César COLOMA PORCARI
Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
El nombre oficial de nuestro país, como todos lo debemos saber, es “República del Perú”. Así se registra en las sucesivas Constituciones Políticas del país.
Lamentablemente la gran masa ignorante desconoce que el origen de la palabra “Perú” está lleno de misterio y hasta la fecha los grandes historiadores no han podido determinarlo.
Los conquistadores españoles cuando llegaron al Nuevo Mundo y se enteraron que existía un fabuloso y extenso imperio ubicado al Sur, el Tahuantinsuyo o el país del oro y de la plata, lo llamaron “Virú”, “Pirú” o “Perú”, nombres “que nunca, antes de los españoles, emplearon los indígenas peruanos para designar su territorio” (“Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana”, Madrid, Espasa-Calpe S. A., 1921, tomo 43, página 1270).
El Dr. Alberto Tauro del Pino en su “Enciclopedia ilustrada del Perú” (Lima, Peisa, Empresa Editora El Comercio S. A., 2001, tomo 13, página 2029), al referirse al nombre del Perú, afirma que “Su nombre, vagamente aplicado al efectuarse el descubrimiento, fue desconocido para los incas, y tan extraño sonó a los oídos de los indios que se negaban a usarlo”.
Don Raúl Porras Barrenechea afirmó que “El nombre del Perú (…) no es palabra quechua ni caribe, sino indohispana o mestiza. No tiene explicación en lengua castellana, ni en la lengua general de los indios”.
Y agrega que “aunque no tenga traducción en los vocabularios de las lenguas indígenas ni en los léxicos españoles, tiene el más rico contenido histórico y espiritual. Es anuncio de leyenda y riqueza, es fruto mestizo brotado de la tierra y de la aventura (…). Es la síntesis de todas las leyendas de la riqueza austral”.
El Perú entonces era el reino mítico de la riqueza infinita, donde todo debía ser de oro y piedras preciosas. El país áureo que podía saciar la codicia del más temerario aventurero.
Se debe tener presente que el hecho de que la palabra “Perú” tenga antepuesto el artículo “el” lo hace aún más misterioso y apreciado. Los otros imperios fabulosos también están precedidos por el artículo: la China, la India, el Japón.
Es un privilegio que nuestro país sea el Perú. Eso nos diferencia del común de las naciones y acaso provoca la envidia de algunos vecinos de países sureños que jamás despertaron la codicia de nadie por no tener ninguna riqueza que llamara la atención.
La fama de tanta riqueza atrajo la atención de los osados aventureros españoles que emprendieron la búsqueda del Perú, iniciada por Francisco Pizarro y sus socios.
Llegados ellos, después de muchas penurias, a la isla del Gallo, “Tomó entonces Pizarro una resolución heroica (...) sacó su puñal, y con él trazó una línea en la arena de E. a O. Luego, volviéndose hacia el S., dijo: Esta parte es de la muerte, de los trabajos, de las hambres, de la desnudez, de los aguaceros y desamparos; la otra, la del gusto. Por aquí se va a Panamá a ser pobres. Por allá al Perú a ser ricos. Escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere” (“Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana”, Madrid, Espasa-Calpe S. A., 1921, tomo 43, página 1271).
Y así se inició la conquista del Perú, llegando los españoles, años después, a Coaque (ubicada en territorio que forma parte de la actual República del Ecuador), en 1531, y a Tumbes, en 1532, dando comienzo a la invasión española y a la incorporación de nuestro país al mundo occidental.
Años después se creó el Virreinato del Perú, sobre un territorio llamado los reinos del Perú, Tierra Firme y Chile, llegando a Lima el primer virrey, el año 1544.
Los virreyes del Perú llevaron ese título casi tres siglos y a ningún infeliz se le hubiera ocurrido hablar de “virrey de Perú” o “virreinato de Perú”, porque eso no existía.
En los mapas del siglo XVI se llamaba con el nombre del Perú a todo el continente sudamericano. Por ejemplo el mapa “La descrittione di tutto il Peru” (sic), grabado en Venecia en 1560, o el titulado “America sive Novis Orbis…”, de Teodoro de Bry, grabado en 1596, en que inclusive el oceano Pacífico se llama “Oceanus Peruvianus”.
En otro mapa importante, de Cornelius Claesz, de 1592, se llama “Peruviana” a todo el continente sudamericano y también figura el “Oceanus Peruvianus”. Del mismo autor es famoso el mapa “Delineatio omnium orarum totius Australis partis Americæ dictæ Peruvianæ”, de 1595, en el que se indica que toda la América del Sur se llamaba “Peruvianæ” o peruana.
Se debe tener presente que el dominio español continuó sin mayores sobresaltos hasta que, el 4 de noviembre de 1780 el príncipe inca Don José Gabriel Túpac Amaru inició el proceso emancipador de América Latina, al capturar al corregidor Arriaga, ajusticiado después en la plaza mayor de Tungasuca.
El 16 de noviembre de 1780 subscribió la primera norma legal, en todo el Continente, por la cual abolió la esclavitud de los negros. Esta ley es conocida como el “Bando de la Libertad”, que además es considerada como el primer manifiesto emancipador del Perú.
La primera batalla de la Independencia de Latinoamérica se dio en Sangarará, el 18 de noviembre de 1780, en la que Túpac Amaru venció a las fuerzas españolas. Ese día nace el Ejército del Perú y esa fecha debía ser celebrada como su aniversario oficial.
La revolución emancipadora peruana sacudió los cimientos del imperio español y tuvo repercusiones en las regiones más lejanas, incluyendo la Nueva España (México) y el Nuevo Reino (actual Colombia), y aún en las islas Filipinas, en el Asia, tal como lo estudiara el célebre historiador polaco-argentino Dr. Boleslao Lewin, en su obra más famosa, “La rebelión de Túpac Amaru y los orígenes de la emancipación americana”, que fue merecedora de varios premios.
Esta gesta, si bien fue apaciguada con el asesinato del Inca Rey Don José Gabriel Túpac Amaru, en la plaza mayor del Cuzco, el 18 de mayo de 1781, no pudo apagar la chispa que él encendiera, y en su nombre continuó la lucha por la emancipación latinioamericana.
Consecuencia del heroísmo de Tupac Amaru es la campaña de José de San Martín y de Simón Bolívar, y así la proclamación de la independencia del Perú el 28 de julio de 1821 se debe inicialmente al egregio peruano que ofrendó su vida por nuestra libertad.
En el Perú no solamente se inició la Emancipación de Latinoamérica, sino que también se selló definitivamente, el memorable 2 de mayo de 1866, al derrotar nuestro país a las fuerzas españolas en el Combate del Callao.
La principales fiestas patrias del Perú debían ser el 4 de noviembre y el 2 de mayo, por ser propias nuestras y de dimensión continental. Pero ahora festejaremos el 28 de julio, conmemorando la proclamación de la Independencia que hizo San Martín en la plaza mayor de Lima, en 1821.
Como lo hemos visto, el Perú es un país mágico, que atrajo la codicia y la curiosidad de los europeos y por ello, los productos que se fabrican en el Perú deben tener un símbolo o distintivo acorde con esa categoría. Por ello, cuando vemos productos marcados con la frase “Hecho en Perú” pensamos que son de contrabando, ya que el país que mencionan no existe en esta galaxia y tal vez sea parte de la dimensión desconocida.
Creemos, por lo tanto que a todos los productos donde se indique que son “hechos en Perú” se les debe aplicar la mayor tasa posible de importación (un millón por ciento o más) ya que provienen de un mundo desconocido y por lo tanto pueden ser dañinos para la salud.
Lo increíble es que, paralelamente al etiquetado de “Hecho en Perú” se haga una campaña de fomento al producto nacional, “Cómprale al Perú”, porque se están refiriendo a dos países distintos, uno que no existe, y otro, el nuestro, la cuna de los Incas, ubicado en la costa occidental de América del Sur.
No aceptemos que un capricho prostibulario se imponga y que ahora los más viles elementos del lumpen pretendan cambiar el nombre de nuestro país, cometiendo el gravísimo delito de traición a la patria.
El Perú es un nombre que merece el mayor respeto y es uno de los pocos países del mundo que encierran un significado misterioso y mágico. Por ello el nombre de nuestro país, el Perú, es su mayor símbolo. No permitamos que lo destruyan.
Publicado en "Voces", Revista Cultural de Lima, año 11, Nº 41, Lima, 2010, páginas 51-53.