1. La técnica Pomodoro: estudia con pausas

Estar horas y horas frente a los libros no es la mejor estrategia. Con la técnica Pomodoro, divides tu tiempo de estudio en bloques de 25 minutos de concentración, seguidos de 5 minutos de descanso. Esto ayuda a mantener la atención y evita la fatiga mental.

2. Mapas mentales: aprende visualmente

Si memorizar grandes cantidades de información te resulta difícil, los mapas mentales pueden ayudarte. Usa colores, dibujos y conexiones entre ideas para organizar los conceptos de forma clara y visual. Es una técnica especialmente útil para asignaturas como Historia o Filosofía.

3. La regla Feynman: explica lo que aprendes

Si quieres saber si realmente entiendes algo, intenta explicarlo con tus propias palabras, como si se lo contaras a un niño de 6 años. Si no puedes hacerlo de forma sencilla, significa que necesitas repasar más.

4. Técnica de la autoevaluación

No basta con leer y subrayar. Pon a prueba tus conocimientos con preguntas tipo test o simulaciones de examen. Esto no solo refuerza lo aprendido, sino que también te ayuda a recordar mejor en el momento del examen real.

5. La práctica espaciada: distribuye tu estudio

Evita los atracones de última hora. Es mucho más efectivo estudiar un poco cada día que intentar memorizar todo en una noche. Revisa los temas de forma regular para consolidar el conocimiento a largo plazo.

El problema no es que no sepas estudiar, sino que quizás no has encontrado la estrategia adecuada para ti. Prueba estas técnicas y descubre cuál te funciona mejor. Recuerda que organizarse bien y mantener una actitud positiva también son clave para mejorar tu rendimiento. ¡Ahora sí, a por esos exámenes!