Movilidad Bulgaria

Se suele decir que cuando las expectativas a propósito de algo, un libro, una película, un viaje… son elevadas, estas expectativas nunca se acaban cumpliendo y lo que nos queda después de la experiencia es la sensación de una gran decepción.
Hace ya cuatro años, en tiempos prepandémicos, nuestro instituto comenzó a colaborar como socio en un proyecto Erasmus coordinado por el Goethe Gymnasium de Burgas, Bulgaria, y que tendría como tema el pan. Se trataba de centrarnos en este producto tan básico y necesario en nuestras vidas y analizarlo desde muchos puntos de vista: historia, folklore, ingredientes, salud, producción, empresa… y descubrir a través del estudio de estos aspectos que el pan, con todas las diferencias y peculiaridades de cada país, es también un elemento que nos une. De repente descubrimos que la gran historia de nuestra Europa se podía contar hablando del pan.
Fascinante.
Siempre he sido una gran fan de nuestro continente y he sentido mucha curiosidad por conocerlo y entenderlo en toda su riqueza y variedad atendiendo a sus orígenes y siguiendo su recorrido a través de los siglos. Los programas Erasmus están hechos a mi medida, y, aunque con algunas dudas y reticencias en un principio porque un programa Erasmus supone un grandísimo trabajo y acabábamos de salir de otro proyecto, finalmente, me uní con otros compañeros a la aventura del pan. Cinco serían los países que íbamos a colaborar: Bulgaria, Lituania (que tristemente se dio de baja al poco tiempo), Portugal, Italia y España. E inmediatamente pensé: Bulgaria, ciudad de Burgas, Mar Negro… quiero ir allí. No voy a alargarme con todo el desarrollo del proyecto y todas sus dificultades y penalidades: comenzó en prepandemia, se detuvo en pandemia y se reanudó y clausuró en pospandemia: mascarillas, antígenos, PCR, vacunas, pasaporte vacunación… Que se llevase a término también es ejemplo de la constancia y tenacidad europea. Lo importante, y de lo que quiero hablar en esta reseña, es que, por fin en mayo nos fuimos a Burgas a clausurar el proyecto. Y esas expectativas tan altas y alimentadas durante tantos años estaban a punto de revelarse como acertadas o como una desilusión. Pero afortunadamente, y esto no es una frase hecha, el viaje superó con holgura las expectativas.
TODO FUE PERFECTO.
En primer lugar, las alumnas a las que acompañamos Candela y yo: Elsa, Carolina, Aitana, Serena, Coral, Marina, Angela y Lucía, trabajadoras, responsables, educadas, simpáticas,divertidas…las princesas de Burgas por una semana. Y, en segundo lugar, todo lo demás: el trayecto de ida con parada en Cracovia y la visita a esa maravillosa ciudad, donde fuimos aún más consciente del drama de las familias ucranianas, la llegada a Burgas por la noche, sin saber dónde estaría nuestro hotel y sobre todo muertas de hambre, problema que solucionamos en un, vamos a llamarlo 24 Horas, donde hicimos acopio de los productos más variopintos y nos enfrentamos por primera vez con el idioma (imposible) y con la moneda (todavía peor). El hotel tipo “colegio mayor femenino”, los desayunos… leeentos, muy lentos, casi todo “pay”, los profesores y los alumnos portugueses e italianos (querido Vito) que también se alojaban en el mismo hotel, el cariñoso recibimiento en el Gymnasium Goethe de Burgas, las primeras actividades haciendo pan en una Professional School que parecía sacada de una película de los años 50, la visita a la ciudad, llena de contrastes, con una arquitectura que se movía entre el socialismo más austero y los locales más modernos, y el mar….por fin el mar, el luminoso Mar Negro de mis amores, que no me decepcionó en absoluto y en el que me sumergí, salté y nadé apenas tuve ocasión de hacerlo ( por cierto, no está salado), el muelle maravilloso que se adentra en el mar, y los jardines, inmensos, y llenos de referencias a músicos, poetas, artistas búlgaros… En estos cinco días nos dio tiempo a todo: intensas sesiones de trabajo, donde los alumnos de todos los países compartieron sus videos y entrevistas y organizaron negocios relacionados con el pan con una creatividad que ya les gustaría a muchas empresas de marketing y publicidad, visita a las antiguas salinas de Pomorie, visita (pasada por agua) a Nessebar, Patrimonio de la Humanidad, donde aprendimos muchas cosas sobre la historia de los asentamientos del Mar Negro desde el neolítico, Tracia, Grecia, Roma, los otomanos… entendimos la iconografía ortodoxa y visitamos alguno de los mejores ejemplos del arte bizantino, pequeña excursión a las termas de Aquae Calidae, de romanas a los baños del sultán, visita al precioso pueblo marinero de Sozopol, donde de repente nos trasladamos a la azul y blanca Grecia…y disfrutamos de las cenas en el Happy, del shopping en Burgas, donde todo huele a rosas, de muchas risas, muchas ubicaciones y miles de fotos…Y por añadir un poco de aventura al viaje, nuestro regresó pasó por Luton, Londres, Brexit y “passport please”, carreras para enlazar con el último vuelo y después de siete mágicos días, Alicante de nuevo.
Todo lo que aprendimos, nos reímos y disfrutamos las 10 de Burgas no caben en estas líneas.
Ni deben hacerlo, porque “lo que pasa en Burgas…se queda en Burgas”.
Video de Begoña y.