En el presente; todos estamos acostumbrados a ver autopistas gigantes y anchas; especialmente en la Ciudad de México. Pero pocos se imaginan una autopista de esas dimensiones e incluso más grande en los tiempos de oro de los mayas.
Las nuevas noticias sobre el antiguo pueblo maya fueron descubiertas por investigadores de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Los investigadores descubrieron; de hecho, una enorme e impresionante red de carreteras que conectan diferentes sitios arqueológicos en Quintana Roo, México. Esto con ayuda de un sensor aéreo que les ayudó a ver por debajo de una cubierta vegetal de alrededor de 30 metros de altura. Los patrones fueron vistos por debajo de la selva entre Dzibanché e Ichkabal.
Entonces se supo que hablábamos de carreteras más anchas que el Periférico de la CDMX; uniendo centros cívicos y ceremoniales mayas como Kinichná y Tutil con Dzibanché. Se cree que dichas avenidas ayudaban al comercio. También encontraron unidades habitacionales en la zona; así como edificios que se creen pertenecían a los "líderes" y altos mandos de la comunidad, así como una infraestructura hidráulica que podría almacenar millones de litros de agua. Así lo describió Gerardo Jiménez Delgado en un comunicado enviado por la UNAM:
Hemos detectado vías de comunicación, una auténtica red de carreteras que unía los centros cívico ceremoniales, además de la infraestructura de producción agrícola que consistía en campos levantados, camellones, albarradas y obras para el almacenamiento de agua en gran escala
Este descubrimiento no es cualquier cosa y nos hace tomar en cuenta la cantidad de gente que iba y venía en esa época; además de cómo vivían.
• Algunas son más anchas que el Periférico de la Ciudad de México y unían los centros cívico-ceremoniales
• Con el hallazgo de los investigadores de la UNAM, el INAH y la ENAH, se tiene ahora una aproximación precisa de la estructura arquitectónica del sistema de asentamiento Dzibanché y los centros de Ichkabal y El Cedral, Quintana Roo
• En una sola imagen se observa un fenómeno urbano totalmente integrado, dijeron los especialistas
¿Qué esconden 102 kilómetros cuadrados de selva en el área maya? Integrantes delInstituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, y de la escuela e instituto nacionales de Antropología e Historia (ENAH e INAH), han realizado un hallazgo sorprendente: debajo de una densa capa de vegetación han podido hacer una aproximación precisa a la estructura arquitectónica del sistema de asentamiento Dzibanché y los centros de Ichkabal y El Cedral, Quintana Roo.
También han detectado vías de comunicación, una auténtica “red de carreteras” que unía los centros cívico-ceremoniales, además de la infraestructura de producción agrícola que consistía en campos levantados, camellones, albarradas y obras para el almacenamiento de agua en gran escala.
A partir de este nuevo mapa surgen infinidad de preguntas. Por ejemplo, se observan sacbés que conectan Dzibanché, Kinichná y Tutil, más anchos que el Periférico de la Ciudad de México, pero ¿por qué tenían ese tamaño? Asimismo, se aprecia una impresionante infraestructura hidráulica, decenas de aguadas, una de 365 por 375 metros y tres metros de profundidad, para almacenar millones de litros de agua, o unidades domésticas, una tras otra. ¿Cuánta gente habitó la ciudad? Estos son sólo algunos cuestionamientos por resolver.
Con tecnología LIDAR (Light Detection and Ranging), capaz de “penetrar” con pulsos de láser la cubierta vegetal –con árboles de hasta 20 o 30 metros de altura–, “hemos visualizado la integración del espacio urbano: unidades habitacionales, infraestructura agrícola y de comunicaciones, edificios relacionados con el poder, todo en una sola imagen”, explicó Gerardo Jiménez Delgado, del IIA.
El uso de esa herramienta promete un cambio paradigmático en la manera de entender las sociedades del México antiguo. Aún más: esta investigación, que incluye el estudio de sistemas agrícolas, podría impactar en el presente, y al entender por qué y cómo los mayas habitaron la región durante varios siglos, aplicar ese conocimiento en la actualidad. La arqueología debe tener una utilidad social, opinó Javier López Camacho, académico de la ENAH.
Dzibanché, vocablo maya que significa “escritura en madera”, fue una importante ciudad que tuvo su apogeo en el Clásico Temprano y que dominó un amplio territorio al sur de Quintana Roo. Fue descubierta en la década de 1920 por el arqueólogo inglés Thomas Gann.
“Como señaló el también arqueólogo Enrique Nalda, se trata de un sitio atípico, porque a diferencia de otras áreas en el Petén central, como Tikal, que tienen un epicentro marcado, en esta urbe hay varios grupos arquitectónicos, como Tutil y Kinichná, que se unen mediante caminos o sacbés”, explicó el experto de la ENAH.
En noviembre pasado, Adriana Velázquez Morlet, del INAH Quintana Roo, hizo las gestiones para cubrir con tecnología LIDAR la franja que va de Dzibanché a Ichkabal, a 12 kilómetros al noreste. Ya se contaba con imágenes aéreas, y ahora es posible apreciar ciudades orgánicamente estructuradas, incluida una densidad impresionante de unidades habitacionales.
Luego de procesar los datos crudos recabados por una compañía, Gerardo Jiménez obtuvo una imagen que permite apreciar los espacios agrícolas, fundamentales para el abastecimiento de alimentos, tanto en las partes bajas que se inundan estacionalmente, como en las altas, con lo cual se aprovechaban los terrenos durante todo el año, expuso López Camacho.
El LIDAR, añadió Jiménez Delgado, es un sensor láser que puede estar montado en un avión, avioneta, helicóptero o drones, y emite miles de pulsos de energía láser por segundo, los cuales rebotan. El producto resultante es una nube de puntos, cada uno con coordenadas X, Y y Z. “La nube que trabajamos fue masiva, con cerca de dos mil millones de puntos; el procesamiento se hizo con programas y algoritmos especiales”.
La primera misión del algoritmo es detectar el terreno y diferenciar entre vegetación y estructuras arqueológicas. Se forma el modelo digital del terreno, en donde se distinguen las calzadas, las unidades domésticas, los campos levantados. También se usó sombreado digital para hacer más evidentes los rasgos en la visualización de la información y obtener mapas finales.
Resulta sorprendente la parte de infraestructura para producción de alimentos y abastecimiento de agua. En una sola imagen se observa un fenómeno urbano totalmente integrado, resaltó el universitario.
Finalmente, Javier López subrayó que el estudio de los sistemas agrícolas hará posible establecer por qué esa civilización permaneció en el sitio varios siglos, a diferencia del poblamiento masivo del sur de Quintana Roo a principios de la década de 1970, que produjo el agotamiento de los suelos. “Saber cómo los antiguos habitantes aprovecharon ese recurso debe servirnos en el presente”.
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