Se sonríe con la boca, cuando se dibuja en ella la silueta de lo que verdaderamente somos, una fuente infinita de alegría.

Se sonríe con las manos, cuando hacemos de la caricia una experiencia auténtica de encuentro en la que reconocemos una presencia y no sólo una superficie.

Se sonríe con los brazos, cuando nos abrimos para acoger al otro y creamos un circuito de amor desde la aceptación y acogida del otro, tal y como es.

Se sonríe con los pies, cuando vivimos cada pisada como una caricia a la tierra y en cada paso hacemos y recorremos camino. Sonreímos cuando el caminar no es un simple desplazamiento sino un gesto amoroso de acercamiento.

Sonrío con los oídos, cuando reconozco en quien me habla a un mensajero de algo que puede ser importante para mí, y mi escucha despierta una palabra auténtica.

Sonrío con los ojos, cuando mi mirada es profunda, llega al centro sagrado de todo lo que veo, cuando desde mis pupilas se proyecta un hilo de calor que ilumina todo lo que ve.

Sonrío con el corazón, cuando a través de mi sonrisa celebro la bondad y la maravilla de todo lo creado y siento que es la vida quien se alegra en mi propia alegría y transforma un sencillo gesto facial en puro don, en ofrenda, en regalo, que me cuida y cuida a todos.

AGRADECE a Dios tanto bien recibido: tu boca, tus manos, tus ojos, tus pies, tu corazón… eres mediación para el cuidado de la VIDA. 

TODO ESTO DIOS, LO PONEMOS EN TUS MANOS