Allí estaba. En el instante en que cruzó la puerta de la discoteca, fue como si una varita mágica hubiera tocado la noche. Las luces brillaron un poco más, la música parecía bailar con más alegría, y todo se volvió emocionante de repente.

Mis ojos se iluminaron al verla. Era como un personaje de cuento que había cobrado vida en medio de la pista de baile. Cada paso suyo era como un pequeño hechizo que llenaba el aire de misterio y emoción.

Mi corazón comenzó a latir muy rápido, sentí cosquilleos en la barriga, como si un ejército de mariposas juguetonas estuviera bailando dentro de mí. La emoción era tan grande que casi podía tocarla. No podía dejar de mirarla, solo quería acercarme a ella o que ella viniera hacia mí. 

De repente, se detuvo, giró su cabeza hacia mí y me lanzó una sonrisa. ¡Dios! Fue como prepararse para una gran aventura, el nerviosismo se apoderó de mí. 

La discoteca, antes solo un lugar lleno de música y luces, se convirtió en un escenario mágico donde cualquier cosa podía suceder. Cada segundo se volvió una página emocionante de un libro por descubrir, y yo era el lector ansioso de esa historia que estaba a punto de comenzar.

 Su cabello, suave como la seda, caía en ondas perfectas que enmarcaban un rostro donde los rasgos parecían dibujados con precisión. Los ojos, profundos y brillantes, eran como dos gemas que atraían la atención de todos los que se cruzaban en su mirada. Su sonrisa era como un imán, iluminando su rostro con una alineación perfecta de dientes blancos y labios que parecían esculpidos por la perfección. 

No dejaba de sonreírme y poco a poco se iba acercando hacia mi sitio. Sus curvas y movimientos iban atrapándome y yo creía estar viendo la perfección, un flechazo potente, un enamoramiento brutal. Irradiaba un carisma magnético. Era como si su presencia no solo llamara la atención por su belleza física, sino también por una energía que dejaba a todos encantados y con la boca abierta. 

Por fin llegó a mí, y cuando creía que iba a derretirme, se acercó muy lentamente a mi oído, pasó su mano por mi cuello  acariciándolo y cuando quiso abrazarme, un pestazo espeluznante a sobaco lo cambió todo....