EL CAPUZ DE ETEN

EL CAPUZ DE ETEN

Por: Samyr Bazán Díaz publicado en el dominical del Diario "La Industria" (13/08/2017)

Es muy posible que el Capuz lambayecano tenga su referente más antiguo en el Anaco indígena.

Durante los primeros años de la conquista, el cronista Español don Pedro de Cieza de León (1520-1554), al pasar por tierras norteñas da una breve pero significativa descripción de la vestimenta de los naturales que la poblaban por aquel entonces. Y cito:

“En estos aposentos estaban porteros que tenían cargo de guardar las puertas y ver quien entraba o salía por ellas; todos andaban vestidos con sus camisetas de algodón y mantas largas, y las mujeres lo mismo, salvo que la vestimenta de la mujer era grande y ancha a manera de capuz abierta por los lados, por donde sacaban los brazos” (La Crónica del Perú: 1553; pag. 160-161)

Vestir:

La ropa que recuerdan hasta ahora las etenanas de mayor edad haber usado cuando niñas ellas y sus madres consistía en una blusa (blanca, rosada, etc) y el faldón o también mal llamado capuz (por recordarles este a la prenda indígena que la antecedió), traje que por lo general era de color negro o azul oscuro; y en algunos casos con encajes y bordados, dependiendo esto último de la posición económica de las familias de la zona. Por debajo de dichas prendas se usaba el camisón (especie de ropa interior). Con el tiempo el Camisón de una sola pieza se dividió en dos, conociéndosele a la parte inferior como fustán o Justán. Sobre la blusa sabían cubrirse con una especie de chal o reboso, pero era cuando entraban en luto, que por unanimidad servianse de uno color negro, como aún lo hacen las mujeres en Morrope; y a la altura de la cintura se sujetaban con una faja. El estudioso Alemán don Enrique Brüning registra con el nombre de “Nequique” para el Capuz Tradicional; traje autóctono más antiguo que pudo apreciar durante su estadía en la Villa de Eten (1906-1910) y que además fotografió; el cual con el transcurrir de los años fue evolucionando, y conociéndose en años pasados con el mismo nombre a tan solo un faldón negro y ya no a toda la prenda, la cual había desaparecido en el uso corriente de la mujeres.

Teñir:

Durante uno de mis viajes a la zona, allá por el año 2008 pude contactarme con mujeres de mucha edad, entre ellas la señora Asunciona Zarpán; todas de las cuales manifestaron que antiguamente utilizaban unos faldones negros (capuz) y que ese color en particular lo tomaban de la tierra. Las entrevistadas relataron que usualmente se tenía dos juegos de ropa, en este caso faldones. El faldón que ya estaba en uso era remplazado entonces por aquel que había estado enterrado por espacio de entre 3 a 7 días; luego de ser “desenterrado” llevaban la prenda a lavar en las orillas del río Reque o en algún canal cercano; y una vez terminado de secarse se lo ponían. Al mismo tiempo que guardaban en un pozo hecho en el suelo y lleno de aquel barro negro la prenda que deseaban teñir. Nuevamente citando a Brüning, éste en su diccionario Mochica Wörterbuch (2004), nos da el nombre de aquel barro o lodo en la lengua de los naturales, transcrita por él como: “rak” colocando a un costado “para teñir con paipai”. Esta simple pero significativa frase nos puede dar a entender que el proceso para la pigmentación de sus telas era usando juntamente el tinte natural conocido como paipai con aquel fango para así amalgamar a ambos antes de que entren en contacto con el traje. Luego de lo cual pasaba un proceso de reposo en donde se entintaba.

En la actualidad, y hasta donde tengo entendido existen pueblos en la sierra norte del Perú que tienen una forma muy similar de teñir sus faldones, el cual es puesto en una olla con lodo negro y se mueve durante toda la noche. Y siempre bajo fuego.

A mediados del año 2014, mientras me encontraba haciendo nuevos viajes a la zona en busca de material Etnográfico, me pude contactar con el señor Joaquín Velásquez (1928), de quien entendí que en la pigmentación natural de estos capuces, no solo se usaba el barro negro antes dicho, sino que además se empleaban plantas naturales propias de la zona. Luego de ser enterrada la prenda, esta se la lavaba para seguidamente ser hervida con Paypay (planta muy usada en tiempos coloniales ya sea para curtimbres o como tinte natural), sumado a ello el Tallo y la cáscara de Granada, logrando de esta manera aquel color oscuro muy característico de la antigua vestimenta antes usada. Aunque no queda del todo claro si este fue el orden correcto, o si por el contrario primero se cocinaba la ropa con dichas hierbas para luego ser enterrado.

El Teñidero:

Los lugares en donde se realizaban estas labores eran popularmente conocidos como (el) "teñidero" y los había por toda la región (hoy desaparecidos). En Ciudad Eten al menos hubo dos o tres de estos; uno de ellos quedaba en la zona conocida como la acequia de los Liza, de allí salía una rama en donde estaba su ubicación exacta. Para lavar los Capuces y su ropa en general inclusos sus cabello, las indias de la región usaron y aún hoy los campesinos emplean la planta de choloque cuando aún está verde (Sapindus Saponaria), árbol cuyos frutos servían como detergente natural

Restregaban y fregaban su ropa dentro de grandes mates y/o lapas y la enjuagaban en plena orilla del río, y tanto hoy como ayer si hubiera piedras grandes, arbustos o árboles cercanos, fungían estos a manera de cordel para poner a secar sus capuces.

Su Desaparición:

Durante la Conquista y hasta la actualidad se ha ido alterando la cultura, sufriendo transformaciones, las más visibles en el idioma (perdida de la competencia lingüística de los pueblos) y en el vestir por parte del poblador. La indumentaria ha cambiado radicalmente en los hombres, pero son las mujeres quienes conservan con más fuerza lo heredado por sus antecesoras, a manera de silenciosa resistencia.

La identidad del indio se manifiesta en múltiples aspectos, pero dentro de los más notorio esta su idioma y su traje tradicional, ambos estandartes de una cultura hoy extinta; sofocada por la ignorancia y vencida por la falta de identidad de un pueblo que habiendo luchado se dejó doblegar poco a poco, en el transcurso de todos estos siglos. Doña Nupina Neciosup (1912) mujer etenana que conocí allá por el 2008, da un corto pero claro ejemplo de la presión social y discriminación que había hacia las mujeres que aún se atrevían a usar la vestidura antigua:

“La ropa era distinta antes, yo utilicé ropa de manfor con cintas blancas en las mangas. Pero cuando me casé a los 26 años, mi suegro me decía: Cuidado que te vea con tu saquito de manfor porque te digo ropa de caranguito. Así me decía el finado mi suegro, y por eso deje la ropa de antes”

Vemos pues que ya sea por miedo, vergüenza o falta de identidad la cultura nuestra se fue apagando irremediablemente.