¿Mira qué genial?
VAMOS A PENSAR
¡Oigan pues, muchachos y muchachas! Les voy a echar este cuento bien bacano pa’ que entiendan de dónde viene eso de ser antioqueño. Hace ratos, cuando todo esto era puro monte y montaña, aquí vivían los indígenas. Esos eran unos berracos, sabían sembrar, cazar y sobrevivir en medio de la selva. Gracias a ellos se empezó a cuidar esta tierrita que hoy llamamos Antioquia.
Luego aparecieron los españoles, que venían desde lejísimos, y empezaron a mezclar sus costumbres con las de los indígenas. De esa mezcla salimos nosotros: los paisas. Gente alegre, trabajadora, buena pa’ negociar y muy orgullosa de su tierra. Eso sí, siempre con el ñeque pa’ salir adelante.
Un personaje muy importante en esta historia fue el arriero, ese hombre montado en su mula que cargaba café, panela, flores y hasta las noticias de un pueblo pa’ otro. Dicen que gracias a ellos Antioquia se conectó y creció. Y ni hablar del café, parce: gracias a ese grano la región se llenó de fincas y pueblos, y de ahí pa’lante el antioqueño se hizo conocido en el mundo.
También tenemos la verraquera pa’ la música y el baile. Que si el bambuco, que si el pasillo, que si la trova, y ahora hasta el reguetón… todo lo bailamos con sabor y alegría. Y qué decir de las flores: esas bellezas que llevan los silleteros en la Feria de las Flores son puro orgullo paisa, porque nos muestran como gente creativa, alegre y llena de vida.
Así que vea, cuando celebramos el Día de la Antioqueñidad en el cole no es solo pa’ ponerse la ruana, el sombrero y la alpargata pa’ la foto. Es pa’ sentirnos orgullosos de lo que somos: gente echada pa’ lante, amable, negociante y con el corazón bien grande. Ser antioqueño es llevar en la sangre la alegría, la tradición y esa berraquera que nunca se acaba.
Gobernación de Antioquia. Historia de Antioquia. Disponible en: https://antioquia.gov.co
Museo de Antioquia. Cultura Paisa y tradición arriera. Disponible en: https://museodeantioquia.co
Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Memoria y patrimonio antioqueño. Disponible en: https://bibliotecapiloto.gov.co
El Poder del Crecimiento y la Resiliencia
En la etapa de la juventud, a menudo nos enfrentamos a desafíos, incertidumbres y la presión de encontrar nuestro lugar en el mundo. Es fácil caer en la trampa de pensar que nuestras habilidades o talentos son fijos e inamovibles. Sin embargo, un concepto clave para esta etapa de la vida es la mentalidad de crecimiento.
La mentalidad de crecimiento, un término popularizado por la psicóloga Carol Dweck, se basa en la idea de que nuestras capacidades y nuestra inteligencia pueden desarrollarse con esfuerzo, dedicación y aprendizaje continuo. A diferencia de una mentalidad fija, que cree que las habilidades son innatas, la mentalidad de crecimiento nos enseña que los fracasos no son un fin, sino una oportunidad para aprender y mejorar.
Adoptar esta perspectiva te permite:
Ver los errores como lecciones valiosas. Cada vez que cometes un error, no es una prueba de que no eres "suficientemente bueno", sino una señal de que necesitas probar un enfoque diferente.
Aceptar los desafíos con entusiasmo. En lugar de temer a lo desconocido, los desafíos se convierten en emocionantes oportunidades para expandir tus límites.
Valorar el esfuerzo sobre el talento puro. El esfuerzo que pones en algo es lo que realmente te hace crecer y dominar nuevas habilidades.
La resiliencia, la capacidad de recuperarse y adaptarse ante la adversidad, está estrechamente ligada a la mentalidad de crecimiento. La juventud es el momento ideal para cultivar ambas cualidades. Al hacerlo, te equipas con las herramientas necesarias para navegar por los altibajos de la vida, construir una autoestima sólida y alcanzar tu máximo potencial.
Referencia:
Dweck, C. S. (2006). Mindset: The New Psychology of Success. Random House. En este libro, la Dra. Dweck explica cómo nuestras creencias sobre nuestras habilidades pueden afectar nuestro éxito en casi todos los aspectos de la vida.
aporte de MARIANA ESTEFANY MEDINA QUESADA (biblioteca)
PDF LIBRO: https://pdfcoffee.com/mindset-la-nueva-psicologia-del-exito-3-pdf-free.html
El 7 de agosto contado como pasó…
¡pero sin enredos!
Hace más de 200 años, por allá en 1819, Colombia todavía no era libre. En ese tiempo, se llamaba Nueva Granada y estaba bajo el control de los españoles. Todo lo que se decidía venía desde Europa, y la gente de acá —campesinos, indígenas, criollos y trabajadores— estaba mamada de los abusos, los impuestos injustos y no tener derecho a opinar ni a soñar con un futuro mejor. Era como vivir en casa ajena, pero sin poder hacer nada.
Ahí fue cuando apareció un tipo firme, decidido y con mucha visión: Simón Bolívar, también conocido como “El Libertador”. Él tenía claro que eso no podía seguir así y se propuso liberar a estos pueblos del dominio español. Pero claro, no lo hizo solo. Se rodeó de gente berraca como Francisco de Paula Santander, José Antonio Anzoátegui, Pedro Fortoul, y muchísimos otros. Gente que dejó todo atrás para pelear por un sueño: la libertad.
El plan que se inventaron fue una locura: cruzar los Andes por el Páramo de Pisba, un lugar tan frío que los dedos se congelaban, llovía sin parar y apenas se podía respirar. Muchos soldados murieron en el camino por el frío y la falta de comida, pero los que aguantaron eran unos verdaderos guerreros. Cuando llegaron a Tunja, ya estaban listos para enfrentar al ejército realista, es decir, a los españoles.
El 7 de agosto, muy temprano, los patriotas se movieron hacia el Puente de Boyacá, un lugar estratégico cerca del río Teatinos. Los españoles, liderados por el coronel José María Barreiro, no se esperaban el ataque y estaban relajados, creyendo que todo estaba bajo control. ¡Error! Bolívar y sus tropas los sorprendieron con una estrategia bien pensada: Santander atacó por un lado, Anzoátegui por el otro, y así los rodearon.
En pocas horas, los españoles estaban vencidos. Barreiro fue capturado y la batalla se convirtió en la más importante de la independencia. No fue una guerra larga, pero sí decisiva. Después de eso, fue cuestión de tiempo para que el resto del país empezara a liberarse.
El 7 de agosto no es solo una fecha más. Es el día en que comenzó nuestra verdadera libertad. Gracias a esa batalla y al coraje de muchas personas, hoy podemos vivir en un país donde somos dueños de nuestras decisiones. Por eso se celebra el Día del Ejército Nacional, y es una fecha que nos debe llenar de orgullo, no solo por la historia, sino por el valor de no quedarse callado cuando algo no está bien.
Así que, la próxima vez que oigas hablar del Puente de Boyacá o de Simón Bolívar, recuerda que no son solo nombres de calles o colegios… ¡son parte de lo que nos dio identidad como colombianos!
Referencia:
Banco de la República. (s.f.). La Batalla de Boyacá. Recuperado de: https://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-3/la-batalla-de-boyaca
MALDITAS MATEMÁTICAS
CARLO FRABETTI
MIRA LAS MATEMÁTICAS DE UNA FORMA DIFERENTE
Las matemáticas no sirven para nada (fragmento)
Alicia estaba sentada en un banco del parque que había al lado de su casa, con un libro y un cuaderno en el regazo y un bolígrafo en la mano. Lucía un sol espléndido y los pájaros alegraban la mañana con sus trinos, pero la niña estaba de mal humor. Tenía que hacer los deberes.
-¡Malditas matemáticas! ¿Por qué tengo que perder el tiempo con estas ridiculas cuentas en vez de jugar o leer un buen libro de aventuras?
-se quejó en voz alta-. [Las matemáticas no sirven para nada!
Como si su exclamación hubiera sido un conjuro mágico, de detrás de unos matorrales que había junto al banco en el que estaba sentada salió un curioso personaje: era un individuo larguirucho, de rostro melancólico y vestido a la antigua; parecía recién salido de una ilustración de un viejo libro de Dickens que había en casa de la abuela, pensó Alicia.
-¿He oído bien,jovencita? ¿Acabas de decir que las matemáticas no sirven para nada? -preguntó entonces el hombre con expresión preocupada.
-Pues sí, eso he dicho. ¿Y tú quién eres? No serás uno de esos individuos que molestan a las niñas en los parques ...
-Depende de lo que se entienda por mo lestar. Si las matemáticas te disgustan tanto co• mo parecen indicar tus absurdas quejas, tal vez te moleste la presencia de un matemático,
-¿Eres un matemático? Más bien pareces uno de esos poetas que van por ahí deshojando margaritas.
-Es que también soy poeta.
-A ver, recítame un poema.
-Luego, tal vez. Cuando uno se encuentra con una niña testaruda que dice que las mate• máticas no sirven para nada, lo primero que tiene que hacer es sacarla de su error.
-¡Yo no soy una niña testaruda! -protestó Alicia-. ¡Y no voy a dejar que me hables de mates!
-Es una actitud absurda, teniendo en cuenta lo mucho que te interesan los números.
-¿A mí? ¡Qué risa! No me interesan ni un poquito así-replicó ella juntando las yemas del índice y el pulgar hasta casi tocarse-. No sé nada de mates, ni ganas.
-Te equivocas. Sabes más de lo que crees. Por ejemplo, ¿cuántos años tienes?
-Once.
-¿Y cuántos tenías el año pasado?
-Vaya pregunta más tonta: diez, evidente- mente.
-¿Lo ves? Sabes contar, y ése es el origen y la base de todas las matemáticas. Acabas de decir que no sirven para nada; pero ¿te has parado alguna vez a pensar cómo sería el mundo si no tuviéramos los números, si no pudiéramos contar?
-Sería más divertido, seguramente.
-Por ejemplo, tú no sabrías que tienes once años. Nadie lo sabría y, por lo tanto, en vez de estar tan tranquila ganduleando en el parque, a lo mejor te mandarían a trabajar como a una per• sona mayor.
-¡Yo no estoy ganduleando, estoy estudiando matemáticas!
-Ah, estupendo. Es bueno que las niñas de once años estudien matemáticas. Por cierto, ¿sabes cómo se escribe el número once?
-Pues claro; así -contestó Alicia, y escribió 11 en su cuaderno.
-Muy bien. ¿Y por qué esos dos unos juntos representan el número once?
-Pues porque sí. Siempre ha sido así.
-Nada de eso. Para los antiguos romanos, por ejemplo, dos unos juntos no representaban el
número once, sino el dos -replicó el hombre, y, tomando el bolígrafo de Alicia, escribió un gran II en el cuaderno.
-Es verdad-tuvo que admitir ella-. En casa de mi abuela hay un reloj del tiempo de los romanos y tiene un dos como ése.
-Y, bien mirado, parece lo más lógico, ¿no crees?
-¿Por qué?
-Si pones una manzana al lado de otra manzana, tienes dos manzanas, ¿no es cierto?
-Claro.
-Y si pones un uno al lado de otro uno, tienes dos unos, y dos veces uno es dos.
-Pues es verdad, nunca me había fijado en eso. ¿Por qué 11 significa once y no dos?
-¿Me estás haciendo una pregunta de matemáticas?
-Bueno, supongo que sí.
-Pues hace un momento has dicho que no querías que te hablara de matemáticas. Eres bastante caprichosa. Cambias constantemente de opinión.
-¡ Sólo he cambiado de opinión una vez!
-protestó Alicia-. Además, no quiero que me hables de matemáticas, sólo que me expliques lo del once.
-No puedo explicarte sólo lo del once, porque en matemáticas todas las cosas están
relacionadas entre sí, se desprenden unas de otras de forma lógica. Para explicarte por qué el número once se escribe como se escribe, tendría que contarte la historia de los números desde el pnncipio.
-¿Es muy larga?
-Me temo que sí.
-No me gustan las historias muy largas; cuando llegas al final, ya te has olvidado del pnncipio,
-Bueno, en vez de la historia de los números propiamente dicha, puedo contarte un cuento, que viene a ser lo mismo...
Tomado de https://colegiolamerced.edu.co/documents/Malditas_matematicas.pdf mismo...