Principios pedagógicos

Los primeros jesuitas fueron, por así decirlo, al "supermercado de la educación" para encontrar los mejores ingredientes y recetas para un enfoque educativo consistente con su experiencia espiritual. Aún más, sabían que una educación verdaderamente buena requiere renovación, innovación, reinterpretación y reinvención continuas; y que, si realmente quieren brindar una educación de calidad, deben estar atentos a los contextos siempre cambiantes y abiertos a nuevos desarrollos. (Go y Atienza, 2020)

Resumimos a continuación un listado de principios u opciones, que acercan el planteamiento pedagógico ignaciano general al contexto particular de nuestra escuela y de nuestro tiempo, a la luz del proceso comunitario de reflexión y reorientación que ha supuesto Escuelas 2030. 

Los principios propuestos, pretenden ser un paso intermedio, que interpretamos desde una mirada amplia y global hacia nuestra escuela, un centro integrado y diverso como el nuestro. Trata de proporcionar y criterios para escoger los mejores ingredientes del “supermercado de la educación actual” que sirvan a los fines del proyecto educativo.


Claustro general de septiembre de 2023

Formar hombres y mujeres para los demás, responsables de sí mismos y del mundo que les rodea y comprometidos en la tarea de su transformación hacia una sociedad fraterna y justa. (Carácter propio de los centros SJ, 1996).

Tratamos de conectar, con la mayor frecuencia posible, las vivencias y el contexto de las y los estudiantes con el aprendizaje, para evitar que los conocimientos queden encapsulados y excluidos de lo que ocurre en el mundo, para que la educación cobre sentido, relacione a los estudiantes con su entorno y les sirva para entenderlo.

La apertura no termina en conocer únicamente (por medio de la experiencia) lo que está ocurriendo ahí fuera. El compromiso por la justicia y la ciudadanía global, junto con la dimensión de la acción del PPI, nos invitan a tomar opciones y abrir nuestras clases a la colaboración y al trabajo en red con otros agentes o instituciones del entorno local y global. Este acercamiento a la realidad social enriquece y aporta sentido al aprendizaje, facilita la inserción cultural y promueve la participación de nuestro alumnado en la transformación social.

Este principio se relaciona con los objetivos del plan Escuelas 2030 de las L3. Apertura y comunicación con el entorno local y global y L5. Modelo pedagógico.

El aprendizaje servicio y el design for change son metodologías que nos pueden ayudar a proporcionar un marco metodológico para la transformación social.

Así, el plan de estudios está centrado en la persona más que en la materia que hay que desarrollar. Cada alumno puede desarrollar y realizar los objetivos a un ritmo acomodado a su capacidad individual y a las características de su propia personalidad  (Características de la Educación nº42).

La educación cobra sentido, cuando, además de aprender, nos sentimos cuidados, respetados y considerados, cuando hay tiempos y espacios para desarrollar nuestros talentos y la creativida.. Una escuela en la que “cada uno de nosotros encuentre el reto, el ánimo y la ayuda que necesitamos para lograr al máximo nuestras potencialidades individuales; donde nos ayudemos unos a otros y trabajemos juntos con entusiasmo y generosidad, esforzándonos en visibilizar concretamente en palabras y obras, los ideales que defendemos para nuestros alumnos y para nosotros mismos” (CONEDSI, 1993). 

Reconocemos la importancia de formar grupos heterogéneos y aulas diversas y ricas en diferencias. Ponemos en valor y consideramos las aportaciones culturales del alumnado.

La personalización y la adaptación a la persona nos remiten al modelo de escuela inclusiva en la que se pretende potenciar las virtudes, talentos y fortalezas de todas las personas a partir de sus capacidades.

 Al inicio de cada unidad, y sesión, dedicamos un tiempo a detectar y activar los conocimientos previos del alumnado. Esto nos permite conocer los puntos de partida, errores previos o confusiones, pero también escuchar el estado de ánimo o su predisposición ante la propuesta. De esta forma podremos adaptar los objetivos al contexto del aula y fomentaremos la implicación del alumnado.

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L1. Desarrollo de personas: formación contextualizada y vinculada al trabajo en equipo, L5. Modelo pedagógico y L7. Una escuela abierta y segura para todas las personas.

La prelección ignaciana, los grupos interactivos, las tertulias dialógicas, itinerarios personalizados, actividades de enriquecimiento, el diseño universal para el aprendizaje (DUA) junto con metodologías activas que faciliten la inclusión, pueden ayudar en la personalización del aprendizaje. Medidas organizativas como la codocencia, la organización en ámbitos u otros programas pueden favorecerla y potenciarla.

“Para responder a la llamada expresada en las preferencias apostólicas universales, necesitamos esforzarnos más que nunca en la profundidad intelectual que nuestro carisma fundacional y tradición exigen y que acompaña la necesaria profundidad espiritual. La Compañía está comprometida en el apostolado intelectual porque la profundidad intelectual caracteriza todas las formas de apostolado de la Compañía de Jesús. Queremos seguir sirviendo a la Iglesia con el apostolado intelectual, a saber, expresando la fe con consistencia intelectual… Sin esta condición, la contribución de la Compañía de Jesús a la misión de la Iglesia no responde a la exigencia del magis ignaciano.” (Preferencia Apostólicas de la Compañía de Jesús, 2019)

La profundidad intelectual ha sido y debe continuar siendo una característica importante de nuestra educación. Significa preparar para el pensamiento crítico, la reflexión profunda, la escucha con atención, y el análisis cuidadoso. Debe llevarnos a la formación de personas de discernimiento que no se contenten con respuestas fáciles y rápidas.

La capacidad y el ansia de seguirse formando que sepamos infundirles, vale más quizás que la formación que les demos. Aprender es importante, pero mucho más importante es aprender a aprender y desear seguir aprendiendo. (P. Arrupe, 1980. Nuestros colegios: hoy y mañana)

Por medio de los procesos de reflexión, el alumnado no solamente alcanza el nivel cultural y científico, integrando significativamente lo aprendido en su estructura cognitiva, sino que es capaz de lograr una reflexión más profunda, al considerar el significado e importancia humana de lo que está estudiando. La reflexión personal pone el foco en las implicaciones de lo que se ha aprendido para la vida personal

Nos interesamos más por la intensidad que por la extensión de los estudios. Es tarea docente discernir aquello que es fundamental para concentrar nuestros esfuerzos y así evitar la dispersión. Non multa, sed multum.

Es el alumnado el que tiene que reflexionar. El profesorado diseñamos las clases para proporcionar a los alumnos la oportunidad, el apoyo y el estímulo para participar en la reflexión.

Este principio se relaciona con las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico. 

Las actividades de lectura, la escritura de reflexiones personales y metacognitivas, las rutinas de pensamiento, los debates y dilemas, la investigación o indagación o los diálogos sobre situaciones complejas, con diferentes puntos de vista, interdisciplinares y vinculados con el entorno… son buenas forma de ofrecer oportunidades para la reflexión y la profundidad.

“No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el sentir y gustar de las cosas internamente” (Ejercicios espirituales. Ignacio de Loyola).

En el aprendizaje, la dimensión afectiva del ser humano ha de quedar tan implicada como la cognitiva, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a una persona a la acción. La pedagogía ignaciana surge de la fe cristiana y propone mantener un equilibrio entre el conocimiento científico y el desarrollo de la interioridad humana por medio del crecimiento ético y espiritual, desde una visión positiva del mundo.

La imaginación, los sentimientos, la voluntad, el entendimiento, desempeñan un papel central en el enfoque ignaciano. Creamos las condiciones para favorecer el crecimiento del mundo interior, para que el corazón se ensanche, para que los ojos se abran, para que vivamos desde más adentro, para ir más a fondo, para gustar y saborear más la vida, para ser más persona, para abrirnos a los demás.

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico y L2. Escuela evangelizadora desde la espiritualidad ignaciana.

Los momentos de silencio, diarios de aprendizaje, cuadernos de vida, actividades de metacognición, rutinas de pensamiento, la contemplación, el “role playing”, la pausa y examen ignaciano pueden ayudar al crecimiento de la interioridad.

«El amor se debe poner más en las obras que en las palabras» (Ejercicios espirituales. Ignacio de Loyola).

La acción, de hecho, es el objetivo final de la reflexión. Sin su expresión en la acción, la reflexión sería «un proceso truncado» (Pedagogía ignaciana, 1993, n. 62).

«[El Paradigma Pedagógico Ignaciano] trata de motivar [a los estudiantes] implicándolos como participantes activos y críticos en el proceso de enseñanza. Apuesta por un aprendizaje más personal, que permite relacionar más estrechamente las experiencias de alumnos y profesores. Invita a integrar las experiencias educativas que tienen lugar en la clase con las de casa, el trabajo, los compañeros, etc.» (Pedagogía ignaciana nº 79).

Entrenamos para la acción creativa, ofreciendo al alumnado oportunidades para aplicar lo que han aprendido y recibir retroalimentación útil para mejorar su trabajo. Planificamos y reservamos tiempo suficiente para aplicar lo aprendido y transferir el aprendizaje.

En la pedagogía ignaciana, la acción se refiere a la aplicación a largo plazo en el mundo real de lo que uno ha aprendido. Para asegurar que el aprendizaje de nuestros alumnos esté orientado a la acción, y no solo a superar pruebas, el profesorado formulamos objetivos de acción y diseñamos las evaluaciones que sean apropiadas para ello.

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico y L4. Educación para la Ciudadanía global.

Las metodologías activas ofrecen buenas oportunidades para entrenar la toma de decisiones y para expresar la reflexión en forma de acción. Las tareas auténticas o competenciales, la elaboración de productos creativos, el diseño y ensayo de soluciones a retos y problemas en forma de proyectos, pueden ayudarnos a orientar los objetivos de aprendizaje a la acción. 

El uso de la tecnología digital en el aula permitirá elaborar productos digitales más complejos y auténticos.

La meta de la educación de la Compañía requiere «una total y profunda formación de la persona humana, un proceso educativo de formación que intenta la excelencia; un esfuerzo de superación para desarrollar las propias potencialidades, que integra lo intelectual, lo académico y todo lo demás (…). Lo que se necesita es un marco en el que buscar la manera de abordar los problemas y valores de la vida, y profesores capaces y dispuestos a guiar esa búsqueda»  (Pedagogía ignaciana, nº 14).

Orientamos nuestro proyecto y las propuestas pedagógicas hacia altos niveles de excelencia académica y humana. Mantenemos altas expectativas en el aprendizaje y tratamos de ofrecer oportunidades numerosas y de calidad para lograr que cada estudiante logre obtener el mejor de los resultados posible, dentro del marco de una comunidad educativa que aprende y progresa.

Respetando la libertad de cada alumno y alumna, tratamos de animar la toma de decisiones y el compromiso por dar la mejor de las respuestas, el «magis», el mayor servicio a Dios, la humanidad y la creación.

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico y L1. Desarrollo de personas: formación contextualizada y vinculada al trabajo en equipo.

Aunque la escuela jesuítica valora el estímulo de los ejercicios de competición, pide a sus estudiantes que se distingan por su capacidad de trabajar unidos, que sean sensibles unos a otros y se comprometan al servicio de los demás, expresado en la ayuda mutua. "Ese deseo de testimonio cristiano … no se desarrolla con la emulación académica y la superioridad de cualidades personales, respecto a los demás, sino con el aprendizaje de la disponibilidad y la servicialidad. (Características de la Educación de la Cª de Jesús, 1986)

La interacción, el trabajo en equipo y el diálogo nos acerca a una educación más integral de la persona. El éxito ya no es únicamente académico e individual, sino también social y emocional. Concebimos las aulas y la propia escuela como una comunidad de aprendizaje que pone gran énfasis en las relaciones interpersonales y en la cooperación con los demás.

El desarrollo del pensamiento crítico, una de las habilidades clave del S.XXI que se desarrolla por medio de la argumentación y el razonamiento, se desarrolla gracias a los entornos interactivos de aprendizaje.

Además del personal y el alumnado, nos mostramos abiertos a la participación de las familias, personal jubilado, estudiantes en prácticas, amigos y amigas de la escuela, o cualquier persona que de forma libre y voluntaria desee participar activamente en el proyecto.

Potenciamos las actividades que relacionan alumnado de diferentes aulas, cursos o etapas. Las relaciones entre diferentes promociones de alumnado pueden facilitar la experiencia de servir y ayudar a otros, así como fortalecer la comunidad educativa y la identidad de la escuela..  

Promovemos la interacción y la relación en las aulas, y fuera de ellas, con personas de entidades sociales, empresas, universidades y otros centros educativos, que enriquezcan y completen los objetivos de aprendizaje alineados con las finalidades de nuestro proyecto educativo.

Las interacciones entre personas que comparten unas finalidades comunes, orientadas al bien común, es semilla de relaciones de amistad y de formación de comunidades educativas más unidas. 

La organización del profesorado, constituyendo equipos educativos, permite integrar la colaboración con otros como forma esencial de impulsar el proyecto, y favorece una respuesta conjunta y coherente a las necesidades del alumnado.  

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico, L1. Desarrollo de personas: formación contextualizada y vinculada al trabajo en equipo, L4. Educación para la Ciudadanía global; y  L7. Una escuela abierta y segura para todas las personas.

El aprendizaje cooperativo y colaborativo, la concepción dialógica del aprendizaje, los grupos interactivos, los debates y dilemas, el voluntariado o la codocencia son modelos y estrategias que ayudan a aprender con los demás.

La relación personal entre estudiante y profesor favorece el crecimiento en el uso responsable de la libertad. Los profesores y los directivos, jesuitas y seglares, son más que meros guías académicos. Están implicados en la vida de los estudiantes y toman un interés personal por el desarrollo intelectual, afectivo, moral y espiritual de cada uno de ellos, ayudándoles a desplegar un sentido de la propia dignidad y a llegar a ser personas responsables en la comunidad. Respetando la intimidad de los alumnos, están dispuestos a escuchar sus preguntas y preocupaciones sobre el significado de la vida, a compartir sus alegrías y sus tristezas, a ayudarles en su crecimiento personal y en sus relaciones interpersonales. (Características de la Educación de la Cª de Jesús, n.º 43)

Todo el profesorado, no solo los tutores, acompañamos el proceso de aprendizaje y desarrollo del alumnado.  Esta relación profesorado-alumnado se caracteriza por la empatía, que surge de un interés genuino por ellas y ellos, de la consideración de su contexto y de la voluntad de ayudarlos.

Sin embargo, un exceso de empatía puede interferir en el aprendizaje. No es sano que los alumnos se vuelvan demasiado dependientes de sus profesores. Por eso, tan importante como la empatía es el empoderamiento: los profesores empoderan a sus alumnos diseñando experiencias de aprendizaje que animen a los estudiantes a guiarse solos y a depender de sí mismos (Aprender por refracción, Johnny Go & Rita Atienza, 2020). 

Nuestro centro es una comunidad abierta, en la cual se desarrollan relaciones auténticas y de amistad. Las relaciones de confianza y amistad son condiciones de gran valor para fomentar un auténtico crecimiento personal en el aprendizaje.

Las relaciones personales con el alumnado nos ayudan a estar abiertos al cambio y a aprender de nuestro alumnado. Esta cercanía nos ayuda a escuchar sus necesidades y  comprender las presiones culturales y sociales que afectan a la infancia y la juventud de hoy. 

Mostramos en las relaciones interés genuino por la persona, su contexto y su familia, sin olvidar la importancia del primer paso: conocer los nombres de cada uno de ellos tan pronto sea posible.

Mostramos preferencia por el alumnado con mayores dificultades o con NESE, al que dedicamos un tiempo mayor. Acordamos y coordinamos en el equipo las medidas de apoyo para su inclusión, con el apoyo de especialistas, cuando sea posible.

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030:  L5. Modelo pedagógico, L1. Desarrollo de personas: formación contextualizada y vinculada al trabajo en equipo, y L4. Educación para la Ciudadanía global.

La relación y la cercanía profesorado-alumnado, tan importante en la pedagogía ignaciana, se desarrollan por medio de entrevistas o conversaciones personales con el alumnado, la reconducción de los errores en privado, el reconocimiento de las fortalezas y la corrección de los errores sin resquemor. Aunque las relaciones ocurren de forma completamente integrada en el día a día y en las clases, nos basamos en las evidencias del aprendizaje y las autoevaluaciones del propio alumnado como fuente de información para el acompañamiento.

[La evaluación] puede ser un momento privilegiado tanto para que el profesor felicite y anime al alumno por el esfuerzo hecho, como para estimular una reflexión ulterior a la luz de los puntos negros o lagunas detectados por el propio alumno. El profesor puede motivarle a realizar las oportunas reconsideraciones, haciendo preguntas interesantes, presentando nuevas perspectivas, aportando la información necesaria y sugiriendo modos de ver las cosas desde otros puntos de vista.  (Pedagogía ignaciana, n.º 66)

Ponemos la evaluación, por encima de todo, al servicio de quien aprende, y tratamos de convertirla, a su vez, en fuente de aprendizaje. La evaluación, por tanto, no es una mera acumulación de evidencias, sino que debe ayudar al alumnado a superar los obstáculos en un tiempo cercano al momento en que se detectan. La evaluación durante el proceso es la más importante para mejorar los resultados del aprendizaje. 

Damos importancia a que el propio alumnado sea capaz de detectar sus dificultades, comprenderlas y autorregularlas.

La evaluación final, además de su función normalmente calificadora, también tiene una función formativo-reguladora. Se orienta a ayudar al alumnado a reconocer qué ha aprendido y a tomar conciencia de las diferencias entre el punto de partida y el final.

La evaluación constituye un proceso sistemático y constante a lo largo del aprendizaje, que es preciso planificar adecuadamente.

Además de la tradicional evaluación de conocimientos específicos, diseñamos actividades de evaluación que exigen cometidos más complejos. Planteamos problemas “auténticos” que reflejan situaciones del mundo real, con información incompleta o incluso contradictoria; para que hagan uso de su comprensión y tomen decisiones creativas acerca de los conocimientos y capacidades necesarios para resolverlos. Para que el aprendizaje esté realmente orientado a la acción, hemos de pedir a nuestro alumnado que usen los contenidos que han aprendido en contexto.

Al terminar los ciclos de aprendizaje (unidades, trimestres, cursos…), valoramos con el alumnado si se han alcanzado los objetivos de aprendizaje satisfactoriamente para decidir si la programación necesita ser modificada para mejorar los resultados.

La evaluación del aprendizaje es importante y debe basarse en datos. Nos referimos a los resultados de las pruebas, pero, con igual importancia, a evaluaciones de los procesos de enseñanza-aprendizaje y a las valoraciones del alumnado, familias, equipo educativo y otros agentes que hayan podido participar. 

El diseño de actividades de evaluación vinculada a los criterios de evaluación y la transparencia en los instrumentos de evaluación empleados, ofrecen claridad y orientan al alumnado a dirigir sus esfuerzos hacia la consecución de los mejores resultados. 

Este principio se relaciona con los objetivos de las líneas del plan Escuelas 2030: L1. Desarrollo de personas: formación contextualizada y vinculada al trabajo en equipo, y L5. Modelo pedagógico.

Junto con las actividades ordinarias de evaluación, el examen o pausa ignaciana, los diarios de aprendizaje, portfolios, actividades de metacognición o autoevaluación, los “tickets de salida”, las reflexiones orientadas con preguntas  y formularios de evaluación son prácticas que pueden facilitar la evaluación integral

Prácticas de aula relacionadas con los principios pedagógicos