Post date: Jan 22, 2017 7:47:09 PM
Manuel Kant (1724-1804)
Después de Descartes hubo dos escuelas de pensamiento. Una fue el racionalismo que contenía la razón como inteligencia, y la otra fue el racionalismo que identificaba razón con sensibilidad "empirismo": el primero se inclinaba hacia el idealismo, y el segundo hacia el materialismo, pero tanto el uno como el otro hallaban su tronco común en el mismo principio cartesiano de imanencia (cogito). Repasemos la dicotomía cartesiana del hombre:
Para ambas a las del cartesianismo, sin embargo, las ideas vienen del hombre: ambas coinciden en que todo lo que existe es dado al hombre en su conciencia, en su pensamiento; pero, mientras que para los racionalistas el pensamiento es abstracto (conciencia racional), para los empiristas el pensamiento es sensación e imaginación (conciencia sensible). Lo que Kant intento fue una síntesis de ambos. Así, construyó una teoría del conocimiento basada sobre una crítica de todas las potencias cognoscitivas humanas.
En su Critica a la razón pura, efectuó una crítica de la sensibilidad, del entendimiento y de la razón. También él dicotomiza o escinde al hombre en estas tres potencias cognoscitivas. La más baja de ellas es la sensibilidad, por encima de la cual está el entendimiento, hallándose en la cima la razón. Su punto de vista es, por ello, erróneo desde el comienzo, porque en el hombre el conocimiento es un proceso singular unificado y no tres pasos diferentes: la sensibilidad y el entendimiento, como vimos en la metafísica del hombre, son distintos, pero no separados, están unidos, aunque no confundidos. La preocupación esencial de Kant fue la de descubrir el fundamento del conocimiento científico, esto es, del conocimiento que es universal y necesario (en oposición al particular y contingente).
Para el empirismo, todo nuestro conocimiento es particular y contingente, porque no podemos generalizar a partir de las impresiones sensibles, y no hay así fundamento para ninguna aserción científica. Kant, como racionalista, se enfrentó a los empiristas argumentando que hay dos ciencias, que para él eran, sin duda alguna, universales y necesarias: la física y la ética. Las proposiciones o asertos de estas dos ciencias son, según observó, universales y necesarias, pero, al mismo tiempo, se basan en la experiencia sensible, como lo demuestran la física de Newton y la ética de Rousseau. (La física de Newton está enteramente basada en el experimento y la observación, pero sus conclusiones son universales y necesarias. La ética de Rousseau era pura- mente subjetiva: debo ser veraz (conmigo mismo), debo hacer lo que siento que es justo: es una ética centrada en el hombre, aunque universal y necesaria, esto es, que se supone propia necesariamente de todo hombre).
Ahora bien, si la universalidad y la necesidad no pueden provenir de la experiencia sensible (y en ello Kant estaba de acuerdo con los empiristas), esto es, de fuera de la mente, deben proceder de dentro de ésta: deben ser precisamente la contribución que hace nuestra mente a nuestro conocimiento. Por esta razón, nuestro conocimiento es una síntesis de datos que provienen de fuera de la mente, y las formas propias de la mente o los moldes mentales en los cuales se recogen los datos y son objetivados para la mente. Mientras que:
1) es la materia o contenido de nuestro conocimiento;
2) es la forma de aquél.
Kant llama al elemento puramente mental (que no proviene de la experiencia) apriori, y así, habla de las formas apriori inherentes a la mente, previas a toda experiencia, similares a las ideas innatas de Descartes, pero sin contenido. Por otro lado, lo que viene de la experiencia es a posteriori y proporciona el contenida de nuestro conocimiento, que ha de ser después sintetizado por las formas apriori, y se hace así universal y necesario. Así, la mente adapta la realidad a ella misma o la objetiva en fenómenos (esto es, en las cosas tal y como aparecen a la mente), mientras que el noumenon (esto es, lo "pensable") o aquello que la cosa es en sí permanece desconocido.
Este agnosticismo conduce a Kant a la conclusión de que no podemos conocer lo que esté más allá de nuestra experiencia sensible, como "el mundo como totalidad, el alma y Dios". Son éstas las tres ideas puras de la razón, más allá del entendimiento, que no pueden ser sintetiza- das por ninguna experiencia sensible, y sobre las cuales, por lo tanto, no podemos saber nada. Así, con Kant, la conciencia humana se enclaustra en si misma más radicalmente, al excluir cualquier conocimiento de las cosas en sí. El idealismo poskantiano fue más allá excluyendo también la existencia de las cosas por si mismas: la realidad se convierte en creación del hombre.
Para Kant, las formas apriori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo. Las del entendimiento son l0 que él llama las doce categorías o conceptos, con los cuales "unificamos" nuestras percepciones sensibles dentro de juicios universales y necesarios, como el concepto de causa, que es, por tanto, válido sólo cuando se aplica a fenómenos observables. Por este motivo, según él, no podemos probar la existencia de Dios como "causa" del mundo sólo con la razón pura, pues Dios está más allá de la experiencia sensible.
Para Kant, como dijimos, Dios (como el mundo y el alma) es una pura forma apriori o "idea de la razón" sin contrapartida en la experiencia sensible. Estas ideas puras de la razón no son más que las formas con las cuales unificamos todas nuestras experiencias: las exteriores en la ‘idea del mundo; las internas en la idea de ama, y el conjunto de ellas en la idea de Dios
En su segunda crítica, la Critica de la razón práctica, Kant va más allá de las conclusiones de la primera. Aquí a pone su atención en la ética. En la primera critica, concluye que, mientras que la física es posible como ciencia por su contenido sensible, la metafísica, por su parte, carece de base como ciencia: es una mera "disposición natural" de nuestra mente que persigue unificar el conjunto de la experiencia. La ética, no obstante, en opinión de Kant, puede ser una base para la metafísica. El desarrollo económico de Europa dio paso a un aumento de la soberbia, del interés egoísta por el hombre, por hacer la praxis revolucionaria no solo la creadora de todas las cosas, sino el criterio de la verdad. Es ésta la consecuencia de la separación kantiana de razón pura y razón práctica, y de la inversión de su secuencia natural: para actuar (razón practica) debemos conocer (razón pura o especulativa); pero para Kant y para el marxismo este orden natural se halla invertido.
Finalmente, en su tercera crítica, la Critica del juicio, busca Kant la fuente que unifique las dos razones y una, así, el mundo de la necesidad (física) y el mundo de la libertad (ética). Esta crítica es algo más profunda que la razón pura o práctica, es el espíritu humano (geist). Y halla Kant un camino dentro de éste en lo que él llama sentimiento, mostrando, así, la profunda influencia de sus contemporáneos, los poetas y artistas románticos como Goethe, que exaltaron la ilimitada libertad del sentimiento y se rebelaron contra la necesidad legalista de la razón. Esta fue la transición del racionalismo al romanticismo, del culto de la razón, al culto del sentimiento, pero siempre dentro del inmanentismo, partiendo siempre del cogito cartesiano o principio de inmanencia. Es el anuncio de la era de la revolución en la que estamos inmersos. De hecho, Kant afirmó haber realizado dos "revoluciones copernicanas" en filosofía:
1) No es la mente la que gira alrededor de la realidad, sino lo contrario.
2) No es la acción (la razón práctica) la que sigue al conocimiento (razón pura), sino lo contrario.
Fragmento del libro: Filosofía Cristiana, escrito por José M. De Torre.