Todo lo investigado es rigurosamente cierto, por increíble o fantasioso que pueda parecer. Pero no es menos cierto que, como bien dice el refrán, "La realidad supera a la ficción". Por eso, cuando pocos años después de concluida la segunda guerra mundial uno de los militares que tomaron parte en esta misión, Ewen Montagu, editó un libro (1953) que poco después dio pie a una película (1956) con el título "El hombre que nunca existió", no contó todo lo que realmente ocurrió, y sobre todo, no desveló la verdadera identidad del cadáver que sirvió para crear la del mayor William Martín. Solo fue posible cuando en 1996 Roger Morgan, un funcionario local, descubrió unos papeles que ponían toda la verdad al descubierto.
No obstante, hoy hay quien todavía considera que no todo es cierto, sobre todo tras la entrevista que Colin Gibbon realizó a uno de los testigos que aún quedaban vivos de aquella operación. Y todo hace pensar que la tumba del cementerio de Huelva está en realidad vacía. Si vuestra curiosidad al respecto sigue viva, podéis saciarla consultando http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/05/18/andalucia/1400429530_184349.html, o si lo preferís descargando el documento que hay al pie de esta página.
En todo caso, una importante lección puede obtenerse de esta actividad: la historia se escribe gracias a las fuentes que proporcionan sus protagonistas. Pero no siempre son igual de reveladoras (y ciertas) las que se consideran fuentes primarias (las que aportan los que viven directamente los acontecimientos) que las fuentes secundarias (las aportadas de manera indirecta). Tenedlo en cuenta para vuestra vida personal.