Propósito para este año: ser más serviciales

Dicen que el tiempo es oro porque no vuelve. De hecho, se nos escapa continuamente. Lo que sí se puede es donar el que nos llega. Eso es el servicio: ofrecerse para atender una situación que precisa ayuda. Ser servicial es planear acciones buenas. Es gratuito y genera lazos de amistad. Sirve a personas concretas que necesitan cosas, tiempo y afecto.

Pero... ¿Ser servicial es siempre superagradable?

Lo grande de la experiencia de ser servicial es que a veces es incómoda. Para uno mismo porque exige ser fiel: "no fallar"; te esperan aunque tengas exámenes, trabajo o llueva. Para los demás, porque crear lazos lleva un tiempo y exige acomodarse al nuevo que llega. No se busca más que dar gratis lo que gratis se ha recibido: apoyar, acoger al que se ve solo en el patio, pasear o hablar con el abuelo, enseñar, prestar algo, compartir una merienda, escuchar, jugar, cuidar al débil…

La alegría de ser servicial es una revolución social. Demostramos tener una gran personalidad propia, y mucha madurez, porque no es siempre una actitud tan habitual. 

Decía el apóstol Santiago: “te mostraré mi fe a través de las obras.” ¿Qué cristiano no busca tiempo para ayudar? ¿Qué persona religiosa, sea musulmán o de cualquier otra confesión, no cultiva la servicialidad? ¿Qué persona no se conmueve y se compromete para aliviar el sufrimiento de los demás? ¿Quién es tu prójimo que está ahí afuera y te necesita? Ojalá nos atrevamos a exprimir nuestro horario para hacer hueco a la amistad, a las aventuras de quién es distinto y vive diferente y, en definitiva, a construir un mundo en el que las personas sean lo primero. Ese día será el tiempo del Reino de Dios en tu vida y en la de muchos.

Todo esto Dios, lo ponemos en tus manos