Este es el desafío que tenemos por delante, la deuda con quienes cayeron en las islas y con las nuevas generaciones para que puedan construir un futuro colectivo sin olvidar a sus predecesores. Este aniversario debe activar la posibilidad de construir espacios de diálogo y reflexión: recordando y rindiendo un merecido homenaje a los veteranos, ex combatientes y caídos en nuestras Islas Malvinas. Para honrar tantas vidas truncas pero, sobre todo, para construir un país donde estén garantizados la plena vigencia de la democracia y los derechos humanos y donde esto permita que el pueblo viva realizado en sus objetivos y expectativas.
Testimonio y mensaje dirigidos a los/as estudiantes y toda la comunidad del Bachillerato de Bellas Artes del ex combatiente Antonio Reda en el año 2.020.
EM: ¿Qué es lo que más recuerda de su paso por Malvinas?
RM: Es muy difícil rescatar algo positivo de una situación tan extrema como una guerra. Los veteranos que vuelven siempre sentimos la culpa de no haber muerto allá, como tantos otros compañeros.
Hace unos pocos años, pude darme cuenta que ahora dispongo de tiempo para desarrollar actividades que me permiten poner al servicio de otras personas, algunas cosas que he aprendido a lo largo de mi vida. Por ser veterano de guerra, al poco tiempo de volver pude empezar a trabajar en Gas del Estado, donde estuve por 25 años hasta que me jubilé.
Participar de proyectos sociales en los que son necesarios tiempo y recursos y que me parecen muy valiosos en este momento social, es un regalo para mí. Y lo puedo hacer por haber estado en Malvinas y hoy no tener que estar trabajando diez horas al día en una oficina para ganar un sueldo.
EM: ¿Cómo fue el regreso y los años que pasaron desde entonces?
EM: ¿Qué opina del trato de la sociedad para con los ex combatientes? ¿Percibe algún cambio en este último tiempo?
EM: ¿Qué siente cuando llega el 2 de abril?
RM: Inevitablemente, unos días antes de estas fechas y por unos cuantos más hasta mediados de junio, cuando la guerra terminó, mi humor cambia. Por supuesto, a lo largo del tiempo tuve que hacer terapia para que lo vivido pudiera transformarse en algo positivo. Éramos demasiado jóvenes cuando todo esto pasó y en ese momento no fue posible encontrarle un sentido.
Cuando uno llega a esta edad, un poco más de 50 años, se plantea verdaderamente cuál es el sentido profundo de la vida, de lo vivido y lo que falta vivir, y haber pasado por Malvinas es un elemento que tiñe de un color muy particular toda la experiencia. Depende de cada uno que eso signifique agradecimiento por estar vivo y haber aprendido, o resentimiento, dolor y venganza.
EM: ¿Qué piensa sobre la guerra?
RM: La guerra, en general, es un estado de conciencia de la humanidad. Hace mucho tiempo, era el modo en que se resolvían las diferencias o conseguíamos lo que ansiábamos. Eso debería haber quedado muchos siglos atrás. Hoy tenemos otros modos de resolver nuestras diferencias y conseguir por derecho lo que nos corresponde.
Utilizar la guerra como instrumento dice mucho de las personas que conducen a los pueblos a esa locura. En este caso, un militar con aspiraciones políticas de permanecer en el poder imaginó que, si conseguía ganar, podría ser elegido por la ciudadanía. Por otro lado, una primera ministra que tambaleaba en su país tuvo la oportunidad de responder a una provocación y obtener el favor del pueblo británico.
Ambos buscaban ser aceptados e idolatrados. Y el pueblo fue manipulado para responder a esas expectativas. Sueños de poder generan una pesadilla donde jóvenes de los dos bandos pelean una batalla que no comprenden, que no les pertenece.
Pienso que la guerra nos dice mucho del nivel de conciencia que tenemos como humanidad. Debería ser algo que quede definitivamente en el pasado.
EX COMBATIENTE Rubén Molíns