¡Feliz 2024!

Hay que cargar la agenda de buenos propósitos. Tal vez uno no los cumplirá todos, pero hay que ser ambicioso, al comenzar etapas. De otro modo se nos va la vida en inercias, en historias imprevistas… necesitamos metas, objetivos, un horizonte hacia el que encaminar nuestros pasos. Al comenzar el año, con tanto por delante, es esta una buena ocasión para pensarlo, para pedir luz, para ofrecer lo que puede haber de esfuerzo y de lucha, y para poner nuestro camino en manos de Dios. 

Y es que el motor de nuestras vidas son los deseos. Lo que soñamos nos acaba por invadir, nos empuja, nos da un sentido a levantarnos cada mañana. La calidad de nuestros deseos es, en gran medida, lo que define lo que hacemos con nuestra vida.

¿Soy capaz de desear "en grande"? ¿Capaz de soñarme más allá de lo material o lo intrascendente? ¿En mis sueños caben los demás o solo mi propio yo?

Todo esto deseo

Que mi oído esté

atento a tus susurros.

Que el ruido cotidiano

no tape tu voz.

Que te encuentre,

y te reconozca

y te siga.

Que en mi vida brille tu luz.

Que mis manos estén abiertas

para dar y proteger.

Que mi corazón tiemble

con cada hombre y mujer que padecen.

Que acierte para encontrar

un lugar en tu mundo.

Que mi vida no sea estéril.

Que deje un recuerdo cálido

en la gente que encuentre.

Que sepa hablar de paz,

imaginar la paz,

construir la paz.

Que ame, aunque a veces duela.

Que distinga en el horizonte

las señales de tu obra.

Todo esto deseo,

todo esto te pido,

todo esto te ofrezco, Padre.

Todo esto, Dios, lo ponemos en tus manos