3. Dos concepciones del bien

En la historia de la filosofía se han propuesto muchas teorías diferentes acerca de dónde reside el bien para los seres humanos: en la felicidad, en el placer, en el amor, en Dios, en la armonía con la naturaleza, en la paz interior, en el ejercicio del poder, etc., y se han propuesto diversos argumentos para sostener estas posiciones. Veremos dos de estas respuestas: la de Aristóteles, y la de J.S. Mill.

3.1. Felicidad y virtud: Aristóteles.

Consideremos el siguiente ejemplo: X es un estudiante de ciclo cinco que decidió estudiar para obtener su título secundario a fin de estar en condiciones para iniciar una carrera universitaria. X desea estudiar una carrera universitaria porque considera que así tendrá mejores posibilidades para obtener trabajo, y X necesita un buen trabajo porque querría disponer de un lugar propio donde vivir, ya que tiene intenciones de casarse y formar una familia. Y X quiere casarse y formar una familia para...... Y así podríamos seguir indicando las metas sucesivas que X se plantea. 
Aristóteles analiza esta manera que tenemos los seres humanos de proponernos metas, y buscar los medios para alcanzarlas, y convertir estas metas en medios para nuevas 
metas, y así sucesivamente. De este modo, pretendemos alcanzar la felicidad. Pero si cada vez que nos propusiéramos un fin éste se transformara en medio para otra cosa, y esta cadena de fines se prolongara indefinidamente, nuestro mismo obrar acabaría por carecer de sentido. Por eso Aristóteles sostiene que debe existir un fin último que ya no pueda convertirse en medio para otra cosa. Pero, así como todo fin es un bien para nosotros (para X es un bien llegar a obtener el título secundario o universitario, u obtener un mejor trabajo...), ese fin último de que habla Aristóteles será un Sumo Bien. Este bien, superior a todos los otros, debe tener dos características: la de ser autosuficiente, es decir, la de ser buscado por sí mismo, y no como medio para otra cosa; y la de ser perfecto, es decir, la de ser el fin más elevado posible.

Ahora bien, Aristóteles señala tres tipos de bienes que suelen ser deseados por los hombres, y que éstos creen que les permitirán alcanzar la felicidad:

· el placer (esto es, que la felicidad se relaciona con la gratificación de los sentidos), 


· los honores (en la época de Aristóteles los honores eran representados por los cargos públicos, hoy equivaldría a lograr fama y celebridad), 


· las riquezas (la felicidad reside en poder comprar aquello que deseamos). 


Aristóteles rechaza estas respuestas. Sostiene que el placer es autosuficiente, porque se lo busca por sí mismo, pero no es perfecto porque apela a aquellos aspectos del ser humano (los fisiológicos) que compartimos con los animales. Los honores no son ni autosuficientes ni perfectos, porque depende de otros el otorgarlos, y se buscan como reconocimiento de los propios méritos. Tampoco lo son las riquezas que constituyen medios para otra cosa, y no tienen que ver con la perfección de lo propiamente humano. 
Entonces, ¿en qué reside la felicidad? Recordemos que debe ser en algo relacionado con lo que es más elevado en el hombre (perfecto), y en algo que se busca por sí mismo y es capaz de volver al hombre dueño de sí mismo (autosuficiente). 
¿Y cuál es la parte más elevada del hombre? Aquella que lo distingue de otros seres vivos. El hombre comparte con los animales la capacidad de respirar, de alimentarse y de sentir, pero la racionalidad es exclusivamente suya. La parte más elevada del hombre es su razón, y en consecuencia la virtud superior es la búsqueda del conocimiento más elevado, esto es, de la sabiduría. El adquirir sabiduría depende de cada uno de nosotros y no de otras personas, como ocurre con los honores; además, no nos esclaviza a objetos (el alcohol, por ejemplo) como ocurre en el caso del placer. Por ello, sólo la sabiduría volverá al hombre autárquico. Para Aristóteles, pues, la vida mejor es la contemplativa, dedicada a la reflexión y al estudio, es decir a adquirir sabiduría. 


"[...] la autosuficiencia o independencia de la que hemos hablado, puede decirse que se encuentra sobre todo en la vida contemplativa. Sin duda que tanto el filósofo como el justo, no menos que los demás hombres, han menester de las cosas necesarias para la vida; pero supuesto que estén ya suficientemente provistos de ellas, el justo necesita además de otros hombres para ejercitar en ellos y con ellos la justicia, y lo mismo el temperante y el valiente y cada uno de los representantes de las demás virtudes morales; mientras que el filósofo, aun a solas consigo mismo, es capaz de contemplar [...]; en cualquier evento es el más independiente de los hombres. "

Aristóteles. Ética Nicomaquea (1982, obra original del s. IV a.C.) México, Porrúa, pp.139-140.

Aristóteles admite que además de la sabiduría, hay otras virtudes, a las que él llama éticas o del carácter, que se logran cuando se actúa con prudencia, esto es, cuando la razón controla los impulsos instintivos: éstas constituyen el término medio entre un exceso y un defecto. Así, la valentía, por ejemplo, es el término medio entre la cobardía, miedo excesivo ante el peligro, y la temeridad, inconsciencia ante el peligro.

Finalmente, debemos señalar que para Aristóteles un solo acto bueno no vuelve virtuoso al que lo realiza, así como “una golondrina no hace verano”. Se necesita una continuidad en los actos buenos, es decir el hábito de realizarlos. En las palabras de Aristóteles:

" [...] el bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto, además, en una vida completa. Pues así como una golondrina no hace primavera, ni tampoco un día de sol, de la propia suerte ni un día ni un corto tiempo hacen a nadie bienaventurado y feliz." Aristóteles. Ética Nicomaquea, ed.cit., p.9.

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