Palabras de Jesús a nuestra alma:
"Conozco tu miseria, las luchas y las tribulaciones de tu alma, las debilidades de tu cuerpo, tu cobardía y tus pecados, y sabiéndote te digo:
“DAME TU CORAZÓN,
¡ÁMAME CÓMO ERES!”.
Si esperas a ser un ángel para abandonarte al amor, no amarás jamás. Aún si eres débil en la práctica del deber y de la virtud, y si con frecuencia vuelves a caer en tus faltas y tu debilidad te consume, no te permito que no me des tu amor.
¡ÁMAME COMO ERES!.
En cada instante y en cualquier situación en la que tú estés, en el fervor o en la soledad, en la fidelidad o infidelidad, ámame como eres.
Yo quiero el amor de tu pobre corazón. Si esperas a ser ángel no me amarás jamás.
¿Acaso no podría hacer de cada granito de arena un ángel radiante de pureza, de nobleza y de amor? ¿No soy yo el Omnipotente? Y si en cambio, me agrada dejar aquellos maravillosos seres en el cielo y preferir el pobre amor de tu corazón, ¿quién lo impide? ¿Acaso no soy yo el dueño de mi amor?.
HIJO MÍO, DEJA QUE TE AME.
Quiero tu corazón. Ciertamente yo quiero, con el tiempo, transformarte, pero por ahora yo te amo como eres y deseo que tú hagas lo mismo. Yo quiero ver que del abismo de tu miseria sube tu amor. Amo en ti también tu debilidad, amo el amor de los pobres y de los miserables.
Quiero que desde este abismo suba continuamente, por siempre el grito grande:
“JESÚS, YO TE AMO!”.
Quiero únicamente el canto de tu corazón. No tengo necesidad de tu ciencia ni de tus talentos. Me importa una sola cosa:
“VERTE TRABAJAR CON AMOR”.
No son tus virtudes lo que yo deseo. Si te las diera, eres tan débil que ellas alimentarían tu amor propio. No te preocupes por esto. Yo habría podido destinarte para grandes cosas. No, serás el siervo inútil. Te quitaré aún lo poco que tienes, porque yo te he creado solamente para el amor.
Hoy yo estoy a la puerta de tu corazón como un mendigo. - ¡Yo, que soy el Rey de los reyes!. Toco en tu puerta y espero. Apresúrate a abrirme. No sufras tu miseria, porque si conocieras perfectamente tu miseria, podrías morir de dolor."
AMAMI COME SEI - Parole di Gesù all'Anima (di Mons. Lebrun)
ÁMAME COMO ERES - Palabras de Jesús a nuestra alma (escrito por Monseñor Lebrun)
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra tí, contra tí sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a Ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
(SALMO 50)
Contemplar que los milagros que brotan en las páginas del Evangelio surgen de esta petición tan sencilla y humilde:
«¡Señor, ten piedad de mí!».
Hoy la repito varias veces en la oración.
Lo hago con el corazón abierto, con el corazón pequeño, con una carga de fe y de humildad, de sencillez y de entrega, porque este «¡Señor, ten piedad de mí!» es la oración de un mendigo como yo que necesita imperiosamente la misericordia de Dios. Se lo pido todo con una confianza ciega para ver, como el ciego del Evangelio, como Dios obra el milagro en mí vida. Hoy y siempre.
¡Señor, aquí me tienes! ¡Soy pequeño, pobre, como un mendigo ciego que busca tu Amor y tu Misericordia! ¡Ten piedad de mí, Señor! ¡Pongo ante ti mis heridas, mis miserias, mi pecado, mis incoherencias, mis abandonos pero tú Señor eres el médico que sana, que tiene el remedio para curar lo que daña mi corazón, el que me llena de esperanza y de amor! ¡Gracias, Señor! ¡Gracias, Señor, y ten compasión de mí para ser capaz de experimentar en mi vida el profundo amor que sientes por mí! ¡Que tu Palabra, tu sabiduría, tus enseñanzas y tus gestos, Señor, lleguen a lo más profundo de mi corazón y de mi mente para vivir como tu quieres!
¡Ten piedad de mí, Señor, y ayúdame a perseverar en mi vida de fe, en mi oración, en mi vida de sacramentos y, sobre todo, en mi fidelidad a Ti!
¡Ten piedad y compasión de mí! ¡Tú estás siempre a mi lado, me acompañas y me proteges! ¡Ayúdame a verlo siempre así y para adorarte siempre, para glorificarte siempre, para bendecirte siempre, para no dejarme arrastrar por mis problemas, mis miedos, mis tristezas y mis sufrimientos!
¡Señor, ten piedad de mi! ¡Tómame de tu mano y aumenta mi fe para seguir caminando con alegría!
¡Señor, te pido piedad para que tu amor traiga a mi vida perdón, liberación y plenitud, para que sanes la enfermedad de la que no me puedo despojar solo, para librarme de las deudas que solo no te puedo pagar, para seguir adelante contigo porque no puedo con mis propios esfuerzos, para que tengas siempre piedad de mi! ¡Señor, sin ti no soy nada y mis pecados me hace aún indigno de ponerme ante tu presencia, pero por los méritos de Tu Pasión y de las penas del Inmaculado Corazón de Tu Madre, ten piedad de mí! ¡Tu, Señor, me has dado signos extraordinarios a lo largo de mi vida de tu poder y aún así muchas veces no te he escuchado, ten paciencia, compasión y misericordia de mi!