Huacas Compacto y Encantos vivos de la Costa Norte

Huacas Compacto y Encantos vivos de la Costa Norte

Por: D. Samyr Bazán Díaz

En toda esta extensión de hermosos valles hay ciertas construcciones de las más antiguas que el hombre ha hecho, no habiendo ninguna edificación más perecedera que estas. Se elevan tanto del suelo y tan cerca del cielo que aun hoy son muy pocas las edificaciones de moderna construcción los que las superan. Estas magníficas muestras de arquitectura son la muestra monumental del ingenio de los más eximios arquitectos e ingenieros del antiguo Perú que sin más que adobe, quincha y miles de obreros han logrado inundar todo nuestro departamento con tales monumentos, no habiendo lugar que no esté provisto o que posea en su territorio dos o cinco de estas como mínimo.

Nuestros ancestros en el pasado resiente las llamaron Tuni o Toni como así lo registró el sabio alemán don Hans Heinrich Brüning durante su estadía en la entonces Villa de Etén, hoy Ciudad Etén entre los años 1906 y 1910. En tiempos actuales el término se ha generalizado al uso de la palabra “Huaca” la cual es de origen Quechua y no Muchic, pero que por lo demás significarían aparentemente lo mismo.

Se podría decir mucho sobre estas inmemoriales construcciones que aparecen muy cerca de cerros, entre valles, cerca del mar y en distintas partes; que en un pasado tan remoto cumplían determinadas funciones bajo el mandato de poderosos señores y señoras que en su lengua nativa fue “CIEC” los cuales regían sobre la vida y la muerte de cientos de personas, sus vasallos o Paraeng.

Las muestras más hermosas que han quedado yacen en las zonas arqueológicas de Chotuna-Chornancap (San José), Pomac (Pitipo), Huaca Rajada (Sipán – Zaña), Pampa Grande (Chongoyape), Purulen (Lagunas), Mocce (Lambayeque), Huaca la Pava (Mochumi), La Raya (Tucume), Apurlec (Motupe), en donde se pueden encontrar una gran cantidad de estas edificaciones que dan muestra de su antigua grandeza.

Los pobladores que viven dispersos en el monte y en esto quiero hacer un paréntesis para relatar de forma muy resumida como se vive en ese habitad desértico en ciertos lugares y fértil en otros, provisto siempre de algunos algarrobos. Todo esto a ojos ajenos parecería cosa de mucho asombro y en algunos de profundo terror el vivir como ellos lo hacen, pues explicando un poco como es su manera de vivir diré que mis paisanos construyen sus casas en lo más profundo del monte y efectivamente pareciera cosa de espanto vivir tan solos y aislados de los demás pues están muy distantes del resto, más para ellos es cosa algo normal, no prestándole mayor importancia. Durante el día el paisaje que brinda la naturaleza no tiene comparación siendo de lo más bello que ante los ojos se muestra, lleno de pájaros y florestas en donde abundan los algarrobales en los que habitan chiroques, chilalas y una gran variedad de aves.

A determinada distancia de sus casas las familias hacen grandes posos con varios metros de profundidad y otros varios de ancho a los que llaman “pozo ciego” o “cilos” los cuales cubren con troncos a medio tapar, dejando en el centro un pequeño agujero de regular tamaño por donde escurre el agua cuando se bañan y sirve de almacén a sus necesidades. En otras viviendas que en realidad son muy pocas hay lo que se conoce como “norias” de donde pueden obtener el líquido vital para ellos y sus animales, pues faltándoles esto tienen que caminar por muchos kilómetros hasta llegar a algún rio o canal de donde extraen agua. También es común ver en el campo a los aguateros transportando agua en sus enormes “pipas”, los cuales recorren los caseríos cercanos para vender el transporte de ella y nunca el líquido.

Llegada la noche todo cambia, a las seis de la tarde no hay ningún miembro de la familia fuera de sus hogares y solo se iluminan en el interior de sus viviendas con la luz de alguna vela, candil o lámpara a querosene a la cual de tiempo en tiempo cambian de mecha. Fuera de sus casas no se oye nada más que el lamento de alguno que otro animal; el aire corre de tal manera que pareciera silbar en los oídos. Y si se cree que el dormir en estos tan lejanos lares resultaría tarea de lo más fácil, se equivocan profundamente ya que ni bien entrada la oscuridad de la noche, cientos de grillos y un sin número de chicharras acompañadas del canto lastimero de las lechuzas hacen imposible tan noble tarea pues todo el monte se llena de sinfonía y que a oídos ajenos podría incomodar mucho. Para ejemplo claro de esto Jayanca y sus caseríos como La Viña y el Marco, caso contrario en Olmos donde abecés es tanto el silencio que pareciera encogerse el alma y el hombre ver su real insignificancia.

Las familias aseguran sus hogares antes de dormir, mandando trancar sus puertas con enormes pedazos de madera. Aquí se duerme por lo general entre las 7:00 ó 7:30 pm, pasando dichas horas ya todos tienen que estar durmiendo y para nada se deambula por esos sitios luego de tales horas pues como muy bien lo saben ellos, el monte de noche no es para nada un lugar seguro, teniéndoles mucho miedo a ciertas aves de “malagüero”, a cerros encantados y huacas compactadas, todos de los cuales pueden causar la muerte. Es por eso que estas gentes han diseñado muchas maneras para protegerse, ya sea de maleros, de malas sombras, de malas horas, de duendes y de todo lo que ellos creyesen que les puede hacer daño o provocarle algún terrible final.

En sus hogares de por si hay muchos animales pero de entre los que nunca falta es el biringo al cual consienten mucho y tratan muy bien, dejándolo dormir en el interior de la casa, además creen que este perro tiene la facultad de curarles ciertos males con su lamer o con el simple hecho de recostarse en las piernas de personas enfermas.

De verdad digo y doy fe que ellos tienen una forma muy tranquila y pacífica de vivir dedicados a sus labores del campo y de la cosecha, que lo alternan con la cría de sus animales y las tertulias familiares.

La casa del uno dista de la del vecino en la gran mayoría de los casos algunos cientos de metros y en los más alejados hasta un par de kilómetros, de noche solo recorren estas distancias cuando hay la “luna como de día”, con lo cual podrían andar por estos caminos sin tanto temor y con cuidado de no encontrarse con animales peligrosos, además de creer ellos que en el astro lunar esta una mujer sentada y otros aún más audaces dicen ver un animal que no saben interpretar si es un biringo o un zorro, sabiendo algunos viejos su leyenda. Esto que arriba se ha dicho en muy pocas líneas es para que los lectores tengan alguna idea de la forma de vivir del hombre de campo, el cual en muchos casos conoce y ha conservado por generaciones el saber de sus antiguos, lo oculto, lo prohibido, las prácticas de curación y ciertos ritos que aun hoy se conservan. Sabiendo ustedes esto es momento de contar lo que ellos a mí me transmitieron en lo que respecta a sus creencias sobre las huacas y los poderes que estas tienen y/o ejercen sobre ellos y sus comunidades.

Es muy cierto y esto lo he comprobado en todo los pueblos a los que he tenido la oportunidad de viajar y en cada uno de ellos habrán ancianos que cuenten y transmitan las historias de sus abuelos y lo hacen de tal forma que pareciera verse uno inmiscuido o totalmente compenetrado con la narración pues son tan vividas sus explicaciones y están tan concentrados en lo que cuentan que da la impresión de haberlo vivido hasta hace muy poco. Cada palabra cala muy hondo en el consiente de quien tiene la oportunidad de escucharlos y juro que aquellas palabras podrían penetrar en el alma del más preparado.

Entre todas las tantas informaciones que ellos guardan en sus recuerdos, están las que conocen sobre las huacas que para hombres de ciencia serían cosa de locura, alucinaciones producidas por un cerebro sugestionado o simple falsedad. Para que cada uno de ustedes sepan que cada uno de estos monumentos del pasado cuentan una historia distinta en algunos casos de profundo espanto, otros simplemente insólitos en donde la magia y el ocultismo se ven involucrados, en fin son tantas las posibilidades que no quiero gastar tinta en enumerar estos casos.

Las huacas en el ámbito regional son llamadas también como cerros chicos o pequeños puesto que para muchos poblanos un cerro representa una huaca y una huaca en muchas veces se le oye llamar cerro siendo así indivisibles en el contexto cultural campesino a los cuales acuden de tiempo en tiempo curanderos, maleros y toda clase de curiosos que son los últimos guardianes del saber mágico-religioso de culturas ancestrales. Ellos van en busca de favores para sus clientes o pacientes pues entre ellos no hay quien no reconozca su fuerza vital, su supervivencia a través de los siglos y lo que ellas pueden ocasionar a los seres humanos, a sus animales y a sus cosechas.

En estos lugares habitan dioses antiguos, gentiles, seres mitológicos y algo que consigo trajeron los españoles, “el demonio”, quien ha hecho de estas construcciones su morada. Este es el lugar ideal desde donde ellos favorecen, castigan, condenan a hombres, mujeres y niños, e incluso a sus animales con el único propósito de demostrar el daño que pueden causar perjudicando su bienestar económico, familiar y social. Ninguno de estos seres cohabita el mismo espacio, ya que cada quien gobierna y rige sobre determinados lugares de un mundo aún no conocido y que se prolonga más allá de la muerte. Para los ingenuos que no conocen su poder resultaría simplemente algo que dejaron las civilizaciones del pasado pero para un local esto son territorios de profundo respeto, prohibidos a ciertas personas y vedados a gente de “sangre débil”, para aquellos carentes de carácter y poseedores de un alma pobre.

Muchas veces los he escuchado decir que sus mayores contaban lo que había en tal huaca como así lo dicen los naturales de Morrope sobre una huaca encantada y compactada alavés llamada Casa Grande de la cual ellos afirman con tal espanto a ver visto salir de ella, animales, culebras, perros, toros, y otras distintas especies. En Cascajales distrito de Ciudad Etén todos los que ya son abuelos y personas de mucha edad conversan que de la Huaca El Taco vieron salir a hombres y mujeres vestidos con ropas extrañas que se enrumbaban al mar a pescar y luego regresaban al interior de ese monumento. En Monsefú, mas propiamente en la zona de Callanca conversan de una antigua huaca ahora desaparecida por la furia del rio reque o monsefú de donde sus pobladores veían salir una carreta de oro. En Oyotún por la zona de la Compuerta hubo la llamada huaca de los chinos de la cual afirman sus ancianos ver en noches determinadas flechas de fuego que son lanzadas por los aires y se pierden para luego escuchar a lo lejos sus voces, pronunciando palabras en el idioma de los antiguos, también cerca del caserío de Santa Rita por una curva como quien va para Pan de Azúcar conocida esta con el nombre de “La Laja” que según lo que se sabe tiene vida y las raíces de los árboles que por este promontorio rocoso salen toman movimiento, habiendo algunas que cobran vida y patean como burros a niños, causándole la muerte en pocos días a sus víctimas ya sea del “susto” o por su encanto mismo que posee. Y si sigo con esto nunca terminaría pero que sin duda hablare de estos sucesos en capítulos próximos pues son tantas y tan bien construidas estas narraciones que merecen perdurar en el tiempo. Ahora retomare el tema que he dejado por el momento.

Como he dicho anteriormente, las huacas no solo las hay compactadas, sino también y en muy buen número de ellas encantadas, poseyendo en su interior riquezas sin igual, es pues el encanto que ellas tienen un especie de seguro que las ha protegido por siglos y que les fue dado por los antiguos para que así quedaran resguardadas de gente inescrupulosa, codiciosa, ambiciosa que solo quiere o busca su beneplácito. Es por eso que las personas que llegan buscando riquezas son “comidos” o “tragados” por tales lugares o edificaciones según sea el caso, y que según el imaginario popular cobran vida o despiertan de su sueño para alimentarse de aquel incauto que se atrevió a entrar en sus dominios y del que sin duda no se volverá a saber nunca más. Basta con que algún individuo con las características antes mencionadas pasen por ahí para que nunca más pueda abandonar aquel lugar, quedándose para siempre como parte de la huaca.

Es por esto que huaqueros expertos contratan los servicios de curiosos o maestros para que los acompañen a huaquear en determinado lugar, no sin antes haberle hecho su pago dando una ofrenda llamada “rande” o sacarle su “cuenta” a determinada huaca, con lo cual podrán extraer sus riquezas en oro y plata sin el temor de ser comidos o perseguidos por los gentiles que habitan allí desde los primeros tiempos.

De un encanto solo escapan los nobles de corazón o aquellos que porten una especie de “seguro” contra los maleficios, es decir llevan o portan con ellos algo que repele y protege a la persona de determinadas energías malignas y demonios, de seres antiguos que yacen enojados por el olvido que han hecho de ellos sus hijos, las gentes de Lambayeque.

Cuando una persona cae en el encanto de alguna huaca o cerro, de inmediato sus familiares acuden a contratar a un maestro curandero a un “Chunganero”, el cual provisto de sus objetos de poder mágico-religiosos y acompañado de sus ayudantes tratará de rastrear al paciente para luego entrar en aluchamiento con el encanto y así rescatar el alma salvando también el cuerpo del que ha sido encantado, pues los curioso saben que cuando se cae en estos lugares pasaran algunos días antes de que te consuma o mate por completo, por eso los primeros días son de vital importancia para salvarlo. Pero si el paciente ha muerto antes de que el maestro lo pudiera librar del encanto, el trabajo que se haga seria en vano y hasta perjudicial por que podría causarles la muerte tanto al maestro como a alguno de sus ayudantes.

Habiéndose dicho por qué hay huacas encantadas ahora se dirá porque es que hay otras que son compactadas. En los primeros tiempos antes de que llegara a nuestras tierras la Santa Fe Católica, no había dichas huacas y no se debe o no es porque sean otras o que se hayan construido con la llegada de los cristianos, sino que al no haber en su imaginario Cristo-Jesús, no habría tampoco su anticristo. Y fue con la llegada de los primeros hispanos que se comenzó a mancillar, deshonrar y contaminar los lugares sagrados dedicados a sus dioses antiguos, confundiéndola los invasores y convirtiéndola desde entonces con la morada del demonio, por creerse esto por verdad se comenzaron a llevar allí ciertos contratos y pactos con el diablo volviendo aquellos lugares santos y sacros en malditos.

Las huacas son monumentos sagrados capases de comunicarnos con el mundo de los muertos y aún más allá de él, llevándonos a comulgar incluso con deidades ancestrales, es por eso y por su gran poder que muchos “maleros” las corrompen y convierten en lugares malignos, en fronteras donde los que están allá no pueden pasar acá pero pueden por medio de otros, de sus peones los temidos maleros ejercer sus poderes y realizar un sinfín de maldades; y también los que están de este lado hombres y mujeres no pueden cruzar sus fronteras pero se sirven de espíritus, de sombras y de demonios para que ellos los realicen, cumpliéndose de esta manera su trato, su trueque, su compacto. Es pues en estos lugares en donde y con la complicidad de la noche que se procede a invocar, a llamar a fuerzas de otro mundo, de otro plano en busca de favores esperando que estos y sus poderes ocultos, a través de ellos puedan cumplir con el trato por el cual el malero ha ofrecido su alma y su cuerpo como pago, en lo que se conoce como “Pacto con el Diablo”.

Como muestra de lo que se ha dicho en líneas anteriores, pongo a disposición del lector una historia recopilada en un chicherio en Morrope, la cual habla y cuenta sobre una huaca pequeña conocida por las personas de este distrito como Casa Grande. Mis informantes fueron el señor y la señora Norberto Santamaría Santisteban y Josefa Valdera Bances, dueños de dicho lugar.

EL Encanto de Casa Grande – Morrope

“En aquella huaca que se le llama Casa Grande y que esta camino a las canteras de yeso, decían nuestros antiguos que estaba encantada que era este centro un lugar de recurrente visitas para brujos quienes se hacían compactar allí. En determinadas noches se veían salir luces que daban vueltas, que revoloteaban sobre la huaca e iban y venían perdiéndose sobre ella pero era tan grande su encanto que se llevaba animales, niños, y personas adultas a las cuales se las comía (que entre ellos es darles muerte).

Hubo pues un caso de una señora de nombre Manuela la cual dicen llegó a este encanto sin darse cuenta, siguiendo unos algodonales; y que decía “pero que hermosos algodonales los que habían allí”.

Lo recogía y regresaba a su casa, hasta que al 3 día de ir por más algodón no más regreso. Salieron a buscarla por los médanos y solo encontraron sus ropas tendidas al pie del cerro que ya se la había comido, tal cual se viene al mundo pues así se les gusta comer. Se trató de librarla del encanto pero fue en vano, ya pertenecía a este lugar.

Tanto mal hizo este encanto de Casa Grande a Morrope que según se dice un buen día algunos hombres se condujeron hacia allá acompañados de muchos curiosos para voltearle la cara al antiguo que está sentado en la cima del cerro; pues dicen que allí se veía salir un antiguo que miraba a Morrope y siempre hacia daño.

Se entraron en aluchamiento los maestros con la huaca, y mientras pasaban las horas ninguno se dejaba doblegar, hasta que por fin dice que le llegaron a voltear al antiguo y ahora el mira hacia el mar. Por eso Morrope es un pueblo más tranquilo, ya no se mueren las cosechas ni las gentes se desaparecen.

Más hasta el día de hoy se sabe que este encanto guarda sus poderes y de tiempo en tiempo se ve salir de allí perros, chivos, toros, culebras de su interior y cuando se abre se puede ver a las gentes que se ha comido, las cuales cumplen labor y oficio determinado en su interior”.

(Publicación periodística del diario la Industria de Chiclayo 18 de Octubre 2015)