La educación jesuita hoy

La educación en un Centro Educativo está inmersa en la evolución del mundo, la sociedad y la cultura. Esto significa que tenemos que comprometernos a una continua adaptación. El considerarnos a nosotros mismos ajenos a la historia, equivale a declararnos muertos (...). Tener el valor de ser innovadores implica que no podemos permanecer fijos en la alabanza de los logros del pasado. Todo cambio debe ser el resultado de una investigación cuidadosa asumiendo el riesgo que el cambio implica.

(P. Kolvenbach, 1986)

Introducción

La educación jesuita se readapta desde hace casi 500 años gracias a su intención de servir a la sociedad, formando generaciones de jóvenes de la mejor forma posible desde la fe, el humanismo y la ciencia. Busca ayudar al crecimiento integral de las personas y las sociedades, en contextos cambiantes, lo que ha favorecido una continua reflexión, riqueza y actualización de su tradición educativa.

La pedagogía ignaciana, basada en la experiencia personal de Ignacio de Loyola y sus Ejercicios Espirituales, pretende ayudar a las nuevas generaciones a construir un mundo más justo, más humano y respetuoso con el entorno. Propone mantener el equilibrio entre el conocimiento científico y el desarrollo de la interioridad humana por medio del crecimiento ético y espiritual. Busca darle sentido al aprendizaje y sus métodos desde la perspectiva de ayudar a que sus educandos construyan libremente su propio proyecto de vida. Les propone ordenar su vida al servicio de los demás, en especial a los excluidos de las sociedades. “Hombres y mujeres que en todo amar y servir, aporten a la construcción de un mundo reconciliado, sin violencias y con un sentido de trascendencia.” (Mesa, 2018, prólogo de Sosa A.).

La Compañía de Jesús cuenta con una larga trayectoria educativa, que se inicia prácticamente en sus orígenes. Solo 10 años después de la fundación de la orden, en 1550, Ignacio de Loyola y sus compañeros, decidieron dedicar parte de sus esfuerzos a la educación de la juventud. Cabe recordar que todo el grupo que decidió permanecer unido “en compañía”, eran titulados universitarios y habían aprendido los métodos pedagógicos de la Universidad de París, lo que  hacía de ellos unos maestros excelentes (O'Malley, 2014).

Los colegios de la Compañía se caracterizan desde entonces por una propuesta sistemática. Se pretende que la formación sea rigurosa, estructurada y se fundamente el aprendizaje de forma ordenada, de manera que se empieza por lo básico y se avanza según los aprendices van alcanzando los objetivos.

Ya en las Constituciones de la Compañía de Jesús de 1558, se pueden observar sus principales rasgos, de los que destacaremos una pedagogía según acomodara a los lugares, tiempos y personas (Co nº455), en una intuición psicológica adelantada a su tiempo, que hoy nos remite a la educación personalizada, un enfoque educativo adaptado a las necesidades y características de los educandos, que pretende, dentro de un contexto de grupo, promover que los estudiantes progresen al máximo en sus aprendizajes, manteniendo sobre ellos altas expectativas.

La pedagogía jesuita pone el foco en la formación integral de la persona, coloca al alumnado en el centro de la acción educativa y trata de potenciar sus virtudes. Para lograrlo, da una gran importancia a la relación educativa, aquella que exige al maestro conocer a la persona que tiene delante, un rasgo que nos proporciona una idea clara de la importancia del acompañamiento y la cercanía que en aquellos tiempos estaba proponiendo Ignacio para sus colegios. Casi 500 años después, podemos encontrar en estas afirmaciones unos principios de una educación inclusiva que valora al estudiante como persona y trata de potenciar sus talentos y sus individualidades. Para Ignacio de Loyola, los educadores no solo deben conocer su materia y poseer el arte de enseñar, además deben estar atentos a que los educandos obtengan los mejores resultados.

Los primeros jesuitas estaban convencidos de que la educación de los jóvenes era importantísima para transformar las sociedades. Consideraban que eran un instrumento potente para el bien común, la ayuda espiritual y la evangelización. Ya desde el principio, la educación de la juventud se concibe como un medio para la formación integral. En 1549, Ignacio de Loyola se refería a esta transformación personal en una de sus cartas enviadas a los jesuitas destinados en Alemania con la frase “De modo que los discípulos vuelvan de las lecciones a sus casas no solo doctos, sino mejores”.

Pedro Arrupe SJ, general de la Compañía de Jesús de 1965 hasta 1983, más de 400 años después de la fundación de los primeros colegios jesuitas, fue uno de los grandes impulsores de la actualización de la misión educativa a finales del siglo XX. Desde entonces, se ha realizado un intenso trabajo de actualización y renovación de la educación jesuita, reorientando de nuevo su proyecto educativo hacia la transformación personal y social, en aras de un mundo más justo y fraterno. En el carácter propio podemos leer “Formar hombres y mujeres para los demás, responsables de sí mismos y del mundo que les rodea y comprometidos en la tarea de su transformación hacia una sociedad fraterna y justa” (CONEDSI, 1996).

Podemos percibir esta sintonía con la transformación de las personas, antes y ahora, de un modelo de excelencia que va mucho más allá de lo estrictamente académico y considera la formación como un camino hacia la excelencia humana. El proyecto de educación jesuita huye de una concepción puramente técnica o cortoplacista de la educación, y enraíza sus métodos pedagógicos en los fines que pretende.

El marco contemporáneo de la educación jesuita 

Como una manera de contribuir a clarificar nuestra propuesta integral educativa, el Secretariado Internacional de Educación de la Compañía de Jesús, en colaboración con Educate Magis ha creado una infografía que presenta de una manera pedagógica una visión integradora de todos los elementos presentes en los documentos mencionados anteriormente:

Cada documento tiene su propio propósito, pero juntos presentan una respuesta integral a la misión de la Compañía de Jesús tal y como ha sido definida por la CG36: Una misión de reconciliación y justicia con Dios, con la humanidad y con la creación.

Cada elemento interpela a los demás; cada uno se encuentra en una relación dinámica que completa y enriquece a los otros. Por separado, por muy importantes que sean, no pueden comunicar la complejidad y la profundidad de la educación de la Compañía de Jesús. En conjunto, capturan la visión contemporánea de la educación holística ofrecida por las escuelas jesuitas.

Documentos fundantes de la educación de la Compañía de Jesús

Características de la Educación Jesuita (1986) 

Como resultado de un proceso de discernimiento y como una respuesta a una necesidad real, la Comisión Internacional del Apostolado de la Educación Jesuita (ICAJE), publicó las Características de la Educación Jesuita en 1986. Resaltando 28 características que ofrecen una visión y una propuesta de sentido comunes a las escuelas Jesuitas en el logro de su misión. 

Pedagogía Ignaciana: un planteamiento práctico (1993)

El Paradigma Pedagógico Ignaciano es el estilo de enseñanza-aprendizaje inspirado en los Ejercicios Espirituales. El PPI es un proceso que combina cinco dimensiones interrelacionadas: contexto, experiencia, reflexión, acción y evaluación. Cada elemento está inspirado en los Ejercicios Espirituales. Así como los Ejercicios buscan brindar a la persona la experiencia de Jesucristo, el PPI busca acompañar al estudiante en el aprendizaje que promueve el compromiso con la construcción de una mejor persona y un mejor mundo. 

Excelencia Humana (2015) 

El Padre Adolfo Nicolás describe el camino hacia la Excelencia Humana a través de la formación de personas con conciencia ética, que viven la compasión, que adquieren competencia y que se comprometen con la justicia. Es desde el entendimiento de la excelencia humana del Padre Nicolás que se inspira el documento: Excelencia Humana y educación Jesuita (2015). 

Preferencias Apostólicas Universales (2019) 

1. Mostrar el camino hacia Dios mediante los Ejercicios Espirituales y el discernimiento. 2. Caminar junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en una misión de reconciliación y justicia. 3. Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador. 4. Colaborar en el cuidado de la Casa Común.

Una tradición viva en el siglo XXI (2019)

Este documento proporciona 10 identificadores clave de los colegios jesuitas. Quieren ser otro elemento importante para ayudar a reflexionar sobre lo que hace hoy jesuita a un colegio jesuita, mientras afrontamos el desafío de mantener nuestra identidad al servicio de nuestra misión de reconciliación y justicia, central para lo que hacemos y somos.