LA DUQUESA DE POLIGNAC, La confidente de la reina

La duquesa de Polignac, célebre por su amistad con la reina María Antonieta y uno de los personajes más emblemáticos de la Corte de Versalles de aquella época. Esta es su historia.

INFANCIAYolande Martine Gabrielle de Polastron, también conocida como Madame de Polignac,nació en París durante el reinado de Luis XV, en el seno de una familia de antiguo linaje aristocrático. Era hija de Jean François Gabriel, conde de Polastron y Jeanne Charlotte Hérault. Sin embargo, en el momento de su nacimiento, la familia estaba acosada por muchas deudas y su estilo de vida estaba lejos de ser lujosa. Poco tiempo después se trasladaron al castillo de Noueilles, en la provincia de Languedoc, al sur de Francia. A la edad de tres años, la pequeña Yolande perdió a su madre y fue puesta al cuidado de su tía, Madame d'Andlau, quien decidió que la niña recibiría educación en un convento.

MATRIMONIO

A la edad de dieciséis años estaba prometida con el conde Jules Armand François de Polignac, con quien se casó el 7 de julio de 1767, unos pocos meses antes de cumplir los dieciocho años. Cuatro hijos llegarían a la vida del matrimonio. Los primeros fueron Aglaé y Armand, y varios años después,Yules y Camille. Sin embargo, las deudas privaban a la joven pareja de lujos. Llevaban una vida muy retirada en su propiedad de Claye. Cuando su cuñada Diane de Polignac la invitó a la Corte de Versalles, hacia allí se fue con su marido.

LA POLIGNAC EN LA CORTECorría el año 1775 y en un baile de corte descubre la reina María Antonieta a una bella joven morena de ojos violeta y de aspecto angelical, a quien no conoce todavía, e inmediatamente queda deslumbrada por ella. A sus preguntas le dan el nombre de la condesa de Polignac. La reina se acerca a la desconocida y le pregunta por qué se la ve tan rara vez en la corte. Confiesa sinceramente la condesa que no era lo bastante acomodada para costear los gastos de la vida de palacio y esta franqueza encanta a la reina. Al punto María Antonieta trae a la corte a la condesa de Polignac y amontona sobre ella tal suerte de sorprendentes privilegios que excita la envidia general; va con ella públicamente cogida del brazo, la hace habitar en Versalles, la lleva consigo a todas partes y hasta llega una vez a trasladar toda la corte a Marly sólo para poder estar más cerca de su idolatrada amiga, que está a punto de dar a luz.

LA RIVAL DE LA CONDESALa corte se convirtió en el campo de batalla donde dos rivales se disputaron la amistad de María Antonieta. “Las dos favoritas (Lamballe y Polignac), muy celosas la una de la otra se quejaban y disputaban sin cesar”. Pronto la condesa sustituyó a María Teresa Luisa de Saboya-Carignan, princesa de Lamballe, como mejor amiga y confidente de la reina. La primera favorita y superintendente de su Casa, madame de Lamballe, perteneciente a una de las primeras familias de Francia, era de naturaleza delicada y sentimental, no muy inteligente ni muy notable pero al mismo tiempo tampoco una intrigante ni una ambiciosa, no codiciaba ni dinero ni poder y correspondía al cariño de la reina con una real amistad. Sus costumbres pasaban por ser irreprochables, su influencia se limitaba al círculo de la vida privada de la reina, no mendigaba protección para sus amigos ni para su familia, no se mezclaba en los asuntos de Estado ni en la política. No tenía ninguna sala de juego, no arrastraba más profundamente a María Antonieta en el torbellino de los placeres. Su comportamiento centrado era considerado "aburrido" por la reina, quien se volvía más frívola con el paso del tiempo, prefiriendo la compañía de la alegre condesa. La Polignac y su pandilla combatían el aburrimiento de la reina y divirtiéndola, la conservaban en su poder.

LA INFLUYENTE YOLANDEAl cabo de pocos meses, aquella noble arruinada había llegado a ser dueña de la reina de Francia y de toda la corte. Carismática y hermosa, madame de Polignac llegó a ser indiscutible líder del círculo exclusivo de la reina, asegurándose de que pocos se hicieran amigos de la reina sin su aprobación. La princesa de Lamballe, excluida de todas las reuniones íntimas, terminó alejándose de la corte. La condesa de Polignac también ganó la amistad del hermano más joven del rey, el conde de Artois, y la aprobación del mismo Luis XVI, por lo general muy frio con las damas de la corte, estaba bien dispuesto a asistir a las celebraciones de la condesa. Estaba muy agradecido por su contribución a la paz y alegría de la reina, fomentando así su amistad. Ella, sin embargo, era odiada por otros miembros del entorno real, particularmente el confesor y su consejero político, el embajador austríaco de la reina, el conde Mercy-Argenteau, que no veían con buenos ojos esta nueva amistad de María Antonieta.

Madame de Polignac envolvió a la reina en un mundo de placeres y de fiestas, y no dudó en utilizar su influencia para disfrutar de favores excepcionales para sí misma y los suyos. Primeramente fueron pagadas cuatrocientas mil libras de deudas. La hija recibió como dote ochocientas mil por su boda con el duque de Guiche. El yerno, una plaza de capitán, a lo que se añade, un año más tarde, una posesión rústica que rendía setenta mil ducados de renta. El padre, una pensión, y el complaciente esposo, a quien en realidad hace mucho tiempo que había sustituido un amante, el título de duque de Polignac y una de las prebendas más lucrativas de Francia: los correos.

La cuñada, Diane de Polignac, a pesar de su mala fama, llegó a ser dama de honor de la corte, y la misma Yolande, aya de los hijos de la reina. El amante de la duquesa se convirtió en Gran Halconero de Francia al tiempo que se le asignaba una renta anual de treinta mil libras. La hermana, Louise de Polastron, acabaría envuelta en una relación amorosa con el conde de Artois, cuñado de la reina. El padre, además de su pensión, aún llegó a ser embajador, y toda la familia nadó en la opulencia y los honores, derramando además sobre sus amigos el cuerno de la abundancia repleto de favores. En una palabra, este capricho de la reina, esta familia de Polignac, le costó anualmente al Estado medio millón de libras. «No hay ningún ejemplo -escribió espantado a Viena el embajador Mercy- de que en tan poco tiempo una suma de tanta importancia haya sido adjudicada a una sola familia.»La fabulosa progresión social de los Polignac fue observada con recelo al principio, y con clara animadversión después, por la mayoría de los cortesanos de Versalles. En 1780, Jules fue elevado al rango de duque de Polignac para que Yolande fuese duquesa.

Los Polignac no dejaban de intrigar con los favoritos, como el barón de Besenval, entrometiéndose en la política. Se les llamó "el partido de la reina". La duquesa de Polignac se convirtió en un personaje impopular y odiado, dentro y fuera de Versalles. Los franceses devoraron los numerosos panfletos pornográficos que circularon contra María Antonieta que la presentaban como amante de la duquesa de Polignac. Se aseguraba que ninguna favorita de ningún monarca de tiempos anteriores, incluyendo a la mismísima Pompadour de Luis XV, había salido tan cara al Tesoro como estaba saliendo Yolande de Polignac. Las críticas arreciaron.En 1782 la institutriz de los niños reales, Victoire de Rohan, tuvo que renunciar a su cargo debido a un escándalo causado por la quiebra de su esposo. Madame de Polignac ocupó este cargo y se le adjudicó un apartamento compuesto por trece habitaciones en palacio. Asimismo, Yolande disponía de una casita campestre en el refugio favorito de María Antonieta, el célebre Hameau de la reine, construido en los terrenos del Petit Trianon, en el parque de Versalles. Este nombramiento generó indignación en la corte, donde se consideró que la condición social de Gabrielle era insuficiente para un puesto de esa magnitud. La noticia no solo sorprendió a Versalles, el disgusto llegó hasta Viena donde José II escribió al embajador austríaco mostrando su desagrado: “el nombramiento de la señora Polignac, lo admito, me sorprendió como todas las personas sensatas, pero aun así, es un hecho y yo soy cuidadoso de no hablar en esos términos a la reina, pero no dejo de mostrar mi disgusto como una mujer tan impúdica se le asigné un cargo de tanta importancia”.

EL DISTANCIAMIENTO DE MARIA ANTONIETAEl matrimonio de Yolande fue cordial pero no exitoso, era el típico matrimonio aristocrático arreglado. Durante muchos años, al parecer, la duquesa de Polignac fue amante del capitán de la Guardia Real, Joseph Hyacinthe François de Paule de Rigaud, conde de Vaudreuil, a quien se atribuyó la paternidad biológica del tercer hijo de la duquesa de Polignac y también hubo algunos cotilleos en torno al cuarto hijo. Sin embargo, la naturaleza exacta de la relación de Gabrielle con Vaudreuil ha sido objeto de debate por parte de historiadores, algunos dudan de que hayan sido amantes. Tal vez debido a la aversión de la reina hacia el conde de Vaudreuil, a quien encontraba grosero e irritante, la influencia de la duquesa sobre María Antonieta disminuyó a partir de 1785.La reina cada vez estaba más molesta con el círculo de los Polignac, sobre todo cuando defendieron a un político a quien la reina despreciaba. Cuando Maria Antonieta se cansó de las intrigas de la Polignac, se acercó de nuevo a la dulce princesa de Lamballe. Yolande decidió dejar la Corte de Versalles por un tiempo y, junto con su familia, visitar a sus amigos en Inglaterra, particularmente a Georgiana Spencer, duquesa de Devonshire, que era la líder de la alta sociedad de Londres y una de sus amigas más cercanas.

LA TOMA DE LA BASTILLA Pero a principios de 1789, los Polignac volvían a ser un elemento a tener muy en cuenta en Versalles. Yolande se granjeó nuevas críticas acervas al predisponer a Maria Antonieta contra Jacques Necker, el ministro de Finanzas que hubiera debido resolver la papeleta de un déficit galopante que, a nivel popular, se atribuía casi en exclusiva al despilfarro compulsivo de la "perra austríaca". La caída de Necker había empeorado sustancialmente las cosas. Se había producido la convocatoria de los Estados Generales, intento desesperado de enderezar todo lo que se había torcido. La atmósfera se tensó peligrosamente, se produjo una revuelta parisina y eclosionó la rabia acumulada en la toma de la Bastilla. Ante esa sucesión de acontecimientos, quedó claro que la reina debía prescindir instantáneamente de sus compañeros de diversiones, los odiados Polignac y el conde de Artois. Para siempre debían ser proscritos de Francia. LOS POLIGNAC PARTEN HACIA EL EXILIOEn las horas de la despedida, siente la reina que se aviva otra vez su amistad, enfriada desde hace tiempo, hacia aquellos compañeros de sus años más bellos y despreocupados. Han participado locamente de todas las locuras de la reina. La Polignac había compartido todos los regios secretos, había educado a sus niños y los había visto crecer. Ahora tenía que partir. Combatiendo sus lágrimas, María Antonieta no puede decidirse a acompañar, en este último paso, a su antigua amiga: permanece en sus estancias, tanto teme a su propia emoción. Pero por la noche, cuando abajo, en el patio, esperan ya los coches para el conde de Artois y sus hijos, para el príncipe de Condé, el de Borbón, para la Polignac, los ministros y el abate Vermond; para todos aquellos seres que han rodeado su juventud, la reina coge aún rápidamente de sobre su mesa un pliego de papel de cartas y le escribe a la Polignac estas conmovidas palabras:« Adieu , queridísima amiga. Esta palabra es espantosa, pero tiene que ser así. Ahí va la orden para los caballos. No tengo ánimo para ir a abrazarla».

Los Polignac, con quinientos francos que les había dado la reina para los gastos del viaje, abandonaron Versalles rumbo al exilio. Vivieron en Suiza, Italia y Austria. La duquesa siguió manteniendo correspondencia con la reina. En una de sus cartas a madame de Polignac, María Antonieta escribió: “agosto 23, 1789, ellos me aseguran que esta carta te llegará. Así que puedo decirte, mi querida que te amo con ternura. Mi salud se mantiene, pero mi alma se siente abrumada por el dolor, tristezas y preocupaciones. Cada día oímos acerca de las nuevas desgracias, y la mayor de todas para mi es que me separen de ti. Ya no veo me encuentro sin ojos, corazón que no me oye… por lo menos me pone feliz saber que estás bien. No se cuanto tiempo mi carta se tardara en llegar. Adiós, mi querido corazón, solo la muerte me puede dejar de amarte. Te amo con toda mi alma”. Después de la partida de la duquesa, el cuidado de los niños reales fue confiado a la marquesa de Tourzel.

LA MUERTE DE LA DUQUESA

Yolande de Polignac desarrolló cáncer mientras vivía en Suiza, aunque había estado mal de salud durante algún tiempo. Su estado empeoró al enterarse de la ejecución de María Antonieta. Consumida por el dolor y la tristeza murió el 9 de diciembre de 1793. La duquesa fue enterrada en Viena y en su epitafio se escribió "muerta de dolor". Tenía cuarenta y cuatro años. Según las memorias de Vigee-le brun:“…la duquesa de polignac vivió permanentemente en un sitio cerca de Viena. Fue allí donde se enteró de la muerte de Luis XVI, lo que afectó seriamente su salud, pero cuando escuchó la terrible noticia de la muerte de la reina sucumbió por completo".