3
4
1) Museo Arq. Nikolaios, 400 a.e; 2) Museo Arq.Agios Nikolaos, 1300 a.e; 3)
Museo Arq. Alicante, detalles de Kalathos ibéricos, fin del siglo I
a.e.(dibujos de E. Petit); 4)Museo Arq. De Cos 1200 a.e.;
También compararon la cadencia del latido del útero
con la cadencia del aletear del pájaro; por eso representaban el latido del
útero dibujando un útero en el interior
de un pájaro. También representaron el ‘vuelo’ del útero dibujando peces –que
representaban el útero- con alas. Hay en
nuestro cancionero popular varios rastros de esta representación del ‘vuelo’
del útero:
Pues todas las aves vuelan
Corazón,
Pues todas las aves vuelan
Volad vos.

1
1.-
Chipre, 700 a.c. 2.- Museo Arqueológico
La Camea, Siglo XIII a.c. 3.- Cnossos,
Siglo XIV a.c. 4.- La Deirade, Argos Siglo XIV a.c.
Esta cultura de la pulsión sexual femenina y del
útero tuvo durante un tiempo su contrapartida patriarcal. Todos los padres de
nuestra cultura patriarcal atacaron al útero, diciendo que era un monstruo que
vagaba errante en el cuerpo de la mujer, que era un animal dentro del animal,
etc.etc. Y utilizaron la imagen del draco volans, un reptil arborícola
parecido al camaleón, cuyo hábitat está en los bosques orientales de la
India. Se trata de un reptil que tiene
unas membranas en las extremidades que le sirven de paracaídas para saltar de
rama en rama de los árboles, y que dispara una lengua muy larga para capturar a
sus presas. Frente a los animales de
movimiento voluptuoso con los que las mujeres evocaban el movimiento de su
útero, los patriarcas opusieron este reptil con alas que se mueve a brincos y
que ataca con su larga lengua. Así nació
el mito del dragón, que convirtió el pequeño reptil de apenas unos 15 ó 20
centímetros de longitud, en un gigantesco dragón, al que se enfrentaron los sonnenmen, los héroes solares que
pretendidamente mataban al dragón para salvar a la doncella. Como explican Robert Graves y Assumpta Bonet
(7), el mito verdadero no es que el
héroe mata al dragón para salvar a la doncella, sino que el héroe mata la
sexualidad de la mujer para apropiarse de ella.
Hay que señalar que la ruta del dragón desde los
bosques orientales de la India, por el Norte atravesando el país de los arios
hasta llegar al norte de Europa donde reaparece el mito siendo el dragón
vencido por Sigfrido, es la misma ruta de los indoeuropeos que expandieron el Patriarcado.
El útero fue representado con dragones monstruosos y
todo tipo de bicharracos espeluznantes, como la serpiente Pitón que pintó
Cornelio de Vos según boceto de Rubens y que se exhibe (o se exhibía hasta hace
poco) en el Museo del Prado.
Toda esta cultura, tanto positiva como negativa del
útero desaparece con la pérdida en la mujer de la conciencia del útero. Tras siglos de represión sexual sistemática
de la mujer, ésta acaba por perder la conciencia de su útero. Entonces el útero se silencia, una manera
conocida de hacer desaparecer lo que se decide que no debe existir. Desaparece del imaginario colectivo, y las
niñas y los niños crecemos creyendo que el sexo femenino es la vagina. El silencio del útero llega hasta el ‘yoni’ tántrico,
que literalmente quiere decir útero, y que se traduce falazmente por
vagina. Finalmente, Freud, el padre del
psicoanálisis, declara a la mujer un ser castrado. En lugar de reconocer que los órganos
sexuales femeninos, el útero y los ovarios, son órganos internos, se fija la
atención en la apariencia externa de la zona genital humana y se declara a la
mujer castrada. Y ahora, las más novedosas campañas patriarcales para
establecer la castración femenina, se dedican a decir, en el colmo de la
incongruencia y de la ridiculez, que la vulva es el órgano sexual femenino,
cuando según la RAE, la vulva es la zona externa que rodea la vagina.
Toda
esta negación del sexo femenino se encadena con la negación del deseo sexual
femenino, organizando así la ignorancia de la pulsión sexual femenina,
ignorancia que produce una gran confusión en la mujer sobre la experiencia de
su sexualidad.
Para hacernos una idea de hasta dónde llega la negación del deseo
sexual de la mujer, pensemos que una institución científica de la importancia social
de la Medicina ignora que toda la
anatomía y toda la fisiología del aparato reproductor femenino están
biológicamente diseñadas para funcionar en procesos amorosos, es decir, con
el impulso del deseo. Y manipula dicho
aparato como si fuera un sistema de tuberías y depósitos dentro de un
laboratorio. Y esto sucede cuando se
sabe con toda precisión que el deseo es bioquímicamente oxitocina, es decir que
se traduce automáticamente en oxitocina, y que la oxitocina tiene una función
básica en diversos procesos del aparato reproductor femenino. Se sabe perfectamente que el encaje de la
molécula de oxitocina en sus receptores correspondientes es el dispositivo que
acciona el movimiento de determinadas fibras musculares imprescindibles en
diversos actos sexuales. Así, la
oxitocina es imprescindible entre otras cosas para lubricar, para lactar y para
parir. Pues a pesar de conocer con
detalle esta fenomenología, la Medicina en el colmo de la incoherencia y de la
inconsistencia científica, trata la maternidad desvinculada por completo de la
sexualidad de la mujer.
Así llegamos a la negación del deseo materno en la
maternidad.
Voy a detenerme en dos momentos claves de la
represión del deseo materno. Y cuando
digo ‘claves’ me refiero a que tienen una importancia decisiva en todo el
proceso de la exterogestación de la criatura humana y en la vida sexual de la
mujer.
El primero de ellos es la impronta. La impronta son las descargas de oxitocina
más altas en la vida sexual de una mujer que tienen lugar en las horas
inmediatas al alumbramiento. Su función
es establecer el bucle fisiológico y libidinal entre la madre y la criatura en
el exterior del cuerpo materno. Es
decir, la unión simbiótica que implica una sincronía del metabolismo básico de
ambos cuerpos y un fuerte enamoramiento en lo libidinal. Es un hito clave para el establecimiento de
la díada, del que depende toda la lactancia y toda la exterogestación. Sin embargo, los protocolos hospitalarios han
reprimido sistemáticamente la impronta, separando a la madre de la criatura
después del alumbramiento, con la excusa de lavar y examinar al bebé. Y una vez que se pasa el momento, la impronta
ya no se produce. También en los partos
llamados ‘alternativos’, en casa o en casas de partos, con frecuencia ocurre
que se inhibe la impronta, al impedir la intimidad entre la madre y la criatura. La impronta como todo acto sexual requiere
intimidad para que se produzca la entrega mutua y la fusión de los
cuerpos. No puede realizarse si la
atención de la madre está distraída, hablando con otras personas. Hay que decir que la impronta es un encuentro
a dos, no es un encuentro a tres o a cuatro.
Primero es la constitución de la díada, y luego ya vendrá el trío, los
hermanitos, etc. La función del padre en
este momento es coger a todo el mundo, madres, abuelas, herman@s, comadronas
etc. y, una vez finalizado el alumbramiento, sacarles a tod@s de la habitación
para dejar a solas a la madre con la criatura. Si se ha esperado 9 meses, bien
puede esperarse tres o cuatro horas más.
El otro hito clave en la constitución de la díada,
en el que no se respeta el deseo materno, es la cuarentena.
Antiguamente se reconocía que la mujer después de
parir necesitaba de una cuarentena de reposo antes de incorporarse a los
quehaceres domésticos. Sin embargo, los protocolos hospitalarios y pediátricos
no han contemplado semejante periodo.
Pero aquí la ciencia ya ha dado
la razón a la sabiduría y a la práctica tradicional antigua de las mujeres a
este respecto.
En los primeros días y semanas después del
nacimiento, la criatura tiene un ritmo especial de alimentación y de
sueño. Durante la gestación intrauterina
la criatura se ha alimentado a través del cordón umbilical sin utilizar su
aparato digestivo, y al nacer dicho aparato comienza un proceso de puesta a
punto para completar su formación, con sustancias y enzimas que recibe de la
leche materna. Durante este proceso el bebé solo puede realizar pequeñas
ingestas en cada tetada, y la leche materna está preparada para este proceso
con una consistencia específica, más líquida y muy rica en todas las sustancias
necesarias para la puesta a punto de los órganos. Este proceso de puesta a punto del aparato
digestivo, que requiere pequeñas ingestas, implica un ritmo de tetadas más
frecuente, lo que a su vez requiere un determinado ritmo de los estados de
sueño y vigilia acordes con el ritmo de las tetadas. El cerebro de la criatura lo organiza todo
perfectamente. John Bowlby lo llamó
‘estado de organización’ y, lo más importante, explicó que el cerebro de la
madre, durante este primer tiempo de lactación, también organiza este mismo
ritmo de sueño-vigilia, sincronizado con el del bebé; es decir, que es un
estado de organización conjunto de la díada.
Cuando se ignora esto y la madre pretende dormir
ocho horas seguidas por la noche y durante el día ponerse a hacer las tareas domésticas
mientras el bebé duerme, se organiza el desastre. Porque la criatura no va a
dejar dormir ocho horas seguidas a la madre, y ésta se va a levantar agotada
iniciándose una espiral de agotamiento y extenuación; la lactancia y el atender
al bebé se convierten por esta vía en un fastidio. En cambio, con el planteamiento de la
cuarentena, cuando la madre no tiene nada que hacer más que dormir cuando el
bebé duerme, despertarse cuando se despierta y reposar en estado de semivigilia
al tiempo que el bebé, no hay ningún agotamiento ni cansancio; la lactancia es
un placer; la madre acoplada al ritmo del bebé, disfruta de la lactancia y del
apego mutuo. El éxito de la lactancia y el
desarrollo del amor materno dependen en gran medida del éxito de la cuarentena (así
como de la realización de la impronta).
Si se produce un buen acoplamiento al comienzo de la
crianza, ésta luego se desarrollará sin problemas y de manera satisfactoria
para la madre y la criatura; la madre cargada con la criatura podrá realizar
muchas tareas y la criatura se adaptará perfectamente al trajín de la actividad
de la madre. Pero si al principio se va a contracorriente del proceso, se
organiza el desacuerdo y la criatura va a estar ‘dando problemas’
constantemente; entonces la crianza en
lugar de ser un evento mutuamente satisfactorio, se convierte en un ‘trabajo’
extenuante, en un tira y afloja permanente entre las necesidades de la criatura
y las necesidades de la madre.
La negación
de facto de la cuarentena es clave en la moderna organización de la maternidad
patriarcal, porque la madre entra en una vía de abnegación y de sacrificio, de
negarse a sí misma el mínimo descanso que necesita; es una verdadera prostitución
del amor materno. El actual estado de
negación de la cuarentena hace posible que la verdadera maternidad sea
inimaginable para la mente de las mujeres y de los hombres. Una
cosa es cierta, la recuperación de la maternidad nunca será posible por la vía
de la abnegación y del sacrificio (8).
La gran ignorancia acerca de este proceso de la
maternidad se lleva a menudo por delante todas las energías y toda la buena
voluntad que inicialmente tenían los padres.
No solo es la mujer, que en lugar de desarrollar el deseo materno, se
agota y se deprime; también es frecuente que con la ignorancia de lo que está
pasando, con el agotamiento y el no dar abasto para realizar las tareas
domésticas, aparezcan los reproches mutuos en la pareja, el echarse las culpas
mutuamente. Así, la negación del deseo materno a menudo conduce también a la
crisis de la pareja.
Es necesario comprender la falta de condiciones que
tenemos en nuestra sociedad para la cuarentena, y en general, para la
constitución de la díada, porque saber
que es una situación anómala que requiere un enorme sobreesfuerzo, puede evitar
tanto la depresión post parto como las crisis de pareja.
Todo esto es el resultado de la ignorancia y también
de la falta del tejido social necesario para la maternidad. La Humanidad siempre ha tenido estructuras
familiares grupales, pero éstas desaparecieron del todo con el paso de la
familia extensa a la familia nuclear.
Las parejas con su mejor voluntad se disponen a tener un hij@ creyendo
que teniendo un piso y un trabajo tienen al fin reunidas las condiciones para
procrear. Sin embargo, la familia
nuclear no es una institución adecuada para tener hij@s, bien al contrario es
una institución sociológicamente anómala.
La maternidad siempre ha contado con el apoyo del grupo de mujeres de la
familia extensa (9), que aportaban la ayuda necesaria con la empatía de la
propia experiencia acumulada de la maternidad.
En el caso de la pareja de la familia nuclear que se dispone a tener un
hij@, la única persona adulta en la casa es el padre, que es tan inexperto como
la madre primeriza, y eso además, si es que no tiene que acudir a su centro de
trabajo.
Un ejemplo de urdimbre social en torno a la
maternidad es el “atsolorra” del País Vasco, según refieren algún@s
antropólog@s. (10)
La negación del deseo materno, la negación de la impronta
y de la cuarentena, organizan socialmente la negación de la díada, el estado de
corrupción de la maternidad sobre el que se construye nuestra sociedad.
III - LA
CRISIS
A pesar de este estado de cosas, de negación de la
díada, de aplastamiento de la sexualidad femenina y de la pervivencia de los
egos de la guerra de los sexos tanto en hombres como en mujeres, la crisis del
Patriarcado es un hecho. En mi opinión,
con la recuperación de la igualdad y de su consideración como sujeto social de
derecho, la mujer exigirá también el reconocimiento de sus maternidades..
Hay que tener en cuenta que el mayor enemigo del
Patriarcado es la vida misma. Los seres
humanos, los dos sexos, estamos biológicamente diseñados para la armonía y para
la paz, no para vivir en tensión competitiva, ni en estado de sumisión, ni para
ejercer la dominación. A pesar de los
egos, la gente se enamora y el amor funciona, al menos en cierta medida. A
pesar de los acorazamientos y de la forja del arquetipo viril, no se puede
destruir del todo la capacidad de amar de las criaturas humanas, por la
sencilla razón de que no se puede gestar un cuerpo sin gestar su psiquismo, su
alma, su capacidad de amar. Los hombres
son capaces de empatizar con las mujeres y de sentir con las mujeres. Es completamente falso que la testosterona
hace a los hombres violentos y agresivos, y tampoco es cierto lo que se ha
dicho desde el psicoanálisis, que los hombres necesitan un lado femenino para
ser tiernos y amorosos, como si la masculinidad no fuese en sí misma tierna y
amorosa.
La vida es como el silencio del mar que nunca se
calla, como un rayo que no cesa de actuar y que atraviesa toda la organización
patriarcal.
Desde mi punto de vista, la Humanidad está dándole la
vuelta al Patriarcado (y entiendo la actual ola de violaciones y feminicidios como la respuesta de un Patriarcado socialmente cuestionado). Aunque hay diversos factores que operan en esta
crisis, el principal factor político de esta crisis es el movimiento feminista.
Hay gente que recela del movimiento feminista porque
éste no ha asumido aspectos tan importantes, por ejemplo, como la
maternidad. El feminismo llamado de la
igualdad ha considerado que la maternidad era una esclavitud para la mujer y no
se ha planteado el reconocimiento y la recuperación de la maternidad no
patriarcal. Yo misma, en mi lucha por el
reconocimiento de la maternidad, me he refugiado siempre intelectualmente en el
llamado ‘feminismo de la diferencia’ (Luce Irigaray, Maryse Choisy, Luisa
Muraro, Lea Melandri, Victoria Sau, etc.), aunque también en algún momento
propuse lo que llamé ‘feminismo de la recuperación’ (11), precisamente porque
teníamos, no solo que conquistar unos derechos sociales, sino también que
recuperar nuestra sexualidad y la maternidad.
Sin embargo la lucha por la igualdad es justa y
necesaria porque la discriminación en sí misma reclama justicia, y hoy es un
clamor en todo el planeta que recoge la indignación de siglos de
discriminación. Por eso el movimiento por la igualdad es universal y
transversal, asumido por todo tipo de mujeres y también por muchos hombres. Aunque el feminismo en su conjunto no aborde
otros aspectos de la injusticia social, la reivindicación mayoritaria de la
igualdad es en sí misma, políticamente justa; además la desigualdad es la
condición previa de muchas otras relaciones de dominación y de opresión (incluida
la maternidad patriarcal). En otras palabras, la lucha por la igualdad va mucho
más allá de la igualdad. Es necesaria
para poder realizar la diferencia y para la recuperación de la maternidad. Sólo la marginación social de la mujer ha hecho
posible la invisibilización y el ‘ninguneo’ de la maternidad.
La igualdad
llevará necesariamente a reconocer y recuperar la maternidad porque sin
reconocimiento de la maternidad no podrá nunca haber igualdad entre hombres y
mujeres. ¿Cómo va a ver igualdad para
las mujeres si no se reconoce la maternidad?
¿Cómo va a haber igualdad de derechos sociales sin reconocimiento de la
maternidad? Por eso, aunque dentro del
movimiento feminista ahora mismo no haya una reivindicación general y
específica de la maternidad, tarde o temprano tendrá que haberla, porque el
movimiento se la va a encontrar de bruces.
De hecho, pienso que si en el siglo pasado el movimiento feminista
estuvo reducido a un sector minoritario de mujeres intelectuales, fue en gran
medida porque no asumió la maternidad patriarcal en la que la mayoría de las
mujeres estábamos inmersas; inmersas en toda la contradicción entre amor y
esclavitud que implica la maternidad patriarcal.
IV – LOS RETOS
Tenemos cuatro grandes retos:
El
primero, es la lucha contra la negación de la sexualidad de
la mujer y de la maternidad. Este reto
requiere un trabajo de información, pues hay mucha buena voluntad que se
malogra por la ignorancia, tanto en hombres como en mujeres. De hecho la ignorancia es una sangría por
donde se escapa una cantidad inmensa de energías y de voluntad de cambio. Me
voy a referir a algunos argumentos equivocados que hoy se esgrimen y que
reflejan esta buena voluntad malograda por la ignorancia.
Afirmar que la maternidad es una carga, como se hace
para argumentar un reparto del trabajo, es negar todo lo que pasa por nuestros
cuerpos y nuestras almas: es negar la maternidad. Es cierto que la falta de reconocimiento de
la función social de la maternidad, la ha convertido en una carga; pero eso es
sólo el contraefecto de la represión; la maternidad en sí misma no es una
carga, es todo lo que pasa por nuestros cuerpos, un proceso amoroso de una gran
voluptuosidad.
A mis 74 años, uno de los peores sufrimientos que recuerdo de mi
vida, si no el peor, fue cuando tuve que dejar a mi hija de tres meses en una
guardería para ir a trabajar. Así que,
por favor, que no nos digan que la maternidad es una carga.
Tampoco es cierto que la maternidad y la paternidad
sean cosas equivalentes. Semejante
afirmación también es una negación de la maternidad. El hombre no concibe, no gesta, no pare, no
lacta. Y esto no es ‘biología’ como se
dice como si la biología fuera algo mecánico.
Una joven madre, que portaba a su bebé de meses en
un pañuelo en posición hamaca, me contaba que sabía que el bebé dormido se iba
a despertar cuando sentía la subida de la leche. Esto es un ejemplo de la sintonía corporal
entre la madre y la criatura, una sincronización de la fisiología de los
cuerpos que ni siquiera pasa por la mente, sino que la fenomenología
fisiológica se comunica directamente, como sucede dentro de un mismo organismo. Pues bien, esta sincronía fisiológica implica
en lo psíquico un bucle libidinal de empatía.
La exterogestación es una función materna y los
maternajes de sustitución cuando falla la madre permiten la supervivencia de la
criatura, pero es otra calidad de maternaje, compatible precisamente con los acorazamientos
necesarios para las relaciones sociales patriarcales.
Concebir, gestar, parir y lactar son acontecimientos
físicos y psíquicos que afectan a nuestros cuerpos a nuestras almas y a toda
nuestra vida. Equiparar maternidad y paternidad es otra manera de negar la
maternidad, de negar nuestros cuerpos, nuestras almas y nuestras vidas.
El
segundo gran reto es la lucha por el reconocimiento de la función
social de la maternidad, una función que tiene un aspecto económico muy
importante. La sociedad tiene un
concepto completamente errático de la economía pues solo contempla el esfuerzo
de la producción y no contempla el esfuerzo de la reproducción; y no lo hace
porque desde hace siglos las mujeres hemos realizado ese esfuerzo gratis y en
la marginación. Y ahora que estamos
saliendo de esa marginación, aparece la maternidad…como una carga. El
reconocimiento de la función social de la maternidad tiene este aspecto
económico que es crucial para la vida de las mujeres, y quiero aprovechar para
pedir desde aquí el apoyo a la Plataforma Petra que ha asumido la
reivindicación de la ampliación de las licencias de maternidad. Sin embargo, pese a lo importante que es la
reivindicación económica, el reconocimiento de la función social de la
maternidad va más allá del aspecto económico.
Es preciso, por ejemplo, que en el curriculum profesional de una mujer,
la maternidad deje de puntuar en negativo para pasar a puntuar en
positivo. Es decir, necesitamos
desarrollar la conciencia social de la importancia y del valor de la
maternidad.
El
tercer gran reto es subsanar la destrucción del tejido
social, enfrentarnos a lo que supone la desaparición de la familia extensa. La desaparición de la familia extensa es una
catástrofe para la maternidad porque, para empezar, hace muy difícil respetar
la cuarentena de la díada; y es una catástrofe para la infancia en general,
para el cuidado de l@s enferm@s y para el cuidado de las personas
ancianas.
La secretaria general de la IV Conferencia
Internacional de la Mujer (12), Gertrude Mongella, decía que era mucho más
grato para una mujer del llamado tercer mundo ser madre que para la mujer
occidental; que para la mujer occidental ser madre era una auténtica
condena. Hasta ese punto consideraba que
la falta de tejido social en el mundo occidental trastornaba a la maternidad.
Mucha gente joven es consciente de la falta de
‘tribu’ y realiza esfuerzos para construir comunidades o comunas, reagrupándose
con amig@s y gente en general concienciada de la falta de grupo humano. Desde mi punto de vista, todo este esfuerzo es
muy alentador, pero entiendo que el camino para recuperar la organización
grupal es la democratización de la familia extensa, lo que implica la rendición
del poder de los padres y de las madres a l@s hij@s. La
hermandad de sangre es muy importante porque supone el haber compartido
una misma madre, un mismo padre, unos mismos juegos, una infancia. Estos vínculos empáticos forjados en la
crianza y en la infancia son física y psíquicamente muy importantes y necesarios
para la construcción de la ‘tribu’, y además son claves para la convivencia en
armonía. Tienen el plus de tener en
común las costumbres, los hábitos, los modos y maneras de realizar la vida
cotidiana y las tareas domésticas que a menudo son fuente de conflicto en la
convivencia.
Esto es un reto y una lucha concreta, a medio y
largo plazo. Pero la cuarentena no puede
esperar. Las personas del entorno de una
futura madre tienen que organizarse para garantizarle la cuarentena. En lugar de regalar pijamas o jerseicitos,
hay que regalar al recién nacido una buena cuarentena. Hacer un calendario de los cuarenta días para
que amig@s y familiares se apunten los días y las horas que puedan acudir a la
casa materna para realizar las tareas domésticas, de modo que la madre pueda
durante esos cuarenta días olvidarse del mundo y entregarse al amor con su
criatura.
El
cuarto reto son los egos masculinos y femeninos de la
guerra de los sexos que sobreviven en nuestra sociedad, incluído en el
inconsciente de la misma gente que se moviliza contra el Patriarcado.
El reconocimiento de la díada es un palo para el ego
del arquetipo viril protagonista del Patriarcado. Por eso, como dice Paco Herrero, a veces,
inconscientemente los hombres tratan de usurpar una parte del protagonismo de la
madre realizando funciones propias de la exterogestación.
Decía Laing (13) que la envidia del útero en los
hombres es más fuerte que la famosa envidia del pene atribuida a las mujeres.
Pues ni envidia del pene ni envidia del útero; la envidia es un correlato de la
jerarquía, y en la vida no hay jerarquías sino funciones diversas que se
desarrollan sinérgicamente, en armonía.
Imaginemos lo que sucedería si en nuestros cuerpos nuestros órganos se
dedicasen a competir y a rivalizar, que el hígado tuviese envidia del estómago,
o los pulmones del corazón. En la vida
la diferencia no está jerarquizada, sino que surge y desarrolla sus funciones
sinérgicamente y en armonía. Los sexos
no están hechos para rivalizar ni para competir sino para vivir
armónicamente. Así pues, hay que dejarse
de rivalidades y controlar los egos, los machismos y los misticismos del
espíritu de sacrificio de las madres.
El primer antídoto contra los egos es la
información, pues normalmente las vías de desarrollo de los egos descansan en
falacias, en construcciones falsas, como las que conciernen a la maternidad
patriarcal. La ignorancia de cómo son
las cosas realmente es preceptiva del desarrollo de los egos de la guerra de
los sexos que sobreviven en los inconscientes; por eso hay que insistir en
luchar contra la ignorancia que malogra cantidades inmensas de buena voluntad.
Pero el verdadero y fundamental antídoto contra los
egos es el psiquismo no egótico, la propia capacidad de amar de hombres y mujeres
que se desarrolla en la complacencia mutua. El desarrollo de la capacidad de
amar de hombres y mujeres puede siempre desbordar a los egos, siendo ésta la
vía de acción básica contra los egos patriarcales. En definitiva, es el desarrollo de la
capacidad de amar subegótica de ambos sexos, lo que va a dejar de lado las
compulsiones de los egos de la guerra de los sexos.
V – LAS ESPERANZAS
Antes de nada, hay que decir que la esperanza es
también una urgencia habida cuenta de la otra crisis, la planetaria. La depredación patriarcal no es sólo
intrahumana, sino que también se ha extendido a toda la biosfera; por eso la
esperanza es una urgencia, porque tenemos que llegar a tiempo y acabar con el
Patriarcado antes de que el Patriarcado acabe con el planeta.
Y una esperanza muy importante es la reconversión de
la función del padre.
En algunos de mis libros, he escrito que había que
buscar otro nombre para el padre. Al
tomar conciencia de las atrocidades sistemáticamente cometidas por los hombres
en el nombre del padre, de todo la masa infinita de sufrimiento de mujeres y
niñ@s producida por los padres a lo largo de los siglos de dominación patriarcal,
pensé, precisamente porque siempre he creído en la bondad intrínseca de la
masculinidad, que había que buscar otro nombre para los hombres, que no teníais
que cargar con el peso de semejante nombre tan macabro. Sin embargo, a día de hoy pienso que no es
necesario, por dos razones.
La primera es una razón subjetiva. Tengo un profundo reconocimiento hacia mi
padre por todo lo que me transmitió y cómo lo hizo. Jamás me dio una orden, y cuando emitía
alguna opinión que me concernía, lo hacía con la máxima delicadeza y cuidado
para no interferir en mi proceso de toma de decisiones. Máxima delicadeza para no interferir en mi
libre albedrío y máxima delicadeza para transmitirme los sentimientos más
nobles de los que es capaz el alma humana.
Y cuando hablo así de mi padre, obviamente no estoy utilizando la
acepción milenaria patriarcal de la voz ‘padre’, sino otra bien distinta.
Y así paso a la segunda verdadera y objetiva razón
por la que creo que no hace falta cambiar el nombre del padre, y es la capacidad de la lengua de adaptarse a
los cambios sociales.
La lengua fue nada menos que capaz de cambiar, con
el cambio de orden social, la voz ‘ama’ por la de ‘amo’; de la madre de la
matrística por la del dueño de la casa patriarcal. Sin el menor problema (el diccionario Anaya
da el euskera como etimología de ‘amo’ (dueño), es decir, que procede del ‘ama’
vasco, la madre).
Y en sintonía
con el actual movimiento contra la discriminación de la mujer, la gente está cambiando
el masculino genérico; cada vez es más
frecuente oir decir ‘niños y niñas’, ‘hombres y mujeres’, incluso en los discursos
públicos. También instituciones tan
importantes como el ‘APA’ (asociación de padres de alumnos) cambió por el ‘AMPA’
(asociación de madres y padres de alumnos) porque la gente desestimó considerar
‘padres’ como un genérico que incluyera a las madres. La gente está cambiando la lengua. Es la evolución conjunta de la lengua y de la
sociedad. Y es normal que la RAE
defienda todavía la idoneidad del masculino genérico, pues la lengua siempre se
ha hecho de abajo a arriba, nunca de arriba abajo. La lengua se hace hablando, en la calle, en
la convivencia. La excelencia siempre va
de abajo a arriba, nunca de arriba abajo como pretenden hacernos creer las élites
dominantes para justificarse (14) .
Así pues, estamos, estáis, cambiando la acepción del
nombre del padre. Y esto es un síntoma y
una grandísima esperanza.
Para terminar, entiendo que la función del padre es
acompañar el aprendizaje de las criaturas desde el respeto y la
complacencia. Pero a día de hoy,
teniendo en cuenta la negación social de la díada, teniendo en cuenta la
represión del deseo materno, la falta de reconocimiento económico de la
maternidad, y la falta de tejido social; teniendo en cuenta esta situación, la
función principal, importantísima y fundamental del padre es luchar por la constitución
de la díada; luchar para que a su hijo o a su hija no le falle la
exterogestación, para que tengan la madre que les corresponde y que necesitan
para su integridad física y psíquica.
La Alberca y La Granja, agosto 2019
NOTAS
(1)
Sobre el cambio de orden social de la
matrística al Patriarcado, me remito al texto colgado en mi web ‘La matrística,
aquí y ahora”: https://sites.google.com/site/casildarodriganez/la-matristica-aqui-y-ahora
(2) Amparo
Moreno, ‘El arquetipo viril protagonista de la Historia’, laSal edicions de les
dones, Barcelona, 1986.
(3) Juan
Merelo-Barberá, ‘Pariras con placer’, Kairós, Barcelona 1980.
(4)
https://www.google.com/search?q=Ch+Moir+Recording+the+contractions+of+the+human+pregnant+and+non+pregnant+uterus&tbm=isch&source=iu&ictx=1&fir=jFyX
(5)
Masters
y Johonson, ‘Human sexual response’, Intermédica, México 1978. 1ª publicación inglesa,
Little
Brown and Co, Boston1966.
(6)
https://watermark.silverchair.com/dmg011.pdf?token=AQECAHi208BE49Ooan9kkhW_Ercy7Dm3ZL_9Cf3qfKAc485ysgAAAlswggJXBgkqhkiG9w0BBwagggJIMIICRAIBADCCAj0GCSqGSIb3DQEHATAeBglghkgBZQMEAS4wEQQMt-TXVucu_-rqpxNhAgEQgIICDqcEo6BcM2SwL3uLlBtY0DywYVeXlVCCmcQpMfYp_GqLWKVEhevn9UGT6oE4OBV4hCTPtfqDmvzxqYE64P_J3qPftDsXRh_roKIo17yk4GBa4KZdtPliDqWXzedDET9wriI6IodE4m_5lAE-fTNHYY8IJqugZDrdrohFYAqIS4BAVBA2U-Zk5R-f92wZGJBZENbyjw_PwDty-7IhDS2E__mPK_dXQLzis97_zITTGWCs0Xv9AZfufmhvQHqmAEVpzIzt-6AxCKcm3hJQN1l60mYwlCfQBysMVdC9M_BtcSDdc75LBgbO8EA13dLkFTwgVe6HzXMvA48jrnS_14KKFJ10qEpsfr1GpkIgKGejT1ihKNUbXBAEetpDXl8QNYA9HMdose6HPyosdniD_g8DrJvNxzZI-cqbXYltGtUb0Tbutpb6S_rmZg1qRfQu7p29waeEzaaJh7l8LkeENp80cu-DNNGGoBhijGXXTgH7KVS0GjyqYNPHoOFPbkY85NvPg8J83QwQYwA03uFxzVRvJwGbdlFvoEKCcFKz0oozXg5UiUdasGS9UwXJSBbJP3uMCbx3Vc0SRm_b1mrf3adA5Nu6GOOpw-Z4gDIhl1CjsY_jlc0mF8pN_X6hQJbHiQKebNsLYtW7eYhR94cGRGrMH5gy2zT1kl8PRwUqII_00LflG_zqbkn5mhUIhAvM_xY
(7) Assumpta
Bonet ‘El Jardin de la Diosa’, Integral 174
(8) Ruth
Benedict en ‘El Crisantemo y la espada’ (Alianza, Barcelona 2006 (1ª
publicación, 1946) cuenta que en los años 30 del siglo
pasado, las autoridades sanitarias japonesas pusieron en marcha una campaña
destinada a promocionar el destete a los 8 meses, en una sociedad en la que la
lactancia se prolongaba por encima de los dos años. A pesar de los argumentos
esgrimidos, supuestamente científicos, de que el destete era lo mejor para el
bebé, las mujeres japonesas desestimaban la propuesta alegando que aunque fuera
mejor para el bebé era peor para ellas.
Según Benedict, la etapa de lactancia era considerada por las mujeres
japonesas de la época, como el periodo más placentero de la vida de una mujer. Esta información sobre las mujeres japonesas del siglo pasado es consistente con el legado de las mujeres micénicas en cuyos cántaros pintaban pulpos que representaban el placer de sus cuerpos, en los cuales las ondas de placer salían, en la mayoría de ellos, de los pechos.
(9) Martha
Moia, en su libro ‘El no de las niñas’ (laSal edicions de les Dones, Barcelona
1981), explica la estructura social del grupo humano con la imagen de la
tela. Siendo la urdimbre de la tela el
conjunto de las mujeres del grupo y la trama el conjunto de los hombres del
grupo. Los hilos de la urdimbre y los de
la trama, están íntimamente entrecruzados pero los unos y los otros tienen su
sentido y su función específica.
(10)
Entre
otr@s Mari Carmen Basterretxea en su
libro ‘Euskal Herria, Kultura Matrilineala’, (editorial Potlach, 2016).
El “atsolorra” es un vestigio de la matrística en el
País Vasco; en algunos pueblos de Euskal Herria, como Ereñotzu, el “atsolorra” existió
hasta la década de los 70 del siglo pasado. Cuando una criatura nacía en el
pueblo, las mujeres que habían atendido a la madre antes y durante el parto, se
encargaban del cuidado de la madre y la criatura durante las primeras semanas.
Los hombres ayudaban en las tareas del caserío de la nueva madre. Cuando la
pareja ya estaba en condiciones, el pueblo o barrio celebraba el nacimiento y
hombres y mujeres tomaban el compromiso de que toda la comunidad cuidaría a la
criatura recién llegada durante su infancia y adolescencia. La celebración del
“atsolorra” tenía una parte lúdica importante también; el nacimiento se
celebraba con canciones y bailes y era una fiesta muy alegre. Basterretxea dice
que según recuerdan ancianos y ancianas que vivieron esta celebración, entre
hombres y mujeres se daba una incesante comunicación sobre todo lo concerniente
al alumbramiento y cuidado posterior. La Iglesia apartó al hombre de esta
fiesta y de esta tarea primero, y después a toda la comunidad, sustituyéndolo por el bautismo.
(11)
Ver en mi web: ‘Por un feminismo de la
recuperación’ https://sites.google.com/site/casildarodriganez/por-un-feminismo-de-la-recuperacion-marzo-2010
(12)
IV Conferencia Internacional de la
Mujer, Pekin, octubre 1995.
(13)
R. Laing. Entrevista en la revista Reporter
14.12.77 nº30 pags. 66-67. Citado por
Victoria Sau en ‘El Diccionario Ideológico Feminista’ Barcelona, Icaria
1990. Pags 270-271.
(14)
El esperanto es un ejemplo de intento de
crear una lengua de arriba abajo con criterios racionales, que no pudo
implantarse.
”