Cuando se inició el estado de alarma y la población tuvimos la obligación de confinarnos, nuestro estado emocional, de alguna forma, sufrió una especie de sacudida.
Sustituimos nuestra normalidad por una nueva forma de vivir, y todo entremezclado con la incertidumbre, con el miedo, con la añoranza, con la tristeza, la inseguridad, etc.
Pudimos ir sobrellevando la situación, en gran medida, por nuestra capacidad de flexibilidad cognitiva.
La flexibilidad cognitiva es la capacidad que tiene nuestro cerebro para adaptar nuestros pensamientos y comportamientos a situaciones cambiantes que pueden ser imprevistas. Las personas que se manejan mejor ante estos cambios suelen disponer de estrategias para la resolución de problemas de forma inteligente, mostrándose más hábiles a la hora de buscar nuevas alternativas y opciones.
No obstante, todo este periodo de tiempo supuso una especie de “congelación” de nuestra vida, como un paréntesis en donde lo único que debíamos hacer era esperar; nos mantuvimos en nuestra zona de confort y de esta forma aplazábamos nuestras preocupaciones, miedos e inseguridades.
Es ahora, que avistamos un horizonte con un futuro incierto y, con el temor al contagio en cuanto abandonemos nuestra zona de seguridad, donde afloran algunos pensamientos que teníamos, en cierto modo “congelados”. Nos vemos forzados a ir gestionando asuntos: toma de decisiones, planificación de la organización del trabajo y del hogar, de cómo haremos con los hij@s, de las medidas de protección, etc.
Toda esta vorágine emocional, puede suponer que nos sintamos más inseguros, nerviosos, irritables, poco pacientes, decaídos, etc.
Estas, son emociones que nos debemos permitir: representan el cómo nos sentimos ante la nueva normalidad que nos acecha y que requiere, también, de un periodo de adaptación.
Para una desescalada “saludable”, será bueno que tomemos conciencia que:
Estas sensaciones responden al momento excepcional que vivimos
Estas emociones son necesarias y formaran parte del proceso de adaptación a la nueva normalidad.
Nos va a ayudar a mantener la mente ocupada, el establecer una agenda de trabajo y reservar algún momento para la práctica deportiva.
Los paseos ayudarán a oxigenar la mente y el cuerpo
Asumir las obligaciones que suponen la salida de nuestra zona de confort, debería hacerse de forma gradual.
Hay que intentar ser flexibles con nuestro entorno más próximo y, especialmente con nuestros hij@s; para ell@s esta etapa también ha supuesto un gran cambio. Deberíamos recordarlo, cuando en ocasiones nos sacan de nuestras casillas.
Las situaciones que nos obligan a abandonar nuestra zona de confort son la que suelen propiciar el cambio. Nos conducen a una renovación que, en ocasiones, puede favorecernos de forma muy positiva.