about

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90s, studying at the University, fun, start working. The age of digital photography has arrived. With money in my pocket I can buy a Canon Powershot A70 camera. With Ruben Martínez Martínez and his twin camera, we took infinite photos, which can be seen immediately on his rear screen. I was used to waiting for analog development, this new magic trapped me. The desire to improve leads me to buy a Canon 300d, my first SLR. Then will come the Canon 350d, 500d and 77d and various lenses. The experimentation also led me to acquire neutral density filters, gradients and polarizers.  I have to thank my wife Ana for all her support and collaboration in that I continue enjoying with my hobby. Thank you very much.

In a world in which we have the possibility to record our entire life on video, and carry it on our mobile phone, stored in our pants pocket, or to take pictures by simply pressing a glass screen without having to think about anything, going out loaded with lenses, filters, tripod, ... it seems something crazy. However, stopping to observe your surroundings, looking for the best composition, waiting for the best light so that your photograph is special and not just one more of the billions of photographs that circulate on the net, is the best way I have found to evade from the voracity of modern life. I may not achieve my goal, and my photos are not special, but they are important to me.

(Español) Gijón en el año 1989, Anselmo Solas, profesor de dibujo técnico en el Instituto Doña Jimena de Gijón, coordina un grupo de fotografía al mismo tiempo que organiza excursiones para acercar a sus alumnos a la arquitectura románica y prerrománica. Esas iglesias y conventos sirven de modelo para los jóvenes fotógrafos. Ahí estaba yo, con la cámara Expocolor de mi padre)

Todas las mañanas de los sábados, el pequeño grupo de fotografía se reúne en torno una mesa escondida en la habitación más oscura del instituto. El cuarto de proyecciones del salón de actos, cambia el proyector de películas por una ampliadora en blanco y negro, cubetos, líquidos de revelado, pinzas y una luz roja. 

Javier Pérez Gil, era un alumno mayor que nosotros, y un apasionado de la fotografía y el ejercito, no en vano a lo segundo dedica su vida. Poseía los suficientes conocimientos en fotografía como para enseñarnos la magia de hacer brotar una imagen de un papel en blanco, algo que los jóvenes de nuestros días creerán como anticuado, pero que a nosotros nos fascinaba. En aquel cuarto, completamente oscuro, Esteban del Río Hernández, Ignacio Bernardo Díaz, José Manuel Álvarez Bedia y yo, conseguimos sacar nuestro primer negativo del interior de su carcasa y meterlo dentro del tambor de revelado. Esa primera magia, de revelar nuestro propio carrete entre risas, no tiene precio. Ya con la luz roja en el cuarto y a los mandos de la ampliadora, calculando los tiempos de exposición, las mezclas de revelador Rodinal en un tanque, de fijador en otro, y por fin el lavado con agua. Eran momentos tan divertidos como apasionantes, que incluso una vez nos olvidamos de salir a la hora en la que el conserje cerraba las puertas del edificio y tuvimos que escapar por una ventana.

Años 90, estudiar en la Universidad, diversión, comenzar a trabajar. Llega la era de la fotografía dígital. Con dinero en el bolsillo me puedo comprar una cámara Canon Powershot A70. Con Rubén Martínez Martínez y su cámara gemela a la mía, sacamos infinitas fotos, que se pueden ver inmediatamente en su pantalla trasera. Yo que estaba acostumbrado a las esperas del revelado analógico, esta nueva magia me tenía atrapado. El deseo de mejorar me lleva a comprar una Canon 300d, mi primera réflex. Detrás vendrán las Canon 350d, 500d y 77d y diversos objetivos. La experimentación me llevó también a adquirir filtros de densidad neutra, degradados y polarizadores). Tengo que agradecer a mi mujer Ana todo su apoyo y colaboración en que yo siga disfrutando con mi afición. Mil gracias.

En un mundo en el que tenemos la posibilidad de grabar en vídeo toda nuestra vida, y llevarla en el teléfono móvil, guardado en nuestro bolsillo del pantalón, o el sacar fotografías apretando simplemente una pantalla de cristal sin tener que pensar en nada, el salir cargado de lentes, filtros, trípode,... parece algo de locos. Sin embargo, el pararse a observar tu entorno, buscar la mejor composición, esperar a tener la mejor luz para que tu fotografía sea especial y no una más de los miles de millones de fotografía que circulan por la red, es la mejor manera que he encontrado de evadirme de la voracidad de la vida moderna. Quizás no consiga mi objetivo, y mis fotos no sean especiales, pero para mí son importantes.