Entrevista: Las respuestas de las autoridades locales ante las erupciones volcánicas (islas Canarias, siglo XVIII)

Entrevistada

Belinda Rodríguez Arrocha

Doctora en Derecho por la Universidad de La Laguna (islas Canarias, España).

Actualmente es profesora de “Derecho con Enfoque Intercultural” en la Universidad Intercultural del Estado de Puebla (México).

Semblanza de la entrevistada

Belinda Rodríguez Arrocha es profesora de tiempo completo en la licenciatura en Derecho con Enfoque Intercultural de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, e investigadora nacional nivel 1 del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) de México. Es también miembro de número de la Sección de Historia del Instituto de Estudios Canarios, perteneciente a la Confederación Española de Centros de Estudios Locales (CECEL), adscrita a su vez al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España. Sus actuales líneas de investigación son la resolución de conflictos jurisdiccionales en la cultura jurídica española de la Edad Moderna, la historia judicial de las islas Canarias en el Antiguo Régimen (siglos XVI-XIX) y la educación intercultural en el Estado de Puebla.

Después de su participación en el Seminario Historia&Desastres, el Equipo Coordinador de Red GERIDE quiso conversar con la Dra. Belinda Rodríguez Arrocha sobre las respuestas de las autoridades locales ante las erupciones volcánicas (islas Canarias, siglo XVIII).

Texto de la entrevista

Equipo Red GERIDE: ¿Qué repercusiones económicas y sociales tuvieron las erupciones volcánicas en las islas Canarias durante la Edad Moderna?

B. Rodríguez Arrocha: Los episodios volcánicos motivaron irremediablemente el traslado de la población que moraba en las localidades afectadas (algunas de ellas desaparecieron bajo la lava), y, por consiguiente, la emigración masiva de agricultores, ganaderos y jornaleros a otros espacios del archipiélago canario. Las erupciones ocasionaron daños en los puertos, las tierras destinadas al cultivo de cereales y al pastoreo, y en las vías empleadas para la comunicación. Sin embargo, en ocasiones este fenómeno natural también supuso el incremento y la diversificación de la producción agrícola, gracias al estratégico uso de las cenizas volcánicas. Fue, por ejemplo, una repercusión positiva para la isla de Lanzarote tras las erupciones de 1730 a 1736, como ha demostrado el doctor Pedro Quintana Andrés (Universidad de Las Palmas de Gran Canaria). Menor fortuna tuvo el puerto y villa de Garachico (isla de Tenerife) tras la erupción del volcán de Montaña Negra de 1706, si bien este proceso no fue el único factor que incidió en la pérdida de su relevancia económica en el archipiélago. Otras erupciones acaecidas en el siglo XVIII fueron las de la montaña de los Lajiones (en 1712, en la isla occidental de La Palma) y las del volcán de Siete Fuentes, el volcán de Fasnia y el volcán de Montaña (entre 1704 y 1705, en Tenerife). 

En lo que atañe a las repercusiones sociales, destaca la nueva jerarquización de las localidades insulares y, en islas como Lanzarote, el incremento de la población en las áreas costeras y la paulatina y posterior recepción de emigrantes procedentes de otros territorios, motivados por la creciente prosperidad agrícola de algunas vegas (la llegada de agricultores oriundos de Tenerife y de La Palma durante la segunda mitad del siglo XVIII es un ejemplo revelador en este sentido). Por su parte, la oligarquía civil insular intervino en los nuevos repartos de tierra y en la reubicación de los vecinos, con el fin de que se asentaran en las inmediaciones de sus propiedades y obtener así de ellos la mano de obra y las rentas futuras. Su objetivo fue también el control sobre las tierras de mayor productividad, recurriendo incluso a las apropiaciones ilícitas mediante la falsificación de los documentos o a la presión sobre los pobladores. Algunos individuos afectados por los episodios volcánicos decidieron vender sus bienes muebles e inmuebles para obtener el dinero que les permitiera pagar su desplazamiento a otra isla. Al menos en Lanzarote se efectuó una nueva parcelación del suelo, en detrimento de las tradicionales vegas comunales.

Equipo Red GERIDE: ¿Cómo fueron las respuestas de las autoridades seculares y eclesiásticas en las localidades afectadas por la actividad volcánica?

B. Rodríguez Arrocha: Destacó la respuesta de la Real Audiencia de Canarias, ubicada en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (núcleo urbano del archipiélago que albergaba a las principales instituciones de gobierno civil y eclesiástico), que intervino en auxilio de los vecinos afectados en Lanzarote a través de la distribución de recursos para su subsistencia. Este tribunal, representante del poder real, incentivaba el asentamiento y roturación de las zonas no afectadas por las erupciones, incluyendo el reparto de las tierras comunales o los predios señoriales y destinados al pastoreo. No obstante, los principales beneficiarios fueron los grandes propietarios, que intervinieron en las delimitaciones y nuevas adjudicaciones como teóricos representantes de sus comunidades. No podemos pasar por alto las iniciativas de los vecinos afectados por las erupciones, quienes, por medio de representantes locales, solicitaron el amparo de la referida audiencia contra ciertas decisiones del alcalde mayor, tocantes al uso del suelo. 

En una instancia inferior, el cuerpo de justicia y regimiento de la isla también contribuyó a la distribución de espacios para su rompimiento y cultivo. Ante todo, se trataba de evitar la emigración masiva de los pobladores y la consiguiente pérdida de la mano de obra. Al mismo tiempo, las nuevas roturaciones y deslindes no estuvieron desvinculadas de complejos litigios judiciales. 

Por su parte, el cabildo catedral de Canarias (con sede también en Las Palmas) intercedió ante el rey con el propósito de comunicarle los adversos efectos de las erupciones y sus consecuencias sobre la maltrecha economía de sus vecinos. Esta actuación venía motivada por el interés en que la isla de Lanzarote no se despoblase y se dejaran de obtener los productos agrícolas destinados a su venta en La Palma y en Tenerife o, en general, las rentas derivadas del trabajo de los moradores. En el actual panorama bibliográfico contamos, por fortuna, con los profundos e interesantes trabajos al respecto de los doctores Pedro Quintana y José de León Hernández.


Equipo Red GERIDE: ¿Cuáles fueron las estrategias de gestión frente a las amenazas de origen natural durante el período borbónico en el archipiélago? ¿Hubo innovaciones importantes con respecto a los siglos precedentes?


B. Rodríguez Arrocha: Conviene tener en cuenta que las principales amenazas de origen natural que acuciaron a Canarias fueron muy diversas: epidemias, plagas que afectaban a los cultivos o las propias erupciones volcánicas. Fueron relevantes, por ejemplo, las estrategias desarrolladas por las instituciones de las islas de realengo (sobre todo, Tenerife y Gran Canaria) para paliar los efectos sobre las poblaciones insulares, compelidas a la migración interna y externa. Estos dos enclaves centrales, que ostentaban el protagonismo institucional en el archipiélago, se hallaban mejor dotados para la gestión de los infortunios que las islas señoriales (Fuerteventura, Lanzarote, La Gomera y El Hierro). La inauguración de nuevos establecimientos de acogida, como el tinerfeño Hospicio de San Carlos, es una interesante medida tendente a contrarrestar los efectos de la marginalidad a la que se veían relegados numerosos moradores. Asimismo, en el ámbito de islas de señorío como Lanzarote, más cercana al norte del continente africano, fueron relevantes las campañas de los cuerpos de justicia y regimiento para acabar con plagas como la de langosta, que con tanta virulencia atacaba los cultivos. 

Sin lugar a duda, una innovación muy importante respecto a las calamidades de origen natural concierne a la prevención y gestión de las epidemias, pues en el período borbónico se adoptó un modelo racional, centralizado y laico, en oposición al sistema tradicional de los siglos anteriores, dependiente en mayor medida de las autoridades locales y religiosas y marcado por una mayor improvisación. El nuevo modelo de protección de la sanidad pública conllevó la creación de juntas superiores de sanidad y de las juntas municipales. En una posición superior se estableció la Junta Suprema de Sanidad, que emitía sus provisiones y medidas a esas juntas provinciales y locales, incluyendo a los capitanes generales, corregidores, etc. En este sentido, son ilustrativos los comunicados remitidos en 1784 por el conde de Campomanes al marqués de Branciforte, a la sazón comandante general de las islas Canarias, acerca de una epidemia de peste que estaba asolando el Mediterráneo oriental. 

No podemos pasar por alto, al mismo tiempo, la preservación de la espiritualidad católica, que acogió las oraciones y celebraciones religiosas frente a las calamidades y paliaba así la desazón que se cernía sobre los desventurados habitantes. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII se advierten algunas fluctuaciones en el fervor popular isleño, pese a que no se dio una abrupta transformación en el ideario colectivo.


Links y contacto