M. TVLLI CICERONIS DE NATVRA DEORVM AD M. BRVTVM LIBER PRIMVS
[122] Vos autem quid mali datis, cum [in] inbecillitate gratificationem et benivolentiam ponitis. Ut enim omittam vim et naturam deorum, ne homines quidem censetis, nisi inbecilli essent, futuros beneficos et benignos fuisse? Nulla est caritas naturalis inter bonos? Carum ipsum verbum est amoris, ex quo amicitiae nomen est ductum; quam si ad fructum nostrum referemus, non ad illius commoda, quem diligemus, non erit ista amicitia, sed mercatura quaedam utilitatum suarum. Prata et arva et pecudum greges diliguntur isto modo, quod fructus ex is capiuntur, hominum caritas et amicitia gratuita est; quanto igitur magis deorum, qui nulla re egentes et inter se diligunt et hominibus consulunt. Quod ni ita sit, quid veneramur, quid precamur deos, cur sacris pontifices, cur auspiciis augures praesunt, quid optamus a deis inmortalibus, quid vovemus? "At etiam liber est Epicuri de sanctitate."
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Vosotros, en cambio, ¡cuánto daño causáis cuando clasificáis la benevolencia y la beneficencia como debilidades! Dejando ahora a un lado los atributos y la naturaleza de la divinidad, ¿creéis que también la beneficencia y la benignidad humanas se deben solamente a una debilidad humana? ¿No existe ningún afecto natural entre los buenos? Hay algo de atractivo en el sonido mismo de la palabra amor, del que deriva el término de amistad; si nosotros basamos nuestra amistad en los beneficios que nos reporta a nosotros y no en los que reporta a aquellos a los que amamos, no existirá en modo alguno la amistad, sino un simple tráfico de intereses egoístas. Esta es la norma valorativa que aplicamos anuestros prados, a nuestros campos y a los rebaños de ganado; los valoramos y estimamos por los beneficios que de ellos sacamos; pero el afecto y la amistad entre los hombres es desinteresado; cuánto más así, pues, tiene que ser el de los dioses, que si bien no tienen necesidad de nada, se aman sin embargo unos a otros y se cuidan de los intereses de los hombres. Si ello no fuera así, ¿por qué los veneramos y les dirigimos plegarias? ¿Por qué tenemos pontífices y augures que presidan nuestros sacrificios y nuestros auspicios? ¿Por qué dirigimos peticiones y prometemos ofrendas al cielo? "Pero Epicuro —me dices— escribió también un libro sobre la santidad."