Los Tembleques

Los Tembleques de mi Pollera

Que lindo jardín se ve a los lejos, son las flores más hermosas que haya podido apreciar alguna vez. Así poco

a poco me fui acercando.

La joven contemplaba los lirios, orquídeas, chavelitas y las rosas de aquel jardín; su mirada denotaba emoción, una alegría inexplicable.

Le pregunté: “¿qué tanto le ves a esas flores, por qué sonríes?”.

Ella, dulcemente me respondió: “Pronto será mi cumpleaños y por primera vez luciré una pollera”. Pero ante sus palabras le dije: “una pollera, y ¿eso qué es?”. Asombrada, me reafirmó, “una pollera es el vestido más hermoso que toda panameña se enorgullece de lucir, desde pequeña he soñado con tener una, y por fin mi sueño se hará realidad, por eso debo elegir las flores más hermosas del jardín... Y dígame Usted, ¿acaso es extranjero que no sabe el valor que posee este vestido? - “Sí, soy un visitante que por desperfectos en el barco en el que viajaba con destino a Europa tuve que hacer una escala en este país”, le contesté.

“Bueno, le invito para ese día, será en mi casa, le aseguro que querrá ser panameño. Una fiesta en la que reinará el folclor.... Lo espero en aquella casita que ve allá más adelante”, dijo la joven y se fue alejando…

Pasaron los días, y aún el barco presentaba daños mecánicos que requerían de más tiempo para su reparación. Cuando me enteré de la noticia llegó a mi mente la invitación de aquella joven, que por cierto de la emoción olvidamos presentarnos. Era la oportunidad perfecta para conocer más sobre las costumbres de un país tan hogareño. Es así que llegó el día de la celebración y decidí comprar un sombrero, la vendedora, una señora muy risueña me dijo: “impresionarás a tu amada con aquel sombrero”. Sólo le sonreí y seguí mi camino.

A pasos de la casa de la celebración se escuchaba una música muy extraña, cuya alegría me impresionó tanto, muchas personas se dirigían hacia la fiesta y yo, cautivado por la alegría no podía quedarme allí, por eso caminé hasta la puerta de aquella casita tan pintoresca, de pronto escuché la voz de la joven, quien agradecía a los presentes por acompañarle en el momento más importante de su vida. Ella dijo: “me siento feliz y les voy a cantar”.

No podía ver nada, estaba tan lleno el lugar. Unos tambores sonaron y un ritmo contagiante se hizo presente, luego una voz preciosa me estremeció, la piel se me erizó, esa voz me enamoró, la gente bailaba y yo aproveché el momento para acercarme, de pronto me quedé inmóvil al contemplar aquella tarima en la que la mujer más hermosa que haya visto me impactó. Su mirada y sonrisa me hicieron saber que aún me recordaba. Ella se fue acercando, mientras cantaba extendió su mano y me invitó a bailar. No supe que hacer pues no tenía idea del baile. Sólo escuché las voces de los invitados que gritaban, no le temas, sigue el ritmo de la música. Aquel día fue el inició de la amistad más pura que poco tiempo después se convertiría en algo más especial. Sí, pasados dos años nos casamos, meses después nació nuestra primera hija, Hanna.

Mi esposa, Camila, decidió hacerle un tocado especial para su primer cumpleaños, unos hermosos tembleques de escamas de pescado que simulaban las flores de un jardín para acompañar el vestido que sus abuelos le obsequiaron, una pollera. Aquella fiesta estuvo llena de mucha alegría, las tonadas y décimas que se cantaron aquel 1 de marzo se recordaron por mucho tiempo. Pronto vendría mi segunda hija, Aury, un encantó de bebé que trajo consigo la visita de mis padres, quienes al llegar a Panamá se enamoraron de la hospitalidad de los pobladores.

Mi madre, una mujer muy elegante que ha visitado tantos países quedó asombrada con la creatividad, dedicación y amor que la mujer panameña aplica a los diseños de la flor de pollera, por ello decidió aprender el arte de confeccionar con perlas: penquitas de palma, rosas, jazmines, mariposas, pavos, alacranes, libélulas; mosqueta, entre otros tipos de flores para adornar el cabello de sus nietas. Le pareció muy curioso el nombre, “¿y por qué tembleque?”, dijo.

Camila le explicó la función, y es permitir que los mismos tiemblen con el movimiento de la cabeza de la empollerada.

Los días pasaron y la fecha esperada llegó, 17 de noviembre.

Mi madre, Lorena le habló a los presentes diciendo: “Me siento orgullosa de mi familia, por eso Tomás, mi esposo y yo les tenemos una sorpresa”.

Camila y yo nos miramos. Y al sonar del tambor mi madre cantó, acompañada por el toque de la guitarra que mi padre ejecutó.