EL PORDIOSERO
EL PORDIOSERO
«El pordiosero», canción de Pedro Luis Ferrer. Tomada informalmente durante una actuación en el teatro Ciervo Encantado, en La Habana, 2015.
publicado noviembre 21, 2022
EL PORDIOSERO
Pedro Luis Ferrer Montes
«El ciervo encantado» era —y supongo siga siéndolo— un espacio teatral formidable donde pude disfrutar algunas obras críticas y reflexivas muy agudas y bien enfocadas, con una terminación artística muy rigurosa. Sus anfitrionas, Nilda y Mariela, artistas entusiastas e inquietas, me ofrecían gentilmente, hace ya algunos años, su magnífica sede —una instalación polivalente, muy bien dotada, no solamente para hacer teatro, sino también para hacer conciertos—. Estoy desactualizado respecto al quehacer del Ciervo, pero entonces propiciaban esporádicamente eventos musicales que el público agradecía mucho: los boletos de entrada —en un contexto donde todo tendía a dolarizarse y encarecerse— se mantenían a un precio muy módico, casi simbólico, y en pesos ordinarios. La verdad es que me gustaría volver a las tablas de esa cómoda sala, donde realicé un par de conciertos inolvidables.
Aquí ofrezco el fragmento de una de esas actuaciones, donde interpreto como trovador mi canción El pordiosero, un tema que concebí bajo el lirismo de un absurdo que deviene irónico.
EL PORDIOSERO
(canción)
Yo prefiero la aleta del pescado,
las agallas, los ojos, lo de adentro;
del aguacate, la semilla entera;
la cáscara del mango es mi desvelo.
Paso la noche hurgando la basura
como si fuera un gato callejero.
Mas si, al instante de coger la sobra,
descubro a un hombre que me mira serio:
me paralizó, se me parte el aulma,
¿cómo tragar si hay uno más hambriento?
Presto, le ofrezco la mitad del tanque,
más, casi siempre, el hombre que está viendo
siente vergüenza de tomar su parte:
se niega a compartir el basurero.
Sienten la pena de quitarme un ala,
de llevarse un pedazo de esqueleto.
Lástima siento cuando se resisten
a compartir el bien de mi sustento.
Me da tristeza verlos alejarse
sin una cáscara, sin un pellejo.
Van a sus casas, a sus mesas limpias,
a devorar. quizás, un pollo entero.