(3 veces)
Envía Señor tu Espíritu y todo será creado.
R. Y renovarás la faz de la tierra.
Hoy, profesamos juntos nuestra fe:
Creo en un solo Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, siglos:
nacido del Padre antes de todos los
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
y por nuestra salvación bajó del cielo,
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato,
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá' con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá' fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amén.
(10 veces)
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.
R. Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
8, 5-27
Hermanos: Ciertamente, los hombres que llevan una vida desordenada y egoísta piensan y actúan conforme a ella; pero los que viven de acuerdo con el Espíritu, piensan y actúan conforme a éste. Las aspiraciones desordenadas y egoístas conducen a la muerte; las aspiraciones conformes al Espíritu conducen a la vida y a la paz. El desorden egoísta del hombre es enemigo de Dios: no se somete, ni puede someterse a la voluntad de Dios. Por eso, los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios.
Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes. Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de la actividad salvadora de Dios. Si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Por lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.
El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados juntamente con él.
Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación gloriosa de los hijos de Dios; porque las criaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ello tendiesen, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios
Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.
Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.
El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.
CANTO
ALABANZAS
Honremos la acción del Espíritu Santo y adorémosle, porque hizo a la Santísima Virgen, Madre del Verbo divino en el Misterio de la Encarnación.
Honremos la operación del Espíritu Santo y adorémosle, porque dio la vida a la Iglesia en el día glorioso de Pentecostés.
Honremos la operación del Espíritu Santo y adorémosle, porque reside de una manera permanente en la Iglesia y la asiste, según la promesa divina, hasta la consumación de los siglos.
Honremos la operación del Espíritu Santo y adorémosle, porque creó en la Iglesia al nuevo Cristo, que es el sacerdote, y confirió la plenitud del sacerdocio a los Obispos.
Honremos la operación del Espíritu Santo y adorémosle en la virtud heroica de los santos en la Iglesia, obra secreta y maravillosa del “Santificador Omnipotente”.
CANTO
LECTURA
Del tratado de san Ireneo, obispo, contra las herejías.
Libro 3, 17: SC 32, 302-306
El Señor dijo a sus discípulos: «vayan y enseñen a todas las naciones, y bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Por los profetas había prometido que lo derramará en los últimos tiempos sobre sus siervos y siervas, para que profeticen. Por eso también descendió sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre, para acostumbrarse a habitar con él en el género humano, a descansar en los hombres y a morar en la criatura de Dios, obrando en ellos la voluntad del Padre y renovándolos de hombre viejo a nuevo en Cristo.
Este Espíritu es el que David pidió para el género humano, diciendo: «Confírmame en el Espíritu generoso». De él mismo dice Lucas, que descendió en Pentecostés sobre los Apóstoles, con potestad sobre todas las naciones para conducirlas a la vida y hacerles comprender el Nuevo Testamento: por eso, provenientes de todas las lenguas alababan a Dios, pues el Espíritu reunía en una sola unidad las tribus distantes, y ofrecía al Padre las primicias de todas las naciones.
Para ello el Señor prometió que enviaría al Paráclito que nos acercase a Dios. Pues, así como del trigo seco no puede hacerse ni una sola masa ni un solo pan, sin algo de humedad, así tampoco nosotros, siendo muchos, podíamos hacernos uno en Cristo Jesús, sin el agua que proviene del cielo. Y así como si el agua no cae la tierra árida no fructifica, así tampoco nosotros, siendo un leño seco, nunca daríamos fruto para la vida, si no se nos enviase de los cielos la lluvia gratuita. Pues nuestros cuerpos recibieron la unidad por medio de la purificación (bautismal) para la incorrupción; y las almas la recibieron por el Espíritu. Por eso una y otro fueron necesarios, pues ambos nos llevan a la vida de Dios.
Nuestro Señor, por su misericordia, se dirigió a la samaritana pecadora que no permaneció con un marido, sino que fornicó uniéndose a muchos: se le mostró y le prometió el agua viva, para que no tuviese ya más sed, ni se fatigase yendo a sacar agua con esfuerzo, teniendo en sí una bebida que salta hasta la vida eterna. Habiendo recibido el Señor este don del Padre, él mismo lo donó a quienes participan de él, enviando el Espíritu Santo a toda la tierra.
Gedeón el israelita, a quien Dios eligió para que salvase al pueblo de Israel del dominio de los extranjeros, previó la donación de esta gracia, cuando cambió la petición acerca del vellón de lana, sobre el cual primero había caído el rocío, que era tipo del pueblo; así profetizó la aridez que habría de venir; esto es, que ellos ya no tendrían de parte de Dios al Espíritu Santo, como dice Isaías: «Y mandaré a las nubes que no lluevan sobre ella». Sobre toda la tierra caía el rocío, esto es, el Espíritu de Dios que descendió sobre el Señor: «Espíritu de sabiduría e inteligencia, Espíritu de consejo y virtud, Espíritu de piedad y ciencia, Espíritu del temor de Dios», el mismo que también dio a la Iglesia al enviar desde el cielo al Paráclito sobre toda la tierra; por eso dice el Señor que el diablo fue arrojado como un rayo. Por este motivo necesitamos el rocío de Dios, para no quemarnos, ni volvernos infructuosos, y para que, teniendo un acusador, tengamos también al Abogado.
El Señor encomendó al Espíritu Santo al hombre que había caído en manos de ladrones y del que se compadeció, vendó sus heridas y le dio dos denarios: para que, recibiendo por el Espíritu la imagen y la inscripción del Padre y del Hijo, hagamos fructificar el denario que se nos ha dado, y lo devolvamos multiplicado al Señor.
RESPONSORIO
Cuando llegó el día de Pentecostés, esperaban todos reunidos en un mismo lugar; de pronto se oyó un estruendo que venía del cielo.
R. Como de un viento impetuoso que invadió toda la casa. Aleluya.
LETANÍA DEL ESPÍRITU SANTO
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Padre omnipotente, ten piedad de nosotros.
Jesús, Hijo eterno del Padre y Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, santifícanos.
Trinidad santísima, óyenos.
Espíritu Santo que procedes del Padre y del Hijo. Ven a nosotros.
Promesa del Padre. Ven a nosotros.
Don de Dios Altísimo. Ven a nosotros.
Rayo de luz celeste. Ven a nosotros.
Fuente de agua viva. Ven a nosotros.
Autor de todo bien. Ven a nosotros.
Unción espiritual. Ven a nosotros.
Caridad ardiente. Ven a nosotros.
Fuego que consume. Ven a nosotros.
Espíritu de amor y de verdad. Ven a nosotros.
Espíritu de sabiduría y de entendimiento. Ven a nosotros.
Espíritu de consejo y de fortaleza. Ven a nosotros.
Espíritu de ciencia y de piedad. Ven a nosotros.
Espíritu de temor de Dios. Ven a nosotros.
Espíritu de gracia y de oración. Ven a nosotros.
Espíritu de paz y de dulzura. Ven a nosotros.
Espíritu de modestia y de inocencia. Ven a nosotros.
Espíritu consolador. Ven a nosotros.
Espíritu santificador. Ven a nosotros.
Espíritu que gobiernas la Iglesia. Ven a nosotros.
Espíritu que llenas el universo. Ven a nosotros.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios. Ven a nosotros.
Unción espiritual. Ven a nosotros.
Caridad ardiente. Ven a nosotros.
Espíritu Santo, ven a renovar la tierra. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, inflámanos con el fuego de tu amor. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, danos el tesoro de tus gracias. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, enséñanos a orar. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, ilumínanos con tus inspiraciones. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, imprime tu ley en nuestros corazones. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, condúcenos por la vía de la salvación. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, inspíranos la práctica del bien. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, concédenos la única ciencia necesaria. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, haz que perseveremos en tu justicia. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Sto., imprime en nosotros el horror al pecado. Te rogamos óyenos.
Esp. Sto., concédenos el mérito de todas las virtudes. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, sé Tú nuestra eterna recompensa. Te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
R. envía a nosotros tu Espíritu
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
R. llena nuestras almas con los dones del Espíritu Santo.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo,
R. haz que el Espíritu Santo produzca en nosotros sus frutos.
Ven, Espíritu Santo, llena con tus dones los corazones de tus fieles.
R. Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Señor, que la fortaleza del Espíritu Santo venga en nuestra ayuda para que se digne lavar las manchas de nuestros corazones y protegernos contra nuestros enemigos. Por Cristo Nuestro Señor
R. Amén.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.
R. Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Para terminar:
Envía Señor tu Espíritu y todo será creado.
R. Y renovarás la faz de la tierra.
Gloria al Padre Creador.
Gloria al Hijo Redentor.
Gloria al Espíritu Santificador. Amén.