147.- HNO. NICET ERNEST Hno. Pierre LYONNET MENAR 1902 + 29 -I-1959
Pedro nació en Siaugue en el Puy, el año de 1902, era un muchacho nervioso, de mirada viva, y de carácter franco, de naturaleza muy sensible incapaz de ver sufrir a nadie, era toda una personalidad que constituía los rasgos principales de Pedro Lyonnet. Novicio menor en Vals, después en Saulsaie 1915- 1918; no era de los primeros de la clase, pero amaba el trabajo.
Su noviciado lo hizo en dos centros primero en Saulsaie y después en Hall, Bélgica bajo la dirección del Hermano Nivard Joseph. El 16 de noviembre de 1919, es enviado al Escolasticado misionero de Lembeqc. La expatriación era la perspectiva que tenía. Dos años más tarde, el 21 de noviembre de 1921, el Hermano Asistente presidió en San Nazario el embarque de misioneros destinados a México y el 17 de diciembre ellos llegaron a San Borja.
El entusiasmo que tenía el Hermano Nicet Ernest por el estudio del español era notable, desde el inició captó las expresiones típicas del país, que pronto le fueron familiares. Este hermoso entusiasmo lo mantuvo siempre en su trabajo, sea en su escritorio en la sala de comunidad, sea en los paseos en búsqueda de ejemplares para su colección botánica.
También conoció y vivió las angustias de la persecución y se alegró de ver a los alumnos y a sus familias permanecer fieles a los Hermanos en tiempos de calamidad.
En 1931, el arzobispo de México, insistió con los Superiores de los colegios para que se iniciara el movimiento scout católico en sus colegios. Conociendo el gran amor por la naturaleza, su espíritu de observación y su sentido de responsabilidad. Se buscó al Hermano Lyonnet que tenía todo para ser el dirigente de la tropa de San Borja; se metió de lleno con gran entusiasmo a este apostolado nuevo e impulso la forma de realizarlo.
Llamado al Segundo Noviciado en 1939, llegó a Europa cuando estalló la II Guerra Mundial. Movilizado en el ejército, pronto fue liberado y le fue imposible llegar a Roma o regresar a México por el momento. El Hermano Nicet Ernest trabajó en el Distrito del Puy en la escuela de Yssungeaux. Pero la tierra de Nuestra Señora de Guadalupe lo atraía muchísimo, ella ha sido para él su segunda patria. Decidido se lanzó a una larga y peligrosa travesía, en tiempos de guerra, pero pronto llegó a México, y reinició sus labores con gran alegría.
Después de un año que vivió en la Capital del país, fue nombrado director de Saltillo, este cambio le costó. Se trataba de una labor muy diferente, un clima más rudo... Pero, es un buen religioso, el Hermano Lyonnet no dudó y Saltillo supo aprovechar su entusiasmo y su ardor apostólico. Nuestro Hermano se ganó muy pronto el aprecio de la población y se encariñó con el nuevo lugar. En 1946, su corazón tenía grandes esperanzas, cuando la obediencia lo hizo abandonar el norte del país para ir al Colegio Cristóbal Colón en el Distrito Federal como subdirector.
Al año siguiente fue nombrado Hermano Director de este colegio cuyo alumnado pasaba de los 3000 estudiantes. Problemas y dificultades no faltan; pero el piloto tiene mano firme y dirige el barco con seguridad. Pronto fue muy querido por los Hermanos, alumnos y padres de familia. En razón de las circunstancias fueron diez años de luchas tenaces, en una ruta sembrada de rosas y de espinas.
En 1957, la obediencia llega nuevamente y el Hermano Nicet Ernest, muy cansado, va al sur de México, a Tapachula, cerca de la frontera guatemalteca. Es una región de fuertes calores tropicales, de lluvias frecuentes y muy abundantes; es el país del café y de la caña de azúcar y también la región donde el trabajo intelectual y sobre todo la enseñanza exige una gran voluntad. Es por lo cual nuestro Hermano llegó por obediencia, en la fiesta de la Inmaculada Concepción de 1957, sucediendo en la escuela a un grupo de maestros seglares, antiguos alumnos, algunos de ellos, que habían dirigido la escuela durante algunos años. El Hermano Lyonnet dejará aquí sus últimas fuerzas.
Lo anterior fue su curriculum vitae, ahora se presenta su retrato.
Hombre amante del esfuerzo físico: los grandes paseos le atraen... las altas montañas lo retan para escalarlas... sabe comunicar su entusiasmo, parece que la dificultad lo atrae.
Gran amigo de la naturaleza, paciente observador de los más pequeños detalles, conoce las maravillas del bosque y de las cañadas; tiene en la memoria los senderos y veredas, que se dirigen a un viejo puente o a una gran roca, donde había encontrado tal planta. Amaba las orquídeas, de las cuales reunió un número impresionante Sus constantes recolectas, le permitió ser uno de los mejores coleccionistas botánicos de México. Con todo el Hermano Lyonnet fue siempre un hombre humilde y sencillo, pero los hombres de ciencia de los Estados Unidos y de Inglaterra pronto reconocieron sus méritos y llamaron con su nombre a muchas plantas nuevas descubiertas por él.
Fue un gran amigo de los libros, apasionado por la lectura; trasmitió ese amor a los Hermanos jóvenes. He aquí libros útiles, les decía, ahí tienen pedagogía, historia, geografía, biografías etc...
El Hermano Nicet Ernest tenía muchas preciosas cualidades humanas entre ellas: la lealtad, una rectitud admirable en sus relaciones con los demás. Con él, no había sorpresas, se sabía a qué atenerse, incapaz de disimular, llamaba las cosas por su nombre y trataba a la gente como lo merecía.
Escuchemos a los Hermanos:
Amor al trabajo, dignidad y entrega por sus Hermanos... hacen de él una personalidad amable y fuerte que imponía. Todos lo obedecíamos gustosos, porque todos lo amábamos. Su rostro y su sonrisa la llevo en el fondo de mi alma, me ayudaron en los momentos difíciles... Noble de carácter, sabía reconocer sus errores y pedir perdón. Ninguna estrechez de espíritu, pero si una admirable adaptación al lugar donde la obediencia lo enviaba, así como a sus tradiciones y costumbres. No me recuerdo haberle oído decir una vulgaridad: cierto tenía sus expresiones pintorescas, pero no triviales.
Su pedagogía no fue perfecta desde el inicio. Nervioso como era, el Hermano Nicet Ernest fue llevando su clase al ritmo de una regla que golpeaba el escritorio, pero pronto se corrigió de ese defecto y entró al dominio de sí mismo, sino también al de sus alumnos, sobre los cuales ejercía una durable y profunda influencia. Por la igualdad de su humor, su entrega, su total imparcialidad, y un trabajo en clase muy bien preparado y bien controlado le ganaron la estima. Cierto tenía algunos arranques, sus palabras y sus sanciones un poco duras, pero una vez acabado el castigo, el maestro se convertía en el mejor amigo del muchacho.
Done el educador mostraba sus cualidades de hombre, de jefe, y de apóstol, fue en su relación con los Scouts. Les exigía el cumplimiento exacto de la Ley y sobre todo por parte de los jefes de Patrulla. Trató de educar en los muchachos, la lealtad, la disciplina, la constancia y el sentido de responsabilidad. Sabía aprovechar la ocasión para deslizar una palabra sobre Dios: “Observaba a los muchachos, los escuchaba con simpatía, trataba de comprenderlos, no había brusquedades. La rempensa mayor que tuvo fueron las numerosas vocaciones que surgieron del grupo Scout.
En el espíritu y en el corazón el Hermano Director Lyonnet, la comunidad ocupaba siempre el primer lugar; alumnos y familias estaban en segundo rango. Cuando un Hermano tenía necesidad de hablar con él, no importaba lo que estuviera haciendo, el Hermano era bien recibido. Buscó siempre hacer felices a los Hermanos y remediar sus necesidades. A pesar de sus múltiples ocupaciones encontraba tiempo para ofrecer a los Hermanos paseos en el automóvil de la casa que él mismo manejaba.
Nos amaba como un padre; escribió uno de sus antiguos colaboradores. Director indulgente y muy bondadoso con los Hermanos jóvenes, les daba la libertad para que aprendieran a organizarse y formaba religiosos viriles, con sentido de responsabilidad.
Cierto día, en cuenta de conducta, escribió a otro director, yo le dije: “Hermano Director no me quejo, tengo todo lo que me falta”, - me respondió: “Querido Hermano mi deber es darle una cierta comodidad... pero el suyo es ser austero, y vivir con un cierto sacrificio.”
En sus conferencias, presentaba pensamientos muy escogidos y sabía recordar los principios vigorosos que ayudan a la formación integral, del hombre, del cristiano y del religioso. Que los consejos que den a los alumnos sean sencillos y objetivos, nos decía, ellos le deben de ayudar al control de sí mismos y conservar su estado de gracia. Denles convicciones sólidas que los sostengan en momentos difíciles.
No le gustaban las lamentaciones. Cierto día, escribió un Hermano, me quejaba porque la víspera no había encontrado nada para cenar, después de llegar de la Universidad. El Hermano Director calló mi lamentación. “No llore...” en su vida va a tener otras cosas más duras... Después recordaba con voz viril y al mismo tiempo muy amable. “No llore no se queje”. En otra ocasión mi vocación pasaba por una fuerte prueba y me dice: “Andrés no baje la vista, vea bien el crucifijo... y después dele un beso” Ese consejo parece muy simple, pero me ayudó a terminar con las tentaciones.
Franco y recto con todos, creía que los demás tenían una lealtad semejante. Y quizá en momentos una cierta candidez lo que llevó a que en tratos comerciales fuera engañado y robado. Al fin de su directorado en el Colegio Cristóbal Colón de México sufrió muchos desengaños y fue traicionado, hechos que arruinaron su salud,
Tan pronto como la obediencia le mandó dejar esa gran institución, por la cual había trabajado tanto, este excelente religioso, salió calladamente hacia su nuevo puesto en Tapachula.
El Hermano Nicet Ernest nos dejó en la plenitud de la madurez, con la gran experiencia de múltiples situaciones que había vivido. Conoció los honores, los reconocimientos y la estima general, pero... también tuvo que beber el cáliz hasta lo último. Aquellos que lo han conocido, sobre todo los que tuvieron la alegría de vivir con él, no olvidaran al amigo sincero, al hombre enérgico, al religioso de fuerte temple, al jefe entregado en que la palabra y el ejemplo mostraban el camino.
Nosotros esperamos que el Señor habrá recompensado a quien practicó la virtud y que fue un reflejo de Dios por su bondad. Murió el 29 de enero de 1959.