Post date: Oct 13, 2009 7:54:25 AM
Las cinco vías para demostrar la existencia de Dios
El punto de partida de cada vía está constituido a veces por elementos extraídos de la cosmología aristotélica, que Tomás utiliza con toda confianza en su eficacia persuasiva, en un momento en que el aristotelismo era la filosofía hegemónica. Sin embargo, la fuerza probatoria de cada argumento es siempre, yen su totalidad, de índole metafísica, y como tal pretende ser válida en distintas situaciones científicas.
a) La vía del cambio.
Escribe Tomás en la Summa Theologiae: «La primera vía, y la más evidente,.es la que parte del cambio. En efecto, es
cierto y consta a nuestros sentidos que en este mundo cambian algunas cosas. Ahora bien, todo lo que cambia está movido por otro, porque una cosa no cambia si no es en potencia aquello en lo que acaba el cambio, y por lo contrario, mueve (es decir, provoca un cambio) en la medida en que es en acto. Mover significa educir el acto desde la potencia; pero una cosa no puede ser llevada al acto si no es en virtud de un ente que ya este en acto.
Por ejemplo, lo que es cálido en acto, como es el caso del fuego, hace que se caliente la madera, que es cálida en potencia, y asi la cambia y la altera. Pero no es posible que la misma cosa esté a la vez en acto y en potencia bajo el mismo aspecto; sólo puede serlo bajo aspectos diversos: lo que es cálido en acto no puede serlo también en potencia, sino que, es al mismo tiempo frío en potencia. Resulta imposible, pues, que segun el mismo aspecto y del mismo modo un ente sea origen y sujeto de cambio (movens et niotum), es decir, que se mueva a sí mismo. Por lo tanto, todo lo que cambia debe ser movido por otro.››
Esta es la vía del movimiento, considerada como la primera y la más evidente, para llegar hasta el primer Motor. En las otras formulaciones, siguiendo de cerca a Aristóteles, Tomás se detendrá sobre los diversos modos en que puede moverse un ente. Aquí, sin embargo, en esta formulación más madura, el aspecto cosmológico resulta secundario, mientras que surge con fuerza el aspecto metafísico. Se analiza el movimiento en cuanto paso desde la potencia al acto, paso que no puede ser efectuado porlo que se mueve, ya que si se mueve quiere decir que es movido y que es movido por otro. Este otro se halla en acto y, por lo tanto, está en condiciones de realizar el paso desde la potencia hasta el acto. El principio omne quod movetur ab alio movetur es de alcance universal y cabe aplicarlo a todo lo que se mueve, de la forma que sea. En virtud de tal principio, debería comprenderse lo frágil que resulta la objeción según la cual puede explicarse el mundo sin recurrir a Dios, porque los hechos naturales se explicarían mediante la naturaleza, y las acciones humanas mediante la razón y la voluntad. Tal explicación es insuficiente, porque apela a realidades mutables, y «todo lo que es mutable y defectible debe ser reconducido a un principio inmutable y necesario». Sin embargo, se plantea una objeción: ¿no podría recurrirse a una serie infinita de motores y de cosas movidas? No, porque el proceso hasta el infinito de carácter circular aplaza el problema pero no lo explica, es decir, no encuentra la razón última del cambio. Es preciso afirmar, pues, la existencia de un primum movens quod in nullo moveatur, esto es, la existencia de un inmutable. Y éste es el que todos llaman Dios.
b) La vía de la causalidad eficiente.
«La segunda vía parte de 1a naturaleza de la causa eficiente. En el mundo de las cosas sensibles nos encontramos con que existe un orden de causas eficientes. No se conoce ningún caso -y en realidad, no es posible- en el que una cosa sea causa eficiente de sí misma, porque entonces tendría que ser antecedente a sí misma, lo cual es imposible. Ahora bien, en la serie de las causas eficientes no es posible llegar hasta el infinito, porque en todas las causas eficientes ordenadas, la primera es la causa de las causas intermedias y las intermedias son las causas de las últimas, pudiendo las causas intermedias ser varias o una sola. Ahora bien, quitar la causa quiere decir eliminar el efecto. Por eso, si no existe una causa primera entre las causas eficientes, no habrá ni causa intermedia ni causa última. Pero si fuese posible llegar hasta el infinito en las causas eficientes, no habría causa eficiente primera, ni efecto último, ni causas eficientes intermedias, lo cual es evidentemente falso.
Por eso es necesario admitir una causa eficiente, a la que todos dan el nombre de Dios.››
En una primera lectura, el argumento parece aludir al universo de esferas concéntricas, típico del pensamiento antiguo. En efecto, aquí la causalidad eficiente ejercida a nivel de una de las esferas resulta justificada por la causalidad eficiente de la esfera inmediatamente superior. Además, la cantidad de esferas intermedias no puede ser infinita, porque si lo fuese, no existiría la primera causa eficiente y, por consiguiente, no habría causas intermedias ni efectos últimos. Y esto es falso. Tomás, sin embargo, cuando afirma que no importa «que las causas intermedias sean varias o una sola», nos da a entender que no quiere vincular la validez de esta prueba a la antigua cosmología. Tiene un valor metafísico. no físico. Aspira a dar razón de la existencia de la causalidad eficiente en el mundo. Y esto no es posible hasta que no se llegue a una causa eficiente primera, que produzca sin ser producida. El argumento, pues. te basa en dos elementos: por una parte. todas las causas eficientes causadas por otras causas eficientes; por la otra, la causa eficiente incausada que es causa de todas las causas. En el fondo. se trata de responder a la siguiente pregunta: ¿cómo es posible que algunos entes sean causa de otros entes? indagar sobre esta posibilidad implica llegar a una primera causa incausada, que si existe se identifica con el ser que llamamos Dios.
c) La vía de la contingencia.
«La tercera vía está tomada de la posibilidad y se desarrolla así. En 1a naturaleza hallamos cosas que es posible que sean y que no sean, porque nos encontramos con que se engendran y se corrompen, y por consiguiente, tanto les es posible ser como no ser. Pero es imposible que existan siempre, porque lo que puede no ser, en algún momento no es. Por eso, si todo pudiese no ser, en algún momento no habría existido nada. Ahora bien, si esto fuese verdad, tampoco ahora existiría nada, porque lo que no existe sólo comienza a existir a través de algo que ya existe. Así, si en algún momento no hubiese existido nada, habría resultado imposible que una cosa cualquiera haya comenzado a existir y, por lo tanto, tampoco ahora existiría nada, lo cual es absurdo.
Por eso, no todos los entes son meramente posibles, sino que debe existir por necesidad algo cuya existencia sea necesaria. Pero toda cosa necesaria posee una necesidad causada por otro, o no. Ahora bien, es posible llegar hasta el infinito en las cosas necesarias, que tienen una existencia causada por otro, corno ya se ha demostrado con respecto a las causas eficientes.
En consecuencia, no podemos dejar de admitir la existencia de un ente que posea en sí mismo la propia necesidad y que no la reciba de ningún otro, sino más bien que cause en otras cosas su propia necesidad. Y a esto todos los hombres llaman Dios.››
Este argumento parte de la constatación de que las criaturas, dado que nacen, crecen y mueren, son contingentes y por tanto posibles. No poseen el ser en virtud de su esencia. Son, pero no necesariamente, porque también pueden no ser y en determinado momento no fueron. Por lo tanto, si las criaturas son contingentes, también son posibles. ¿Cómo explicar el» pasaje desde la posibilidad hasta la existencia actualizada y, por tanto, hasta el grado de ser o de necesidad que poseen de hecho? Si todo fuese posible, en una época no habría habido nada y ahora tampoco habría nada. Si se quiere explicar la existencia en acto de los entes, es decir, el paso desde el estado posible hasta el actualizado, es preciso admitir una causa que no haya sido y que no sea contingente o posible, porque siempre esté en acto. Y esta causa se llama Dios.
d) La vía de los grados de perfección.
«La cuarta vía está tomada de la gradación que puede encontrarse en las cosas. Entre los entes, hay entes más buenos y menos buenos, más y menos verdaderos, nobles, y así sucesivamente. Pero "más" o “menos” son predicados de cosas distintas, en la medida en que se parecen de manera diferente a algo que es lo máximo igual que se dice que una cosa es más cálida en la medida en que asemeja a aquello que es máximamente cálido. De modo que existe algo qu@ es máximamente verdadero, noble, bueno y, por consiguiente al que es ser en grado máximo. Porque lo que es máximo en la verdad también es máximo en el ser, como está escrito en la Metafísica Ahora bien, el máximo de cada género es la causa de todo en dicho género.
Por ejemplo, el fuego, que es lo maximo en el calor, es la causa de todas las cosas cálidas, como se afirmó en aquel mismo libro. Por eso, debe haber algo que para todos los entes sea la causa de su ser, de su bondad y de todas las demás perfecciones, y a esto se llama Dios.››
También esta vía parte de una constatación empírica, metafísicamente interpretada, referente a la gradación de los entes, según su diversa participación y expresión del ser. Existe un más o un menos en el ser, y por consiguiente -recuérdese lo dicho antes al hablar de los trascendentales- en la bondad, la unidad y la verdad. Cuanto más ser posea un ente, más será uno, verdadero y bueno. Ahora bien, una vez comprobada esta gradación, se pasa a la explicación, afirmando que las cosas más o menos verdaderas, buenas, etc. lo son en relación con un ser absolutamente uno, verdadero y bueno, que posee el ser de manera absoluta. Tal es la razón del paso: si los entes poseen un grado distinto de ser, ello implica que éste no procede de ellos en virtud de sus respectivas esencias, dado que entonces serían sumamente perfectos. Y si no procede de sus esencias respectivas, quiere decir que lo han recibido de un ser que da sin recibir, que participa sin ser partícipe, porque es la fuente de todo lo que es.
e) La vía de la finalidad.
«La quinta vía está tomada del gobierno del mundo. Vemos que las cosas que carecen de conciencia, como los cuerpos naturales, actúan según una finalidad, y esto se hace patente por el hecho de que actúan siempre, o casi siempre, del mismo modo, para obtener mejores resultados. Por tanto, se aprecia con claridad que alcanzan un propósito no por azar, sino de manera intencionada. Ahora bien, todo lo que no tiene conocimiento no puede moverse hacia un fin, a menos que esté dirigido por algún ente dotado de conocimiento e inteligencia, como la flecha está dirigida por el arquero. Por eso, existe un ser inteligente que dirige todas las cosas naturales hasta su propio fin: a este ser nosotros lo llamamos Dios.››
Esta última vía parte asimismo de la constatación de que las cosas, o algunas de ellas, actúan y obran como si tendiesen hacia un fin. Al decir que algunos cuerpos naturales siempre actúan del mismo modo, o casi siempre, Tomás quiere subrayar dos cosas. La primera es que no parte en su razonamiento desde la finalidad de todo el universo (en el caso de que exista); no presupone una concepción mecanicista de la naturaleza, en la que Dios intervendría para unir piezas en sí mismas indiferentes para la marcha del mecanismo. La finalidad constatada se refiere a algunas cosas, que tiene en sí mismas un principio de unidad y de finalidad. El segundo factor es que las excepciones provocadas por el azar no disminuyen la validez de este punto de partida.
Ahora bien, si actuar con vistas a un fin constituye un cierto modo de ser, se nos plantea cuál puede ser la causa de la regularidad, el orden,la finalidad que se constatan en algunos entes. Tal causa no puede identificarse con los entes mismos, ya que éstos carecen de conocimiento (cognitione carent), y aquí se hace necesario el conocimiento de la finalidad.
Por lo tanto, es preciso remontarse hasta un Ordenador, dotado de conocimiento y en condiciones de llevar a los entres a ser en aquella forma específica, según la cual ellos obran de hecho.
Bibliografía: Historia del Pensamiento Filosófico
Giovanni Reale / Dario Antiseri
Tomo I Antigüedad y Edad Media
Ed. Herder