debe actualizarse permanentemente y que esto lo obliga a ser un buen lector, porque no puedo evaluar lo que no conozco.
Así mismo, el docente debe ser consciente que para abordar los textos literarios con los niños y aplicar la evaluación formativa en el desarrollo de las competencias comunicativas, debe considerar los estilos de aprendizajes, las capacidades lingüísticas, las experiencias culturales, educativas y los niveles de estudios.
Hay que entender además que si se ama lo que se enseña así mismo se aprende y se disfruta, si el niño va más allá debe dejarse volar con su imaginación, darle la libertad de fantasear, porque es allí donde nacen los buenos lectores y personas críticas y pensantes capaz de tomar distancia sobre el texto para producir sus propias creaciones. El disfrute y el placer que proporciona la lectura son invalorables, y el niño cuando goza aprende, aprendiendo amar la lectura y por ende la literatura.
[1] Ortega, Esperanza (1986): El baúl volador. Junta de Castilla y León. Consejería de Educación y Cultura. Pág. 81.
[2] Ong, Walter J. (1982). «IV». Oralidad y Escritura: Tecnologías de la palabra. p. 84
[3] Wolfgang Kayser, Interpretación y análisis de la obra literaria (Biblioteca Románica Hispánica, Tratados y monografías, 3). Madrid, Editorial Gredos, 1954. 707 págs.
[4] Díez, Luis Mateo. El espíritu del páramo. Edición, introducción y guía de lectura de Carlos Javier García. Madrid: Iberoamericana Editorial Vervuert, 2008.
[5] Cosem, Michel, (1982): "Leer/escribir, una relación dialéctica" en El poder de leer. Barcelona.Gedisa. 2" Edíc. Pág. /lb.