En el día a día del colegio, es común ver a niños y niñas que se enfrentan a una gran variedad de emociones: alegría, tristeza, miedo, rabia… Todas ellas forman parte de la experiencia humana, y todas tienen una función importante. Pero ¿cómo ayudamos a nuestros niños y niñas a reconocer lo que sienten, y más aún, a gestionarlo de forma constructiva?
Una de las claves está en escuchar el cuerpo. El cuerpo es una brújula que nos da señales claras de lo que estamos sintiendo, muchas veces incluso antes de que podamos ponerle nombre a esa emoción. Cuando sentimos rabia, por ejemplo, el corazón se acelera, los músculos se tensan, la respiración cambia. Si enseñamos a nuestros alumnos y alumnas a observar esas señales corporales, estarán dando un gran paso hacia la autorregulación emocional.
La regulación emocional no significa dejar de sentir, sino aprender a convivir con lo que sentimos sin hacernos daño a nosotros mismos ni a los demás. Y en ese proceso, la presencia de los adultos es fundamental.
Padres, madres y docentes jugamos un papel clave. Cuando un adulto es capaz de sostener con calma una rabieta, un llanto o una frustración, está enseñando, con su ejemplo, que es posible transitar por las emociones sin perder el equilibrio. Nuestra voz tranquila, nuestra mirada acogedora, un abrazo o simplemente estar presentes sin juzgar, son gestos poderosos que ayudan a los niños a regularse.
Pero para poder ofrecer esa calma, antes necesitamos cultivarla en nosotros mismos. Acompañar las emociones de los niños exige que también miremos nuestras propias emociones y heridas con compasión y responsabilidad. Solo así podemos ser un modelo auténtico y coherente. Porque los niños no solo aprenden lo que les decimos, aprenden sobre todo lo que ven y sienten de nosotros.
En este camino de crecimiento compartido, el cuerpo puede convertirse en un gran aliado: para escuchar, para cuidar, para acompañar… Porque cuando enseñamos a un niño o niña a reconocer lo que su cuerpo le dice, le estamos dando una herramienta para toda la vida: la capacidad de conocerse, de cuidarse y de relacionarse con los demás desde un lugar más sano y consciente.
Desde esta perspectiva hay algunos libros y cuentos que podemos leer.
Qué necesito cuando me enfado y Qué necesito cuando tengo miendo: Los cuentos de Tania García se centran en las necesidades que hay detrás de una emoción.
Mi cuerpo me envía una señal de Natalia Maguire hace un repaso por muchas situaciones y emociones prestando atención a las manifestaciones del cuerpo
Disciplina sin lágrimas de Danial J Siegel y Tina Payne, es un libro para padres y madres que quieren acompañar las emociones de sus hijos entendiendo qué pasa en el cerebro. En este libro se enseñan estrategias de regulación y ejercicios prácticos