Una leyenda mexicana

Cuenta una leyenda de México muy antigua, que hace mucho, mucho tiempo, los conquistadores llevaban unos agresivos perros que usaban para asustar a los pobladores de las aldeas

Estos perros, de raza mastín y alana, estaban  acostumbrados a atacar y a recibir un trato brusco y  agresivo por parte de sus dueños, aquellos conquistadores. Por lo tanto, no dudaban en  morder y atacar a los indígenas y éstos salían corriendo asustados. De esta forma, los invasores contaban con una eficaz arma para adueñarse de los territorios y seguir avanzando. 

Pero en una ocasión, en un pequeño poblado indígena de Coahuila, mientras toda la población huía de los feroces animales, una joven india, que se había quedado rezagada, se detuvo y se agachó para ponerse a la altura de los perros. Entonces, a pesar del pánico que sentía ante  los colmillos de uno de los animales que estaba a punto de atacarla, comenzó a llamarle con voz dulce: – Eh, perrito, perrito lindo, no tengas miedo… 

El animal, que no estaba acostumbrado a ese tipo de trato tan dulce, se quedó paralizado y continuó  escuchando, a pesar de no entender lo que decía la muchacha: 

– Ven, perrito lindo, no te haré daño- seguía diciendo ella. 

Y, para asombro de los soldados que estaban contemplando la escena, el perro se acercó a ella y se dejó acariciar,  para luego lamer sus manos y seguirla cuando ella comenzó a correr. Ambos terminaron adentrándose en la selva, y  los soldados no volvieron a ver al animal. 

Desde entonces, muchos otros perros como este siguieron a los habitantes de los poblados indígenas, ya que  escogieron el trato respetuoso y cariñoso frente a la agresividad y el desdén

Reflexión: 

Piensa un propósito sobre el tono y forma de dirigirte a algunas personas, y compártelo con tu compañero/a

TODO ESTO, DIOS,

LO PONEMOS EN TUS MANOS