Pronunciación del Latín

Corrijamos errores básicos de pronunciación latina

A raíz de la entrada sobre vocales breves y largas y, sobre todo, de la cantidad de gente ⁠—⁠desde divulgadores no especializados hasta reconocidos filólogos con importantes publicaciones⁠—⁠ que veo que comete diversos errores básicos de pronunciación, he decidido escribir este artículo para poner mi granito de arena en la complicada eliminación de la mayoría de estos errores. Hoy hablaremos de la pronunciación del latín clásico.

Este artículo trata sobre la pronunciación del latín clásico, es decir, el latín de los grandes autores como Cicerón, César, Virgilio, etc. El latín clásico es lo que es con las limitaciones cronológicas que tiene. El latín de la Iglesia y, en general, todo lo relacionado con el Renacimiento e incluso con las ciencias (p. ej. la biología) no es latín clásico.

Correspondencia ortografía-pronunciación del latín clásico

ae (y oe)

¿Cómo pueden ser ae y oe diptongos?

ce, ci

ge, gi, gn

r

ti seguida de vocal

«Gayo», «Gneo»

Historia de la letra ‹g›

Abreviaturas de Gaius y Gnaeus

Evolución de las grafías y los sonidos

Correspondencia ortografía-pronunciación del latín clásico

En latín, lo que se escribe es lo que se pronuncia; lo que se dice, lo que se escribe¡Tuitea esto!Hay que comenzar aclarando que la ortografía latina es prácticamente fonética, es decir, que lo que se escribe es lo que se pronuncia, y lo que se dice es lo que se escribe: ni sobran ni faltan letras. Pero vamos a matizarlo.

Esto es algo menos cierto en el caso de la h, que en latín, en época republicana era ya muda, aunque se seguía escribiendo por purismo etimológico, si bien en épocas anteriores y en las áreas rurales sí que se aspiraría; Bassols afirma que en posición inicial de palabra sí se aspiraría levísimamente, aunque menos que en inglés o alemán. Como todo esto es igual que en español («cohete» se pronuncia normalmente [ko⁠ˈ⁠ete], aunque en zonas rurales se puede escuchar [ko⁠ˈ⁠hete]), no hace falta profundizar más.

También tengo que aclarar, por último, que aquí voy a hablar de la pronunciación clásica, que se opone a la pronunciación arromanzada, a la italiana, de la Iglesia, o como cada cual quiera llamarla. Cuando los españoles recurrimos a algún latinajo o a alguna locución latina, la inmensa mayoría de las veces se trata de expresiones de época clásica; por tanto, deberíamos saber no solo emplearlas con corrección, sino también pronunciarlas adecuadamente.

En este vídeo, correspondiente a la primera clase, sobre la historia de la lengua latina, del curso de historia, fonética y morfología del latín, puedes hacerte una idea sobre de qué vamos a estar hablando:

ae (y oe)

Por increíble que pueda parecer, el diptongo ae se pronuncia [ae̯]. Por tanto, hay que evitar la pronunciación arromanzada como una simple *⁠[e]: quae se lee [kʷae̯]

, no *⁠[⁠ˈ⁠kwe]. La bibliografía anglosajona tiende a considerar que ae se pronunciaba [ai], aunque esta pronunciación es de época arcaica (siglo iii a. C. y anteriores). Lo mismo se aplica al diptongo oe, menos frecuente, que se pronuncia [oe̯]: amoenus se pronuncia [a⁠ˈ⁠moe̯.nus]

, no *⁠[a⁠ˈ⁠menus].

Este diptongo es también causante de otra aberración bastante extendida entre legos y profanos. Como insinuamos en la entrada anterior, las palabras latinas de dos o más sílabas eran llanas o esdrújulas, nunca agudas. Entonces, si acabamos de decir que ae es un diptongo, una pronunciación del tipo *⁠[ro⁠ˈ⁠sa.e] estaría acentuando la última sílaba, es decir, realizándola como aguda.

Ni rosáe ni currículum vitáe: pronunciamos [rósae] y [currículum vítae]¡Tuitea esto!Este error es muy común y hay que atacarlo de forma directa y contundente. El diptongo ae es desinencia de dos casos importantes de la primera declinación: el genitivo singular y el nominativo plural. Respecto al caso del genitivo singular, sobre todo, porque es la segunda forma del enunciado de un sustantivo; todo el mundo habrá escuchado, no sin cierta estúpida chanza, el típico rosa, rosaecomo *⁠[⁠ˈ⁠rosa ro⁠ˈ⁠sa.e] (cuya pronunciación correcta es [⁠ˈ⁠ɾosa ⁠ˈ⁠ɾosae̯]

).

También es la que aparece en curriculum vitae [ku⁠ˈ⁠rikulum ⁠ˈ⁠bitae̯] (o [⁠ˈ⁠bite], pronunciación del latín vulgar, también aceptada por la RAE).

En este fragmento de la tercera clase, sobre la historia del vocalismo latino, del curso de historia, fonética y morfología del latín, hablo de los diptongos latinos en general y de ae y oe en particular:

¿Cómo pueden ser ae y oe diptongos?

¿Cómo es posible que ae y oe sean diptongos si no hay ninguna deslizante?

No podemos juzgar la fonología de una lengua a partir de la fonología de otra. Por ejemplo, los anglófonos dirían que los triptongos del español son imposibles de pronunciar, simplemente porque ellos no tienen algo similar. Y lo mismo podríamos decir nosotros de, por ejemplo, el rumano, que contempla secuencias como /e̯a/ e incluso /e̯o̯a/.

Efectivamente /e/ es una vocal abierta (realmente media) y, en principio, parece que no puede formar diptongo con otra vocal abierta/media. Sin embargo, no hay más que pensar en las sinalefas del español: «prima hermana» se silabifica pri‑maer‑ma‑na, con lo que ahí tenemos exactamente el diptongo [ae̯], y lo mismo con [oe̯] en «primo hermano». Esto está totalmente contemplado en la fonología del español. Por tanto, lo que en principio es un hiato teórico, en la práctica puede y suele pronunciarse como diptongo: prim[ae̯]rmana.

Con esto quiero decir que en latín se pronunciaba exactamente como diptongo, igual que en español es diptongo la secuencia en «prima hermana», etc.

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ce, ci

Mucho se reiría Cicerón si supiera que leemos su nombre en latín como ‘chíchero’¡Tuitea esto!En el colegio aprendemos que, en español, c seguida de a, o, u se pronuncia como la k: «casa», «cómodo», «cumbre»; pero, seguida de e o i, se pronuncia como la z: «cebolla», «cigüeña». Algo similar ocurre en italiano, solo que, en vez de como la z, se pronuncia como nuestro dígrafo ‹ch›: cena [⁠ˈ⁠tʃena]

, cipolla [tʃi⁠ˈ⁠polːa]

.

Esto hace que en la pronunciación arromanzada se realicen estas mismas secuencias, ce y ci, como en italiano. Mucho se reiría Cicerón, creo, si se enterara de que nos referimos a su consulado como *⁠[tʃitʃe⁠ˈ⁠ɾone ⁠ˈ⁠konsule], *⁠[sise⁠ˈ⁠ɾone ⁠ˈ⁠konsule] o incluso *⁠[tsitse⁠ˈ⁠ɾone ⁠ˈ⁠konsule]. Pero lo cierto es que la letra C en latín se pronunciaba siempre /k/, independientemente de la vocal que le siguiera . Así pues, Cicerone consule se leería [kike⁠ˈ⁠ɾone ⁠ˈ⁠konsule]

.

ge, gi, gn

Ocurre lo mismo que en el caso anterior, por lo que abreviamos: la letra G se pronunciaba siempre como en «gato», «guerra», «gorila». Por tanto, regina ‘reina’ no se lee *⁠[re⁠ˈ⁠ʝina], sino [ɾe⁠ˈ⁠gina]

.

Relacionado con ge y gi está gn, que en latín no era dígrafo como en italiano (gnomo [⁠ˈ⁠ɲomo]

), sino dos sonidos totalmente independientes que se leían tal y como se escribían: magnus se lee [⁠ˈ⁠magnus] (como en español «magnífico»), no *⁠[⁠ˈ⁠maɲus].

r

En latín, igual que en español, existían la percusiva o vibrante simple /ɾ/ (como en «pero»), escrita R incluso en inicial de palabra (Roma [⁠ˈ⁠ɾoma], no *⁠[⁠ˈ⁠roma]), y la vibrante múltiple /r/ (como en «perro»), escrita RR. El español, sin embargo, se apartó del latín cuando se trataba de inicial de palabra: Roma se pronuncia, en latín, [⁠ˈ⁠ɾoma], mientras que en español sí se pronuncia [⁠ˈ⁠roma]. Es comprensible, en cualquier caso, la pronunciación españolizada de R en inicial de palabra, ya que es un sonido extraño en castellano para esa posición.

Lo que no tiene justificación alguna es una pronunciación arcana de la R, como si de una maldición egipcia se tratara. De forma simple: la Ren latín es siempre /ɾ/, simple, como en «pero», y no una mezcla de [ɾ] con [r], con [ɹ] inglesa y con [ʁ] francesa. En serio.

ti seguida de vocal

Similar a lo ya visto: la secuencia ti, incluso cuando va seguida de vocal, se pronuncia tal y como se escribe, es decir, [ti], seguida de la vocal que corresponda. Por ejemplo, temptatio se pronuncia [temp⁠ˈ⁠ta.ti.o]

: ni *⁠[temp⁠ˈ⁠ta.tsio] ni *⁠[temp⁠ˈ⁠ta.sio].

«Gayo», «Gneo»

Gneo Pompeyo MagnoEn estos dos casos hermanos nos enfrentamos más bien a un problema gráfico, que conlleva secundariamente el de pronunciación. La explicación es larga, aunque interesante, creo.Los romanos tenían poquitos nombres de pila, los famosos praenomina. Teniendo en cuenta lo que costaba escribir una sola letra en un trozo de piedra o de mármol, es comprensible que fueran muy aficionados a las abreviaturas. Los nombres, siendo pocos y por tanto muy repetidos, eran blanco fácil para ahorrarse unas letras. Si hablamos de Publio, bastaba con escribir P. para que todo el mundo supiera que se trataba de Publius, igual que todos los hispanohablantes sabemos que ‹q› (o la más macarrónica ‹k›) es abreviatura de «que», etc.Historia de la letra ‹g›Los romanos inventaron la G en el siglo iii a. C. añadiendo una rayita a la C¡Tuitea esto!Alguna vez hemos mencionado ya que, por lo general, las inscripciones (así como el lenguaje jurídico, muchas veces de la mano) tenían gusto por lo arcaizante. Los romanos tomaron su abecedario del alfabeto etrusco, que a su vez fue una adaptación del griego. Aunque los griegos sí tenían el fonema /g/, representado con la gamma (γ, mayúscula Γ), los etruscosreciclaron esta grafía para representar el fonema /k/, ya que ellos no tenían /g/: basta con girar unos 90 grados hacia la izquierda la grafía Γ para obtener una C un poco angulosa. Aquí cabe precisar que todas estas gentes escribían todo en mayúsculas, por lo que es adecuado (incluso necesario) que nosotros empleemos, en este caso, también mayúsculas.Los romanos, que, como hemos dicho, adaptaron el alfabeto etrusco para crear el suyo, se encontraron con que no tenían una letra para representar el fonema /g/ (que ellos sí tenían), por lo que usaban la Cpara representar /k/ y /g/ indistintamente. No sería hasta el siglo iii a. C. que se les ocurrió la idea de coger esa C y ponerle un signo diacrítico, una rayita, que acabó en la G.

En este vídeo, correspondiente a la segunda clase, de introducción a la fonética latina, del curso de historia, fonética y morfología del latín, hablo algo más sobre toda esta cuestión (más concretamente, a partir de 11:35):

Abreviaturas de Gaius y Gnaeus

Pero los romanos llevaban ya varios siglos abreviando los nombres Gaius y Gnaeus como C. y CN. respectivamente. Si bien ahora sí podían emplear su nueva letra y abreviar C. y CN., ello iría en contra del gusto arcaizante propio de las inscripciones, por lo que se continuó abreviand C. y CN., aunque de siempre los nombres habían sido Gaius [⁠ˈ⁠ga.jus]

y Gnaeus [⁠ˈ⁠gnae̯.us]

, y no *⁠Caius ni *⁠Cnaeus.

Esto lo recoge de hecho Quintiliano en su Institutio oratoria, 1.7.1.1 (que traduzco libremente), al hablar de las incoherencias entre ortografía y pronunciación en el latín:

Quid quae scribuntur aliter quam enuntiantur? Nam et ‘Gaius’ C littera significatur […]; nec ‘Gnaeus’ eam litteram in praenominis nota accipit qua sonat.

¿Qué hay de las palabras que se escriben de forma distinta a como se pronuncian? Por ejemplo, se usa la letra C para el nombre «Gayo» […]; tampoco «Gneo» se pronuncia con la letra con la que se abrevia.

El problema es que, mientras que, por ejemplo, los anglosajones han sabido desatar correctamente las abreviaturas y han escrito siempre Gaius y Gnaeus, la tradición española ha confundido lo que era un arcaísmo gráfico con lo que había realmente tras esa abreviatura. Entonces, muchos han escrito y pronunciado siempre *Cayo y *Cneo (ya españolizado).

Evolución de las grafías y los sonidos

En algún lugar de internet (y supongo que, antes, en círculos académicos) alguno ha debatido si esa C no era otra parte más de la evolución fonética desde el latín al castellano, cosa bastante difícil, ya que la evolución ha sido, normalmente, justo la inversa: muchas c han pasado a g (y muchas p a b [aperire > «abrir»], y muchas t a d [vita > «vida»]: sonorización de la sorda correspondiente), como en cattu > «gato», lacu > «lago», lacrima > «lágrima», aqua > «agua», etc.

Esto hay que tenerlo claro porque Gayo y Gneo son, de hecho, dos nombres muy importantes, al ser el primero el de Julio César y el segundo el de Pompeyo Magno, dos de los romanos más famosos. Se puede ver la gran ⁠—⁠y triste⁠—⁠ extensión de estos errores en los propios artículos de Wikipedia y en la mayoría de artículos de historiadores, novelas históricas e incluso, a veces, escritos de filólogos clásicos.

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