¿De qué te sirve ganar el mundo si al final pierdes tu alma?

Hoy en día, hay quien sostiene que en esta vida es mejor no aspirar a nada, que así te evitas decepciones e insatisfacciones y en el fondo vives más tranquilo. También hay tendencias que buscan experimentarlo todo, ganarlo todo y saberlo todo; pero sin renunciar a nada, sin apostar nada, y sin arriesgar nada. Quizás en esta actitud nos pueda ayudar una  frase del Evangelio de Marcos, una frase que le dijo el bueno de Ignacio de Loyola a su querido amigo Francisco Javier:

¿De qué te sirve ganar el mundo si al final pierdes tu alma?

Esta pregunta puede sonar muy trascendental, pero en el fondo podemos aterrizarla a nuestro día a día, podríamos preguntarnos: ¿De qué sirven la fama y los aplausos si al final nos quedamos solos? ¿De qué sirven nuestras compras compulsivas si al final nos dejan más vacíos? ¿De qué nos sirven todos nuestros dones y talentos si no los ponemos al servicio de los demás?...

Seguramente la clave de una vida plena no resida en renunciar a nuestros grandes deseos, si no en aprender a desear más y mejor. ¡Cuánto bien podemos llegar a hacer si somos capaces de enfocar nuestros deseos hacia Dios y hacia los que nos rodean!

¿Qué deseos profundos tengo en mi vida?

¿Hay algo que me gustaría desear pero que ahora mismo no soy capaz de hacerlo?

TODO ESTO DIOS, LO PONEMOS EN TUS MANOS