Etapa 6:Villafranca del Bierzo-Samos.

8 de agosto de 2013, jueves

A las 5,30 de la mañana ya abro los ojos. Comienzan a levantarse los caminantes. Me despierto, pero continúo en la cama hasta las seis. En el mismo albergue desayuno café con leche, zumo, tostadas. Los albergues privados sirven desayunos a partir de las siete de la mañana por un precio moderado ( 2-3 €). Salgo muy pronto. Son las siete y cuarto y ya estoy en la carretera. Las primeras luces muestran un día claro y muy agradable. No hace frío. Hoy ataco la etapa reina del recorrido, la temida subida a O Cebreiro. Se abandona Castilla y León para entrar en Galicia. Salgo mentalizado y ruedo tranquilo. La carretera discurre encajonada junto al río Valcarce ( valle encarcelado, "vallis carceris" en latín) flaqueado por verdes montes y bosques de castaños. Es una delicia pedalear a esta horas, adelantando a los peregrinos que caminan por el arcen. Despacio. Guardando fuerzas. Disfrutando la mañana.Durante 18 kilómetros llanos se atraviesa Pereje, Trabadelo hasta Vega de Valcarce. Allí me uno a dos bicigrinos de Tafalla, que han parado a llenar de agua su botellín. Con ellos inicio el ascenso hasta Herrerías. Cuando la carretera empieza a mirar al cielo prefiero seguir mi ritmo y los dejo marchar. Me empiezo a mosquear cuando , en constante ascenso, no logro llegar a La Faba, la localidad donde empieza lo más duro de la temida subida. Me doy cuenta que no voy por la carretera correcta cuando atravieso As Lamas, localidad que no estaba en mi libro de ruta. Allí pregunto a un lugareño, que con marcado acento gallego me dice:

- En Herrería debía haber tomado la carretera de A Faba porque ésta lleva a Piedrafita do Cebreiro. Para subir en bici es mejor por aquí, aunque el camino es más largo. Por A Faba hay cuestas muy grandes.

Decido seguir. Tenía en mi cabeza bajarme de la bici para subir desde A Faba hasta O Cebreiro y esta carretera me brindaba la oportunidad de no bajarme de la bici, a pesar de tener que ascender el puerto de Piedrafita. Antes de llegar a la cima del puerto, me pasan los jóvenes catalanes, los de Rabanal. Me esperan en Piedrafita, me dan una barrita de muesli "para acometer la subida final a O Cebreiro", me dicen y con ellos afronto los cinco últimos kilómetros, envuelto en una finísima niebla que se desvanece en la cumbre.

Juntos visitamos la iglesia de Santa María La Real de O Cebreiro, iglesia prerrománica que custodia el Caliz del Santo Grial o "Caliz del Milagro", que forma parte del escudo de Galicia. En la entrada, a la derecha, una joven nos sella la credencial y nos explica el milagro con entusiasmo ."Un día de invierno frío y ventoso, en medio de una tempestad, se encontraba celebrando misa el cura de la iglesia. Solo. De pronto se abrió la puerta del templo y entró un campesino de Barxamaior . El cura , al verlo, desprecia al campesino porque piensa que no merecía la pena el sacrificio de subir a escuchar misa, exponiéndose al frío y las inclemencias del invierno sólo para comer un poco de vino y pan en la eucaristía. Y en el momento de la consagración, la hostia se convierte en carne y el vino en sangre. Es el Milagro. Y fueron los peregrinos los que divulgaron este milagro."

También nos cuenta que "los Reyes Católicos llegaron como peregrinos a O Cebreiro en 1486 y quisieron llevarse el cáliz del milagro. Sin embargo, en Pereje los caballos se pusieron tan indómitos que les fue imposible continuar la marcha. Este hecho lo consideraron como un signo divino y decidieron devolver el cáliz del milagro a O Cebreiro." Hoy se puede contemplar en la nave lateral de la iglesia, junto a la caja y las dos ampollas de cristal que utilizaron para transportar las reliquias. También se pueden ver los sepulcros del cura y el campesino, que merece la pena visitar después de conocer esta hermosa historia.

Junto a la iglesia, el busto que recuerda a Elías Valiña, párroco del pueblo hasta 1986 ,que dinamizó el Camino y a quien debemos las fechas amarillas que marcan e identifican el Camino.

En una tasca, junto a la iglesia, reponemos fuerzas con una empanada gallega deliciosa y un vino de Ribera Sacra. Después me despido con afecto de estos encantadores jóvenes catalanes, a los que ya no volverá a ver. O Cebreiro está cubierto por una espesa niebla. Decenas de peregrinos deambulan por su calles empedradas, repletas de albergues, bares, tiendas de recuerdos...y , sin embargo, no encuentro a un solo lugareño que me indique la dirección al alto de O Poio. Por fin, de nuevo en la carretera. Y me doy cuenta que todavía las cuestas no han terminado. En continuo ascenso llego al alto de San Roque y finalmente alcanzo la cima de O Opoio. Desde allí,la vista es espectacular: una hondonada de naturaleza verde y contundente en medio de un cielo cargado de nubes. Estamos en la Galicia más húmeda y telúrica.

El descenso hasta Triacastela por una carretera ancha y bien asfaltada es delicioso. La bicicleta baja con la velocidad de una moto. En pocos minutos llego a Triacastela y , desde allí, en un continuo tobogán de suaves pendientes, llego a Samos, un lugar precioso encajonado entre montañas. Son las 14,30. Junto a la carretera, el albergue del Monasterio benedictino. A esta hora llegan muchos peregrinos y nos atienden por orden de llegada. Cuando llega mi turno, me sellan la credencial, toman mis datos y me dicen:

- Elige litera y me indicas el número para que lo anote. Deja encima de tu litera alguna prenda o el saco de dormir para que sepan los siguientes que está ocupada.

El albergue es como una gran nave llena de literas. No hay taquillas. Las mochilas y alforjas en el suelo. Al fondo, las duchas y lavabos. Para tender la ropa, hay que salir del albergue , atravesar la carretera y dejar secar la ropa en la calle, junto a la terraza de un bar.

- No os aseguro que pueda haber agua caliente para todos porque tenemos termos.

- ¿Dónde se puede comer?- le digo

- Aquí mismo tienes dos restaurantes. En Samos todos tienen un "menú de peregrino" al mismos precio: 10 €.


Decido comer en uno de ellos. Estoy cansado, tengo hambre, mucha sed y pronto doy cuenta de la comida. Después de una siesta reparadora, acepto la invitación de Mar, una joven voluntaria que se ofrece amablemente a enseñarme una ermita prerrománica situada a 100 m. del monasterio. Es una chica joven, culta, risueña y muy guapa.

Esta ermita se llama la "Capilla del Ciprés", por el poderoso y altísimo ciprés milenario que crece junto a uno de sus muros laterales. Según cuentan , el ciprés tiene cerca de mil años. La ermita es hermosa. Pequeña, sencilla, de estilo mozárabe y ábside rectangular, construida con lascas de pizarra. Está situada en un entorno precioso, junto a los márgenes de un río. A las cinco de la tarde, con mucho calor y un sol de justicia, la tranquilidad, belleza y frescor del lugar era lo más cercano al paraíso.

Su interior conmueve por su sencillez y belleza. Dos bancadas laterales, una pequeña nave, un arco de herradura, un modesto altar y una talla de piedra. A las 5,45 hay una visita guiada para peregrinos por el interior del Monasterio. El guía es un jubilado voluntario que empieza por presentarnos la equilibrada fachada neoclásica del monasterio, con la escalinata de entrada similar a la que posee la Catedral de Santiago desde la Plaza del Obradoiro.

Antes de entrar en el interior del monasterio, pasamos por caja (3 €). El Prior del monasterio nos da el ticket y nos cobra la visita, que tiene una innecesaria tensión por la forma de expresarse en jubilado, demasiado mordaz e hiriente, sobre todo con las mujeres. Algunos comentarios destilaban misoginia y no fueron bien admitidos por las mujeres que allí se encontraban. Y con razón. El monasterio es de enormes proporciones y destaca por su grandiosidad, que se manifiesta en la iglesia y, sobre todo, en sus dos magníficos claustros. El Claustro de Feijóo, el más grande de España según el guía, se denomina así porque el escritor benedictino Fray Benito Feijóo pasó muchos años en este cenobio. En el centro de este claustro se yergue la enorme estatua de Feijóo.

Sin embargo el claustro más antiguo es de Claustro de las Nereidas, llamado así por la fuente central, cuya copa es sostenida por cuatro llamativas nereidas. Cuando lo veo, me acuerdo de Robert, que acababa de publicar su libro "Tratado de tritones" sobre un universo poblado de tritones, nereidas, quimeras...No puedo resistir la tentación de acercarme a la fuente para sacar una fotos.

A las siete, la misa del peregrino. Pienso que será cantada en gregoriano, como lo hacen los monjes de Silos, sin embargo me sorprende que lo hagan en castellano. Creía que todos los benedictinos celebraban sus oficios en gregoriano, pero al parecer no es así.

Ceno en el bar donde he comido. Después doy un agradable paseo por los alrededores del monasterio que me llevan hasta el pueblo. A las 10 de la noche se apagan las luces del albergue. Sin embargo ese día no dormiría hasta pasadas las once de la noche por las chanzas que organizaron los peregrinos más jóvenes.