Introducción.
Las bebidas energéticas no tienen definición legal, pero se las considera refrescos carbonatados y no alcohólicos que contienen altas dosis de cafeína, así como otras sustancias.
Las bebidas energéticas son un mercado que está en pleno auge, su demanda está estrechamente relacionada con los efectos estimulantes y con el fuerte marketing que emplean las empresas para atraer a nuevos consumidores. Estas bebidas son objeto de investigaciones por sus componentes, ya que pueden ser nocivos para la salud. El consumo prolongado y excesivo de estas bebidas tiene efectos dañinos a corto y a largo plazo para el organismo.
Desde comienzos de los 90 del siglo pasado, la comunidad científica y médica ha alertado sobre los problemas que conlleva un alto consumo de BE (Parra Álvarez, 2018). Dichas bebidas tienen un alto contenido en estimulantes (principalmente cafeína) y azúcar, por lo que consumir dosis elevadas de forma regular, predispone a la obesidad (Royo Bordonada, 2017), a sufrir problemas dentales y de tensión arterial. Este alto consumo también puede ser precursor de una futura mayor incidencia de afecciones cardiacas y de ansiedad (Seifert, Scheachter, Hershirin, & Lipshultz, 2011).