VIGILIA DE PENTECOSTÉS
Solemnidad
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Las Vigilias
Las celebraciones nocturnas de oración comunitaria, a ejemplo de Jesús, que «pasaba la noche en oración» (Lc 6,12), remontan a la época apostólica, cuando los cristianos querían imitar a las vírgenes prudentes (Mt 25, 1-13), a los siervos atentos, que esperaban el regreso de su señor (Mc 13,35-36; Lc 12,36-40).
Las Vigilias no son otra cosa que un Oficio de lectura prolongado. Siguen el orden de la celebración de éste, según señala la Liturgia de las Horas, hasta las lecturas, entonces se añaden cánticos y evangelio, según viene indicado en apéndices, después se tiene homilía si conviene, y se termina con el Te Deum (OGLH 73).
Las Vigilias son comienzo de la celebración del domingo y de las grandes solemnidades como Pascua, Navidad, Pentecostés y otras, muy recomendadas a los fieles desde antiguo (70-73). Son distintas en absoluto de las misas vespertinas que permiten el cumplimiento del precepto dominical o festivo. Y en el actual Oficio, conservan el carácter de alabanza nocturna de los antiguos maitines.
La razón de ser de esta vigilia es preparar a la comunidad cristiana a la celebración de Pentecostés, solemnidad con la cual termina el tiempo de la Pascua y que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia para inaugurar el ministerio apostólico.
Aún cuando es tiempo de Pascua, todas las vigilias tienen un acento penitencial, no en sentido cuaresmal, que es el que ha prevalecido, sino en una purificación que disponga a la mejor receptividad de la fiesta. De tal modo, que la vigilia debe estar dotada de algunos elementos “astringentes” que nos hagan paladear mejor la fiesta. Estos “elementos” serán entre otros, la duración de la vigilia misma, la escucha de la Palabra de Dios, los exámenes de conciencia, las preces y finalmente la alabanza a la gloria de Dios.