Ismael Castro “El Tigre” – San Martin de los Llanos, Meta

Don Ismael es uno de los personajes más reconocidos de San Martín, es descendente de tres familias más antiguas del pueblo como lo son los Castro, los Rey y los Enciso: es nieto de la señora Leonor Rey, nieto de la señora Leonilde Enciso, nieto del señor Alejandro Guevara y del Señor Ismael Castro López, considerados todos personas tradicionales de San Martín. 

Desde pequeño le gustó el campo y la vida en la sabana, sus tías y abuelo fueron quienes iniciaron su interés en la cocina desde los 7 años, se metía en cocina cuando sus tíos estaban cocinando para ayudarlos y pasarles a la mano las cosas que necesitaran. Recuerda que desde niño su abuelo le enseñó el manejo de la carne, el día que mataban una res le decía que deshuesara partes de la res, después la arreglaban la carne con sal y un poquito de cebolla y le hacía los huecos al cuero para que su abuelo apretara el amarre. Según su abuelo, se le dice carne a la perra porque es la perrada ue hace la persona que asa la carne: se sacaba un pedazo de carne, se deshuesaba y sazonaba, cocía el cuero y como sabía dónde se iba asar la carne hacia un hueco debajo de donde iban los chuzos y la enterraba, después encima de donde había hecho el hueco prendía la hoguera para asar la otra. La perrada estaba cuando se terminaba la carne de chuzo y la gente quería más entonces el asador los mandaba a escarbar para sacar la carne a la perra. Aprendió a hacer los tungos con su mamá, quien le pedía traer las hojas para envolverlos. Hace 10 años que se dedica al comercio de carne asada y tiene un restaurante en San Martín. 

Maria Gamez “La Veguera”

Maria Gamez “La Veguera” – Villavicencio, Meta

María Gámez, cariñosamente conocida como 'La Veguera', es originaria de Tauramena, Casanare. Sin embargo, debido a La Violencia, se vio obligada a desplazarse a Villavicencio, ciudad que ahora considera su verdadero hogar. Creció en un hato, donde observaba a su madre cocinando para los vaqueros que regresaban tras largas jornadas de arreo de ganado. Fue allí donde aprendió los secretos de los fogones criollos-sabaneros. Estas experiencias han dejado una huella imborrable en su cocina, otorgándole un sabor único y distintivo a sus preparaciones.

Anadelia Cruz

Anadelia Cruz – Lejanías, Meta.

Anadelia es una sanmartinera de ancestro boyacense. Sus padres llegaron al Llano huyendo del conflicto. Por curioso que parezca, la vena culinaria no la heredó de su madre, una señora recia quien prefería trabajar en el campo antes que atizar los fogones en la ranchería. La heredó de su padre, quien a causa de un accidente terminó por dedicar su tiempo a las labores del hogar. Desde la edad de 6 años aprendió el oficio de la cocina con su madrina, la señora Julia «La Butaca», a quien le apodaban de esa manera por su figura robusta y baja estatura. Julia era la dueña de 2 prósperos restaurantes de San Martín de los Llanos, llamados La Butaca 1 y 2, respectivamente. Ella fue su verdadera mentora. Anadelia picó cebolla y maceró la carne de los chorizos hasta sus 9 años de edad, momento en el cual doña Julia decidió darle nuevas responsabilidades y hacer de ella una líder de cocina.

Aprendió todo lo concerniente a los cortes y preparaciones del cerdo como: rellena, tamales y lechona. A los 13 años ya administraba uno de los restaurantes en San Martín. Tras cansarse del fuerte trabajo en La Butaca, buscó trabajo como empleada doméstica, donde aprendió a cocinar platos de otro tipo, como tortas y postres. A los 17 años se fue a vivir con su familia de Guamal. De esta etapa de su vida recuerda las reuniones familiares, que no eran menores a 140 personas, y para las cuales se debían preparar platos de gran factura, que permitieran sol- ventar con facilidad la alimentación para el gran número de comensales como: sancochos, lechona, carne asada o tamales, que constituían las preparaciones más comunes. En estas reuniones aprendió de sus fa- miliares un poco sobre el emplatado y la estética al momento de servir.

Con una familia conformada, Anadelia llegó a Lejanías en el 2002 por causas fortuitas del destino. Por cuestiones personales decidieron irse de Guamal. Salieron en la madrugada con las maletas listas y dispuestos a tomar el primer bus intermunicipal que pasara, sin importar qué destino tuviera. Resultó que el último destino de ese transporte fue Lejanías. Y así fue como terminaron llegando al municipio en donde residen desde entonces.

En el 2005 compraron su actual finca. Un terreno pequeño que en principio pareció un negocio poco viable. Sin embargo, con una organización 

Helena Ramos

Helena Ramos - restrepo, meta

Llego con sus padres de Cundinamarca a la vereda Caney Alto. Pero debido al conflicto armado, tuvieron que abandonar su hogar y moverse continuamente, ocupando fincas abandonadas o pagando alquiler. A decir verdad, no tiene recuerdos de haber conocido a su madre.

Cuando tenía 5 años, llegó a Caney Medio, donde vivió con algunos parientes cercanos. Allí creció y estudió. Pero, al igual que muchas otras áreas, Caney Medio también fue afectado por el conflicto armado. Años después, junto a su compañero, Manuel Neira, decidió mudarse a una zona más céntrica de Restrepo. Eligió el barrio Los Libertadores, donde comenzó a construir su propia casa.

Aprendió a cocinar con sus abuelos cuando era muy pequeña. Recuerda que a los 8 años ya estaba destapando ollas, revolviendo sopas y aprendiendo los secretos de la cocina tradicional de Restrepo. Su abuela preparaba sancocho todos los domingos, y siempre la ayudaba. Aprendió mucho en ese tiempo, cortando, revolviendo, probando y sirviendo la comida. Hoy en día, echa de menos los momentos que compartía con la abuela, cocinando y escuchando sus historias familiares.

Con el tiempo, se convertió en una experta en preparar un buen hervido. Después de muchos años, tomó la decisión de vender sus platos. Desde entonces, cada fin de semana, los residentes de Restrepo vienen a su casa en busca del sabor tradicional que caracteriza sus preparaciones. También la contratan para cocinar en eventos y fiestas. Según sus clientes, prepara uno de los mejores sancochos de la región, y eso la llena de orgullo

María Aleida Londoño

María Aleida Londoño, Fuentedeoro- Meta.

Sus padres son vallecaucanos y tuvieron nueve hijos, quienes, por cuestiones de la triste época conocida como la violencia, en 1956, se desplazaron desde Cartago, Valle, hasta la Orinoquía. María Aleida Londoño nació en San Juan de Arama y llegó a Fuentedeoro hace 30 años. Desde entonces se radicó en el municipio.

Aleida se crio en el municipio de Puerto Rico, Meta, en donde aprendió todo acerca de los trabajos de Llano; arrear, ordeñar y cantarle al ganado. Las faenas de la vaquería las alternó con la cocina criolla de sabana, mezcla donde se unen los alimentos que da el territorio, con la inventiva de los llaneros. Doña Aleida dedicó una parte importante de su vida a la cocina en el fundo y ejercía la labor encomendada a la guisa, nombre que recibía la persona encargada de cocinar durante las jor- nadas de los trabajos de Llano. Desde esa época, doña Aleida aprendió a preparar una amplia variedad de animales propios de la región, como eran: cerdos salvajes, chigüiros, venados, tortugas y peces.

La Española, fue el último fundo donde trabajó doña Aleida. Impulsada por la pasión que le despertaba la cocina, decidió buscar nuevos rumbos. Es así como llegó a trabajar en el internado del municipio y de la mano de un sacerdote francés, doña Aleida se convirtió en jefe de cocina. Fue allí, desde su nuevo rol y gracias a su curiosidad, cómo aprendió a mezclar la riqueza gastronómica de la sabana, con la cocina “moderna o estilizada”; así le llama ella cuando se refiere a las enseñanzas que le Después de un tiempo, doña Aleida decidió independizarse y, a pulso y sudor, construyó un estadero ubicado en la vereda Sangeraya, del municipio de Fuentedeoro. En este lugar prepara la famosa sopa de bolas; hervido que aprendió a hacer en la sabana. Dicha preparación no lleva papa ni verduras, porque, como sostiene doña Aleida: «es muy poco lo que se ve en el Llano, a diferencia del chonque y el plátano». En el caso del chonque, es importante señalar cómo, a través de estas preparaciones, se viene recuperando un tubérculo que se enraíza con la historia prehispánica y que tiene un alto contenido nutricional. 

El uso del chonque, la batata y la malanga, en la cocina tradicional fontorense, también es una respuesta a la escasez como, por ejemplo, «cuando las arrieras muerden la yuca y se pone amarga o cuando el plátano sale duro para cocinar y las preparaciones quedan muy chirli, es decir, muy claritas». Con estas preparaciones doña Aleida también nos permite conocer algunas particularidades del ingenio que tienen nuestros cocineros tradicionales a la hora utilizar los insumos que da el territorio, para luego transformarlos y servirlos en la mesa, para pro- pios y foráneos.

Irlanda Martínez

Irlanda Martínez, Granada, Meta.

Irlanda es catequista y evangelizadora católica desde hace treinta años. Nació en el municipio de Puerto López pero a los 5 años su mamá la envió a vivir con una tía, quien tenía un restaurante en el centro de San Martín de los Llanos. Allí aprendió las bases del oficio de la cocina, viendo cómo su tía preparaba distintos platos para alimentar a los de la casa. Luego de un tiempo, muy joven aún, volvió con su madre y hermanos al municipio de Granada. 

En la familia de Irlanda la cocina siempre ha estado presente como una muy buena salida económica. Su mamá, por ejemplo, fue parrille- ra del restaurante Morichal en Granada en 1970 y era considerada la cocinera más destacada de ese tiempo; del mismo modo, su hermana fue la chef principal del restaurante La Cátedra, uno de los principales restaurantes del pueblo, donde trabajó por veinte años. Por tanto, fue mediante este oficio, que la misma doña Irlanda pudo sacar adelante a sus nueve hijos. De esta línea de cocineras, Irlanda aprendió con la tutoría de su hermana, preguntando y viendo cómo se realizaba cada plato, aunque siempre, con la constante necesidad de «darle su toque especial». 

Recuerda que, la primera vez que preparó hayacas fue cuando hizo parte de la comisión pastoral juvenil. El obispo de esa época les pidió organizar un encuentro para ciento cincuenta jóvenes pertenecientes a la diócesis, quienes venían de distintos municipios del Meta. Así fue como la señora Irlanda decidió preparar hayacas para el desayuno de aquel domingo, con la idea de que los jóvenes comieran algo distinto e innovador. Como anécdota particular, menciona que, hasta ese momento, ella nunca había preparado una hayaca, pues su fuerte siempre fueron los tamales, motivo por el cual decidió pedir consejo de la receta a su hermana.