Capturar lo cotidiano: el valor de la fotografía
Lola Greco Plitt
"La única razón por la cual sacamos fotos es porque existe un otro: una persona a la que queremos capturar o un paisaje que queremos mostrarle a alguien más. Si la fotografía no fuera algo colectivo, sería insípida. Las lindas fotos son aquellas que buscan vincularnos al otro, las fotos que podemos sacar todos, porque, cuando nos sacamos fotos unos a otros, nos miramos a los ojos."
Cuando era más chica, siempre que me iba de viaje a algún lugar, mi papá me pedía que me llenara los ojos de paisajes, para después, al volver, recordarlos y compartirlos. ¿Cómo se construye nuestra memoria a partir de la fotografía? ¿Cómo le damos valor a las fotos que sacamos?
A medida que fui creciendo y empecé a hacerme amiga de la fotografía, entendí que los paisajes que veía podían ser inmortalizados. Después, me di cuenta de que no quería inmortalizar solo los paisajes turísticos o pintorescos, sino que también quería capturar las cosas más cotidianas. Quería poder inmortalizar toda mi vida.
Fui al Centro Cultural Kirchner* a ver la muestra fotográfica "Negativos encontrados: fotografías recuperadas de la basura”. Esta exhibición del colectivo artístico "Negativos Encontrados" busca revalorizar y recuperar el valor de fotografías que fueron abandonadas o desechadas por sus autores.
La muestra pone el foco en la fotografía como elemento de construcción de nuestra memoria afectiva y colectiva. Muestra cómo la fotografía construye identidad y refuerza nuestros recuerdos. Durante el primer mes de exhibición, el centro estuvo abierto a donaciones de fotografías encontradas para agregarlas a la muestra.
Cuando entramos a la sala de exhibición, me sorprendí. Todas las fotos estaban pegadas en la pared con cinta aislante azul. Fotos de casamientos, de paisajes, de amigxs, de familiares; fotos viejas, fotos nuevas, fotos borrosas, intervenidas, pintadas con lapicera o resaltador, recortadas, rotas o rasgadas. Fotos a color, en blanco y negro y en sepia. Sacadas con celular, cámara fotográfica y daguerrotipo. Ninguna foto en la muestra era igual a otra, pero todas tenían un componente en común: reflejaban la cotidianidad de las vidas de sus autores y protagonistas.
Una foto de una pareja en el comedor, o de la casa en la que una familia se quedó mientras estaba en Tucumán. Dos amigas en una cabina fotográfica en una fiesta de quince, la foto carnet que encontré de mi abuela de cuando era joven, la mesa de la cocina, mis amigas tiradas en el sillón, el perro que tenía mi papá cuando era chico, la playa. Todas las fotos comparten un elemento doméstico que hace que, de alguna manera, nos encontremos en ellas. Tanto la manera en la que están expuestas, pegadas en la pared con cinta, como las historias que cuentan son historias y momentos que vemos en nuestras propias vidas. La decisión de los autores de inmortalizar estos momentos probablemente no tuvo un propósito artístico o creativo, sino que fue eso: capturar un momento de su vida cotidiana.
El valor de la muestra lo encontré en su sencillez. Usualmente pensamos que las muestras de fotografía tienen que mostrar un despliegue de técnica y creatividad que solo tienen unas pocas personas dotadas o estudiantes con mucha pasión por la disciplina. Tal vez estas fotos terminaron en la basura por esto mismo. En algún momento, con el pasar del tiempo, nos olvidamos de que para sacar fotos solo necesitamos estar mirando. Y todas estas personas estaban mirando. Mirando a sus amigues, sus familiares, sus amantes; mirando a los paisajes, a los objetos o a personas desconocidas en la calle.
El encontrarnos en esta muestra es lo que nos moviliza. La captura del día a día hace que nos relacionemos con personas extrañas convertidas en fotógrafas. Esta exhibición nos ayuda a recordarnos que no solamente toda persona puede ser fotógrafa, sino que la fotografía, además de ser un arte y una ciencia, es una manera de vincularnos.
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*sepan que el cambio de nombre no me conmueve.
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Posdata: ¿qué es una buena foto?
Siempre me costó ver a la fotografía como un arte. Crecí en un mundo en el que todxs podemos sacarle fotos a todo. De más chica, la diferencia entre una foto buena y una mala era, para mí, la cámara. Una mejor cámara significaba una mejor foto. El valor artístico de una foto sí o sí residía en su complejidad técnica.
Por más feo que suene, mi interés en la fotografía comenzó cuando alguien me dijo que lo hacía bien. De vacaciones con mi mamá, andaba en esa de llenarme los ojos de paisajes, y mientras usaba su celular, mi mamá me dijo que sacaba lindas fotos. A medida que fui creciendo, empecé a ver que el valor de una foto nace en cómo la volvemos nuestra.
Antes, sacar fotos era algo exclusivo; solo quien podía acceder a una cámara podía ejercer la fotografía. La figura de quién puede dedicarse a la fotografía se fue construyendo a partir de lo material. Hoy la fotografía se volvió algo que cualquiera puede hacer, tengamos cámara o celular, y es ahí donde yo encuentro el valor de sacar fotos.
Cuando cualquiera puede sacar fotos, podríamos pensar que sacar fotos no tiene un valor especial. Para mí sí. De hecho, si fuera algo que solo pudieran hacer unos pocos, perdería la gracia. Las buenas fotos son aquellas que se vinculan con lo externo, las fotos que buscan vincularnos con otras personas. Las buenas fotos son aquellas que puede sacar cualquiera, porque cuando nos sacamos fotos, nos miramos a los ojos.
La única razón por la cual sacamos fotos es porque existe lo externo: existe una persona a la que queremos capturar o un paisaje que le queremos mostrar a alguien más. Si la fotografía no fuera algo colectivo, sería insípida.
¿Por qué me gustaría la fotografía si no le puedo sacar fotos a las cosas que amo?
¿Por qué me gustaría la fotografía si no puedo sentir que me pertenece de alguna manera?
Obviamente, no tengo la respuesta a qué es una buena fotografía. Mentira. Justamente esa es la respuesta: no hay una definición fija de lo que es una buena foto, porque la buena fotografía se está redefiniendo constantemente, con cada foto, con cada ojo.
Recomiendo: La revista Cualquiera Magazine (Instagram: @cualquieramagazine) es una plataforma fotográfica argentina que difunde imágenes a partir de diversas convocatorias. Publica fotos enviadas por personas a través de redes sociales y es un espacio inclusivo que colectiviza propuestas fotográficas sin imponer condiciones de ningún tipo.