Biografia de Gral Castro - Fue prisionero de Juan Hermelo

Fecha de publicación: 04-sep-2012 19:42:21

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LOS GENERALES ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO r Jose Luciano Martinez VIDA MILITAR DE LOS GENERALES MONTEVIDEO DORNALECHE Y ReYES, EDITORES Calls 18 db Julio, nums. 77 y 79 1901 HARVARD COLLEGE LIBRARY DEC 24 1915 LATiN-AMERICAN PROFESSORSHIP FUND. y OBRAS DEL AUTOR: Vida del General Simon Martinex. — 1896 1 volumen PR<5XIMAS A PUBLICARSE : Los cinco Goyos, Pedernal y ofros episodios historicos 1 volumen Biografiaa militares » h A MI PADBB EL CORONEL DON JUAN JOSE MARtInEZ, Soldado de la Gruzada Libertadora 7 de las campaiias de 1870 y 1875, Dedico esU libro, que es el mayor d^ mis esfuerxos intekctuales hasta el preaenie. Josife Luciano MabtInez. OBRAS C0N8ULTADA8 (Aparte de loa docummtos privados y pubUeos del archivo de hs Oenerales Enrique y Gregorio Castro, de que noa hemos servido para eseribir sua bio- grafiaSf (nimple a nuestra lealtad, y sin dnimo de.aparentar erudidon, ciiar aqui las principalea obras eonsuUadas.) Son las siguientes: Historia polUica y milUar de las Republicas del Platan por Antonio Dfaz.— Montevideo, 1878. Diario de la eampana de las fuerxas aliadas contra el Paraguay ^ por el Ck>- ronel oriental don Le6n de Palleja. —Montevideo, 1866. La R&voludon Oriental de 1870, por Abd6n Arozteguy. — Baenos Aires, F^lix Lajouane, 18S9. Bosquejo Hist&rico de la Republiea 0. del Uruguay, por el Dr. F. A. Berra. — Montevideo. — Francisco Ibarra, 1881. Recuerdos de la guerra del Paraguay, por Jos^ I. Garmendia.— Baenos Aires. — Jacobo Peuser, 1890. El gobiemo de D. Bernardo P. Berro, por Demetrio Erausquin. — Montevi- deo, 1862. La Defensa de Paysandu, por Rafael A. Pons y Demetrio Erausquin. — Montevideo, 1897. Qiiinteroa. — Oraeion funebre, por el Dr. Angel Floro CJosta. — 'I^a Nacidn. — Montevideo, 1884. La Revolucion de 185 7 y la hecaiombe de Quinteros, por un testigo presen- cial (Juan Manuel de la Sierra). — Montevideo, 1866. La Cruxada Libertadora ( Becopilaci<5n de datos j documentos), por Anto- nio H. Conte. — Montevideo, 1891. Memorias ineditas, por el General oriental don C^sar Dfaz, publicadas por Adiiano Dfaz. — Buenos Aires, l878. 8 OBRAS CONSULTADAS Memoriaa postumas del Brigadier General Jose M. Pax. — Baenos Aires, 1865. Sarmiento. — Obras. Guerra do Paraguay, por el 1." Tenente E. C. Jourdan. — Rio Janeiro, 1871. Ordens do dia del General Polidaro da Fonseea Quintanilha Jourddo, reim- presas por ordem do Governo. — Rfo de Janeiro, 1877. Ordens do dia del Tenente General Manuel Marquex de Souxa, Conde de Porto Alegre, reimpresas por ordem do Governo. — Rfo de Janeiro, 1877. Ordens do dia del General Manuel Ruix Osorio, Marquez do Herral, reim- presas por ordem do GoTerno. — Rfo de Janeiro, 1877. Ordens do dia de S. Ex. Marechal do Exercito don Luis Alvex de Lima y Silva, Duque de Caxias, reimpresas por ordem do Governo. — Rio de Ja- neiro, 1877. Campanha do Paraguay, commando em chefe de S. A. 6 Sr. Marechal de Exercito Conde d'Eu. Diario do Exercito (organizado por A. d'E. Taunay). — Rio de Janeiro, 1870. Ordens do dia do Marechal Conde d'Eu ( 1869-70). — Rio Janeiro, Tip. Alv?8 de Souza, 1877. Ndchte am Rio Paraguay, Kriegsbilder und Charakterskixxen, von Albert Amerlan. — Baenos Aires, 1898. La cartera de un medico cirujano, por el Dr. Juan A. Golfarini. — Buenos Aires, 1898. Gobiemo Provisorio del Brigadier Gerieral D. Venando Flores y Guerra del Paraguay, por Antonio H. Gonte. — Montevideo, 1897. Rosas y sus opositores, por Jos^ Rivera Indarte. — Montevideo, Imprenta del Nadonal, ailo 1813. Colecdon de m&niorias y documentos para la historia y la geografia de los pueblos del Rio de la Plata, por Andres Lamas. — Montevideo, 1819. AndUs de la Defensa de Montevideo, por Isidoro De- Maria. — Montevideo, 1883. Arengas, de Bartolom^ Mitre. — Baenos Aires, 1889. La Guerra del Paraguay, acompaiiada de un bosqaejo histdrico, etc., por Jorge Thompson. Traducci6n de Lewis y Estrada. — Baenos Aires, 1869. Datos hist&ricos de la Guerra del Paraguay con la Triple Alianxa, por el Ge- OBRAS CONSULTADAS t) neral Francisco Isidoro Resquifif publicados por el Dr. Angel M. Vene- roso. — Buenos Aires, 1896. Le Paraguay modems, par Benjamin Poncel. — Marseille, 1867. Missdo Especial do Consellieiro Jos6 Antonio Saraiva ao Rio da Prata em 1864.— Bahfa, 1872. Polemiea de la Triple Alianxa entre el Teniente General Bartolome Mitre y el Dr. Juan Carlos Gomex. — La Plata, 1899. Epitome da Historia do Braxilj por Job4 Pedro Javier Pinheiro. — Rfo Ja- neiro, 188 \ Pdginas sueltas, por Juan L. Cuesta*. — Montevideo, Dornaleche y Reyes C18£8 1901). Recopilacion de decretos militaresy desde el afio 1828 hasta 1889, per el Coronel Pedro de Le<5n. — Montevideo, Tipograffa de la Escuela N. de Artes y Oficiosi, 1889. Colecci6n de El Siglo, principalmente de ios aiios (1861 ^ 1875); de La Tri- buna (18L6-1869); Los Debates ( 181 1-72); La Bandera Radical (ISli); El Sigh, La Raxon y otros (1886-1888). r prOlogo Intentamos narrar la i>ida de dos hombres, cuya actuacion en el pais, como militares sobresalientes, prodigos de su i>alor,jy con inteligencia j" espiritu admirahleniente adaptados d la milicia, los tui>o por un periodo de mas de cincuenta afios, tan liga- dos a los principales sucesos de armas, que en torno de ellos bien puede concentrarse esa parte de la his- toria nacionaL Son esos hombres, los Generates Enrique jy Gre- gorio Castro. Ellos fueron guerrilleros en lajui>en- tud, at lado del guerrillero sin par y del caudillo mas caudillo y mas valiente despues de Artigas, el General Rivera, Fueron soldados de la gran causa de la libertadjy de la civilizacion en el Rio de la Plata, en la inmortal Defensa de Montevideo jy gue- rra de los nueve afios contra Rosas; fueron revolu- cionarios con C^sar Diaz, en la heroica aventura de i85^, coronada por el martirio de Quinteros; luchadores caballerescosjy abnegados en las cam- pafias de la Confederacion Argentina; campeones del derechoy de la libertad en la Cruzada inolvi- dable de Flores; adalides de lajusticiajy de la ci- vilizacion en la gran guerra del Paraguay; y en su- cesivas campahas posteriores,jefes experimentados 12 PROLOGO J' aguerridos veteranos, d qiiienes sejio, encircuns- tancias diver sas, la suerte de los ejercitosy aiin de las situaciones que eran llamados a sostener. Desde los primeros dias de la existencia libre de la P atria, hasta las grandes liichas civiles del ul- timo cuarto del siglo XIX, fueron estos hombres adores sobresalientesj^ distinguidos ; y siguiendo- los al traces de las contiendas que han hecho de nuestro pais un vasto campo de batalla, se recorre la historia de la guerray lahistoria politica, 6 me- jor, se revive en ese pasado heroicoy atrayente, que solo nos es dado evocar con el recuerdo; se siente en toda su intensidad el fragor de esas contiendas que forjaron el espiritu nacional y pusieron a prueba la existencia de la nacion, las condiciones de sus hijosy los. meritos para su independencia, Quisieramos que nuestr^a rnente tuviese el poder evocador sujiciente para representar ese pasado en torno de la vida de los Generates Enrique y Grego- rio Castro, con los color es mas intensosy el relieve mas vigoroso,para despertar el interes, el entusias- mo, la admiraciony el sentimiento de los lectores. Ya que a tanto no nos es dable aspirar, al menos nos valdrd la sana intenciony el proposito sincero de rendir justicia a dos hombres que reunen meri- tos notablesy que se hallan vinculados a aconteci- mientos de tat importancia, qu^sepuede decir cons- tituyen una gran parte de la historia del pais, J. L. M. Montevideo^ Junio 24 de 1901. Gbnbral D. Enrique Castro VIDA MILITAR DEL GENERAL ENRIQUE CASTRO GAPtTULO I NACIMIEXTO DEL GENERAL ENRIQUE CASTRO. — ESTADO DEL PAfs. — ANTECEDENTES DE FAMILIA Corria el afio 1817. Las praderas de la llamada cntonces Banda Oriental, eran recorndas por fuer- tes columnas armadas del ejereito portugues, que sembraban la desolacion entre los natives, los cua- les se veian obligados a refugiarse en los montes y a emigrar ante la pcrsecueion saiiuda de los invaso- res, ensoberbecidos por triunfos que les prepara- ban el dominio del pais, a cuya libertad e indepen- dencia faltaban defensores, porque la muerte liabia diezmado sus filas intrepidas. Llevabamos siete afios de guerrear sin tregua: contra los espafioles desde 1811 a 1814; contra los argentinos, no, decimos mal, contra los porteuos, en 1815, y contra los Portugueses desde fines de 14 VIDA MILITAR DE 1816. De la Banda Oriental habian salido tropas para coadyuvar a la independencia de las republi- cas hermanas en la gran campana de San Martin ; nuestros soldados habian ido a morir por dcrechos comunes, en las provincias argentinas y mas alia. Y aqui, en el propio suelo, despues de disputarlo a la tirania absorbente del Directorio de Buenos Aires, nos veiamos debiles y exhaustos, expuestos a la mas poderosa de las invasiones, la del numeroso y ague- rrido ejercito portugues. Los que habian sido prodigos de su sangre para auxiliar a los hermanos, proximos 6 lejanos; los que habian orlado con el laurel de las Piedras la frente de la naciente nacionalidad del Plata, tenian que resistir solos y traieionados por una neutrali- dad peor que una enemistad, d la terrible invasion. — Artigas, Rivera, Latorre, Otorgues, Berdum, An- dresito y algunos oficiales mas del inclito cjiudillo, hicieron mara villas en esa defensa desesperada. La campana de Rivera, en el Este y enfrcnte de Mon- tevideo, predecesora de la mas grande que va desde Guazunambi hasta la retirada del Rabon, de su- prema heroicidad, acaso no tenga igual, como acti- vidad y valor,' en los anales de la Revolucion ameri- cana, ni en la historia militar de todo el continente. Pero todos los sacrificios y todos los heroismos fuc- ron vanos, y en 1817 la derrota del Catalan (^^ ha- (1) Sangrienta batalla ea que las tropas artiguistas, en ndmero de BiOO, al mando del Coronel Andres Latorre, fueron batidas, despuds de uaa lucha reiiidtsima de diez horas, por el ejercito portugues, bajo las in- mediatas <5rdenes del General Curado, dejando los patriotas m^s de 1000 muertos, es decir, la tercera parte- de los combatientes, en el campo de acci6n. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 15 bia concluido con uno de los pocos nticleos arma- dos de resistencia al poderoso invasor. Entramos entonces en una de las gi^andes crisis de la libertad, 6, mejor, de la nacionalidad, que ya ha- bia manifestado sus tendencias vigorosas en esas luchas que rapidamente liemos recordado, y de las cuales salieron, por altos designios, formados para salvar la idea nacional y hacerla practica, los gran- des guerreros que son y seran nuestro ejemplo y nuestro orguUo eternamente. Los pocos sobrevivientes del Cataldn y dispersos de otras acciones de guerra, se guarecian, como de- cimos, unos, entre los monies, y otros iban a bus- car refugio en la emigi'acion, no para desertar de las filas patricias en los supremos momentos de los grandes 6 inmerecidos infortunios, sino para reha- cerse y volver con nuevos brios al campo que indi- caba la voz augusta del patriotismo. Las depredaciones y violencias de todo genero co- metidas por los invasores en los intereses y en las _personas de los que, en uso de un derecho sacrati- simo, defendian, con las armas en la mano, la sobe- rania de su pueblo, sus inmunidades de hombres y los fueros de su hogar, acrecentaron en el animo de los inicuamente expoliados, el odio hacia el intruso, V avivaron en la muchedumbre tiranizada el senti- miento de la rebelion, a pesar de los rudos revescs experimentados por el ejercito libertador; a pesar de la actitud del Gabildo de Montevideo, que se en- trego cuando aun no se habia perdido toda cspe- ranza ; a pesar de las deserciones de algunos jefes y oficiales de valia; a pesar de los indignos manejos 16 VIDA MILITAR DE del Directorio, que llego liasta tratiir, por interme- dio de Puyrredon, una alianza con Portugal, por la que reconocia el Gobierno de Buenos Aires la auto- ridad y el poder lusitanos en el territorio conquis- tado • ' En esa epoca, prefiada de presagios siniestros, en que la patria exigia de sus liijos fieles el concurso necesario, la cooperacion eficiente para salvarla de la ambieion criminal del extranjero, fue, como deci- mos, cuando vino al mundo el que con el andar de los afios habia de ser el Teniente General don Enri- que Castro. El 15 de Julio del ano 1817, en la costa del arroyo del Pintado, — hoy departamento de la Florida, — en una rancheria de paja, morada tradicional del pai- sano, cobijada por el verde ramaje de los arboles que crecen a sus orillas, nacio don Enrique Castro, en casa de propiedad de don Antonio Ferreira; casa que aun se conserva en la actualidad y que se levanta proxima al sitio donde el progreso, sesenta aiios mas tarde, facilito los medios de comunicacion cons- truyendo el magnifico puente que toma su nombre de la corriente de agua que atraviesa. Era de razaluchadora, pues descendia de don Ma- teo de Castro, soldado meritorio de la Independen- cia, que asistio a las priticipales batallas dadas con- tra las huestes imperiales ( ^). Su madre fue doiia Ma- (1) Don Mateo de Castro tuvo de su matriraonio con dona Marfa Xi- ui^aez, los hijos siguientes, citados por orden de naciiuiento: Don Rafael. Sargento mayor, que fuC> soldado de la Independencia. Don Juan Bautisia. Sargento de los tiempos de la Independencia, que 60 encontr6 junto & su padre en la batalla del Sarandt. Fu<S Coronel de ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 17 « ria Ximenez, quien, como su esposo, era de nacio- nalidad oriental. Seame perniitido narrar a vuela pluma la vida pu- blica de don Mateo de Castro. Ingeniero militar, de earacter austero e integro, dotado de sentimientosfilantropicos, desempeno dig- namente el cargo de Alcalde de 2.° voto y Defensor de pobres y menores en el departamento de Canelo- nes, durante once afios : de 1799 a 1810. En el ejerci- cio de sus funciones lo hallo el movimiento emanci- pador, que, iniciado en la capital del Virreinato, por la Junta de Gobierno, el 23 de Mayo de 1810, fue eficazmente secundado entre nosotros por Artigas, Viera y Benavidez. El giito de Asencio, la pelea y toma de San Jose y la esplendida victoria de las Piedras, fueron los guardias nacioDales j Comandante militar del departamento de Tacutreuibd, durante toda la CruTMda Libertadora^ iniciada y llevada 6 feliz t^rmino por el Brigadier General don Venancio Flores En 1870 desempefi<S el cargo de Comisario de gaerra en el Salto, en doade muri6 ( 1883} A los ochenta afios de edad. Don Enrique, cuya personalidad militar ea objeto de eate trabajo biogr&fioo. Don Oregorio, que hi lU gado & General de Division, j cuya yida roilitar estrechamente viaculada & la de don Enrique, va narrada en el curso de 68 te libro y en capftulo especial. Don AntoUn. Coronel del ej^rcito de llnea. Triunfd del General revolu- cionario Benitez, en la accidn de la costs del arroyo de Cardozo (1871). £s- tU70 en la guerra del Paragusy y asisti^ & toda la de Aparido. FallecKS hace algunQs afios en la ciudad del Salto. Don Ptdro, Sirvid como artillero duran|« toda la Guerra Grande. Viyid despu^s en la provincia argentina de Eutre-Rfos, en cuyo ej^rcito siryid bajo las <Srdenes de Urqoiza. Don Jo86. Muri6 de CapiUIn en acci6n de guerra. Don GumersifidOf que, con don Gregorio, son los dos 6nicos sobreriyien- tes. El liltimo de los Castros ha hecho las campafias de la Cruxada Liber' tadoraj guerras del Paraguay y Aparicio. Beside en Entre-Bfos. 2. 18 VIDA MILITAR DE primeros y gloriosos resultados de la obra redentora de Mayo en nuestro territorio. Don Mateo de Castro, como buen patriota, no va- cilo en incorporarsc a las filas revolucionarias de 1811. Se le vio servir hasta 1829 entodas las campa- nas de este perlodo de la Independencia, con la de- cision y fe entusiastas del soldado que brega por la autonomia de su tierra y la libertad de sus compa- triotas. Alcanzo hasta el grado de Capitan de ai'tilleria, y su foja de servicios no contiene mas que notas de honor. Por Octubre de 1825, se encontraba el Capitan don Mateo de Castro en la villa de San Pedro (Durazno), a cargo del parque de artilleria, que formaba parte de una fuerza compuesta de las tres armas, en aquel pueblo destacada, a cuyo frente figuraban los Coro- neles Duarte y Latorre. En tal situacion, y, dados los riesgos y peligros a que estaba expuesta una familia fuera de todo cen- tro urbano, — maxime si a lo antes dicho se agrega el heclio dc.ser ella la de un oficial que prestaba su concurso a las fuerzas patriotas, — resolvio Castro trasladarla a aquella villa, como medio de ponerla a cubierto de cualquier atentado por parte del ene- migo. El niiio Enrique Castro, a la sazon de ocho alios de edad, ya con tendencias a todo lo que tu- viera relacion con la vida del soldado, se hizo acree- dor al carino de los jefes de la plaza, por su vivaci- dad, por su juvenil audacia y por cl cspiritu obser- vador de que daba manifiestas prucbas. Los patriotas alcanzaron en Octubre de aquel afio ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 19 la gloriosa y epica victoria de Sarandi, cuyos ecos repercutieron gratamente en el corazon de todos los orientales. Diez y ocho prisioneros de esta brillante accion fue- ron remitidos bajo custodia a los jefes de la plaza del Durazno. Una vez que Uegaron los prisioneros a •su destino, los jefes d quienes iban dirigidos, proce- dieron A pasarles revista. Durante la ceremonia, el Coronel Duarte, que llevaba de la mano al nino Cas- tro, y a quien como mera broma titulaba aayudan- to), le manifesto que, despues de revistar a los pre- sos, eligiera de entre ellos aquel que le fuera mds simpatico. El nino, con aire resuelto y arrastrado por un im- pulso compasivo, no limito su eleccion a uno, sino que hizo objeto de su preferencia d todo el grupo. La libertad inmediata de aquellos hombres, pri- sioneros por una consecuencia de los azares de la guerra, se debio a la magnanimidad de un corazon infantil, abierto d todas las corrientes generosas del sentimiento mas humano. Esos sentimientos eran reveladores de la nobleza de caracter y de la generosidad y altura de moviles que habian de ser, con el transcurso de la vida, ca- racteristicas de la personalidad de don Enrique Cas- tro. Ni la indole de su carrera, ni lo ingrato de los tiempos pudieron torcer aquellas inclinaciones bene- volas que eran algo asi como la idiosincrasia de su espiritu. Llegamos al ario 1829. Los futuros rumbos de la Republica estaban demarcados: el pueblo oriental habia demostrado, a la faz del mundo entcro, que 20 VIDA MILITAR DE era capaz de ser libre e independiente por esfuerzo propio. Con gobierno autonomo; con instituciones libres; con una poblacion altiva, A la que nada ni nadie podia subyugar ; con antecedentes histoiicos que legitimaban su presente y eran garantia de su porvenir, tenia ante si, como una vision de gloria, una era de paz, de trabajo, de progreso, de civiliza- ci6n, si aunaba las aspiraciones de sus hijos en un mismo e identico proposito de engrandecimiento na- ci6nal. Entonces fue cuando don Mateo de Castro, con el empleo de Capitdn de artilleria, se retiro del servicio militar, despues de cumplir satisfactoriamente con sus deberes de hombre y de ciudadano. Y el que liasta aquel momento habia sido soldado defensor de las patrias instituciones, no tuvo reparo en tro- car la espada por los instrumentos del trabajo. Dueno de una pequeiia estancia, radicada en la costa del arroyo del Pintado, — Paso del Candil, — entregose a la labor que dignifica y enaltece al hombre. GAPiTULO II JUVENTUD DE CASTRO. — FORMACION DE SU CAftACTER. — SU VOCACION POLITICA Y MILITAR. — INGRESO AL EJERCITO DE RIVERA. PRIMEROS HECHOS DE ARMAS. En 1830, la Reptiblica dio a conocer al mundo el documento mas trascendental de un pueblo, su ley organica, su carta eonstitucional, que es, a pesar de las deficiencias y lagunas que pueda contener (hasta cierto punto justificadas por la epoca en que se dic- to), el monumento mas preciado que supieron le- garnos nuestros mayores, el Deealogo trazado en caracteres luminosos por los organizadores de nues- tra nacionalidad. La juventud de aquella epoca solo tenia a su al- cance un medio para poder desarrollar sus ener- gias, y ese medio no era otro que el trabajo Im- probo del campo. A la edad de trece anos, don En- rique Castro resolvio salir de la casa paterna, pa- trocinado por don Antonio Ferreira, para entrar de lleno, y confiado en sus propias fuerzas, en la lu- cha por la vida. 22 VIDA MILITAR DE La labor campestre ha sido en todas las epocas y en todas las latitudes, una escuela dc viriles ense- fianzas. Robustece el cuerpo y da al espiritu la am- plitud de los grandes horizontes. En ella se for j an esos fuertes luchadores, aeostumbrados a veneer los obstaculos y rigores de la naturaleza. Lo inclemente del medio en el cual se desenvuelven, los hace vi- gorosos, intrepidos, incansables, tenaces, con esa contextura que tiene el corazon de los arboles resis- tentes a la accion del haclia y del tiempo ( ^ ). Tal genero de existencia liizo de Castro un hom- bre de excepcionales condiciones fisicas, apto para la natacion, la equitacion y toda esa serie de ejer- cicios corporales que preparan ventajosamente para las contingencias azarosas de la guerra. Asi, cuen- tan las leyendas de la vieja y guerrera Esparta, que se educaban los jovenes de aquella reptiblica, que lego al mundo la hazana inmortal de las Termopilas. Jo- ven aiin, la juventud de Castro no fue obstaculo para ' (1) cEs precise ver & estos espafioles por el idioma dDlcamente j por las confusas nociooes religiosas que cons^ryan, piira saber apreciar los ca- racteres iDd6mit08 j aliivos qae nacen de esta lucha del hombre aislado COD la naturaleza salvaje, del racional con el bruto; es preciso ver estas caras cerradas de barba, estos semblantes graves y serios, como los de los drsbes asi^tJcos, para juzgar del compasivo desd^a que les inspira la yista del hombie sedentario de las ciudades, que puede haber letdo muchos li- bros, pero que no sabe aterrar un toro bravfo y darle muerte, que no sa- br& proveerse de caballo & campo abierto, & pie y sin el auxilio de nadie, que nunca ha parado un tigre y recibfdolo cou el pufial en una mano y el poncho envuelto en la otra, para met^rselo en la boca, mientras le tras- pasa el coraz6n y lo deja tendido d sut pies. Este h&bito de triunfar de las resistencias, de mostrarse siempre superior & la naturaleza, desafiarla 7 vtncerla, desenvuelve prodigiosamente el tentimiento de la iniportancia individual y de la superioridad. » — Sarmibnto : Facundo 6 Civilixacion y Barbarie, pig. 14. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 23 ' ' — m^ » ■»■■-■■ ^^^^mm^^m. m . ^ que pusiera de manificsto sus cualidades ingenitas de valor y los sentlmientos e ideas que abrigaba res- pecto de los hombres y de los acontecimieiitos. Ha- cia publica la adoiiracion que sentia por las perso- ualidades mas deseoUantes de la milieia de la epoea, por sus lieehos de guerra, por el civismo que encar- naban y por esa aureola que rodea la frente de los predestinados para la realizacion de las grandes cosas. El respeto para la vida del vencido, la conmise- racioir para con el desgraciado, la liumanidad para con el prisionero, practicados por los caudillos de la Independcncia, salvo raras excepciones, fueron ejenaplos que cautivaron el alma noble de Enrique Castro. To do lo que fuera contrario a estos procede- res, le indignaba y cncontraba liondas resistencias en la naturaleza de su caracter, genuinamente bon- dadoso y justiciero. Un hecho producido durante la primera de nues- tras contiendas civiles, confirma plenamente las an- teriores afirmaciones. Un Capitan apellidado Her- nandez, — su pariente y amigo, — fue b^rbaramentc asesinado por los encmigos del General Rivera, cn- tre cuyas liuestes habia militado la victima. Ese ase- sinato, que revistio los caracteres de un crimen mons- truoso, — lo que liace que la pluma se resista a des- cribirlo, — arraigo en el animo de Castro la repulsion liacia los hombres que, cegados por el odio partida- rio, ahogan en su peclio toda impulsion compasiva y liiimanitaria. Este crimen odioso, unido a otros no mcnos vitu- perablcs, perpetrados por algunos de los secuaces 24 VI DA MILITAR DE de una de las banderias politicas en que ya se frac- cionaba la familia oriental ; el lazo de parentesco que lo unia al Capitan mutilado ; el estrecho vinculo de amistad y compaiierismo que enlazaba a su padre con el General Rivera ; la fascinacion que este escla- recido caudillo ejerciera, con su influjo personal y con el esplendor de sus victorias, sobre la generacion que surgiera a la vida piiblica despues de la Inde- pendencia, — ^la causa por la cual guerreaba el vence- dor de las Misiones, — fueron los motivos que le in- dujeron a abrazar con ardor los principios y la ban- dera del partido que habia de Uamarse Colorado, En las postrimerias del ano 1837, los partidos na- cionales, entonces nacientes, confiaron el triunfo de sus respectivas di visas al albur de la lucha armada. Al f rente de los respectivos ejercitos iban los dos caudillos, Rivera y Oribe, con poderosos elementos belicos. La contienda fratricida se dirimio en la encarni- zada accion que tuvo por campo el potrero de Yuen- tujd (^), de resultados desastrosos paraja causa que defendia el General Oribe. ( 1 ) Los beligeraDtes se acercaban poco & poco, hasta que por fin se eDCon- traron el 22 de Octubre ea el lugar denoniiDado Yucatuji, en donde Rivera bati6 completameDte & Oribe, como se ve por el parte que sigue, pub!icado en el suplemento al ndm. 2427 de El Universal, esoapando de eer hecho pri&io- nero el mismo Presidente de la Repdblica: — «Excnio. Sr.: Ei 22 fu4 disper- sado completameDte el primer cuerpo de ej^rcito que estaba & mis 6rdenes. Hoy tendr^ reunidos 400 hombres, con los que me incorporar^ al segundo cuerpo, y dentro de cuatro dfas vulveremos d encontrarlos. — Dios guarde & V. E. muchos afios. — Puntas de Tacuaremb<5, Octubre 'J4 de 1837. — Manuel Obibb. — Excmo. Sr. Ministro de la Guerra.» — (Tornado de \tiobnApun' Us para la Historia de la Republica Oriental del Uruguay, por A. D. de P, — TomoII, pdg. 439.) ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO Zt Apenas transcurrido un mes desde aquella accion, los ejercitos rivales trataron de encontrarse nueva- mente. El General Rivera, en su marcha hacia el Sud, acampo en la costa del arroyo Salado, afluente del rio Yi, a una distancia de cinco kilometros del pue- blo del Durazno, hacia el N. O., y a unos do kilo- metros del ejercito enemigo, comandado por Oribe y Lavalleja, quienes se habian situado, con las tro- pas que seguian sus banderas, en las margenes del arroyo Tejera, tambien afluente del citado rio. En tales circunstancias, y acompanado de Ber- nabe Aparicio, — hermano del que habia de ser des- pues General de este apellido, — llego elciudadano Enrique Castro al campamento del General Rivera, con el fin de ingresar en las filas de su ejercito en caracter de voluntario ; lo que consiguio presentan- dose al regimiento de caballeria mandado por el Teniente Coronel don Marcos Garcia. Inmediata- mente fueron destinados los reclutas a la 2.* com- pania, mandada por el Teniente 1.° don Fernando Ruiz. (El dia 20 de Noviembre de 1837.) En la manana del 21, los ejercitos beligerantes le- vantaban sus campamentos para ponerse en mar- cha, buscando su encuentro. Las partidas exploradoras de ambos facilmente pudieron darse cuenta exacta de sus respectivas po- siciones. Descubiertos los ejercitos, desplegaron sus tropas en linea de batalla. Esta empezo con un fuego nutrido, sostenido vi- gorosamente por ambas partes. La victoria sc man- tuvo durante algunas horas indecisa, y ofrecio la 26 VIDA MILITAR DE lueha fascs diferentes. No obstante, quedo duefio del campo de pclea el ejercito de Oribe; pero com- pletamente imposibilitado para seguir la persecu- cion de Rivera, quien se retiro hecho, y en orden regular su ejercito, en direceion al hoy departa- mento de Flores ( ^ ). Fue en esta accion, Uamada del Durazno 6 del Yi, en la que el recluta de 20 auos a quien venimos bio- grafiando, recibio su bautismo de fuego. Obtuvo, como reeompensa de su arrojo, y en lo mas refiido de la pelea, una lierida de bala. Los sucesos siguieron su curso, ofreciendo las vi- cisitudes inherentes a toda guerra civil. Enrique Castro paso a formar parte de las fuer- zas que estaban bajo las ordenes del Goronel don Bernabe Magarifios, las cuales, en numero de ciento y tantos liombres, libraron un combate, en las pun- (t) cDespu^s de diversos movimientos, se encontraron loa ej^rcitos be- ligeraDtes el 31. de Noriembre al Norte del Yi^ & poca distancia de este rfo 7 d la vista del pueblo del Durazoo. € Los laDces de la batalla fueron de <Sxito di verso, por causas que do es de esta O'aeidn inyestigar. — Ea el centro se pele6 con rnergfa y resul- tado dudoso; la izquierda de Oribe hnyd en derrota d«-l caropo de batalla, arrastrando en su fuga al niisrao Oribe y al General Lavalleja; pero su derecha, aprovechando algunos acddentes del terreno y el alfjamiento de las fuerzas que' se h^bfan empefiado en la per^ecucidn, hizo C(-jar & la iz- quierda de Rivera. Esta se replegd sobre los pasos del Yf, y en el del DurazDo se trabd uoa refiida contienda, en que se derramd copiosameote la sangre — No liabiendo podldo el enemigo veneer etta resistencia, ni, por consiguiente, f^zar el paso del rto, tan gallardamente drfendido, la batalla no tuvo ronsecueneia alguna decisi^a. — Oribe pudo llamaria <vic- toria» para sus annas, porque quedaron en el campo de batalla ; pero el general Rivera ke retir6 & los Porongos sia ser p^rseguido, y principid & prepararse allf para ulteriores operaciones >— AndrI^s Lamas: Apuntes his- tdricos sobre las agresiones del dictador argentino don Juan Manuel Rosas contra la independencia de la Republiea Oriental del Uruguay, p&g. 205. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 27 tas del arroyo del Estado, departamento del Du- i*azno, contra las comandadas por el Teniente Co- ronel don Juan Gregorio Moyano, compuestas de tres a cuatrocientos hombres. Fue una lucha sangrienta, que did por resultado la muerte de Moyano, la toma de un gran numero de prisioneros y la dispersion eompleta del resto de la gente. Los odios partidistas, en perpetua efervesceneia, cual torrente desprendido impetuosamente de altas cimas, que todo lo avasalla y todo lo destruye, en vez de aplaearse, se eneonaban dia por dia y traian, como consecuencia inevitable, el estancamiento del progreso, la ruina de las industrias y el alejamiento de la inmigracion, que era entonces, como lo es en la actualidad, el medio mas eficaz de desarrollar las riquezas nacionales. Los reveses sufridos por el General Rivera, jamas le hicieron dudar del exito de su campana. Medio derrotado en el Yi, volvio con mas pujan- tes brios a levantar bien alto su bandera de reivin- dicaciones, para enarbolarla triunfante en el histo- rico Palmar del Arroyo Grande. Los elementos po- derosos que los dos partidos rivales liabian acumu- lado, chocaron en un dia brumoso y triste del mes de los grandes frlos : el 15 de Junio de 1838. Previo el reconocimiento del caso, hecho por las fuerzas respcctivas, los contendientes pelearon du- rante cuatro horas largas en las puntas del arroyo Grande (en el hoy departamento de Rio Negro), y en un campo cubierto de palmas, de lo que tomo nombre la batalla. ArroUadas al principio las caba- 28 VIDA MILITAR DE llerias riveristas, pudieron rehacerse y trocar la de- rrota iniciada, en esplendida victoria. Decidio la suerte de aquella sangrienta batalla, la brillante carga a sable dada por el intrepido Goronel Luciano Blanco, cuyos escuadrones sembraron el desbande y el terror en las filas enemigas. A este resultado tambien coopero activamente el Goronel don Angel Nunez, quien, con los dispersos de la primera hora que pudo reunir, sableo y des- bando totalmente la division enemiga mandada por el General Britos. En resumen, las fuerzas del Gene- ral don Ignacio Oribe fueron deshechas por las que estaban bajo las ordenes de Rivera y Lavalle. Nuestro biografiado fue actor en esta batalla : for- maba parte de la compania de voluntarios a orde- nes del Teniente Juan Mesa, uno de los oficiales mas acreditados y de mayor confianza con que contaban las fuerzas del Goronel Blanco, cuyo papel impor-- tante en la pelea que nos ocupa, queda consignado en parrafos anteriores. El General Oribe sufrio una perdida de 700 hom- bres, entre muertos y heridos; dejo, ademas, en po- der del vencedor, como 300 prisioneros, entre los que fignraban jefes y oficiales de los de mas nom- bradia en el ejercito gubernista, y todas las muni- ciones y bagajes. Este fue el golpe definitivo para la causa que de- fendia Oribe, quien se vio forzado a abandonar el alto cargo de que estaba investido, antes de termi- nar su periodo presidencial ( W. (1) V^anse Isidoro DB-MARfA, Rasgos biogrdficos de hombrea notableSf libro primero, pfig. 170; y Antonio DfAZ, Historia politioa y militar de las Repiiblicas del Plata, tome IV, pdg. 4. CAPlTULO in NUEVA ERA. — VUELVE CASTRO AL TRABAJO. — GUERRA ft • CONTRA ROSAS. — INVASION DE EGHAGUE. — CASTRO EN ACCION. — PRELIMINARES DE CAGANGHA. El triunfo de la revolucion encabezada per el Ge- neral Rivera fue para el pais el cimiento de una nueva era feliz, de libertad y progreso. Desde sus primeros pasos, el triunfador se mos- tro como siempre generoso y decidido d seguir los dietados de la sana opinion. Asi es que la pacifica- cion se opero rapidamente en todo el territorio, y despues de las agitaciones en que por primera vez se mezdaba a los extranjeros en nuestras discordias, desde la constitucion de la Reptibliea, fue grato as- pirar auras de libertad verdadera y de orden regu- lar, en el cual las cuestiones politicas iban a resol- verse apaciblemente por los medios legales y la vida institucional a hacerse efectiva eon todas las garan- tias. Solo quedaban como huellas del pasado entris- tecedor, el recuerdo de las enconadas luehas, los despojos dolorosos de una devastadora guerra, y 30 VIDA MILITAR DE la simiente, por desgracia fecunda, de las odiosida- des entre hermanos, que iban a trastornar los dias futures de la joven nacionalidad uruguaya. Muehos orientales optaron "por volver a las faenas del trabajo, poniendo sus aetividades al servieio de los bien entendidos intereses de la Republiea. Castro, que sentia en su pecho el fuego del pa- triotismo y del desinteres, no quiso ser gravoso a su patria, ni exigio de ella compensaciones por los humildes servieios prestados en las horas del peli- gro. Deseaba abandonar la existencia precaria de los campamentos, para entregarse al trabajo fe- eundo, para atender las imprescindibles exigencias de la vida. En merito a las afinidades historieas que han exis- tido siempre entre el pueblo argentino y nuestro pueblo, vinculados por los lazos de las costumbres, los habitos, las tradieiones y las ideas, debemos ahora, aunque sea a grandes rasgos, tratar eiertos hechos produeidos en aquel pais y cuyas proyeecio- nes se hicieron sentir en el nuestro. En el afio 1839, el Gobierno Argentino, represen- tado por el poder autoeratico de don Juan Manuel Rosas, deelaro, eon injusticia notoria, la guerra a nuestro pais; pero, una guerra sineuartel, barbara, tan odiosa como injustifieada. Tomo como pretexto para agredir a nuestra patria, deseonocer su sobe- rania y atentar solapadamente contra su indepen- dencia, las pretensiones absurdas de don Manuel Oribe a la Presidencia de la Republiea, de la cual habia hecho formal renuneia, segun consta en los documentos ofieiales de la epoea. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 31 En consecuencia, ordeno al Gobernador de la Provincia de Entre-Rios, General don Pascual Echa- gue, que invadiese nuestro territorio con los ele- mentos de guerra que hubiese podido reunir. Echa- gue did rapido eumplimiento al inandato equipando perfectamente, — como lo declara don Antonio Diaz, — un ejercito que no bajaba de scis a siete mil hom- bres. Llevaba el seide de Rosas, bajo sus ordenes, a los Generales orientales don Juan Antonio Lava- Ueja, don Servando Gomez y don Eugenio Garzon, y al entrerriano Justo Jose de Urquiza. La inva- sion al suelo oriental se realizo en el mes de Junio de 1839. La vida era verdaderamente imposible en los do- minios donde Rosas hacla sentir su omnipotente vo- luntad. Patriotas de la talla de Cienfuegos, Gastelli, los Maza, Zelarrayan, CuUen, Beron de Astrada e infi- nidad de eminentes personalidades en la milicia, en las ciencias, en la politica, en la religion, en todas las manifestaeiones de la eultura humana, fueron pasados por las armas, sin proceso legal, euando no inhumanamente degoUados. Los seides del Restaurador amenazaban de muerte a cuantos se opusiesen, dentro de la Republica Ar- gentina, a los planes abominables de Rosas. Tal regimen de gobierno obligo al elemento sano de aquella tierra a bUscar un refugio en nuestras hospitalarias play as. Contra este asilo de sus compatriotas, alejados de su tierra nativa por la fuerza de los odios y de las persecueiones politicas, el despota de allende el Plata lanzaba sus temidas legiones. 32 VIDA MILITAR DE Indicadas ligeramente las causas generadoras de la agresion del ano 39, pasemos a estudiar los prin- cipales sucesos acaecidos en ese periodo historico. Sin exageraeion puede afirmarse que en el se puso a prueba la independencia de la nacion, y que en esa guerra genuinamente nacional, y en la inmortal Jornada de Cagancha, se cimento la obra de reden- cion iniciada en el afio 1825 y sellada gloriosamente por Rivera en su campana heroica de Misiones. En ese grandiose episodio, que ha sido narrado con prolijidad por un distinguido compatriota, el doctor Anacleto Dufort y Alvarez, aparece Rivera, como en los buenos tiempos de la Independencia, salvando la soberania de su patria y la libertad de sus compatriotas. Diremos, a titulo de informacion, que en esa gran batalla era notable la desproporcion numerica de los combatientes, pues ascendian los orientales k 3000, mientras los invasores sumaban 7500. Ga- torce cargas consecutivas, Uevadas por los soldados de Echagiie, fueron lieroicamente rechazadas. Esta bravura indomita no tiene precedentes en los ana- les patrios, y trae a la memoria los prodigios de las caballerias francesas, acaudilladas por el ^aliente entre los valientes, por el inclito Ney, en la famosa batalla de Waterloo. Analicemos la participacion de Castro en tan se- naladas circunstancias. Se encontraba en el Brasil cuando tuvo conocimiento de la invasion. Con gran premura se puso en marclia, con destino k su casa paterna. Tan luego como hubo llegado a ella, una mera indicacion de su padre sobre el es- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 33 tado de cosas entonces imperante, inddjole d lan- zai'se d una aventura por demds arnesgada. Con mo- tivo de encontrarse el Mayor don Faustino Ldpez, jefe de la guarnicion de la Florida, sitiado por fuer- zas enemigas, en situacion bastante dificil, el vete- rano de Sarandi, en un arranque de entusiasmo pa- trio tico, exclamo delante de su hijo: — «Si no fuera tan viejo, iria a cumplir con mi deber, protegiendo aljefe sitiado. » — Esta frase espontdnea conmovio profundamente el corazon de Castro, quien, como movido por un impulso electrico, se lanzo en busca de compaiieros para cumplir lo que ^1 conceptuaba como una orden. Respondieix)n a su invitacion Gregorio, Rufino y Luciano Mas de Ayala, Gregorio Seijas, Manuel Casco, Nicolas Rivero, Juan y Zenon Zelaya, Jose y Ramon Rivera. El grupo, completado por Gregorio Castro, formaba un total de once hombres que aca- taban la jefatura de nuestro biografiado. El tiempo de que disponian estos voluntarios es- taba contado. Costeando el monte del arroyo del Pintado y res- guardandose en su espesura, marcharon aguas abajo hasta llegar a colocarse frente d la ciudad de la Flo- rida, que se hallaba rodeada por una pequeiia divi- sion de 300 6 400 hombres, bajo el comando del Co- ronel don Manuel Lavalleja y del Mayor Saravi. Figuraban, ademds, entre los sitiadores, el Capitan Inchaurbe y el Teniente don Timoteo Aparicio, el mismo que mas tarde habia de acaudillar en masa las falanges desupartido politico. Sehacianecesario des- plegar todo el ingenio posible, A fin de poner en co- 34 VIDA MILITAR DE nocimiento de Lopez el plan proycctado por Castro y sus compafieros ; y, para el efeeto, el que figuraba como jefe de la partida, hizo penetrar en la pobla- cion sitiada un gaticho haqueano, montado en pelo, con todas las preeauciones del easo, para entrevis- tarse con el jefe de la plaza y hacerle conocer el designio de los que acometian la audaz empresa. Lo- pez acepto de piano la proteccion. A las tres de la tarde del dia diez y nueve de Octubre, el jefe rive- rista intento la salida. Pero, avisados los sitiadores por los movimientos del enemigo, de lo que este fra- guaba, contuvieron momentaneamente el ataque. Fue en ese instante supremo que los once valientes, saliendo del escondrijo que los ocultaba, arremetie- ron intrepidamente, a golpes de lanza, por la reta- guardia a los soldados de Lavalleja. Estos, que no contaban con la inesperada acome- tida, vacilaron, y su vacilacion facilito la retirada de Lopez y la salvacion de sus tropas, que era el objetivo que perseguian los temerarios crioUos del Pintado. Gontribuyo al exito favorable de esta em- presa, una circunstancia que merece ser recordada : Antes de que Lopez emprendiese la salida del pue- blo, aparecio, coronando las alturas que dan caidas al Pintado, un grupo numeroso de personas que, re- conocido por uno de los soldados de Castro, se supo estaba compuesto de concurrentes a una fiesta nup- cial, verificada la noche antes en las proximidades del pago. Obligados por Castro, que supo aprovechar la coincidencia con intuicion genial, los tertulianos echaron pie a tierra y formaron en orden abierto, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 33 como en proteccion de los once guerrilleros, frente a las fuerzas de Lavalleja, ocultados hasta medio cuerpo por las sinuosidades de la cuehilla. La presencia de estas supuestas tropas auxiliares atemorizo a la gente sitiadora, que tomo por realidad lo que solo era una liabil y bien urdida estratagema. La resonaneia de este hecho atrajo la atencion so- bre la persona del jefe de la partida, sin cuyo con- curso deeidido no era difieil de colegir la suerte que hubiera cabido a los bravos defensores de la Flo- rida. Despues de este episodio, la redueida fraecion ven- cedora tomo rumbos al Paso de Caller os, del Pin- tado, en cuyo punto engroso sus filas con algunos voluntarios que se presentaron, hasta alcanzar cl nA- mero de 50 hombres proximamente. Una vez salvado del peligrq, el Mayor Lopez se in- tereso sobremanera por averiguar quien habia en- cabezado la empresa que did por resultado su salida de entre el circulo de enemigos que le rodeara. Sa- tisfecho su deseo, le nombro sargento, proclamdn- dolo en ese caracter ante su tropa, que se llend de jubilo por el acto de estricta justicia que se realizaba. La distincion de que fue objeto Castro se recibid entre sus compaiieros con sentimientos palpitantes de noble entusiasmo. El mismo dia en que se llevaba a efecto lo que queda referido (19 de Octubre de 1839), Lopez tomo las medidas conducentes para concentrar en un punto dado del territorio todos los subaltemos diseminados por montes y sierras. Esta medida era de urgente necesidad ; asl lo requeria la inminencia 36 VIDA MILITAR DE del peligro en que se hallaba la Repiiblica, cuyos de- partamentos del norte estaban convulsionados. La critica situacion porque se atravesaba exigia de todos resoluciones prontas, radicales y en^rgicas. Gumpliendo consignas recibidas, Lopez impartio ordenes por chasques, en todas direceiones, dando eomo punto de reunion el pueblo de la FloHda. Esta poblacion habia sido abandonada por el Goronel Ma- nuel Lavalleja, despues de la salida de Lopez. En las puntas del arroyo Maeiel se encontraba el Sargento Mayor Anselmo Gabral, al frente de un es- euadron de eaballeria de linea, con el que se puso en marcha inmediatamente de reeibir la orden. El 22 de Octubre, don Faustino Lopez paso re vista a la gente que habia podido reunir, la que arrojaba uijL total de 400 a 500 hombres. En la ineertidumbre del punto en que se encon- traba el enemigo, Lopez desprendio al dia siguiente en comision al sargento Enrique Castro con 40 hom- bres y con orden de descubrirlo, haciendolo prote- ger con una fuerza de 50 soldados, al mando del Ga- pitan Enrique Valero. La comision confiada a Gastro, dadas las aptitu- des que poseia para esa clase de empresas, fue des- empeiiada con tino y lucimiento. Despues de una marcha forzada, en la que puso d prueba sus dotes de explorador experto y de jinete incansable, diviso al enemigo en el paraje cohocido por Isla de la Es- pina de la Cruz, en el arroyo Tornero. Supo que lo comandaba don Manuel Lavalleja, y trato de darle alcance, batiendo su retaguardia, en una persecucion tenaz, hasta el arroyo del Sauce, del otro lado de ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 37 ^^^— ^^^— — ^— ^— — Mansavillagra. En este punto, las fuerzas de Lava- lleja fiieron completamente batidas por las del Co<- ronel don Manuel Freire, que ascendian A 300 hom- bres, poco mds 6 menos. La persecucidn que se em* prendi6 fue tan activa, que los derrotados huyeron hasta Cerro Largo, de cuyo paraje fueron desaloja* dos, intemdndose Lavalleja y los suyos en el Brasil, por Yaguaron. Lopez, eon el grueso de sus fuerzas, seguia el rumbo de Castro, no tan solo para protegerlo en caso de un ataque imprevisto, sino tambien para no desprenderse de un servidor que conceptuaba irreemplazable en csos momentos dificiles, en que el Anico plan estrategico consistla en la incorpora- cion de sus fuerzas d las del General Rivera. Dicha ineorporaci6n se efectu6 A los pocos dias en la costa del arroyo Monzon, adonde Uego el genera- lisimo con el Regimiento 1.® de Caballerfa, cuyo jefe era el Coronel don Pedro Mendoza, y conelwEscua- dron Escolta)), mandado en esa epoca por el Teniente Coronel don Juan Mendoza. El General Rivera ordeno a Lopez, — que era en- tonces Jefe Politico de la Florida, — que, con la fuerza que mandaba, regresara al pueblo cabeza del depar- tamento, con el proposito de hacer mas facil la reu- nion de partidas sueltas, esparcidas en diferentes puntos de los depai*tamentos comarcanos, y que, una vez obtenido ese resultado, marchara al rio Santa Lucia Grande, hacia el paraje conocido con el nom- bre de «Calera de Juan Francisco Garcia de Ziifti- gaD, por ser alii el sitio donde debia concentrarse el nueleo del ejercito. 38 VIDA MJLITAR DE El peligro era inniinente, pues merodeaba a pocas leguas de aqpiel lugar el numeroso y bien aguerrido ejercito de Ecliague, que iba en busca de los palrio* tas que Rivera militarizaba a toda prisa. Fue en la Calera de Garcia de Zuniga donde Castro ingresd en el celebre <(Escuadr6n Escolta)) del gran eaudillo, destine en alto grado lionroso y i\nicamente reser- vado a aquellos que se hubieran distinguido por al- guna accion brillante, 6 que hubieran dejado bien sentado su nombre como valientes y resueltos. Transcurridos pocos dias, una fuerte columna, compuesta de 1000 liombres, descendia cautelosa y sileneiosamente, como fiera que se arrastra en busca de su presa, y amenazaba vadear el rio en el Paso de la Calera. Rivera, a cuya perspieacia no podia pasar inad- vertida la intencion de sus adversaries, destaco ra- pidamente en dicho paso al Goronel Juan Mendoza con su ((Escuadron Escolta », y al Teniente Coronel Lopez con las fuerzas a su mando. Las ordenes que llevaban estos dos ultimos jefes eran terminantes : defender el paso a todo trance, hasta tanto que Ue- garan los refuerzos que el eaudillo Colorado espe- raba. Asi se liizo. Y si pudieran cxpresarse en una formula matematica las disposicioncs tomadas por Rivera, diriamos que estaban en razon directa de lo critico de la posicion que defendla y del acrecenta- miento de los obstaculos que tenia que veneer. Teniendo reunidos unos 3000 liombres, dispuso Rivera vadear el Santa Lucia en el Paso del Sordo> rio arriba de donde estaba acampado, esquivandp todo encuentro, por no ser el terreno apropiado a ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 39 s US fines y por no satisfacer el deseo que anhelaba : batir al mismo Echague en el lugar que quisiese. El general argentine eontaba con un ejercito for- midable, formado por 7 d 8000 hombres, perfecta- mente equipados, y al que se liacia sumamente difi- eil presentar batalla en merito a su superioridad numerica. En esta contingencia fue donde Rivera puso a p rueba, una vez mas, uno de sus inagotables recur- sos, de esos que caracterizan su personalidad de guerrero y dan realee a la figura descoUante de los caudillos. Simulo una completa dispersion de sus eolumnas, por escuadrones, en diferentes rumbos, Uevando cada uno de estos la consigna de reunirse, un dia indicado de antemano, en la costa del Santa Lucia Chico. Este ardid ocasiono, a su vez, el fracciona- miento en divisiones, realizado por parte del ene- migo, para seguir la persecucion. Lo que Rivera en realidad procuraba, era el debi- litamiento de las tropas invasoras, para batirlas en combates parciales. Y este objetivo fue alcanzado con todo exito. El General Servando Gomez, con la fuerza que constituia la vanguardia de Echagiie, y que ascen- dia al numero de mil y tantos soldados, emprendio una rapida marcha en busca de su enemigo, y avi- sado del movimiento que se producia en la barra del Santa Lucia Gliico, trato de reconocer el lugar por medio de partidas exploradoras. Rivera ya habla reunido en ese punto a todo su ejercito. Su vanguardia, compuesta del «Escuadr6n 40 VIDA MILITAR DE Escolta)), el del Comandante Luciano Blanco y el del Coronel Hipolito Cuadi*a, busco con teson la contraria ; did con ella : se puso a tiro, y empeno un recio tiroteo en el Paso de Severino, protegida por las divisiones de los Coroneles Nunez y Mendoza. Con este auxilio, la vanguardia riverista puso en desbande k la de Echague, mediante una vigorosa carga que arrastrd a las caballerias de Gomez hasta el mismo campamento del ejercito rosista. CAPlTULO IV CAGANCHA. — TREGUA Y PROGRESO. — SIGUE LA GUE- RRA CONTRA ROSAS. — ARROYO GRANDE Y SUCESOS POSTERIORES. u Per fin, el 29 de Diciembre de 1839, a las tres de la tarde, la Reptiblica entera escucho alborozada los marciales acordes de las dianas triunfales de Cagancha, cuyos ecos, trasmitidos de ceiTo en cerro y de loma en loma, anunciaron al mundo la sancion de su soberania, Esta jomada, la mds grande que se registra en nuestros fastos guerreros, sella la obra de redenci6n de 182S. Con justa razon pudo enviar Rivera a sus amigos de Montevideo, como seiial de su victoria, una cadena rota : la patria rom- pio en ese dia las coyundas con que pretendia ma- niatarla el extranjero. En esa acci6n gloriosa, el centro del ej6rcito na- cional era mandado por el General Enrique Marti- nez, que tenia bajo sus 6rdenes a los batallones co- mandados por los Coroneles Santiago Lavandera, Julian Martinez, Pedro Jose Aguero y Santiago So- 42 VIDA MILITAU DE riano, y por los Gomandantes Jose Maria Piran, Mariano de Vedia y Juan Feliciano Vazquez. For- •tunato Silva, el lancero de las caballerias serranas, al frente del ala derecha, tenia por subalternos a los Goroneles Pedro Mendoza, Faustino Lopez, Vic- toriano Camaeho, Simon Bengochea, y a los Te- nientes Goroneles Jose H. Mirabal y Juan Mendoza. El ala izquierda, eonfiada a la bravura y pericia de Angel Nunez, estaba formada por las tropas que seguian a los Goroneles Hipolito Guadra, Belarmino Paez da Silva y Manuel Diaz, y a los Gomandantes Antonio Mendoza y Bernardino Baez. En la vanguardia, a cuyo frente figuraba Anacleto Medina, estaban los cuerpos comandados por Lu- ciano Blanco y Jose Maria Luna ; y ya como jefes de regimiento 6 de escuadron, ya como oficiales, ya como soldados, merecen recordarse los nombres de Domingo Garcia, Marcelino Sosa, Galixto Genturion, Mauricio Lopez de Haro, Manuel Freire, Venancio Flores, Martiniano Ghilabert, Juan Bautista Santan- der, Juan Mesa, Fausto Aguilar, Felix Aguiar, Va- lentin Quintana, Jacinto Estivao, Justo Tavares^ Jose Antonio Reyes, Mateo Tula, Manuel y Fran- cisco Garaballo, Jose Mora, etc., etc. Jamas, conex- cepcion de la Defensa, el pais ha presentado en un liecho de armas un nucleo mas lucido de paladines de la libertad. Esta batalla, que costo a las armas pa- ti'iotas la vida de 320 ciudadanos y 190 heridos, fue de resultados funestos para la causa de los invaso- res, quienes dejaron en el campo de la accion 480 muertos, varios jefes y 137 oficiales prisioneros, y como 1000 individuos de tropa y toda su caballada, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 43 armas, municioncs y bagajes. La participacion que al sargento Enrique Castro le cupo en esta impor- tantisima batalla, aunque modesta, en atencion al humilde cargo que investia, estuvo a la altura de sus antecedentes como militar animoso y de fibra. El « Escuadron Escolta », en el cual el prestaba sus servicios, no solamente peleo con su proverbial arrojo en los momentos dificiles y cruentos en que la ba- talla se mantuvo indecisa, sino que fue tambien uno de los dos elegidos por Rivera para emprender la persecucion contra el enemigo ; persecucion que, di- clio sea de paso, se llev6 a cabo activamente por es^ pacio de oclio leguas, hasta el Paso del Rey, en el rlo San Jose. En las cargas famosas y en el entre- vero furioso de las caballerias enemigas, la lanza de Castro y de sus intrepidos conmilitones abrio breclia en el seno de sus contrarios. Es en esos instantes en que se prueba la pujanza del brazo y la grandeza de alma del verdadero y cumplido guerrillero, La pacificacion del territorio pudo logi*arse a me- diados de Enero de 1840. La prosperidad piiblica re- nacio, desarrollandose notablemente, en todas sus multiples formas, el progreso nacional. El comercio, la industria, las aii;es, la cultura en general, como la inmigracion, se acrecentaron. Las importaciones y las exportaciones se elevaron a cifras que, por en- tonces, se consideraron fabulosas. Desde aquel re- nacimiento puede decirse que data la edificacion del Montevideo nuevo. Y k este notable adelanto de la capital, siguid paralelamente el de la campana. Las fuentes de nuestra incomparable riqueza comenza* ron a ser bien explotadas. Las campinas desiertas e 44 VIDA MILITAR DE incultas fueron pobladas y laboradas. A este prodi- gioso vuelo de nuestras mejoras materiales y morales contribuyeron los emigrados argentinos que huian de las matanzas horrendas de la tristemente celebre mazorca, que sembro el terror y el espanto en la so- ciedad de Buenos Aires durante todo el ano de 1840. Esta era de paz y prosperidad en nuestro pais, que debe contarse entre las mas felices y memorables de aquel periodo, duro desgraeiadamente muy poco. La derrota ejemplar de Echague y sus huestes he- terogeneas no hizo cejar a Rosas en sus pretensio- nes respecto de la Republiea Oriental, y mientras utilizaba d Oribe en excursiones que han dejado es- pantosa memoria en las provincias argentinas, se preparaba nuevamente a atacamos. Rivera no desconocid estos propositos y prepard todo, y a su vez se dispuso a Uevar el ataque a la guarida misma del tirano. Eligio para reconeentrar las fuerzas y organizar- las, un punto centrico del pais : la ribera del arroyo del Pintado. El sargento Enrique Castro, que habia pasado los dos anos anteriores entregado a las faenas del campo, se present© inmediatamente d ocupar su puesto en el ejercito que organizaba el gran caudillo. Al incor- porarlo se le did el empleo de AlC^rez, y el azar quiso qne le fuese otorgada esa distincidn en los parajes agrestes donde se mecio su cuna. En ese mismo dia, y conjuntamente con Castro, merecio iguarascenso el denodado Gregorio Mas, companero inseparable de Castro en empresas y sacrificios. Su primer grado de oficial lo habia eonquistado en tres batallas cam- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 45 pales y en otros tantos eneuentros : en las batallas del Yi, del Palmar y de Cagancha, y en los eneuen- tros del aiToyo del Estado, de la Florida y del arroyo del Tornero. En los tiltimos meses del aiio 1842, las legiones ri- veristas vadearon el Uruguay con objeto de unir sus esfuerzos y cooperar con los argentinos, levan- tados en armas contra Rosas para aplastar el poder opresor de este despota. . . Las armas libertadoras sufrieron un completo y desastroso reves en el Arroyo Grande O. Entre los episodios heroicos realizados por los ven- cidos, merece recordarse la muerte gloriosa de un compatriota nuestro, el Alferez Acosta, abanderado de uno de los batallones riveristas. Antes de permitir que la bandera, confiada a su lealtad, le fuese arrancada ppr el enemigo, cubrid su cuerpo con ella ; y con ese sudario, el mds digno d que puede aspirar un soldado que cae en el campo del honor, fue muerto A lanzazos y bayoneteado por los triunfadores, ebrios de odio y de sangre. Como resultados inmediatos de este descalabro na- cional, que cdsto la vida a centenares de patriotas, tuvo Rivera que repasar el Uruguay con las escasas tropas que se salvaron del desastre, y entretanto que- daron abiertas las fronteras de la patria al ej^rcito (1) Batalla librada por las tropas nacionales, en ndmero de 6700 hom- bres, contra 10000 argentinos, mandados por Oribe, en territorio do la pro- yincia de Entre-Rfos, el 6 de Diciembre de 1842. En ella tomaron parte diez Qenerales. « Todo se perdi6 en ese dfa memorable, » dice el benem4- rito General C^sar Dfaz en bus Memorias. Y agrega en la p&g. 60 de este libro: «Todos los prisioneros, desde la clase de jefe hasta la de sargento inclusive, fueron despiadadamente degollados. » 46 YIDA MILITAR DE invasor, que por su conducta en la jornacia del Arroyo Grande merecc llamai*se, en vez de ejer- eito, horda feroz y sanguinaria. Castro tuvo la suerte de no encontrai'se en esta sangrienta derrota, porque se hallaba enfermo de vi- ruela desde dias antes de emprender la marcha el ejercito libertador. Tan pronto eoino se hubo res- tablecido de su enfermedad, espero el relorno de su jefe y se le ineorporo en el arroyo de la Vii'gen, con un contingente de 50 hombres, dispuesto como otrora a coadyuvar decididamente, en la medida de sus energias, a la causa que habia abrazado con fe. Su puesto estaba marcado anticipadamente. Por orden que se le trasmitio, formo nuevamente en las fdas del ((Escuadron Escoltaw. Sin embargo, un pesar experimento su conciencia de leal y entusiasta partidario : el de no haber co- participado del peligro de sus compaiieros en las bo- ras negras de las grandes tribulaciones. . . . Nunca como entonces se vio la patria de Arligas mas proxima al abismo. Conjuro el peligi*o inminente el patriotismo nunca desmentido de los orientales. Alrededor del pabe- Uon nacional se agruparon, para defenderlo hasta la muerte, los hombres de mas valer del pais en la mi- licia como en la intelectualidad, y el paisanaje indo- mablc, tan viril en las derrotas como en el triunfo y resistente por instinto y conciencia a toda opresion del extranjero. Mientras se organizaba en Montevideo la Defensa que habia de hacerse inmortal, el derrotado del Arrqjro Grande, el General Rivera, que era como ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 47 Anteo, no perdio su pujanza y brio, antes parecio aumentarlos, y despues de una rapida recorrida por la campana, se presento f rente a Montevideo con un fuerte ntieleo de ej^rcito que hizo renaeer todas las esperanzas y toda la fe en el inclito caudillo. Estando acampado ese ejereito en el paraje cono- cido por Capilla de Dona Ana, en las puntas del arroyo Toledo, al Alferez Castro le correspondio des- empenar una comisi6n importante, que habitual- mente se confia a liombres expertos, poseedores de condiciones reeomendables y de la confianza de sus superiores jerarquicos. Al frente de 50 hombres marcho en descubierta del adversario. Castro era uno de esos ejemplares tipicos del ba- queano, tal como lo pinta de mano maestra Sar- miento en su Facundo : « un gaucho grave y reser- vado que conoce palmo a palmo veinte mil leguas cuadradas de Uanuras, bosques y inontanas ! «Es el topografo mas completo, es el tinico mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campana. La suerte del ejereito, el exito de una batalla, la conquista de una provincia, todo depende de el. » Al cabo de pocas jornadas desprendio un chasque comunicando al General Anacleto Medina, jefe dela vanguardia, la aproximacidn de las huestes enemigas. El General Medina acelero la marcha hasta dar al- cance a aquellas en el Paso de la Paloma, del Ca- nelon Chico. El tiroteo con que se inicio el choque de los combatientes fue vivisimo ; sus filas, por ul- timo, se estrecharon, y la confusion se produjo en una y otra parte. 48 VIDA MILITAR DE Castro, al frente del «Piquete Escolta», se hallaba en el ala izquierda, mandada por el abnegado Coro- nel don Jose Maria Luna. La mision que al «Eseuadr6n Escolta» se le eneo- mendo en aquellos movimientos, era de indole neta- mente exploradora, pues se redueia A no perder de vista al enemigo, a estudiar sus operaciones, a co- nocer los elementos de que podia echar mano, en caso de neeesidad, y a dar cuenta inmediata al jefe de vanguardia de los menores detaUes que se nota- sen en el otro campo. En esa tarea de actividad incesante, continuo hasta Febrero de 1843, fecha en que por indicacion de la superioridad, se ineorporo dicho Escuadron al ejer- cito en el Paso de la Arena, de Santa Lucia Chico, donde Rivera revisto a sus cuerpos. La incoi'pora- cion respondia a razones de orden urgente. Reali- zada la revista, Castro fue ascendido d Teniente se- gundo, por resolucion dictada en ese aeto. (Marzo de 1843.) GAPlTULO V CASTRO EN LA DIVISi6n AGUIAR. — UN EPISODIO HE- ROICO. — HERIDO. — SU INCORPORACION A LA DIVI- SION DE FORTUNATO SILVA. Gomo consecuencia de la entrevista de los Gene- rales Rivera y Aguiar, el clarin de ordenes de este tiltimo hizo sentir tres toques sueesivos; /bander a 6 tropa!, ;a ensillarf, y ja caballo! Pronta la co- lumna, casi en seguida se oyo un nuevo toque : era el de jmarcha!, y uiia division de 1000 y tantos hombres, encabezada por el bravo Aguiar, se puso en movimiento, con rumbo al departamento de Mal- donado. El aguerrido « Escuadron Escolta » formaba parte de la columna. El trayecto que la division expedi- eionaria debia recorrer era extenso y peligroso. Se haclan necesarias varias jornadas, a fin de llegar al sitio designado. Habia ademas la probabilidad de ser interceptados en la travesia, por grupos numerosos de enemigos ocultos en las riberas de los arroyos y las faldas de los cerros. Proximo al paso del Santa 4. 50 VIDA MILITAR DE Lucia Grande, y frente a la barra del arroyo Vejiga, margen izquierda, habia tendido linea de batalla la division del Coronel Burgueno. Guarnecido el paso por piquetes reforzados, era de urgente necesidad el pronto desalojo, cuya empresa fue eneomendada por el General Aguiar al Teniente Coronel don Antonio Mendoza, al frente de su respeetivo escuadron. Este jefe desplego una guerrilla de 25 soldados, bajo las ordenes del poi'taestandarte Jose Castro, protegida por una de igual numero, correspondiente al piquete de baqueanos, al mando del Teniente Manuel La Paz. Habia que vadear el rio; el trance era dificultoso por mtiltiples circunstancias. El Santa Lucia, fuera de sus riberas, era, por si solo, un impedimento dificil de veneer. Las caballe- rias, azotadas al agua, eran rechazadas por las des- cargas cerradas que hacian los defensores del paso desde sus ventajosas posiciones. En vano el enemigo agoto sus esfuerzos : para los leales soldados de Rivera no habia obstdculos que se opusieran d su indomable voluntad y al arrojo que en todos los trances los distinguia. Pasaron al otro lado ; cargaron decididamente so- bre las tropas de Burgueno y las obligaron a reple- garse sobre el arroyo Vejiga, en cuyo sitio se re- hizo la guardia dispcrsa, debido a la proteccion opor- tuna que se le presto. Esta reaccion produjo un re- cio tiroteo entre ambas partes. El Teniente Coronel Mendoza creyo del caso proteger, A su vez, A los 50 hombres que se conservaban firmes en su puesto de honot*; y, para ello, ordeno al Capitan Juan Centu- rion que, con la compania de su mando, prestara a los valientes el necesario auxilio. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 51 Centurion, ya fuera por negligencia, ya porque creyera no ser del caso la adopcion de una medida enei^ca, retardo el cumplimiento del mandato. Men- doza, exasperado al ver la desigualdad de la lucha y al darse euenta de que sus bravos carecian de ele- mentos para asegurar el triunfo, oixlen6 al Teniente Castro los protegiera con el piquete d sus ordenes, disponiendo A la vez del elemento de Centuridn. Castro trasmitid la orden d Centuridn ; ^ste la des- acato. Entonces Castro proclamo a los soldados, y mando /d la cargal sobre el enemigo. Su yoz de mando fue obedecida con vivo entusiasmo por toda la tropa, inclusa la de Centuridn, mandada por el Teniente Jose Mendoza. Los adversarios precipitaron la retirada. Esta se efectuo por espacio de una legua, hasta las proximi- dades del paso del arroyo Vejiga, punto donde ftie- ron protegidos los derrotados por dos escuadrones. Castro viose obligadp a hacer alto, debido d la desigualdad de fuerzas y a la orden que recibid de Antonio Mendoza, sobre la necesidaddereplegarse. Un hecho inesperado vino A agravar la situacidn ya dificil en que se encontraban Castro y sus solda- dos. Todo, efectivamente, se conjuraba contra los designios de Castro : la falta de proteccidn, la dis- tancia que lo separaba del ejercito, la desproporcion del ntimero, la fatiga de su gente despu^s de la re- friega y de la persecucidn, y el estado de la caba- llada, un tanto transida. Este conjunto de circunstancias desfavorables para Castro, excito el ardor del adversario, que, d rienda 52 VIDA MILITAR DE suelta y lanza en ristre, batla la retaguardia de los patriotas. Nada, sin embargo, pudo quebrantar la valentfa de aquel punado de bravos. Luchar en con- diciones desfavorables, hablasido su escuela; la tra- dicional, la legendaria escuela del caudillo indomable A quien seguian. Para que nuestros leetores juzguen, eon conoci- miento de causa, del valor temerario desplegado por Castro y sus compaiieros, narramos, A renglon se- guido, uno de los muchos episodios de aquel encuen- tro. El costado derecho de las fuerzas que se batian en retirada recibio como sosten una seccion de sol- dados, mandada por el portaestandarte Jos^ Castro, oficial de la guerrilla y hermano de don Enrique. Hostigado sin cesar por cargas repetidas, el por- taestandarte Castro se vio, en lo inds recio de la refriega, con el caballo que montaba herido y ro- deado por un grupo de enemigos, que ascendia pr6- ximamente d 60 hombres. Posesionado el Teniente Castro del inminente pe- ligro que se cernia sobre su hermano, si no le pres- taba su eficaz auxilio, hizo un esfuerzo sobrehumano. Se dirigio d sus soldados, tocandoles el corazon con estas palabras : /Companeros, los que quieran acompanarme a sal^ar d uno de los mios, que me sigan! El momento era de solemne expectativa. El eco vibrante de aquellas palabras sacudio la fibra patridtica de ocho soldados que, desafiando impdvi- dos la muerte, se lanzaron, sable en mano, sobre el enemigo, al que acuchillan y arrollan, logrando liber- tar al casi prisionero. Los nombres de esos merito- rios servidores son dignos de recordarse. Ellos eran : ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 53 Luciano, Apolinario y Mateo Vera, Juan Francisco Garcia, Patricio Navas, Celestino Saavedra, Luciano Orono-y un cabo a quien se le llamaba Silverio. Estos azares debian constituir la norma de la vida de Castro, quien se habla hecho un soldado necesa- rio para el desempeno de comisiones delicadas. Pocos le igualaban en el conocimiento prdctico del terreno, y su presencia era requerida en los reco- nocimientos, en las descubiei'tas y en las explora- ciones. Terminado el sang^iento entrevero y logrado el designio de Castro, se le destino, con 25 hombres, A posesionarse del paso del arroyo Vejiga, a fin de facilitar la retirada. Cumplio bizarramente su cometido ; pero la dife- rencia num^rica del adversario obligo a Castro d sostener una lucha desigual, en medio del arroyo. Seis heridas, algunas de ellas graves, acreditan su comportacion y su denuedo en aquel hecho. Los enemigos no insistieron en la persecucion, porque temieron el avance de algtin refuerzo para Castro. Su calculo no fiie errdneo : pronto aparecio d lo le- jos un escuadrdn de lanceros. El General Aguiar, que se encontraba en la mar- gen derecha del Santa Lucia, fue testigo ocular de la lucha encarnizada sostenida por Castro, al frente de sus subalternos, contra 300 6 400 soldados con- trarios. Como se le interrogara al General Aguiar por que guardaba actitud pasiva ante el grave riesgo que corrian sus compaiieros, contesto con la siguiente arrogante frase: a /A los ini>encibles de la escolta 54 YIDA MILITAR DE del General Rivera, no se les protege! jSaben i^en- cer 6 morir/y> No todos los que presenciaron aquella coixtienda permanecieron indiferentes asudesarroUo. UnSar- gento Mayor, cuyo nombre sentimos ignorar, ante- poniendo el deber de compaiierismo a las ordenes del servicio que se le trasmitieron, obro por cuenta propia, y avanzo eon su escuadron, con el objeto de contener el impetu y la osadla del ataeante, y fa- cilitar un medio oportuno que permitiera evadirse a los perseguidos. El desacato a la autoiidad supe- rior, que esta conducta implicaba, eramanifiesto, mu- cho mas si a lo dicho se anade que el prenombrado jefe no tuvo reparo en manifestar de viva voz a su tropa, que preferia pasar por todos los rigores de la diseiplina, antes que permitir que fueran 3acrifi- cados impunemente sus companeros de infortunio. Preso, iba d ser sometido a un Consejo de Gue- rra extraordinario que juzgase su actitud, euando la intervencion de los jefes mas earaeterizados impi- dio que se le apliearan los rigurosos preceptos dis- ciplinarios. Para ello se tuvieron en cuenta su enco- miable proceder y sus meritorios antecedentes, y solo algunas horas de prision fue el castigo que se le impuso. Ejemplos de tal naturaleza patent izan cuan gran- des son las afecciones nacidas al calor de los fogo- nes y cuan estrechos son los vinculos de amistad y solidaridad que unen a los defensores de una misma idea. . • Asi finalizo la retirada que hemos descrito, efec- . tuada el dia de Ceniza del aiio 1843. La columna di- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 58 visionaria emprendio esa misma noche su marcha, con direccion a Maldonado. Su retaguardia la for- maba el ccEscuadron Escolta)>, que en esta empresa desempeiiaba una misiqn distinta de la de costum- bre, pues consistia en velar por los heridos, euyo animo se retemplo eon la presencia de los inven- cibleSy conio los llamo Aguiar. Recorridas varias jornadas, llegaron al pueblo de Maldonado, cuya poblacion recibio con marcadas muestras de regocijo la entrada de la division, que era la mejor garantia para sus derechos mas sagrados. Desde este punto se dirigio a San Carlos, y una vez que bubo pasado el Valle del Aigud, campo en la estancia de don Mateo Cortes, vecino de res- petabilidad y de la confianza del General Aguiar. En este establecimiento se dejaron los heridos mas graves, entre los que se contaba nuestro bio- grafiado. En el paraje denominado La Goronilla residia, por esa epoca, un medico holandes, apellidado Van Donselaar, cuyos servicios profesionales fueron, al efecto, solicitados. Este facultativo no se rehuso, a pesar de que exponia su vida a las venganzas e iras de adversarios que, como lo ha dicho un publicista argentino, creian ganar hasta la i>ida de los ven- cidos. Varios meses necesito el Teniente Castro para el restablecimiento de las graves heridas que habia re- cibido; pero, no bien hubo entrado en el periodo de franca convalecencia, y atin imposibilitado de ha- cer uso del caballo, — elemento indispensable para las correrias guerreras, — prefirio incorporarse a la 56 VIDA MILITAR DE primera fuerza amiga que se hiciera sentir por esos lugares, antes que ser vietima de las asechanzas de sus adversaries. Sus deseos se cumplieron. La bizarra division del intrepido Coronel Fortunate Silva, el de las memo- rabies cargas de Cagancha, asento sus reales eerca de La Coronilla. ' Nunca mejor oportunidad podia presentarsele a Castro para lograr sus anhelos de reincorporarse a las filas de sus eorreligionarios politieos. Asi lo efectuo conjuntamente con alguiios amigos, dispuestos a correr su suerte. El Coronel Silva, compadecido y admirado a la vez, de la ferrea voluntad de aquel hombre debil y easi exangue, que se hallaba imposibilitado para su- frir las marchas forzadas de un ejercito y los contra- tiempos inherentes a la vida militar en campaiia, erey6 conveniente y oportuno ordenarle que se tras- ladase al pueblo de Maldonado, llevando consigo a los demas companeros y al doctor Van Donselaar, y que se pusiera a las ordenes del Teniente Coronel don Antonio Machado, jefe del punto. Las molestias de la curacion y el genero de exis- tencia sedentaria d quemomentaneamente le obliga- ban sus heridas, acrecentaron su impaciencia por volver d lo que constituia su unica ambicion : la brega sin descanso en pro de la causa eminentemente na- cional y patriotica que defendia el partido Colorado. En un plazo relativamente breve, su vigorosa na- turaleza recupero gran parte de las fuerzas perdidas, y, creyendose apto para las fatigas penosas de la guerra, reclamo y obtuvo su puesto en las filas de la ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 57 division del Goronel Silva. La guerra, tal como se hacia entonces, era una guerra despiadada, sin cuar- tel, de venganzas implacables para el vencido, y sus resultados dependian, mas que de las grandes aglomeraciones de los ejercitos y de las combinacio- nes complejlsimas de la estrategia, de los ardides de los guerrilleros y de la divisioil fraecioriaria en pe- queiias partidas. Era por exceleneia la guerra de recursos. Frutos Rivera poseia, entre sus eualidades mas re- levantes de caudillo, un gran conocimiento de los hombres y una verdadera intuicion respeeto de sus aptitudes. Por tanto, no es de extraiiar que, cuando confiara a alguien una mision, aquel en quien el depositara su eonfianza, tuviese recomendables condiciones de soldado. La fuerza que puso a ordenes del Goronel Silva, y eon la que dicho jefe recorria los departamentos del Este, constituida por veteranos escogidos por Ri- vera, se eneontraba en ese easo; y corroboro, con las proezas que efectuo mds tarde, que era justiciera- mente acreedora a las distinciones que en ella depo- sitara el jefe superior. Por otra parte, cada uno de los jefes que-acaudi- llaban divisiones departamentales aspiraba a mere- eer bien del generalisimo obteniendo algtin triunfo de resonancia, de esos que dejan honda huella en el animo del criollaje y llaman sobre si la atenci6n de todos. Los escuadrones de Silva libraron una reiiida pe- lea, en Abril de 1843, con la division mandada por el Goronel Melgar. 58 VIDA MILITAR DE El Teniente Castro se encontro en esa accion, que habla de ser como el prologo de la Jornada que, pocos dias despues, habia de ensangrentar nueva- mente los eampos del departamento de Maldonado. Efectivamente, a pocas leguas del lugar donde pe- learon ambas divisiones, desarroUose un nuevo y sangriento drama. Al Uegar la divisicSn de Silva al paraje conocido por Piedras de AJilar, choco con el nucleo princi- pal de la division de Burguefio, en posiciones ven- tajosas, escogidas con antelacion por este jefe. Durante algunas horas ambos contendores se dis- putaron el triunfo con decision inquebrantable, su- friendo grandes perdidas. El Teniente Castro, guerri- llero ya avezado y que tenia como antecedentes de guerra su brillante participacion en combates encar- nizados, en entreveros sangrientos y en encuentros hazanosos, corono estos episodios de su primera epoca militar con dos hechos de recuerdos imborra- bles pai'a su vida de heroismos. Perp, antes de refe- rirlos, nos parece conveniente dar una idea somera del estado del pais en aquel moment o. CAPlTULO VI RECAPITULANDO. — ESTADO DEL PAfs POR EFECTO DE LA GRAN GUERRA. — CAMPANA EN EL ESTE. — COMBATES DE SOLIS GRANDE, AREQUITA Y LA COR£)NILLA. — IN- TERNACION EN EL BRASIL. La Republica entera sufrio los rigores de una si- tuacion excepcional : interrumpidos por efecto de la guerra los resortes de su meeanismo institucional ; inactivas las industrias ; paralizado el comercio ; dis- minuidas considerablemente las rentas de la na- cion, 6 eonsumidas en el sostenimiento de los gran- des ejercitos; despoblada la campaua; devastadas las haciendas, que fornjaban, entonc<?s como hoy, la principal riqueza ; sitiada la capital por catorce mil soldados, en su mayoria extranjeros cebados en el crimen, como se probo en el Arroyo Graijde, y en el pillaje, como lo demostraban a cada paso desde la invasion; todas las energias de nuestrp piieblo se concentraban para repeler la tentativa criminal de Rosas, confiada desgi*aciadamente a la direccion de malos orientales. 60 VIDA MILITAR DE Entre los planes del veneedor de Cagancha se con- taba en piimera linea el de bloquear al ejercito del General Oribe, sitiador de Montevideo, para enee- rrarlo y batirlo entre dos fuegos. Este plan, perfectamente ideado por Rivera, y que a haber sido secundado por los defensores de la plaza, hubiera cambiado radicahnente la faz de la situacidn y tornado en sitiados a los sitiadores, fra- caso, porque la efervescencia de pasiones encontra- das, la mal comprendida rivalidad de los emulos y las ambiciones de los hombres, fraeeiono y dispers6 las fuerzas que juntas debieron eooperar a un id^n- tico fin. En vista de que su designio patriotieo no era se- cundado como lo esperaba, el General Rivera se re- tiro eon su ejercito hacia el interior, decepcionado por las ingratitudes de sus amigos y correligiona- rios, pero resuelto como siempre A luehar sin tre- gua y sin desmayo contra los usurpadores de la so- berania nacional. Entre los episodios de esa eampaiia, se cuenta la pelea de Solis Grande, realizada ellS de Junio con- tra una fuerte division de 1000 hombres, en su ma- yoria tucumanos, cordobeses y correntinos. La figura mds descoUante en aquel hecho de ar- mas ftie la del jefe de vanguardia de Rivera, el Ge- neral Anacleto Medina. A este g^errero de las epocas de la independen- cia le cupo el honor de ceiiir el lauro de la victoria, desbaratando las fuerzas comandadas por el Coro- nel Jos^ Maria Flores ( argentino ). Despues de unas boras de fuego recio y nutrido, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 61 los escuadrones orientales repitiendo la arremetida impetuosa 6 irresistible de Cagancha, avanzan de- kiodadamente ; arrollan con brio al enemigo, y en una encarnizada persecucidn, lo He van hasta piso- tear, con los cuscos de sus caballos, los fogones del campamento del General Oribe, ^ituado en la mar- gen izquierda del arroyo Solis Chico. Enrique Castro se contaba en el numero de los perseguidores que en su osadia llegaron al cuartel del jefe sitiador. Con ello queda dicho cual fue su participacion en este memorable lance. Como es sabido, Rivera se presento, al f rente de su ejercito, a la vista de Montevideo; y desde el Pastoreo de Pereira estrecho las lineas del General Manuel Oribe y se interpuso entre estas y las ca- ballerlas adversas, esperando en vano un refuerzo de infanteria de la plaza. (3 de Julio del aiio 1843.) TreS dias seguidos conserve su linea tendida, cau- sando la alarma consiguiente en el campo oribista. Asi se esterilizaron los inmensos sacrificios de una campana que debio forzosamente obligar a los invasores al levantamiento del asedio. La campana ofrecia d Rivera un vasto escenario donde desarrollar con amplitud sus planes. Entre- tanto, Rosas, que presintio el grave riesgo que co- n'ia su ejercito del CerritOy ordeno con premura al General entrerriano Urquiza que invadiera nuesti*o tei*ritorio, en proteccion del General Oribe, con un ejercito argentine compuesto de cuatro mil hom- bres, bien equipados y mejor armados y municio- nados. 62 YIDA MILITAR DE El campo de operaciones de los ejercitos belige- rantes se circunscribia a los departamentos de Mi- nas y Maldonado. Los Coroneles riveristas Flores, Silva y Estivao, con sus correspondientes divisiones, operaban de acuerdo, a fin de lograr en un momento preciso la concentracion de todas sus tropas para batir al enemigo. El primer choque se produjo en Arequita. Dis- putaron el terreno la fuerte columna oiibista diri- gida por el General Servando Gomez, y las dos pe- quenas divisiones a euyo frente fignraban Flores y Silva, dos heroes que reeuerdan por su valor y sen- timientos, los ejemplares de la antiguedad romana. Los jefes de Rivera se vieron forzados d ceder el terreno con peixiidas considerables, pero soste- niendo una retirada honrosia contra todo un ejercito de tres mil hombres. En esa retirada, llena de vicisitudes, de grandes penalidad^s, de cruentos sacrificios, y que honra d la bravura y pericia de los jefes que la dirigieron, fue destinado Castro, con cien valientes, para cu- brir la retaguardia. AUi se lucho eomo en los tiempos de Artigas : d lanza, a boleadora y d punal. Uno de los mds ex- puestos en el dificil trance fue Castro, al frente de los suyos. Estos bravos impusieron respeto d los mismos enemigos. En auxilio de Castro se destacaron las tropas de Maldonado, d las ordenes del Comandante Ma- chado, las que incorporadas d las que comandaban ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 63 los Coroneles Flores, Silva y Estivao, se replegaron sobre Rocha, formando un total de mil y tantos hombres. Esta columna, perseguida por la de Gomez, en nu- mero de 3000 soldados, sigui6 por el Camino de la Angostura, hasta llegar a la Fortaleza de Santa Teresa. Durante todo el trayecto, Castro , con un escuadron de 100 hombres, sostuvo denodadamente la retirada. En el ultimo de los dos precitados sitios, fue re- forzado el escuadrdn de Castro con 200 soldados, al mando del Comandante Mateo Paez. No bien habian arribado estas fuerzas a La Coro- nilla, recibieroii una impetuosa carga del enemigo, la que origino una lucha desesperada, que costo la vida a muchos de los combatientes, y entre ellos, d Mateo Paez, valeroso jefe Colorado. El Coronel Flores, con su clarovidencia de sol- dado, se dio cuenta exacta del descalabro que podia producirse si no se tomaba una medida aire vida y energica. • Mando al celebre Coronel Calixto Centurion, alias Galengo, que protegiera el ((Escuadron Escolta», que, en aquel momento hacia prodigios de valor, con el intr^pido Teniente Castro a su cabeza. El Coronel Calengo, por quien Rivera tenia espe- cial predilecci6n, dado el conjunto de condiciones guerreras que le adornaban, se incorporo d Castro, y, apenas lo hubo hecho, cargo, con bravura de leon, sobre el enemigo; lo doblo, y le hizo repasar la Coronilla. La conciencia del deber cumplido y la justa va- 64 VIDA MILITAR DE nagloria del triunfo, lleno de satisfaccion el espintu de los actores en aquel hecho de armas. Las fuer- zas de los Coroneles Flores y Silva festejaron sobre el terreno la esplendida victoria obtenida. Los actos ejecutados bajo la influencia de senti- mientos nobles y generosos, y que sobrepasan la medida de lo comun y de lo vulgar, merecen el ga- lardon del aplauso, estimulo suficiente para los es- piHtus altivos y altruistas d la par. Con arreglo a ese criterio, el Coronel Centurion manifesto a su jefe, el Coronel Flores, que Castro se habia hecho acreedor a la justicia de sus supe- riores; y que, en tal virtud, no podia menos, sin faltar a un estricto y elemental deber, de expresarle la impresion vivisiina de agrado que le produjo su conducta. La recomendacion de Calengo fue suficiente para que el Coronel Flores premiara, sin dilacion, los meritos de Castro, ascendiendolo A Teniente pri- mero y dandole la efectividad en el cargo de jefe del ccEscuadron Escoltaw, que hasta aquel momento habia desempenado con cardcter de interinidad, por encontrarse enfermo su jefe el Capitan Allende. Sigamos los pormenores de la lucha. Rehecho el General Servando Gomez ; reforzada su vanguardia, convenia a los intereses que defendia no permitir la incorporacidn de las fuerzas enemigas. Al efecto, farzo sus marchas vpara dar alcance a Flores y Sil- va ; pero estos, comprendiendo la dificultad de un triunfo sobre tropas mas que dobles, se internaron en el Brasil para combinar nuevas operaciones. Tales sucesos se desarroUaron a mediados de No- viembre de 1843. 1 ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 65 Siguiendo la ilacion de los aconteeimientos, na- rremos lo sucedido desde esta fecha en adelante. Nuestro biografiado permanecio durante este lapso de tiempo (gerciendo la jefatura del ccEscuadron Es- colta]», y ^igl^io la suerte de sus camaradas en terri- torio extrai\jero. El Brasil les presto hospitalidad durante dos meses. El General Rivera march6 con su ejercito en p*ro- teccion de la columna internada. Sus planes de guerra asi lo exigian. Era poco menos que imposible resistir d un enemigo pode- roso en elementos b^licos y fuerte en las tres ar- mas. El mismo ejercito patriota requeria el con- curso de las legiones acaudilladas por Flores y Silva. La excursion fii^ feliz, puesto que ocasiono un triunfo glorioso para las armas riveristas, las cua- les hicieron flamear con esplendor los colores de su estandarte en las inolvidables mdrgenes del Ghuy, Las columnas de los Generales Gomez y Lamas fiieron completamente derrotadas. De esa manera se facilito la incorporacion de las divisiones acam- padas en territorio brasilero. Antes de producirse dicha incorporacion, Castro fue destinado d desempenar una comision de gran- des responsabilidades. Debia escoltar al seiior don Jos^ Luis Bustamante, secretario del General Ri- vera, hasta que dicho personaje llegara a Canudos, Provincia de Rio Grande. Es de imaginarse el compromiso moral que con- 6. 66 VIDA MILITAR DE traia un oficial, al merecer confianza tan honrosa por parte de su superior. Se le preferia por considerarle mas apto que sus compaiieros para la realizacion de aquella delicada empresa. La comision fue desempenada con lucimiento y coronada del exito mas halagueno. Regreso al ejer- cito eon el cbntingente de sus hermanos Jose y An- tolin, y de Jose Antonio Fernandez, y siendo con- ductor de cuatro mil pesos para los Coroneles Silva y Flores, acampados a la sazon en el paraje de luc- tuosa memoria conocido por India Muertd. Debemos hacer mencion de algunas peripecias cu- riosas, sufridas durante la travesia de Canudos d India Muerta. Para lograr su intento, se vieron en la necesidad de hacer vida de matreros; vestir como ellos; to- mar aspecto de salteadores, para despistar a los es- pias y no despertar la codicia de los forajidos que llenaban los caminos. Y aun asi, harapientos, desarrapados, con porte de montaraces, no escaparon a la desconfianza de ciertas gavillas de cuatreros, que los pusieron en la irremediable situacion de sostener, por repetidas veces, encuentros sangrientos. Luchando sin tregua, sin mas amparo que el monte, ni mas garantia que sus armas, lograron, despu^s de algunos dias, llegar al ejercito. 6ste emprendio marcha hasta establecer su cam- pamento en el Valle del Aigud, En ese punto, y en el mes de Enero del aiio 1844, el Teniente Castro fu^ ascendido a Ayudante Ma- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 67 yor y nombrado d la vez Comandante de la 2.» com- pania del <(Escuadr6n Guias», de reciente forma- cion, y cuyo comando se eonfio al que mas tarde, en la siniestra capitulacidn de Quinteros, habia de pagar eon su sangre generosa la defensa de la causa de las instituciones nacionales : nos referimos al en- tonces Sargento Mayor Isidro Caballero. CAPtTULO VII COMBATE EN «LOS MOLLES)). — GOMISIONES CONFIADA8 A CASTRO. — SU DESEMPESo Y EL EJERGICIO DE SUS APTITUDES. Noticiado el ejercito nacional de la aproximacion de las nuevas fuerzas invasoras mandadas por Ur- quiza, se dirigio al literal, cruzando el departa- mento del Durazno. Pr6ximo d las puntas del Arroyo de los Molles, las partidas exploradoras divisaron al numeroso ejercito del General Urquiza, precedido de una fuerte y ag^errida vanguardia, que bastaba ella sola, por la cantidad de sus elementos, d sostener, por algunas horas, el fiiego del ejercito de Rivera, que escasamente ascendla a 2000 hombres, en su mayor parte de caballeria. Urquiza no abrig6 la menor duda sobre la victo- ria que fdcilmente obtendrla si media sus armas con las de su enemigo ; pues, como ya queda dicho, su ejercito era mds del doble del de Rivera, y po- seia un armamento de que carecia el oriental. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 69 Pero, lo que jamds supuso Urquiza, fa^ la resis- tencia yalerosa y tenaz, hecha por los patriotas; ja- md& cpeyd que un peqoefto i^ehu^^ de orientalef» le disputase palmo d palmo el terreno € hiciese de cada matorral una fortaleza. El combate que comenzo poco despu^s del medio- dia del 24 de Enero de 1844, fue encamizado. Despu^s de seis horas de sangrienta pelea, el cen- tro y la izquierda del poderoso ej^rcito urquizista faeron doblados, corridos y aeuchillados, en un tre- cho de yarias leguas, por las huestes orientales, que adomaban, con un nuevo flor6n de gloria inmortal, el trofeo de las grandes epopeyas naeionales. Las guerrillas de infanteria, formadas al centro de la llnea de Urquiza, fiieron destrozadas por las caballerias de Rivera, que obraban simultdneamente en el centro y en la izquierda del enemigo. Las sombras de la nocbe imposibilitaron una per- secuci6n que, 4 haberse realizado, hubiera sido de consecuencias proficuas en el desarroUo del san- griento drama. Las columnas argentinas dispersas se ampararon de los grandes monies del rlo Yi, y costeando sus mdrgenes, aguas abajo, huyeron de los escuadro- nes patriotas, enardecidos por el triunfo log^ado so- bre los invasores. Saber aprovechar los resultados de la victoria y perseguir al enemigo vencido, eran dos de entre las muchas habilidades que distingulan d don Fructuoso Rivera. Y aunque en aquel caso la noche no se lo permitia, hostilizd, sin embai^o, fuertemente d los dispersos, basta muy tarde. 70 VIDA MILITAR DE Los recursos de la guerra indujeron al General Rivera 4 emprender marcha hacia el Paso de las PiedraSy del Rio Negro, punto intermediario entre las barras del rio Tacuarembo y el arroyo Cordo- bes, paraje aparente para vadear, sin may ores difi- cultades, aquella caudalosa corriente de agua. Consiguio Uegar al Norte, y tomo rumbo al pue- blo de Tacuarembo. Era de urgente neeesidad para Rivera saber el punto en que se eneontraban las fuerzas enemigas. Gonocedor de las aptitudes que adornaban al Ayudante Mayor Gastro, para esas empresas de ex- ploracion, le ordeno que, eon 200 hombres elegidos del ejereito, se pusiera inmediatamente en marcha, con objeto de tenerlo al cabo de los menores movi- mientos ejecutados en el campo contrario, y le in- timo, en tono energico e imperatiyo, que, como tes- timonio de su actividad, debia traerle un prisionero a su campamento O. Atento Gastro a aquella terminante orden, se re- tiro para darle cumplimiento, sin hacer la menor observacion, aunque comentara entre si el inopi- nado mandato de lograr un prisionero, disponiendo tan solo de 200 hombres. Al dia siguiente de su partida del campamento general, descubrio, ataco y sorprendio dos g^ardias enemigas en el paso de las Tres Cruces ; operacion para la cual fracciono sus fuerzas en dos partes, de ( I ) Las fueizaa que Rivera tenta & su frente eran mandadat por los Oenerales Urquiza. Iguacio Oribe y Serrando G6mez. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 71 las que una era dirigida por el valiente Capitan Francisco Caraballo. Debemos explicar por que, en este episodio, Ca- raballo, que era superior en jerarquia militar d Castro, no puso obstaculo para ponerse bajo sus ordenes. El mas tarde General Francisco Caraballo, ma- nifesto siempre un afecto sincero por su companero de campanas Eniique Castro, con lo que, en rea- lidad, no hacia mas que cprresponder al oarino y admiracion que Castro le profesaba. Confi^nza re- ciproca y reciproca lealtad: tales eran los vinculos morales que los unian. Hay mas aun : cada vez que uno de ellos era ,nom- brado. para el desempeno de .cualquier comision, el otro se hacia un deber en apersonarse a su jefe para pedirle el permiso correspondiente y servir de cpmpania a su inseparable amigo. Ese fue el motivo de encontrarse juntos en elpaso de las Tres Graces, Reanudamos la interrumpida exposicion. Puestas en dispersion, las guardias que defendian el susodicho paso, fueron perseguidas hasta que se guarecieron en los montes de Tacuarembo Chico. Algunos escuadrones del cuerpo de ejercito per- teneciente al General Gomez, acampados accidental- mente entre Tambores y Tranqueras, salieron en proteccion de dichas guardias; razon por la cual Castro y Caraballo se retiraron, no sin antes descu- brir perfectamente el numero aproximado del ejer- cito contrario y las posiciones ventajosisimas que habia tomado. Castro cumplio perfectamente con su cometido; 72 VIDA MILITAR DE y el que s61o debia llegar al campamento de Rivera con un prisionero, segun lo indieado por el caudillo, le remitio i>einte, ddndole ad^ds datos precisos so- bre el ndmero aproximado de las fuerzas enemigas. En tres mil hombres calculo el descubridor el to- tal de las columnas contrarias. No estaba aun enteramente satisfecho Castro de su excursion, y para complementarla sigui6 de sor- presa en sorpresa y de descubierta en descubierta. De los prisioneros remitidos al General Rivera, ^ste debia sacar el partido imaginable, interrogdn- doles sobre la situacion de su contendiente. Una seccidn de caballeria, al mando del sargento Lucas Gimenez, custodid los veinte presos. Castro, d su vez, march6 una noche entera, rumbo al Paso del Borracho, de Tacuaremb6 Grande, pa- raje en donde, d su entender, merodearian algunas partidas del segundo cuerpo de ej^rcito, 6 sea del comandado por el General I^acio Oribe. Efectiva- mente, su creencia hall6 completa confirmacion en los sucesos que se originaron. Con esta nueva empresa ciment6 y robustecio su bien adquirida fama de experto-baqueano. Una tercera guardia fue^orprehdfda, batida y to- mada. Trato d los prisioneros que hizo, con su habitual consideracidn. Siguio su marcha hasta Yaguari; hizo alto en este punto ; orden6 d sus escuadrones que hiciesen una recogida de potros, por la necesidad en que se encontraban de elementos de movilidad, y el, in- cansable, tenaz como el primero, dvido como el que ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 73 mds, de saber de su enemigo, sigui6 su intei*ruin- pido Tiaje con ctiatro soldados, recorriendo leguas, cruzando montes, salvando inconvenientes, hasta llegar al Paso de Pereira, del Rio Negro. Imagin6 que en la zona limitrofe de los departa- mentos del Durazno y Gerro Largo se encontraria el cuerpo de ej^rcito A las ordenes del General Ig- nacio Oribe, y, eomo el objetivo que buscaba era el de cerciorarse con exactitud y comprobar la esta- dia del enemigo en esos lugares, apresur<S el viaje en direccion al arroyo Cordob4s, limite natural de los dos citados departamentos. En la costa del arroyo Ceibaly afluente del Pablo Pdez, intercept6 su marcha una causa ajena al m6- vil que lo g^iaba, y que quizd hubiera pasado inad- vertida para un espiritu menos perspicaz que el suyo, Diez y siete prisioneros obtuvo en esta temeraria empresa. Los datos que al respecto pasamos a exponer, ihistrardn A nuestros lectores, y dardn una idea aproximada del arrojo y serenidad de Gastro en aquel aiTiesgado trance. La escena acaecio en una estancia, propiedad de don Juan Gardoso, cercana al monte que sirvio de escondrijo d Gastro y d sus cuatro servidores. Barrunt6 que en la casa alii situada debia de ha- ber gente enemiga, desprendida del campamento ori- bista, ya en busca de elementos de boca, ya de ele- mentos de moyilizacidn, ya como partida volante de reconocimiento de pasos y montes. Muy pronto pudo disipar toda duda. 74 VIDA MILITAR DE Llovia torrencialmente ; circunstancia de que Cas- tro se felicito, pues le permitio aproximarse, sin ser notado, al sitio donde se resgiiardaba la supuesta tropa enemiga. Despues de haber oscurecido, Castro, acompafia- do de uno de sus fieles servidores, arrastrandose por el tupido pastizal muy sigilosamente, espiando los menores movimientos de la gente que suponla en el interior de la casa, advirtio que, d un costado del edificio, estaban pastando unos caballos atados A soga. Lo presumible en tal caso era la existencia, en la casa, de un numero de personas igual a la cantidad de animales atados. A medida que fue aproximan- dose percibio el murmullo de voces que salia de una ventana entreabierta. Al abrigo de un galpon, y guarecidos del fuerte y continuo aguacero que caia, sostenian una con- versacion en voz baja algunos de los soldados de la partida. El numero de individuos era muy superior al de los atacantes, y, por tanto, urgia una trama ingeniosa y eficaz para llegar al fin deseado. Castro no titubeo un solo instante. Sustrajo to- dos los caballos en medio del mayor silencio, y si- multaneamente arreo una tropilla que habia side arrastrada por el temporal a la costa del Ceibal. Embosco los animales detras de una cerrillada, situada arroyo por medio de la casa. En esta actitud paso toda la noche, que estaba tempestuosa, a la espera de las claridades del nuevo dia. En las primeras hovas de la madrugada, Castro tuvo la precaucion de colocar a la vista de la estan- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 75 cia, y en paraje cercano a la emboscada que prepare, dos de los caballos recogidos. Dos soldados de los que habia en la easa salieron a pie, en busca de ellos, pues eran los unieos ani- males que pudieron divisar en toda la extension que su vista abareaba. El temporal les hizo conjeturar que los caballos atados a soga habian huido. En esa eonfianza siguieron en busca de los que se distinguian, cuando al vadear el arroyo fueron apri- sionados por Castro. Gomo tardasen los primeros en regresar, salieron otros dos con elmismo objeto; lograron tomar unos caballos que habian quedado en la costa, y fueron en busca de los restantes. No bien pasaron la cuchi- 11a, y al doblar una quebrada, se les aprehendio. Asi fueron capturados, de dos en dos, ocho de aquellos hombres. Por informes suministrados por los prisioneros, Castro supo que aun quedaban entregados al juego de naipes, el Capitan Jeronimo Gallo, jefe de la partida, el Teniente Jorge Escalante, dos clases y cinco individuos de tropa. No habia que perder tiempo, si no se queria ma- lograr la aventura. Acompanado Castro de un sol- dado, avanzo ; gand la puerta, pistola en mano ; les intimo la rendicion, so pena de hacer con los que se resistieran un escarmiento ejemplar, y ellos, presa de una agitacion intensa y temerosos por sus vidas, si se resistian, entregaron sus armas, con la pro- mesa del oficial que los prendia, de garantizarles sus existencias. Doble partido saco Castro de su proeza : asentar 76 VIDA MILITAR DE su reputacion de g^apeza aun entre sus propios enemigos, y averiguar, con abundancia de detalles, la situaci6n del cuerpo de ej^rcito del General I^a- cio Oribe; secreto este arrancado d los prisioneros. Oiibe tenia su campamento establecido en las margenes pintorescas del arroyo Antonio Herrera* Aprisionados los diez y siete individuos de la mon- tonera por aquellos cinco hombres, se hizo dificil la situacion de Castro, agravada por el tiecho de la proximidad del ejercito enemigo, y por la gran dis- tancia que lo separaba del punto en que dejo A sus companeros. ^Qu^ resolucion debia adoptar? Tal fue el pro- blema que d si mismo se planted. Salvar serias difieultades no era para el una no- vedad. Hallaba gozo en dominar situaciones critieas y en hacerse superior 4 los contratiempos. Desechando todo temor, piisose en marcha hacia el Paso de Pereira, del Rio Negro, y desde ese punto, y en pocas jornadas, se incorporo d su es- cuadron, que dias antes habia acampado en un campo ubicado entre los arroyos Yaguari y Cara- guatd, Tomo el mando de su gente, sin que durante su auseneia hubiese ocurrido novedad, y se puso en marcha acelerada en busca del ejercito de Rivera, para dar cuenta de la comision y ocupar el puesto que le correspondia en sus filas, en caso de no reci- bir nueva orden. Al presentarse al gran caudillo, Castro lo entero de todo lo ocurrido, y Rivera, sin perder el menor detalle de la relacion que verbalmente le hacia, mos- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 77 tr6se satisfecho de la conducta de su subaltemo, que termind por hacerle entrega de los diez y siete prisioneros. Guando Rivera oyo pronunciar el nombre de Es- calante, no pudo reprimir un movimiento de repul- si6n. Era que habia acudido d su memoria el triste reeuerdo de una accidn eriminosa, realizada por tal sujeto; aeci6n eonsistente en el incendio de una es- tancia propiedad del Teniente Coronel Alemdn, mi- litar de toda su estimaci6n, y que en aquellos mo- mentos servla bajo sus ordenes como jefe de una fuerza. Inmediatamente orden6 que, previa identificaeion del criminal, se le fusilase. Entonces creyo Castro de su deber intervenir, y, con frase persuasiva y respetuosa, manifestd al Ge- neral Rivera el pesar abrumador que recaeria sobre su conciencia si faltaba d la palabra empeiiada per- mitiendo la ejecucion de un solo prisionero, Agrego, ademas, que aquellos hombres tenian promesa for- mal y solemne de que les seria respetada la vida. Rivera, excitadisimo contra su costumbre y apre- miado por las reiteradas exigencias del Comandante Alemdn,^[uien, dicho sea de paso, vio Uegado el momento, para su alma enconada, de cobrar con creces el dano inferido a su propiedad, — persistio en su primera resolucion. Pero los Generales Medina y Aguiar, conocedores de lo sucedido, interpusieron su vaUosa influencia ante el caudillo. Para impedir la ejecucion de Esca- lante, entraron en consideraciones sobre el papel desairado que haria un oficial de las condiciones de 78 VIDA MILITAR DE Castro; y con poco trabajo, pues estaba en la na- turaleza de Rivera ser magndnimo eon el vencido y respetuoso con sus subordinados, salvaron de la ul- tima pena al condenado. La palabra de Castro fue cumplida. El General Rivera dio por terminado el incidente, con estas palabras dirigidas d Castro: — «iVaya d recibirse de ese salteador, y digale que es d usted a quien debe la vida !» Este suceso, terminado del modo como queda re- ferido, obtuvo unanime aprobacion en el ejercito ; y entre otros muchos, el Comandante Isidro Caba- llero, alma grande y generosa encerrada en un pe- cho hidalgo, y que tan grande fue en los campos de batalla como en el sitio del martirio, acudio con la oficialidad de su cuerpo d felicitar ardientemente al jefe que supo conservar inc61ume y respetada la palabra del oficial. El hecho que dejamos referido tuvo gran reper- cusion en todo el ejercito, que comento favorable- mente para Castro, la actitud asumida por este pundonoroso oficial para con los prisioneros ren- didos. Episodios de esta indole ; su incansable acti vidad ; lo bondadoso de su caracter ; lo abierto y franco de su trato; sus antecedentes, queya comenzaban d po- pularizarlo entre los que Servian bajo las banderas de la legalidad; lo experto y entendido en la vida de eampo, pues con igual faciHdad domaba un potro que quinchaha un rancho: todo ello contribuyo pode- rosamente a hacerlo sobresalir entre sus camaradas y a dar realce, en las filas heroicas, a su vigorosa y bien delineada personalidad. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 79 Rivera, y con el todos los jefes superiores de su ejercito, distinguian aaqueljovenguerrillero, fuerte de cuerpo y fuerte de espiritu, como destinado d veneer los rigores de la naturaleza y la injusticia de los hombres. Si, como lo ha dicho magnifieamente Pelletan, el {>erdadero soldado debe tener dos fuerzas y dos almas J Castro sintetizaba en su persona la fuerza del brazo y la fuerza del espiritu. CAPtTULO VIII NUEVAS COMISIONES. — DON JUAN RAMIrEZ Y SUS GRAN- DES SERVICIOS. — EPISODIC HEROICO. — CASTRO EN PELIGRO DE MUERTE Y SAL V ADO FOR APARIGIO. Acampado el ejercito constitucional en las proxi- midades de Taeuarembo, con Rivera a la cabeza, fue destinado Castro para que eon el ntimero de soldados neeesario, que debia pedir en nombre del General en Jefe al General Aguiar, — estacionado por entonces en la costa del Blanquillo, — marehase basta la estancia de Bella Vista, propiedad de don Fructuoso Rivera, con la consigna de tomar la po- trada y caballada existente en ese espl^ndido esta- blecimiento, para utilizarla en el servicio de la na- cion. Un escuadron de 100 hombres, al inmediato man- do de un Capitan titulado Curita, y cuyo verdadero nombre ignoramos, fu^ el elemento de que dispuso Castro para el desempeiio del cometido que se le confio. Castro cumplio en breve plazo de tiempo la comi- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 81 si6n, y se presento ante el General Aguiar eondu- ciendo 1500 animates, entre caballos y potros. El General Rivera, desde el campamento de la di- vision Aguiar, adonde habia llegado con su escolta en momentos que el Teniente Castro daba cuenta de la comision que acababa de realizar, dispuso que el mencionado oficial partiera inmediatamente para el mismo punto, con analoga consigna y con los mismos elementos de que habia dispuesto en la pri- mitiva excursidn. Pasados cuatro dias, regresaba, por vez segunda, al Guartel General, con una tropa de 1400 novillos, propiedad del General Rivera, y destinados patrid- ticamente al consumo de los soldados defensores de las instituciones de la Republica. Termino su cometido haciendo entrega d su supe- rior de la fuerza puesta bajo su comando en las dos empresas referidas. Apenas realizadas estas comisiones, pusose a la cabeza de una pequena fraccion de quince hombres, y se dirigio al arroyo Car aguatd, sohre cuyas ex- tensas riberas estaba acampado un regimiento de ca- ballerla al mando del Comandante Cabral, acredi- tado Jefe riverista que debia prestar el concurso ne- cesario al oficial Castro, a fin de que este pasase hasta el Rincdn de Pereira para recoger una novi- llada vendida por don Juan Faustino Correa a don Juan Ramirez. Ya que viene a figurar incidentalmente, en el curso narrativo de los sucesos relacionados con el objeto militar de estas apuntaciones biogrdficas, el honorable ciudadano don Juan Ramirez, padre de 6. 83 VIDA MILITAR DE los conocidos abogados del mismo apellido, impulsa- dos tan s61o por un sentimiento justiciero acerca de los hechos y los hombres de aquella ^poca, tales como se nos presentan en los aeonteeimientos pa- sados, cumplimos con el deber de dejar constaneia del yalioso concurso prestado por dicho meritorio ciudadano a la causa de la libertad en el Rio de la Plata. En todo el periodo tumultuario de la Guerra Grande, residid en su establecimiento de campo, sito en territorio brasilero, desde cuyo paraje auxl- liaba con elementos y recursos de todo genero d las huestes que luchaban por la indepehdencia de la pa- tria. Su casa era el sitio preferido para las juntas y conciliabulos de los jefes de mas alta gi*aduaci6n que componlan el Estado Mayor del ej^rcito consti- tucional, y que, por causales de la guerra, se veian obligados d pasar d territorio extranjero. Despu^s dela sangrienta batalla de India Muerta, en que el ej^rcito del General Rivera sufrio un irreparable contraste, retirose el caudillo vencido con los jefes principales que figuraban al frente de sus respec- tivas divisiones, hasta pasar las fronteras de hues- tro territorio por el rio Yaguaron, El estableci- miento de campo del senor Ramirez fue uno de los puntos elegidos por Rivera para reunirse con sus companeros de infortunio, entre los que sobresa- lian el bravo Luciano Blanco, el denodado Galengo, el heroico Fortunato Silva, el intr^pido Luna y el arrojado Bdez, cuyos nombres se pronuncian con respeto por amigos y adversarios .... Castro estaba pronto para marchar hacia el punto ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 83 •P" en que se hallaba el Gomandante Cabral. Recibio las comunieaciones escritas dirigidas d dicho jefe, y al mismo tiempo experimento la grata satisfaccidn de ver reeompensados sus mtiltiples servicios eon el ascenso A Capitdn de caballerla, que el General en Jefe del ej6rcito le conferia en la oi^den general del 23 de Dieiembre de 1844, lelda en su presencia por el seiior don Mateo Tula, secretario del General Rivera. Esta debida recompensa preludi<5, por asi decirlo, el comienzo de un drama personal, que debfa tener por teatro los espesos bosqUes del Rio Negro, y que forma una de las paginas mds interesantes de la vida militar de nuestro h^roe. Como lo veremos en las referencias que siguen a estas liiieas, el resul- tado inesperado de aquella lucha fue la caida de Castro en manos de sus enemigos politicos. La nota que remitio Rivera d Cabral por conducto del mismo Capitdn Castro, contenia ordenes termi- nantes y precisas, por las que se debia entregar A dicho oficial la cantidad de soldados suficiente para llevar d cabo la recogida de animales a que hemos hecho referenda en parrafos anteriores, Asl lo habia dispuesto el superior, y de esa ma- nera debia haberse eumplido ; pero Cabral, interpre- tando de distinto modo las disposiciones escritas; creyendo tal vez que la accion del subaltemo daria resultados mas proficuos en una empresa de mayor responsabilidad y de mayores compromisos que la que se le habia confiado, dispuso que el experimen- tado oficial partiera de su campamento, — puntas de Caraguatd, — con solo 15 hombres, d efectuar un prolijo reconocimiento de los pasos del MinuanOy 84 VIDA MILITAR DE la Laguna, de Pereira, de la Cruz y Picada de Cabraly en el Rio Negro, y con la especial consigna de permanecer, por espacio de cuatro dias, en ob- servacion de los menores movimientos que realizase el enemigo en aquellos lugares. Castro, soldado digno y cumplidor, ejecuto la or- den de su jefe sin la mas ligera vacilacion. Partio del campamento a la hora de ocultarse el sol detrds de los espesos y virgenes montes. Transcurrido un breve plazo, comunico al supe- rior que la margen iz(juierda del Rio Negro era re- corrida por fuertes escuadrones de «gorros de man- ga)), y solicito a la vez de su jefe inmediato una pe- quena proteccion para resistir con firmeza todo ata- que que se intentase contra ^1 y sus companeros, dispuesto como estaba a sucumbir peleando, antes de consentir que se hollara el lustre y el honor de la bandera de su patria. Extraiias circunstancias precipitaron los sucesos, Llegada la hora decisiva de la prueba, falto la proteccion que solicitara con tiempo y por reitera- das veces. Unicamente disponia de sus propias y es- casas fiierzas. De ellas echo mano sin yacilar, como recurso extremo. El adversario se aproximaba aceleradamente 6 los pasos predichos, precedido de dobles guerrillas, hdbihnente protegidas, y en grupos de gente dise- minada con anterioridad en los albardones, islas, abras y sendas que cruzan el rlo en esos parajes. Debian hacerlo asi. Todas las precauciones eran pocas, para impedir los designios de aquel caudillo que merecio ser considerado por Sarmiento como el ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 85 ^»^ -II — — ^^— ^^^^^^i»^ ■■■■■.! . , baqueano mds grande de la tierra oriental. La reso- lucion tomada por el Capitan Castro, en instantes tan criticos, fu^ la de fraceionar sus soldados en grupos de a tres, los que debian marchar sigilosa- mente, rumbo d las picadas y pasos indicados de an- temano, hasta descubrir las posiciones contrarias y dar cuenta de lo que ocurriese. El, a su vez, aeompanado de cuatro de sus fieles subaltemos y su hermano Antolin, entonees de 14 anos, se limito al reeonocimiento del Paso de Pe- reira y sus eereanias, pues que en estos sitios debian encontrarse los primeros cuerpos del ejercito de Ur- quiza» Cuando cerro la noche, Castro y sus cuatro acom- paiiantes descendieron por una quebrada pedregosa, marchando a paso lento y cauteloso, como verda- dera patrulla nocturna, hasta llegar a un valle prote- gido por Unas alturas, donde pudieran resguardarse y pernoctar. Mucho antes de rayar el dia, y despu^s de haber descansado algunas horas, recorrio proximamente una legua, muy incomodado por una espesa cerra- zon. Hizo alto a treinta cuadras de las margenes del Rio Negro, en un punto equidistante del Paso de Pereira y el Paso de la Cruz, frente por frente del Puerto de Duarte, y a una distancia de tiro de fusil de un cerro, en cuya base serpenteaba un bosque. Al salvar las tiltimds asperezas de la cumbre de aquellas eminencias, sin mas compania que la de su hermano Antolin, porque solo con el queria hacer la descubierta, sintio por retaguardia el estampido de un arma de fuego y simultaneamente el estrepi- 86 VIDA MILITAR DE toso movimiento de secciones de jinetes que corrian en diversas direcciones con intencion de rodearle. Lo numeroso de sus adversarios no lo inmut6, porque formado en una escuela de valor y abnega- €i6n, no contaba la cantidad de enemigos con que tenia que combatir, ni flaqueaba ante las inminen- cias de los mas grandes peligros. Su serenidad entro en juego. Se dio cuenta del trance amargo, midiendo sus consecuencias. Exhorto d su joven hermano y le infundio valor con sus palabras y con su actitud*^ Sin apresurar la marcha de su caballo, como hd- bil recurso para que el enemigo no lo tomase como hombero, resolvio, como el leon acorralado, morir peleando. Su preocupacion mas viva era la suerte que podia correr el jovencito Antolin. Sus cuatro companeros habian quedado cortados a su retaguardia. Desde lo alto de la posicidn que ocupaba, diviso d su alrededor una fuerte columnar A su espalda y d sus lados, la mayor parte de la fuerza esparcida, y al frente todo un regimiento, tendido en Mnea de batalla y protegido por dos es- cuadrones de lanceros. Resolvio combatir hasta ampararse del monte cercano. Abarcando con rd- pida mirada el campo en que iba a jugar su vida y la de su hermano, dirigio d este las siguientes pa- labras: — «; Antolin, es grave el peligro; pero no te asustes! Si tomamos campo afuera nos matardn, pero si enderezamos al monte, que estd cerca, aun- que tenemos esa fuerza al frente, quizds nos salva- remos echdndonos al rio. » Dicho esto, avanzd resuelto y mesurado, buscando una de las alas del regimiento formado en batalla^ ENRIQUE Y GRE60RI0 CASTRO 87 en momentos que se desprendia de ^ste, como para reconoeerlo, uno de los comandantes de escuadrdn, acompaiiado de dos soldados. CastiH) lley6 el ataque al adversario que se le puso enfrente, y d quien domind y persiguio hasta rom- per las hileras de los tiradores que componlan el escuadron de vanguardia. El fuego de carabina que tuvo que sufrir fu^ recio y nutrido, y sus proyecti- les hirieron en diferentes partes el cuerpo del mag- nifico caballo que montaba. La primera arremetida habia sido de felices re- sultados para el Capitan Castro, quien se retiraba defendiendose, con temeraria valentia, del enemigo deseoso de darle eaza. £1 plomo dirigido contra su pecho de atleta, no habia logrado herirlo: parecia invulnerable a las balas. Los adversarios recurrieron al arma tradi- cional del charr6a : las boleadoras ; pero Castro lo- gro cortar con el filo de su sable la soga del par que enlazaba con sus anillos las patas de su caballo. For fin se esgrimio la temida lanza, el arma de los com- bates caballerescos en los entreveros, mas sus bo- tes recios eran parados con habilidad de faconero. Las fuerzas de suflete comenzaban d flaquear. El agudo vocerio de los jinetes intimandole rendicion y lo enormemente desproporcionado de la contienda, no hicieron perder d Castro ni por un momento su proverbial entereza. Aquel hombre parecia crecerse en el peligrp;.^sji.almft gigante sabia cemerse, como ciertas aves en alas de la tormenta,.en medio de la pelea. Una voz estridente, la del jefe, excitaba d la tropa 88 VIDA MILTTAR DE atemorizada para que arremetiera con mds brio y lanceara al sali>aje. En tanto, Castro, tendido so- bre el pescuezo de su brioso caballo, detenia a los mds atrevidos qiie se adelantaban a herirley unica- mente con la amenaza de descargarles la pistola que empuiiaba. Desafia a gritos al cabecilla de sus contrarios; le obliga a que avance tratandolo de cobarde ; le hace fuego sin lograr herirlo, y, por ultimo, le arroja el arma descargada sobre el craneo, volteandolo del caballo. Este oficial se llamaba Pedro Juan Rodriguez y tenia fama de guapetdn entre sus compafieros. La contienda habia degenerado en lucha cuerpo a cuerpo. Castro abandond su caballo, en la imposi- bilidad de dar en el un paso mas. Cien sables se entrecruzan con la velocidad del relampago, y, en lo mas furioso de la refriega, se destaca la figura del valiente ^errero, repartiendo hachazos y estocadas y abriendo brecha en las filas de sus enemigos. De salto e» salto, haciendo espalda en cada mato- rral, resguardando su cuerpo en el tronco de los ar- boles vecinos, recorre un largo trayecto, no sin que antes recibiera un lanzazo por la espalda, que lo tumba momentaneamente en tierra, y seis hachazos que lo acribillan, pero que no logran concluir con aquel vigoroso espiritu. Se incorpora arrogante, baiiado en su propia san- gre, y revoleando el poncho con la mano izquierda, para espantar los caballos de los lanceros, apoya uno de los hombros en un espinillo, con objeto de ^ ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 89 descansar breves instantes y restaiiar la sangre de sus numerosas hendas. Porrepetidas veces le exige ei enemigo que se rinda; pero aquel hombre indo- mable, todavia conservaba ehergias para resistir. Astatamente respondid que no tenia inconveniente en entregarse ; y, al efecto, empezo por despojarse de las ropas, con la intencidn de facilitar sus movi- mientos ; permiti6 que uno de los adversarios se hi- ciera cargo de las espuelas, don^ndoselas, pero, ape- nas se vi6 libre de aquella especie de grillete que entorpecia sus acciones, se enderezo bruscamente, pego un feroz hachazo a un veterano que parecia adivinar sus intenciones, y logro abrir un claro en- tre los adversarios, que, sobrecogidos con el ataque impetuoso de Castro, trataron de esquivar los gol- pes que este les dirigia. - El animo un tanto decaido de los atacantes, al ver faera de accion al oficial que los mandaba, vacilo ; y, arredrados, no se atrevian a aproximarse a aquel verdadero leon. La fibra del denodado protagonista de este episo- dio se retemplo ante el decaimiento de sus tenaces eiiemigos. En lo mas encarnizado de la refriega, supo apro- vechar los menores accidentes del terreno, y, aun- que proximo ya d las barrancas del rio, punto que consideraba como su salvacion, intento apoderarse de un caballo que d pocos pasos pastaba ; pero el enemigo, que comprendio su intento, le privo de aquel postrer recurso. Recriidecen las descargas, mientras que Castro adelanta penosamente en su ca- mino. Dos balazos, recibidos con estoica entereza, agravan su situacidn. 90 VIDA MILITAR DE Llegamos al ultimo cuadro de esta lucha sin igual, rematada por una escena caballeresca, en la que el Capitan Castro, sangrando por trece heridas, — seis de bala, seis de sable y una de lanza,^-envuelto en la humareda del fuego enemigo, se lanza final- mente por los despeiiaderos del Rio Negro, para sumergirse en lo mas profundo de su cauce. Antes de ver su espada en manos de sus implaca- bles perseguidores, la arroja al agua, pues prefiere perderla a deshonrarla. La corriente del rlo, como si una causa providencial la impulsara, le arrastra hacia un matorral de sarandies. El agua, con su tonificante influencia, le calm6 en parte los agudisimos dolores de sus heridas. El enemigo, en su afan de exterminio, dirigia sus tiros sobre los restos de drboles secos, flotantes en la coriiente, y que a la distancia se tomaban erro- neamente por la persona del perseguido. Minutos despues de haberse oido la voz de «;alto el fuego!)), aparecio en lo mas elevado de la barranca, de la costa norte del rio, un paisano de figura atletica, de ojos chispeantes, que llevaba cubierta su cabeza con un chambergo negi*o echado a la nuca, y en cuya frente se exteriorizaba el ceiio de la colera. Agi- tando en su mano derecha una aguzada chuza, se di- rige a la soldadesca, y, con palabra brusca y desme- dida, reprochale el cobarde proceder observado con un hombre que habia resistido y escapado d las iras de doscientos gatichos bien armados y con fama de taitas y matones. Aquel hombre que surgia de improyiso y que os- tentaba en su fisonomia yaronil y en su porte altivo ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 91 rasgos de nobleza gauchesca, era el valiente Gapitdn don Timoteo Aparicio, mds tarde general de la na* ci6n y el caudillo mds prestigioso del partido bianco. Se habia propuesto salvar d su ^mulo y compa- triota; al compaiiero de los campamentos y de los vivaques en los dias de imperecederas glorias para el pueblo Uruguay o; al fiel amigo que, en horas de infortunio, eomparti6 los azares de la lueha armada para sostener bien alto el pabellon nacional. Aparicio, jefe d la saz6n de las partidas descubri- doras pertenecientes al ejercito de Urquiza, que se encontraban diseminadas por los monies donde ocurrio el heroico suceso, de contomos casi noveles- cos, ordeno a las fuerzas d que hemos hecho men- eion, que se retiraran varias cuadras del paraje donde el se encontraba. No bien fu6 obedecida su indicacion,- cuando des- monto del caballo, y, apoyando uno de sus brazos en un viejo coronilla que tendia su ramaje hacia las aguas de una laguna, dirigio una mirada escu- drinadora d la orilla opuesta y pronuncio fuerte- mente el nombre de Castro. El eco de su voz se perdid entre la espesura del bosque, sin obtener la menor respuesta; . pero el, con el vehemente deseo de ser oido y de prestar ayuda al antiguo camarada, redoblo sus llamados. Convencido de lo ineficaz d^ sus esfuerzos, ten- denies d dar con el hombre que buscaba, si no yo- ceaba su nombre para hacerse conocer de Castro, apelo d lo que ^1 creyera el ultimo recui'so, y excla- m6 con voz potente y estenl6rea : — « i Soy Timoleb Aparicio ! ; soy tu amigo de siem* pre ! » 92 VIDA MILITAR DE — «Para degollarme, como lo habrdn hecho con mi hermano Antolin,)) contesto una voz doliente, que parecia venir de la margen opuesta. - A lo que replied inmediatamente Aparicio: — ^((Antes me degollaran a mi. Soy tu amigo leal. Mi propdsito es salvarte. A Antolin lo tengo pri- sionero.» Castro, resignado ya d correr la peor de las suer- tes, livido, exangue, falto por completo de fuerzas para defenderse, se arrastrd dificultosamente por el suelo, dejando un reguero de sangre, y se mantuvo grave y altanero, con la faz serena y la mirada tranquila, ante la ola de jinetes que en su busca se lanzd al caudaloso Rio Negro. Castro advirtio como en sueiios, los menores de- talles del hecho. Nos olvid^amos decir que las incesantes lluvias, caidas los dias anteriores, habian hecho desbordar la corriente del rio. Para vadearla se tenia que nadar un largo y peli- groso trayecto. Los jinetes la cruzan en medio del ruido ensorde- cedor causado por el resoplido de los caballos y el vocerio de la gente; trepan por los escarpados me- nos barrancosos ; siguen el rastro y las pisadas.del perseguido ; y, entre el tropel de las caballerias, se escucha el grito de un lancero que, dirigiendose al Capitan, exclama : — « ; Se ha ido, Capitdn ! Aqui no hay mds que un charco de sangre ; » mientras que otro de los soldados hacia una afirmacidncontraria.. Castro creyo llegada su ultima hora, y, en tal convencimiento, se apresto a morir. ENRIQUE Y GRE60RI0 CASTRO 93 « Morir peleando, al frehte del eiiemigo y por una idea que eonceptuaba generosa y eleyada, fu^ en todos los momentos de su existeneia la mayor de sus a.inbiciones, su ideal como prosielito de un par- Udo y como soldado. _ Supuso, aun contra las seguridades dadas por Aparicio, que su persona seria .el bianco de crueles venganzas; suposicion tanto xnAs justificada, cuanto que en la brava refriega habia logrado poner fuera de combate a. varios de sus enemigos. Quiso, por tanto, salir de incertidumbres, y para evitarles el trabajo de seguir buscandolo, sq dirigio a ellos diciendoles: — ccAqui estoy; jvengan, si se atreven!)) sin soltar de la mano el filoso cuchillo que esgrimia como prenda segura de garantia per- sonal. El soldado Jose Ramos, que en epocas anteriores habia sido peon de confianza del hombre que en aquellos instantes tan afanosamente se buscaba, fue el primero en encontrarse, cara a cara, con su an- tig^o protector. A la vista de este, sintio pesar profundo, motivado por el estado desesperante en que hallaba 6. uno de los hombres por quien sintiera may ores simpatias y del cual habia sido perseguidor sin saberlo. Sumamente conmovido, con lagrimas en los ojos, e impulsado por un sentimiento compasivo, se tiro de su caballo ; y, enteramente resuelto A ampararlo, Uamo a su Capit^n, quien. en seguida comparecio, reflejando en su rostro el sentimiento que lo ani- maba y guardando uno de esos silencios que solo se hacen en derredor de los prodigios, como diria Victor Hugo. 94 VIDA MILITAR DE Cuando Aparicio diviso A Castro, se dirigio co- rriendo hacia el; puso la mano sobre la frente de su amigo y le estrecho fuertemente entre sus brazos. El didlogo que siguio d esta tocante escena y que puso en evideneia la generosidad que se alberga en el alma del paisano noble, fu^ escuchado por un cen- tenar de individuos, deseosos de presenciar la entre- vista de aqueUos dos hombres, distanciados por las afecciones partidarias, pero unidos por los estre- chos lazos de una vieja y leal amistad. Aparicio, que habia jurado salvar a su amigo Castro, eumplio su promesa. CAPtTULO IX CASTRO HERIDO Y PRISIONERO. — ES PERDONADO FOR URQUIZA, E INCORPORADO A SU EJERCITO, LO ACOM- PAT^A A ENTRE-RfoS. Obra de una feliz coincidencia, congregabase, en horas tan solemnes para aquellos bravos, un grupo de paisanos que, aunque habituados d los espectdeu- los sangrientos de la guerra, profesaban el prinei- pio eristiano de estimar a los demds como A si mis- mos. Cuando Aparicio se decidio d vadear el rio, en busca de Castro, dijo d sus soldados que podia acompanarlo todo el que tuviese algiin vinculo de amistad con el citado oficial. No eran, por cierto, pocas las vidas que Castro habia salvado en diferentes ocasiones. Entre esos hombres figuraban: Jose Ramos, su antiguo servidor; Aparicio, el compaiiero de los campamentos del aiio 1836; Inocencio Fernandez, oficial conocido por el Chand, que en los albores de su juventud le sirvio de asistente, y una docena de 96 VIDA MILITAR DE gauchos que salvo de ser pasados por las armas, alios atras. Tal era, por una rara eombinacion de la fortuna, el corro que rodeaba al herido. Aparicio, invocando con mayor autoridad que los otros el titulo de amigo y aparcero, obtuvo la en- trega del punal que Castro conservaba aun, bajo el juramento, exigido por el rendido, de salvar la vida d su hermano Antolin. Hecho esto, se preocuparon de la curacion: la- varon sus heridas, y despues de vendarselas como pudieron, colocaron al paciente en un poncho que, en forma de manta, era conducido por seis hombres que se turnaban de trecho eh trecho. Abri^ndose camino por la espesura del bosque, hicieron una travesia de varias cuadras, hasta detenerse en la cumbre de una loma, en cuyo punto, puesto de pie y apoyandose en el hombro de Aparicio, pudo Cas- tro amortiguar en parte la sed que le devoraba, be- biendo el agua que uno de los soldados le brindo en una guampa, Del sentimiento que expei'imentaba Aparicio, ma- nifestado en su rostro, participaban sus acompa- nantes. Una gravisima herida de lanza, recibida por Cas- tro en la espalda, y en la que se notaban los movi- mientos de la respiracion, y un balazo feroz que le Labia atravesado el cuerpo, produjeron tan abun- dante y copiosa hemorragia, que se creyo en un proximo desenlace fatal. En el caballo de Aparicio, y con los mas prolijos cuidados, fue colocado el herido, sostenido por dos ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 97 jinetes, apareados a un lado y otro del caballo, y por Aparicio, que habia montado en ancas. Asi se marcho hasta la estaneia de don Faustino Cardoso, distante proximamente una legua del Puerto de Duarte, en el Rio Neg^o, punto donde se desarrolld el sangriento drama cuya reproduccion escrita me- i*eceria los honores de otra pluma mejor cortada que la nuestra. En el trayecto los aleanzo el Teniente Coronel Pe- dro Juan Benitez, jefe entonces del Regimiento d que pertenecia Aparicio como comandante de es- cuadron, cuyo jefe ofrecio a Castro sus buenos ofi- cios para ante los jefes superiores del ej^rcito. Asi que se llegd a la estaneia precitada, se hizo uso de los reeursos con que se contaba, para aliviar los terribles dolores del herido, y, en las primeras horas de la tarde, se dispuso la marcha en direccidn al campamento del ej^rcito del General Justo Jos^ de Urquiza, sobre las margenes del arroyo Tarari- ras, afluente del Rio Negro. Al anochecer llegaron d las cercanlas de la estaneia de don Manuel Car- dozo, en cuyo establecimiento habia dispuesto el Capitdn Aparicio que se acampase, para descansar de las fatigas del dia. El Capitan Castro, rendido por los intensos dolo- res que le aquejaban, no pudo seguir la marcha. Pidi6 que se le desmontara, y fue Aparicio en per- sona quien lo bajo del caballo que montaba. Los atroces sufrimientos de Castro, llevados al tiltimo extremo, le privaron del conocimiento, y cay 6 desvanecido en brazos de Aparicio. ifeste creyo que aquel instante era el tiltimo de la existencia de 98 VIDA MILITAR DE su amigo ; pero felizmente aquello no fuc m^s que un desmayo pasajero. . Castro volvio en si minutes despues, y la angus* tia que se habia apoderado del animo de los que le rodeaban, desaparecio, para ser reemplazada por la esperanza. Empi'endieron la marcha hasta llegar d la casa A que hemos hecho referencia en lineas anteiiores, punto en el que rodearon d Castro de todas las co- modidades de que podia disponerse en circunstan" eias tales, y le colocaron una guardia para garanti* zarlo de cualquier atentado de que pudiera ser vic-» tima. • Juan Hermelo, Teniente Coronel entrerriano, jefe de uno de los regimientos de vanguardia de las eo- lumnas urquizistas, y de la intimidad de nuestro biografiado, se acerco al leeho del prisionero, y, con la espontaneidad y franqueza de un adversario ge- neroso, le ofrecio sus servicios de manera incondi- clonal. El jefe nombrado, de comun acuerdo con el Ca- pitdn Aparicio, conduciendo como prisioneros de guerra al joven Antolin Castro y al sargento Jose Lopez, compaiiero y correligionario del Capitdn Castro, se apersono al General Urquiza, con la re- solucion jurada de extremar los medios para conse- guir a cualquier precio el proposito humanitario que perseguian el y sus camaradas, y que era el de salvar la vida d los prisioneros. La tarea no dejaba de presentar serios inconve- nientes. En efecto, presentarse con un pedido de aquella ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 99 imdole ante Urquiza, d quien proclamaba la fama, con raz6n, como el yerdugo de los que aprisionaba en los campos de pelea, segun lo testimoniaban in* numerables antecedentes, equivalla, para la persona encargada de hacerlo, d un verdadero peligro, por- que el caudillo entrerriano no sabia perdonar. A pesar de lo arriesgado de la solicitud, hubo quien la hiciera. La vida de Antolin Castro, llena de hermosas promesas para la tierra que lo vio nacer, fu^ salva- da. En ello no puso inconveniente alguno Urquiza. Pero, desgraciadamente, no pas6 lo mismo con la del infortunado sargento Lopez, quien fue condu- cido a uno de los batallones del ejercito para sufrir la pena del fusilamiento. Sobre la suerte que correria el Capitdn Castro, nada pudo por el momento sabei^se. Los que gestionaban su salvacidn no se descora- zonaron, d pesar de lo ambig^o de las manifesta- ciones del General en jefe. Todo en ellos fue incertidumbre, duda, cavilacion y desconfianza, hasta que la voluntad tinica que alii privaba, no puso de manifiesto su determinacion. Mientras esto sucedla, el Capitdn Castro, — colo- cado bajo la vigilancia de una guardia al mando del Capitan Piedrabuena, — aunque atormentado por los agudos sufrimientos de sus heridas, resistia con es- toica entereza la cura de primera intencion, efectuada por una humanitaria mujer, madre del soldado Jose Ramos, que hacla las veces de curandera; quien, despues de infinitos esfuerzos, pudo evitar la conti- nua hemorragia y aminorar los grandes dolores del herido. 100 YIDA MILITAR DE A media noche del dia 24 de Diciembre, llego Hermelo d la estancia donde se eneontraba Castro, de regreso del campamento de Urquiza. Manifestd al herido que Antolin estaba salvo y que su vida de- pendla de una eonferencia que debia tener Enrique con Urquiza, en la maiiana del dia inmediato. La no- tieia auspiciosa comunicada por Hermelo, respecto d su hermano, influyd favorablemente en el corazdu abatido de Castro. Por lo que a el le era personal, esperd resignado y altivo el fallo del capricho de un hombre aeostumbrado d ser implacable con los vencidos. Al rayar el dia 25 lleg6 A las casas, con aspecto tranquilizador, un paisano de aire arrogante, de ele- vada talla, montado en un caballo de pelo oscuro. ^Qui^n era? El Capitdn Timoteo Aparicio, Salvador del menor Castro, d cuyo hei*mano mayor iba d entregarlo, para que dispusiera de ^1 como quisiese. Le expuso al Capitdn Castro, entre otras cosas, que, con relaci6n al sargento Lopez, habia sido de todo punto imposible obtener su salvacidn, puesto que Urquiza se habla mantenido inflexible en la injusta eondena de que habia sido objeto aquel desgraciado. Uno de los indicios favorables a una solucion ha- laguena para Castro, Aie la orden impartida por el General Urquiza, de conducir cuidadosamente, en una carreta, al hospital del ejercito, la persona ob- jeto de estos apuntes. Llegaron d la estancia de Marcos Leiva, casa de campo de primer orden, cerrada por un espacioso cerco de material. Dicho establecimiento de campo se hallaba situado en la costa del arroyo Tarariras, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 101 y servia entonces de hospital general del ejereito argentino. Multitud de jefes» oficiales y tropa de uno de los cuarteles eereanos al lugar, acudieron, llevados por la curiosidad, A presenciar el arribo del sahaje que traian con tanto mirarmento, segun sus palabras mds freeuentes (i). En la estancia de Leiva se prepar6 una Camilla, para facilitar la traslacion de Castro de la earreta al interior del establecimiento. Toc61e al doctor Donau, Cirujano Mayor del ejer- eito de Urquiza, proceder al reconocimiento y cura- cidn de las heridas^ lo que efectud en el acto con suma prolijidad. ' A los pocos dias, y cuando se acentuaba mas y mas la mejoria del herido, lleg6 el Mayor Murillo, edeedn del General Urquiza, con el propdsito de to- mar A Castro las declaraciones de practica en tales casos. Le interrogo sobre el estado del ejereito del Gene- ral Rivera, su ntimero, su armamento, sus caballa- (1) Bien merfce una bieve explicacidn el Yocablo salvaje, empleado con brutal iatencidn hasta por los hombras dirigente« de la situaci^a que tenfa por jnfe A Boeas. Este calificativo deni^rante se aplicaba & todo un partido giprioso, en el que figumban los hombres de los mis grandes m4* ritos 7 condiciones persooaks, y taiubi^u los primeroe, por su talento, per su patri< iiumo 7 por su i-aber, entre los de la America ; patriotas identificados con la sufrte 7 el destino de »U8 pueblos ; consecuetites en la defensa heroica de las institucioDes republicanas, y que, si se lanzaban & defeiider sus ideales en el eittadio saogriento de la gu<:rra, lo hacTan mo- vidos por las iospiiaciones m<s nobles 7 m&s purav, pues bupcaban el eese de las opresiones borhomosas, el fin de la odiosa iininfa 7 de-laa maxorecuiaa infamantes, el logro de las garantias individuales 7 sociales y el respcto para todos los derechos. J02 VIDA MILITAR DE das, y sobre su mismo plan de operaciones, em- pleando en sus preguntas la mayor cortesia en el Jenguaje y mueha habilidad en el interrogatoiio. Durante tres dias, con ligeros intervalos, estuvo ^ometido A la prolija inquisicion, de la eual nada sQ pudo obtener, por haberse limitado Castro d haeer declaraeiones vagas, sobre topicos generales, sin vacilar en sus contestaeiones, que eoneordaban en todos sus relatos. Como insistiera por euarta vez el Mayor Murillo en querer sacar partido del prisionero, este se en- colerizo y contestd acremente al pesquisante en es- tos terminos: — «No presto mas declaraeiones: bas- tan las ya dadas. Lo que tenia que decirle se lo he manifestado de una manera franca. Tenga la bon- dad de comunicar de mi parte al seiior General Ur- quiza, que, si algo tiene que disponer respecto de pii, puede hacerlo, sin insistir sobre la situacion en que se encuentra el ejercito del General Rivera. » El edecan Mayor Murillo y algunos de los indivi- duos que fueron testigos presenciales de esta es- cena, en la seguridad de que el General Urquiza to- marla como una ofensa las palabras del prisionero, trataron por todos los medios de persuadir a Cas- tro de que declarase al tenor de las preguntas que le hacia el jefe sumariante. No hubo argumentos suficientes que hicieran desistir a Cajftro de su irre» vocable resolucion. El espiritu quisquilloso de Urquiza se encono con tales nuevas, y estas, una vez que se divulgaron, dieron pabulo A la creencia de que la causa de Castro estaba irremisiblemente perdida, por culpa de su^ propias intemperancias. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 103 I I I . I .1 . I II ■■!■ Urquiza era de caracter irascible, de violentos es- tallidos; hombre que no admitla la mds ligera obser- Tacion a sus deeisiones, y habituado A castigar fal- tas leves con la ultima pena: un verdadero Dracon. Era vengativo y sangriento; y en el caso que nos ocupa, con tanta mayor razon cuanto que se trataba de un adversario que preferia morir antes que ver humillada su altivez y su decoro personal. Castro se habia resignado a sufrir todas las con- secuencias resultantes de su silencio respecto de Rivera y de su ejercito. El dia de su ultima entre vista con el edecan Mu- rillo, y en las horas finales de una tarde calurosa, entro de improviso a la habitacion que el ocupaba^ un sujeto de porte altivo y soberbiq, de facciones viriles, de rostro curtido por los rigores del campo, de mirada profunda y escudrinadora, vestido de paisano, luciendo ancha divisa punzo en un som- brero negro (i). Castro imagino, en el primer momento, que el des- conocido seria uno de los tantos jefes enti^errianos que venian continuamente a visitarlo; pero, como notase en el visitante ciertos rasgos peculiares que le eran conoeidos por informaciones de sus camara- das, abrigo la sospecha de que se trataba de Urquiza en persona. Este, disimulando sus intenciones, tomd una silla, y, colocandol^ cerca de la cama en que estaba Cas- ( I ) Todavfa en aquel tieinpo la divira puDZ(5 era usada por los rosit'tas, pero no tard6 en ser distintivo de libertad en loB que la adoptaron hasta como nonibre de &u panido. 104 VIDA MILITAR DE tro, le dirigio la palabra, haci^ndole una serie de preguntas, relacionadas, unas, con las heridas que tenia, y, otras, con las Tisitas que habia recibido desde que cay 6 prisionero. Despu^s de nombrar Castro, uno por uno, los individuos que habian estado d verlo, siguio al did- logo un silencio de algunos minutos, embarazoso para los interlocutores. Mientras que la entrevista vers6 sobre asuntos generales, nada de nuevo se manifest6 en el jefe entrerriano; pero, asi que recayo la conversacion sobre tdpicos referentes al ejercito riverista, fue su voz subiendo de tono, y su lenguaje se hizo amena- zador. El jefe incognito queria, por lo visto, informarse de una manera cierta del niimero exacto de las fuerzas contrarias; y, para lograr su prop6sito y hacer caer al prisionero en la celada que le tendia, enumero una por una las divisiones del ejercito ad- verso. Castro, a su vez, sin desviarse ni undpice de la nonna de conducta que se habia trazado, se limit6 a repetir las mismas palabras que expreso al edecdn Murillo, con un solo agregado: el ntimero aproxi- mado de las fuerzas nacionales. Entonces Urquiza, sin poderse contener, en un acceso de colera, le dijo : — « i Vd. miente ! » Castro, ante lo imprevisto de la ofensa, se incor- por6 en la cama, y violentamente contesto al ap6s- trofe del desconocido en estos terminos : — « jYo no miento... ! » (y agrego una interjeccion en^rgica.) Los que mienten son los que le han dado ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 105 los informes falsos que usted tiene. Yo expongo la verdad, porque estoy acostumbrado A decirla. » Alo que el primero replie6: — «Usted es un altanero, y le voy d mandar pegar cuatro tiros ! » Estas ultimas palabras las profiri6 enfurecido, le- vantandose de su asiento, amenazando con su la- tigo, la vista inyectada en sangre. Castro no querla que terminase aquella malha- dada entrevista sin descargar por completo sobre su desconocido visitante, quien quiera que fuese, todas las iras de su alma varonil, y, sin inmutarse ante el peligro, grito mds altanero que nunca: — «Puede usted mandar cumplir su amenaza cuando guste. Ya sabia desde el primer momento de haber caido prisionero, que era esa la suerte que me esperaba.» Urquiza, — ^pues, como lo habra supuesto el lector, era el el personaje desconocido, — no contesto: re- corria con paso precipitado la pieza en la cual se paseaba, y cuyo silencio era solo interrumpido por el ruido de sus pisadas. De repente se sent6, y, golpeando una de sus betas con el latigo que empunaba, clavo su mirada sobre el suelo, como embargado por un pensamiento dominante. Transcurridos algunos momentos, se encara con su interlocutor, y, bruscamente trans- formados el aspecto de su rostro y el tono de su voz, pregunta afablemente A Castro: — <(^D6nde tiene usted mds amigos: entre los que le rodean, 6 en el ej^rcito del General Rivera?)) La respuesta no se hizo esperar. Declaro sin am- 106 VIDA MILITAR DE bages que todas sus afecciones mas arraigadas esta^ ban en las filas de los que peleaban por la libeiiad de su tierra, y que sus vinculos y sus servieios lo arrastraban a seguir las banderas del ejercito nacio- nal. Reconocio, no obstante, la generosidad de al- gunos de sus adversarios, y manifesto, con ingenita franqueza, que alii, en aquel campo, tenia enemigos politicos de los cuales habia reeibido la mas grande de las demostraciones amistosas, y por los que sen- tia la mayor de las gratitudes. Urquiza le interrogo por vez segunda : — «^E1 General Rivera es amigo suyo? — ((Si, senor, respondio Castro; es amigo mio y de mi padre, y lo he servido en ese caraeter y como fcorreligionario politico.)) Noto que esta ultima parte de su confesion pro- dujo mal efecto en el animo de su visitaiite, y, para atenuarlo, aiiadio: — (( No por encontrarme en estas circunstancias, senor, ni en otras peores, si es posible, voy a negar la amistad y admiracion que profeso al General Ri- vera.)) ' —((Si, contesto Urquiza, el General Rivera es solo amigo de su bien particular : es un explotador de su pais. El yerdadero amigo y jefe de los orientales es el General Oribe.)) A lo que replied Castro con viveza: . < — ((Mal puede ser jefe de los orientales quieii ha invadido su propio pais, con un ejercito com- puesto de soldados entrerrianos, portenos, cordobe- ses y de otras provincias argentinas. El verdadero jefe de los orientales es el General Rivera, que co- manda cinco mil compatriotas.)) ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 107 Gomo movido por un resorte, incorporose Ur- quizk de su asiento con aire amenazador, y, mds que proferidas, escupio estas palabras : — ccEl General Rivera es un infame; y a usted, que es un fanatico por el, lo voy a hacer matar ! » Gastro, dueiio de si, tranquilo, valiente y arro- gante en su actitud correeta, le dijo a Urquiza, desde su cama, euando este ya pisaba los umbrales de la puerta: — « [Que me importa ! Eso ya lo sabia, pues desde el momento que cai prisionero, no he eontado con mi vida. jLo que siento es no poderme parar, para que me maten como a hombre y no como a un cor- dero ! » Urquiza dio vuelta rapidamente y, dirigiendo la mirada a Gastro, le pregunto si era capaz de pro- fesarle a el tanta amistad como la que sentia por Rivera. Gon franqueza criolla, el prisionero le contest©,: — ((Si me tiende una mano de amigo, y con la otra no me da una bofetada, en ese caso, si, le sere consecuente y fiel.)) Entonces Urquiza, que euando ofrecia su mano de amigo lo hacia de corazon, expuso a Gastro que es- taba dispuesto a servirlo. El prisionero le agrade- cio su manifestacion, y, queriendo salir de dudas, le pregunto con quien tenia el honor de hablar. Urquiza, sin titubear un instante, le dijo : . — -((Con Justo Jos^ de Urcjuiza, Gobernador de Entre-Rios y General de vanguardia de los tres ejer- icritos de operaciones;)> y aiiadio, como paradarter- mino a aquella entre vista: — ((Desde este momento 108 VIDA MILITAR DE estd usted en plena libertad, y reconocido en el grado de Capitan del ejereito puesto bajo mis orde- nes. )) — ((jGracias, General!, balbuceo Castro. Sabr6 corresponder a su generosidad.» El Capitan Castro, ante la actitud espontanea y generosa de su adversario, se eonmovio profiinda- mente y guardo agradecimiento etemo d su Salvador. El tiempo habia de confirmar eon pruebas irrecu- sables, que las protestas de agradecimiento de Cas- tro no eran una vana palabra. En el pecho del per- donado latia un corazon grato y noble. jRaras combinaciones de la suerte! Urquiza li* bi^ba en aquellos momentos de la muerte al hom- bre en quien mas tarde depositaria mayor con- fianza, al que habla de ser su amigo fiel hasta la tumba y el admirador sineero de su memoria. Terminada la conferencia que tuvo con Castro, Urquiza, antes de retirarse al Cuartel General, Uamo al doctor Donau y le dijo : — « i Salve usted la vida a ese oficial ! » El cirujano contesto: — ((Hare todo lo posible, seiior General.)) Este se encaro con el medico, y, sacudiendo su Idtigo, como para dar mas fuerza a sus palabras, le replico : ^(jSdlvelo; porque si muere, lo enterrare a us- ted junto con el ! )) Muchos oficiales se apersonaron entonces al he- rido para saludarlo y presentarle sus felicitaciones. Se extranaban de la resolucion del General en Jefe, pues, segun ellos, era el primer salvaje to^ ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 109 mado prisionero que se habia sali^ado en aquella campafia. Al dia siguiente de la entrevista, un ayudante del General Urquiza entregaba d Castro un uniforme de Gapitan y le daba lectura de la orden general de ese dia, por la eual quedaba reconoeido en tal grado en el ejercito. A las tres de la tarde llego Urquiza adonde estaba Gastro, con el objeto de eerciorarae personalmente del estado de su salud, y por espacio de un mes le hizo diariamente sus visitas. No queremos entrar en comentarios : preferimos que el lector los haga. En estos ligeros apuntes nos limitamos d poner de' relieve los hechos principales de la vida de un vete- rano, con todos los detalles que nos ha sido posible obtener; hechos que pueden figurar, segun nuestra humilde opinidn, entre los mas notables episodios acaecidos en nuestras c6ntiendas armadas. El ejercito del General Urquiza levanto su cam- pamento de la costa de Las Tarariras, y marcho en direccion d la costa del Yl. Se habia proporcionado una carretilla al enfermo para hacerle menos penoso el viaje ; medida esta que no di6 el resultado que se tenia en vista, porque el movimiento del vehiculo producia al herido abun- dante hemorragia. Gonsultado el doctor Donau, resolvio este que Gastro hiciera el viaje a caballo. Asi lo efectuo, hasta el punto en que hizo alto el ejercito para acampar. En el paraje elegido se permanecio un mes. Entonces dispuso Urquiza que el doctor Donau, no VIDA MILITAR DK con los enfermos que el ejercito llevaba, marchase al Durazno, pueblo guarneeido d la sazon por fuer-» zas oribistas y donde era mds facil el cuidado y la curacion de los heridos. Al toque de diana de la maiiana siguiente, poniase en marcha el ejercito en direccion al Yi; mientras el convoy de enfermos y heridos, suficientemenie custodiado, costeaba el citado rio, corriente abajo, para Uegar cuatro dias despues al Durazno. Castro iba en ese convoy y permanecio unos meses en el pueblo W, ' El jefe de la guamicion del Durazno, que lo era el Teniente Coronel don Guillermo Muiioz, recibio orden de Urquiza de custodiar los enfermos orien- tales y de mandarle los argentinos; pues, como ya habia dispuesto marchar para Entre-Rios, quiso conducirlos a su tierra natal, como retribucidn de- bida a sus compatriotas por los servicios prestados eh esa campaiia. El Comandante Muiioz ordeno a Castro que sepa- rara los orientales que hubiese en el hospital, d cuyo mandato Castro dio cumplimiento ; y asi que Uego a presencia del jefe, para dar cuenta de la comision cumplida, solicito de este el correspondiente per- miso, para el y su hermano Antolin, a fin de pasar hasta el punto en que estaba acampado el General Urquiza con su ejercito, para despedirse y expre- sarle de nuevo su reconocimiento. Obtenido el consentimiento, emprendio marcha (I) Este es el motivo porque Castro no pudo figurar en la sangtienta batalla de India Mu&rta^ librada en Marzo de ese aiio (45), & pesar de las afirmaciones verbales que ccrren scbre el particular. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 111 en direccion d la costa del Rio Negt'o, una expedi« eion compuesta de todos los argentinos que existian en el hospital, inelusos el Capitdn Castro y el doctor Donau. Un dia despues presentabanse en el campamento del General Urquiza, establecido por entonees en el Paso de los Toros. Una vez alii, Castro y el medico Donau dirigi^ronse a la carpa del caudillo entre- rriano, al mismo tiempo que este la abandonaba para ir a recibir con los brazos abiertos d Castro, El General Urquiza, asi que lo vi6, le dijo : . — c(No esperaba verlo por acd. » Castro respondio : — c(Aunque sin la venia del senor General, vengo d saludarlo y a reclamarle el cumplimiento de su promesa. )) Urquiza no recordaba en aquel momento la pro* me^a a que Castro aludia. Averiguo por el mismo interesado, que clase de trato se le habia dado, du^ rante su estadia, en el hospital de sangre. Enton- ees el doctor Donau, que habia permanecido eii si- lencio, dirigiendose al General Urquiza, le dijo: —a Vengo d que revoque mi sentencia demuerte. Aqui esta el Gapitdn Castro convaleciente. » El General festejo la ocurrencia de su medico de confianza, y, transcurridos algunos instantes, pasQ revista d los heridos que estaban bajo el cuidado del doctor Donau. Luego dijo al Capitdn Castro y al doctor Donau : — (cUstedes quedardn aqui; los tendre de hues- pedes. » Veinticuatro horas despues, rompio marcha el 112 YIDA MILITAR DE ejercito, y, hechas algunas jornadas, fue a acam- par A la costa del arroyo de los Guqyabos, en cuyo punto dispuso que Castro quedase bajo sus inme- diatas ordenes, demostrdndole asi, una vez mas, la confianza que le inspiraba y que eonstituia un nuevo lazo de union entre la nobleza del protegido y la generosidad del protector. Castro aprovecho la oportunidad propieia que se le presentaba. Le record© que, cuando lo puso en libertad, le habia ofrecido darlo de alta en su grado de Capitan y honrarlo con su amistad; y que ^1, agradeciendo una cosa y otra, habia aceptado su espontanea oferta, a condicion de que no lo hiciera pelear contra sus companeros de causa, porque esto constituiria para su conciencia un crimen; seria traicion que jamas podria hacer a sus correligio- narios. Pidiole, en consecuencia, que no lo dejara en su patria, porqtle no serviria con los blancos, sus ene- migos tradicionales, contra quienes tanto habia con- batido y contra los cuales siempre combatiria ; con- siderando en cambio un deber moral seguirlo a la Argentina y acompaiiarlo en la defensa de su causa. El General Urquiza no acepto de buen grado las francas y sinceras manifestaciones del Capitan Cas- tro, quien obraba con arreglo A lo que conceptuaba un deber elemental de companerismo y de conse- cuencia politica. Insistiendo en sus propositos, dijo a Castro : — ((listed quedara en su tierra ; lo recomendare al General Oribe ; el lo hara respetar, y sera mds util entre sus paisanos que en tierra extranjera. » ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 113 ■MasMMIa^ El Capitan Castro acato a medias las indicaciones que se le hicieron, pues manifesto d Urquiza que cumpliria su orden de permanecer en el pals, pero que, en euanto A servir con Oribe, no se avenia, por las poderosas razones invocadas. El Teniente Federico ATvai'ez, que habla estre- chado amistad eon Castro durante el periodo que ^te permanecio en el hospital, y que pudo escu- char parte de la conversacidn mantenida entre el oficial oriental y el jefe entrerriano, dirigiendose d este ultimo, dijo : — ((Poco valgo, General: soy muy insignificante ; pero me atrevo d pedirle que Ueve consigo al Ca- pitan Castro, en quien tendremos un amigo util y un companero fiel.)) El General Urquiza, sonriendose, exclamo en tono de broma: — « ;Ya veo que un sal^aje me estd ganando mis primeros federales!)) Y pregunto A Alvarez: — «iEs tu amigo?)) — t(Desde que cayo prisionero fui uno de sus ami*' gos, y lo sere siempre,)) contesto Alvarez. Entonces el General Urquiza replied : — (( Hasta aqui me ha demostrado Castro que es> hombre de bien y patriota. Me lo llevo ; lo he es- tado embromando para tener el gusto de oirlo.)) El ejereito levantd su campamento de los Gua^a^ bos, marcho durante dos dias, e hizo alto eii la costa; del rio Queguqy. . .: Transeurridos ocho dias, acampo el ejereito en la costa del Z>aim^f/i. . . . .: vl 8. 114 VIDA MILITAR DE Desde el Daimdn desprendio Urquiza aigunas di- visiones, con la consigna de sitiar la ciudad del Salto, mientras el resto del ejercito establecia uu nuevo campamento en las puntas del arroyo Ceibal. El sitio duro de diez a doee dias, sosteniendo las fuerzas de la plaza, mandadas por el celebre Gari- baldi, algunos combates parciales eon la vanguardia del ejercito urquizista, al que obligaron a retirarse rumbo Uruguay arriba. Este ejercito vadeo el citado rio el 23 de Diciem- bre de 1845, d la altura de la Isla del Herrero, Desde esta fecha, el Capitan Enrique Castro va a actuar en las contiendas que se desarrollan en tie- rra extraiia, llevado por lo que el creia el cumpli- miento de un deber, y tambien por la risuena es- peranza, que siempre acaricio, de coadyuvar en dia no lejano y con fuerzas propias, d la sonada re- constitucion de los gobiernos libres de su pais, la obra que llevaria a la practica el glorioso Partido Colorado. Correspondenos estudiar ahora, en consecuencia, la participacion que tuvo Castro en los sucesos de la Republica Argentina, para patentizar los meri- torios y dilatados servicios prestados d aquella na- cion. En tierra extraiia confirmo el buen nombre de que gozaba entre sus paisanos, con hechos que no desdicen en lo mds minimo de la conducta honesta y plausible observada en su tierra. A nuestro juicio, la causa A que se plegaba no era legitima. Toda cooperacion en favor de don Juan Manuel Rosas y su sistema, aunque fuera indirecta, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 115 importaba una ofensa a la civilizacion, un atentado a la libertad, una violacion de los mas sagrados de- rechos, un insulto a la humanidad entera. La conciencia honrada de Enrique Castro no alcanzo a comprenderlo asi; y, por seguir a un hom- brcj por pagar un tributo de gratitud, por respetar la palabra empenada,' contribuyo al sostenimiento de la funesta dominaeion rosista; pero acaso creyo que sirviendo a un jefe que estaba lejos del tirano y que tenia una relativa independencia en la region de su dominio, no perjudicaba a sus compatriotas ni a la causa de la libertad unificada con su partido, y que pasaba en aquellos momentos por un trance tan duro, que hasta hacla desesperar de su suerte. Los hechos posteriores justificaron, por otra parte, su conducta: Urquiza se levantd contra Rosas acom- panando la accion conjunta del Partido Colorado y del Brasil, y Castro volvio a servir la gran causa, eompartiendo la gloria de la gran jomada de Case- ros. Las campaiias posteriores, en los conflictos d que dio lugar la definitiva organizacion de la Confe- deracion Argentina, le sirvieron tambien para acre- centar su prestigio y completar sus conocimientos y experiencia militar, con cuyo caudal, y aparte de otros no menos valiosos, que a su tiempo menciona- t'emos, se incorporo activamente a su partido en la gran campana reivindicadora que debia restable- cer su predominio en todo el tercio final del siglo xix y mds alia. * GAPlTULO X CAMPANAS EN CORRIENTES. — URQUIZA PONE A CASTRO AL FRENTE DE SU ESCOLTA. — ACCIONES DIVERS AS. Vamos ^ narrar ahora sucesos que ocurrieron en territorio argentine y en que tomo parte nuestro l;)iografiado. En la tarde del dia 23 de Dieiembre de 1845, las fuertes columnas del ejercito del General Urquiza marehaban per territorio entrerriano, rumbo ^ la ciudad de Goi;icordia, hasta que acamparon en la costa del arroyo Yuqueri Grande. . Se mantuvo en este punto los dias necesarios para terminar los aprestos belieos y dar comienzo d la campana que se iba a efetetuar contra el ejercito aliado correntino-paraguayo, al mando de los Gene- rales Francisco Solano L6pez y Jose Maria Paz, el insigne estrategico del Rio de la Plata, el bravo Go- mandante militar de la Defensa de Montevideo, de- quien ha dicho con raz6n el General Mitre, que era la capacidad militar mds pasta de la America del Sud (U. ( 1 ) Bartolom^ Mitbb : ArengaSf pfig. 116. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 117 Fuerzas procedentes del Parand y de otros depar- tamentos de Entre-Rios fueron incorpordndose su- cesivamente, y el 1.° de Enero de 1846 el ej^rcito entrerriano marchd en direccion A la Provincia de Corrientes, con el objeto de abrir las hostilidades contra el ej^rcito enemigo aliado, formado de co- rrentinos y paraguayos, bajo el mando de los dos citados generales. Castro file nombrado jefe de la escolta de Urquiza en el campamento del Yuqueri Grande; cargo alta- mente honroso y excepcional, si no se olvidan las desfavorables circunstancias en que se encontraba Castro para merecer puesto tan delicado, por su ca- rdcter de prisionero, por pertenecer d distinta co- munidad polltica y por la diferencia de nacionalidad. Nos inclinamos d creer que el General Urquiza, antes de dar tal paso, reconocio sobresalientes cua- lidades y aptitudes en Castro, las que ejercieron in- fluencia decisiva en la resolucion adoptada por el. caudillo. Castro, convaleciente atin de sus heridas, solo po- dia caminar con el auxilio de una muleta. El ejercito, despu^s de algunas jornadas de mar- cha, acampd en la costa del arroyo Mandisovt Grande J en cuyo paraje se recibieron nuevas incor- poraciones. Se le dio cuenta d Urquiza de que en las fi^acciones incorporadas figuraban sesenta individuos, en su mayoria criminales. Sometidos d la correspondiente identificacion, se justified la presencia de cinco individuos coautores en el asesinato de don Cipriano de Urquiza, hermano 118 VIDA MILITAR DE del General, los que fueron separados y remitidos, por orden expresa del generalisimo, al ((Batallon. Entre-Rios)), para ser inmediatamente ejecutados. No sucedio igual cosa con dos jovenes entrerria- nos, de diez y ocho a veinte anos de edad, que acusa- ■dos de bandoleros, habian sido condenados a sufrir la ultima pena. Estos jovenes tuvieron su Salvador en el jefe de la Escolta de Urquiza. La denuncia que se hizo contra los dos jovenes, respondia, segun el sentir de Castro, mas al apasio- namiento de sus delatores, que d la verdad y justicia de los cargos. Conceptuandolo asi, resolvio pedir la conmutacion de la pena, y, al efecto, empenose con los jefes de mas alta graduacion, entre cuyo numero se contaban sus amigos los Tenientes Co- roneles Hennelo y Juan Luis Gonzalez. A la indicacion de Castro, dichos jefes contestaron: — ((Pida usted por ellos al General, porque a nos- otros no nos liace caso.» Y agrego un Teniente apellidado Navarro, que alii se encontraba en ese momento : — ((Tiene pena de muerte, Capitan, el que pida por los reos.» A cuya advertencia contesto Castro con esta mag- nifica frase: — ((Poco da: yo debo mi vida a un entrerriano ; saldre ganancioso si la pierdo por dos.)) Castro, efectivamente, pidio A Urquiza la salva- cion de los reos. Dicho jefe, mirando fijo al peticionario, como si pretendiera penetrar sus intenciones, exclamo: — ((^Los quiere?)) ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 119 — c(Si, senor General, » contesto aquel. Entonces Urquiza dijo: — ((Plies hagalos volver, y ya que es tan amigo de bandidos, desde que viene d interceder por la vida de ellos, liagase cargo de todos esos facinerosos.)) — ((Gracias, General,)) replico Castro. Did media vuelta, y, haciendo un esfuerzo eon su muleta para alcanzar al oficial que condueia a los reos, le grit 6 : — ((jHaga alto!)) Advirtiendo Urquiza los esfuerzos que haola Cas- tro para que el oficial lo oyera, mando a su ayu- dante Vera a comunicar la contraorden. Acercose Castro al peloton, y despues de partici- par al oficial la resolucion de Urquiza, por la que se dictaba la libertad de los presos Raimundo M a- tos e Hilarion Galeano, que asi se llamaban los dos Jovenes, invocando orden superior, les hizo desatar las ligaduras que oprimian sus brazos, y les dijo : — '((Vengan conmigo a darle las gracias al G^e- ral Urquiza, que les ha salvado la vida.)) Igual cosa hizo con los demas presos, a quienes Uevo a presencia del General, recabando el permiso necesario para que aquellos hombres le expresaran su agradecimiento por su magnanimidad. Pero fue en vano. Urquiza se nego, diciendo que no queria recibir las gracias de bandidos. — ((La vida se la deben a ustcd,)) dijo, dirigien- dose a Castro. Y agrego : — « i Ya vera el pa go que le van a dar ! Pero desde ahora lo faculto para poder castigar y hasta matar d cualquiera de ellos, sin darme cuenta.)) 120 VIDA MILITAR DE Castro pregunto a su jefe d que cuerpos destinaba los absueltos. Y Urquiza le contesto: — «Se los he entregado d usted para que haga lo que quiera de ellos. Saqueme de la vista, cuanto antes, A esos bandidos ! » Mareh6 Castro con ellos; les repartio sus corres- pondientes uniformes, y formo ese mismo dia una compania de euarenta y nueve plazas, con cuatro sargentos de toda su confianza, la que agrego a su escolta. De la buena organizacion que imprimio a aquella tropa indisciplinada, pudo dar fe mas tarde el em- puje bravlo de sus cargas, en las horas dificiles de la prueba y en los vaivenes agitados de la accion . . . Castro reunla y acredita bien en esa epoca, todos los atributos de ese tipo valeroso en la arremetida, impetuoso y sagaz en la contienda, animoso y en- tero en el peligro, caballeresco despues del triunfo. Era tambidn hombre tan excepcional, que se pa- saba semanas enteras en los bosques de Entre-Rios cazando tigres, para adornar con sus cueros los pe- tos imponentes que usaban en sus casacas los bra- vos soldados de la tradicional escolta de Urquiza. Era, en fin, un completo modelo del gaticho, de ese gaticho que con mano maestra supo disenar el talentoso Juan Carlos Gomez, cuando dijo : ((El gati- cho se va. Es una raza de centauros que desapa- rece. Hay en eUos grandes cualidades, grandes pa- siones, originalidades caracteristicas, costumbres pintorescas, abundantes materiales para lapoesia... ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 121 caballeresco y aventurero (el gaiicho), abrevaba su caballo en los torrentes de la cordillera, arrollaba en los desfiladeros los tercios de Bailen y de Tala- vera, salvaba la democracia con Artigas, se encara- maba en la tiranla con Rosas, y ha ido rodando en una ola de sangre hacia el mar de la nada. . . » Desde la costa de Mandiso^i Grande, marcho el ej^rcito a establecer su campamento en el paraje conocido por Trocito, en donde dispuso el General Urquiza que el Gapitan Gastro se pusiera bajo las ordenes del Teniente Goronel Veron, comandante en jefe de la c(Divisi6n correntina)), compuesta toda ella de gente voluntaria y decidida. Fu^ destinado Gastro para dirigir el delicado ser- vicio de avanzada, tan en armonia con sus raras dotes de activo guerrillero, y en el que tanto ^xito alcanzo en su pais, bajo la direccion magistral de Rivera. Llegado el ejercito a las puntas del arroyo de las Tunas, desprendio Gastro una descubierta a van- guardia, compuesta toda ella de hombres conocedo- res del ten^eno, practicos y audaces; los cuales no tardaron mucho en comunicarle la situacion del enemigo. Un sargento de apellido Veron, como su jefe, le comunico parte cierto sobre una guerrilla enemiga que merodeaba por la Taper a de Casco, a cuya partida pensaba Veron sorprender, y para lo cual pedla algunos hombres de refuerzo. Gastro se limito a trasmitir el parte a su superior, y este le concedio amplias facultades para obrar. El oficial oriental, sin detenerse un solo momento, 122 VIDA MILITAR DE ordeno a su gente que ensillase de inmediato. Casi al mismo tiempo, notaba el arribo del sargento Veron, el cual traia informes fidedignos respecto de la posicion que tenia la partida encmiga y el modo mas facil de sorprenderla. Se dispuso que una compaiiia, guiada por Veron, y al mando de un Capitan de nombre Celestino, marchase a vanguardia, protegida, a su vez, por Castro, que ocultaba su fucrza en un monte cercano. Llegado este proximo al sitio del avance, mando hacer alto y echar pie a tierra, a fin de arreglar los recados, como para entrar en pelea, y coloco un vigia en lo alto de un copudo arbol, para que avi- sara el momento en que la compania de vanguardia entraba en una abra que salia del monte, en direc- cion a la tapera. De esa manera estaba en aptitud de prestar la proteccion debida euando las circuns- taneias lo reelamasen. Anunciar la aparicion de la compania en la orilla del bosque, sentirse los primeros tiros, e inieiar Castro con su tropa el ataque, fue to do obra de un instant€. Los enemigos, fuertemente atrinclierados en la Tapera de Casco, hacian un fuego tan recio, que era casi imposible pretender tomar sus posiciones. Nuestro biogi'afiado hace desmontar su gente y la guarece detras de un guardapatio, para hacer uso del arma blanca en el momento propicio, al mismo tiempo que un Alferez, Petix)nilo Acevedo, ganaba terreno con media compania, para cubrir el lado iz- quierdo de la linea de Castro. Este ordeno a esa tropa que desmontase y defendiese la parte del cerco ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 123 descubierta que rodeaba el patio; pero algunos sol- dados, ya porque no oyeran la orden, ya por haeer alarde de un valor temerario, entraron A caballo dentro del patio de la casa. El oficial sitiado, en com- paiiia de dos soldados de su eonfianza, se presenta de improviso en el patio, y con suma decision em- prende con los sitiadores una violenta disputa del terreno, que da por resultado la muerte de cuatro combatientes, dos de cada parte. El valeroso ofi- cial se reconcentra de nuevo dentro de la casa, por- que, como queda dicho, sus dos soldados quedaron tendidos en la refriega, y, sin ceder el terreno, aviva el fuego de su tropa, la proclama y la incita al sa- crificio antes que rendir sus armas. El Gapitan Castro, justo apreciador de la heroi- cidad de su adversario, dio la voz de: /alto el fuego! y lo exhorta a que se rinda, bajo condicion del respeto absoluto de su vida y de la de sus su- balternos. Nada pudo torcer la resolucion irrevocable del oficial, que, en un ultimo empuje, abriose camino por entre los soldados de Castro, hiriendo a algu- nos de ellos y peleando en retirada contra un grupo de doce hombres que le seguian encarnizadamente, hasta que logro refugiarse en un espeso monte, in- mediato al campo de la lid. Entretanto, el Capitan Castro se propuso y Uevo d cabo la rendicion de los treinta y cinco comba- tientes que quedaron sosteniendo las posiciones; recogio los muertos y heridos, haciendo entrega de los ultimos al Capitan Celestino, y partio acompa- nado de su asistente, para proteger al oficial perse- guido, en caso de encontrarlo. 124 VIDA MILITAR DE Alcanzo al grupo perseguidor a las pocas cuadras ; hizo suspender el fuego, y, habiendo hallado al ofi- cial, mantuvo con el el siguiente. didlogo : — « j Rindase, que lo salvo ! » — ((Soy entrerriano, y a correntinos no me lindo. Prefiero morir peleando.)) — ((Yo soy oriental: he sido prisionero, como us- ted va a serlo ; tenga confianza en mi palabra : yo ja- mds me he manchado, ni me manchare eon sangre de prisioneros, y menos con sangre de valientes. » Lo que no habian podido obtener el plomo y el acero, la violencia y la amenaza, contra un hoinbre de corazon bien puesto, lo consiguio la palabra hon- rada que brotaba de otro corazon no menos tem- plado y generoso. El oficial creyo en la promesa de Castro. Salio de su escondite y, asi que avanzo unos pasos al frente, clavo su lanza y manifesto a Castro la resolucion de rendirse, siempre que no fuera A sus paisanos, por quienes sentia profundo odio. La fatalidad lo perseguia. Apenas profirio acjue- llas palabras, cuando inopinadamente se presenta el Mayor Aguilar con una seccion de tiradores, y, a lavozde /pie d tierra!, jfuego!, cae banado en san- gre el valeroso entrerriano. . Castro apenas tuvo tiempo de gritarles : — ((jNo tiren sobre un prisionero!)) El hecho brutal estaba desgi^aciadamente consu- mado. Penosamente afectado Castro por el san- griento desenlace de aquel episodio, tomo su lanza, y dirigiendose d Aguilar, le enrostro el hecho in- digno que acababa de cometer en la persona de ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 125 Lazaro Gasco, como asi se llamaba el muerto, y que era propietaiio, ademas, del terrene en el eual quedo tendido. Aguilar, para disculparse de los cargos que le ha- eia Castro, adujo la raz6n de no haber oido sus in- dicaeiones. De regreso Castro para ponerse al frente de su tropa, se encontro con los Capitanes Celestino y Pedro Mendieta, A quienes narro lo sucedido minu- tos antes. Los referidos oficiales condenaron la conducta de Aguilar, y agregaron que el proceder del matador guardaba relacion con el observado por el mismo eon los prisioneros indefensos tornados en la casa atrincherada. El hecho que nai^amos termino con el auxilio que Castro presto d los heridos. Marcbo con ellos y con los prisioneros al punto que se le habia designado, y did el parte de lo acaecido al Comandante Veron, el cual ordeno la inmediata remisi6n de los elemen- tos tornados en la refriega. El asalto d la Taper a de Casco, efectuado el 12 de Enero de 1846, es el primer suceso de guerra, en territorio argentine, en que el Capitdn Castro de- mostro las buenas dotes quele adomaban como sol- dado experto, valiente y humano. * El 13 de Enero fue relevado Castro del penoso servicio de avanzada, regresando al ejercito, acam^ pado d la saz<5n en los sangrientos campos de Pago Largo; y asi que llego a ^1, fue llamado por el Ge- neral en Jefe para ser interrogado. ' Urquiza, informado por el Comandante Veron y 126 VIDA MILITAR DE por los mismos prisioneros, de todo lo sucedido, te- niendo en su poder el parte que se le elevo, y en presencia de Veron, Aguilar y otros jefes y oficia- les, le dijo a Castro ; — ((^Como le ha ido? ^Que ha hecho?» A lo que el interrogado contesto: — ((He pasado el parte a mi jefe, el Comandante Veron, por quien se habra informado el sefior Ge- neral de todo lo ocurrido en la Taper a de Casco.yy Urquiza saco entonces de uno de sus bolsillos el parte, y lo ley 6. De el se desprendia que el heroe de la jomada habia sido el Mayor Aguilar. Solo el habia desalojado al enemigo de las posi- ciones; solo el habia tornado los prisioneros; solo el habia dado el triunfo a las armas entrerrianas. Entonces Castro comprendio que se habia falseado torpemente la verdad. El documento real habia des- aparecido, siendo sustituido por uno que se le remi- tio al General. Urquiza volvio a interrogate en esta forma: — ((^Es este el parte que usted paso al Coman- dante Veron?)) Castro contesto : — ((Se ha omitido en ese parte, por olvido invo- luntario, se^ramente, el darle cuenta de los tres muertos y once heridos que ha tenido su escolta, senor General.)) Entonces Urquiza, encolerizado y con ademanes violentos, dirigiose a Veron y d Aguilar, diciendoles: — ((He de castigar severamente a los falseadores de la verdad, d los falsificadores de partes; pues si ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 127 quieren glorias, que las ganen lealmente. Coman- dante Veron y Mayor Aguilar : presentense presos al «Batall6n Entre-Rios!)) Algunas horas despues de ocarrido lo -que ante- cede, Ui^uiza accedio al pedido de Castro acerca de la libertad de los jefes detenidos. Ello prueba la alta estima de que gozaba Castro. Urquiza habia accedido, sin embargo, diciendole al peticionario lo siguiente : — ((Disponga usted deellos; pero hagales saber que les ordeno que no se me presenten a darme las graeias, pues no quiero verlos. » La orden se cumplio, pasando los jefes a sus res- pectivos cuerpos. En la campana denominada del Ibajqy, y desde que ella dio principio con la marcha hacia Coriien- tes, Castro figuro en primera lila en las avanzadas. Castro y Veron, llamados por el general expedi- cionario, recibieron orden de hacer las marchas noctumas, para aproximarse sin ser sentidos al campamento de Villanueifa, en donde se encontraba el ej^rcito enemigo, mandado por el General don Juan Madariaga. Urquiza faculto A Castro para que tomase todas las iniciativas que conceptuara condu- centes al mejor logro de la expedicidn, sin previa consulta al superior. Castro, encargado por Veron del servicio de van- guardia en los puestos avanzados, designo como ba- queanos a dos Tenientes, los hermanos Reguera. Una de las partidas encomendadas d estos oficia- les descubrio el ejercito acampado en Villanuei^a, y en sus inmediaciones una fuerza, cuyo ntimero ex- 128 VIDA MILITAR DE cedia de 1000 hombres, tendida en linea de batalla. Castro puso en conocimiento de Veron la existencia de la tropa enemiga, y como este jefe no se conside- rara en aptitud de tomar una resolucidn por si solo, vista la diferencia num^rica de su division compa- rada eon la del enemigo, reunio en eonsejo d sus ofieiales subalternos, quienes en su mayoria opta- ron por la retirada, desde que su mision se reducia exclusivamente d descubriralenemigo. tJnicamente Castro se opuso al temperamento adoptado, argu- yendo que su deber consistia en mantenerse en ob- servacion del adversario. Como se desprendiera de ^ste un gi'upo explorador de soldados, Castro, se- cundado por los Mayores Juan Martinez y un Sua- rez, y con la venia de Ver6n, lo corrio hasta hacerlo repasar un arroyo situado d su espalda. En lo mejor de la persecucion, Castro y sus com- paneros notaron, haeia su lado derecho y como d media legua, la presencia de dos eseuadrones con guerrillas tendidas, mandados por el Sargento Ma- yor Martinez, de la division Urdinarrain, y que pertenecian al ejercito del General Urquiza. ' Alentado Castro con este contingente inesperado, hizo avanzar sus tiradores sobre la linea enemiga, al mando del Coronel Nicanor Cdceres, quien^ como se deja consignado en lineas anteriores, habia hecho formar sus tropas en batalla en las cercanias de Villanueva, Como estas tropas retrocedieran, las mandadas por Castro y por Martinez, de acuerdo, las escopetearon en un trayecto de tres leguas, cau- Sandoles algunas bajas. Ceso la persecucion por haber acampado la tropa urquizista en la margen ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 129 del arroyo La Osamenta, desde cuyo paraje Marti- nez y Castro dicron ciienta a sus respectrvos supe- riores del exito alcanzado. Despues de lo que antecede, se reincorporaron al ejereito, condueiendo los lieridos de una y otra parte, y los prisioneros hechos d Caceres. Estrena- ronse en este episodio, conduciendose bizarramente, los ninos criollos de Mandiso^iy como asi Uamaba Urquiza a los cuarenta y nuevc criminales por cuya vida Castro intercedio, y que, cedidos por el Gene- ral a su subaltemo, en la costa del arroyo del mismo nombre, habian ingresado en la escolta mandada por Castro. Reanudada la marcha por el ejereito, este se in- temo en Corrientes, en direccion a Santa Lucia, d cuyo destino llego despues de una Jornada de tres dias. Por orden de Urquiza, Castro estaba encar- gado de cubrir la retaguardia del ejereito con los 280 hombres puestos bajo su direccion, y a fin de contrarrestar los avances de una fuerza de 200 ene- migos, mandados por Los Mellizos, jefes de nom- bradia del ejereito contrario. En el desempeiio de esta comision, Castro did con el cuerpo de ejereito del General Garzon, fuerte y de las tres armas, el cual secundaba los planes de Urquiza. Tuvo con igual motivo, un ligero choque con la gente .icaudillada por Los Mellizos, a la que causo algunos destrozos. Consumado este hecho, Castro se separo del ejer- eito de Garzon y se incorporo al de Urquiza. A los pocos dias de lo que queda referido, se pro- dujo un choque entre fuerzas de la vanguardia del 9. 130 VIDA MILITAR DE ejercito de Madariaga y la 5.* division mandada por el Comandante Moreno, al que derrotaron en el Ba- flado de Cord-Guazu. Urquiza, indignado por la condueta cobarde de Moreno, reforzo las tropas y las hizo avanzar con- tra el enemigo, cuyas guerrillas estaban bajo las 6r- denes del entonees Comandante Manuel Hornos, una de las figuras mas descollantes de las milicias argen- tinas. Este jefe, adelantandose, preguntd en alta voz d los primeros atacantes, quien era el jefe del regimiento de avanzada, y, como se le contestase que era el Gapitan Enrique Castro, pidi6 hablar eon A. No bien diviso a Castro, le grito : — a^Esposible, companero, que este peleando en las filas de Urquiza?)) — a Si, eontesto Castro; es mi gratitud lo que me mueve a ello.)) El encuentro produeido por el choque de los be- ligerantes fue de resultados desfavorables para laa tropas aliadas de correntinos y parag^ayos. La de- rrota se inieio con el desbande de las guerrillas, que cedieron al empuje de la gente capitaneada por Cas- tro, y especialmente del Regimiento Escolta, cuyo comportamiento fue memorable en esta accion, por haber hecho prisionero al General don Juan Mada- riaga, jefe de la vanguardia del ejercito aliado. Una rodada del caballo que montaba aquel, le hizo caer en manos de sus enemigos. Abandonado por sus solda- dos, que se dispersaron cobardemente, cay 6 en po- der de Castro, cuyas tropas eran considerablemente inferiores en numero d las de sus adversarios. Castro ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 131 hizo entrega del general prisionero a su superior, el Gomandante don Jos^ Virasoro, quien lo condujo A presencia de Urquiza. De una relacidn dejada por el General Castro y reeogida piadosamente por su digno hijo el sefior Juan Jose Castro, reprodueimos los siguientes pd- rrafos, dproposito del interesante episodio de que nos venimos ocupando : c(El General Urquiza lo recibio muy bien, con sumo amabilidad. Le pregunto: — ^Como lo.han tratado mis soldados, seiior General Madariaga? A lo que el interrogado contest©: — Muy bien, seiior General Urquiza, porque he tenido la suerte de caer en po- der de guerreros valientes y generosos, que me ban conducido basta su presencia con toda clase de con- sideraciones. Estoy, pues, aqui abora entregado d la generosidad de V. E. Urquiza le mando tomar asiento. «E1 Comandante Jose Virasoro, dirigi^ndose al Ge- neral, se expreso en estos terminos: — Senor General Urquiza: en mi nombre, en el de mi bennano el Co- ronel Benjamin Virasoro, y en el de todos los Jefes y oficiales correntinos que estan bajo sus 6rdenes, pido d V. E. por la vida de este general correntino. El General Urquiza le contesto: — Ya ba salvado de entre las garras de Vds. [Que mds bay que esperar! Yo no be venido d destruir el pueblo correntino, sino d pelear al ejercito que comandan los Generales Paz y Solano Lopez, que ban invadido nuestro te- rritorio, trayendo la mayor inquietud d todas partes. Puede estar tranquilo, senor Comandante Virasoro, y diga de mi parte d su bermano el Coronel y d los 132 VIDA MILITAR I)E demas jefes y oficiales correntinos a mis ordenes, que la vida del General Madariaga esta garantida por el honor militar. Nos orden6 luego que nos re- tiraramos y quedo solo con el general prisionero. «E1 combate y persecucion en que fud tornado pri- sionero el General Madariaga, tuvo lugar el dia 4 de Febrero de 1846. ((Como A la hora, Urquiza me hizo llamar, para pe- dirme que llevara a su presencia otro prisionero de que le habia hablado. Ese prisionero era un sar- gento de la escolta del General Madariaga, que ha- bia peleado valerosamente en un trayeeto de mas de diez cuadras. Una vez que se rindio, se lo mande con un ayudante al General Urquiza, pidiendole que salvara la vida de ese valiente. ((Urquiza me lo devolvio con el mismo ayudante, e hice entrega de el al cabo Silverio, con la orden ex- presa de que no lo dejara matar. Asi que acampa- mos, despues de la persecucion, el cabo Silverio me lotrajo, haciendolo quedar conmigo en mi fogdn. ((El General Madariaga me habia recomendado con i uteres el sargento, afirmando (jue era uno de los mds acreditados que tenia. ((El General Urquiza ordeno alComandante Vira- soro (jue condujera al ejercito al General Mada- riaga ylo entregara al General Garzon. (( Al dia siguiente, yendo en marcha, Urcpiiza me pidio el sargento prisionero, y se lo mando d Mada- riaga. A los tres dias aparecio el sargento prisio- nero en el fogdn de mis asistentes, con un oficio para el General Ur<juiza, cuya comunicacion fu^ en* tregada d un ayudante, porcpie el general estaba dur- miendo. Asi (jue se levantd, me llam6 y me dijo: ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 133 « — Ya estd prestando muy buenos servicios su ahijado: ha ido al campo enemigo con comunicacio- nes para el otro Madariaga. Creo que vamos a coU gar al manco Paz, porque voy a disolverle las divi- siones correntinas, si se deseuida. c(Al poco rato marchamos, siguiendo la pista al ej^rcito del General Paz, el que casi todos los dlas nos formaba linea de batalla, siempre con grandes obstaculos por medio, hasta que Uego al Bafiado del Ibajq/y, sobre la costa del rio Parana, en donde se atrinchero.)) Encargado Castro del reconocimiento, logro des- cubrir las obras de defensa, realizadas habilmente por Paz, y consistentes en fuertes y ocultas cstacadas construidas en los banados, y en una bateria de ca- iiones oculta por unos matorrales que se encontra- ban a la derecha de un islote grande, que cubria el campamento enemigo. El terreno se prestaba a esta estratagema, pues estaba cubierto dejyuyales espesos. En este servicio, Castro recupero en las proximi- dades del Bafiado de Santa Lucia , dos earretas de municiones de tercerola y de fiisil, abandonadas por su conductor el Comandante Paredes, del ejercito de Urquiza. Siguiendo el ejercito su marcha, y al llegar al arroyo Vatel, Castro fue comisionado por Urquiza para hacer una recogida de caballada, de que estaba desprovisto el ejercito. Dos dias despues, Castro se incorporaba a Ur- quiza en el Paso de Santelldn, del rio Corrientes, llevando dos mil animales, entre caballos, potros y 134 VIDA MILITAR DE yeguas. Hizo entrega de este elemento de movili- dad, por orden superior, a los Coroneles Palavecino y Galarza. En el pasaje del rio Gorrientes, efectuado por Urquiza, le cupo d Castro el honor de ser el primero que, eon su regimiento, realizara la audaz travesia. Su tropa efectuo el pasaje a nado, y para trasladar de una ribera a la otra los pertrechos y municiones, fomio varias pelotas de cuero de potro, eon lo que logro su proposito. Atravesado Gorrientes, el ejercito urquizista em- prendio marcha para la Provincia de Entre-Rios, y despues de una Jornada de tres 6 euatro dias, llego a las puntas del arroyo Mocoretd, en cuyas cerca- nias se trabo una refriega entre las tropas de Hor- nos y las mandadas por el Goronel Urdinarrain. Segun las referencias del Brigadier General don Jose M. Paz, contenidas en sus Memorias postu- mas ( * ), este heeho de armas ocurrio el 1.° de Marzo de 1846. De Mocoreta, el ejercito expedicionario se dirigio d la costa del rio Gualeguwy, a Cald, punto en donde se instalo el Guartel Gener;il. Tal fue la participacion que tuvo Castro en esta eampafia, denominada dQlIbajaj', coronada del exito mas lisonjero para nuestro biografiudo. Sin embargo, una verdadera eontrariedad experiincntd en la reti- rada, y fue la enfermedad que postro A su hermano Antolin, su compaiiero inseparable en todas las co- rrerias y campanas de Gorrientes y Entre-Rios, en- ( I ) Obra citada, tomo IV, p£g. 254. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 135 fennedad contraida en el incendio de un campo. Don Enrique, bien a su pesar, dej6 a su hermano en el hospital entonces existente en las puntas de Villa- guqy. Llegado que hubo el ejercito d Gald, fu6 licen- ciado por orden emanada del generalisimo, con ex- cepcion de las infanterias, artilleria y un escuadrdn perteneciente d su Regimiento-eseolta, formado todo ^1 por los criollos de Mandisoi>(, Fue en este paraje donde Urquiza eonfiara A Cas- tro 230 hombres que le hablan sido remitidos y cuyos antecedentes no eran nada favorables. Castro habia formado con ellos cuatro companlas, a las que did instruccion militar en un breve plazo. Solicitados los servicios campcros de Castro por unos hacendados de aquel sitio, de apellido Medina, y obtenido el conscntimiento de Urquiza para hacer una gran recogida de animales alzados, logro reunir cuatro mil yeguarizos, por cuyo trabajo los Medina cedieron a Castro novecientos potros, que aqu^l destino al servicio de la Escolta. Al efecto, fueron marcados con una E, Esta fue la primera ocupa- cion de esa indole que Castro desempeno en terri- torio de Entre-Rlos. El exito obtenido en esta recogida cundio entre el vecindario, cuyos ganados, por efecto de las guerras continuas que asolaban aquella zona, se habfan alzado, Asi pudo recoger de varios esta- blecimientos un total de diez mil cabezas de ga- nado yeguarizo. De Cald, Castro recibio orden de Urquiza para que al frente de 320 hombres, con cuatro caballos cada uno, se dirigiese a las estancias de San Jos4 y se presentara al General Galarza. 136 VIDA MILITAR DE El 28 de Abril de 1846, Castro llegaba a su destino y se ponia a ordenes de estc general. Cuatro meses despues, Urquiza, que se habia trasladado a San Jose, nombro a Castro mayor- domo general de sus establecimientos, dandole am- plias facultades para el desempefio del cargo de confianza que se le discernia. A fines del afio 46, Urquiza coniisiono a Castro para que con unos 380 soldados observara.desde el Uruguay los niovimientos de Rivera en la campana oriental, con el objeto de tratar de arribar a un arrcglo amistoso entre los beligerantes. No pudo realizarse el deseo de Urquiza, porque el General Rivera ataco y tomo la plaza de Paysandu ( i). Segun referenda s verbales de Castro, Urquiza ya por entonces trataba de avenirse con el Gobierno de la Defensa, y sobre todo con Rivera, para dar en tierra con la oprobiosa dominacion de Rosas; y si no realizo su pensainiento, fue por la impaciencia del caudillo oriental. El lapso de tiempo que media entre la fecha an- terior y el final del afio 47, en que se inicio la cam- pana de Vences, Castro lo paso al frente de la ad- ministracion de las estancias de Urquiza. (1) Estc hecho de armas, que tuvo lugar el 26 de Diciembre, oblig6 i la guarDici<5n de. la plaza tltiada A. rendirse, con su jefe don Felipe Ar- gents, al prtScer oriental. capItulo XI LA ALIANZA CONTRA ROSAS. ^-CASTRO VUKLVE AL URU- GUAY.— CAMPANA HASTA LA PAZ DE OCTUBRE. — ^PRE- LIMINARES DE CASEROS. A principios del ano 1851 , enconti'andose Castro en Gualeguq/y, recibio la visita dc un ayudante de Urquiza, para hacerle saber « que el negocio estaba completamente arreglado.)) Con este laconieo parte se le comunicaba a Castro que las difieultades con que venia luchando el General Urquiza, habian sido salvadas ; que eontaba para derrocar a Rosas con el concurso de las fuerzas de Montevideo, del Brasil y Corrientes, y con elementos de las filas de Oribe ; y que, en consecuencia, alistara su gente para mar- char a la primera indicacion. La orden fue cumplida inmediatamente, concu- rriendo Castro a San Jose con la tropa que tenia bajo su mando en el Cuartel General de Gald, En esas circunstancias, fue Castro ascendido en San Jos^, por Urquiza, a la categoria de Sargento Ma- yor graduado. 138 VIDA MILITAR DE Preparado el ejercito, emprendio marcha sigilosa- mente desde San Jose, en Julio del citado ano, en di- receion al Arroj^o de Urquiza; llegado a este punto, siguio hasta el arroyo Pelado, cerca del Paso de Pq^sandu, Desde este paraje se inicid el pasaje del rio Uruguay por el ccBatallon Urquizaw y el «Batall6n Entre-Rios)), a los que siguieron las divisiones ((Vic- toria)), ((Palavecino)) y ((Escolta)), mandada la ultima por el Goronel don Manuel Caraballo, oriental, y el ((Regimiento Estrellaw al mando del Baron du Graty. Urquiza ordeno a Castro que se pusiera a ordenes del Baron du Graty, y le prestara su cooperaeion en el pasaje del rio. El paso se realizo frente a Sacra, Al pisar el suelo oriental, las tropas libertadoras prorrumpieron en estruendosos vivas a los pueblos libres y ; abajo los tiranos! Era indescriptible el entusiasmo de la tropa. Como se sintieran rumores de gente en marcha, el Barc'm du Graty hizo preparar en el acto su cucrpo y mando reconocer la gente que se acercaba: era el (iencral Servando Gomez, jefe militar de los departamcntos al Norte del Rio Negro, que, en com- binacion con el general entrerriano, venia a incor- porarse con una fuerza como de 500 soldados. Terminada la tarea del pasaje de las fuerzas que comandaba el Baron du Graty, Urquiza Uamo a Castro. Este acudio al llamado y se encontro con el Coronel Venancio Flores, jefe de la vanguardia, compuesta como de 1500 hombres. Urquiza manifesto a Castro que lo habia mandado llamar para que ayudase A su jefe, el seiior Core- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 139 nel Flores, a pasar el resto del ej^rcito, el parque y caballadas. Fue tan detestable el tiempo reinante, que se invirtieron cinco dias do asiduo trabajo para efectuar el traslado de todo, c»specialmente de la ca- ballada, que no queria abandonar su querencia. Reeien al quinto dia, el Coronel Flores did cuenta d Urquiza de haber terminado el pasaje y estar listo. Urquiza ordeno la marcha, y en ese mismo dia la vanguardia fue a acampar en la costa del arroyo San Francisco Grande, Al siguiente, campo en las pun- tas del mismo arroyo, y se continue luego la mar- cha por la cuehilla hasta Uegar al Palmar, donde se espero un dia entero a la «Gran Guardiaw, coman- dada por el propio General Urquiza, y compuesta de 3000 hombres. Siguio la vanguardia su derrotero hasta las puntas del Arroyo Grande, de alii hasta las puntas de Tiatucurd y Laureles, de donde or- deno Flores A Castro que marchara eon sus escua- drones hasta la Horqueta de los Salsipuedes, y que en ese punto lo esperara eon reses. El pais hahia quedado tan esquilmado eon la guerra, que no se encontraban vacas para carnear. Uno que otro toro matrero, era todo lo que podia conseguirse, y con no pocas dificultades. Enelrincon de los Salsipuedes, Castro dio con una invernada de pertenencia del General Neto, con lo que logro pro veer de carne al ejercito. En ese punto se incorporaron a la « Gran Guar- dia)) ; despues de lo cual, al dia siguiente, la vanguar- dia efectuo una marcha apresurada hasta el arroyo de Achar, en donde se acampo, y a los dos dias de permanecer en ese sitio, las descubiertas anuncia- ron la aproximacion de fuerzas enemigas. 140 VI DA MILITAR DE Algunos momentos despues sintieronse detona- ciones en las avanzadas. Entonces Flores orden5 al Goronel Manuel Caraballo que con su regimiento marchara sobre la cuchilla en direccion a la Pi- cada de dona Mariquita, en el Rio Negi'o; y a Castro, que, con los dos escuadrones a sus ordenes, se dirigiera hacia el Rio Negro, al paso de Polanco, porque era en esas direcciones en que se presumia tuviera lugar la pelea. En efecto, las fuerzas que coniandaba el General don Servando Gomez apuraban seriamente a las del General don Ignacio Oribe, a tal punto que este se vio Ibrzado a pasar el Rio Negro en malisimas con- diciones. Perdio parte de su parque y de la artille- ria, que arrojo al agua. El General Gomez efectuo tambien el pasaje del Rio Negro, que se encontraba bastante crecido, y, junto con el, Castro lo hizo con los dos escuadrones. Vadeado el Rio Negro, el Coronet Flores ordeno a Castro que lo esperara, siguiendo el General Go- mez la persecucion. Fuc en tales momentos que se le presento a Castro su hermano Juan Bautista, a quien no veia hacia varios afios. Venia con 10 hombres, y lo mandaba el Coman- dante Moyano, para dar aviso de que el, Moyano, se incorporaria al Coronet Flores 6 al General Ur- quiza con 200 hombres. Castro mando parte inmediatamente al Coman- dante Moyano, haciendole saber el paraje en que se encontraba el ejercito de Urquiza, yque podia efec- tuar su incorporacion. Al dia siguiente, Moyano con sus 200 hombres se ENR1<>UE Y GREGOUIO CASTRO 141 presento al General Urquiza, quien le ordeno que se incorporara al General Gomez. De la Picada de Oribe, del Rio Negi'o, se marcho en direccion al Durazno, y de este paraje se siguio por el arroyo MacieU aguas arriba, hasta el arroyo de los Difuntos, desde cuyo punto mand6 a Castro el Coronel Flores a recorrer las puntas de Quiebra- Yugo, del Pintado, arroyo de la Virgen y Sierra de Castillos, hasta la Florida. De la Espina de Cruz, mando Castro a su her- mano el Alferez Antolin, en descubierta por la costa del arroyo Pintado y arroyo de la Virgen, El oficial explorador participo que con direccion al arroyo de la Virgen, 6 a Carreta Quemada, marchaba una columna de 800 a 1000 hombres, cir- cunvalada por flanqueadores; que la habia seguido hasta pasar el arroyo de la Virgen, y que regre- saba el esa misma noche hacia la costa del Pintado y la Florida. Gomo a las 2 de la manana, don Enrique reci- bio otro parte de Antolin, anuncidndole que se ha- bia pasado Juan Allende, oficial de Oribe, con 28 hombres, entre los que se encontraban los Menda- ras, los Nunez y los Gomez, todas personas de la familia de Castro, vecinos radicados en las inmedia- eiones del Pintado y de la Florida, que habian sa- lido esa noche de la columna, peleando con los flan- queadores. Flores ordeno a Castro que continuara la marcha por donde le pareciera mas conveniente. A los tres dias, la «Gran Guardiaw acampo en Carreta Que* mada. El General Gomez tiroteaba siempre al Gene- 142 VIDA MILITAR DE ral Oribe; el Coronel Flores ordeno entonces dijas- tro que se incoi'poi^ara a la vanguardia, que acam- p6 en Carreta Quemada, proximo al camino real de San Jose. AUi se le orden6 d Castro que ocultamente fuera con los escuadrones d su mando a flanquear las faerzas que perseguian a la vanguardia del General G6mez, las que se retiraban en completo orden. Asi que la vanguardia de Gomez diviso la tropa que venia en su auxilio, dio el frente y tiroteo de mas cerea a los perseguidores. Cuando los enemigos descubrieron a la fuerza auxiliar, esta ya estaba sobre el flanco izquierdo de ellos; hieieron alto, y el tiroteo se acentuo por el frente y por el flanco izquierdo, hasta hacerlos re- troceder. En ese momento, el Coronel Flores mando sus- pender el fuego: asi lo exigia la inteligencia que exis- tia entre el General Moreno y el General Urquiza. Las fuerzas al mando del General Oribe se retiraron hacia el Paso de Juan Chazo, en tanto que Castro y su gentc regresaban a su campamento. Al dla siguiente se reanudo la marcha, siguiendo el rastro dejado por el enemigo; a los dos dias die- ron con un cuerpo de ejercito en el Colorado, el que file tiroteado por fiierzas del General Gomez, por tiradores al mando del Coronel Caraballo y por los escuadrones a las ordenes de Castro. El enemigo fue arroUado y perseguido hasta las Piedras, donde se hizo alto, quedando de servicio sobre la linea la divisidn al mando del Coronel Flores. Al dia siguiente, despues que se aproxim<S ENRIQUE Y (iUKGOIllO CASTRO 143 Urquiza, se continuo ol avance; el eneiiiigo formd un gran cuadro con sus infante Has, y, batiendose en retirada, se reconcentro en las faldas del Cerrito de Montevideo, haciendo deseargas liasta a 50 varas de distaucia. En esta tarea, el reginiiento de Castro fue relevado por el « Reginiiento Estrellaw. Se continuo la marcha en direccion al Cerro de Montevideo, y en el Pantanoso pelearon las fuer- zas urquizistas con la enemiga, que se dirigia al Paso del Molino, Alii, en el Pantanoso, estuvieron cuatro dias de servicio, peleando durante todos ellos, hasta que capitulo Oribe con las bases que dieron por resultado la paz celebrada el 8 de Octu- bredel851. Levantado el sitio de Montevideo, el Presidente don Joaquin Suarez premio los importantes servi- cios de Castro ascendiendolo a Sargento Mayor efec- tivo. Firmada la paz, el General Urquiza y su ejercito fueron visitados en su campamento del Pantanoso por las tropas, por jefes y por ciudadanos especta- bles de la plaza de Montevideo. Fueron dias de gi'andes expansiones, en medio de generosos sentimientos de confratemidad. Despues de embarcadas las tropas para regresar k Entre-Rlos, Castro pidio permiso al General Ur- quiza para visitar a su familia en la Florida y en el Pintado, y a su hermano Juan Bautista, radicado en la costa del Rio Negro. Castro permanecio algunos dias en la Florida, y en compaiiia de sus hermanos Gregorio y Antolin marcho hacia el Rio Negro, d la casa de su hermano Juan Bautista. Al Uegar al 7^ 144 VIDA MILITAR DE arroyo de Castro, a la casa de don Antonio y don Benigno Islas, fueron los excursionistas informados de que unos salteadores habian saqueado una casa deljoa^o. Don Enrique y sus liermanos corrieron en auxilio de los habitantes de la referida casa y en persecucion de los asaltantes, con los soldados que les acompanaban. Los bandoleros libraron con Castro y sus acom- paiiantes un verdadero combate, y se resistieron hasta que los cabecillas fueron heridos unos y muertos otros. Despues de estas peripecias, prosiguio Castro su viaje hasta llegar a las Asperezas, campo proximo al Rio Negro, de propiedad del Comandante Mo- yano, y en el que se encontraba radicado don Juan Bautista Castro, comisario de la seccion. Don Enri- que hizo algunas batidas en los montes, para lim- piarlos de los matreros en ellos guarecidos. Per- maiiecio varios dias alii y prosiguio su marcha hacia Entre-Rios, reuniendo de paso parte de su gente, que habia licenciado, y se dirigio con ella al Diamante , sobre la costa del Par and, punto seiialado para servir de pasaje d todo el ejercito en su expedicion libertadora contra Rosas. Castro fue al encuentro de Urcjuiza, quien se mos- tro muy complacido de verlo, y le ordeno que se presentara al Coronel Manuel Caraballo. A los tres dias dispuso que, aprovechando el primer dia bueno, la division Escolta y la divisidn Correntina pasaran a nado el rio Parana. La orden fue cumplida, y el pasaje se efectuo sin tener que experimentar, no ya perdidas de vidas, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 145 pero ni siquiera el menor inconveniente en la opera- ci6n de atravesar un rio tan caudaloso como el Pa- rand. Sirvio de guia un isleiio llamado Jos6 Gonza- lez y conocido tambien con el nombre de El tigrero, porque en las costas del Parand y en las islas cir- cunvecinas habia muerto muehos tigres. Al toque de clarin, los escuadrones entrerrianos y correntinos calan al agua como un solo hombre, y asf, de isla en isla, lograron salvar los anchos canales del Pa- rana. Con esos soldados, para quienes no se habia crea- do lo imposible, fdcil era el triunfo. Efectuada la travesia, y, procediendo en concor- dancia de las drdenes recibidas, Castro siguio mar- cha con la vanguardia del ejercito hasta el arroyo del Medio, Estando en este punto, supo el General Urquiza que se habian sublevado 500 rosistas; que habian muerto al Coronel Aquino y d otros jefes y oficiales. Ordeno en el acto que marchara la division Escolta a perseguirlos, lo que se efectuo sin demora. Al dia sig^ente la fuerza desprendida para poner coto d los desmanes de los sublevados, tuvo conocimiento de que del otro lado del arroyo Ramallo, en la pro- vincia de Buenos Aires, se encontraba una fuerza acampada. Ante esta nucva, se activo la marcha para ese paraje, y asi que la tropa urquizista estuvo como d dos leguas del sitio indicado, el Gomandante Fausto Aguilar ordeno al Mayor Francisco Caraballo y d Castro, todos orientales, que ocuparan su puesto d vanguardia con los tiradores ; que batieran al ene- 10. 146 YIDA MILITAR DE migo que se presentase, que ^1 los auxiliarla con su proteccion. Una brillante carga, efectuada sable en mano, basto para dispersar al enemigo, quien se vi6 for- zado A pasar el arroyo RamallOy en serias apre- turas« Francisco Garaballo y Castro descubrieron que las fuerzas que estaban del otro lado de ese arroyo, y d las que querian batir, tenian las llneas tendidas, y como no conocieran los pasos del arroyo Ramallo, convinieron en que la manera de no perder tiempo y dar con los pasos, era llevar una impetuosa carga k sable d las guerrillas que habian salido d su en- cuentro. Se acordo igualmente, porlosdos jefes orientales, que una vez que se pasara el arroyo, Garaballo tomaria la izquierda y Castro la derecha, para ata- car la linea enemiga, y que el centro fiiese atacado por una treintena de soldados escogidos entre los mejores, mientras el resto de la fuerza urquizista los embestirla por los flancos. Elplanfii^ puesto en ejecucion. Ante la furiosa arremetida de los solda- dos libertadores, las guerrillas enemigas dieron vuelta, cayeron al arroyo, y junto con ellas sus per- seguidores, en ntimero de 300 hombres. Fdcilmente estuvieron del otro lado, sin que se hubiese dispa- rado ni un solo tiro. Asi fue que, cuando de la linea tendida del otro lado del arroyo Ramallo por unos 600 hombres, mandados por el Comandante Cortinas, se quiso desprender una proteccion, las fuerzas de Caraballo y Castro amagaban al enemigo, entreteniendolo ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 147 por el frente» al mismo tiempo que lo batian recia- mente por los flancos. En esa forma, la derrota no demor6 en produ^ cirse, dejando el enemigo algunos muertos sobre el campo y tomdndosele muchos prisioneros, bastante caballada y hasta la came (pie estaban por comer. Si la noche no sobreviene, la derrota hubiera sido mds completa para los 600 hombres del Goman- dante Gortinas. Gon la caballada y prisioneros tomados al ene- migo, marcharon a incorporarse A la ccGran Guardia)), & la que alcanzaron al llegar ^sta 6. la Laguna del Tigre. Se continud la marcha en direccidn A la Villa de Lujdn, y A los dos 6 tres dias se hallaban los expe- dicionarios como d cuatro leguas de esa poblacion. Estando en ella, fii^ llamado Gastro por el General Urquiza, qui'en le orden6 que marchara a vanguar- dia con su escuadron. Gastro se aproxim6 A Lujan, y como d una legua de alii, descubri6 una partida grande que estaba churrasqueando, con los caballos A soga; mand6 Gastro una secci6n d la orden del Te- niente Lino, para que dispersara la partida. Este oficial marcho ocultdndose del enemigo, hasta que paso una Canada proxima al sitio donde aquel se hallaba. Entonces fiie sentido, y un grupo de ocho 6 diez hombres salid A hacer su reconocimiento. El Teniente Lino, despu^s de pasar la canada, hizo alto y los esperd. Guando se aproximaron, los carg6 y los llev6 a sa- blazos hasta donde se encontraba el nticleo princi- pal del enemigo, el que emprendi6 retirada peleando. De la Villa de Lujdn desprendieron como 80 a 100 148 VIDA MILITAR DE hombres en proteccion de la partida perseguida por Lino, y cuando pretendieron proteger d los derro- tados, Castro les salio por un flanco, de entre unos cardales, tirotedndolos. Castro tomo prisionero d un ofieial Lagos, que mandaba las referidas fuerzas, y a quince de sus sol- dados. El resto de la partida se disperse en distintas di- recciones. Despu^s de esa accion, acamparon en la costa del rio Lnjdn, como llamaban d una zanja sin caudal de agua. El ofieial prisionero salvado por Castro sirvi6 bajo sus ordenes en toda esa campana. En este paraje permanecid el ej^rcito tres 6 cua* tro dias, hasta que Urquiza recibio un parte del General Lopez (santafecino), que estaba de servicio de vanguardia eon su division, haciendole saber que habia dado con fuerzas superiores d las suyas; que habia hecho alto, y que esperaba refuerzos. Esto le sento muy mal d Urquiza, y en el acto mandd llamar d los jefes de la division «Escolta)), d quienes informo del parte que habia recibido y les ordend que marcharan inmediatamente en busca del enemigo y lo batieran; agregando que iban d operar por su cuenta, sin estar en el campo de la accion d drdenes de nadie, y que los hacla responsa- bles respectivamente de los cuerpos que mandaban. Y termino sus ordenes con esta advertencia: «al que vuelva derrotado al ejercito, le hard pegar cua- tro tiros 6 lo hard lancear; peleen con los que seles presenten, ya sean dos 6 cuatro, ocho 6 diez para cada uno.» ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 149 La consigna era terminante. Inmediatamente los jefes y sus divisiones se pusieron en marcha. Gomo A las tres leguas descubrieron la vanguardia, d 6r- denes del General Lopez, y a las fuerzas enemigas spbre el arroyo de Aharez. Las fuerzas de L6pez cubrfan una parte de la derecha del ej^rcito enemigo. Ordenado el ataque, toco a Gastro ocupar la ex- trema izquierda de la linea de Lopez, cuya ala debla batir 700 li 800 hombres que mandaba el Sargento Mayor Rubio. Este jefe desplego como 300 tiradores al frente de los escuadrones de Gastro, que se com- ponlan de 300 hombres. Gastro ordeno d la primera compania de tiradores, mandada por el Gapitan Fran- cisco Ocampo, que cubriera el frente de los tirado* res del enemigo; al Gapitan Memies, con su compa- nia, que flanqueara la izquierda enemiga, yendo el en persona a flanquear la derecha con el resto de la fuerza. Se toco /d la car gal El choque fu6 recio; el enemigo fue arrollado completamente, causdndosele numerosas p^rdidas de vidas, entre las que se con- taba el propio jefe. Mayor Rubio. La persecucion se opero en mas de una legua, to- mdndosele al enemigo 300 prisioneros. En esas cir- cunstancias, notp Gastro que hacia el Puente de Mdrquez se levantaba una gran polvareda. Hizo hacer alto ; reunid su gente, y, como medida de precaucion, mando formar los prisioneros a su retaguardia, cual fuerza que le perteneciera. Or- deno d su ayudante Antonio Barragan que fuera d reconocer la causa de aquella nube de tierra, y que, si eran enemigos, los tiroteara. En efecto, asl que Barragdn se aproximo al Puente de Mdrquez con 150 YIDA MILITAR DE sus diez tiradores, se puso al flanco derecho de la columna que habia pasado el puente, y empezd A ti- rotearse con los flanqueadores ; la columna seguia su marcha en dii^eccion al paraje en que se encontra- ban Castro y los suyos. Este tenia que custodiar a sus prisioneros, y no disponla sino de ochenta hom- bres. Cuando la columna los descubrio, formo en batalla como para cargar. Entonces Castro desplegd sus ochenta hombres al frente e hizo colocar a su retaguardia, en orden de batalla, a los 300 prisioneros. Ante este despUegue de fuerzas, el enemigo formo columna d la izquierda y emprendio marcha al galope. Castro mandd tocar d la carga, y arremetio con sus 80 hombres. En esa forma se inicio y continuo la persecucion, hasta (jue los perseguidores divisaron el ejercito de Rosas, y obligaron d los que huian a pasar el arroyo Mo- rdn. La columna perseguida se componia de las fuer- zas sublevadas que habian dado muerte al Coronel Aquino. La persecucion fiie llevada d calx) con tenacidad, y en ella se le quitaron al enemifj^o varias carretas con viveres y unos carretones con hotiquines, etc. Del arroyo de Moron did vuoltii Castro con su tropa, para ir a campar al arroyo dc Alvarez; en el trayecto se encontro con la division del Coronel Ga- larza, que marchaba al tranco e iba con la consigna de protegerlo. Gampados en Alvarez, aquellos intrepidos y vale- rosos soldados, descansaron varias horas. . Al dia siguiente, Castro recibio orden del Coman- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 151 dante Fausto Aguilar, de hacer entrega de los pri- sioneros al Coronel Galarza; lo que aqu61efectu6 en el acto. Lleg6 el ej^reito al Puente de Mdrquez, y alii se le confi6 d Castro el servicio de avanzada. Ocap6 el frente de los dos ej^rcitos, dandosele por llnea el arroyo Mordn, El servicio se verified en la zona en que habian sido batidos los sublevados de Aquino. A los dos dfas, Castro fu6 relevado por Francisco Caraballo, quedando el primero con su gente en proteccion del segundo. CAPlTULO XII CASEROS. — BREVE RESENA DE LA BATALLA. — ACTUA- CION DISTINGUIDA DE CASTRO. — SU CONSECUENCIA CON URQUIZA. El 3 de Febrero de 1852 se movio el ejercito para dar la Batalla de Caseros, Previamente se ordeno d Ids jefes de avanzada que despejaran el frente de las guerrillas del ejercito de Rosas, y la orden fue cumplida, arrollandolas y llevandolas hasta Caseros. En seguida dichas fuerzas se incorporaron al Gene- ral Urquiza, que se eneontraba en una altura domi- nante, de la que descubria toda la linea. Coloeadas las tropas en orden de batalla, entraron las infante- rias en pelea, en este orden: !.<» la oriental, 2.° la brasilera y 3.*^ la entrerriana. Los proyectiles de los primeros caiionazos del enemigo, bien dirigidos, fue- ron A dar en el regimiento que mandaba Castro. 6ste permaneeia cerca del General Urquiza, hasta que se les oi'deno A Fausto Aguilar y Caraballo que mar- charan A la derecha, se informaran de lo que ocu- rria, y, en caso neeesario, protegieran d las tropas ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 153 que requiriesen auxilio. En el cumplimiento del man- dato recibido, los jefes cuyos nombres anteceden no- taron que los indios pampas trafan lanceando d una parte del «Regimiento Estrella)), y ordenarona Cas- tro que fuera a protegerlo eon su escuadr6n. Este lo hizo eon eficacia, puesto que logr6, d la primera carga, haeer dar la espalda a la indiada, y la persi- gui6 hasta que fue alcanzado por el Comandante Ol- mos, de quien recibio la orden de detenerse y de ir adonde se encontraba Urquiza, porque ^ste iba a en- trar en pelea. Asi lo hizo Gastro, y el General Ur- quiza opero personalmente al frente de sus fuerzas. Las infanterias de Rosas cedieron al empuje de las infanterias del ej^rcito libertador, y en la perse- cuci6n, el propio Urquiza hizo rendir a tres o cuatro batallones y d una parte de la artilleria enemiga. Ha- cia el lado de la izquierda iba un batallon enemigo : el general ordeno A Gastro que fuera A perseguirlo, 6 que lo hieiera rendir. Gastro mando una mitad con el portaestandarte Pedro Gastro, para que los tirp- teara ; este los apuro de tal manera, que los rosistas tuvieron que refugiarse en una quinta. El porta Gastro hizo echar a sus soldados pie a tierra y logro desalojar al enemigo de la posicidn que ocupaba. En esa eircunstancia se le ineorpor6 el Teniente Ventura Rodriguez con una pieza de artilleria, lo que contribuyo a hacer rendir al bata- ll6n. Mientras esto ocurria, Gastro vi6 asomar una columna de caballeria por el costado de la quinta de los Waete. Fu^ personalmente con SOhombresdreconocerla, y asi que noto que eran enemigos, mand6 montar A 154 VIDA MILITAR DE cabalio a los que habian hecho rendir al batallon, y mostrandoles el que se habia entregado y al propio Teniente Rodriguez eon su pieza de canon, intimd rendicion a la columna compuesta de 600 hombres, que estaban a las ordenes de un Gapitan, porque sus jefes habian cobardemente escapado, dejando d stis soldados a cargo de los oficiales subaltemos. Intimada la rendicion, y ante lo aparatoso de las fuerzas desplegadas, se entregaron sin resistencia. El desarme se efectuo en el acto. Castro hizo alto en el mismo sitio con sus dos- cientos hombres, y el Teniente Rodriguez con su pieza de canon. El batallon hecho prisionero cons- taba de 350 plazas y la columna de caballeria de 700 hombres; total, mil cincuenta prisioneros y la co- . rrespondiente dotacion de armamento. En marcha ya Urquiza con parte del ejercito, Cas- tro se dirigio a su encuentro. Salio a recibirlo el Comandante Aguilar, a quien dio cuenta de lo ocurrido, pasando despues adonde estaba el General Urquiza. El Comandante Aguilar le dijo a Urquiza: — ((Aqui esta el Mayor Castro, que ha tomado unos cuantos prisioneros.)) — ((Si, dijo el General; yo le ordene que persi- guiera uno de los batallones enemigos de nuestra iz- quierda y que procurara hacerlo rendir.)) Entonces Castro le dio cuenta de lo acaecido, di- ciendole que sus ordenes habian sido cumplidas ; que el batallon estaba todo prisionero, asi como una co- lumna de caballeria de 700 hombres, y que tenia en su poder 1050 prisioneros. El general miro son- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 1S5 riendo d Castro y le dijo, con el tono de buen hu- mor que ^1 solia adoptar algunas veces : . — «iQu^ flojos son los porteftos, cuando se dejan tomar prisioneros por usted!)) Luego Urquiza hizo alto frente al pai'aje en que Castro tenia a su gente, y dirigiendo sus miradas al batallon prisionero, le dijo d aquel: — ccEntregue las armas d esos flojos ; coloque sus doseientos hombres a retaguardia, y toque marcha, que vamos a acampar en Palermo. n Asi se hizo. Se emprendio la marcha y se acamp6 en Palermo; y entonces, procediendo Castro de m>otu proprio, puso en completa libertad al oficial que maudaba el batalldn rendido, un Capitan 11a- mado Juan Bautista (ignoramos el apellido), asi co- mo tambi^n a varios otros oficiales y soldados, cuya libertad fu^ solicitada por sus padres y parientes. El General Ventura Rodriguez, soldado valiente y antiguo servidor del Partido Colorado, que hizo, como hemos visto, lucido papel en Caseros, nos ha informado que Castro figuraba al frente de una di- visidn de caballeria entrerriana en Caseros, cuya fuerza estaba bajo las ordenes del Brigadier Gene- ral Mdrquez y formaba parte del ejercito de reserva. Durante la accion gloriosa ocupo con su gente el ala izquierda de la linea del ejercito aliado, conjun- tamente con otras divisiones de caballeria entre- rriana que tomaron parte en la gran lucha. Su comportacion al frente d^ las tropas fiie digna de todo encomio, evidenciandolp asi las repetidas cargas llevadas sobre el enemigo, sin vacilar un instante ; haci^ndose acreedor al calificativo de in- 156 VIDA MILITAR DE tr^pido y arrojado, y demostrando d los soldados entrerrianos que mandaba, toda la bizarria que eneierra un pecho oriental euando combate por una causa liberal y civilizadora. A los muehos dias de estar acampados en Pa- lermo, el General Urquiza ordeno d Castro, como a todos los demas jefes, que preparara caballos para la revista que iba a tener lugar, pero que antes cada jefe se presentara con las fuerzas d su mando. Castro eligio, de las caballadas que perteneclan a su cuerpo, los mejores pingos; los hizo preparar convenient emente para que tuvieran buen aspecto; uniformo a su tropa con traje de ordenanza, igual al que vestia el dia de la batalla de Caseros, esto es: chiripa, blusa colorada, peto bianco y gorro de manga, tambi^n Colorado. A si equipado el regimiento de Castro, ^ste se presento al general con los escuadrones a sus 6r- denes. El porte de estos agrado tanto al General Urquiza, que hizo quedar con el un oficial y va- rios soldados, para ofrecerlos como modelos al ejdr- cito. Algunos dias despues, se realizaron la formacion y la revista, y la entrada a Buenos Aires se verified el dia 2 de Febrero a las 7 a. m. Las tropas regre- saron A su campamento el mismo dia A las 7 p. m. • Los escuadrones que comandaba Castro marcha- ban inmediatos al General en Jefe, haciendo el ser- vicio de batidores a la cabeza de la columna, para hacer despejar el numeroso publico que se aglome- raba; en el trayecto fueron aclamados con vitores el General Urquiza y las tropas aliadas; las damas ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 157 arrojaban flores al paso de los vencedores. El entu- siasmo y la alegria eran indescriptibles. Vueltos al campamento de Palermo, se ordeno d Castro, al cabo de seis dias, que se pusiera k las 6r- nes del General Galarza, que se encontraba en San- tos Lugares. Estando de servicio en este paraje, reeibio nues- tro biografiado la efectividad de Sargento Mayor, debido d la siguiente circunstancia: el Mayor gra- duado don Manuel Navarro, que eonfeeciono las listas para las propuestas, incluyo a Castro como Sargento Mayor graduado, no obstante haber reei- bido ^ste los despachos de Sargento Mayor efectivo, otorgados por el Presidente don Joaquin Sudrez, despues de la paz del 8 de Octubre de 1851. En la propuesta, el Mayor graduado Navarro se propuso para Teniente Coronel, cargo que en rigor k Castro correspondia, y solicitaba para este ultimo la efectividad de un grado de que ya gozaba. No reclamo Castro de esa flagrante injusticia, ni hizo mencion de ella. El no habia ido a la Repu- blica Argentina, como tantos aventureros, en pro- cura de ascensos militares. Si servla, lo hacia por gratitud d Urquiza y como muestra de lealtad d la causa de las libertades de las Republicas del Plata, de la cual habia sido brillante paladin en el palen- que de las justas guerreras. Transcurrieron dos 6 tres meses, durante los cua- ies todo el mundo, el pueblo y la tropa, elogiaba la conducta del General Urquiza, haciendo justicia d su habilidad politica y reconociendo en su persona- lidad el sosten principal de las instituciones. 158 VIDA MILITAR DE Mas, como es dificil satisfacer las aspiraciones politicas de todos los circulos, una vez que con el esfuerzo comtin habia desaparecido el despota que a todos humillaba, empezo la lucha entre los horn* bres y los circulos que aspiraban al predominio en la direccion de los negocios publicos. El prestigio y el valimiento efectivo que habia al- canzado el General Urquiza, fueron puestos en tela de juicio por las ambiciones despertadas. El vence- dor, entre otras malas medidas, ordeno el uso del cintillo Colorado federal, tres 6 cuatro meses des- pues de la accion de Caseros. Esto produjo un gran descontento entre el pueblo y muchos militares, d quienes se les imponia la obligacion de llevar la insignia usada por el b^rbaro Rosas y sus parciales. El descontento comenzd a manifestarse entre los jefes cooperadores en el movimiento libertador. Homos, con tal motivo, decia A Castro: — ((Hemos volteado a un tirano, pero desgraciada- mente se va a levantar otro.)) Y el pretexto del cintillo ocasionaba todo genero de comentarios tendentes a desvirtuar las patrioti- cas intenciones del caudillo triunfador, que no aspi- raba a otra cosa, para su patria y para la Reptiblica Oriental, sea dicho en obsequio k la verdad, que d la entrada de lleno a la vida institucional, bajo la autoridad de los hombres mas conspicuos, llamados d encarrilar sus respectivos pueblos en las vias de sus fiituros y grandes destinos. Sin embargo, los trabajos subversivos dirigidos a producir un cambio de gobierno, se acentuaban. ENRIQUE Y GRKGORIO CASTRO 159 No es, por tanto, de extranar que Castro recibiese de alg^nos jefes amigos todo g^nero de proposicio- nes, a fin de que tomara participacion en el movi- miento proyectado, ofreciendole en cambio recom- pensas halagadoras. Estas tentativas fueron esteriles. Castro, ni en aquella eircunstaneias, ni nunca, vacild ante el cum- plimiento de lo que el creyd su deber. Resuelto Urquiza a ausentarse de Buenos Aires, se retiro de esta ciudad en Septiembre del 52, des- pidiendose previamente de los jefes y ofieiales de la division aEscolta)), quienes lo acompanaron hasta el buque en que debia embarcarse. Lleg6 el dla 11 de Septiembre, y se produjo la i*e- volucion. El General Galdn se vio obligado A retirarse de los cuarteles de Palermo con su infanteria y artille- ria, yendo d incorporarse con el General Galarza en Santos Lugares. Entretanto, el Coronel Artigas se batia en BarracaSj y no se pensaba en protegerlo. Castro pidio permiso para ir en su auxilio con los escuadrones A sus 6rdenes, al mismo tiempo que ha- clan igual pedido el Comandante Aquino, de la di- visidn Galarza, y el Mayor Meliton Lascano. A to- dos se les nego la autorizacion solicitada. Esto no dejo de afectar profundamente a aque- llos jefes, que conceptuaban injustificada la medida tomada por los superiores. En estas eircunstan- eias llega un parte, haciendo saber al General Ga- lan que el enemigo arrollaba unas guardias avan- zadas. Castro solicito por vez segunda que se le penni- 160 VIDA MILITAR DE tiera proteger a las guardias arrolladas. Galan acce- did al reiterado pedido. En el acto, Castro llev6 a cabo la proteccion a las guardias, conteniendo a los perseguidores, los cuales liicieron alto y suspendie- ron el fuego. Momentos despues recibia orden de re- tirarse, para cubrir la retaguardia del ejercito, que se ponia en marcha. Al cumplir la orden, Castro noto que una fiierza en desorden haeia su retirada; apuro el caballo y alcanzo A la gente : eran los escuadrones del Co- mandante Navarro, que se habian amotinado contra su jefe y lo llevaban preso, eon el caballo de tiro. Castro Uego en momentos en que dos oficiales se disponian a lancearlo; les grito, y se contuvieron. Interrogados por Castro acerca de lo que iban 4 hacer con su jefe, aquellos hombres enfurecidos le contestaron que iban d matarlo.— «Los valientes entrerrianos, replied Castro, se mancharian con un acto semejante. Suelten a su jefe, porque se van d cubrir de deshonra con lo que piensan ejecutar.)> Convencidos por estas palabras, prorrumpieron en un ((jviva el Mayor Castro !» Un viva general atrono los aires. Fue en esta ocasion que Castro combatio contra las fuerzas mandadas por el Coronel Homos. Este mando suspender el fuego, y Castro hizo otro tanto. El ultimo se retiro hasta inmediaciones de la Capilla de Santos Lugares, con la proteccion. Al ponerse el sol volvieron a hacer fuego las gue- rrillas enemigas, protegidas por una fuerte columna. Durante el tiroteo se le aviso a Castro que el Co- ronel Hornos lo llamaba dcsde el punto que ocupaba, a la izquierda de la llnea. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 161 Castro accedio al llamado y concurrio a la cita. Tan pronto como lo vio, Ic dijo: — ((Enrique, ya no tienes compostura : te has propuesto defender a ese tirano con todas tus fuerzas, y desatiendes a tus me- jores amigos.)) A cuya inculpaeion Castro contesto en estos terminos : — (( Ya sabe usted, Coronet Hornos, lo que le he dicho antes de ahora sobre ese particular, y sabe tambien que no soy hombre de dos palabras. He prometido defender al General Urquiza, y ese compromiso sera cumplido por mi parte mientras tenga fuerzas y vida para batallar. Los traidores no me han de contar entre su numero.)) El combate con- tinuaba, y entretanto que se mantenia aquella con- versacion, cayo muerto un soldado a la derecha de Castro. Viendolo caer, Hornos dijo: — ((Nohagamos matar a esos infelices, que valen mas que tu Gene- ral Urquiza. Vamos a hacer cesar el fuego y hagamos retirar nuestras respectivas tropas.)) — ((De acuerdo,)) contest^ Castro. y en el acto se mando suspender el fuego. Des- pues de esto, los interlocutores se apearon y perma- necieron entre las lineas hasta las diez de la noche, paseandose y conversando. Por fin se separaron abra- zandose y deseandose buena suerte. En procura del ejercito que mandaban los Gene- rales Galan y Galarza, Castro marcho por una ras- trillada hasta pasar elarroyo de las Conchas, donde campo por momentos, y a la madrugada volvio a em- prender la marcha, guiandose por las huellas (jue habia dejado el pasaje de una fuerte columna, que suponia ser el ejercito. 11. 162 VIDA MILITAR DE Cuando aclaro pudo ver que las huellas que segula se orientaban hacia la Capilla del Senor. Se aproximo al pueblo de San Pedro, donde tenia unas caballadas en inyemada, pertenecientes a los escuadrones y al Guartel General. Mudo de eaballos y acamp6, A la espera de unos cien hombres que se- gulan su retaguardia y que se habian extra viado. Horas despues se le incorporaronlos cien hombres, y emprendio marcha en direceion a San Nicolds de los Arroyos, porque segtin informaeiones que habia obtenido, para ese punto se dirigia el grueso del ej^rcito. Al retirarse de San Pedro, form6 su tropa y le previno que estaba dispuesto, como siempre, d man- tener el or den; que al que pretendiera perjudicar d los veeinos en sus personas 6 en sus propiedades, le pegaria euatro tiros, y que el que no se considerase capaz de pelear con fuerzas may ores, que se sepa- rara inmediatamente de la columna. Nadie aceptd la invitacion; de manera que todos aquellos soldados estaban dispuestos a batirse, como tenian por cos- tumbre, aun en condiciones desfavorables. En marcha hacia San Nicolds de los Arroyos, se presento a Castro un anciano, exponiendole la queja de que un soldado le habia arrebatado el poncho y el sombrero y arrancado otras prendas de su vesti- menta. Castro did con el desordenado, le hizo en- tregar al anciano lo que le habia quitado, y le im- puso la pena correspondiente. Al cruzar el Paso de Obligado, le salio al en- cuentro el Goronel Lapido con 400 6 500 hombres, tendi^ndole linea de batalla. Castro tendio tambien ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 163 la suya con 80 tiradores d vangaardia y 60 lanceros. En los preliminares de la pelea, el Coronel Lapido mando d Castro un ayudante ordenandole que le entregara las armas y las eaballadas. Castro le con- testd que s61o le entregaria una parte de la caba- llada, y eso porque le estorbaba, y que en cuanto d las annas que llevaba, no eran de su provincla para que pretendiera su entrega. El ayudante, — que era un hijo del propio Coronel Lapido, — volvi6 para decir d Castro, en nombre de »u padre, que por orden del General Urquiza le entregara las armas. A lo que Castro replico en voz bien alta para ser oido de todos, que Urquiza le habia entregado las armas para morir con ellas, y no para rendirlas d nadie; y que no acataba otra orden. Por vez tercera, volvio el ayudante para partici- par d Castro que el Coronel Lapido queria hablar con 61, y que si se negaba d ello seria compelido por la fiierza. Castro contest© que no tenia inconveniente en entrevistai'se con el Coronel Lapido; pero que, en cuanto d las amenazas, ni siquiera las tenia en cuenta. Se aparto el Coronel Lapido al flanco izquierdo con ocho individuos de tropa, entre lanceros y tira- dores, e hizo Uamar d Castro. Este salio d su en- cuentro, no sin antes ordenar d su hermano el Alfe- rez Pedro Castro, que estaba al frente de los solda- dos de Lapido, que con ocho hombres lo siguiera. Lapido interrogo d Castro en esta forma: — ((^Como es que desobedece usted las ordenes del General Urquiza?)) 164 VIDA MILITAR DE — «No creo desobedecer 6rdenes del General Ur- quiza, replied Castro, desde que no me son dadas por ^1, y porque la orden del Coronel Lapido es contraria d la que he recibido del propio general, que no me ha dado armas para entregarlas al primero que me las pida, ni soldados para hacerlos rendir sin haber quemado hasta el tiltimo eartucho 6 roto a pedazos el acero confiado d su valentia. Es una humillacion vergonzosa la que el senor Coronel quiere impo- ijierme, haciendome presentar delante del General XJrquiza con mis escuadrones desarmados, estando, como estamos, puede deeirse, con el enemigo al frente. Por otra parte, no cometere la cobardia de exigir d mis soldados que entreguen sus armas, tan sin motivo ni raz6n que lo justifique; y creo mas, senor Coronel: que mis soldados no se entregan d nadie, aunque yo se lo mande. Conque mi resolucion estd tomada: me presentar^ al General Urquiza con mis fuerzas armadas, ya sea aqul, 6 en la Provincia de Entre-Rios. » Ante esa manifestacion categorica, observo el Coronel Lapido que el General Urquiza salla ese mismo dia de San Nicolds de los Arroyos para En- tre-Rios, y que le permitia pasar al otro lado de Obligadoy siempre que le dejara las armas y los caballos y le proporcionase botes para efectuar el pasaje d Entre-Rios. Accedid Castro d ello, y asi termind la entre vista, no sin antes cambiarse un fuerte apretdn de manos. Como la gente de Castro se encontrase fatigada, la hizo descansar esa noche, para emprender el pa- saje al dia siguiente. Esa misma noche determino, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 165 auxiliado por un bote que tenia, que pasaran cin- cuenta hombres al otro lado, cada uno con su res- pectivo eaballo. Al verificar la travesla tuvo un in- cidente eon un oficial de Lapido, que al frente de 50 hombres se interpuso para impedir el paso. Castro lo desarmo, asl como a su tropa. Terminado el pasaje, llegd momentos despues una partida al mismo sitio de la costa que habfa ocupado la tropa de Lapido, y algunos de los soldados que la componian gritaron:— «Mayor Castro; somos los MellizoSj y venimos, por orden del general Urquiza, para deeirle que venga con nosotros hasta donde el esta, en San Nicolas de los Arroyos. » Como tra- jeran un bote, Castro se embarco en el, en compa- nia de su hermano Pedro, dejando su gente toda del otro lado del Par and, en territorio de la Pro- vincia de Entre-Rios. Llegado que hubo a la presencia de Urquiza, le did cuenta de todo lo ocurrido. El general aprobo en un todo sus procederes, inclusa su conducta para con el Coronel Lapido. Ordeno Urquiza k Castro que pasara el Parana; que licenciara las fuerzas con sus armas, hasta se- gunda orden; que recorriera los pueblos de la costk del Uruguay, para divulgar la nueva de que no le habia sucedido contratiempo alguno y que regresaba A la Provincia con su ejercito hecho; que advirtiera tambien al Coronel Pasos, asl como a los demds jefes de departamento, la necesidad de reunir sus respectivas divisiones, y que lo esperaran. En Gualeguqy, en donde Castro Uegd con sus soldados, licencid los pertenecientes d ese depaii;a- 166 VIDA MILITAR DE mento, y fue efectuando la misma operacion en los restantes, hasta que arribo a la Villa de Federacion^ Despues se produjo la invasion del General Hor- nos a la Provineia de Entre-Rios. Desembarco en GualegucLychA eon unos 500 a 600 hombres, y se le incorporaron algunos de sus amigos, proporcio- nandole caballadas. A los tres dias de la invasion, los Generales Ga- larza, Velazquez y Almada senalaron a Las Masitas como punto de reunion. Asl que Castro llego a ^, manifesto al General Galarza que le faltaban muni- ciones y armas. Galarza le ordeno que fuera al par- que k recibirse de lo que necesitara. Estando en ese edificio, se presentaron los tres generales; examinaron las carretas en que iban el armamento y las municiones, y , conversando res- peeto de los partes que recibian sobre las fuerzas invasoras, pregunto a Castro el General Galarza d quien mandarla para descubrir las fuerzas enemi- gas. Como Castro se ofreciera, se dispuso que fuera d efectuar la descubierta. En el desempeno de su cometido, Castro se hallo con un amigo suyo, de la tropa d(* Hornos, y le re- comendo que le dijera a este tiltinio. que el, Castro, era quien le habla deseubierto; que ibaa dispararle, porque tenia demasiada gente, y que los Generales Almada y Velazquez lo esperanan en un sitio de alii distante cuatro 6 cinco leguas. Varias compaiiias de la tropa de Homos siguie- ron d Castro en un trayecto de siete leguas, desde el arroyo del Gato hasta el Genacito. Los perseguidores hicieron alto y acamparon, apo- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 167 yando su derecha en la estancia de dona Juana Lo- zada. Entretanto, los bomberos de Castro recorrian las estancias de San Pedro, San Juan y San Pablo, con la orden de retirar las caballadas y conducirlas A las puntas del arroyo Gend. El General Urquiza tomo los hombres que Castro habia mandado y envio un ayudante para ordenarle A aquel que lo cuidara mientras su gcnte comia; que trasmitiera a los generales la orden de no pe- lear; que se retiraran hacia donde el General en Jefe se encontraba, 6 hacia las puntas del arroyo Gendy y que, encuanto aclarara el-dia, fuera Castro adonde el esUiba, a recibir ordenes. Al aclarar el dia, Urquiza le ordeno que siguiera al enemigo y le enviara partes sobre el rumbo (jue tomaba y demas novedades. Gomo el eneinigo emprendiera marcha con todas sus fuerzas en direccion al Paso de Homos, de GualegucLychti, Castro did aviso de ello k Urquiza, y fue a pasar por la picada de San Jose, una le- gua mas arriba de donde el enemigo vadeara. Despues, el enemigo tomo rumbos hacia el pue- blo de la Concepcion, del Uruguay, lo que tambi^n comunico Castro a Urquiza. Un fuerte tiroteo, sen- tido por Castro entonces, le hizo conjeturar alg^n choque entre los rivales; y, en efecto, un parte re- cibido puso en su conocimiento que el Comandante Ricardo Lopez Jorddn habia derrotado al General Madariaga. Al dia siguiente, a la madrugada, era rechazado tambien el General Homos, el que se retiro, to- mando por el rio Uruguay arriba. 168 VIDA MILITAR DE Castro le tomo el flanco izquiei*do y lo siguio sin perderlo de vista. Despues de haber pasado el Arroyo Grande, el General Velazquez, jefe de vanguardia, le ordeno hacer alto. Castro pi^sto acatamiento a lo mandado por su superior. Dlas despues se ineorporaba al ejercito y recibia la informacion de que las fuerzas invasoras habian emigrado a la Provincia de Corrientes. CAPITULO XIll CASTRO, ADMINISTRADOR DE LA ESTANCIA DE URQUIZA Concluida esta eampana, Castro fue nombrado por Urquiza Administrador general de sus estan- cias de Entre-Rios, confiando A su honradez, a su fidelidad y a su buen tino un fuerte capital de 200,000 vacas, y poniendo bajo sus 6rdenes ti^escientos hom- bres, todos ellos de completa confianza del caudillo entremano, y muchos de los cuales la habian con- quistado en los campos de pelea, ya con su bravura, ya con su actividad, ya, en fin, con otras cualidades no menos recomendables. Castro habia recibido de Urquiza amplias faculta- des para el manejo de los intereses y direccidn de los hombres que puso bajo sus reconocidas aptitu- des de hombre trabajador. La empresa era dificil y llena de compromisos. El manejo de una de las primeras fortunas de Sud- America, y, lo que es mds, la lidia cotidiana con trescientos individuos, muchos de ellos gadchos vi- ciosos, de vida turbulenta y de costumbres pen- 170 VIDA MILITAR DE dencieras, fue tarea mas ardua para Castro, que su puesto en la linea de fucgo y al frente del enemigo. Sin embargo, supo veneer los obstaculos con su admirable constancia y su ferrea voluntad. El no podia vivir sino en continua actividad, porque su naturaleza, hecha para resistir los azares de la vida, demostro en todos los momentos la ecuanimidad de su caracter y la energica resistencia en el trabajo. Desde el establecimiento cuya direecion se le diera en el extranjero, se dedico a aiixiliar a sus compa- triotas, prefiriendo entre ellos a los antiguos com- paneros de causa y a los viejos adalides del tradi- cional riverismo. Empleo mas de doscientos cincuenta orientales en las estancias a su cargo, mediante el pago mensual, a cada peon, de 12 a 15 pesos bolivianos, y otras concesiones a los que tenian familia. Gomo puso al servicio de lo que se le encomendo ejemplar esmero y cncomiable laboriosidad, obtuvo plena aprobacion de Urquiza y conquisto amistades de valia, que fueron otros tantos factores que co- operaron a realizar los planes que secundo Castro y que se hicieron una verdad el afio 1863. Continuo prestando sus buenos servicios al lado de Urquiza, sabiendo hacei*se acreedor a la estima que este le dispensara y correspondiendo A las ge- nerosidades de su jefe con adhesion y desinteres. Unidos por fuerte lazo de reciproca amistad, que el tiempo se encargo de robustecer, Uego el aiio 1859, en cuya epoca estallo la guerra civil en la Re- p^blica Argentina. El gran prestigio adquirido por Castro en la pro- ENRIQUE Y GREOORIO CASTRO 171 vincia, entre el elemento de accion, tu6 inmenso, hasta el punto de que disponia de toda una division de hombres aguerridos para el primer momento que Urquiza lo dispusiera. Ese momento llego con la lucha entre Mitre y Urquiza. En eUa, como era de esperarse, dadas las vinciir laciones que unian a nuestro biografiado con su benefactor, Castro actuo en primera linea, defen- diendo virilmente la bandera sustentada por el cau- dillo de Entre -Rios. 9000 soldados portenos, al mando del General don Bartolome Mitre, midieron sus fuerzas, para diri- mir la contienda, contra un ejercito de 14,000 hom- bres, a cuyo frente se encontraba Urquiza en la his- torica Canada de Cepeda. El 23 de Octubre del afio 59, y d hora avanzada de la tarde, las arroUadoras caballerias de Ur- quiza desalojaban de los santafecinos campos de Gepeda, a todo el ejercito porteno, que, a pesar de su brillante bravura, tuvo que ceder al numero y al empuje del contrario. Castro tuvo en este liecho una participacion de mucha importancia. Uno de los cuerpos predilectos del General Ur- quiza fue el denominado « Division Escolta )>, com- puesto por dos regimientos, cada uno de 400 plazas, y mandados, el primero, por el bravo Manuel Ca- raballo, y el segundo, por Enrique Castro. Los dos, a su vez, estaban a ordenes inmediatas del Coronel Navarrito, supuesto hijo de Urquiza. En Cald se form6 una division de gente elegida, siendo nombrado para mandarla el denodado Fausto 172 VIDA MILITAR DE Aguilar, aquel que seria saludado mas tarde por Urquiza, en pleno campo de batalla, como la prU mera lanza de la America del Sud. Las proezas realizadas por estas dos divisiones, eo- mandadas por tres intr^pidos orientales, fiieron la admiraci6n de los combatientes en Cepeda, y la evi- dente prueba de la pujanza de nuestros soldados en lo mas recio del combate y en las horas agitadas del entrevero. Castro tuvo por companeros y subalternos en esta accion, a sus hermanos Pedro, Antolin y Gumer- sindo, siendo herido el primero de ellos en el campo de batalla por una gi^anada enemiga. Ninguno de los tres desminti6 la bien adquirida fama de arrojados, conquistada en tierra propia y extrana. El General Mitre, asi que vi6 la accion perdida para sus armas, resolvio dejar la artillerla en el campo y retirarse con la infanteria hasta el pueblo de San Nicolds. No habian de pasar dos aiios desde la batalla de Cepeda, sin que el general vencido, sosteniendo los mismos ideales que lo habian impulsado a guerrear, tomara la revancha en Pavdn. A la cabeza de 22,000 hombres, con 35 bocas de fiiego, pusose en marcha en busca de Urquiza, qaien organizaba d toda prisa sus fuerzas, que al- canzaron tan s61o a 17,000 soldados, con 42 piezas de artillerla, dada la premura del enemigo en rom- per las hostilidades y la rapidez de sus movimientos. Mitre contaba entre sus filas a Venancio Flores y k Ambrosio Sandes, jefes orientales con reputacidn hecha y de indiscutibles m^ritos, y que fueron ele- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 173 mentos de primer orden en la lucha armada que se iba a solucionar en los campos de Papd/i. Urquiza tambien podia deeir que algunos de sus regimientos eran condueidos bizarramente al campo de accion, por jefes uruguayos probados en las ba- tallas y en los azares de la guerra. El 17 de Septiembre de 1861, alas 2 y media de la tarde, se produjo el encuentro en las riberas de Pa- poriy y despues de un reiiido combate, el ejercito del General Mitre quedaba duefio del campo, liabiendo sufrido grandes perdidas en sus caballerias, que fueron arrolladas por las contrarias. Esto dejo evi- denciado, una vez mas, la fama bien adquirida por las caballerias entrerrianas, que fueron eonducidas valerosamente por el General Urquiza. El denodado Fausto, el bravo Caraballo y nuestro biografiado desempeiiaron casi analogo papel que en Cepeda, desalojando del campo las caballerias enemigas y sosteniendo despues una brillante reti- rada. Concluida la guerra civil, Castro fue ascendido a Coronel de caballeria del ejercito argentino, segdn despachos que le expidio el Vicepresidente en ejer- cicio.de la Presidencia de la Repiiblica, el 12 de Di- ciembre de 1861. CAPiTULO XIV I.A SITUACION EN EL URUGUAY. — CONSECUENCIAS DE QUINTEROS. — LA CRUZADA LIBERTADORA. — SUS PRI- MERAS ACCIONES : COQUIMBO, CANAS, DON ESTEBAN. Al en'or injustificable de QuinteroSj hecho sinpre- cedentes en los fastos de la historia moderna, suee- di6 una seine de atentados contra los prohombres del Partido de la Defensa, quienes, al verse perse- gaidos y amenazados de muerte, pasaron a tierra argentina en busca de garantias. Usaron de un de- recho legitimo, en nombre de la humanidad y la ci- vilizacion. Invocaban el mismo titulo que los hijos preelaros de aquel pals, cuando solicitaban hospita- lidad dentro de los muros de la Nueva Troya, para escapar de las iras del monstruo de Palermo. La vida se liacia imposible, no solamente para los partidarios de la causa de la libertad, sino tambi^n para los que llevaban en su apellido prueba de abo- lengo Colorado. En aquella epoca de efervescencias politicas y de atentados inauditos, se amordazaba a la prensa, se ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 175 desterraba y encarcelaba a los ciudadanos mas cons- picuos de la Repiiblica, se perseguia a los militares mas meritoriosde la nacion, se hacia, en fin, escar- nio de la moral ptiblica y burla de todo principio ci- vilizador. La eseuela del odio ejercla su predominio en lay alturas del poder. Todo contribuyo a que se precipitaran lod aconte- eimientos. Al Partido Colorado, despues de la Hecatombe del 58, no le quedaba otro reeurso que la revolueion ; recurso violento, si, pero necesario, y por medio del cual se reeonstituyen el derecho escamecido, la mo- ral vilipendiada, la virtud conculcada y proseripta, la libertad atacada en lo mas sa^ado de sus Aieros. Bien puede decirse de los que se levantaron eon* tra aquella situacion, lo que dijo Bauza en un dis- eurso memorable: «que el gobiemo se habia eonver- tido en revolucionario coneulcando todo derecho, y que los revolucionarios eran la autoridad como sos- tenedores de ese derecho y de la libertad de todos (').» Por espacio de cinco anos, el partido glorioso que constituia la inmensa mayoria del pais, fue conde- nado a la abstencion y A estar proscripto, por salvar incolume las prerrogativas alcanzadas en bien de la soberania popular. Las opiniones entre los elementos de talla del Par- tido Colorado diverglan grandemente respecto A la actitud que debia asumirse. ( L ) IMscurso pronuuciado en la tumba de los m^rtires de Quinteros si 2 de Febrero de 189L. 176 VIDA MILITAR DE La juventud montevideana, encabezada por ciuda- danos eminentes, preferia la lucha en los comicios, levantando bien alto la bandera de principios y des- conociendo por completo la legitimidad del Gobierno de Berro, al que se consideraba originado de un cri- men e impuesto por caudillos obscuros del Partido Blanco. Sostenian que el movimiento armado no estaba preparado y que, lejos de lanzarse al terreno de la accion, se debia combatir en el campo de las ideas. El venerable patricio don Jose Maria Muiioz, aquel cuyo empuje solo pudo ser contenido por las rejas de hierro de Vilardebo, en los memorables dias de la Defensa, proscripto en lejana tierra, hacia ocho afios, por el Gobierno bianco, aconsejo con yerdadera sensatez politica, que el Partido Colorado debia abstenerse, y que haciendolo asi no se ener- varia ni perderia los brios de comunidad batalla- dora, conservando esas energias para una politica de accion, en epoca de esperanzas, de regeneracion, no muy distante para la patria. El eminente tribuno Juan Carlos Gomez, esclare- Qido talento y una de las primeras cabezas pensan- tes del Partido Colorado, creia que la verdadera soluci6n politica para su partido era la lucha ar- mada, y decia: ((Entre la abstencion que enerva y la lucha electoral que es una transaccion inmoral, hay el medio de la revolucion que nos salva y que se prepara en el laboratorio de los sucesos inevita- bles.)) Nadie creia en el probable exito de un movi- miento armado. Faltaban elementos de guerra; fal- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 177 taban hombres para contrarrestar el fuerte poder del Gobierno de Berro. No se comprendio el influjo fascinador del Gene- ral Flores sobre los hombres de accidn de nuestra eampana. El caudillo libertador, con s61o un clarin y al to- que de tropa, congrego en las cuchillas de la Repu- blica, al pie de la banderola blanca con cruz colo- rada, centenares de bravos que, en poco tiempo y en lucha franca y desventajosa, cambiaron por com- pleto la faz polltica del pals. Cruza noventa leguas de territorio solamente con cuatro hombres; A los tres dias tiene trescientos; a los quince, mil quinientos; enardece el espiritu del partido; recorre el pais de un extremo a otro; di- vide sus fuerzas en columnas ligeras, haciendose sentir por todas partes. Derrota a Servando Gomez; despedaza a Olid, y santiiica su causa con el triunfo de Coquimbo y la victoria de Canas Vera. Aquellos glonosos heclios no significaban otra cosa que reabrir la legalidad asesinada en Quin- teroSy segtin la magnlfica frase del fogoso Juan Car- los Gomez. Entusiasmo, virilidad, fe en la causa, deseo ar- diente de combatir, abnegacion y patriotismo, fiie- ron los caracteres que revistio la empresa de 1863, llena de heroismos y de virtudes. El eminente tribuno doctor don Jose Pedro Rami- rez, refiriendose, en uno de sus brillantes artlculos, d la gi'an cruzada, decia: ((El General Flores le- vantando al pals en masa y venciendo docjuiera d su 12. 178 YIDA MILITAR D£ enemigo, cien veces superior en toda clase de ele- mentos de guerra, nos ha probado que estdbamos equivocados, y que el p^rtido enervado por la diplo- macia del 52, por los sangrientos episodios del 55, decapitado el 58, oprimido y proscripto desde en- tonces, podia todavia levantarse con toda la virili- dad de sus mejores tiempos, quebrando la cadena ominosa de inmoralidades y de crimenes que arras- tra ese infortunado pueblo desde hace ocho anos. «Por eso, desde que la revoluci6n tuvo el eon- curso del pals y se diseiio con sus verdaderos carac'- teres la eterna lucha de los partidos tradicionales deestos. pueblos, no hubo un solo hombre del anti- ^o PiBurtido Colorado, con excepcion de los traido- res, por demas conocidos, que no le prestara el concurso, 6 de su brazo, 6 de su inteligencia, 6 de sus recursos, 6 de su influencia, 6 tan solo de su opinidn y de sus simpatias.)> Y otra publicista eminente, el doctor don Angel Floro Costa, en su inmortal oracion funebre pro- nunciada en la tumba de los M^rtires de Quinteros, por iniciativa del Presidente de la Republica Gene- ral Santos, en 1884, dijo que alas hazanas epicas de la gran causa de la Cruzada Libertadora deblan dar y dieron en tierra con la dominacion y las esperan- zas sombrfas de un partido criminoso, tan empe- demido[]como retrogrado e insensato.)) Esa revolucion proclamaba el sufragio libre; de- fendia la garantia de los derechos consignados en nuestra Carta fundamental; aspiraba A la reconsti- tucion de los Poderes publicos sobre la base de una politica verdaderamente nacional. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 179 Llegado a conocimiento del Coronel Castro el plan redentor, acariciado piimero y hecho came despu^s pop el ilustre Venancio Flores, produjo en su alma de patriota vivisima emoci<5n y conmovi<5 su Qbra partidaria. Pens6 en que se repetirlan en la tierra de su naci- miento los ardientes triunfos y las inolvidables Yietorias alcanzadas por las huestes coloradas en los dias esplendorosos de Gagancha y de la Defensa, La noticia de la Gruzada fu^ para ^1 como un re- nacimiento de su espiritu nacional y partidario. Ella borrd las tristezas que le habian causado los hechos sangrientos con que se ahog6 la revolucidn de 1857. Todos los Gastros, para coadyuvar d la empresa, vendieron sus bienes, y el producto, que ascendid ^ 70,000 pesos, fu^ donado integro para las necesi- dades de la gran revolucidn. Nuestro biografiado vendio 9000 animales vacu- nos de la estancia de San Mateo, en Entre-Rlos, y todos los demds intereses que constituian su fortuna, aduciendo, como motivo para eUo, que si contri- buia con su persona para el movimiento, debia em- plear tambi^n en el el producto de sus sacrificios y de sus ahorros. Gran pesar le causo a Urquiza desprenderse de la persona de Gastro, quien significaba para 61 una garantia y un resguardo de sus valiosos intere- ses y el buen companero de cruentas luchas. Influyd cuanto pudo porque Gastro no ingresara en la revolucion; pero todos sus esfuerzos fiieron infructuosos. 180 VIDA MILITAR DE 61 queria contribuir a la reivindicacion de los fiieros de su partido politico; ^1 queria figurar entre los defensores de la justicia y el derecho; el soldado de Rivera en las grandes luchas del 36 al 45, sentia que el destino le seiialaba la hora de volver A pres- tar sus servicios a las instituciones de su patria y pro- bar que todo lo que habia adquirido en el extran- jero en experieneia y capacidad militares, como en bienes de fortuna, debian emplearse en la aeci6n en que estaba empenado su partido para salvar a la patria. Sus antiguos camaradas se reunian entusiastas para lanzarse d la empresa, y ^1 los debia imitar y seguir. El 30 de Septiembre de 1863 pasaba el Uruguay, por el puerto de San Gregorio, A la cabeza de 260 voluntarios deeididos y animosos, armados, muni- cionados y equipados a su exclusiva costa. Se componia dieha fiierza de 200 hombres de ca- balleria y 60 infantes, comandados estos tdtimos por el valeroso Eduardo Beltrdn. Entre estos solda- dos formaba el valiente Eduardo Vazquez, d la sazon de 17 anos, y quien habla de ser, mds tarde, figura descollante en el Paraguay e intr^pido jefe Colorado en la revolucidn de 1870. Tambien iba entre ellos el entonces soldado Lo- renzo Latorre, valeroso y bizarro jefe de infanteria, que tanto habia de distinguirse despues, al frente de su batall6n, en una carga d la bayoneta en los campos de Severino y en la resistencia verdadera- mente heroica que opuso k los reiterados ataques de las caballerias de Aparicio en la sangrienta bata- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 181 -M- 11a del Sauce, asi como otros que deblan alcanzar alto y lucido puesto en la milicia nacional. El segundo jefe de la expedicion era Elis, quien tenia d su cai^o los 200 hombres de caballeria ( ^ K Desde el puerto de San Gregoiio marcho la fuerza de Castro hasta el Arapey , haciendo un pequeiio des- canso en la estancia del Goronel Santana, en cuyo punto este meritorio servidor se ineorpord con dos escuadrones formados por ^1 mismo y sostenidos k su costa (2), Reunidas esas dos fuerzas, siguieron hasta las eer- canlas del Salto, para incorporarse a las pocas horas d la columna que acaudillaba el ilustre General ( t ) Damos d continuaci6n la lista de los patriotas crnzados bajo las 6r- denes del Coronel Castro, que componfan la fuerza de in&nterfa de la iraGci6n myasora: Li8ta nominai de ha aefiores oficialea, closes e individuos de tropa que com- ponian ta 1.^ Campania del BatcMdn Florida durante la Oruxada lAber- tadora^ en la eampana de 1863-64-65, tomada de la lista que entre hs papeles del General don Enrique Ckistro, encontrS su hijo don Juan JosS: Capitdn, don Edaardo BeltrAn; Teniente l.«, Edaardo Rocha; Idem 2.*, Manuel Ortega; AlfSreZi Manuel Aguirre; Idem Bfanuel A. Su^brez; Sar- gento 1.**, Jos^ Alciaturi ; Idem 2.^, Ireodn L6pez, fdem Isaac de Tezanos, Idem Julio Maid&n, fdem Juan Font&n; Cabos 1.": L^andro Saodoval, Ni- colas Porro, Jacinto Reyes, Carlos V. Domfoguez, Pionisio MoDtero ; bol* dados: Eiuardo V&zquez, Pedro Metdoza, Fruciuoao Mendozj, Pedro Ifontaldo, Osyaldo Rodrfguez, Andres Castro, Jos^ Reyes, Gabriel Mendoza, Juan Rule, Julio Mur6, J orenzo Latone, Marcos NiSfioz, Aotonio 8&ncbez, Yictorio Bodrfguez (a) Pampero, Antonio Blanco, Alberto Cerro, Carlos Gandencio, Manurl Carretero, Enrique Pereda, Fedtrico SoIhdo, Adolfo Nuvel, Domingo Bianchi (a) Chuehede, Martfn Brande«, Pedro AviU j Yeira, Rosendo ( tero y Otero, Fernando Castillo, Touids Martinez, Fran- dsoo Cazenaye. (2) Cuando estas fperzas se reunieron con las de Flores, ^ste, en an arranque de entusiasmo. al diyisar & Santana, se quiUS el sombrero, y ante el ej^rcito que presenciaba el acto, di6 un estent6reo cjyiya el Coronel Bantana ! > 182 YIDA MILITAR DE Flores, por entonces ya orlada con los laureles de Coquimbo. Gomo la invasidn de Castro y sus tropas al terri- torio del pais se realiz6, como queda consignado, el tiltimo dla del mes de Septiembre de 1863, no tuvo ^ste ocasion de encontrarse en tres de los hechos de armas principales de aquella guerra, ya citados, A saber: el combate de Coquimbo , verificado el 2 de Junio del mismo aiio; la pelea de las Puntas de las CahaSy el 28 de Julio, y la accion de las Piedras, el 16 de Septiembre. La carta que en seguida reproducimos, da los por- inenores de los hechos realizados por Castro en los dos primeros meses que siguieron d su invasion al territorio de la Republica, para cooperar d la obra redentora a que con tanta intrepidez se habia lan- zado Flores: < Molles, Diciembre 6 de 1863^ «Senor don Bautista Castro. • Presente. <(Mi querido hermano: <(Esta solo tiene por objeto noticiarte de nuestro estado y al mismo tiempo darte un detalle de todas mis andanzas desde nuestra separacion. ((A los pocos dias de habernos separado, encohtre el ejercito en las Flores, de donde march^, al dia ^iguiente de llegar, en comisi6n, a la costa del Uru- guay; recorrimos los pueblos de Palmira, Carmelo ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 183 y San Salvador, habiendo pasado muy imnediato A Mercedes. Despues de llenar mi comisi6n, me reuni de nuevo con el ejercito y marchamos en direccidn a San Gregorio, donde el 17 del pasado encontra- mos A Medina y le formamos llnea. «6ste no aceptd el combate, sin embargo de ser mayor su infanteria. Guando anochecio seguimos nuestra marcha hasta el dia 22, en cuya fecha nos encontramos en las puntas del 5oZrfarfo, departa- mento de Minas. Gonvinimos en no dar una batalla que pudiera comprometer al gran Partido de la libertad. Dispuso nuestro general la retirada, la que se efectu6 con todo el valor que es de costum* bre en nuestros soldados. Esta retirada dur6 desde las 9 de la maftana hasta muy cerca de las 2 de la farde, hcwra en que, temiendo nuestros enemigos al* gcma sableada, hicieron'alto. Q(Desde ese dia hemos recorrido la mifad del de- piftamento de Maldonado, Florida, San Jos6 y Dii- razno, sin que nuestros enfemigos se hayan rii siquiera acereado a tiosotros. Debo prevenirte que yo fill co- misionado para recorrer los dos primeros departa* mentos y parte del tercero. / ((Hoy me hallo en este punto, y no quiero perder esta proporcidn para darte mis noticias, sin dejar de decirte que nuestras p^rdidas, en la referida pelea, fiieron pocas, no teniendo que lamentar mds (jue la perdida de nuestro querido amigo el Mayor Vera y dos individuos'de tropa y cuatro heridos. • ((Todo cuanto te digo es la pura realidad, ylopue- des haeer presente d todos los amigos, pues te hablb de hechos'eri los <jue he sido actor. ^ 184 VIDA MILITAR DE «Mi regimiento sostenla el fuego del costado dere- cho del enemigo. «Tu hermano y amigo, aEnriqiie Castro,y> Por haber Uegado en tales momentos de la cam- paiia, la figuracion militar de Castro no adquiere la importancia de la de Fausto Aguilar, Francisco Ca- raballo y Jose Gregorio Sudrez. Con todo, verase en las llneas que van a continuacion, la parte que le eupo en los hechos subsiguientes. El Mayor Lucas Bergara, — ventajosamente cono- cido en las filas del ejercito oriental y en las de la prensa argentina, pues durante toda la Cruzada fue activo e inteligente corresponsal de La Tribuna, uno de los diarios mejor conceptuados entonces del pe- riodismo americano, — en; correspondencia dirigida d un diarista porteno, con fecha 16 de Noviembre de 1863, daba cuenta de que el Coronel Castro se habia encontrado en la Florida con el enemigo, completa* mente cortado del Ejercito Lihertador; pero que, con su acostumbrada sangre fria y valor reconocido, pudo salir airosamente del paso. El mismo Bergara daba cuenta, en los siguientes terminos, del inci- dente en que actuo como protagonista un teniente de la fuerza de Castro, de nombre Sixto Artigas: ((Habiendo quedado este cortado d la retaguardia, 6i6 rodeado y sorprendido en la plaza por mas de 40 individuos de la gente de Laguna. El digno des- cendiente del inmortal Artigas salio de una casa y ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 185 monto A caballo, sin tiempo siquiera para tomar su sombrero, y, con su trabuco en la mano, giito: — « Aqui estd Sixto Artigas, y el que se arrime que em- bista! j Viva la libertad! ;Viva Flores!)>, y, atrope- llando por todas partes, rompio por el medio el eir- culo, en eircunstaneia que, apurado, dispard su tre- mendo trabuco, abriendo brecha. c(Sus enemigos le dieron una lanzada que le hirio levemente; pero, bramando de coraje, grit6 nueva- mente. c(Sus compaiieros, como atraidos por este grito, arremetieron a trabucazos, pudiendo sacar d Artigas de la critica situacion en que se encontraba. » En la misma correspondencia se daba cuenta de que el 21 de Noviembre las guerrillas de la division florista fueron confiadas al valiente Coronel don En- rique Castro, quien, segun declaracion del comuni- cante, supo, no siSlo sostener, sino dar realce al valor reconocido de los soldados del Ej^rcito Libertador, «batiendo constante y bizan^amente al enemigfiuiUi- rante la retirada, y forzdndolo, mds de una vez, d emprender la fuga y morder el polvo, probandole siempre que no era el el que nos hacia retirar, sino el mandato de nuestro jefe.)). El Coronel don Enrique Castro, Jefe de Estado Mayor del Ejercito, se incorporo el 25 de Julio de 1864, en la costa de El Soldado, al ejercito mandado por el General Flores. Castro iba con las fuerzas del Norte, habiendo dejado en todos los departamentos tropas en ntimero de mas de 1200 hombres. £1 General Flores daba cuenta, en carta dirigida d su senora esposa, desde la estancia de Ocampo, en 186 VIDA MILITAR DE VejigaSy con fecha Julio 28 de 1864, de las opera- ciones realizadas por el ejercito a sus ordenes. El ej^rcito enemigo se encontraba al Norte de Santa Lucia, en una posicion fortisima, entre los arroyos Gaetdn y Chanchos, y por los fondos de Santa Lu- cia Grande. El General Flores formo Hnea de batalla d media legua de distancia, ocupando la derecha las tropas mandadas por el General Caraballo ; el centro estaba bajo las ordenes del Coronel Castro, Jefe de Estadd Mayor General, y la izquierda bajo el comando del Coronel Suarez. Sobre el ataque y toma de la Florida por el ejer- cito del General don Venancio Flores, realizados en las primeras horas de la maiiana del dia 4 de Agosto de 1864, debemos manifestar, por lo que d Enrique Castro concieme, que su conducta no desmerecid de la observada por el en hechos de igual naturaleza. El resultado de la accidn fue la toma del mencio- nado pueblo, despues de tres horas de un renido corn- bate, dejando los enemigos 40 individuos, entre muertos y heridos, 140 prisioneros y como 400 fii- siles, municiones y demas pertrechos pertenecientes d la guamici6n. Jos6 Cdndido Bustanlante, al resenar los porme- nores de este hecho de armas, encomiaba especial^ mente la sorprendente actividad del Coronel Enrique Castro, Jefe de Estado Mayor. Y al dar cuenta de la toma de Porohgos, realizada en Agosto de 1864, ]participaba que el Coronel dori Enrique Castro habia marchado A ponerse al ft*ente de las fiierzas del Norte, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 187 Con fecha 27 de Septiembre de ese mismo ano, el General Flores nombraba A Castro Comandante en jefe de todas las fuerzas que estaban al Norte del Rio Negro. Tal fu^ la eonfian^a que el caudillo libertador de- posits en su leal subaltemo, fiel siempre A las tradi- eiones gloriosas del Partido Colorado y entusiasta defensor de la causa que abraz6 durante aquel pe- riodo agitado de nuestra historia polltica. Por aquella fecha, los serviciosde Castro eranhartb Gonocidos, no tan s61o en la tierra de su cuna, sino tambi^n en las provincias argentinas. El General Flores sabia perfectamente a qui^n confiaba sus fuer- zas, sabia que Castro era un jefe aguerrido y experto; motivo suficiente para depositar en su reconocida habilidad de soldado veterano, las grandes respon- sabilidades de la magna empresa. En sus operaciones al Norte del Rio Negro, en las que reveld Castro una actividad asombrosa, digna de un discipulo de Rivera, sufrid un pequeiio contraste en la costa del arroyo Don Esteban, en el actual de- partamento de RioNegpx). Castro habia dividido sus fuerzas para cumplir las instrucciones recibidas del General en Jefe, y que tendian a dominar la campaiia del Norte, mientras el completaba su accidn en el Sud, sobre Montevideo, preparando asi el triunfo to- tal, que ya se disenaba como una realidad. En ta- les circunstancias lo ataco una fiierza enemiga de infanteria y caballeria muy superior d la que con- servaba consigo Castro, y tuvo que cederle el campo con p^rdida de unos 20 y tantos hombres, entre los cuales se contaba al valiente Mayor don Modesto 188 YIDA MILITAR DE Castro, que cay 6 dando una carga recia a los infan- tes que mandaba Timoteo Aparicio. No se trata de una acei6n de importaneia, por mdd que algunos que escriben historia traten de insi- nuarlo. El mismo Castro, al comunicar el hecho al General en Jefe, se expresaba con cierta jocosidad, habldndole cede la corrida que le habian dado los blancos ; )> y es lo cierto que al dia siguiente de aquel encuentro (que ocurrio el 15 de Octubre de 1864), Castro estaba en Salsipuedes Grande, en plena ac- tiyidad, y sin preocuparse de otra cosa que de las disposiciones correspondientes al plan del General Flores. CAPlTULO XV EL FIN DE LA CAMPANA. — EN EL NORTE. — ^EL TRIUNFO. — LA PAZ. — LA TRIPLE ALIANZA. — GUERRA DEL PA- RAGUAY. — PRIMERAS OPERACIONES. Conociendo el jefe de la Cruzada el gran influjo que Castro ejercia sobre Urquiza, eon fecha 31 de Octubre de 1864 le dirigid, desde su Cuartel Gene- ral en el Durazno, una carta, en la que, entre otras cosas dignas de reproducirse, le decia lo siguiente : ((Envie usted un chasque A la Provineia de Entre- Rios, para que nos manden noticias nuestros amigos residentes en ella, y no deje de escribirle al General Urquiza, pues se me asegura que se aprontan algu- nos enemigos nuestros para invadir el pais, bajo el pretext© de creer amenazada la integridad de la Re- ptiblica por el Imperio del Brasil. ((Usted, mejor que nadie, eonoce la falsedad de esta asercidn, y es por ello (pie le recomiendo d usted trabaje sobre este particular. » Con fecha 7 de Noviembre del mismo ano, volvia d escribir el General Flores al Coronel don Enri(pie 190 VIDA MILITAR DE Castro, desde la estancia del Coronel Pefiarol, ex- plicdndole por qu^ rehula dar batalla A los blancos. De dicha correspondencia, conserrada in^dita hasta la fecha, entresacamos el siguiente p6rrafo, que expliea su actitud : ((He llegado hasta este destino, retirdndome de Servando G6mez, quien, despu^s de escopeteamos cuatro dias y tiramos mds de sesenta canonazos, formo llnea A 20 cuadras. Resolvl retiranne y no dar una batalla, porijue su infanterla era muy superior A la nuestra en ntimero. » Se acercaba, entretanto, el fin de la gloriosa revo- lueion. La actitud del Gobiemo bianco con el Brasil habla obligado A este A tomar represalias invadiendo la Repioblica con sus ej^rcitos y movilizajido su es- cuadra con el mismo objeto. Los que hablan de las intervenciones extranjeras se olvidan, en este punto, de (jue acjuel Gobiemo, A ralz del rompimiento con el Brasil, gestion6 oficialmente una alianza con el tirano L6pez del Paraguay, quien, despu^s de protestar con- tra el Brasil, prepard su ejercito y se dispuso A tomar la ofensiva. La anarcpiia interna, las consecuencias de una serie de revoluciones y de desgobiemos, uni- das A estos gravisimos conflictos intemacionales, po- nlan nuevamente en peligro la independencia de la Reptiblica, su existencia de nacion. En tales circuns- tancias, no son seguramente los que produjeron esa situaci6n con sus torpezas y sus crlmenes, los que pueden hablar de amor A la libertad y d la indepen- dencia del pais : ese amor lo prob6, en cambio, el Ge- neral Flores al unirse con el Brasil para destruir los restos del desgraciado Gobiemo (jue invocaba la re- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 194 presentacidn nacional, al restablecerlapaz y la con- cordia en el interior y estrechar. los vineulos frater- nales con aquel pais y la Ai^entina, obteniendo asl la mejor y mds eficaz garantia de la naciona* lidad. Resuelto el General Flores a la accidn conjunta con el Brasil, marcho rdpidamente hacia la frontera« y.el dia 17 de Noviembre de 1864 llegaba d Cara- guatdy donde se le incorpord el General Neto con 2000 hombres de las tres armas. De alii, con uno de esos movimientos de la escuela riveiista, rdpidos y decisivos hasta lo increible, marcho sobre Paysandti, recogiendo k su paso las fuerzas organizadas, segun sus instrucciones, por Enrique Castro, con Gregorio Suarez, Luis Larrobla, Mdximo P^rez y otros. El dla 20 del mismo mes estaba el ej^rcito sobre Paysandu, y dos dias despu^s sobre el Salto, que tardd poco en rendirse. Cayd despu^s Paysandti, y el 20 de Enero, el Ge- neral Flores, desde la costa del Colorado, daba al pals su manifiesto memorable de triunfador desinte- resado y previsor. El 20 de Febrero se firmaba el tratado de paz que puso fin a la revolucion consa- grando su triunfo, y el dia 22 entraba el General Flo- res a Montevideo y tomaba posesion del poder su- premo como Gobemador provisorio. Entr6 el h^roe a la ciudad de la Defensa inmortal, sin aparato ni ostentacidn, con su traje sencillisimo de campana, en el que no habia un solo galon; y d su lado figuraba, entre el grupo de los benemdritos jefes de la campana, el Coronel don Enrique Cas- tro. 192 VIDA MILITAR DE Restablecida la paz en el pais, quedaba un grave problema por solueionar: la amenaza del Paraguay, que, como lo hemos dicho, se disponia, por resolu- ci6ii del tirano Lopez, d intervenir en las cuestiones del Rio de la Plata, y especialmente en nuestro pals. Para defender se de esa agresion; para restablecer en el pais hermano, sometido a una dominacion opro- biosa, la libertad y el dereeho, mas que por verigar agravios, que tambi^n existian y clamaban venganza, se formo la Triple Alianza del Brasil, la Argentina y la Reptiblica Oriental del Uruguay. Por el tratado firmado el 1.° de Mayo de 1865 en- tre los plenipotenciarios del Uruguay, Brasil y la Reptiblica Argentina, se estipulaba que la direecion de las armas aliadas seria eonfiada al Presidente de la Argentina, general en jefe de su ejereito. Bri- gadier General don Bartolome Mitre; las fuerzas maritimas estarian bajo el inmediato mando del Vicealmirante Vizconde de Tamandare, coman- dante en jefe de la escuadra de S. M. el Emperador del Brasil, y las fuerzas de tierra de la Reptiblica Oriental del Uruguay, con una division de las fuerzas argentinas y otra de las fuerzas brasileras, debian formar un ejereito bajo las ordenes inmediatas del Gobernador provisorio de la Reptiblica Oriental, Brigadier General don Venancio Flores. Este tratado fue firmado en la ciudad de Buenos Aires por los plenipotenciarios don Carlos de Castro, don F. Octaviano da Almeida Rosa y don Ruflno de Elizalde. La voz de la justicia y del hpnor, desconocidos por el despota paraguayo, congrego bajo una misma ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 193 bandera a los tres Estados del Rfo de la Plata, los cuales iban A protestar, con las armas en la mano, contra la barbaric y el despotism© (^>. Inmediatamente el Gobiemo presidido por el Ge- neral Flores se puso a organizar la division que de- bia incorporarse al ejercito de la Triple Alianza y cubrirse de gloria en la gran eampana. ElGoronel Castro, que sc encontraba en Paysandti, recibi6 instrucciones del Gobemador provisorio para que se preparara a incorporarse a aquella division con un contingente de caballeria, cuya selecci6n con- Aaba A su experiencia y conocimientos militares. El 19 de Mayo, un decreto del Gobiemo provi- sorio concedia el grado de Coronel Mayor d don Enrique Castro, 6. la vez que se ascendia a los prin- cipales jefes y oficiales de la Cruzada. Castro, con su actividad caracteristica, estuvo inmediatamente preparado para la gi*an campafia. Consagrado por vocacion al servicio de la patria, ni siquiera pre- gunto que puesto iba A ocupar en el ejercito: la or- den del General Flores lo encontro, como siempre, dispiiesto A la accidn y al sacrificio. ( 1 ) Como una demo8traci6a del serrilismo tk que hjibfaui deacendido los paragnayos en la ^poca de L<$pez, reprodadmos lo que dice Thompson en Bu obra La Querra dd Paragvay: «E1 paragnajo no se quejaba nunea de una injosticia j se hallaba enteramente satisfecho con todo lo que de« terminaba su superior. Si lo azotaban, se oonsolaba diclendo: «Si mi ipadre no me azota, ^qni^n me barf a este favor ?» Todos llamaban A su ofi- dal superior su padre. A L6pez le llamaban taita'guaxu 6 el padre grande; le decfan tambi^n mUamoroti, 6 el nino bUmeOf j earai 6 earai-guax^, que significa gran sefior,* ' Duarte tenfa orden de L<Spez pAra matar & todeiS los prisioneros que tomara, segdn consta de la comui^cad6n que aqu^l dirigi6 al General Bo- bles, 7 que fu^ interceptada por el General Paunero, que marchaba A iu- terporarse al General Flores. 13. 194 VIDA MILITAR DE El 22 de Junio de 1865 se embarco en Montevideo la Divisidn oriental. Estaba compuesta de los batallones ((Florida)), (c24 de Abril», ((Voluntarios Garibaldinos)) y ((Auxi- liares», aEseuadron de Artilleria Ligera)), ((Escua* dr6n Escolta)) y algunas caballerias de los suburbios de Montevideo y campana; en total: 1900 a 2000 hombreSi Iba como jefe superior provisorio de las fderzas el Coronel Mayor don Enrique Castro, Jefe efectivo de la divisidn de caballeria. La divisa decretada por el Gobiemo para el ejer- cito en operaciones en el Paraguay, como distin- tivo entre las fuerzas aliadas, eonsistia en una cinta punz6, evocadora de glorias verdaderamente nacio- nales, eon el lema Ej4rcito Oriental. En el costado izquierdo, encima de la cinta, lucia la escarapela na- clonal. El General Castro iba con las fuerzas expedicio- narias, d las que hizo una ovacion entusiasta la po- blaci6n entera de Montevideo. Hablando Leon de Palleja, en su importantisimo Diario, de las primeras operaciones realizadas por las tropas orientales en Entre-Rios, y a proposito del paso de las tropas al traves del Gualeguqycito, dice lo que reproducimos textualmente d conti- nuacion: (( La infanteria conducida por el General don En- rique Castro costeo el arroyo aguas arriba, como dos leguas cortas, y paso por un puente medio des- hecho, que fue reparado la vlspera por dicho Gene- ral Castro. Tiempo es ya que diga algo de este seiior y de su hermano el Comandante don Goyo Castro. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 195 Gomo han permanecido muchos aiios en esta pro- vincia (se refiere d Entre-Rios) tienen muchas rela- ciones en ella y la conocen A palmos. El General ex- plota A su sabor estos eonocimientos ; apela d ellos en todos los easos ; todos deben estarles sumamente recpnocidos, pues es humanamente imposible haeer mds que lo que hacen estos dos excelentes amigos y benemeritos militares. «Es muy probable que luego que el General en Jefe se encuentre mds bien provisto de todo, ocupen estos dos jefes un puesto elevado en el mando inme^ diato de las tropas. » El General Gastro trabajo con tes6n en el paso del ej^rcito por Mocoretd, realizado el 27 de Julio, arre- glando la balsa que se improvisd eon tres canoas y las tablas que se aprovecharon al efecto. El General Flores confiaba en las recomendables aptitudes de Castro, quien tantas pruebas de aetivi- dad habla dado siendo su Jefe de Estado Mayor en la Gruzada Libertadora. Las dificultades del terreno eran pronto allanadas con verdadera habilidad. El en persona dirigia cualquier operacidn de pa- saje 6 de desmonte, dando asi alto ejemplo A sus sol- dados del esfuerzo y voluntad que debe desplegar todo aquel que hace de la profesi6n militar un culto y de la defensa de una idea verdadero apostolado. En el paso del rio Mirihqy, efectuado por la caba- llerla el 4 de Agosto, esta fiie fraccionada en tres di- visiones, correspondiendo el mando de la primera, compuesta de cuatro regimientos de d dos escuadro- nes, al General Enrique Gastro ; la segunda al Gene- ral Borges, y la tercera al General Sudrez. 196 VIDA MILITAR DE De tanta importancia era el paso de tan caudalosa corriente de agua, que el Coronel Palleja escribia: i>amos dpasar el Rubicon, El General Castro eon 2000 hombres, y el Coronel Reguera eon 600, habian sido enviados antes de Ya- iqy d retaguardia de los paraguayos, con orden d« marchar hasta la Encarnacidn, es decir, por el ca- mino que habian recorrido los paraguayos, eon el objeto de cortar sus comunicaciones y reconocer el pais, para el caso en que se enviaran refuerzos al socorro de Estigarribia. CAPlTULO XVI YATAY. — TOMA DE URUGUAY ANA. — TRIUNFOS DE SAN CARLOS. — IMPORTANTES OPERACIONES DE CASTRO EN MISIONES. El 17 de Agosto de 186S, el ejercito aliado, al mando del Exemo. senor General don Venancio Flo- res, y la columna paraguaya, fuerte de mds de 3000 hombres de las tres armas, que habia invadido el territorio argentino por la margen derecha del Uru- guay, libraron la accion memorable de Yatqy. Esta batalla fue la primera y la precursora de la eom- pleta victoria en la gran campana del Paraguay. Ella evit6 la invasidn de las fuerzas paraguayas al territ torio oriental, did margen a la capitulacidn de Uru- gu€f>yana, y sirvio, como Caseros, para dar realce y nombre d las armas nacionales fuera de las fronr teras de la patria. Si bien es cierto que las yeteranas eolumnas de sol- dados uruguayos fueron las tiltimas en llegar altea- tro de los acontecimientos militares, tambi^n es ver- dad que les cupo en suerte ser las primeras en en- r I 198 YIDA MILITAR DE contrarse frente d frente y en abierta hostilidad con los organizados ej^rcitos contraiios. Al General don Venancio Flores le toco dirigir en jefe el combate y el honor de tener en el primer en- cuentro, bajo sus dr denes y a las tres bander as de las naciones aliadas, como lo expresd don Barto- lom^ Mitre. La accion se desarrollo en la rinconada qne forma la confluencia del arroyo Yatay eon el rio Uruguay, y en un pesimo lerreno, hondo y pantanoso. La Division oriental la componian dos baterias de iartilleria bajo el comando del General Nieasio Bpr- ges, dos brigadas de infanteria confiadas d la intre- pidez del Coronel Leon de Palleja, y eonstituidas por los batallones «24 de Abril)), «Florida)>, ((Le- gion Voluntarios » del Comandante don Jose Can- dido Bustamante, ((Voluntarios » del Coronel Fidelis, y la caballeria cpie estuvo d cargo de los Generales Gregorio Sudrez y Enricjue Castro, con excepci6n del ((Regimiento Escolta», d cuyo frente figuraba el Comandante Fortunato Flores. En la maiiana del 17 de Agosto de 1865, una ma- liana de incesante lluvia y de frio intenso, el ejercitb marchaba en columnas paralelas con distancias para desplegar, y d su vanguardia iba Sudrez con sus ea- cuadrones. A poco andar estuvieron sobre el ene- migo, el cual tom6 sus posiciones en una gran arbo-- leda rodeada por zanjas de tres metros de ancho por dos de profundidad, y las cuales sirvieron para ser ocupadas por dobles guerrillas de las infanterlas de Duarte. El General Flores en persona se adelant6 hasta ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 199 descubrir la llnea que se le presentaba y desplego A su frente las companias de cazadores de sus cuatro batallones, las cuales se encargaron, como lo hicie- ron d los pocos instantes, de reehazar A las del ad- Versario, que se parapetaron en los primeros fosos. A las 10 y 55 se oyo una serie de toques de elarin, que fueron seguidos por los ecos imponentes y atro- nadores de las bocas de fiiego y las nutridas descar- gas de fusilerfa. Habia empezado el eombate. Los soldados orientales tomaron la ofensiva, ganando te- rreno, como era su costumbre. Pasados algunos minutos de entablada la lucha, el Mayor Eduardo Flores trasmitio la orden a Palleja de cargar d la bayoneta, A lo que contesto este : /Hace un cuarto de hora que espero impaciente esa orden/ El adversario se encontro impotente para resistir el fuerte empuje de los aliados y ptisose en retirada, eon intencion de vadear el arroyo Yatqy por su unico paso; pero tuvo que sufrir la embestida de las pu- jantes caballerias de Sudrez, A las que correspondia el turno de operar. Obligados por el gaucbaje embravecido a inter- narse en los banados del rio, los enemigos se azota- ron al Uruguay y al Yatay, debido al fiiego recio con que los apuraban el ((24 de Abril)) y el ((Florida)). • i 3200 paraguayos eran doblados por el impetu b6- lico de 1200 orientales de la columna de vanguardia ! Los argentinos y brasileros completaron el triunfo* A las 12 y 15 minutos estaba terminada la batalla. Los paraguayos abandonaron en el campo de pelea 1700 cadaveres, 300 heridos, 1200 prisioneros, entre los cuales figuraba Duarte, su jefe superior, cuatro 200 VIDA MILITAR DE banderas y toda la artilleria, despues de pelear como leones, porque su lema era morir antes que rendirse. Nuestra bandera cobijo entre sus pliegues d 250 eriollos entre muertos y heridos, figurando en el n6- mero de los primeros Teodoro Ferreira, el de alma templada y corazdn noble, y contdndose entre los segundos Mdximo Pei*ez, la primera lanza de Mer- cedes, Candido Bustamante, que reunia en su per- sonalidad la accion y el pensamiento, el guapo Fide- lis y el fogueado Regules. El General Flores daba cuenta del resultado ob- tenido, eon las siguientes palabi*as : Todos han lie- nado su deber en el campo de batalla. El pueblo de Montevideo i*ecibi6 eleetiizado la primera notieia del triunfo de nuestro pabellon en territorio extranjero, donde se le vio tremolar pai^ defender los altos principios humanitarios y civiliza- dores ; y como merecido homenaje a aquella impere- cedera gloria de las armas nacionales, se organizo una gran manifestacion encabezada por los Mag^ii- nos, los Ramirez, los Rodriguez, los Alvarez, los Tompson, los Araujo, los Mac-Coll, los Domec, los Umar^n, los Nebel y tantos otros ciudadanos que quisieron testimoniar pM>licamente las simpatias de la poblacion por los vencedores de Yat(iy. Y aquel acto, por todos conceptos solemnisimo, fue brillan- temente coronado con la elocuente palabra tribuni- cia del doctor Jose Pedro Ramirez. Con motivo de este glorioso hecho de armas, en que tuvo tanta y tan brillante participacion don En- rique Castro, el Gobernador delegado doctor don Francisco A. Vidal, en acuerdo de Ministros, expi- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 201 did un decreto, fechado el 30 de Septiembre de 1865, por el cual se creaba una medalla de honor, desti- nada A todos los individuos que asistieron d tan me^ morable batalla. En tanto que el ejereito paraguayo se atrineheraba en Uruguq/yana, despues del serio eontraste del Ya^ toy, el General Castro marcho Uruguay arriba, por su margen derecha, eon una fuerte columna de 1500 jinetes, con el fin de establecerse por la Cruz, Aun- que escaso de eaballada, continuo el General Castro ayanzando por dicha margen, sin encontrar obsta- eulo de ninguna especie. La toma de Uruguay ana, efectuada el 18 de Sep- tiembre de 1865, importo la rendieion a las tropas aliadas, del ejereito paraguayo mandado por el Ge- neral Antonio Estigarribia, compuesto de mas de 6000 hombres, y se obtuvieron como trofeos de esta vic- toria, que no costo a los aliados ni una sola gota de sangre, 5 canones, 9 banderas, mas de 5000 fusiles, como 1300 lanzas con susl^anderolas de colfidoes^pa- raguayos, tercerolas, correaje, cajas de guerra y de equipos, y ademas una escuadrilla de canoas y bal- sas de que disponian los paraguayos para evadirse. Estos primeros triunfos de los aliados en su lucha contra los paraguayos, produjeron en el animo de Lopez honda conmocion. Un historiador que peca por su parcialidad manifiesta en favor de la causa del tirano, escribe que cuando Lopez recibio la noti- cia de la rendieion de Estigarribia,-^noticia que cayo sobre Lopez como un rayo, — rugia de colera contra su general. Y para dar mayor realce a su afirmacidn, agrega: 20£ VIDA MILITAR DE <(Este fue el unico rev^s que durante la guerra afeeto verdaderamente A L6pez, aunque no lo mos- tro ptiblieamente. ((Paso tres dias presa de tan fuiiosa rabia, que ni aun su hijo, A quien queria loeamente, se atrevia d acercdrsele. » El 20 de Septiembre el General Castro se eneon- traba en Santo Tome, teniendo a su frente la co- lumna del Coronel Reguera ; de los enemigos no ha- bia mds que una fuerza que se encontraba en las puntas del Aguapey y vueltas del OmbA, al oeste de Santo Tome. El General Castro se proponia batir dicha fuerza. Con fecha 27 de Septiembre de 1865, el doctor Ju- lio Herrera y Obes escribia desde el Paso de los Litres, al director de El Siglo: ((El General Cas- tro, con su hermosa division de 1500 hombres, y el Coronel Reguera con la suya, de cerca de 700, estdn ya en territorio paraguayo, haciendo flamear nues- tras banderas. (( Las noticias que estos jefes anuncian es (jue todo ese lado de Itapud esta completamente abandonado, no existiendo en los pasos y pueblos del camino sino pequenas guardias. De estas se ban tornado dospri- sioneros al enemigo, los cuales, a pesar de haber side puestos en libertad por el general, no (juisieron vol- verse y pidieron ser incorporados al batallon que, con los prisioneros de Uruguwyana, se ha formado aqui bajo el mando del Comandante Ellas ( ^ ).» ( 1 ) £fe€tivaiuoDie, de los prisioneros que correspondieron & la DiTisidn oriental, y que asceudfan al ndmero de 15o0, se sacaron 450 para formmr un batall6n pue^to bajo el niaudo de Elias. ENRIQUE Y OREGORIO CASTRO 203 Las operaciones de guerra continuaban, y nues- tro biografiado hacia mds grande su personalidad en medio de las penosas exigencias de la lucha. Encontrdndose el General en Jefe de la primera divisi6n de operaciones, General Enrique Castro, en el campamento de San Alonso, comunic6 al General en Jefe del ej^rcito de vanguardia. Brigadier don Ve- nancio Flores, el triunfo obtenido por una expedi- cion d cargo d^l Goronel don Isidoro J. Reguera, sobre las fuerzas paraguayas, en un campo inmediato A San Carlos, en territorio del Paraguay. La importancia de este hecho esta en que las tro- pas mandadas por el Goronel Reguera — 700 hom'^ bres entre argentinos y orientales — hicieron flamear las banderas de sus respectivos paises, por vez pri- mera, en territorio paraguayo, como asi lo declaraba el General Venancio Flores en la nota enviada al Ministro de Guerra y Marina, Goronel don Lo- renzo Batlle, desde el Guartel General de Tapiquh^, y en la orden general dada en el Cuartel General del Paso de los Litres, dirigida A los soldados del ejer- dto aliado de vanguardia. ' La infanteria y la cabaUeria paraguayas fueron dis- persadas, quedando 20 muertos y 14 prisioneros y tremolando victoriosas sobre los muros de San Car* ios, las banderas blanca y celeste, de orientales y ar- gentinos. No transcurriria un mes sin que las fuerzas a or- denes del bizarro General Enrique Castro cubrieran de gloria su pabellon augusto, con la misma brillati- tez con que lucieron su gallardia desde el exito icft: perecedero del Yatc^ y demas combates libradosal 204 VIDA MILITAR DE pisar en territorio argentino. La lucha iba a tomar otro caracter mas trascendental. Ya no tendria por teatro el campo raso, sino que tomaria a la toma de tiineheras y ^ la destruceion de fortificaciones. Una correspondencia mandada del Guartel Gene- ral, en arroyo Yq)^gu^y dos leguas al Norte de MirU nay, con fecha 12 de Octubre de 1868, daba cuenta del exito de las operaciones de la eoliunna de obser- vacidn, a ordenes del General Enrique Castro y Co- ronel Reguera. Ambos jefes, eon fecha 3 del mismo mes, comuni- caban haberse posesionado de las celebres trinche^ ras ( ^ ), donde encontraron una pequena fuerza como de 100 infantes, que despues de una debil resistencia, se embarco en nueve canoas, pasando del otro lado del Parana. De las trincheras, nuestras fuerzas tomaron mds de 1000 animales vacunos y caballares, cuatro carretas y bueyes. Los mencionados jefes, despues de recorrer el Rincon del Ombti y de haber recogido igualmente algunas puntas de ganado vacuno y yeguada, pasa- ban a Candelaria ( 2 ), en donde iban A rescatar la ha- cienda robada por los paraguayos en las provincias argentinas. He aqui como el General Castro noticiaba las ha- zanas realizadas en aqueUas apartadas zonas y las ( 1 ) Las triDcheras consistfan en una pared de piedra que tenia como tres varas de alto j una extenaidu como de 15 & 20 cuadras. £1 campo so- bre el que se encontral>an era montuoso j i6\o liabfa un camino. ( 2 ) £1 R%no6n de Candelaria tiene cineo leguas de extensida, pero el te* rreno es m&s montuoso que el de las trinckvraSf j con un solo paso do entrada y salida. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 205 penurias d que se sometian estoicamente, por cum- pKr un patridtico deber, ^1 y sus abnegados y va- lientes servidores: «Ap{p^, NoTiembre 14 de 1866. ((Seiior don Bautista Castro, <(Querido Bautista : * He recorrido desde la Candelaria hasta este punto, despu^s de haber tornado las trincheras de Itapud, Candelaria, Tranquera San Jose, Tranquera San Miguel y Loreto, Segdn notas que teugo del General Cdeeres y Flores, los ejercitos estdn ya de este lado del rio Corrientes, aproximdndose a la costa del Pa- rand. Desde hace pocos dias recien he encontrado familias, pues las Misiones estan desiertas. ((Yo con mi division estaba A 80 leguas de los ejer- citos, sin proteccion de ninguna clase; pero la Pro- videncia quiso ampararme y que triunfara comple- tamente de mis enemigos. «Mis relaciones son unicamente con mis soldados. ((Gomo siempre, tu hermano y amigo te desea toda felicidad. nEnrique Castro, :» Gomo complemento de la carta anterior, resumi- mos d continuacion las importantes operaciones rea- lizadas por la divisidn del General Gastro en la pri- mera quincena de Octubre de 1865. En dos expedi- 206 YIDA MILITAR DE clones, encomendadas, una al Teniente Eugenio Les- cano, y otra al Coronel Reguera, qait6 el primero d los paraguayos 1000 animales vacunos y 400 ye- guarizos, y el segundo 20000 animales entre vacu- nos y yeguarizos. Con ese motivo, el General Flores, acusando re- cibo de las comunicaciones remitidas por Castro, le dirigia estas palabras justicieras: (cFelicite en mi nombre al Coronel Reguera y d todos los valientes que forman la vanguardia de la divisidn de su mando, recibiendo V. S. y toda la di- Yisi6n d sus 6rdenes iguales felicitaciones por el de- nuedo y heroismo con que se han conducido, como tambi^n por la disciplina y moral ( ) con que han marchado en esa penosisima campaiia en que se han cubierto de gloria.)) El importante diario El Siglo, escrito d la saz6n por el distinguido publicista doctor don Jos^ Pedro Ramirez, dando cuenta de estos hechos, hablaba en estos terminos, respecto del General Castro: c<La columna de caballeria que el General en Jefe de la vanguardia desprendio a las ordenes del General oriental don Enrique Castro, hace sus correrias por la frontera del Paraguay, derrotando y persiguiendo al enemigo en todas direcciones. « tJltimamente ha tomado varios pueblos guame- (1) Et^tas palabras del Qeneral Flores do son un lagar comlin con re- ]aci6a al General Castro ; porque, como lo veremos m&s adelante, €i supo imponer en el ej^rcito 6 sus 6rdenes una disciplina y una moralidad ad- mirables y dignas de las milicias orientales, que ya, en la campafia de 1852 contra Rosas, dieron el ejemplo de que no desertara ni se extras iase un solo soldado, ni alguno de ellos cometiera una falta reprensible. ENRIQUE Y GRSGORIO CASTRO 207 cidos con pequenas faerzas de infanteria, que hu- yen al solo amago de nuestros valientes. «Eii esas correrias, el General Castro ha recupe- rado mas de 30000 cabezas de ganado vacuno y ye- guarizo, de las arreadas que impunemente han es- tado haciendo los paraguayos en la Provincia de Co- rrientes. ((El resultado, pues, de la arriesgada operaci6n del General Castro, no puede ser mds satisfactorio hasta ahora, y asl lo reeonocen los Generales Mitre y Flores.j) Las fuerzas del General Enrique Castro y Coro- nel Reguera corrian desde la Tranquei^a de Loreto hasta la Trinchera, sin tropiezo de ninguna clase, segtin lo comunicaba el Coronel Paiba, desde Cuqy- Chico, con fecha 30 de Octubre de 1868. A prop6sito de las operaciones realizadas por la division del General Castro en las Misiones, he aqui lo que dice en la pagina 234 de su Diario, el invicto Palleja; (( Del General Castro se sabe que ha limpiado las Misiones de paraguayos y ha Uegado hasta la Can- delaria, tomando a los enemigos las haciendas y ye- guadas que habian acumulado sobre el Parana; las infelices Misiones han sido barridas. No quedan ya por este lado, sobre el territorio de Corrientes, mds fuerzas que una guardia fuerte que conservan en la Tranquera de Loreto, punto estrategico de la ma- yor importancia, por ser el estrecho de la tierra firme entre la laguna Iberd y rio Par and, por el cual pasa un camino unico por esas alturas, llenas de lagunas y baiiados por este lado del Parana. Ese 208 VIDA MILITAR 1>E camino es el que se propone seguir el Greneral Castix).)> Los correntinos que se unieron a los paraguayos contra los ejercitos aliados, presentdronse mas tarde d sus jefes, y con especialidad d Castro, d quien mu- cho respetaban, solicitando indulto. Muchos de ellos volvian con sus familias. El General Castro proveyo de caballerias y reses A la Division oriental, siendo todas ellas de las to- madas de las estancias de Misiones. Con fecha 2 de Noviembre de 1865, el General Castro, que, como hemos dicho, figuraba como Ge- neral en Jefe de la primera division del ejercito aliado de vanguardia, elevo un parte al General Flores, desde la Tranquera de Loreto, por el que participaba que los paraguayos liabian pasado en fuga precipitadamente el Parana, por el Paso de la P atria, A mediados de Noviembre, el General Castro ha- bia ya entregado el servicio de la costa del alto Pa- rana al Coronel Paiba, quien pasaba con su divi- sion y la del Coronel Reguera a hacei'se cargo de esta parte de la frontera del Paraguay. En las expediciones hechas a Candelaria y Trm" cheras, el Coronel Reguera estaba bajo las ordenes del General Castro. El General Flores llego al campamento del Gene- ral Castro, en la costa del Parana, el dia 4 de Di- ciembre, y el 5 el General Castro se uni6 con el grueso de la division, despues de una separaci6n de mds de tres meses. La divisi6n de caballeria confiada a la pericia y ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 209 al valor del General Castro, realizo, durante ese lapso de tiempo, tan importantes como arriesgadas operaeiones, sin vestuario, sin cooperacion de nin- guna especie, sin paga y.cruzando verdadei'os dc- siertos. La incorporacion de dicha division de caballeria al ejercito de vanguardia se verified el dia 6, des- pues de haber atravesado bafiados, riachos y este- ros, en cuyos fondos fangosos quedaron sepultados como 500 caballos. Cuando el General Enrique Castro desfilo con su division por delante del campamento, en la marcha emprendida sobre las barrancas del Par and, el Ge- neral Flores inando que le saludaran las miisicas del ejercito con el Himno Oriental. Ocupandose el Coronel Palleja de la censurable inaccion del General Marquez, que, con un ejercito de 7000 hombres de las tres armas, y su equipajo de barcas en San Borja, del otro lado del Uruguay, habia permitido a los paraguayos posesionarse nue- vamente de la Tranquera de Loreto, se expresaba asl: c(Da grima el ver, por esta parsimonia inexpli- cable, desvirtuarse el feliz resultado de la expe- dicion del General Castro a Misiones. No bien falto el de alii, cuando van volviendo las cosas al mismo estado en que se encontraban antes de presentai*se sobre el Parana este jefe oriental con la divisidn Reguera y 800 jinetes orientales.» IL GAPlTULO XVII ESTERO BELLACO. — TAIxf CORA. — BATALLA DEL PO- TRERO DEL SAUCE : BOQUEr6n. — OBSERVACIONES DE CASTRO . — CURUPA YTf . El ejercito aliado, el mds numeroso que hasta en- tonces habla visto la America, se encontraba el 30 de Dieiembre de 1865 dinmediaciones del rio Parand, tinica barrera que lo separaba del territoHo para- guayo. El ejercito argentine, fuerte de 20,000 hombres, estaba acampado d una legua del Paso de la P atria ^ El General Flores, con 4000 de sus soldados, estaba en la margen derecha del rio. El Mariscal Osorio, a retaguardia, disponla de 30,000 hombres; en total, un. ejercito de 50,000 combatientes estaba pronto para invadir el Paraguay por ese punto; mientras que el Marques de Porto Alegre, el General Enrique Castro y el Coronel Paiba invadirlan por Itapud, al frente de 12,000 hombres. Guando la sorpresa de Estero Bellaco (i), rea- ct ) ei Estero Bellaco, Beg&n Tbompson, consiste en doB corrienteB de agua poralelas, que casi siempre guardan una distant ia de tres millas, se- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 211 lizada por las fuerzas paraguayas el dia 2 de Mayo de 1866, el General Castro tenia A sus drdenes las caballerlas. Sabido es que la victoria se decidid por los orien- tales merced al heroismo de los tres batallones que, al deeir de Thompson, quedaron solos para eontra- rrestar el empuje de los paraguayos. Con sobrada razon Palleja, uno de los heroes de aquel dia memorable, en que quedaron en el campo de batalla 800 soldados entre muertos y heridos, escribia lleno de patriotico entusiasmo: (cEl soldado oriental, sin disputa, es el mejor de Sud-Am^riea, por su sufrimiento y valor.)) Al dar cuenta el Coronel Palleja de lo realizado por los ej^rcitos beligerantes en los primeros dias del mes de Mayo de 1866, y del trazado de tres ba- terias de fuegos cruzados al frente del Norte del campo atrincherado de Lopez, consignaba que el General Castro habla pasado sus dos regimientos de caballerla orientales desmontados, y quedaba de Gomandante del campo atrincherado del Paso de la P atria, con esa fuerza y otra mds, argentina, y probablemente alguna brasilera. «Asi, agrega, tendremos segura la pasada de ha- ciendas, cabalgaduras y viveres para el ejercito, diespues de su salida en procura de L6pez.)) Los trabajos de fortificacion del referido campo atrincherado se hicieron con suma lentitud. paradas una de otra por un espeso bosque de palmas llamadas Ya^y, que se hallan & la altura de 30 & 100 pies sobre el nivel de los esteros. Lo que hacfa poco meDOs que imposible la maniobra de las caballerfas, era el fondo del terrene, por los hojos que hacfan los caballos con sus yasoa al pasar. 212 YIDA MILITAR D£ Tan cs asl, que aun el dia 18 la fortifieacion de la . parte Norte no estaba terminada; las tres lunetas no estaban ligadas aun, quedaban aisladas y sin dotacion de piezas. El seiior E. G. Jourdan, Teniente del ejercito bra- silero y miembrp de la Comision de Ingenieros del ejercito, juzga a Castro en los tdrminos que d con-, tinuacion. se reproducen, en su obra Guerra do Paragu(i)% con motivo del comportamiento de . nuestro biografiado en la batalla del 24 de Mayo: aCastro, Sampayo, Paunero, Argollo, Netto y otros valientes jefes, mandan dignamente, dando > ejemplo de heroicidad d nuestros bravos cama- radas (i). El 24 del mismo mes, las armas aliadas obtuvieron un triunfo mayor, derrotando a un ejercito de 23,000 paraguayos mandados por los principales Gene- rales de Lopez: Barrios, Resquin y Diaz. Gierto es que los aliados eran superiores en numero, pero esa yentaja estaba aminorada, como en casi toda esta campaiia, por las enormes dificultades del te- rreno. Fu^, de todas maneras, la batalla llamada de Tuyuti, una de las mas importantes libradas en estos paises. Los paraguayos dejaron en el campo de batalla 6000 entre muertos y heridos, y 500 pri- sioneros, Uevandose, ademds, otros 4000 heridos; los aliados, por su parte, tuvieron 3913 bajas, entre muertos, heridos y contusos. El General Castro, en carta dirigida d su hermano (I) Obra ciUda, piig. 27. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 213 Juan Bautista, narra lo principal de la sangrienta batalla, en los siguientes parrafos: ((El dla 24, d las 12 del dia, avanzaron los para- guayos, en numero de 13 d 14,000 hombres de las tres armas, por varios pantos, d nuestro ejercito, y como nuestra llnea estaba muy inmediata d la de los Paraguay OS, cuando acordaron nuestras avan- zadas, ya estaban eritreveradas con el enemigo. Hi- eieron retroceder a los I)atallones nuestros ((Liber- tad)) e (dndependencia)), que eran los que estaban de servicio, por no poder competir con una fuerza tan desigual. ((Pero un .momento despues, lo que los enemigos cargaron hasta nuestras Ifneas de proteccion, empe- zaron d hiacer fuego nuestras piezas y batallones, hasta vencerlos y lie varios sobre sus lineas. ((El General Osorio, por el costado izquierdo, corto una fuerza de los paraguayos de tres d cuatro mil hombres;. los mismos que, como d las tres horas de un fuego nutrido, sucumbieron; el resto se repleg6 al centro y derecha, donde fueron completamente rechazados, y la mayor parte de ellos quedaron en el campo de batalla. ((El fuego duro hasta las cinco de la tarde sin cesar. Se confundian los tiros de canon con las descargas de fusileria, por ser tan sumamente nutrido el fuego. ((El resultado ha sido tan desfavorable para los paraguayos, que se calcula que ban tenido de diez d doce mil bajas. ((Por nuestra parte, se c&lcula en dos mil, cntre «llos la p^rdida de algunos jefes amigos.)) 214 VIDA MILITAR DE El mes de Julio fue el mas activo de toda la cam- pana: El dia 10, una divisidn argentina sostuvo el corn- bate Uamado de Taiti-cord, en el que aquella perdid 400 hombres y los paraguayos unos 500; en los dlas 16, 17 y 18, todo el ejercito combati6 en el campo del Potrero del Sauce, siendo la ultima de esas jo^- nadas, la c^lebre del Boqueron. Los paraguayos se habian"fortifieado en ese punto, aprovechando una inexplicable desidia de los alia- dos, que el General Mitre y los historiadores aiv gentinos atribuyen unicamente a los brasileros. Lo cierto es que la serie de combates fue iniciada el dia 16 por los brasileros, a las ordenes del General Poli- doro, que habia sustituido al Uustre Mariscal Oso- rio, y aunque fuerzas argentinas apoyaron a aqu€- llos en el combate, el honor de la Jornada les corres- pondio casi por entero. El dia 17 continuo el combate casi en absolute entre las artillerias de los dos campos, y el 18 se Uevo el ataque m^s formidable d las trincheras pa- raguayas. Mandaba en jefe ese dia el GoncM ul Flores, y la division argentina, a ordenes del (^oronel Domin- guez, se cubrio de gloria, lo mismo cjue la brasilera, que obedecia al General Victorino. En cuanto d los orientales, estuvieron representados dignamente, aparte del comando superior que toc6 al General Flores, por el Coronel Palleja, que encabez6 el mds vigoroso y heroico de los ataques, perdiendo en 61 la vida; por el aBatallon Florida)>, conducido valientC" mente hasta las trincheras por el Gapitdn Pereda, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 215 que ejercia el mando accidentalmente, y por el Co- mandante Fortunato Flores, que guio a la columna Argentina, en el ataque, primero, y en la retirada salvadora despu^s, mereciendo los elo^os un^ni- mes de los jefes^ repetidos d la distancia con justicia por historiadores como Garmendia y otros. Las tropas aliadas perdieron en los tres dias cerca de 5000 hombres, y los paraguayos, que estuvieron a la defensiva, unos 2500. Lo mds memorable para nosotros en esa acci6n, cs la muerte del Coronel Leon de Palleja, el valiente e ilustrado guerreador del Sitio Grande y de Caseros, el experimentado tactico y organizador que ha le- gado en sus Ordenanzas y en su Diario de la cam- pafia del Paraguay (que alcanza hasta la vispera de su muerte), dos obras Ucnas de ensefianzas pro- vechosas. Despues del eombatc del Potrero del Sauce, el hecho mas importante fue la toma de Curuzti, en que cupo todo el merito d la escuadra brasilera y al ej^rcito de la misma nacion, mandado ^ste por el Baron de Porto Alegre. Esa accidn fue librada el i.° de Septiembre. Poeos dias despues se realizaba, a pedido de Lopez, su famosa entrevista coti el gene- ralisinio de los aliados. No se ha llegado d (ionocer ni el verdadero objeto de la entrevista ni las causas de su fracaso; pero de lo que no hay duda, es de que Ldpez aprovecho el tiempo perdido en aquellas entrevistas y la demora en las operaciones que el G^eneral Mitre habia confiado al ejercito brasilero, para fortificar el por siempre memorable campo de Curupivyti, preparando a los aliados unb de los mds 216 VIDA MILITAR DE Tudos reveses que hay an sufrido en esa campana. El General Castro, en carta dirigida al Coronel Moyano, da sobre la entrevista referida y las causas que ci'ee haber penetrado, detalles de mucho inte- res, y que por lo mismo reproducimos en seguida : •Tiiyutf, 30 dc.Novierabre de 1R66 « El ejercito de Lopez estd deshecho .... este tirano ha perdido el prestigio que tenia sobre los Paraguay OS. «E1 primero entre ellos que ha participado de los grandes sentimientos y fines de la Triple Alianza, ha sido un joven Capitdn de nombi^e Dolores Paiva, hijo del pueblo Encarnacion, en las Misiones. c(Este valiente oficial, inspirado por la libertad de su patria, ha sacudido el yugo de la tirania, pro- nunciandose en favor de nuestra santa causa, al frente de 300 hombres decididos. Su primer paso fue posesionarse de Cerro Ledn, donde tom6 las municiones y annas quie creyo conveniente, inuti- lizando lo que no pudo llevar. . c(De alii paso a fortificai'se d la Cordillera, como media legua distante de Cerro Leon, y espero a una columna que venia a reducirlo. ((Atacado, pudo, no solo rechazar a los esclavos, sino vencerlos, pues una gran parte se paso durante la pelea. «Furioso Lopez, mando una segunda expedicidn de 800 hombres, con dos piezas. c<Esta columna no fue mas feliz que la anterior: los ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 217 libertadores quedaron diieiios de caiiones, carretas y gran ntimero de prisioneros. «Contando ya el jefe de la revolueion con 600 honi- bres, los mejores caballos y de 3000 a 4000 reses, to- madas en las estaneias de L6pez, dej6 la Cordillera y se puso en marcha hacia la Candelaria, buscando la incorporaeion 6 proteccion de las fuerzas brasile- ras, que en aquellas alturas ocupaban la margen iz- quierda del Par and, «Guando el chasque que el Gapitan Paiva mando con las comunicaciones dejo las fuerzas revolucio- narias, quedaban estas en Pibicuari-Guazu, donde diarias reuniones venian a engrosair sus filas. ((Cuenta el chasque que, cuando Lopez pidio la primera ent re vista a Mitre, ya tenia conocimiento de la segunda victoria alcanzada por los revolucio- narios. « Se cree que el movimiento revolucionario tenga grandes ramificaciones; de donde deducen algunos que a Lopez le sucedera lo -que a Estigarribia en UrugucLyana, <( De aqui nada hay de impoi'tancia que comunicar . «Los dias 25 k 27 los enemigos nos enviaron al- gunas canoneras, pero muy luego fueron apagados sus'fuegos por los tiros certeros que hicieron los inteligentes oficiales brasileros. «En la derecha, las guardias de caballeria ban hecho dos sorpresas: en la primera mataron once hombres, en la segunda cinco, y cayeroii tres pri- sioneros; perdiendo iiosotros un Gapitan y tres sol- dados heridos. « He visto con satisfacci6n en los diarios, que ban 218 VIDA MILITAR DE tornado con entusiasmo la idea del ferrocarril. jOjald fuera imitado por todos nuestros paisanos> que en- tonces pronto veriamos d nuestro pais convertido en un verdadero paraiso» como es\A destinado A serlo por lo favorecido de su clima y lo hermoso de su suelo. ((Siempre tu amigo de corazon, ii Enrique Castro. » Como se ve por los parrafos finales de la carta transcripta, en medio de las preocupaciones de la terrible guerra y de los problemas a ella vincula- dos, el General Castro se mostraba interesado por el progreso de su patria y convencido del porvenir brillante que le deparaban sus recursos naturales* Ese rasgo, que caracteriza la personalidad sobre- saliente de nuestro biografiado, se revela a cada paso en su correspondencia; y para no citar otros testimonios, nos limitaremos a copiar una expre- sion contenida en una carta dirigida desde TiiyuU a su hermano Juan Bautista, con fecha 27 deFebrero de 1867. Despues de extenderse en consideraciones acerca de la gueiTa y sus consecuencias, concluia asi uno de los parrafos de la referida carta: <(T<i sa- bes que mi religion es el trabajo y no la espada.)) En la Jornada de Curupqyti, tan desastrosa para las ai'mas aliadas, el General Flores, segtin las mejores referencias, se opuso en los consejos dei guerra al plan del General Mitre, y tuvo a su cargo las principales caballerias del ejercito, con las cua- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 219 les amagd eficazmente la retaguardia de los para- guayos, mientras argentinos y brasileros, y especial- mente los piimeros, sostenfan el ataque de frente eon el exito desgraeiado que no es necesario men- cionar. El General Flores, al frente de la columna de ca- balleria, cumplio, como sabia hacerlo siempre, su parte en el plan de ataque, llegando hasta Tuyu-cu^, de donde regreso al conocerel desastrede Curupqyti. Por esos dias, finales de Septiembre, el jefe orien- tal fue llamado con urgencia de Montevideo, para atender los asuntos de Estado, que reclamaban una direccion mds energica y prestigiosa que la del Go- bemador delegado don Francisco A. Vidal. Al ausentarse el General Flores del ej^rcito de operaciones, trajo consigo algunas de las fuerzas que lo constituian y que creia necesarias para re- forzar la situacion del pais, que no era nada traii- quilizadora. Esas fuerzas se componian de los res- tos del heroico ccBatallon Florida®, a cuyo frente venia el Goronel don Fortunato Flores. Por una inspiracion poco feliz, el batallon de Pa- llejafue disuelto pocos diasdespues, desapareciendo por entonces el nombre evocador de glorias, para ser sustituldo por el «Libertad)), que recogi6 A jnuchos de los veteranos de aquel, pero que desgrar ciadamente, ni aun asi, habla de continuar su tra- dicion. El 3 de Octubre el General Flores reasumio sus funciones de Gobernador provisorio, para tomar bien pronto una serie de medidas, que constituyen titulos de los m^s saneados para ^1 como goberr nante progresista y liberal. CAPiTULO XVIII CASTRO QUEDA AL FRENTE DE LA DIVISION ORIENTAL. — SUS APTITUDES COMO JEFE. — CORRESPONDENCIA CON EL GENERAL FLORES. — RECONOCIMIENTO DE HU- MAITA. TUYUCUE. Aunque el General Flores pensaba que su ausen- cia del ejercito de operaciones en el Paraguay no seria, como habia de ser, definitiva, nombro para reemplazarlo en el comando en jefe de la Divisi6n oriental, al General don Enrique Castro. Desdeesta fecha, pues, nuestro biografiado desempeiia el cargo mds elevado y de mayor responsabilidad ; pero tam- bien el de mayor merito de toda su vida militar. Castro, al hacerse cargo de la Division oriental, como cabeza dirigente, aporto una suma de valiosos conocimientos prdcticos que habia adquirido en los campos de batalla y al lado de los generales mds salientes de nuestro escenaiio inilitar. Supo dar d sus tropas una organizacion severa y admirable, para poder obrar con acierto en todos los instantes y en las circunstancias mas dificiles. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 221 Gonocia por prdctica, y puede decirse que hasta por intuicion, el momento preeiso en que, avistado el enemigOj debia desplegar sus fuerzas, evitando asi los ineonvenientes de la precipitacicjn y las gra- ves eonseeuencias de un de^pliegue tardio,. que siempre obliga 6. maniobrar bajo el fuego de la ar- tilleria contra ria. Tampoco desconocia el principio, que debe servir de guia a todo jefe de tropas, de que la ofensiva es el mejor medio para asegurar los mas grandes re- sultados, siempre que circunstancias impre vistas no aconsejen li obliguen a tomar la defensiva. Por lo demas, el sabia muy bien que las determi- naciones energieas levantan el animo de la tropa y pueden compensar ampliamente las desventajas del tei'reno. Los comienzos del aiio 1867 no fueron nada favo- rables para el ej6rcito aliadq. El desastre de CurU' pq/yti, el retiro de algunas de las fiierza^ argentinas y orientales y el colera, que diezmo materialmente al ejereito aliado, causaron gran desaliento en el; asi, su aetitud fue durante un largo perlodo, puramente defensiva ; mientras que el enemigo, confortado por el ultimo triunfo, se disponia a una resistencia mas ventajosa y mds larga. El General Castro, en tales circunstancias, sin dejarse abatir ni contaminar por el general des- aliento, sc pi^eocupo de vigorizar el espiritu de la valiente division d sus ordenes. Todos los cuerpos, que ya eran veteranos, se ejercitaban sin descanso, y asimilaron, en las mejores condiciones, los ele- mentos incorporados d ellos despues de Yatqy y 222 VIDA MILITAR DE Uruguq}^anay como queda referido. Las 6rdenes del dia de aquel tiempo (desgraciadamente extraviadas en la actualidad) revelan el celo, la energia y el conoeimiento profundo que del caracter de las fuer- zas a su mando y de su misidn en aquella campafia, tenia el experimentado militar, y justifican bien los repetidos elogios que los Generales Flores y Batlle le tributaron por el espiritu inmejorable de disci- plina y moral que supo mantener durante toda la guerra. Aparte de las preocupaciones militares del Ge- neral Castro, pesaba sobre el — y pes6 todo el tiempo que permanecio en el Paraguay, — ^la vigilan- cia sobre los servicios de administraci6n del ej^rcito. Con esto se puso a prueba, d la vez que su honestidad intachable, su prudencia para conciliar, sin menos- cabo de los intereses nacionales, las exigencias legi- timas del ejercito con el afdn mercantil de los pro- veedores, que tanto partido sablan sacar de las difi- cultades economicas del Gobiemo oriental en aque- llos tiempos. En este sentido, los estados y balances que con toda regularidad remitia el General Castro, minuciosamente controlados y documentados, son un titulo muy honroso, que no puede dejar de agre- garse a los que realzan su personalidad como jefe superior de la Division oriental en el Paraguay. El General Flores, cuya honradez personal y como gobernante es indiscutible, apreciaba las men- cionadas condiciones del General Castro, ys61opld- cemes tuvo para el en lo relativo a la administracion. Tambien sabia que en todo lo que fuera defender intereses sanos y legitimos, encontraria en ^1 un au- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 228 xiliar decidido y capaz. Asi, con motivo de los pro- cederes incorrectos del Gobierno argentino, preten- diendo imponer gabelas al comercio de nuestro pais en el Paso de la Patria, le envio las instrueciones contenidas en la carta qile copiamos aqui : •Montevideo, Enero 15 de 1667. «Sefiop General don Enrique Castro. «M i estimado amigo r En estos momentos me ocupo con el mayor em- peiio en remover los gravdmenes queimponen al co- mercio de la Reptiblica en el Paso de la Patria, con el decreto del Gobierno de Buenos Aires, que obliga a todos nuesti^os buques d ir a pagar derechos d la ciudad de Corrientes. En el entretanto, debe usted prestar una proteccidn decidida d toda embarcacidn, ya sea nacional 6 extranjera, que habiendo cargado en los puertos de esta Reploblica,. conduzca directa- mente sus efectos al territorio paraguayo ocupado por los aliados; debiendo usted apersonai^e al seiior Marques de Caxias,. pidiendole conceda la proteccion de sus medios maritimos a todo buque que en las circunstancias indicadas la solicite, para exonerarse del pago de los derechos que injustamente pretende imponer el Gobierno argentino^ ((Saluda d usted su aj&no. amigo, ((Venancio Flores.)) 224 VIDA MILITAR DE Vuelto el General Mitre al comando del ejei*eito aliado, se reanudaron las operaciones, empezando por las que teniancomo principal objetivo a Humaitd. En los preliminares cupo a la Division oriental la in- tervencion activa y asidua*que la senala, por otra parte, entoda la campana, y que justifica la referen- c»ia del doctor Golfarini, cuando dice que ella ase batia diariamente, pudiendo afirmarse que fue la que mds luclio en aquella memorable campana.)) El 3 de Agosto se le confi6 a la Division un reco- nocimiento, destinado d tentar la resistencia que la guaraieion de Humaitd pudiera oponer por tierra al avance del ejercito aliado. La operacion fue realizada conel^xito mas completo: las caballerias orientales, mandadas personalmente por el General Castro, ata- caron, en el lugar llamado Pasecue, A la retaguardia de las fuerzas paraguayas, y le infligieron una de- rrota completa. Quedaron 150 paraguayos muertos y 30 y tantos prisioneros ; se les tomaron 2000 anima- les vacunos y caballares, y algunos carros de muni- eiones. La expedicion lleg6 en su avance hasta dos le- guas mds abajo del Pilar, y logro cortar el tel^grafo que comunicaba con la Asuncion. El diario El Siglo, dando cuenta de este hecho de annas, en el que fue destrozada una fuerte division paraguaya de 700 hombres, decia que este triunfo habia sido « el mas completo y menos costoso que se habia obtenido desde que el ejdrcito se movid de su campamento,)) y que para formarse una idea de lo completo de la victoria, bastaba recordar que las fuerzas orientales de avanzada habian coi*tado la co- municacion telegrafica con la Asuncidn en mas de ENRIQUB Y GREGORIO CASTRO S25 doce partes, en un trayecto de cuatro leguas; hecho que, por otra parte, probaba tambi^n el pdnico del enemigo, caando la operacidn pudo llevarse A cabo sin qae fuerza alguna apareciese A impedirselo. En la orden del dia ntim. 108 del ejercito brasilero, €uyo comando en jefe era ejercido por el Mariscal Marques de Gaxlas, se lee lo que reproducimos 4 continuacidn, a pix>p6sito del combate de Tuyucu^: « Habiendo sido la misma operaei6n realizada con buen exito, como se ve por el parte abajo transcripto, S. E. se eongratula con las fuerzas de su mando, y especialmente con los Exemos. senores Teniente Ge- neral Bar6n do Herval, Comandante del referido ejercito, y General don Enrique Castro, Comandante de las fuerzas orientales, que de manera tan distin- guida ejecutaron las presentes operaciones ; y manda elogiar A los dem^s oficiales y plazas que tomaron parte on este combate (0.)> Por su parte, el General Gelly tribute los mismos elogios dla Divisi6n oriental y al General Castro, al comunicar el feliz rcsultado dc aquella operaci6n. En este momento de la campafia se produjo una nueva tentativa de pacificacion, en que intervinieron dos diplomdticos: primero, Mr. Whasbum, Ministro norteamericano en la Asuncion, y que fracaso desde los comienzos; y despues, el secretario de la emba- jada britdnica en Buenos Aires, Mr. G. Z. Gould, quien lleg6 a formular un convenio que los Genera- les Mitre y Marques de Caxlas consideraron acep- table, y que seguramente hubiera puesto termino A ( 1 ) Ordens do dia, 2.* volumeo, p&gs. 61 y 62. 15. ^6 YIDA MILITAR DE \a guerra; pero Lopez, con la dpblez de todas sus acciones, no tardo en reaceionar y desistir de cuanto habia eonvenido con Mr. Gould, no pasdndose dQ ahl. En estas tentativas no se did participacion al-^ giina al General Castro, y este, que era por natura- leza modesto y que conceptuaba muy limitado su papel en el ejercito aliado, no reclam6, como hu- biera debido hacerlo, la intervencidn que le corres-^ pondia como representante en el ejercito aliado de uno de los paises firmantes y sostenedores del tra- tado de la Triple Alianza, base de aquella guerra. Pero lo que el General Castro disimuld, no pasq inadvertido para el General Flores, quien, en cono- cijDo)^ij.to.de las tentativas de paz, se dirigid d Cas-? trp, ppi\,|^cha 26 de Septiembre de 1867, dici^ndole; «Se,de uiia manera positiva que se esta tratando de paz con Lopez, y me ha liamado la atencion el que; usted nada me diga A ese respecto. ((As! es que supongo, 6 que usted me ha escrito y sus cartas se han extraviado, 6 que los General^s Mitre y Caxias no han dado a usted conocimiento de lo que se hace en el sentido de la paz. ((Usted, mi querido general, es el jefe de la Divi- sion oriental en el ejercito aliado, y, por consi- guiente, debe tener participacidn, como represen- tante ahi de la Reptiblica, en toda medida que se adopte, tanto en el orden militar como en negocia- ciones con el enemigo, pues que nada puede hacerse sino de acuerdo entre los tres poderes aliados. ((Yo conozco perfectamente su prudencia y su ca- racter bondadoso, (jue tal vez le hagan retraerse de ciertas cosas ; pero, en el caso presente, usted, (jue ENRIQUE y GREGORIO CASTRO 227 estd & la cabeza de ese puiiado de valientes, tan he- toicQS eh 9US sufrimieiltos como admirable^ en Ids xnomentos del peligro, debe colocarse en el puesto que le corresponde y exigir, con toda moderacidn, pero con decidida firmeza, el rol que le compete y poir ^1 cual debe tomar ingerencia en todo lo que se baga y que pueda afectar los interese^ y la dignidad de la Reptiblica, que tiene en la lucba los mismod dere<* chos y las mismas prerrogatiyas que los otros po-» deres aliados. ((Espero,'pues, que usted me diga lo que haya so- bre este importante asunto, y que para ello, sinada le bubieran comunicado a to los GeHerales Mitre y Gaxlas, los vea usted y les baga sentirel deber eu que usted estd de exigir participacidn en este negQ-> cio, sobre el cual no puede prescindirse del general oriental. <(Le recomiendo me escriba pronto y me d^ todos los conocimientos posibles en cuanto A negociaciones de paz.)> Al recibir Castro esta carta, las negociaciones que la motivaban estaban concluidas, como queda dicbo, y asi se lo comunico al General Flores, excusdndose A la vez por no baber exigido una participaci6n que creia debla ddrsele espontdneamente por los otros generales aliados. En el mes de Octubre se libraron varios comba- tes de alguna importancia, en los que sufrieron las mayores perdidas, por parte de los aliados, los ar- gentinos y brasileros. SS8 VIDA MILITAR DE Concluyd el afko 1867 sin mayores novedades» pero el 68 se inicid eon mayor actividad. La escuadra foFz6 el pasQ de Humaitd y el ej^rcito aliado se prepare para avanzar. Ldpez empez6 d retroceder, desalo* Jando la llnea de Paso Puciiy Curupqyti, y formando un nuevo euadrildtero. Los aliados estrecharon las lineas y se apoderaron de Tai^i, cortando el caxnino de laAsuncidn. L6pezpas6 al Chaco. El 22 de Febrero todas las lineas habian sido abandonadas y Humaitd quedaba aislado. Prescindiendo de otras operacio- nes realizadas en esos dias, cupo d la Divisidn orien- tal una interveneidn honrosa en la maniobra gene- ral de los ej^rcitos aliados, la que mereci6 una men- ei6n especial del Marques de Gaxias en la orden del dia correspondiente al 24 de Febrero de 1868. CAPtTULO XIX ASESINATO DE FLORES. — HONORES EN EL EJERClTO.— - PRELIMINARES DE LA TOMA DE HUMAITA. — PASE- CUE. — CORRESPONDENCIA DE CASTRO CON EL GENE- RAL BATLLE. • Mientras se producia una nueva intemipcidn en las operaciones, llegaron al campamento aliado Irb tristes noticias de los sucesos ocurridos en Monte- video el 19 de Febrero, y en los que habia perdido su vida el ilustre eaudillo don Venancio Flores. Inmediatamente, el General Castro, muy apenado por la muerte de su digno jefe y amigo, dispuso que la Division lo honrara en la mejor forma, tomando las disposiciones oportunas de que infor- man los parrafos siguientes de la orden del dla rela- tiva: «l.o En el dia 19 del presente mes se mantendrdn A media asta todas las banderas de los cuerpos de la Division, desde que saiga el sol hasta que se ponga, disparandose un canonazo de media en media hora. 230 VIDA MILITAR DE c<2.° Las guardias y centinelas mantendrdn sus armas A la funerala, llevdndolas del mismo modo los cuerpos que formen en el transcurso del dia, ecMndose todos los toques de ordenanza eon ca- jas destempladas. ((3.° El mismo dia, d las seis de la mafiana, en el paraje que se indique, y por uno de los capellanes del ejereito argentino, se eelebrard una misa fune- bre por el etemo descanso de su alma, d que asis- tira toda la Division con banderas y cajas enlutadas y armas d la funerala, debiendo yestir luto en tal ocasi6n todos los que asistan al acto. c(4.*' La parada la mandara el Sargento Mayor don Miguel A. Navajas.)) Invitados por el General Castro, concurrieron d dichos honores, no solo los jefes prineipales de los ej^reitos argentino y brasilero, sino tambi^n un nti- mero considerable de oficiales que, como aquellos, experimentaban profundo sentimiento por la muerte del General Flores; sentimiento que expresaron elocuentemente, por otra parte, los Generales Ca- xlas y Gelly y Obes, en cartas dirigidas A Castro con este motivo. Pocos dias despu^s Uegaba al ejereito la noticia de la eleccion de Pfesidente de la Republica, recalda en el General don Lorenzo Batlle, quiense apresurd d dirigirse al General Castro comunicdndole el voto de la Asamblea y renovdndole las manifestaciones de consideraci6n que le habia hecho mientras estuvo d cargo del Ministerio de la Guerra. En las operaciones preliminares de la toma de Humaitd, la Divisi6n oriental cooperd eficazmente ENRIQUif Y* GREGORIO CASTRO 23f auxiliando a la Division argentina, mandada por el General EmiHo Mitre, y d una gran parte del ejercito brasilero. Los paraguayos se reconcentraron eii Humaitd, El General Castro refiere en los siguientes terminos, y en carta particular, los sucesos ocurri- dos en esos dlas: ((El dia 23 del mes ppdo. , el eriemigo abaiidono sud fuertes trincheras para retirarse a Humaitd, que- mando antes su campamento. E12.°cuerpo del ejer- cito brasilero acamp6 en seguida en Curupayti, el ejercito argentino en el Paso Pucti, y el General Gelly y Obes en la casa del Mariscal Lopez. Des- pues de algunos dias de calma, el l.^recorrid con el Marques de Caxias las trincheras paragiiayas hasta Curupayti, en donde el mismo dia se paso una guar- dia enemiga a la escuadra, despu^s de haber ma- tado a dos soldados que no quisieron seguirla. Lo restantc del ejercito estaba pronto para mardhar, cuando el 4, a la mariana, lleg6 la orden de mudar el campo; seguimos el camino para llegar arriba de Humaitd, y Uegamos hasta el lugar llamado Esta- blecimiento, sin novedad ninguna. Yo, con la Divi- si6n oriental, ocupo la derecha, como A doce cua- dras de este lugar. Esta operacion contieiie al ene- migo en su fortaleza, no teniendo casi campo para sus animates; y creo que, en pocos dias, tendrd que retirarse para el Chaco, si la escuadra no se lo im- pide, 6 entregarse, como en Uruguay ana. (( Segun voces de oficiales superiores, y comoyolo creo tambien, antes de tres meses estara concluida esta infeliz guerra; lo que me alegraria sobrema- nera.» S33 VIDA MILITAR DE Los aagttrios del General Cadti*o no debfan cuin- plirse, y A los tres meses de la carta referida, aiin estaba el ejercito aliado enfrente de Humaitd. Desde alU, Castro escribia lo que sigue, con fecha 2 de Junio: ccEste ej^i^ito esta inmovil frente d la fortaleza de Humaitd, esperando que se rinda. Entretanto, hay bombardeos diarios de parte a parte, y de ve« en cuando tenemos que lamentar la perdida de algtin compaiiero, causada por los innumerables cascos de bombas que salpican nuestro campamento. «E1 exito de la guerra no es dudoso: las probabUi-' dades del tnunfo estdn todas de nuestra parte; pero con todo, no dejan de sentirse las penalidades de este clima malsano y el aburrimiento que resulta de la duraeion de esta guerra, tan mon6tona y a proposito para probar la constancia mds ac^rrima; ((Dificil es deeir cuando se acabara esto. Solo puedo asegurarte que mientras no me abandone el animo que me sostiene, he de acompaiiar la bandera de la patria hasta donde me sea dado en esta nueva cruzada; despues, los consuelos de mis hermanos y de mis amigos me haran olvidar los sinsabores que he sufrido, y tendre la conciencia satisfecha.)) El 5 de Agosto se rindid a los aliados la fortaleza de Humaitd, y concluida con este acto la campana que los historiadores llaman del Cuadrilatero, que- daba concluida tambien la parte principal de la gue- rra; porque, como dice el General Garmendia, alo demds fue una agonia prolongada, la agonla de una fiera que, acosadayherida, empleasus ultimas fuer- zas en bravlo combate contra la numerosa jauria que la acosa.x) ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 233 Apenas le quedaban a L6pez unos 10000 hombres, de los cuales muchos inservibles por las heridas 6 por la edad; y sin embai^o, aun habia de sostenerse un alio mds, resistiendo por una parte al ejercito aliado y por otra completando la obra nefanda y cri- minal que le inspiraban sus perversos instintos. Despues de una breve permanencia en Humaitd, el ejercito aliado eontinuo su avance. En una de las primeras operaciones que realizo el ejercito brasi-^ lero en Pasecue el 17 de Agosto, la Divisi6n oriental, que formaba en la vanguardia, desempend un papel muy lucido ; y eontinuo en el mismo puesto como ex« ploradora en la marcha hacia el Norte. Posesionado el ejercito brasilero del puente del arroyo Suruhi-hi, despues del combate que tom6 el nombre de dicho arroyo, domino todo el terreno hasta P almas, pasando en seguida k establecerse en- tre estos dos puntos. El General Gelly, dice el General Garmendia en su obra sobre la Guerra del Paraguay, ccdesembar- caba en Villa Franca con las fuerzas argentinas, y en seguida se establecla en P almas, formando la iz- quierda del ejercito aliado; mientras los orientales ocupaban el centro y los imperiales la derecha, apo- ydndola sobre un espeso bosque.» Con motivo de la parte que tomo el General Castro en el reconocimiento hecho d las trincheras de Angostura, el dia l.^de Octubre de 1868, dice el General en Jefe de las fuerzas brasileras, en la orden del dla ntim. 254, expedida en su Cuartel General en Surubi'hi, el 3 de Octubre de 1868: «Manda el mismo Excmo. seiior, elogiar tambi^n 234 VIDA MILITAR DE a los Excmos. senores Brigadieres General oriental don Enrique Castro y senores .... por la profieua y eficaz ayuda que prestaron y las buenas disposiciones que supieron dar a las fuerzas de sus respectivos comandos < n. » Unido ya todo el ejercito, se encontraba de nuevo detenido por oti'a linea, que el Dictador levantaba como por encanto, y esa linea no era otra que la for- tificada del Pikiciry, que se presentaba inaccesible en su frente y su flanco izquierdo, d causa de sus de- fensas naturales, que valorizaban las obras que en otro terreno no hubieran tenido grande importancia. En el consejo de guerra eelebrado el 8 de Octu- bre de 1868 por los generales aliados para arbitrar los medios conducentes al buen exito de las opera- ciones de sus respectivos ejercitos, el General Cas- tro se manifesto de acuerdo con lo propuesto por el General Gelly, y que solo fue ligeramente modificado por el Marques de Caxias. Con arreglo d ese plan, la Division oriental, que sumaba entonces 800 hom- bres, debia permanecer en P almas, d las drdenes del General Gelly, en union de otras fuerzas argen- tinas y brasileras. • En tanto que el ejercito brasilero derrotaba alpa-* raguayo en la batalla de Itororo, y que el General Osorio seguia la ruta trazada, el ejercito argentine y la Division oriental mantenian en continua alarma ^ la linea del Pikicirjr y Angostura, ya haciendo continuas demostraciones, 6 bien causando alarmas noctumas, que tenian A Lopez siempre eh sobre- (1) Obrt citada, 4.« vo'uiuco, p&g«. 12fi, 22] y 223. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 238 salto y le impedian distraer un solo hombre de es- tos puntos. De los mOvimientios que precedieron d la batalla de Apah}^, ejecutados por el ejercito mandado por el General Gelly, y del que formaba parte, como hemos dicho anteriormente, la Division oriental, daeuenta el'guerrero 6 historiaddr argentino ai^tes mencionado, en los siguientes terminos: «A la al- borada del 11 se puso en marcha el ejeixjito de Pal- mas y avanzo sobre las posiciones del enemigo, to- mando pdsicion la infanterla A cierta distancia de la linea del Pifticir^.)) Una lluvia torrencial que empezo d caerdlas diez y media, aument6 extraordinariamente las dificul- tades de aquel terreilo, e hizo materialmente impo- sible el pasaje de la infanterla ; entonces el Gene- ral Castro, con las fuerzas de caballeria de su Divi- sion, el regimiento ccSan Martin », argentino, y la Legion paraguaya, avanzaron, venciendo obstdculos, por esteros y banados, en los cuales el mayor trdn- sito se hacia cori el agua hasta el encuentro de los caballos. Los paraguayos retiraron su servicio de avan- zada, y habiendose aproximado el General Castro con sus fuerzas, empeiio un fuerte tiroteo con las del enemigo, que estaban prdxiitias d la trinchera: Este avance produjo tal confusion y movimiento en el interior del recinto, que hizo suponer a los alia- dos que los paraguayos temieron un ataque for- mal, y que, en prevision, Lopez ordenaba la recon* centraci6n de esas fuerzas 4 su Cuartel General. Entretanto se celebro entre los Gobiemos aliados 236 VIDA MILITAR BE el acuerdo de que dan conocimiento los pdrrafos c{iie siguen, extractados de una carta esciita por el en- tonces Presidente de la Republica don Lorenzo Batlle: <MotiteHcleo, 26 de Oelubre de 1868. «Seftor General don Enrique Castro.' ((Mi estimado amigo: ((He recibido sus cartas, en que me participa que el c61era va en disminucion; que el Marques de Ca- xias le ha notificado el convenio celebrado entre los Gobiernos aliados, relativo a que cada General en Jefe mande su Division, poniendose los tres ge- nerales de acuerdo para operar, y en cpie me avisa la dificultad que experimenta usted para proveerse de fondos, por el descredito en (jue estd mi admi- nistracion. ((Quiero aprovechar el dia de hoy, Domingo, para contestarle. Sus cartas las deje en el Fuerte, pero creo acordarme de que esos tres son los punfoa principales a que se contraen. ((Me alegro de la desaparicion de la terrible en- fermedad en la Division oriental, y que vaya ami- norando mucho en los aliados, porcjue su perma- nencia podria ser desastrosa para la aceleracion de las operaciones, pues nuestro mas vehemente deseo es la pronta conclusion de esa etema guerra, que se creyo obra de pocos meses y dura ya tres afios, sin (pie le veamos proximo termino. ((La ausencia del Ministrd de la Guerra y el in- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 237 menso recargo de ocupaciones, han sido las causas de que se haya d^&ctiidado en enyiar a usted la copia del conveniQ celebrado entre los aliados, relativo al mando de las fuerzas respectivas; pero es exacta- mente como se lo notified el Marques. Excuso reco- mendarle que es de desear que el mejor acuerdo exista entre ust^des; porque, de lo eontrario, no alcanzai*iamos el fin que nos hemos propuesto, 6 lo obtendrian s61o los brasileros, lo cual no serla eon- veniente. <cEl General Gelly ha sido nombrado General en Jefe del ejercito argentino, y confio, por el cono- cimiento que tengo del caracter de ustedes dos, que es muy probable que este plan tenga ejecuei6n, pues eon jefes de caracter dificil 6 intransigentes, serla imposible de realizar. Pero estando ya tan avanzadas las operaciones y completamente domi- nado el enemigo, creo se entenderto uatedes fdcil- mente para rematarlo. ((Lo saluda muy afectuosamente su amigo y ser- vidor, ((Lorenzo Batlle. » CAPlTULO XX UN PERSONAJE intehesante: hip6lito coronado. UNA DE 9US EMPRESAS. — RENDICi6n DE ANGOSTURA. — ACERGANDOSE AL FINAL, Una de las figuras mds interesantes de la Division oriental, por su caracter inquieto y algo indiscipli- nado, por su amor d las ^venturas arriesgadas y mds que todo por su valor e^cepcional, era el en- tonces Mayor Hip61ito Coronado. Pronto tendremos ocasidn de referir cireunstanciadamente algunos de los heehos en los cuales el impulso partio easi siempre del General en Jefe de la Division oriental, don Enrique Castro, quien, con su certera intuicidn y con su experiencia de guerrero valiente, sabia re- conocer y aprovechar las cualidades de los hombres que tenia a sus ordenes. En Noviembre de 1868, Coronado, separado mo- mentdneamente del ej^rcito, intentaba realizar una expedicion para cortarle la retirada d Lopez y pri- varlo de los recursos que recibia de la frontera de Bolivia. El mismo Coronado da cuenta de sus tra- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 239 bajos eji este sentido, en una carta dirigida al Ge- neral Castro, que vamos a transcribir, y en la que se revela toda la sagacidad y toda la audacia de aquel jefe destinado d las grandes empresas que requieren fuerte corazon, animo indomable y des- preocupaeion de la propia existencia. Dice la carta: cHumaitil, Noviembrd 16 de L8;>8. c(Senor General don Enrique Castro. «Palma9. aRespetado senor General: ' > «Es en mis manos su muy apreciable de fecha 29 del ppdo., la que no he tenido el gusto de contes- tarla porque me encontraba por el Rosario, y recien, ayer he llegado. <(E1 objeto de mi viaje a esos puntos ha sido arre- glar una expedicidn con esos hombres, lo que no he podido hacer; pero al desembarcar he encontrado al seiior Zenon Fontao, boliviano, que ha venido explorando el gran Jenio 6 Nuei>o Bermejo, quien me da las noticias mas ciertas de L6pez ; pues dice que de Bolivia le vienen las haciendas, sal, efectos, y tiltimamente toda provision, no por el Gobierno, sino por negociantes particulares'; que L6pez ha hecho venir de Santa Cruz de la Sierra (Provincia de Bolivia) al doctor Ramon Roca, doctor Tristdn Roca, don Rafael Pena, abogado 6 ingeniero, y dos seiiores Rujias, ingenieros. 240 YIDA MILITAR DE «E1 aiko pasado han entrado por la misma via veinticinco ingenieros ingleses venidospor el Paci- fico. a Al Mariscal se le calculan, por un negociante que entro hasta el centro del Paraguay, de treinta a treinta y cinco mil hombres. ((Melgarejo, Presidente de Bolivia, ha mandado seis mil veteranos a la Provincia de Santa Cruz, no se sabe con que objeto ; pero hombres de ese pais dicen que nunca se ha podido mandar ese numero de gente a esta provincia. Seg6n dice el expedi- cionario, \'ienen a dilucidar el derecho de linea divi- soria. ccEsto le comunico para que abra el ojo y para que vea que su loco tiene mas juicio que los que lo titulan asl. «No esta distante que despues que liable con usted me vaya hasta Bolivia por el Bermejo, pero despues que hable con usted, que sin hablar no lo hare. El expedicionario queda conmigo, pero hoy marchard para Buenos Aires y Montevideo. c(Se me iba olvidando, en la enumeracidn de los individuos venidos de Bolivia, a un coronel, — que es ahora general hecho por Lopez, — don Antoiiio Vicente Pena, famoso ingeniero acreditado en el Peru y en Bolivia como el mejor. ((Sin mas, queda ansioso de verlo S. S. ciHipolito Coronado.)) ENRIQUE Y GllEGORIO CASTRO 241 Realizada la incoi'poracion de las fuei*zas del Ge- neral Gelly con las mandadas por el Marques de Ca- xlas, despues del ataque Uevado por la Division de Mena Barreto a la retaguardia de la linea del Pi- kiciry, (20 de Diciembre), llego el primero sobre las posiciones de Lopez y acamp6 en la Loma de Cumbareti, ocupando la derecha del ejercito aliado, que enfrentaba la izquierda de la posicion enemiga. Los orientales quedaron en el centro y los brasile- ros en la izquierda. Se acercaba el final logico de la guerra, y antes de llevar los aliados el ataque definitivo d las diezma- das fuerzas de Lopez, que eran ya apenas sombra de un ejercito, y sinti^ndose los generales condoli- dos del intitil sacrificio que el tirano imponla d sus infelices defensores, acordaron, con fecha 24 de Di- ciembre, dirigir 6. Lopez un ultimJitum, invitandolo d rendirsc y a ahorrar el derramamiento dc nueva sangre. La respuesta de Lopez, aunque menos so- berbia que las anteriores, fiie contraria en absoluto d la deposicion de las aimas que exigian los aliados. En consecuencia, ^stos resolvieron no demorar el ataque a las posiciones enemigas. El dia 27 fu^ el elegido para la operacion: el Ge- neral Gelly debia atacar la izquierda de las posicio- nes paraguayas, el centro el General Castro, y la de- recha el General Rivas: todo a las 6rdenes del Mar- ques de Caxias. Segun lo dispuesto, los orientales y argentinos debian dar el asalto, mientras que los brasileros constituirian la reserva. Las tropas orientales que se hallaban frente d Hawaii y Angostura ascendian 16 242 VIDA MILITAR DE A 600 soldados de infanteria y 200 de caballeria y artilleria. El total de las tropas aliadas alcanzaba proxi- mamente A 24,000 hombres. La columna del centro, formada,- como ya dijimos, por la Division orien- tal, la componian las siguientes fiierzas: batallo- nes <(24 de Abril)), «Independeneia», «1." Es^ cuadron de Artilleria» y ((Escolta del General Cas- tro)): todo A las ordenes del valiente Teniente Coro- nel Eduardo Vdzquez, figura militar que, segtin la opinion autorizada del General Garmendia, <(sera siempre una de aquellas que honran A supais.)) En el ataque dichas fuerzas arrollaron todo lo que se les puso al frente, hasta reunirse con las tropas del Coronel Ayala, y contribuyeron a ence- rrar al enemigo en un verdadero clrculo de fiiego. Notable fiie la partieipacion de las fuerzas orien- tales en aquella memorable batalla, que costo a los paraguayos 1500 muertos, 1500 prisioneros, 14 ca- nones, algunas banderas, gran cantidad de provi- siones y muehos objetos pertenecientes A Lopez. El Marques de Caxias, en el 4.® volumen de sus ordenes del dia, se expresa en los terminos mds fa- vorables sobre la condueta del General Castro en las operaciones realizadas durante los ultimos dlas del mes de Diciembre de 1868. En la batalla de Caraguatahi, las fuerzas del Ge-^ neral Castro contribuyeron al exito de la Jornada. En el ataque al desfiladero de Sapucaia, ctipole al General Castro un rol de importancia, segtin re- fiere el ingeniero Jourdan en su obra Guerra del Paraguay, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 243 A la rendicidn de las tropas guarecidas en la An- gostura, contribuy6 eficazmente la Divisidn man- dada por el General Castro, uno de cuyos batallo- nes, despues de acordadas las bases de la capitula- cion, debia ocupar el mencionado recinto. Tal acontecimiento ocurrio el 30 de Diciembi*e de 1868. La rendicidn de las fuerzas de la Angostura se efectuo con todos los honores de la guerra y en forma solemne. Formado el ejercito aliado en las lomas que ro- dean la Angostura, con 40 piezas de campana en li- ,nea de batalla y sus banderas desplegadas, desfil6 la guarnicion paraguaya d tambor batiente, con sus banderas tambi^n desplegadas. Entretanto, la guarnicion paraguaya hizo alto en el punto designado; formd pabeUdn la tropa; se des- pojo de sus cartucheras y demds elementos de guerra, y, avanzando cuatro pasos, se entreg6 al ejercito aliado. En seguida fue ocupada la Angostura, El ntimero de fuerzas alii reunidas ascendia d 1300 hombres sanos, al parecer la flor del ejercito paraguayo. Habia ademds unos 800 heridos y en- fermos y como 400 mujeres. En la Angostura se encontraron 44 piezas, de las cuales 18 eran de 64 y una magnlfica de 150, fiindida en el Paraguay con los bronces de las campanas, la que toc6 en la reparticion al ejercito argentino. Era primer jefe de las tropas que guamecian la Angostura, el ingeniero ingles Thompson, y su se- gundo un primo de L6pez, el paraguayo Carrillo. 244 VIDA MILITAR DE La cantidad de annas y peKrechos de guerra to- rnados al enemigo fue enorme. Lo prueba el siguiente dato: Desde el combate del 6 de Diciembi'e hasta el del 27, los aliados liabian tornado al enemigo 85 canones. En ese mes de Diciembre de 1868, el Gobiemo de la Republica ascendio d Brigadier al General Cas- tro, jefe de la Division oriental en operaciones con- tra Lopez. La prensa aplaudio el nombramiento, conside- rdndolo como un verdadero acto de justicia. El Comandante don Eduardo V^quez, en nota elevada d su superior el General Castro, le daba cuenta de la repartieion hecha de las piezas y ar- mamento tornados al enemigo, y de la parte que le cupo a la Divisidn oriental: «Campamento Angostura, Enero \^ de 1869. «Senor Brigadier General don Enrique Castro. (( Seiior General ; c(Habi^ndose procedido en el dia de ayer al in- ventario y repartieion de las piezas y armamento del enemigo, le adjunto a V. E. un resumen de todo lo que en la repartieion nos ha tocado, habiendo re- cibido igual parte el brasilero y argentino. «Todas las piezas, fusiles, lanzas, sables y terce- rolas, las he colocado en el campo que ocupo; las municiones no se han repartido, pero qued6 de ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 245 acuerdo el senor Coronel, en que se sacarian las mu- niciones pertenecientes a los calibres que nos ban tocado, y en consecuencia voy d proceder a la reu- nion de todas las que pueda sacar. ((Las piezas de 68 que nos han tocado, estan en la bateria que yo separo, y tienen, por consiguiente, las municiones en los polvorines; la de a 150 les toco A los argentinos. ((Aprovecho esta ocasion para reiterar a V. E. las consideraciones de mi distinguido aprecio. ((Dios guarde a V. E. ciEduardo Vdzquez,» ((En el pueblo de Peribebuy, k los seis dias del mes de Octubre del aiio 1869: ((Reunida la Gomision internacional, compuesta de los senores Sargentos Mayores don Fedeiico da Fontusa Lima, por parte del Imperio del Brasil; don Abrahdn Walker, por parte de la Confedera- cion Argentina, y don Ernesto Gurtin, por parte de la Republica Oriental del Uruguay, nombrados'por los respectivos senores Generales en Jefe de los Ej^rcitos aliados para proceder d la divisidn de los objetos tomados al enemigo sobre las Cordilleras, efectuaron la mencionada division con toda igual- dad, en la forma que a continuacion se detalla. No habiendo los demas articulos que constan en el in- ventario general, por haberlos clasificado como inutiles, y hallandonos conformes los referidos co- misionados, firmamos tres de un tenor d un solo efecto. 246 VIDA MILITAR D£ Mil treinta y un tercios de yerba. Guatrocientos doce cueros vacunos. Ochenta y una petacas de tabaco en hoja. Una pipa vino en mal estado. Un quinto. Tres sillas de montar. Tres petacas eon tabaco. Ocho cajones velas estearinas. Un caj6n de velas sebo. Doce frascos conservas arruinadas. Dos cajones aceite. Un caj6n con jabon. Una pieza lona. Trescientas medallas de cobre del 3 de Noviembre. Cuatro pares zapatos ordinarios. Federico Agusto da Fontusa Lima, — Ernesto Gurtin. — A, Walker, CAPtTULO XXI CARGOS INJUSTOS A LA DIVISION ORIENTAL. — CARTAS DEL GENERAL BATLLE AL GENERAL CASTRO. — EXPE- DICION DE CORONADO AL IBICUf . Los diarios argentinos publicaron, en el mes de Enero de 1869, graves denuneias sobre el compor- tamiento de los orientales que Servian en el ejercito aliado, en la toma de la capital paraguaya. Los cargos mas directos se hacian A los ayudantes del General Castro, quienes, segtin los corresponsales ai^entinos, llevdbanse en carretas, de los depositos particulares, tabaco, cueros y euantos objetos en- contraban, embarcandolos en un buque que debia eonducir el resultado de la rapina d Montevideo. Los mismos corresponsales agregaban que el Ge- neral Emilio Mitre habia embargado el buque y cargamento d solicitud de los duenos de los arti- culos rpbados, porque hablan sido desatendidos por el general oriental. El diario El Siglo, haciendose eco de las denun- eias de los corresponsales argentinos, y bajo el epi- 248 VIDA MILITAR DE grafe dc Un ado de pirateria, afirmaba que «dos buques habian sido cargados para comerciar con frutos y cfectos saqueados de la Asuncidn, con autorizacidn y beneplacito del Jefc de la Division oriental.)) La protesUi no se hizo esperar. En La Tribuna, sus redactores y otros amigos del General Castro, invocando la reconocida probidad del guerrero Uru- guay o, desmintieron los cargos imputados, alegando para ello que no se habia probado el saqueo, falsa- mente atribuido a la Divisidn oriental. Entretanto, y despues de los combates de Lomas Valentinas, los aliados consideraron concluida la guerra, aun cuando el principal causante de ella toda- via quedaba en actitud de resistencia, con los escasos elementos que lo acompanaban en su retirada a Gerro Leon y la Cordillera, El 5 de Enero de 1869 fue ocupada la Asuncion por las fuerzas aliadas. La verdadera ocupacion la efectuaron los brasileros, pues los jefes de las Divisiones oriental y argeui- tina, previendo desordenes y abusos en aquel acto, quisieron salvar la responsabilidad que de otra manera hubieran tenido que compartir. En tales circunstancias, viendo que el General Gaxlas -se habia retirado del comando del ejercito brasilero, lo mismo que el General Mitre, y que el resto de la campana debia confiarse mas a la diplomacia que al esfuerzo armado, el Gobierno oriental, presidido por el General BatUe, se preocupo del regreso de los restos de nuestra Division, a fin de ahorrar gas- tos tambien, porque aun cuando fuesen reducidos, pesabaii demasiado sobre el exhausto Tesoro na- cional. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 249 Dan cuenta de las ideas y de la resolucidn del General Batlle al respeeto, las siguientes cartas que dirigio al General Castro: • Montevideo, Eoejo 19 de 1809. ((Mi estimado amigo: ((Terminada ya la campana militante del Para- guay y restando solo aliora la diplomatiea; no te- niendo nosotros en ese territorio ningun interes inmediato 6 de fronteras que debatir, creo Uegado el caso de hacer retirar el pequeno eontingente oriental que ha tornado hasta el fin parte en esa terrible lucha. ((En conseeuencia, he ordenado al Ministro de Re- laciones Exteriores que pase nota a los Gobiemos del Brasil y de la Republica Argentina, previnien- doles que, terminada la lucha, el Gobierno va a dis- poner el regreso inmediato del elemento oriental que existe en ese ejercito. Gomo he dicho a usted en mis anteriores, el Gobierno no quiere que venga nil solo paraguayo entre la tropa que debe regresar. Debe usted, pues, poner en lista a todos los orien- tales, para que, cuando reciba usted las ordenes, se sepa los que han de venir y los que deberdn quedar. ((Podra ofrecernos alg^na dificultad la forma en que quede el elemento paraguayo que figuraba en nuestra Division, y el arreglo de este incidente qui- zas pueda demorar algun tanto el regreso de uste- des ; mas yo he de poner todo en juego para resol- ver con prontitud esta cuestion. 250 YIDA MILITAR DE <(En lo sucesivo mi correspondencia le tendra a usted al corriente del giro que tome este negocio. «Soy su afmo. y S. S. «L. Batlle.i> c Moutevideo, Eoero 2 de 1869. ((Senor Brigadier General don Enrique Castro. ((Estimado General y amigo: « Me ocupe ya en tratar con los Poderes aliados del retiro de nuestra Divisi6n del teatro de la guerra; pero he encontrado una resistencia tenaz de parte del Ministro brasilero, el cual me ha pedido sus- penda las gestiones hasta la llegada del senor Pa- ranhos, que se espera de un dia para otro. <(La prensa, tanto de aqui como de Buenos Ai- res, se ha ocupado de la remision que hacen ofi- ciales de la Division oriental, de dos eargamentos de cueros, tildando este acto de abusivo. Pens6 de- jarlo pasar sin hacer merito de el; pero se nos ha dicho que un Ministro extranjero piensa poner emi- bargo en esos cueros, por ser propiedad de un sub- dito de su nacion. c( Para anteponernos d ese acto y encontramos en actitud de poder responder a las reclamaciones que se hagan, he dispuesto scan embargados aqui por la Gapitanla del Puerto, en cuanto lleguen. c<Esunhecho bien desgraciado, que la primera yez que las tropas de nuestra Division ban tomado ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 251 algo como botin de guerra, hay a tenido tal pujbli- cidad y producido el reproche que la prensa nos hace. S^ que en sucesos anteriores, los jefes de los otros ej^rcitos aliados ban cometido aetos tanto y mds abusivos, que ban pasado sin que la prensa se ocupara de ellos. «E1 produeto que se obtenga de la venta de esos cueros se mantendrd en deposito, ya sea para saUs- facer la reclamacidn, 6 para devolverse d la oficia- lidad. Dlgame usted en que punto se tom6 ese co- rambre: si fue en la Asuncion 6 en el campamento, y deme cualquier otro dato que juzgue oportuno para combatir la reclamacidn, que se nos asegura se va a intentar por un subdito espaiiol. ((Nada ocurre aqui de particular, y no puedo ser xnAs extenso porcpie me ban avisado la salida del vapor d tiltima bora. <(Soy su afmo. amigo y S. S. c< Lorenzo Batlle.j^ < Montevileo, Abril de 1869. «Senor Brigadier General don Enrique Castro. ((Estimado General y amigo: «E1 6 del corriente tuve la visita del Conde d'Eu, que va a tomar el mando del ejereito brasilero en el Paraguay. «Me solieito, eon gi*an empeno, no se retirase a usted del teatro de la guerra, pues que to^os los 252 VIDA M1L1TAR DE generales brasileros le tenlan a usted el mayor afecto y le estimaban como a un compaiiero utili- simo para la continuacion de la campana. A nada me comprometi, por la imposibilidad absoluta en que estamos de satisfacer los gastos de esa Division, que me duele no poderlos abonar rigurosamente a sus vencimientos. «Asi que en cuanto regrese el senor Paranhos, que me dicen ha llegado ya a Buenos Aires, el senor Rodriguez, nuestro Ministro Plenipotenciario, tiene ordenes terminantes para reeabar el retiro de nues- tras fuerzas, emancipandonos a la vez de hacer en lo sucesivo ningun gasto en el Paraguay. ((Soy su afmo amigo y S. S. ((Lorenzo Batlle.)) € Mod t'^ video, Abril 16 de 1869. (( Senor Brigadier General don Enrique Castro. ((Mi estimado amigo: ((Tengo a la vista sus estimadas del 1.°, 2 y S de Abril. (( En ellas me dice usted que las demds Divisiones del ej^rcito han marchado a Luque, y que usted, para evitar gastos, lo practicara cuando esten pro- ximas a emprender operaeiones. «Por la prensa de Buenos Aires, y aun la de aqui, se ha dicho que la Division oriental no podia ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 253 seguir la marcha porque estaba desprovista de todo. Si bien es cierto que la situacidn del erario es en extreme afligente y que no se han podido pagar con regularidad los libramientos que ustedes han hecho, tambi^n es eierto que hemos atendido eon preferencia esos libramientos y no hemos limitado A usted de hacer uso de los recursos que pudiera en- contrar. Por otra parte, hace mds de tres meses que, viendo la imposibilidad de atenderla regularmente, he solicitado su retiro, y el Gobiemo brasilero, pri- mero, y el argentine, en la actualidad, haeen opo- siciones a mi demanda. <(Voy ainsistir en ello, cierto de obtener la misma contestacion; a lo cual tendre que ceder para evitar las complicaciones intemacionales que pudieran sobrevenimos con el Brasil y la Republica Argen- tina, que pretenden que, por el pacto de la alianza, estamos obligados a continuar en la guerra hasta su completa terminacidn. «Soy su afmo amigo y S. S. ((L. Batlle.)) cMontevideo, Mayo 15 de^l869. <(Senor Brigadier General don Enrique Castro, ((Mi estimado General y amigo: (( Tengo d la vista sus apreciables del 23, 25 y 27, que he recibido casi d un mismo tiempo. ((La mayor recomendacidn que tenia de este 254 VIDA MILITAR DE Gobierno nuestro Ministro Plenipotenciario don Adolfo Rodriguez, fue la de recabar de los dos Go- biemos aliados el retiro de nuestra Divisi6n. c( Desgraciadamente, ambos ban hecho una resis- teneia deeidida d nuestro prop6sito, vali^ndose para ello de las estipulaciones del Tratado de la Triple Alianza, en que se obligaron las tres naciones A no desistir de la guerra hasta que Lopez fiiese expul- sado del Paraguay. En vano hemos hecho valer la insignificaneia de nuestra fuerza, pues que dejaria- mos alii el contingente paraguayo que compone su mejor ntimero. Se nos ha contestado que nuestra sola bandera y su persona de usted, encabezando un grupo de orientales, constituian un elemento moral de inmensa importaneia para el ^xito de las prdximas operaciones. ccTodo nuestro esfuerzo se ha estrellado contra la oposicion de aquellos poderes, que declaraban mirarian como rota la alianza por nuestra parte y responsabilizada la nacion oriental por las conse- cuencias que aquel hecho produjese. ccAnte esta actitud hemos debido contemporizar, esperando el primer momento favorable para obte- ner el retiro de nuestro elemento en la contienda. «En situacion tal, y siendo cada vez mds apurado el estado de nuestras rentas, hard usted bien en aceptar todos los auxilios que le ofrezcan los gene- rales aliados, desde que puedan aliviar las necesida- des de nuestro ejercito, disminuyendo los giros que vienen a agobiarnos .... (( Cruzamos por aqui una situacion extremadamente ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 255 dificil, y temo que la poUtica venga d mezclarse con las dificultades de la crisis financiera, por el in- menso malestar que produce. ((El partido bianco esta en acecho, y cualquiera division que surja entre nosotros, puede ser la senal para que se lance a la lucha. ((No ha pasado la Reptiblica, desde su origen, por una situacion tan dificil, pues nadie acierta con las medidas que convenga adoptar, para disminuir los perjuicios y ruina de que esta amenazado nuestro co- mercio. ((Sin nada nuevo, me repito su afmo. amigo y S. S. (( Lorenzo Batlle. » c Montevideo, Dicierabre 4 de 1869. ((Senor Brigadier General don Enrique Castro. (( Mi estimado General y amigo : ((Por el doctor don Adolfo Rodriguez escribl d us- ted para ponerle en relacion con aquel senor, a quien encomend^ pusiera A usted al corriente de todos los sucesos acontecidos aqul. ((El doctor Rodriguez iba a esa con el caracter de Ministro Plenipotenciario, para negociar con los agentes del Brasil y de Buenos Aires, el retiro total de nuestra fuerza. He recibido hoy cartas de ese se iior, datadas en Corrientes, con fecha 27, y supongo (jue a esta fecha habra obtenido ya un resultado fa- vorable en la mision cjue llevaba. Asi al menos me lo 256 VIDA MILITAR DE hace esper'ar el protocolo que se nos ha eomunicado, formulado en la mision que llevo el Ministi*o Yar^a a la Asuncion, y por el cual vemos que consig^id el i-ctiro de la guardia nacional de Buenos Aires, ex- presando en dl, que se haria igual coneesion a todo el pei'sonal oriental que existia en nuestra Division. En bi'eve, pues, espero tener el gusto de abrazarlo, y en su persona abrazar A todos los individuos de esa valiente Division, que, por su constancia en el sufrimiento de las privaciones y su denuedo en los eombates, se ha hecho altamente acreedora a la con- sideracion del Gobierno y del pais. « Aqui eneontraran ustedes todo en bastante calma, pues que las pasiones politieas se ban amortiguado un tanto, en razon de lo ocurrido en las elecciones del ultimo domingo. Las listas promo vidas por el ttClub del Orden)), con las que el Gobierno simpati- zaba, han obtenido una inmensa mayoria, asi en la capital como en todos los departamentos. Este resul- tado, que parece no esperabanlos agitadores, les ha hecho bajar el tono y comprender que el pais quiei'e paz y orden y no se presta a secundar los conatos de revuelta a que todos sus afanes propendlan. «En breve espero se hallardusted entre nosotros, y no dudo que el Gobierno encontrard en usted y sus leales compancros, nuevas columnas para el mante- nimiento del sosiego y reposo publicos. ((Entretanto, me despido de usted, repitiendome su afmo. S. S. y amigo, ((Lorenzo Batlle.)) ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 257 Con fecha 23 de Febrero de 1869, y por iniciativa del Ministerio de Relaciones Exteriores del Gobiemo argentine, el Gobiemo de la Reptiblica ordeno al jefe de las tropas orientales en el Paraguay, General Castro, que eoneediera a la legion paraguaya que servia en el ejercito aliado, el uso de su banderana- eional. Con ese motivo, los Generales aliados Emilio Mitre, Guillermo Javier de Souza y Enrique Castro dirigieron en la Asuncion, con fecha 29 de Marzo de 1869, una proclama al pueblo paraguayo, en la que, despues de recordar el proposito que los guiara al declarar la guerra al dictador Francisco Solano Lo- pez, — proposito contenido en las siguientes palabras, entresacadas del documento hecho conocer al iniciar la homerica cruzada: «Guerra al despotico Gobierno del Paraguay; compasion al pueblo que gime bajo su ferreo yugo)), — participaban la resolucion tomada por los respectivos Gobiemos, de permitir el uso del pabellon paraguayo. Sobre el nombramiento de los delegados por los Gobiernos aliados, para tratar todo lo relativo a las cuestiones paraguayas y a la terminacion de esta cruenta guerra, el General Batlle dirigio las siguien- tes comunicaciones al General Castro : « Montevideo, Febrero 17 de 1869. ((Senor General don Enrique Castro. « Estimado General y amigo : (( El Gobiemo ha nombrado al doctor don Adolfo Rodriguez Ministro en mision especial para que vay^- 17. 258 VIDA MILITAU DE al Paraguay, en compaiiia de los diplomaticos que mandan el Brasil y la Reptiblica Argentina, con el ob- jeto de proceder al nombramiento del Gobierno pa- raguayo y la completa organizacion de ese pais. Asi que est OS sen ores hay an terminado su cometido, vol- veremos otra vez a insistir sobre la vuelta a la Repu- blica de la Division oriental. La mision de estos se- fiores sera, ademas, de acuerdo conlos jefes del ejer- cito, dietar las medidas que se juzguen mas oportu- nas para perseguir A Lopez y arrojarlo fuera del territorio paraguayo; pues mientras el este en el, no podra constituirse nada que. tenga un caraeter es- table. « Aqul no hay novedad. «Siempre su afmo. amigo y S. S. ((Lorenzo Batlle. » c Montevideo, Marzo 13 dc 1869. ((Senor Brigadier General don Enrique Castro. (( Mi estimado General y amigo : ((Me desespera el ver que no se reunan los plenipo- tenciarios de los tres poderes aliados, para exigir el retiro de nuestra Division. La permanencia en esos parajes del senor Paranhos, no queriendo la Repi\- blica Argentina mandar alii ningtin agente caraete- rizado, y pretendiendo que sus confereneias tengan lugar en Buenos Aires, a lo cual el senor Paranhos no se presta muy de buena gana, es unincidente que ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 289 puede retardar el regreso de ustedes, que es mi pri- mer empefio. « Se dice que se han emprendido opera ciones con- tra Lopez, pero no s^ que plan se proponen seguir, ni que fuerzas concurran d esta operacion. Escri- bame usted dandome siempre conocimiento deta- Uado de cuanto por ahi ocurra. « Por aqui marchamos siempre eon extremas difi- cultades, dificultades que eada vez toman mds pro- porciones; pero espero en Dios que. las hemos de sobrellevar y salir con bien de situacion tan critica. <(No poco beneficio me haria la presencia de esos valientes en la Reptiblica, pues si bien espero con- servar la paz, el mejor medio para conseguirla es hallarse preparado para la guerra. «Sin tiempo para extenderme mas, me repito su afmo. amigo y S. S. ((Lorenzo Batlle.)) c Montevideo, Marzo 23 de 18b9. (cSeiior Brigadier General don Enrique Castro. ((Mi estimado General y amigo: ((Recien hoy he recibido su estimada del 3. No se a qu6 atribuir el retardo que tienen todas sus cartas. ((Respecto a la remesa de cueros que hicieron los jefes y oficiales de esa Division, haciendo escala el buque que los traia en Buenos Aires, fueron alii em- bargados y vendidos, de acuerdo, dice el Gobieruo 260 VroA MILITAR DE ai^entino, con la resolacion tomada por los genera- les que mandan el ejereito aliado. Don Adolfo Ro- driguez, por ordenes de este Gobiemo, i-eclamo al de Buenos Aires sobre el embai^o y venta de esos pro- duct os, que pertenecian a orientales y venian des- tinados a este puerto; pero han eludido su recla- macion, diciendo que los fondos estan depositados en el banco, hasta que se resuelva este incidente, como los demas que ocurran'analogos, por los Go- biemos aliados, y no hemos creido digno insistir mas. a El Gobiemo argentino se ha opuesto a enviar un Ministro a la Asuncion, haciendo asi innecesaria en aquella ciudad la presencia del doctor don Adolfo Rodriguez. a Quedo impuesto de los resultados que tuvo el pa- seo que dio usted a la villa Occidental. Quedo igual- mente impuesto de la resolucidn adoptada por los generales de ese ejereito, con presencia del senor Consejero Paranhos, para establecer una policla flu- vial, encomendada d la escuadra brasilera. a Apruebo el que haya hecho usted objeciones para tomar parte, con el contingente oriental, en las ope- raciones que van d abrirse en el interior de la Repti- blica. c(Hace tiempo que estoy gestionando suretirodla patria, y ahora con mas raz6n qpie nunca me veo precisado d exigirlo, pues que nos es imposible hacer frente d los gastos para sustentarlo. La crisis flnan- ciera que atravesamos, cada vez oprime mds al co- mercio, y su consecuencia natural es que las rentas decaigan de un modo extraordinario. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 261 «Nada se paga, sino el presupuesto de empleados y las letras que usted gira, y una y otra erogacion se eneuentran asi mismo muy retrasadas. <(Soy de usted muy afino. amigo y S. S. ((Lorenzo Batlle.» No obstante lo que se desprende de las cartas que acabamos de transcribir, aun debia tocarle a la Di- vision oriental, a pesar de haber quedado tan redu- cida, tomar una participacion no menos brillante y gloriosa que en la de los otros tres anos de cam- pana, en las operaciones finales de la guerra. Gorriendo el ano 69, Lopez, refugiado en Luque y acosado como una fiera, desataba sus odios y sus per- versos instintos en aquella serie de erimenes que ni aun los mds parciales defensores del tirano han po- dido ocultar, y que bastarian en todo caso para justi- fiear la campaiia euyo objeto era eliminar del Go- biemo de una nacion hermana y digna de gozar de lalibertady la civilizacion, a un verdadero monstruo. En aquel tiltimo refugio, todavia contaba Lopez con recursos que la perdida de la capital, las medi- das del Gobiemo provisorio protegido por los aliados, y la incomunicacion con el exterior, no le habian qui- tado en absoluto. Esos recursos provenian princi- palmente de los arsenales que el tirano tenia en el departamento del Ibicui, A una distancia tal del me- dio en que habian operado y operaban los aliados, que era casi imposible pretender apoderarse de ellos. Tratado el asunto en consejo de jefes, el General 262 VIDA MILITAR DE Castro manifest6 que contaba en su Division con elemcntos para realizar aquella empresa. Algunos historiadores dicen que el Conde d'Eu, General en Jefe de los ejereitos aliados d la sazon, fue quien soli- cito del General Castro un hombre capaz de llevar a cabo la dificil operacion que se proyectaba. Sea cierto 6 no esto, el General Castro eligio en su Division el hombre que coneeptuo mas capaz de la empresa, que exigia algo mas que la resignacion d la nmerte y que la audacia de un espiritu inclinado a las a Venturas. Y ese hombre fu<5 Hipolito Coro- nado, Comandante de caballeria, oriundo del Salto, a quien hemos visto figurar ya en arriesgadas ope-^ raeiones, revelando valor extraordinario, intuicion y disposiciones superiores. La nueva comisidn que le confio el General Castro y que lo ponia en evidencia ante todo el ejercito, era de tal magnitud, que por primera vez en la campafta, Coronado vacilo. Sin embargo, ni el era hombre de esquivarningunpeligro, ni el General Castro se equi^ vocaba al elegir sus hombres. Trazo a Coronado todo el plan de la dificil expe- dicion, con la clarovidencia del veterano capaz de realizar estas acciones, en que se sale de las reglas y previsiones de la guerra, para entrar en el dominio de lo aventurado, de lo impre visto, en que todo 6 casi todo queda librado a la iniciativa individual, d las inspiraciones del momento y al esfuerzo de un es- piritu superior. Coronado partiopara el Ibicui con 80 hombres, ele- gidos por el entre los compaiieros mds probados en sus aventuras de aquella campaiia, y entre los cuales ENIUQUE Y GREGORIO CASTRO 263 liabia unos 20 artilleros armados de Ghassepot, siendo el resto lanceros. Los heroicos expedicionarios desaparecieron mis- teriosamente del campamento de los aliados, pues una de las principales condieiones para el exito de la empresa dcbia ser la reserva con que esta se lle- vara a cabo. Los partes oficiales han eonservado la frase espartana del General Gastro, quien, al despe- dirse de Goronado, le dijo: cc Vqya a las Cordilleras coino quiera que sea; muera, si es necesario, an- tes que dejar depasar mas alia delas Cordilleras^y Y Goronado fue a las Cordilleras, paso mds alia, realizf3 todo el pensamiento y el plan del General Gastro, y volvio tiiunfante al campamento de la Di- vision oriental en menos de quince dias, recorriendo ochenta leguas de territorios asperos y casi inexplo- rados, venciendo con sus 80 hombres a mas de 500, libertando centenares de prisioneros, y despues de haber destruido liasta en sus fundamentos, los arse- nales de Lopez. Nada mejor, para dar idea de esa expedicion de contomos legendarios, que el sencillo parte del jefe que la realizo. Dice asi: « CanipanieDto en Franco- Islas, Mayo 15 de 18G9. ((Excmo senor: <( Habiendo hoy proporcion de dirigir un cliasque a ese campamento, lo aprovecho para dar cuenta a V. E. de las operaciones que he practicado hasta este dia, con las fuerzas que a ese fin V. E. se ha dignado poner d mis ordenes. 264 YIDA MILITAR DE ((Despues de emprender nuestra marcha de la Asuncidn, el dia 5 del presente, siguio la columna hasta Franco ' Islas sin novedad de importancia. Por noticias, sabia que aUi residian varias familias. ((El dia 8 por la manana, aleanzamos a Franco -Is- las, El piquet e de descubridores, que los primeros llegaron a los ranchos, fueron recibidos por siete hombres armados que se resistieron y murieron an- tes que entregarse, y porun herido se sabia (jue ha- bian sido desertores de nuestros ejereitos. De alii me fui al rincon de Franco -Islas, donde (juede dos dias para dar deseanso a los caballos y aprovechar del buen eampo y los maizales. ((El dia H nos dirigimos hacia las minas de Ibi- cuyy cuyo establecimiento me dio d conocer que es- taba con poea guamicion; me propuse tomarlo de sorpresa para inutilizar las maquinas, salvar los prisioneros nuestros que alii estaban, y, en fin, eau- sar al enemigo un perjuicio que me parecia serio al quitarle la primera fabrica de articulos de guerra. ((Siguiendo el camino para las minas y pasando por la capilla de Ibicuy, tomamos prisionera una guardia de doee hombres. ((De Ibicu/y seguimos por el puente Zarra, monte Zarzete, arroyo Tacuari, lagunas Imes y CaballerOy arroyo y zanja Hu, y el 13 a las 7 i/2 de la manana estdbamos frente al establecimiento de las minas de fierro de Ibicuy. (( Al llegar, ordene inmediatamente (jue 50 hom- bres, con una guerrilla al frente, avanzasen al galope sobre el establecimiento: esta guerrilla lleg6 casi d^ apoderarse de la posicion sin tirar un tiro, pues ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 265 cuando alll se presento, recien se armaba la guar- nicion para defenderse. <(E1 oficial que mandaba la guerrilla se acerco al porton del establecimiento, y pudo con el Teniente Moreno, uno de los oficiales paraguayos que estaba alii empleado, el cual se dispuso a rendirse; enton- ces el Capit^n Insfran, jefe del punto, majido a las armas y no quiso oir las condiciones conciliatorias que se le ofrecian, y se le responsabilizo de las con- secueneias; en seguida comenzo el fuego de parte d parte; mande echar pie a tierra a tiradores y lance- ros y cargar sobre elenemigo. Este, que aun no ha- bia podido establecer el orden en las filas, no sufrio nuestro empuje y la posicion fue tomada despues de una hora de pelea. Obtuvo asi la fuerza de mi mando un espl^ndido triunfo sobre el enemigo, tres veces mayor en ntimero y ocupando una fuerte posi- cion, accesible tan s61o por un porton. Juzgue V. E. si lo seria, cuando a mi juicio lo considero mas fuerte que Humaitd. ((Tomose prisioneros al Comandante del punto, Gapitan don Julian Insfran, al Teniente 2.° don Gas- par Moreno, Alferez don Ventura Gaceres y 53 in- dividuos de tropa; muertos tuvieron 23 soldados, y los demds huyeron al monte contiguo a los edificios del establecimiento. La guarnicidn se componia de 4 oficiales y 241 individuos de tropa, todos hombres escogidos, la flor del ejercito paraguayo ; y fueron vencidos por el puiiado de soldados de la escolta que me acompaiio ese feliz dia. «Fueron salvados del martirio que les imponian L6pez y su sicario Insfrdn, 96 presos, que estaban 266 VIDA MILITAR DE encerrados on calabozos: estos son 87 prisioneros del ejei'cito aliado, argentinos, brasileros y orienta- les, 9 paraguayos por causas politicas, y otros. «E1 Capitan Insfran tres veces did la orden de que se matasen 40 prisioneros que estaban trabajando en una carboneria, bajo las ordenes del Alf6rez Gaee- res : pero este no obedecio y por eso esos infelices vi- ven aun : ese Allerez es muy querido de todos los pri- sioneros y de sus subordinados los paraguayos por su liuen corazon; eso lo hace rceomendable a la consideracion de V. E. cc^Como le describire, Excelentisimo senor, los gritos de alegria, las manifestaciones de jiibilo de tantos prisioneros que se vieron repentinamente entre salvadores providenciales, despues de poreion. de anos de los mas crueles padecimientos? ((Estaban casi desnudos, flacos: s61o tenian de hombres la figura! . . . Algunos, enfermos, eamina- ban con la ayuda de baculos! . . . otros, engrillados, con el zoquete do arrastro! . . . Todos nos llamaban ((nuestros salvadores », y contaban las penurias y las inhumanidades que habian sufrido por la crueldad del tirano Lopez y sus barbaros servidores. ((Durante el conflicto, vi a un individuo que por la ventana de un calabozo me hacla senas con los bra- zos, y gritaba nombrandome: ((Mayor Coronado, aqui estan los prisioneros argentinos: somos prisio- neros argentinos;)) pero no era posible socorrerlos en esos momentos. Ese individuo era un sargento Del Valle, que pertenecid al reg^miento de caballe- ria ((San Martin)), del ejercito argentino. ((Todos los grillos les fueron sacados inmediata->. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 267 mente despues del combate, y los hombres condu- cidos al campaiiiento para reunirse d mi columna, separando los prisioneros de la gente de Lopez. «Las maquinas de la fundicion han sido totalmente destrozadas por mi orden, de modo que por algunos meses no funcionaran. Las municiones y armamen- tos que no pudlmos condueir, fueron echados al fuego y al agua. «Este trabajo fue ejecutado por los prisioneros al ser libertados, los que puse al cargo del Sargento Mayor Gualberto Lescano con ese objeto. Era cu- rioso ver con que frenesi desempefiaban esa co- mision: ^o oian las ordenes, no veian lo que hacian. «Las perdidas sufridas por mi gente se reducen a trece fuera de combate, entre ellos tres nmertos, y treinta caballos; los heridos los Uevo, junto con los enfermos y heridos que encontre en el punto to- mado, en las tres carretas que acompanan mi co- lumna desde las minas, donde las tome. Los maqui« nistas y operarios del establecimiento de minas es- tan en nuestro poder y marchan con nosotros. «En las inmediaciones se recogieron como cien bueyes y algunas vacas. «La comportacion de los jefes, oficiales y soldados que tengo el honor de mandar, ha sido meritoria de todo elogio: han mostrado que son dignos de pertenecer a la Division oriental que manda V. E. «Terminada la operaci6n en el establecimiento de minas de Ibicuyy ordene la reunidn de mi fuerza y de todos los prisioneros, y con el ganado i*ecogido emprendi la marcha a las 2 del dia proximamente, hacia la capilla IbicajTy siguiendo despuds hasta este 268 VIDA M1LITAR DE lugar; esto es: viceversa el itinerario que llevepara la ida a las minas. ((Llegue hoy aqui, y manana despacho con el chasque al Mayor Lescano, y marcho al rincdii de Franco-Islas a alcanzar algunas familias que deje alii. «Por interrogaciones que he hecho a varios ofi- ciales y soldados prisioneros, he conseguido la de- claracidn de que Lopez tiene su campamento gene- ral en Azcurra (Cordilleras); en Yuti esta formando un nuevo campamento, en donde hoy tiene como mil hombres; en Cerro Leon hay 400 hombres; en Iguitimi 50; en Punta Caballero 50, e igual numero en el paso Ibicuy, ((Para volver a la Asuncion voy a abrir por el monte una picada que ira al potrero Mdrmol; es una medida de prudencia, porque puede el ene- migo querer incomodarme en el transito, y como ahora ird bastante pesada mi columna, deseo en- gaiiar cualquier maniobra del enemigo, por las familias (como 130 mujeres y criaturas) y el ganado, que por lo demas no temo; a mi salida de esa ca- pital mis fuerzas eran ochenta hombres, y hoy cuento con 250 prontos d pelear; por lo que puedo asegurar a V. E. un feliz t^rmino a la comisi6n que me ha confiado. ((Antes de cerrar esta, permitame V. E, recor- darle sus palabras antes de mi marcha: ((Vaya d las Cordilleras como quiera (pie sea; muera, sies nece- sario, antes que dejar de pasar mas aUa de las Cor^ dilleras.y> Yo lo heprometido, y me permitird V. E. una pregunta, cpie es: si he cumplido su ordenono? ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 269 aAprovecho la oportunidad para reiterar d V. E. las seguiidades de mi mas alta consideracion. ((Dios guarde a V. E. muchos afios. nHipolito Coronado.)) « Conforme : c(Federico Guillermo Daug.» (c A S. E. el sefior Brigadier General don Enrique Castro, General en Jefe de la Division oriental en operaeiones contra el Gobierno del Paraguay.)) Hay en este episodio algo que no refiere la histo- ria y que sin embargo es verdadero y mei'ece ser co- nocido, por lo qne importa para el caracter de nues- tro biografiado. Cuando a Coronado se le encargo de la expedicion al Ibicuy, su situaeion en el ejereito era muy critica. Aquel espiritu inquieto 6 inclinado d las aventuras, solia olvidar que para un militar el primer deber y el mayor merito es la disciplina. Ante el General Castro, que, por mas que se hubiera formado en la guerra irregular, tenia el mas alto eoneepto de las condiciones de la milicia organizada, el Comandante Coronado habia incurrido en una falta que no hay para que mencionar. Al surgir la idea de la expedicion al Ibicuy, el Ge- neral Castro, que apreciaba las cualidades positivas de Coronado, penso que a la vez de prestar un ser- vicio importante al ejereito aliado, el audaz guerri- Uero se vindicaria ante su jefe y ante la Division d que pertenecia, si el exito coronaba su cmpresa. 270 VIDA MILITAR DE . Estas circuiistancias, rigurosamente veridicas, dan la clave do la frase del (leneral Castro, que hcmos calificado justamente de espartana, y de la referen- da que a ella hace Coronado al coneluir el parte de su expedieion. Pues bien: cuando Coronado regreso triunfante con los trofeos de su arriesgada empresa, hubo en los ejercitos aliados una explosion de admi- racion y de aplauso. El guerrillero victorioso fue saludado con dianas en todo el campamento. El General en Jefe brasilero le confirio el grado de Coronel de los ejercitos imperiales, contodas sus rentas y honores ; los argentinos prodigaron sus elo- gios y sus manifestaciones de admiracion al que era sin disputa un heroe. En la Division oriental solo se participo en la orden del dia, que el Comandante Co- ronado (juedaba reincorporado a ella con el mismo grado que tenia antes de la hazaiia. Para quien ha- bia estado a punto de ser separado completamente de la gloriosa Division, y ante el concepto elevadi- simo de la disciplina y del honor militar que habla sabido infundir el General Castro en las fuerzas a su mando, no habia mayor premio que seguir figurando entre ellas. CAPlTULO XXII COMBATE EN PERI-BEBUY. — REGRESO DE LA DIVISION ORIENTAL. — DISTINCIONES AL GENERAL CASTRO. — HONORES EN MONTEVIDEO. — sInTESIS DEL CARACTER DE CASTRO. Este interesante hecho fue sin duda el iiltimo de importancia que merezca citarse entre los servicios de la Division oriental en el Paraguay. Despues de una larga inaceion, en Julio se libro un eombate en Peri-Bebuy, fatal para la vanguardia de L6pez. Elste inicio su retirada de Azcnrra en direccion a Bolivia, y en esa mareha haeia la muerte, — marcha que de- bia durar hasta Marzo de 1870, — los brasileros solos fueron sus perseguidores implacaUies. En Diciembre de 1869 quedo resuelto el regreso de la Division oriental. El ultimo campamento avanzado que ocupo nuestro ejercito, fue el de Cerro Leon, Alii, en los primeros dias de Diciembre, ycumpliendo ordenes del Gobierno, fueron licenciados los para- guayos que Servian en nuestras filas, quedando so- lamente los que quisieron por libre voluntad eonti- nuar en ellas. 278 VIBA MIL1TAR DE De Cerro Ledn, la Division marcho para la An- gostura, donde se efectuo el embarco. Son dignas de publicai'se las comunicaciones que el General Cas- tro recibio en el momento de retirai'se del Paraguay. El Ministro Paranhos le escribio de la Asuncion, con feclia 22 de Diciembre, lo que sigue: aExcmo. senor Brigadier don Enrique Castro. — Tuve el ho- nor de recibir la carta que V. E. me dirigio con fe- cha 9 del corriente, y mucho agradezco la despedida amistosa, deseandole que encuentre en su patria la felicidad de que es digno. ((Envio cordialmente a V. E. mis congratulaciones por la alta estima a que se hizo acreedor para con sus conciudadanos y para con sus aliados. <(No se aun cuando serdmi regi'eso; pero aqui, y en cualquier parte, probare que soy, con perfecto aprecio y distinguida consideracion, de V. E. muy atento amigo y obediente servidor. — Jos^ Maria da Silva Paranhos. » El seiior Fernando Iturburu, jefe de la legion pa- raguaya incoi'porada al ejercito oriental, dirigid al General Castro la siguiente carta : cAsuDcido, Diciembre 2^ de 1869. <( Senor General don Enrique Castro. « Mi estimado General y amigo : (( Con la mayor satisfaccion he leido su apreciable del 19 del corriente, por la que al retirarse para su patria se despide de ml y de todos los jefes y oficia- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 273 les de la legion de mi mando, que hemos tenido el honor de compartir los peligros y fatigas de esta larga y memorable campana, con la valiente Divi- sion oriental, que tantos y tan importantes servicios ha prestado a la causa de la libertad de esta mi des- graciada patria. c( A mi nombre y al de los jefes y oficiales de la le- gion paraguaya, agi'adezco a usted, con todo mi co- razon, sus buenos deseos respecto a este pais tan desgraciado, como tambien sus generosos ofreci- mientos a todos nosotros, lo (jue altamente aprecia- mos, y este usted seguro que nunca olvidaremos a usted y a los benemeritos jefes y oficiales de la in- victa Division oriental, como nunca olvidaremos al inmortal heroe General Venancio Flores, que ha de- jado en nuestro corazon recuerdos de inmensa gra- titud. ((Estimare A usted infinito hagapresente al senor Gomandante Vdzquez, Mayor Gurtin y todos sus ofi- ciales, los amistosos recuerdos de mi hermanoy mios, disponiendo usted como guste de su mejor amigo, C( Fernando Iturburu.» Muy expresiva es tambien la carta del General en Jefe brasilero Gonde d'Eu, y que el General Gastro recibio estandoya en Montevideo. Dice asi: 18. 274 VIDA MILITAR DE «iCuartel Geoeral en la Boca del Pacova, 8 de Enero de 1870. ((Excmo. seiior General don Enrique Castro. « Mi muy estimado General : « Ayer solamente ine llego a las manos la carta que V. E. me escribi6 el 9 del mes pasado, de su campa- mento de Gerro Ledn, comunieandome que tiene que retirarse con los pocos orientates at seno de su pa- tria, y asegurdndome que, como companero de ar- mas, siempre puedo contar con hallar en V. E. un amigo en toda 6 cualquier ocasion que se presentare. Doy a V. E. muchas gracias por tan cordiales pala- bras y por sus buenos deseos a mi favor para el resto de la tarea que me queda por cumplir. Esta tarea la considero hoy como virtualmente concluida, pues las molestias, el hambre y las consecuentes deser- ■ciones, son las que se encargaran de acabar con el diminuto resto de la fuerza enemiga, oculta hoy en una region enteramente desierta, que no le ofrece por eso mismo recurso de ninguna especie. ((Esta, pues, completa la obra que se impusieron (ya van 5 aiios) las tres naciones aliadas, y en la que V. E. y sus pocos, mas heroicos paisanos, han tenido una brillante parte. ((En cuanto a mi, agradezco una vez mas a V. E, el concurs© que con tanta dedicacion me presto en las operaciones del mes de Agosto proximo pasado, las cuales destruyeron la mayor parte del poder ene- migo. Espero que a mi tambien me sera licito en breve retirarme de este pais, y mucho celebrare si ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 275 puedo entonces, al pasar por Montevideo, renovar personalmente mis relaciones con V. E. y repetirme su afectisimo companero y amigo, a Gaston de Orleans. y> , En la maiiana del dia 29 de Diciembre de 1869 lleg6 d Montevideo el vapor Angostura, que conducia los restos de la heroica Divisidn oriental. Recibieron d los 150 hombres que la eonstitulan, una Comisidn nombrada por el Gobiemo, y formada por jefes de alta graduaeidn ; todas las fuerzas de la guarnicion ; los ninos de los colegios municipales, y ^na inmensa cantidad de gente. El Presidente de la Reptibliea, don Lorenzo BatUe^ agradecio en una proclama, en nombre de la patria^ d los valientes que, adesde los campos gloriosos de Yatqy hasta las cuestas artilladas de Azcurra, du- rante 5 alios continuos de combates y penosisimas marchas y privaciones, formando casi siempre en la vanguardia, se habian mostrado dig^os sostenedo- res de las glorias de la nacion.)) El pueblo tributo a los bravos guerreros ovaciones indescriptibles, y se unio a los festejos oficiales, adomando los balcones con banderas y colgaduras. . El General Castro, despues de las fiestas realiza- das en el fuerte de San Jos^, hizo entrega de las tres banderas, oriental, argentina y brasilera, que en los campos del Paraguay eran simbolos de la alianza, y que le confiara el benemerito General Flores, para que se las devolviera coronadas por el triunfo. 276 VIDA MILITAR DE La prensa del pais undnimemente dio su parabien A los que regresaban a la patria. Las simpatias que supo despertar el General Cas- tro entre sus compafieros de lucha, y con especia- lidad entre las personalidades mds encumbradas del Brasil y la Argentina que tomaron participacion en aquella guerra, estdn patentizadas en los documen- tos que hemos transcripto, y en las obras d que he- mos hecho refei^neia eontinuamente y que nos ban servido de guia y de base en nuestro trabajo. Una constancia inquebrantable, una prudencia y diserecion ejemplares, un valor y un espiritu militar dignos de presentarse como modelos en todo tiempo, unidos d un celo aetivo por la disciplina y la mora- lidad, fueron los caracteres sobresalientes del co- mando superior de las fuerzas orientales en los tres anos largos en que estuvo d su frente el General Castro. De la campaiia gloriosa volvio apenas con un grado mds, sin pretensiones A premios ni influen- oias, que nadie como el podia tener; y d no mediar la circunstancia de la revolucidn de Aparicio, ini- ciada dos meses despu^s de su regreso, y que lo obligo d ponerse de nuevo en campana, se hubierare- tirado tranquilamente d atender sus intereses, harto descuidados por la larga ausencia. Tal era el hom- bre en quien el heroismo y la virtud eran mds nota- bles, porque no aparecian mds que como una ex- presion natural y sencilla del deber. CAPlTULO XXIII REVOLUCION DE 1870, 6 DE APARICIO. — CASTRO ES NOMBRADO COMANDANTE GENERAL EN CAMPANA. — ATAQUE DE LA FLORIDA. — OPERACIONES EN CERRO LARGO Y TACUAREMBO. — COMBATES EN EL RINCON DE RAMfREZ, TREINTA Y TRES, SAN JOSE Y PORON- GOS. — FORMACION DE UN NUEVO EJERCITO. — COM- BATE EN «LAS CONCHAS)). — PROGRESOS DE LOS REVO- LUCIONARIOS. — UNION DE LOS GENERALES CASTRO Y SUAREZ. — BATALLA DE SEVERING. Al traves de las cartas del Presidente de la Repu- blica General Batlle, que hemes transcrito en el ca- pltulo anterior, se ha podido notar la preocupacion del gobernante acerca de la situacion interna del pals. Gombatido su Gobienio implacablemente desde el comienzo per el partido adverse y per fracciones del prepie, que encentraban ambiente prepicie en la desastresa crisis ecenomica perque atravesaba el pais, se inicio el ane 1870 cen amenazas y cen sin- temas revelucienaries. Unas y etres ne debian tardar en verse cenfir- mades per les heehes. 278 VIDA MILITAR DE El 5 de Marzo, en efecto, invadian el pais, eon procedencia de Entre-Rios, los Coroneles Timoteo Aparicio e Inocencio Benitez, al frente de 42 jefes, oficiales y soldados, afiliados al Partido Blanco, ex- pulsado del poder por la revolucion bien llamada Li- hertadora, que llevo a cabo el General Flores. La revolucion que es conocida en la historia con el nombre ((de Aparicio », tenia por fin y por movil la restauracion en el poder del partido que liabia caldo cinco anos antes, mas por su desprestigio que por el esfuerzo de la revolucion que lo derroco. Dejando aparte detalles que no caben rigurosa- mente en el presente trabajo, vamos a entrar de lleno a referir la intervencion que cupo a nuestro biografiado en estos nuevos sucesos : Los revolucionarios que invadieron, como hemos dicho, el 5 de Marzo, por el paraje Uamado Espini- Hal (departamento del Salto), se internaron rapida- mente hasta Tacuarembo, donde los alcanzo el Co- mandante Frenedoso, quien los persiguio tenazmente hasta la Florida, en cuyos montes, tan numerosos como espesos, se refugiaron los invasores y empe- zaron a formar ntimero. Se encontraban todavia en la Florida, y se dudaba de las proporciones que pu- diera alcanzar el movimiento, cuando el Gobiemo, como acto de prevision, resolvio, en 18 de Marzo, nombrar al General don Enrique Castro Coman- dante General en la campana, con instrucciones para organizar toda la fuerza que fuera posible para do- minar la hasta entonces montonera. El General Cas- tro nombro su jefe de vanguardia al Coronel don Mdximo P^rez y formo rapidamente su ejercito en ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 279 la Florida, mientras los Generales Caraballo y Bor- ges, con otros jefes, organizaban fuertes divisiones al Norte y Sud del Rio Negro. Despues de un ataque al pueblo de la Florida, sin ningiin resultado practico para la revolucion, Apa- ricio siguio a marehas forzadas liasta Cerro Largo, donde se le incorporaron varios contingentes con el General Angel Muniz, los Coroneles Ibdiiez, Perez, Muniz y Coronel. Intimo la i^endicion de Melo, ob- teniendo del Comandante Carrion, que mandaba las fuerzas de la plaza, una respuesta tan resuelta como lo fue su actitud, que hizo tomar otro rumbo a los revolucionarios. Estos, despues de algunas marehas y contramarchas entre Cerro Largo y Tacuarembd^ haciendo una verdadera guerra de recursos, el 24 de Abril atacaron a la guarnicion de Melo, dispersando la caballeria y obligando a rendirse A los infantes del c(l.° de Cazadores)), a cuyo frente habia quedado el Teniente Candido Robido despues de la muerte del Capitan Quiroga. El Comandante Militar del de- partamento, Teniente Coronel Nicomedes Castro, se acantono, sin poder impedir que los revolucionarios se hicieran duenos de toda la poblacion, los que solo se retiraron a la aproximacion del ejercito del Gene- ral don Enrique Castro. La vanguardia de este ejer- cito, compuesta de caballerias y de un batallon de infanteria mandado por el Coronel Olave, estaba A 6rdenes del Coronel don Maximo Perez. Estas fuer- zas, en la persecucion hecha a los revolucionarios, sufrieron un innegable contraste en el Rincon de Ramirez, pues se dispersaron ante una carga ines- perada de 6stos, las caballerias, retirandose sola- mente en orden el batallon de Olave. 280 VIDA MILITAR DE El Goronel Perez, que servla de mala gana al Gobierno, porque lo odiaba, despues de enviarle un parte poco franco y veridico al General Cas- tro, concluyo por retirarse del ejercito y emigrar a la Argentina. A consecuencia de los informes que por intermedio de su seeretario mando el Goronel Perez al General Castro, este envio al Gobierno el parte oficial fechado en Con^entos el 30 de Abril, y en el cual un critico severo podria observar que no se dice toda la verdad sobre el hecho del Rincon de Ramirez. Y es necesaria esta aclaracion, aunque se trate de cosas de poca importancia, porque el Gene- ral Castro fue siempre hombre de verdad y no titu- beo jamas en confesar los contrastes que sufriera en la guerra, y hasta en exagerarlos, como lo he- mos visto en el hecho de armas de Don Esteban. Del Rincon de Ramirez los revolucionarios se acercaron a Treinta y Tres el 29 de Abril, y aun- que perseguidos tenazmente por el Coronel Manduca Carabajal, lograron apoderarse de ese pueblo; contra- marcharon en seguida hacia el Sud, y el 5 de Mayo se presentaron frente a San Jose, de donde fueron rechazados valienteiaente por la guamicion que mandaba el Comandante Tabares. El 14 del mismo mes se apoderaron del pueblo de Porongos, despues de una fuerte refriega con las fuerzas que lo guarne- clan, y en la cual se produjo el famoso encuentro ca- balleresco entre el Coronel Colorado Gil Aguirre y el bianco Jose Maria Pampillon. De Porongos, los revolucionarios atravesaron el departamento de Florida, entraron a Canelones y hasta llegaron a cinco leguas de Montevideo. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 281 Todas estas marchas, en las que es justo reconocer una movilidad asombrosa en el ejercito revolucio- nario, sirvieron a este para haeerse de recursos ma- teriales, recoger contingentes y, sobre todo, eontri- buyeron a darle el prestigio moral que fluia del he- cho de apareeer recorriendo todo 6 casi todo el pais sin may ores obstaeulos. De Toledo marcho Aparicio hacia Solis Grande, donde lo alcanzo la vanguardia del General Castro; pero intemdndose en Minas, al Uegar a Espuelitas, una vuelta cara igual d la del Rincon de Ramirez, produjo un entrevero, en el cual, desde los jefes hasta el ultimo soldado, todos pelearon heroica- mente, sufriendo grandes perdidas ambas partes. Luego, ante la aproximacion del grueso del ejercito de Castro, los revolueionarios se alejaron en direc- cion a Cerro Largo, con la rapidez que les permitia la abundancia de caballos y el estar desprovistos de toda impedimenta. El Presidente de la Repiiblica, que habia salido a campana, dejando como encargado del P. E. al Pre- sidente del H. Senado, doctor Francisco A. Vidal, a mediados de Julio de 1870 se puso en marcha, desde la costa del Yi, donde a la sazon se encon- traba, hacia la Florida, en cuyo pueblo debia bus- car la incorporacion del General Castro, despues de haber librado este al departamento de Cerro Largo de las tentativas de la gente que acaudillaba Aparicio. En Julio de 1870, el General Castro, acampado en las proximidades del Durazno, formo un nuevo ejercito, destinado d operar sobre los departamentos 282 VIDA MILITAR DE fronterizos, pues el Presidente BatUe se liabia he- cho cargo del ejercito, cuyo Cuartel general se ha- llaba en aquellos parajes. El Coronel Trifon Ordonez era el jefe de vanguar- dia del ejercito constitucional a ordenes del Presi- dente General BatUe. En prueba de los servicios prestados por Castro al Partido Colorado en el primer periodo de la guerra de Aparicio, transcribimos el parrafo que va a continuacion, extractado de una carta dirigida por BatUe a nuestro biografiado, desde su campa- mento en la costa del Yi, con fecha Julio 14 de 1870, y cuya carta obra en nuestro poder : ((El pais entero tiene que agradecer a usted los servicios y penalidades porque ha pasado en estos tiltimos meses. Con ellos ha adquirido usted un nuevo y valioso titulo a mi aprecio y amistad.)> Una fuerza desprendida del cuerpode ejercito mandado por el General Enrique Castro, acampado en las P almas el 1.° de Agosto de 1870, — fuerza que estaba al mando de los Mayores Rosano y Sabas, dio alcance en el arroyo de Las Conchas a una par- tida revolucionaria compuesta de 65 hombres y ca- pitaneada por un tal Viana, poniendola en com- pleta dispersion y obligandola a azotarse al Cordo^ bes, que estaba campo afuera. En la persecucion se les mataron a los enemigos un titulado Capitdn Pedro Amor y cinco soldados. Segun el parte oficial remitido por Castro, se les. tomo, ademas, 11 prisioneros, un pasado, y 34 caba- llos ensillados. Al intentar vadear el CordoMs, va- rios de los heridos revolucionarios se ahogaron. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 283 El Gobierno, con fecha 14 de Agosto de 1870, ex- pidio un decreto, por el cual la zona militar que comprendia los departamentos situados al Sud del Rio Negro, quedaba dividida en dos seeciones. La primera, compuesta de los departamentos de So- riano, Colonia y San Jose, fu^ puesta bajo el mando inmediato del Brigadier General don Enrique Cas- tro, y la segunda, formada de los demas departa- mentos comprendidos en dicha zona, bajo el co- mando del General don Jose G. Suarez. Con motivo de la renuncia presentada por el Ge- neral Jose A. Possolo, eon fecha 20 de Agosto de 1870, del cargo de Ministro de Guerra y Marina, el General Batlle designo en reemplazo del renun- ciante al Coronel don Trifon Ordonez. El 8 de Septiembre de 1870 el General Castro se incorporo, por las Puntas de Chamizo, a las fuer- zas de los Generales Suarez y Borges. Por esta fecha la revolucion habla tomado propor- ciones considerables: habla invadido, para plegarse a ella, el veterano General Anacleto Medina, quien renegando una vez mas de sus tradiciones, mancilla- das para siempre en la jomadade Quinteros, venia, eomo decian en su tiempo los que eran sus antiguos correligionarios, a buscar la muerte y a desagraviar la memoria de los martires del Partido de la Liber- tad, en las lanzas que osteritaban las mismas bande- rolas que el viejo oficial de Rivera habla condu- cido a la victoria en los gi*andes dias de la patria. Se habian pronunciado ademas diversos jefes con contingentes que elevaron las fuerzas revoluciona- rias d mas de 3000 hombres, con los que pudieron dominar numerosos pueblos de la campaiia. 284 YIDA MILITAR DE Pero la guerra de recursos, que habia permitido d los revolucionarios eludir con exito las persecu- ciones, desmoralizando a los jefes y a los ejercitos del Gobierno, tocaba a su fin; y en la guerra regu- lar, el Gobierno, 6 mejor, el Partido Colorado, en- cai^ado en el, iba a triunfar brillantemente de la reaccion, que solo dejaria como fruto, ruinas y mi- seria en todo el pais. El 6 de Septiembre, el ejercito que mandaba el General Aparicio, y que sumaba unos 2000 hombres, se presento en el Cerrito de la Victoria, frente d Montevideo, donde permanecio tres dias, partiendo luego al encuentro del General Suarez, para probar sus fuerzas en una batalla campal y buscar a la vez la incorporacion con Medina. El encuentro se produjo en el Paso de Se^erino el 12 del citado mes. Los revolucionarios consiguieron en esta accion doblar d las caballerias del ejercito de Suarez, como babia sucedido en casi toda esa campaiia ; pero el resto del ejercito, infanteria y artilleria, que sumaba unos 600 hombres, sostuvo heroicamente los ataques y quedo dueiio del campo. La batalla dio comienzo como a las 8 1/2 de la ma- nana, y se inicio en la parte Sur del Paso de Se^erino de Santa Lucia. Tenia el mando del ala derecha el Brigadier General don Enrique Castro ; el centro lo mandaba en persona el General Sudrez, y la iz- quierda el General don Nicasio Borges. La artille- ria, distribuida en toda la extension de la llnea, es- taba d cargo del Teniente Coronel Rios. El combate duro dos boras y media, y durante ^1 los soldkdos gubemistas tuvieron que resistir impe- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 285 tuosas cargas de la caballeria enemiga, hasta que la victoria corono sus esfuerzos. En el parte detallado que de dicha batalla elev6 al Ministro respectivo el General Sudrez (i), en varios pasajes se hace mencion honrosisima del eompoi*ta- miento del General Castro, quien puso de relieve nna vez mds sus dotes excepcionales de perieia y valor. Al darla batalla de Sei>erino, los revolucionarios ■contaban ya con 4000 hombres, por hab^rseles incor- porado en la misma manana el General Medina. Gomo sucedio en casi todas las acciones de esta guerra, exceptuando las del Sauce y Manantiales, los dos adversarios se atribuyeron siempre eltriunfo. Pero lo cierto es que en Sei^erino el ejercito Colorado quedo en el campo de la accion, no habiendose de- cidido A molestarlo el revolucionario, mucbo mas numeroso. Solo desde el siguiente dia, cuando el primero emprendid marcha hacia Montevideo en busca de municiones, de que estaba totalmente des« provisto, lo siguio de lejos, hostilizdndolo algo A la al- tura de Las Piedras, y adelantandose despues hasta las cercanias de Montevideo, de donde lo obligo d re- tirarse el mismo ejercito del General Suarez, aun- que solo ocurrio un pequefio encuentro en el Paso de Gasavalle. Con motivo del triunfo obtenido en el Paso de Se* Qerino, el Gobiemo de la Reptiblica, haciendo un acto de estricta justicia, ascendio a Brigadier Ge- ( 1 ) Dicho parte oficial fu6 confiado, como premio por su conducta en la acci6n, al eDtonces Capitdn Juan Joc^ Martfnez. 286 VIDA MILITAR DE neral al Coronel Mayor don Jose Gregorio Suarez. No dejara de llamar la atencion del lector el he- cho de que el Brigadier General don Enrique Castro, en visperas de la batalla de Sei^erino, se pusiera a las ordenes de un inferior jerarquieo, el Coronel Mayor don Jos^ Gregorio Suarez. En los diarios de la epoca encontramos la expli- cacion del hecho, que tanto honra al General Castro. En efecto, se refiere que habiendose ineorporado Castro con una fuerza de 700 d 800 hombres al ejer- cito del Sud, mandado por don Jose G. Suarez, el primero se expreso en estos tenninos : — aYo no soy obstaculo, ni puedo serlo, al triunfo de los colora- dos; quiero que desaparezcan las susceptibilidades que pudieran herirnos. Como Colorado estoy, pues, bajo tus ordenes. Manda ! » Con razon, comentando este episodio, digno de un general romano en los buenos tiempos de la Reptiblica, el senor Eduardo Flores, en un articulo publicado en La Tribuna^ decia : « Esas palabras, dichas en momentos de un combate, honran al General Castro y seran ^para ^1 una digna corona civica. » CAPITULO XXIV CASTRO SE RETIRA DEL SERVICIO MOMENTANEAMENTE. — VUELVE A LA ACCION. — COMBATE DE LA UNION. BATALLA DEL SAUCE. — MANANTIALES. Castro, despues de Sei^erinOy se retiro momenta- neamente d su hogar, a descansar de las fatigas sufri- das durante la guerra y para restablecer su que- brantada salud. No descanso, sin embargo, mucho tiempo, pues euando despues de los combates de Corralito y So- riano, volvio el ejereito revolucionario a poner sitio a Montevideo (26 de Octubre), el General Castro fue nombrado jefe superior de la linea de la Capital; y en el ataque que las tropas del Gobierno Uevaron el 30 de Noviembre contra las de Aparieio y Medina, nuestro biografiado compartio con el General Cara- ballo la direccion de las tropas, bajo las ordenes del Presidente de la Republica, General Batlle. En ese ataque, la columna expedicionaria estaba compuesta de los batallones 1.° y 2.° de Cazadores, 288 VIDA MILITAR DE <(24 de Abril)), Urbano, ((Pasivo)), 2.° de GG. NN., caballeria y 6 piezas Yolantes. Los blancos fueron derrotados completamente, y dejaron 150 muertos diseminados en las quintas y en el trayecto de Sorchantes a la Union. La importancia de este sueeso fue inmensa, pues puso de relieve la impotencia del ejercito sitiador y la superioridad irresistible de las armas gubernistas. Los blancos fueron perseguidos hasta sus tiltimos atrincheramientos ; sus guerrillas fueron arrolladas y sus reservas se pusieron en fuga. Pero la verdadera reaccion favorable al Gobiemo no se produjo sino despues de la batalla del Sauce, li- brada el 25 de Diciembre de 1870 por el fieneral don Jose Gregorio Suarez, y en la cual el ejercito revo- lucionario sufrio una completa derrota, precisa- mente en los momentos en que se consideraba triun- fante y hasta trataba de organizar Gobiemo. Con- clulda la accion, los revolucionarios fueron tenaz- mente perseguidos por el General Suarez ; pero des- pues de algunos encuentros sin mayor importancia y de grandes marchas que aniquilaron sus caballadas, k fines de Abiil, hallandose Sudrez en Santa Lucia, envio desde alii su renuncia del cargo, por graves desavenencias con algunos de los jefes subaltemos, siendo intitiles todos los esfuerzos para que perma- neciera en el puesto en que se habia cubierto de gloria, salvando en los momentos mds criticos la suerte del Gobiemo y de su partido. Fue nombrado entonces para reemplazar al Gene- ral Suarez, el General don Enrique Castro, quien se puso inmediatamente al frente de las fuerzas per ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 289 aqu^l organizadas, y entrd en operaciones contra el enemigo, Halldndose en la costa del Cordob^s, el General Castro reeibio la notieia del nombramiento del Ge- neral Francisco Caraballo como auxiliar suyo en la campaiia. Ese nombramiento, y una carta que el Presidente de la Reptiblica dirigio d Castro en los mismos dias, decidieron a ^ste d contestarle en ter- minos que merecen ser conocidos, por lo que realzan el caracter del distinguido jefe. La carta dice asi: <(Senor Presidente de la Reptiblica, General don Lo- renzo Batlle. cCordoMs, Abril de 1871. ((Mi estimado Presidente y amigo: ((He recibido una apreciable carta de V. E. sin fecha, pero que infiero sea del 16 del corriente, por las noticias que trasmite del asesinato del General Urquiza. Muy anticipadamente a la carta de S. E., sabia esta lamentable notieia por distintos con- ductos. ((No participo de los temores que S. E. abriga, en cuanto A que nuestros enemigos duplican sus elementos de accion en la lucha que venimos sos- teniendo. Creo, senor Presidente, que, lejos de aumentar sus elementos, se debilitardn, por la justa indignacion que ha debido causar aquel crimen a todos los hombres de corazon de Entre-Rios. ((No obstante esto, soy de su opinion, senor Presi- 19. 290 VIDA MILITAR DE dente, que debemos estar prevenidos para toda eventualidad. Si algun grupo se lanzase en estos momentos, no solo ha de encontrar al pais prepa- rado para rechazarlo, sino que traera el doble des- prestigio del crimen que acaban de cometer. Me fe- licito, senor Presidente, de que S. E. hay a aceptado el ofrecimiento del Brigadier General Caraballo, aproveehando sus valiosos servicios y las simpatias que el pais le profesa. c(En euanto a mi, senor Presidente, puedo asegu- rarle que me llena de satisfaccion su nombramiento, y si S. E. dispone me someta d sus 6rdenes, 6 d la de cualquier otro que S. E. tenga a bien nombrar, lo hare gustoso, tratandose de combatir d nuestros comunes enemigos. «E1 contenido de su carta, senor Presidente, me obliga a pedirle una explicacion, pues en ella me dice que el General Caraballo serd un auxiliar miOy y como esto podria importar a mis deliberaciones, cstimare que S. E. me demarque el grado de atri- buciones, y si es que debo solo limitar mis opera- ciones k la parte Sur del Rio Negro, sin perjuicio de trasmitirle al referido General Caraballo todos los avisos que puedan interesar d sus operaciones y demas elementos de guerra de que pueda carecer. ((Siento, senor Presidente, que S. E. atribuya d negligencia 6 falta de actividad de los jefes de los departamentos, la no conclusion de la montonera de Aparicio, « V. E. debe recordar todas nuestras luchas civiles, y muy especialmente al ilustre General Flores, que, lanzado al pais con cuatro hombres, se burlo por ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 291 largo tiempo de numerosas fuerzas enemigas, ha- ciendo impotentes los esfuerzos y elementos que sc pusieron en juego para exterminarlo. Muy lejos estoy de comparar a Aparicio con las aptitudes y simpatlas con que cont£d)a el General Flores, pero no por eso deja de ser dificilisima su persecucion, en razon de su baqula y de los elementos que le ofrece el pais para sus correrias. «No debe V. E. tampoco extraiiar mi silencio, pues en algunas ocasiones, esperando noticias por instantes de los Coroneles Perez, Garabajal y Mo- yano, etc., he retardado mis chasques, en el deseo de trasmitirle a V. E. noticias ciertas del enemigo. «Por otra parte, V. E. debe tener presente la dis- tancia a que me encuentro y la creciente de los rlos. « Enrique Castro, » El primer encuentro con el enemigo ocurrio en Mansavillagra el 20 de Junio; pero, despues de al- gunas escaramuzas sin importancia, se Uego a un armisticio por la intervencion del General Osorio, y no habiendo sido posible arribar a nada practico, se retiraron los dos ejercitos, el de Aparicio para el Oeste y el de Castro para el Sud. Los revoluciona- rios atravesaron el Durazno y se dirigieron al lito- ral para recoger caballadas, y el General Castro, despues de algunos dias de permanencia en Minas, se puso rapidamente en persecucion de aquel, ha- biendo aumentado sus fuerzas con la incorporacion 292 VIDA MILITAR DE del Ministro de la Guerra, Coronel don Trifon Or- d6nez. El cheque con los revolucionarios se produjo en el lugar conocido por Manantiales de San Juan, departamento de la Golonia, y en circunstancias en que se tramitaba oficiosamente una nueva formula de pacificacion. Los historiadores blancos pretenden para aminorar la derrota suMda en esta accidn, que eUa se librd aprovechando deslealmente la suspen- sion de hostilidades que los revolucionarios consi- deraban establecida por aquellas gestiones; pero esta aseveraci6n, como la que hacen respecto de Corralito, no son mas que recursos de mala ley. Lo cierto es que el General Gastro, sin tener por qu^ tomar en cuenta intervenciones y oficiosidades que ya le habian hecho perder tiempo en Mansavillagra sin ningun resultado, se resolvio A dar una batalla decisiva en aquel paraje. Ella se libr6 el dla 17 de Julio de 1871, y el resul- tado foe completamente favorable al ejercito man- dado por Gastro. De todas las batallas libradas en esa campaiia, aun incluyendo la del Sauce, esta fo^ la mds importante, confirmdndose la superioridad de los jefes y la buena organizacidn del ejercito Co- lorado. Fue tambi^n, en opinion de militares tan competentes como el hoy General don Eduardo Vazquez, cuyo comportamiento en ella fu^ muy brillante, la tinica batalla, dada hasta ahora en el pais, en la que se hayan respetado los principios tdc- ticos. La linea tendida en esa accidn por el jefe del Estado Mayor, Goronel don Gregorio Gastro, tiene ademds alto valor desde el punto de vista de la cri- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 293 tica militar, pues que fu6 una innovacidn valiosi- sima y eficaz en nuestras guerras, y ha quedado como ejemplo para evitar los graves inconvenientes que se han presentado hasta en campanas muy reeientes, respeeto de la misidn de las eaballerlas, que son, como se sabe, generalmente improvisadas y de de- fieiente organizacion. Como aparte de esto se trata de la mas importante batalla librada por nuestro biografiado, vamos a ser en este caso algo mds prolijos que de costumbre, transcribiendo al efecto el parte detallado de la ac- ci6n, que el Coronel don Gregorio Castro, como Jefe de Estado Mayor, dirigio al General en Jefe : e <(Estado Mayor General del ejercito en campana. «Campameiito en el arroyo del Colla, Julio 20 de 1871. (cExcmo. senor Brigadier General don Enrique Cas- tro, General en Jefe del ejercito. ((Excmo. senor: «Lleno de complacencia, cumplo con el grato deber de pasar a V. E. el parte oficial detallado de la ba- talla que, bajo la direccionde V. E., se libro al ejer- cito enemigo el dia 17 del corriente, en los campos de San Juan. ccEl mencionado dla nos encontrabamos campados enlas Piedras de Espinosa, cuando V. E. recibio parte de la vanguardia, que la formaban la Divisi6n So- riano, dlas 6rdenes de su jefe Teniente Coronel don Gervasio Galarza, ylas fuerzas del departamento de 294 VIDA MILITAR DE la Golonia, a las ordenes del Gomandante don Luciano Tolosa, dando cuenta de que el enemigo se encontraba con su linea de batalla tendida en las puntas de San Juan, en el lugar conocido con el nombre de Cuchilla de los Manantiales, En el acto recibi orden de V. E. para liacer marchar la vanguardia, a las ordenes del General don Nicasio Borges, en proteccion de aquella, lo que inmediatamente ejecuto el digno general, man- dando al Goronel Goronado con su division. « Acto continuo recibi orden de hacer poner al ej^r- cito en marclia, a fin de aproximarnos al enemigo y batirlo. ((Efectivamente, a las once de la manana hice tocar d ensillar, y media hora despues empreudimos la marclia en direccion al campo enemigo. « Gomo a quince cuadras de el, cumpliendo las or- denes de V. E., hice echar pie a tierra a las infante- rias y colocarlas en orden de pelea. c(El enemigo nos esperaba con su linea formada, apoyado su extremo derecho del otro lado del arroyo de San Juan, como a doce cuadras de la estancia del senor House, en donde tenia colocado su centro, com- puesto de sus infanterlas y artilleria, protegida por fuertes escalones de caballeria; la izquierda se dila- taba desde la referida casa, siguiendo una cordillera de piedras, hasta apoyarse en una fueiiie casa de teja. La infanteria y la artilleria enemigas se apoyaban en una gran casa de azotea y en un cercado zanjeado y alambrado, como de cuatro cuadras de cada frente, que la circunvalaba. c<Nuestra linea de batalla se formd del modo si- guiente : ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 295 « La derecha la mandaba el seiior Jefe de Vanguar- dia, General don Nieasio Borges, y estaba compuesta de las divisiones delSalto, Paysandu, Tacuarembo y Maldonado, y los batallones al.^ de Cazadores)), « Santa Rosa » y el « Sosa » ; la caballeria en este eos- tado fue escalonada e intercalada entre los citados. cuerpos de infanteria. El centro lo formaban el ba- tallon c(24 de Abril», 2.* Bateria de Artilleria, bata- llones ((General Pachecow, ((Resisteneia)), 1.* Bate- ria de Artilleria ; y a su retaguardia, como de pro- teecion, dlspuso V. E. se situasen la ((Division Flo- rida)) y el cuadro de oficiales a las ordenes de los senores Comandantes don Braulio Milan y don Juan Rodriguez, dividida la artilleria en dos baterias: la 2.* eolocada entre el ((24 de Abrih) y el ((Resisten- eia)), a las inmediatas ordenes del Sargento Mayor don Juan J. Diaz, y la otra situada entre el segundo batallon nombrado y el (( General Pacheco )>, a las ordenes del jefe superior de artilleria, Teniente Co- ronel don Miguel A. Navajas. A retaguardia del cen- tro se eolocaron el parque y bagajes, al mando del Capitan don Marcos Cabrera, que desempeno digna- mente ese puesto, protegido por el batallon ((San Jose)), la divisi<3n del mismo nombre, al mando del Teniente Coronet don Luis E. Perez, que era cuerpo de reserva del ejercito, y la del Durazno, al mando del Comandante don Manuel Rosano. ((Todas estas fuerzas las puso V. E. bajo las orde- nes del infrascripto. (( La izquierda la defendian el (( Escuadron Escolta del Gobiemo)), el batallon 2.® de Cazadores, la divi- sion de Canelones, la division ((Soriano)), el escua- 296 VIDA MILITAR DE dron (( Tajes » y las fuerzas A las ordenes del Teniente Coronel don Francisco Belen. Todas estas fuerzas las mandaba S. E. el senor Ministro de la Guerra. « Establecida la linea en el orden que dejo citado, dispuse, consecuente con las ordenes que V. E. me impartio, que la artillerla rompiese el fuego sobre el centro enemigo, lo que cumplio el jefe de esta, siendo tan certeros los tiros, que a los primeros disparos desmontd la pieza de ginieso calibre que ellos te- nian y con la que nos hablan hecho los primeros ti- ros, continuando el fuego de toda la linea de la arti- llerla enemiga, que, colocada en lo mas culminante de la cuchilla que ocupaba, trato de aprovecharse de las ventajas que le ofrecia el terreno. «Esto sucedia como d las dos y media de la tarde. En esa actitud se permanecio como dos horas, entre cuyo intervalo hubo un choque recio en toda la iz- quierda, que lo resistio con toda dignidad la division al mando del senor Coronel Ordonez. Tratando el ene- migo, por segunda vez, de car gar a nuestra izquierda, se mando protegerla por la 1.* baterla de artillerla, a las ordenes del Teniente Coronel don Miguel A. Na- vajas, y los batallones « General Pacheco » y « Resis- tencia)), mandados por sus jefes Tenientes Corone- les don Gabriel T. Rios y don Carlos Gaudencio, y con toda la reserva del ejercito, trayendo a mas dos cuerpos de la vanguardia, que los componian las fuerzas de Maldonado d ordenes del Coronel don Sandalio Gimenez y la escolta del General Borges. Habiendo sabido, por uno de mis ayudantes, que se corrian cinco escalones mds d proteger su extrema derecha, los que repitieron dos cargas mas, que fue- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 297 ron rechazadas por toda nuestra llnea izquierda, en el aeto se corrio a la derecha nuestra la extrema iz- quierda de ellos. « La derecha tambien fiie amagada easi simultanea- mente; pero, como en la izquierda, fueron eompleta- mente rechazados. En ese mismo aeto, la divisidn de Canelones daba una brillante earga por el centre, mientras igual operacidn hacia la division de San Jos^, al mando del Teniente Coronel don Luis E. P^- rez y los Comandantes Gil Aguirre y don Manuel Rosano, ambos dlas ordenes del primero. Momentos despues, V. E. se sirvid ordenar que los cuerpos de reserva, al mando del Comandante don Luis E. P6- rez, protegiesen la derecha nuestra, asi como los esca- lones de vanguardia al mando del Coronel don San- dalio Gimenez, los que inmediatamente dieron ejecu- cion d la orden. En esa actitud, V. E. ordeno se lleva- se un ataque general sobre las posiciones enemigas, a cuyo efecto V. E. dispuso que marchase el que firma d hacer llevar el ataque sobre la llnea eiiemiga con las infanterias de nuestro centro y costado derecho ; lo que verifique personalmente, y se hizo general la batalla. Las dos baterias de artilleria, en el mismo or- den en que estaban colecadas, marcharon, haciendo fuego, avanzando terreno, en columna paralela con los batallones «24 de Abril», « General Pacheco)) y aResistencia)), que llevaban el ataque al centro de la llnea enemiga. ((En esas circunstancias, fuertes columnas de ca- balleria del ejercito enemigo se recorrieron a gran galope sobre su flanco derecho, amenazando envol- ver nuestra izquierda. V. E. ordeno que contramar- 298 VIDA MILITAR DE chase el batallon « General Pacheco » en proteccion de la izquierda, lo que verified a paso de trote, rom- piendo el fuego sobre el enemigo en columna de ata- que, con cuya operacionlo contuvo, haciendole repa- sar el arroyito de San Juan, y siguiendo en protec- cion del protegido por el batallon ((2.° de Cazadores» y las fuerzas de caballeria que componian esa ala. aMientras eso sucedia en la izquierda, las fuerzas del centro y derecha Iiabian arroUado completa- mente al enemigo, poniendolo en retirada, tomandole toda la artilleria, en numero de siete piezas, y muni- ciones y bagajes, haciendoles muertos y prisioneros. V. E. nie ordeno siguiese la persecucion; lo que veri- fique con los batallones «24 de Abrih), ccResisten- cia)) y 1."^ Bateria, haciendo montar enancados una compania del « Resistencia » en los caballos de la Di- vision Florida, y el cuerpo de oficiales que protegian a los cuerpos indicados. ((Persegui al enemigo como dos leguas y media, donde recibi orden de V. E. de hacer alto y regresar, porque habia oscurecido completamente; lo que cumpli, encontrandome a pocas cuadras con V. E. y el General Borges, que habia hecho varios muertos y prisioneros con las fuerzas de su mando, cuando V. E. me ordeno campase tomando las precaucio- nes de costumbre. c(Por igual razon suspendieron su persecucion las fuerzas de la izquierda, que tambien hablan hecho pronunciar la derrota en el costado derecho de la llnea enemiga, que se retiraba en grupos, regre- sando al campo de batalla. Debo hacer presente a V. E. que el cuerpo de oficiales, mi Estado Mayor y ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 299 el. Detail, mandado por el Coronel graduado don Leopoldo Mansini, me secundaron eficazmente. ((El enemigo sufrio en la corta, pero encarnizada persecueion, considerables perdidas, entre ellas el Brigadier General don Anacleto Medina, los titula- dos Coroneles Manuel Lopez, N. Ocampos y los Gomandantes Gurruchaga, Maehado, Pereira, Arrue y porcion de otros jefes y ofiieiales euyos nombres no se han podido aveHguar, y como ochenta indi- viduos de tropa, en su mayor numero infantes. Tam- bien se le tomaron doseientos cincuenta y nueve prisioneros, entre los que figuran algunos jefes y oficiales, segun V. E. lo vera por las relaciones adjuntas. ((Por nuestra parte, solo tenemos que lamentar al senor Teniente Coronel don Eduardo Vazquez, he- rido en una mano levemente al tomar las posiciones enemigas, einco oficiales muertos, cinco heridos, nueve muertos de tropa y cincuenta y dos entre heridos y contusos. (( Excelentisimo seiior: la Jornada del 17 del co- rriente es uno de los hechos mas gloriosos de la actual guerra, pues el ejercito enemigo, aparte de las perdidas materiales que ha experimentado, ha sido complqtamente disperso, y me atrevo a asegurar d V. E. (jue el triunfo no puede haber sido mds fa- vorable por nuestra parte, por las pocas perdidas que ha sufrido el ejercito a 6rdenes de V. E. ((El armamento, municiones y demds trofeos to- mados al enemigo en la batalla de San Juan, lo encontrard V. E. consignado en las relaciones ad- juntas. 300 YIDA MILITAR DE <(Los cuerpos, tanto de infanteria como de arti- lleria y cabaUeria, que tomaron parte en la batalla del 17, han realizado pruebas de valor y patriotismo, por cuya raz6n no me es permitido hacer mencidn especial de ninguno de ellos. « Todos son aereedores d la estimacion y aprecio de V. E. «Mil felicitaciones por el brillante y deeisivo triunfo obtenido en los campos de San Juan, y per- mltame V. E. que le recomiende muy encarecida- mente a los sefiores jefes, oficiales y tropa por la brillante comportacion que observaron durante el combate. <(Dios guarde a V. E. muchos aiios. QiGregorio Castro.y) La prensa revolucionaria elamo, a prop6sito del desastre de los Manantiales, contra el pro'ceder del General Castro, hablando de «traici6n nefanda)), de «gran crimen)), de ainfameimpostura)); pues, en su sentir, se habian violado descaradamente los pac- tos tendentes al logro de la paz. Como unico desmentido d tan calumniosas y gra- tuitas aseveraciones, cedemos la defensa de nuestra causa d un opositor violento del Gobierno de la ^poca y de los generales colorados : El doctor don Carlos Maria Ramirez, publicista de alto vuelo y de indiscutible talento, que desde las columnas de La Bandera Radical combatia vi- rulentamente la existencia de los partidos tradicio- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 301 nales, esciibla lo que sigue, en el ntimero 27 de su publicacion, tercer yolumen, pagina 116, conmotivo de las apreciaciones calumniosas que, sobre la ba- talla de los Manantiales, hablan hecho los enemi- gos de nuestra gloriosa comunidad politica : ((La batalla de los Manantiales no fii^ traicidn, ni felonla, ni perfidia ante las leyes rigurosas de la gue- rra. ((Bajo esta faz veridica, elevada y generosa, de- bieron los escritores blaneos presentar el hecho de su fatal contraste, y no apelando d eonsecuencias exageradas, conjeturas falsas, acusaeiones violen- tas, donde el espiritu de bando explaya todo el te- soro de su cavilosidad y de su saiia. ((Sistema vlejo y gastado (jue no conduce sino d la cruda represalia de las invectivas, agravando las hondas pasiones del presente con la vivaz memoiia de un pasado que se reproduce constantemente d nuestros ojos.)) Y esta opinion es tanto mas digna de ser tenida en cuenta, cuanto (pie, como (pieda dicho, el direc- tor del peri6dico ya citado, caracterizaba su propa- ganda periodistica por un atac[ue severlsimo d las parcialidades politicas entonces militantes. Del campo de pelea no se retiraron mas cpie pe- quenas divisiones: lo demas fiie deshecho. El ej^rcito Colorado constaba de 4000 hombres. El de Aparicio de 3600, de las tres armas. La perdida mds sensible para los blaneos, fue la de Medina, lanceado en el mismo campo de batalla. 302 VIDA MILITAR DE Tal resonancia tuvo el importante hecho de ar- mas ocurrido en los campos de San Juan, que el Gobierno, considerando que dicha batalla garantia por sus resultados el termino de la guerra que en esa epoea afligia a la Repiiblica, acordd, por inter- medio del Ministerio de Gobierno, el 20 de Julio de 1871, indulto general, por delitos politicos, a to- dos los que hubieran tornado parte en la revolucion. La batalla comenzo, poco mas 6 menos, a las 4 de la tarde, y duro dos horas, sin interrupcion. Medina mandaba la extrema izquierda de la caba- lleria, y se estrello en el ala derecha del ejercito del Gobierno. Como la mejor prueba de la decision entusiasta con que peleaban las fuerzas coloradas, basta recordar las informaciones suministradas por los mismos blancos, quienes afirman que los batallones gu- bernistas, al atacar las infanterias y artilleria guar- necidas en la casa de Suffern, a pesar del fuego mortlfero que se les hacia, siguieron avanzando en la misma formacion, hasta Uegar a 60 varas del enemigo. Alii se toc6 lalto el fuego!, y entonces, en medio de aquella lluvia de balas, se oyo una voz robusta y vibrante, que ordenaba cargar a la bayoneta. A esta voz, las tropas se lanzaron con la furia de una avalancha, desalojando a los enemigos de sus posi- ciones. Las caballerias blaneas quisieron repetir las car- gas del Sauce; pero, como en el Sauce tambien, fiieron deshechas por los cuadros colorados. Los blancos habian elegido magnificas posiciones. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 303 « El centro de su linea lo tenfan en la casa de Suffern, rodeada de cercos y zanjas, donde colocaron su ar- tilleria 6 infanteria. El pdnico que la derrota produjo entre los revo- lucionarios, fu^ espantoso. En dos leguas a la redonda no se veia mas que gente que huia en todas direcciones; pero la perdida mayor fue, indudablemente, la del General don Ana- cleto Medina, muerto en la persecueion despues de la batalla. Medina representaba para la revolueion, no sola- mente un jefe de prestigio, sino tambien un vete- rano formado en nuestras guerras de recursos, ex- perimentado conocedor del pais y de sus hombres y capaz de completar a Aparicio, que estaba muy le- jos de alcanzarlo en capacidad militar; por lo cual los historiadores reconocen que los desastres del Sauce y Manantiales se deben principalmente al desacuerdo de opiniones entre los dos jefes y a la pre Valencia de las de Aparicio, que era solo un jefe de montoneras, incapaz de organizar y luchar con un ejercito regular ^ i). ( 1 ) En el ntimero 6 de la revista Rojo y Blanco^ correspondiente al 22 de Julio Ide 1900, heiuos relatado extensamente la muerte del (ieneral Medina. CAPlTULO XXV PERSECUGION A LOS REVOLUCIONARIOS EN EL NORTE. NOTABLE PROGLAMA DE CASTRO. — RETIRADA DE LA SIERRA. — MANIFEST ACi6n POPULAR EN HONOR DE CASTRO. — FIN DE LA GUERRA. — PAZ DE ABRIL. El General Castro persiguio luego d las fuerzas de la revolucion acaudilladas per Muniz, que, despues de Manantiales, reeorrieron los departamentos de San Jose, Minas y Cerro Largo, hasta hacerlas in- temar en las Sierras de Acegud, Esto acaecio en los tiltimos dias de Septiembre del 71. Durante estas correrias y perseeuciones, en 7 de Noviembre ocurrio un eneuentro entre las fiierzas revolucionarias y la columna de operaciones man- dada por el Jefe del Estado Mayor del Ej^rcito en eampaiia, Goronel don Gregorio Castro. El choque se produjo mas abajo del paso de Don Carlos, El resultado de este hecho de armas fu^ la de- rrota de los insurreetos, eon la p^rdida de 14 indi- viduos de tropa, 3 ofieiales y el titulado Coronel Mena, uno de los mejores jefes de caballeria de la revolucion. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 305 Los fugitivos dejaron tambien en poder de sus perseguidores varies ponchos y cargueros, algunos fusiles y 200 caballos en buen estado. Mena fue Ian* ceado por el bravo y pundonoroso Coronel Julidn Llanes, que ese dia pele6 como un simple soldado, en primera fila. Despues de producidos estos hechos, en la noche del 18 de Noviembre el Jefe del Estado Mayor se incorporo con su columna al ejercito del General Castro, en el Paso del Sauce, del Tacuari. Al entrar en el departamento de Cerro Largo, el General Castro dirigid la siguiente proclama A sus habitantes: cCampamento en Fiaile Muprto, Septieuibre 8 de l'?7L. ((Habitantes de Cerro Largo; ((Un ejercito vencedor, despues de dominar toda la Reptiblica, domina tambien este tiltimo refugio de los revolucionarios, cuna, centro y fecunda fiiente de todos los elementos que alimentaban la revolu- cion. No viene envanecido ni orgulloso por la vic- toria. (( Altanero en presencia de un enemigo que apo- yado en la fuerza le disputa el triunfo, despues de adcjuirirlo en lucha franca y leal, arroja generosa- mente sus estandartes de guerra, para desplegar las banderas de la patria, A cuya sombra espaciosa han cabido y caben todos los que volviendo sobre sus extravios, no contribuyan d la anarquia que reina en la Reptiblica. 20. 306 YIDA MILITAR DE a No hemos venido A arrojarlas armas vencedoras enlabalanza de los vencidos, humillando y explo- tando cruelmente su infortunio. Soldados del Go- biemo y de la ley, haremos extensivas a todos las garantias que les debe aquel y respetaremos los derechos que aqu^lla acuerda A todos los habitan- tes nacionales y extranjeros. ttHabitantes de la campana: Los que habeis to- rnado parte en el movimiento revolucionario, volved d vuestro hogar, y aspirareis a la tranquilidad en presencia de las amarguras de la familia abando- nada, arrojando las armas fratricidas al rostro de los que explotan vuestra sangre, para tomar las herramientas del trabajo, que producirdn la prospe- ridad de la familia y de la patria. <( Aun OS queda otro camino mas noble y mds pa- tri6tico para disputar el triunfo d vuestros adver- sarios politicos: acudir d las umas electorales; y os prometo que mi espada, siempre desenvainada ante enemigos armados, serd una garantia para el libre sufragio, manifestacion espl^ndida de los pueblos que aspiran sinceramente d la vida democrdtica. Soldados del ej^rcito: A juzgar porla obediencia prestada d mis ordenes anteriores, nada debo temer de vuestra conducta al tocar d su termino esta cam- pana; pero quiero recordaros que debris respetar como hasta ahora, la vida de vuestros compatriotas y enemigos vencidos, y garantir la propiedad de nacionales y extranjeros. ((Todo atentado importaria una mancha arrojada sobre el partido, condenada por vuestros compa- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 307 neros y castigada con implacable severidad por vuestro jefe y camarada « Enrique Castro. » Despu^s el General Castro retrocedio de Fraile Muerto al Sud. El General Borges y algunos otros jefes subal- temos tuvieron encuentros de poca importancia con los revolucionarios al Norte de Rio Negro. Apa- ricio, corriendose hacia el litoral, intento, sin re- sultado, tomar el Salto y Paysandu, en los primeros dias de Noviembre; paso luego el Rio Negro al Sud, y reunido con el General Muniz, vino A ponerse en contacto, a fines del mismo mes, con el ejercito del General Castro, en momentos en que se incorpo- raba d ^ste el Coronel Gregorio Castro, en el Paso de San Juan del Cordobes: Desde el 24 al 26 de Noviembre, los dos ej^rci- tos marcharon, a la vista el uno del otro, hasta las Puntas del Yi, sin que el General Castro pudiera conseguir que las fuerzas de Aparicio y Muniz acep- taran el combate. Falto de caballeria, nuestro bio- grafiado no pudo dar un golpe decisivo a los revolu- cionarios, quienes, al ser atacados, se fraccionaban, y escalonandose a los flancos del ejercito, lo tirotea- ban, dandole a veces d esta marcha el caracter de una persecucion a la inversa, por lo que sostienen bistoriadores blancos que, en esta ocasion, el per- seguido era el General Castro. En busca de las fuerzas del Coronel Carabajal, el 308 VIDA MILITAR DE General Castro vadeo el Valentin y el Monzdn, despunto el Godqy y se intemo en Minas, acam- pando en el Campanero el 5 de Dieiembre, mientras Aparicio quedaba en Timote. Entretanto, la division mds lueida quizA, del ejercito, mandada por el Co- ronel Ordonez, habia permaneeido inactiva e inuti- lizada, casi lo mismo que las fiierzas que mandaba el General Borges, las cuales recien el 6 de Dieiem- bre salieron de Mercedes a incorporarse al General Castro. En esa misma fecha, el ejercito de vanguar- dia de la Capital, organizado por el General Grego- rio Suarez, se dispuso d reunirse tambien con aqu^l. Nnevas negociaciones se habian iniciado en ese tiempo para la pacificaci6n de la Reptiblica, y fiieron las que al fin alcanzaron ^xito. El General Castro recibi6 la incorporaci6n del Co- ronel Carabajal en Barriga Negra, y march6 hacia la Capital. El dia 9 se encontraba en Soils con las foerzas mandadas por el General Sudrez. La orden general con que Castro saludo esa incorporacidn, dice asi: «E1 General en Jefe cree interpretar los senti- mientos del ejercito d sus drdenes enviando un vote de fraternal simpatia k la bizarra columna que forma el ejercito de vanguardia de la Capital, asl como al Brigadier General don Jose G. SuArez, que tan dignamente la comanda. En cualquier momento que se hubiera realizado la reuni6n de ambos ej^r- citos, habria sido un suceso que produciria en el de campana el mds vivo entusiasmo; pero babiendo acudido presuroso con el noble fin de participar de las fatigas y peligros que tan heroicamente arros- •ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 309 trasteis en estos tiltimos dias, existe mayor causa para saludar su Uegada con la mas patriotica efu- sion.)) Al conocerse en la Capital la aproximacion del Ge- neral Castro, surgio entre las mas altas personalida- des de su partido la idea de tributarle un homenaje digno de sus servicios en aquella campana. En las reuniones efectuadas con este motivo, a las que asis- ti6 numerosa concurrencia, atendiendo a la con- vocatoria de una Comisi6n de ciudadanos presidida por el doctor don Gonrado Rucker, y compuesta, ademas, de los doctores Pedro Bustamante, Ernesto Velazco, Emeterio Regunaga, los Coroneles Juan Pa- blo Rebollo y Manuel M. Aguiar, y los ciudada- nos don Fernando Torres, don Jose Candido Bus- tamante, don Floro Lacueva, don Jose Saavedra y don Felipe H. Iglesias, fue sancionada y votada una- nimemente una mocion, por la que debia dirigirse, en nombre del Partido Colorado, una felicitacion al General don Enrique Castro, por su conducta en la retirada que se llama <(de la Sierra)). El dia 12, por la noche, llego el General Castro a Montevideo, donde fue objeto de una entusiasta ma- nifestacion de simpatia, y mientras permanecio en la ciudad, se renovaron en su favor las expresiones de la mayor consideracion y aplauso. De ello pue- den dar idea las siguientes notas, cambiadas entre la Comision Popular y el: «MoDtevideo, Diciembre 13 de 1871. «Senor General : «En la reunidn popular que tuvo lugar el dia diez del corriente en la cancha de pelota conocida por de 310 VIDA MILITAR DE Valentin, d la vez que se aplaudio calurosamente por voto unanime la serenidad y pericia militar demos- trada por V. S. en la retirada que efeetuo eon la di- vision bajo sus inmediatas 6rdenes, desde el />aso de San Juan en el Cordob^s, hasta la Sierra de Po- lanco, seguida y hostilizada de cerca por todas las fuerzas de Aparicio y Muniz reunidas, asi como el va- lor, subordinacion y constancia de todos los senores jefes y ofieiales 6 individuos de tropa que obedecie- ron y cumplieron las ordenes de V. S. durante toda aquella jomada, se eondeno lambien undnime y energicamente la condueta de algunos jefes supe- riores que, por su insubordinacidn y falta de obe- diencia d las ordenes de V. S., puso en conflieto y peligro graves al cuerpo de ejereito a las inmedia- tas ordenes del senor General en Jefe. «A1 eomunicar a V. S. los sentimientos de la opi- ni6n, manifestados en aquella reunion popular, la Comision que suseribe cumple el maudato que para el efecto se le dio, y espera que V. S. se sirva ha- cerlo llegar al eonoeimiento del ejereito que tan dignamente comanda. «Dios guarde a V. S. muchos aiios. C( Alejandro Chucarro (padre). — Con- rado Riicker, — Pedro Bustamante. — Emeterio Regunaga. — Jos^ C. Bustamante. — Jos^ Pozzolo, — Feli- pe H. Iglesias. — Fernando Torres. — Juan P, Rebollo. — Manuel Aguiar, — Bonifacio Martinez. — Floro La- cue^a. — Ernesto Velazco. — Jos 4 Saapedra.» ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 311 £1 General Castro contest6 en estos t^rminos d la Gomision que presidia las reuniones populares de la cancha de a Valentin)): «E1 General en Jefe del ej^rcito en campana. « Montevideo, Diciembre 18 de 1871. aSenores de la Gomision : <(He sentido el mds profundo reeonocimiento al en- terarme de la nota de ustedes, trasmitiendome el ge- neroso voto de aprecio, tanto a mi eonducta como d la del ej^rcito que me honro en dirigir, enviado por la reunion de ciudadanos que tan noblemente se preocupan de los intereses del pais y del partido. ((Mientras tenga la satisfaccidn de mandar soldados como los que me acompaiiaron con pericia y eon va- lor en la retirada del Cordobis hasta la Sierra^ puedo garantir al partido que sus glorias de ayer no se em- paiiaran en el presente y seran su timbre para el porvenir. Si por algo ban podido complaeerme las ultimas joniadas, es porque de la resistencia de una pequena columna, pequeiia en su relacidn a las ro- bustas fuerzas del partido, se destaca la impotencia de los revolucionarios y se ha constatado como un hecho indiscutible, que la guerra puede concluirse con la guerra. Basta para ello la unidad de accidn en el desaiTollo de los planes militares, esterilizados hasta hoy desgraciadamente. ((No concluire sin aplaudir calurosamente, en mi nombre y en el del ejercito, de cuyos sentimientos 312 VIDA MILITAR DE creo ser genuino interprete, elelevado pensamiento puesto en practica por la reunion de ciudadanos cuyo voto de apreeio he merecido, tendente a la unificacion del Partido Colorado, para contemplar como en sus mejores tiempos, d los apostoles y d los soldados del mismo credo poUtieo, fortificados por la virtud de sus propositos y estreehamente vin- culados por la identidad y el patriotismo de sus as- piraeiones. ((Mientras las tendencias de esa asociacion politica sean las manifestadas hasta hoy, sentire no concu- rrir a participar de sus tareas, por impedirmelo mis deberes como jefe del ejercito en campana, pero de cualquier modo, mis votos la acompanaran en su marcha. «Quieran ustedes hacerlo asi presente en la pro- xima reunion, agradeciendo por mi y por el ejercito, el testimonio de estimacion que se han dignado ofre- cemos. ((Dios guarde d ustedes muchos aiios. ^Enrique Castro. ttSeiiores don Alejandro Chucarro (padre), Con- rado Rucker, Pedro Bustamante, Emeterio Re- giinaga, Jose C. Bustamante, Jose A. Possolo, Felipe H. Iglesias, Fernando Torres, Juan P. Rebollo, Manuel M. Aguiar, Bonifacio Martinez, Floro Lacueva, Ernesto Velazco, Jose Saave- dra.» ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 313 En cuanto a la manifestacidn popular a que hemos hecho referencia, el diaiio Los Debates, en sunii- mero del 13 de Dieiembre, la relataba asi : ^Mamfestacion al General Castro, — La de ante- noche no dejo nada que desear, ni en lo numerosa, ni en la clase de personas que la componian, ni en el orden inalterable que reino en eUa. « A la hora convenida partio de la Plaza Indepen- dencia, acompanada por las bandas musicales del i,^ de nacionales y la artilleria, y precedida por dos ban- deras patrias. «E1 General Castro, acompanado por su secreta- rio el senor Tezanos, la recibio en la puerta de su casa. El ultimo tomo alii mismo la palabra, para agra- decerla en nombre del General. Los doetores Fe- rreira y Artigas y Jose P. Ramirez hablaron luego, dirigiendo al heroe de la manifestaeion dos inspira- dos y aplaudidos discursos. El gentio, 6 mejor, una parte de aqiiel gentio enorme, penetro en seguida en la modesta casa del General. Ya en su interior, hablo el doctor Laudelino Vazquez, y volvieron a hacerlo los seiiores Tezanos y Ferreira y Artigas. ((Todos los discursos fueron sazonados con repe- tidos vivas al General Castro, al vencedor de Ma-- nantiales, al heroe de la retirada del Cordobes, al soldado modesto y patriota, al desinteresado mi- litar. » Por su parte. El Siglo de la misma fecha, con motivo de la manifestaeion al General Castro, hacia los comentarios que vamos d transcribir, y que cons- tituyen un testimonio valiosisimo para aquel : iK Manifestacidn al General Castro, — Tuvo efec- 314 YIDA MILITAR DE tivamente lugar la que anunciamos en nuestro nti- mero de ayer. Mds de quinientos ciudadanos llega- ron a la morada del General Castro, d signifiearle la simpatia y el aplauso que su eonducta en las tiltimas jomadas le ha merecido de parte de sus conciudada- nos; tanto mas recomendable, cuanto que contrasta con el proceder de otros jefes superiores, que no obe- decen a nadie y sacrifiean los intereses publicos en aras de sus intereses partieulares y de sus aspiracio- nes personales. » El 21 de Enero salio el General Castro de la Capi- tal para ponerse nuevamente al frente del ejereito, que se encontraba entonees en Maciely despues de haberse incorporado a el las divisiones de los Co- roneles Xim^nez, Llanes y Perez. Aparicio y Muniz se hallaban en esa fecha en las Cahas, departamento del Durazno, y los seguia de cerca el ejereito del Norte, que antes mandara el General Borges, y que a la sazon estaba a 6rdenes del Coronel Coronado. El 17, Apancio, que se en- contraba en el Chileno, fu6 notifieado del armisticio convenido para la paz, y desde entonees los dos ejercitos permanecieron casi d la vista, hasta que se ultimaron diehas negociaeiones. El 1.° de Marzo dejo la Presidencia de la Repu- blica el General Batlle, sucediendole el Presidente del Senado, don Tomas Gomensoro. El General Castro recibio en la costa del Gaballero la noticia de la tras- mision del mando, juntamente con comunicaciones acerca de la inmediata denuncia del armisticio. En consecuencia, se preparo para entrar en operaciones, procurando activamente caballadas que le permi- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 316 tieran una gran movilidad; y confecha 16 de Marzo dirigia al Presidente de la Reptiblica la siguiente carta: < Rfo Negro, Marzo 16 de 1872. a Seiior Presidente del Senadoen ejercicio del Poder Ejecutivo, don Tomds Gomensoro. ccEstimado seiior Presidente: «No puedo menos de felieitar a V. E. por haber con tanto acierto definido una situacion que tan em- barazosa y violenta se estaba pronunciando. ((Participo en un todo delas vistas y opiniones de V. E. respecto al modo y forma en que es mas con- veniente dar una solucion A la actual contienda. ccEn efecto, si los revolucionarios desean la paz, pero una paz franca y sincera, lo mds regular y mas propio es que para ello se entiendan directamente con el Gobierno de la Republica, sin intervencion de las naciones extranjeras, que generalmente hacen surgir inconvenientes. cc^Dudardn los hombres de la revolucidn que lo que se pacte con el Gobierno de la Reptiblica sera fiel y rigurosamente cumplido? ((Para contestarles basta dirigir una mirada a la historia de nuestro pais, y en particular a la del par- tido liberal, y se verd que jamas este ha faltado A sus compromisos. ((Si los enemigos persisten en continuar la guerra arruinando la ricpieza del pals, es de nuestro deber 316 VIDA MILITAR DE hacer un esfuerzo ultimo y decisive para conquistar la paz por la guerra. «Por lo que a mi toca, puede estar V. E. persua- dido de que no he de omitir sacrificio alguno para responder d la coniianza que el pais tiene deposi- tada en ml. c(He conferenciado con el Goronel Castro, y tanto el como las fuerzas del Norte se hallan poseidos de los mismos sentimientos. ccTodo lo que en ese sentido se haga, d fin de re- anudar las negociaciones de paz por los medios em- pleados anteriormente, no dara otro resultado que p^rdida de tiempo y continuacion indefinida de la guerra. <(Lo que se debe hacer es activar las operaciones b^licas. Por mi parte, estoy pronto. «Su afino. servidor y amigo, « Enrique Castro, » Celebrada la paz en Abril de 1872, el General Cas- tro dirigio al Ministro de la Guerra la carta que d continuacion publicamos, en la que se exteriorizan sus sentimientos de patriota: cSaxi Boija, Abril 12 de 1872. « Senor Ministro de Guerra y Marina, General don Juan P. Rebollo. (cEstimado amigo: aCon alegrla he recibido la noticia de haberse realizado la tan ansiada paz de la Reptiblica. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 317 ((Siempre, cuando mis companeros han precisado de mis servicios, he estado pronto d defender la buena causa y jamas la mala. Por esto, las exhorta- ciones que me haee usted, en nombre de la patria, no me competen, pero si d algunos que han estado, mas de una vez, extraviados de la buena senda. ((Las demostraeiones de alegria en este ejercito, han sido bastante marcadas, pues todos han recibido con jubilo la noticia. (( Quiera usted aceptar las felicitaciones de este su amigo y S. S. ^Enrique Castro. » El jefe de la revolucion, don Timoteo Aparicio, participaba, en nota elevada al Ministro de la Guerra y Marina, General don Juan P. Rebollo, desde el pueblo de la Florida, y con fecha Abril 14 de 1872, (jue el dia anterior d la fecha citada, habla conferen- ciado y puestose de acuerdo con el Brigadier Gene- ral don Enricpie Castro, y (jue las operaciones de guerra hablan concluldo, teniendo presente el tra- tado de paz firmado el dia 6 y ratificado el 9 del mismo mes. Ambos jefes cumplieron las 6rdenes superiores respecto d la manera y forma en que debia efec- tuarse el licenciamiento de las tropas en armas, tanto del Gobierno como de la revolucion. CAPlTULO XXVI TRABAJOS POLfTICOS. — ^LA CANDIDATURA PRESIDENGIAL DEELLAURI. — SUCESOS DE 1875. — ADHESi6n DE CAS- TRO AL GOBIERNO. — REVOLUCION TRICOLOR. — ^INTE- RREGNO. Gonfinnada definitiyamente la paz, el Partido Co- lorado se organizd para entrar de lleno A la lucha electoral. En la Comision Directiya designada al efecto, figuraba el General Castro, segun se desprende de la eomunieacion siguiente : c Montevideo, Mayo 29 de 1872. «Senor Brigadier General don Enrique Castro. ((Estimado amigo: ((A pesar del sileneio con que respondi6 usted dia mia, quiero escribirle todayia ; porque, como la or- den del dia, dictada por la Inspeccidn General de ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 319 Armas, a cargo del Goronel don Juan M. de la Sie- rra, con fecha Junio de 1872, en su tercer artfculo dice lo siguiente: aPor el Ministerio de Guerra y Marina se comunica d este E. M. lo siguiente: ((Ha- biendo Uegado el Brigadier General don Enrique Castro con las fuerzas de su mando, de regreso de la penosa campana en defensa del orden y las insti- tuciones, el Gobiemo de la Reptiblica agradece alta- mente los importantes servicios en ella prestados, tanto al que tuvo el comando en jefe del ej^rcito, cuanto d los leales subordinados que lo acompaiia- ban. . . )) ((Los hombres del Partido Colorado que tiene Montevideo, se ban constituido en una asociacidn polltica, d fin de trabajar para las elecciones. ((Forma usted parte de la Comision Directiva, y esperamos todos que acepte usted el puesto cpie sua correligionarios le ban destinado, para una lucha no menos importante (jue la que acaba de concluir. Le remito una cantidad de circulares que se rela- cionan con ese objeto. ((Lo saluda afectuosamente, c( Isaac de Tezanos.)i> ((Club Libertad)) — Centro del Partido Colorado. « Montevideo, Agosto 7 de 1872. ((Elcpiesuscribe, Presidente del ((Club Libertad)), ba creido conveniente nombrar a usted para que, en representacion de este Club, y en nombre de los 320 VIDA MILITAR DE grandes intereses de nuestro partido, se apersone usted a todos nuestros correligionarios politicos de los departamentos de Soriano, Pay sandu y Salto, con el fin de excitar su celo y patriotismo para que contraigan sus esfuerzos al triunfo de la causa que sostendremos en la prdxima lucha electoral. No tre- pidando el que suscribe en apelar d su reconocido patriotismo, confia que no vera defraudadas sus es- peranzas, y que su autorizada palabra en los de- partamentos indicados ha de ser escuchada por nuestros amigos con el respeto y consideracion d que tiene tan justos titulos. «En este concepto, me permito recomendar a usted muy especialmente, dedique su principal aten- cion: 1.° a hacer que se inscriban todos los ciuda- danos que simpaticen con los propositos y aspira- ciones del Partido Colorado; 2.° a pedir a nuestros amigos vigilen la inscripcion de los adversarios po- liticos, tachando oportunamente los que fuesen ile- gales; 3.° d influir por todos los medios disu alcance para que no hay a divisiones en el seno del partido, A fin de que vayan los colorados unidos y fiiertes a la lucha, unico medio de conseguir el triunfo. ((Esperando de su decision por nuestra causa, que no se rehusard a prestarle este importante ser- vicio, tengo la satisfaccion de ofrecerme de usted atento S. S. c(Conrado Rucker,Ji> El General Castro fue partidario decidido de la candidatura del doctor Ellauri, por cuyo triunfo hizo ENRIQUE y GREGORIO CASTRO 321 grandes trabajos. A proposito de la eleccidn de este ciudadano para Presidente de la Republica, su her- mano Antolin le dirigio la carta que en seguida pu- blieamos : •Torres, Marzo 14 de 1873. «Senor Brigadier General don Enrique Castro. « MoDtcvideo. ((Apreciable hermano: « Gran contento tuve al recibir por Juan Jose tus muy atentas del 18 del ppdo. y 3 del presente. « En la primera me das tu idea de quien supones sea elevado d la Presidencia, y en tjj. segunda me vienes a probar que no era erroneo tu edleulo a este respecto, habiendo sido nombrado el hombre por quien todos nosotros hemos batallado. Ya podrds hacerte una idea del gran regocijo que existe en mi y en nuestros compaiieros, al ver realizada toda nuestra aspiracion, que es la felicidad de nuestra patria. Asi lo consideramos con haber nombrado Presidente Gonstitucional de la Republica al hombre de antecedentes honorables, al hombre sin tacha, don Jose E. Ellauri. Por acd el contento es general en todos los colorados, por su nombramiento, y mds atin, habiendo sido el pueblo en masa quien pidio el retiro de su renuncia y por quien acepto el puesto honorifico que le conferian. ((Por tanto, te felicito a ti, y felicitaras en mi 21. 322 VIDA MILITAR DE nombre d todos nuestros amigos de esa, por el triunfo alcanzado en la batalla electoral. «Tu, ordena d tu hermano ^Antolin Castro. » Los sucesos de 1875 volvieron a poner al General Castro en aetividad, reclamando sus servicios para reprimir la revolucion que amenazo la existencia del Gobierno surgido del movimiento militar y poli- tico producido contra el Gobierno del doctor Ellauri. Nuestro biografiado recibio el nombramiento de Comandante General al Sud de Rio Negro, y lo acepto, como otros jefes del partido aceptaron igual- mente cargos de importancia, sin considerar bien el grado de legitimidad de la nueva situacion, que, por otra parte, se iniciaba con promesas que po- dian tomarse como anuncios de una era de paz, or- den y prosperidad para la Republica. Inmediatamente el General Castro se dirigio a sus amigos, jefes prestigiosos de la zona cuyo co- mando se le habia confiado, y pocos dias despu^s, el 20 de Enero, las fuerzas a sus ordenes sometlan d los grupos revolucionarios alzados en el Carmelo. Antes de finalizar ese mes, la situacion se presen- taba completamente tranquila, y el Gobierno, con fe- cha 23, decretd el cese de las Comandancias mili- tares creadas al Norte y Sud del Rio Negro. Con tal motivo, el General Castro suspendio toda reunion de fuerzas y licencio las que ya tenia re- unidas, obedeciendo a drdenes superiores, emanadas del Ministerio de Gobierno. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 323 El 24 de Enero de 1875 se embarco en el Carmelo, dingiendose al departamento de Soriano, y el 29 del mismo mes Uegaba d Montevideo. Sucesos posteriores, entre los cuales el mas rui- doso file la deportacion de un grupo selecto de ciu- dadanos a la Habana, trajeron una revolueidn que, al igual de la del Quebracho, aiios mds tarde, hu- biera envuelto al pais en una guerra larga y desas- trosa, si el Gobiemo no hubiera desplegado activi- dades y energias que, bien secundadas por los jefes elegidos para su defensa, no la hubiesen ahogado desde sus* comienzos. Estaban en incubacion esos sucesos, euando, en 5 de Junio, el General Castro, unido a los Generales Jose Gregorio Sudrez y Nieasio Borgcs, did un paso politico excepcional en su vida y en su carrera, que, como lo hemos visto, estan caracterizadas precisa- mente por su prescindencia en la politica. Fue este, sin duda, uno de sus pasos mas arriesgados y dis- cutidos. Ese acto consistio en adherirse al Gobierao de la epoca, suscribiendo los tres jefes ya nombra- dos, un manifiesto dirigido a sus correligionarios, y en el cual, entre otras cosas, se decia lo siguiente : ((Aceptamos, pues, el orden de cosas actual, por- que como partidarios, y antes que partidarios hijos de esta tierra, fecunda en explotacion de camarillas politicas, cuyos principios no tenlan otra norma que sus fines, veiamos al fin un Gobiemo de verdad entregado a companeros de infortunios, que no sig- nifican una promesa mentida como las anteriores, sino una realidad palpitante de las aspiraciones ho- nestas, de la campana muy especialmente. Todo el 324 VIDA MILITAR DE que atente contra el Gobiemo y, de consiguiente, contra la tranquilidad de la Repdblica, recibird de nosotros igual condenacidn. Guarenta anos de ser- Yicios no ban cansado nuestros brazos y tampoco debilitaron la voluntad con que contribuimos 4 ga- rantir el orden publico, siempre que fii^ amena- zado. Una administracidn energica y honrada ; paz para la Republica; preferente atencion d la cam- pana, pues la necesita; respeto y garantias para todos, sin distinciones chocantes: tal es lo que hasta boy realiza el Gobiemo, y si es un cnmen odioso que pretendan sublevarse contra tantos bie- nes los circulos segregados de los partidos vencidos hace poco por la opinion, seria una burla sangrienta a sus propias tradiciones, que cooperasen d esos fines los antiguos compaiieros de Enrique Castro, Jos^ Gregorio Sudrez y Nicasio Barges. » Gonjuntamente con este manifiesto, los diarios de la epoca publicaron el que el General don Timoteo Aparicio dirigi6 d sus amigos y al pals. En este do- cumento se condena la rebelion encabezada por e^ Coronel don Angel Muniz en el departamento de Cerro Largo, aporque es un atentado contra un Go- biemo legalmente constituido y porque ella viene d envolver en nuevos males al pais y A despertar an- tiguos rencores de partido que deben olvidarse para siempre.)) Este manifiesto del General Aparicio estd ratifi- cado por la circular de fecba 2 de Agosto de 1875, dirigida d sus con^eligionarios politicos, asi del in- terior como del exterior del pais. En el nue vo documento de Aparicio se exhortaba ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 325 A los blancos que por error 6 alueinacion formasen en las filas de la montonera, que (ctrataran, desde luego, de separarse de tan mala causa ; » y lo terminaba con estas categoricas y terminantes declaraciones: <(Si contra todas mis esperanzas, mis correligionarios desoyesen estas palabras francas y leales del amigo y del viejo companero de armas, sentiria de cora- z6n verme obligado A montar a caballo para robus- tecer la accion del Gobierno y contribuir con mis verdaderos amigos al aniquilamiento del bando ar- mado.)> En los ultimos dias de Agosto y primeros de Sep- tiembre de 1875, los Generales don Enrique Castro y don Nicasio Borges fueron nombrados respecti- vamente Comandantes Generales al Sud y Norte del Rio Negro. Bajo las ordenes del primero se puso el General don Timoteo Aparicio, al frente de una respetable columna de soldados. El nombramiento de Castro se expidio con fecha 10 de Septiembre de 1875. El General Castro llevaba como Jefe de Estado Mayor del Ejercito del Sud al Coronel don Eduardo Vazquez. El Ferro-Carril correspondiente al 2 de Octubre de 1875, informaba que el ejercito del Sud, al mando del Brigadier General don Enrique Castro, ascendia por entonces d 2000 hombres, de las tres armas. Entretanto, el Comite revolucionario radicado en Buenos Aires, en los primeros dias de Octubre de 1875 did un manifiesto, declarando que no acep- taba ningun genero de transaccion con el Gobierno de la epoca. 326 VIDA MILITAR DE 1 Ese documento llevaba la firma de los senores Gonzalo Ramirez, Agustin de Vedia, J. Arrue, Mi- guel Herrera y Obes, J. J. Belaustegui, Carlos A. Lerena y Santiago Botana. ^ A esta proclama de guerra de sus adversaiios, el Gobiemo contesto con un decreto, fechado el 5 de Octubre de 1875, por el que se declaraba en estado de sitio el territorio de la Republica. El escaso desarrollo y el rapido final de esta guerra, hicieron imposible desenvolver una accidn militar amplia y efieaz, y el 4 de Noviembre, considerando el Gobierno coneluida la mision de los ejercitos en campaiia, confio al Ministro de la Guerra, Coronel Latorre, la terminacion de la campaiia, que no duro mucho mas, haciendo cesar A los Comandantes mi- litares. Desde esta fecha, puede considerarse coneluida la vida militar activa del General Castro. En Julio del 84, el Gobierno del General Santos, cumpliendo una disposicion del Codigo Militar, que acababa de ser sancionado, declaro elevado al grado de Teniente General de la nacion al expresado militar. GAPtTULO XXVll REVOLUCION DEL QUEBRACHO. — PARTICIPACION DEL GENERAL CASTRO. — CARTA ORGANICA DEL MOVI- MIENTO. — PREP AR ATI VOS DE LA INVASi6n. — EN EN- TRE-RfOS. Desde el punto de vista elegido para este trabajo, nada importante podemos referir, pues, de la vida del General Gastro, hasta llegar al ano 1886 y al mo- mento de la revolucion llamada del Quebracho, Los iniciadores de ese movimiento revolucionario, obedeciendo a un plan bien combinado de alta poli- tica,.quisieron eploear al frente de sus elementos de accion una personalidad militar descollante entre los guerreros del Uruguay, que encarnase por si sola tradieiones de gloria, indiscutible prestigio en mili- cia y estuviese dotada de aptitudes reeonocidas de soldado veterano para los momentos de prueba. En las filas revolucionarias la opinion senalaba al Teniente General don Enrique Gastro como la unica figura militar que reunla mayores titulos para la di- reecion de la campana que iba a emprenderse. 328 VIDA MILITAR DE Alguien que se ha preocupado de historiar los he- ehos de la revolueion de 1886, haciendo la enumera- cion de los jefes principales y subaltemos del movi- miento militar, escribia lo que sig^e sobre nuestro biografiado, cuyo nombre entre los emigrados orien- tales se pronunciaba como una esperanza de mejores dias para lapatria: «E1 General Enrique Castro, an- ciano, sin pasiones vehementes, bien inteneionado, eonciliador en la paz, practico en la guerra, influ- yente en el ejercito y conoeedor del terreno, era el colaborador mas senalado para la realizacidn de la gran obra.» (^) Y el mismo autor de la interesante obrita a que aludimos, hace el retrato del General Castro en es- tos terminos : (cEs un anciano simpatieo, alto, grueso, de cabello y barba blancos ; se eonserva vigoroso d pesar de sus setenta alios de edad. Viste de panta- 16n, saco, sombrero de anchas alas y botas de mon- tar. No obstante su avanzada edad, es sumamente agil para el caballo. » En efecto, para muchos de los jefes de significa- ei6n comprometidos en el movimiento revoluciona- rio, el viejo guerrero de los tiempos heroicos equi- valia a una respetable columna y era preiida de ga- rantia de probable ^xito. Lo abordaron, y obtuvieron de el contestacion afir- mativa, en el sentido de eooperar a la empresa con toda la decisiva buena fe que ponia siempre en el cumplimiento de su palabra honrada. Entre los revolucionarios produjo viva impresidn (1) Cfartera de un reeluta^ pilg. 23. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 329 de agrado la noticia propalada sobre el importante concurso que prestaba el veterano, consintiendo en que se tomara su nombre como bandera de futuras- rei vindicaciones . En conformidad con las bases contenidas en la Carta Orgdnica de la revolueion, firmadas y ratifi- cadas en la ciudad de Buenos Aires el dia 27 de Enero de 1886, partio el General Castro el dia 3 de Febrero de ese mismo aiio para la Provincia de En- treRios(i). (1) Antes de pasar mAs adelante, creemos oportuoo in^ertar & continua- ci6Q la citada Caita Orgdnica, que hasta la feoh-i do ha sido dada ^ la pu- bUcidad: cEn la ciudad de Buenos Aires, £ 27 dc Enero do 188G, reur>ilos £ I'a- mado de los sefiores Genemlf s don Enrique Castro y don Jo»4 Miguel Arre- dondo, los ciudadanos al final suscritos, expu»ieron los nombrados generates : «Que habfan arribado & un completo acueido en la direcci<5n mi'itar del moTimiento reyolucionario que »1 pueblo oiientnl prepara como tloico me- dio posible 7 eficaz para poner fio al regimen de fuerzi, ii5urparci6n j la- trocinio encarnado en la domioacidu personal de don MAximo Santos, 7 ex- hibieron como comprobaci6n' de su aserto, las ^iguientes cartas camtiadas entre ello8: — c Buenos Aires, Enero 24 de 1886. — Peiior Teriente General don Enrique Castro. — Mi estimade compatriota 7 amigo: — De acuerdo 7a en la necesidad de encabezar coujuntamente «1 movimiento revolucionaiio que est^ pnSximo d pruducirse para libertar & nuestra patria nativa de la oprobiosa dominacitfn personal de don Maximo Santos, ctimp'eme manifes- tarle que presti^odo el debido acataraiento A la 8uperiorid<id de su Jerar- quia militar 7 A sus meredmientos persona'es, me poogo d sus drdtnes en la campafia militar d iniciarse. — S07 de usted su afmo. amigo 7 compa- tiiota. — Flrmaio: Jose 31. Arredondo » — «'8ffior General don Jos^ M. Arre- dondo. — Buenos Aires, Enero 24 de 1886. — Mi esiiiuado amigo : — En con- teatacidn & su favorecida de e^ta misma fechi, deb« decirle que, aunque dereosoj co'mo 7a se lo he maf ifestado en nuestras conft^renrias vfrbale^, de toniar inmediata partjcipaci<$n en la carapaila militar que nos propone- mos abrir para devolver sus libertades & nuettn deygraciada patria, no me fciento con la salud necesaria para contraer el conipromiso de pfnnanecer constantemente en la acci6n, 7 que, por cont>ij^uiente, yerd c< n gusto que usted se preste A asuniir fl comando en j^-fe del ejdrcito revolucionario. He sido su oompafti ru de armas en lai^s 7 gluiiofeas cam|>aAdS, 7 b6 bien 330 YIDA MILITAR DE A Castro lo acompaiiaban su digno hijo Juan Jose, don Luis Machado, don Gandido Robido, — ac- tualmente Coronel y ex jefe del aParque Naeional)), — y el Teniente Juan Bautista Castro, su sobrino. En la madrugada del 5 Uegaban al Par and. El General Castro hizo una visita al Gobernador de la Provincia, General Racedo, y al Ministro de Go- bierno, sefior Sabd Hernandez, euyos personajes re- cibieron al guerrero con mareadas demostraciones de aprecio y respeto ; recordando, tal vez, sus meri- tos y las consideraciones que debian los argentinos al que sus aptifctHles luililarelrlo hacen acreedor k ese puesto, pudtendo ase- gurar & mis conciudadanos que la suerte de nuestras armas estari %ODfiada ft excelentes maDos, sin excusar por pso el coDcurso de mi experiencia para el esfuerxo comfin. Queda asl conyenido y eotremos resueltamente ft la ac- ddn, con completa fe en el retultado de nuestros esfuerzos patriiSticos. Lo saluda su afmo. amigo y corapatriota. — Firmado: EwrviuA Cas^. » — Que estando as( dt-terminada la direcci6n militar del movimiento revolucionario, ambos generaies hao creido Uegada la oportunidad de convocar ft los ciu- dadaoos presentcs, como miembros de las diyersas fracciones polfticas que han tornado parte en la preparaci6n de la grande obra patri6tica cuya rea- lizacido va ft iniciarse, ft fin de recabar 6u opini6n sobre la manera mfts acertada de coubtituir el Gobieroo Provisorio que regiift los destlnos dtl pais mientas se proceda ft las elecciones generaies que, con arreglo ft la Constitiicidn oriental, deben dar al pueb'o su representacidn legttima y fu organizaci6n definitiva dentro de las formas y preecripciones que la misma Coastituci6a establece. En consecuencia, invitabaa ft los cludadanos presen- tes ft cambiar ideas y manifestar pus vista? sobre las cuestiones indicadas. Despu^s de una bien meditada deliberaci6n. los ciudadanos preeentes arriba- ron ft las siguientes conclusiones : Que el Gobiemo Provisorio tendrft todas las facultades necesarias para la admini&traci^Sn y reconstituci6n del pais, sin mfts liraitacidn que la de los artfculos 110, 111, 112, 113, IH, 115, 116, 130, 132, 134, 135, 136, 138, 140, 141, 142, 143, 144, 145, 146 y 147 de la Con6tituci6n de la Repiiblica, debiendo ser su misi6n primordial la conser- vaci6n de la paz pdblica y la adopeitfn de medidas que hagan prftcticas y eficaces las garantfas legales de la verdad y libertad del sufrag^o del pue- blo. Que esas medidas deben buscarse preferentemente ea la leal aplica- ci<5n de los principios que sirven de base al movimiento revolucionario j ENRIQUE y GREGORIO CASTRO 331 hombre que contribuy6 eon su sangre d la consoli- dacion de las instituciones de aquel gran pueblo. Castro dijo en su proelama, dirigida al pals con motivo del movimiento revolucionario de 1886, que se iba d ccun movimiento naeional, sin miras de do- minaeiones exclusivistas de partido. » S61o un dia se detuvo Castro en el Parana, El 6 marcho para la Concepcidn del Urugutvy, adonde llego el dia 8, despues de haber pasado por Nogqyd y Tala. Al dia siguiente se traslado a San Jos^, pa- lacio y resideneia de la senora viuda del General Urquiza. que han hecho posible la aprotiinaci<5D de los partidos, proclamando, como procIamaD, que la patria es de todos 7 que todus tienen d«>rerho & compar- tir las fuDciones de los poderes pdbiicoB. Que la necesHad de resUtuir al pafs BUS ioBtituciones representativas 7 bus formas coasiitucioDalfS, es su- perior & trdo otro interns politico. Que el Gobierro Provisorio debe con- vocar & elecciones generates en el ni&s breve iiempo posible, y que en nin- gtin caso podr& postergarlas mAs alU del tieuipo fijado en la Constitucidn. Que como no es posible hicer funcionar el sufraglo popular en formas re- gulares para la designAcidn de los ciudadanos llaniados & desempeiiar el Gobiemo Provisorio, atentas las fuerzas de las circunstancias y tomando en cuenta los dlFersos intereses de la causa comdn, creen que el Gobierno Pro- Tisorio debe ser fjercldo por los Generales don Enrique Castro, don Lo- renzo BatUe y don Jos^ Miguel Arredondo. Que los miembros del Gobierno Provisorio deterininai&n el moniento de entrar en el desempe&o de sus fun- cione9, siempre que puedan establecerae con resideneia permanente dentro del territorio na ional. — Conocido el re^ultado de esta deliberaci6n,loe Gene- rales Arredondo y Castro declararon que la aceptaban en todas bus partes y que darlau al pafs un manifiesto solemne, con la expresidn circunstandada de las causas que hacen inevitable la revoIuci6u y de bus propSaitot esen- ciales segtin las ideas vertidas, protestando que no omitir&n esfuerso ni aa- crificio algiino para oorresponder k la confianza de sua conciudadanos y A las graves responsabilidades que asunien ante la posteridad. Se resolvid en teguida labrar tres actas de un mismo tenor, de que serfan depositaries los miembros del Gobiemo Provisorio, sascribi^ndolas todos los presentes. — £Vi- riqua Castro, Jose M. Arredondo, Lorenxo BatUtj Juan Jose de Herrera, Juan A. VdxqueXf Oonxalo RamireXt Martin Aguirre y Carlos Oavdencio, 332 VIDA MILITAR DE Alii se encontro en lugares que evocaron en su mente viejos y gratos recuerdos; pues era all! donde en otros tiempos habia ejereido influeneia de verdadero caudillo entre el gauchaje entrerriano, y donde habia sido objeto de grandes distinciones por parte de su antiguo jefe el General Urquiza. Desde esle paraje dispuso la organizaei6n de las fuerzas revolucionarias diseminadas en el literal del Uruguay, efeetuandola atodaprisa. El General Arredondo, por su parte, con el batall6n (cNumero 1)), cuyojefe era el Comandante Rufino Dominguez, llevando consigo gran cantidad de armamento y mu- nieiones, se dirigio a La Paz; atraveso la Provincia de Entre-Rios con rumbo a Mocoretd, d fin de pasar a la Provincia de Corrientes y establecer su Cuar- tel general en Naranjito, muy cerca de la costa del Uruguay y frente a la Estacion del ferrocarril ar- gentine del Este que lleva ese nombre. El General Castro seguia en su tarea de organiza- cion, y asi que supo la marcha del General Arre- dondo hacia el Uruguay, el dia 7 de Marzo partio de San Jose para Concordia con los grupos coman- dados por el Coronel Uran y por el Comandante Gastan. El dia 10 acampo en la estancia del Coronel Meli- ton Gazcano. El 11 se le incerporaren, enestepunte, el Coronel den Eduardo Vazquez y el Comandante Pablo Ordonez, con una fuerza de 40 hembres. Transcurridos dos dias, emprendieron marcha hasta la costa del Yuqueri Grande, en donde hi- cieren alto y descansaron el dia 13, iniciande una nueva Jornada en la madrugada del 14, hasta llegar ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 333 d la ciudad de Concordia d las 9 a. m. de ese mismo dla. Las operaciones hicieronse con rapidez, reuniendo elementos, organizando los que ya existian y con- centrando los grupos armados en la costa del UrU' guq/y, como punto cercano al teatro en que debia operar el ejercito revolucionario. El General Arredondo se encontraba en Chajariy adonde llego el General Castro el dia 16. Conferencio con aquel, y el 17, a las 8 de la noche, marcho en tren expreso hasta la estacion NaraU' jito. El 18 siguio hasta el campamento general, sito en la costa del Uruguay, en cuyo punto recibian instruccion de infanteria y caballeria, 1200 hom- bres, reunidos alii eon ese objeto. Un marcado desanimo manifestabase, por ese en- tonces, entre los hombres espectables del movi- miento, pues presentian un seguro fracaso, en vista de la falta de contingente por parte de Arredondo. Ellos creyeron, desde un principio, que este jefe contribuiria con soldados aguerridos, con gente disciplinada que constituyese la base de la masa mudadana y el centro de resistencia en el campo de batalla, en el que debian, segun sus conjeturas, es- trellarse las fuerzas regulares del General Santos. Se justified tanto mas esta creencia, cuanto que el General Arredondo, desde Buenos Aires, y con fecha 6 de Enero, exhortaba al General Castro, por intermedio de su hijo Juan Jose, a que no va- cilase un momento en prestar su importante con- curso d la revolucion, porque contaba con 1000 soldados aguerridos para invadir y la cooperacion 334 VIDA MILITAR DE de centenares de ciudadanos prontos para entrar en la lucha. Nuestro biografiado, con sus largos anos de expe- riencia militar, comprendia perfectamente lo que representaba en el campo de accion el contin- gente ofreeido por su colega, y los beneficos resul- tados que podia dar con una buena direcci6n y con un plan de combate regularmente combinado. Los ofrecimientos de Arredondo no pasaron de ser simples promesas, como mas tarde se justifico pop la evidencia de los hechos. A tal fracaso se le di6 por causa el alarde jactancioso de los trabajos sub- versivos practicados en la otra orilla, que compro- metian las relaciones internacionales de los dos paises, apareciendo el Gobierno Argentino como el verdadero instigador de los elementos prontos d convulsionar nuestra Reptiblica. Llego el momento en que aquel Gobierno amigo, en la necesidad de cumplir los preceptos internacio- nales, y a fin de no comprometer las relaciones de buena vecindad que con el nuestro mantenia, tuvo que enviar una fuerza divisionaria, con el objeto de intimar el desarme y la disolucion de las parti- das revolucionarias. Esto ocurria horas antes de la invasion, y la fuerza argentina se limito a llenar las formas diploma ticas. Asi, pues, para la invasion solo se disponia de la columna estacionada en el campamento del Na- ranjito, formada casi toda ella por los ciudadanos que pasaron de la Republica Oriental d la otra orilla. Dicha columna expedicionaria tenia enfrente, ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 335 Uruguay por medio, y sobre la costa del Arapeyy un cuerpo de ej^reito de las tres armas, que el Ge- neral Santos habfa organizado del otro lado del Rio Negro, y el eual eonstituia su ejereito de van- guardia. Gontaba, ademas, el Gobiemo oriental con pode- rosos elementos al Sud del mencionado rio, como la fuerte columna del departamento del Durazno, com- puesta de 1700 hombres de caballeria e infanteria, organizada y comandada por su jefe el Goronel don Juan Jose Martinez, a la saz6n Jefe Politico y Co- mandante militar del citado departamento, y las di- visiones existentes en diferentes puntos del Sud de la Republica. Los jefes mds caracterizados del movimiento re- volucionario, decepcionados, comprendieron bien pronto que la lucha se hacia imposible, por la inmensa desproporcidn numerica, la notable orga- nizacidn que el General Santos habia dado a las fuerzas legales, y la falta absoluta de los elementos necesarios para combatir con un ejereito poderoso y bien dispuesto. Con todo, confiaron en el influjo moral que ejer- ceria en el pais entero el concurso decidido del viejo patriota que tantas glorias habia dado a su tierra y a su partido, en las horas tristes del infor- tunio y en los instantes supremos del deber na- cional. Asi se lo significaron al General Castro, pidi^n- dole, en nombre de los bien entendidos intereses de la Reptiblica, y en el de su reconocido valor ci- vico, que hiciera un tiltimo sacrificio en aras de una 336 VIDA MILITAR DE causa a la que debia contribuir con su prestigio y sus antecedentes. Segun lo estipulado en la Carta Orgdnica, la obligacion de Castro, en los primeros momentos, era contribuir al movimiento pura y exclusivamente con su concurso moral ; lo que ya era bastante exigir del viejo luchador, que contaba por entonces setenta alios de edad y cincuenta de meritorios servicios k su patria. No obstante lo dieho, y la'firme creencia de los iufructuosos esfuerzos que la empresa originaria, lanzose a la obra, cediendo al pedido de sus con- ciudadanos, que reclamaban, una vez mas, el sa- crificio de su tranquilidad y el inapreciable con- curso de su heroica espada. Quedo establecido que el 23 de Marzo nuestro biografiado compartiria con Arredondo el comando ^n jefe del precitado movimiento revolucionario. Activaronse los trabajos de invasion. Al mismo tiempo que el Coronel Gaudencio se trasladaba a Concordia, con el objeto de preparar todo lo necesario para el pasaje de las fiierzas, se ordeno al Coronel Visillac, residente d la saz6n en Guaquiraro^ que marchase apresuradamente A bus- car la incorporacion del ej^rcito, y se envi6 una Comision al puerto de Caseros, con la consigna de contratar chatas, como medio de Uamar la atencion del ejercito gubernista por aquellos parajes. Desde Caseros, el Coronel Bernal, comisionado del Gobierno argentino para el desarme de la gente revolucionaria, dio al General Arredondo el breve plazo de dos dias para que desalojaran aquellos si- ENRIQUE T GREGORIO CASTRO 337 tios; agregando que si al vencimiento de dichQ plazo, 6 i^ea el 26 de Marzo de 1886, sus instruccio- nes no eran obedecidas, se yeria en el caso de cum- plir rigurosamente la orden de su Gobiemo. La intimaci6n fue acatada en el acto, proce-^ diendose a depositar en las proximidades de la es* taci6n Naranjito todo el armamento sobrante des^ pu^s de haber armado y municionado la gente pronta para invadir. £1 mencionado armamento consistia en mil fusiles remington, setecientas cara- binas de igual sistema, quinientas lanzas, doscien* tos mil tiros y algunos cajones de correaje. En la tarde del 26 de Marzo, 6 sea luego de recibir la segunda y iUtima intimacidn de desarme, prontos ya los trenes expresos que obtuvo el Co- ronel Gaudencio para condueir la columna expedi* cionaria hasta Concordia, esta se puso en marcha. Un dia despues, el 27, se intemo en los montes del Ayui Grande y Uruguay; se le dio un descanso4 la tropa, came6se el ntimero de reses necesarias, y^ al cerrar la noche, dirigieronse directamente d Con- cordia en los mismos convoy es. Al llegar a este punto, como medida precaucional, y a fin de que el enemigo no se diera cuenta del arribo del ejercito, se dispuso acampar silenciosa- mente entre las barrancas del rio y el pueblo de Concordia: paraje este muy a propdsito para ocut tar toda la fiierza, de manera de no ser vista desde la orilla oriental. Las partidas gubernistas recorrian activamente la costa, con orden expresa de comunicar cual- quier novedad que notasen en territorio argentino 23. 338 VIDA MILITAR DE y efectuar el retiro de todos los elementos de movi- lidad existentes en aquella zona. De la g^amicion del Salto se desprendieron du- rante la noche algunos individuos, eon el encargo de vadear el rlo y explorar la eosta opuesta, al mismo tiempo que el Coronel Cordoba, Coman- dante militar de la eitada guamicion, advertido del gran movimiento de trenes en la orilla vecina, — ^mo- yimiento que atribuyo A la conduccidn de las fuer- zas enemigas desarmadas, — enviaba una Comision a Concordia, para informarse de lo que ocurrfa. Sus exploradores no volvieron: habian sido apre^ hendidos por las guardias enemigas, colocadas d lo largo de la eosta y en los puntos mds estrat^gicos. - En vista de esto, resolvio Cordoba enviar un mo- reno sirviente, de toda su confianza, d la casa del seiior Palavecino, situada frente A la eiudad del Salto, sobrelas barrancas del rio, para adquirir no- ticias veridicas del mencionado vecino, quien repre- sentaba para ^1 una buena fuente de informacion. Dicho sirviente fue preso, como los anteriores, y vi6se, por tanto, en la imposibilidad de poder co- municar a su jefe la gravedad de lo que pasaba. Fu^ por eso que Cordoba ignoro que a pocos metros de distancia se encontraba una fuerte co- lumna enemiga de 1400 hombres decididos y bien armados, los mismos que algunas horas mas tarda habian de apoderarse de los vapores Jupiter y Leda^ que zarpaban esa manana para Buenos Aires y Montevideo. GAPiTULO xxvm LA INVASION. — EL PASAJE DEL URUGUAY. — EL COM- BATE. — EL DESEMBARCO. — PI^IMERAS OPERACIONES. — COMB ATE DEL 30 EN EL QUEBRACHO. — ^LA BATALLA DEL 31 EN PUNTAS DE SOTO. — DERROTA DE LOS REVO- LUCIONARIOS. — RETIRADA DE CASTRO. El plan combinado per los revolucionarios para la toma de los vapores, tuvo exito complete. La noche de su llegada d Concordia, la columna expedicionaiia procedi6 al embarque del equipo, annas y municiones en el vapor Com^rcio, — que estaba en compostura en aquel puerto, — en un pai- lebot y en varias chatas. Entretanto, esperaban la llegada de los buques de la carrera, para proceder al embarque de las fuer- zas. Gauso extraiieza que los vapores Jupiter y Leda no zarparan d la hora de costumbre, 6 a. m., dando esto lugar a comentarios. Recien a las 7 a. m., estos vapores dieron las pi- tadas de orden y emprendieron marcha, fondeando 340 VIDA MILITAR DE media hora despu^s en el puerto de Concordia, en donde reeibieron la visita de dos Comisiones, al mando, respeetivamente, del Mayor Gabino Va- liente y del Coronel Salvaiiach, quienes se apode- raron de ellos en nombre de los revolucionarios. Aeto continuo se orden6 el embarque de la tropa. Esta operacidn dur6 hasta las 11 a. m., hora en que parti6 la flota Uruguay abajo, en el orden siguiente: Jtipitery Leda, Comercio, condueiendo el Batall6n N.° 1 ; Estrella, remolcando un pailebot, y varias lanchas A vapor, que llevaban d remolque las chatas cargadas de equipos. Cuando en el Salto se tuvo conoeimiento de la estratagema del enemigo, se tomaron las medidas del caso, ocupando el Saladero de Harriague una fiierza de infanterla, y escalondndose algunos es- cuadrones en obseryaci6n sobre la eosta y en las proximidades de la ciudad. En vano trataron los directores del movimiento de que el desembarque no fiiese sentido por las fiier- zas gubemistas. Y decimos que fiie en vano, por- que era tan excesiva la yigilancia ejercida en todas partes por los leales al Gobiemo, que se hacia poco menos que imposible arribar d eostas orientales sin ser fuertemente hostilizados. Asi se expliea que el mismo dla, A las 4 1/2 de la tarde, en momentos que la expedicidn revolucionaria pisaba territorio oriental, — en un paraje eercano d la barra del arroyo Guanyii, donde embicaron los vapores Mpitery Leda, — una Aierza de unos 300 hombres, con el Teniente Coronel don Fortunate de los Santos k la cabeza, desde el saladero Oua^ ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 341 QiyA despleg6 guerrillas, que hostilizaron y obliga- ron d los invasores a entrar impensadamente en pelea. Habia, pues, que repeler la provocacidn audaz y yalerosa del Gomandante Santos, y, al efecto, esta operaci<Sn fue encomendada a los primeros elemen- tos que desembarcaron. El Gomandante Mena, al frente de 50 hombres, protegido por guerrillas al mando del Gomandante Pablo Orddnez y de los senores Diego Lamas y Ra- mon Gosta, se tiroteo fuertemente eon las tropas del Gobiemo ; retirdndose poco despu^s de los Santos, en vista de la superioridad num^rica del contrario, dejando en el campo de la refriega eineo muertos y varios heridos. De la gente de la revolucion, el sargento distinguido Hilaridn G^spedes fu^ herido. Mientras los revolucionarios continuaban la aza- rosa operacion del desembarque, tanto mas difieil cuanto que tenian dos de sus buques embicados, apa- recio al Sud, con rumbo hacia ellos, la canonera Ge- neral Sudrez, — antigua Tactique; — la misma que, d los pocos minutos, paro su marcha frente al sala- dero ya mencionado, haciendo un disparo de caiidn por elevacion y saludando a las fuerzas contrarias con el pabellon de la patria ; saludo que fue retri- buido por el estandarte del Batallon 1.°, formado en la cubierta del vapor Comer cio. El General Gastro, previendo un ataque simul- taneo por tierra y por agua, desplego sobre la playa dos companias pertenecientes d los batallones 2.** y 3.**, con el objeto de repeler el avance de la canonera, al mismo tiempo que el Gomandante Dominguez 342 VIDA MILITAR DE hacia fuego con su batallon, desde la cubierta del Comer cioy situado en medio del rio. Se creia que el combate iba A ser renido y de resultados contrarios para los invasores, por los des- trozos que producirian los proyectiles de artilleria de la Sudrez sobre el casco sin proteccion de un va- por sin mdquina, como lo era el Comer do. Sin embargo, todo no pas6 de ser un mero simu- lacro, pues la caiionera Sudrez vir6, tomando aguas abajo, para alejarse de la zona peligrosa. Los comentarios que se hicieron alrededor de este hecho, fueron de distinta indole, imaginando, unos, que la actitud y la disposicidn de las tropas revo- lucionarias, y con especialidad el « Batallon l.°)>, im- pusieron a la caiionera enemiga, de la que solo dis- taban 500 metros, estando esta asi bajo la acci6n di- recta del fuego de fusileria remington; y otros, que en el citado buque primo la idea generosa de que no perecieran en un instante centenares de orien- tales, iitiles muclios de ellos para su patria y para sus conciudadanos. La version que se generalizo despues, y que la consideramos mas racional, atribuye la causa del hecho d las malas condiciones del material de gue- rra que poseia la caiionera, la que, en el instante de obrar, se encontro con que los proyectiles dei los caiiones no Servian, pues que, efectuado el primer tiro de prueba, este resulto inmensamente corto, debido d que la bala era de dimensiones mas peque- nas que el dnima de la pieza (^). (t) El material de artillerfa conf>istfa en cafiones AnsdldOf de bronce, de J 2 cm., j de avancarga. Est&n actualmente depositadoB en el Parque Kacional. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 343 A las 8 de la noche, la canonera General Santos 6 Fortuna, al mando del entonces Mayor Bayley, con los fuegos apagados, ocup6 sigilosamente el puesto de la Sudrez. En seg^ida rompio un fuego mortifero de fusileria y ametralladora sobre el va- por Jupiter, el que fue contestado por los batallo- nes eomandados por Octavio Ramirez y Visillac du- rante linos diez minutos, sufriendo estos la perdida de, dipz muertos y cinco heridos. El buqne tuvo un solo herido: el cocinero. La misma noche del 28 de Marzo, el ejercito revo- lucionario acampo en todo lo largo del trayecto que dista desde el lugar del desembarco hasta la estan- cia del sefior Amaro, de cuya casa se dispuso para atender A los heridos, los cuales fueron curados, de primera intencion, por los doctores Imas y Baena, quedando despues al cuidado de este tiltimo doctor, del practicante Albistur y del farmac utico Sanchez. Entre otras medidas tomadas, se resolvio despren- der para la costa argentina al vaporcito Estrella, conduciendo a los seiiores Joaquin Carballo y doc- tor Carlos A. Lerena con una comision, segun se dijo, para el General Arredondo. El Estrella fue perseguido por el General Santos, viendose obligado a embicar en la costa opuesta, donde fue capturado, pero despues que los comisio- nados se hubieron puesto en salvo. Esa misma noche, las fuerzas revolucionarias es- tuvieron en continuo movimiento. Se encargaron del servicio de avanzada, el Co- mandante Mena y el Mayor Valiente, jefe este til- timo de la escolta de nuestro biografiado. Se toma- 344 YIDA MILITAR DB ron tambi^n cuatro prisioneros, que llegaban al campamento con la intencion de incorporarse al Comandante de los Santos, no creyendo encontrarse con eneinigos. Trat6se de retirar de la costa los re- eados, viveres^ municiones y demas iitiles de la co- lumna, en previsi^Sn de los perjuicios que pudieran ocasionarles, desde el rio, las canoneras que hemos citado. Para esta comision se nombr6 al Mayor Valiente y d los Ayudantes Luis Machado y Manuel Rodriguez, con la correspondiente dotacidn de sol- dados, los cuales tenian que trabajar a brazo, por falta de carros y eaballos. El Coronel Rafael Rodri- guez se paso toda la noche recorriendo las guardias ayanzadas, y se dio el encargo de reunir eaballos al Coronel Cortes y al Comandante Mena, quienes, al llegar la madrugada, tenian en su poder unos 150, que fueron destinados a dos escuadrones, hasta tanto pasaran 800 de Entre-Rios, los que debian azotarse al Uruguay en la maiiana del 29 de Marzo. La caballada en cuestion debia encontrarse en la estancia de Taylor, donde habia sido conducida por sus duenos, los sefiores Amaro y Pineyrua, con el objeto de salvarla, por ser articulo de guerra. Los continuos chasques que se enviaron al otro lado, comunicaban no notarse ninguna clase de mo- vimiento en las proximidades de la costa, lo cual hizo pensar en algiin contratiempo serio, sufrido por los encargados de pasar los elementos de movilidad. En efecto, Taylor, que habia armado su peonada, en union con la policia de aquel punto, tomo presos al Comandante Trujillo y 30 hombres que lo acom- paiiaban. BNBIQCB T OBBGORIO CASTRO SIS La policfa habia acndido, obedeciendo d una de- nnncia de Taylor, & qoien Be intentd arrancarle una tropilla que reservaba en un potrero de su campo de la eosta del Arroyo Grande, en Entre-Rios, Se cuenta que la noche del 28 de Marzo, Trujillo pidi6 al comisario que lo matase, pero que le per- mitiera mandarle una carta d su jefe, el Coronel Gaudencio, residente en Concordia, manifestandole la causa del no cumplimiento de su comision. El 29 de Marzo, por la manana, ^1 y sus compa- neros fiieron conducidos d Concordia, atados y bajo segura custodia. Los ayudantes Eugenio Garz6n y Juan Jose Cas- tro, desde las primeras horas de la manana del 29, hicieron servicio de vigias, desde lo alto del mirador de la estancia de Pineyr6a. A las 11 a. m. comuni- caron a sus respectivos jefes, Castro y Arredondo, que no oeurria ninguna novedad en un radio de cinco leguas proximamente, pero que se avistaba al Sud una caiionera en marcha hacia el saladero, y que in- dudablemente serla la Sudrez. Graves inconvenientes surgieron en la realizacion del plan proyectado de antemano. En efecto, era sumamente peligrosa la posicion del ej^rcito revolucionario, que no contaba con ele- mentos de movilidad, que habia encontrado serias resistencias al pisar el suelo de la patria, y se veia amenazado por diferentes puntos y por diversas co- lumnas divisionarias, establecidas en las proximi- dades del paraje donde acamparon, y hallandose defendido el rio por las caiioneras ya citadas. A las 12 h. y 30 m., el General Castro dispuso la 346 VIDA MILITAR DE marcha del ejercito, completamente A pie y eon un convoy de quince carros que conducian recados y municiones. Cada soldado Uevaba su remington, 300 tiros, un freno y un cojinillo, e igual equipo muchos de los jefes y oficiales que componian la columna, la cual marcho por la cuchilla que conduce del ya mencio- nado saladero a la estancia de Dolores. Con todo, el caso era salir de una vez del estado de dudas y vacilaciones que tuvieron resonancia hasta en la misma tropa. El caballo ha sido siempre el elemento primordial de todo movimiento armado, en paises como el nuestro, donde la guerra de recursos es el factor efi- ciente de las convulsiones politicas; sin este elemento, tampoco es posible arrastrarlas masasdelpaisanaje turbulento, ni Uenar el servicio imprescindible de la caballeria en las marchas de los ejercitos. Era de esperarse, pues, la proximidad de fuerzas enemigas que los obligaria a librar combate, desde que ellos estaban imposibilitados de esquivarlo,como lo hubieran hecho a fin de obtener algunas incorpo- raciones y refuerzos. La marcha se efectuo en la forma ya indicada. La caballeria desmontada ocupo la retaguardia y los flancos, y d medida que se obte- nia alguna caballada, ^sta servia para montar solda- dos de esta arma. Asi que se alejaron de la costa del Uioiguay, y a unos tres kilometros de este rio, encontraron tres soldados muertos: estos pertenecian al escuadrdn del Comandante de los Santos. Dichos soldados habian caido en la pelea del dia anterior. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 347 La columna revolucionaria hacia alto de media en media hora, descansando de einco a diez minutos, hasta que Uegd a la estancia de Dolores, despues de soportar una fuerte Uuvia durante siete horas con- secutivas. Eran las 9 de la noche cuando llegd a dicha es- tancia. Para acampar, se dispuso que la infanteria tomase posiciones en unos corrales de iiandubay, como medida precaucional contra cualquier avance, estableciendo las fuerzas de caballerla en diferen- tes puntos que circunvalaban d aquellos. Esto ocurria en la noche del 29 de Marzo. A la madrugada se obtuvieron algunos caballos para las fracciones de caballerla que estaban a pie ; y, a las 6 de la maiiana, emprendlan la marcha por la cuchi- Ua que da caidas a los arroyos GuaQvyH y Quebra- cho. Dos horas despues, en el costado derecho de la li- nea revolucionaria, y a pocas cuadras de la costa de este ultimo arroyo, las partidas descubridoras, a cargo del Comandante Mena, se tiroteaban con las comandadas por el Teniente Coronel Fortunato de los Santos, quien, con una fuerza de 200 a 300 hom- bres, servla de vanguardia a la columna del Coro- nel Arribio, compuesta proximamente de 700 d 800 soldados. El Comandante de los Santos disputaba el paso del Quebracho; Mena, que lo defendia, pidio al Ge- neral Castro, por intermedio del ayudante Martin Soane, que le enviase una proteccion. Dicho general ordeno A los Coroneles Cortes, Puentes y Salvaiiach que marchasen con sus res- 348 VIDA MILITAR DE pectivos planteles de divisiones, en proteccion de Mena. Estas fuerzas sumaban en total unos 300 horn- bres. El Gomandante de los Santos fu^ rechazado. La columna reyolucionaria habia hecho alto para camear; pero apenas encendid sus fogones, el Mayor Valiente daba cuenta de que por el flanco izquierdo, y en direccidn al Palmar, se avistaba una gruesa diviaion enemiga de mds de 1000 horn- bres. Era la vanguardia del ej^reito del Gobiemo, cona- puesta de cerci^ de 1500 soldados, y distribuida en el siguiente orden, segun las informaciones de algu- nos heridos tornados despues por fuerzas revolucio- narias: Batalldn 1.° de Gazadores, la mitad del 3.S el Regimiento N.° 1 de Gaballeriay la Division Pay- sandti. El entonces Coronel Jos^ Villar, haeiendo gala de soldado valiente, quiso conquistar un lauro en esa ocasidn, probando con los hechos que, el que ha- bia sido bravo oficial, podia lucirse como jefe en el campo de la aceion. Desplegd su infanteria en guerrillas, eargando bi- zarramente con sus escuadrones de caballerla. Tres veces cargo y otras tantas fue rechazado. Gomponian las fuerzas enemigas encargadas de contrarrestar el ataque de las de Villar, los siguien- tes cuerpos: batallones N.° 2 y N.** 4, al mando res- pectivamente de los Tenientes Goroneles Pablo Or- ddnez y Octavio Ramirez, el valiente oficial de la ccGruzada Libertadora» y bizarro jefe durante la de Aparicio, 40 hombres pertenecientes a las escol- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 349 tas de Castro y Arredondo, al mando del Go- mandante Gervasio Burgue&o y Mayor Valiente, y los batallones N.^' 3 y 5, mandados por los Goro- neles Amiliyia y Yisillac, que constituian la protec- ci6n. El batallon !.">, al mando de don Rufino Domln- guez, y el Estado Mayor de Arredondo formaban la reserva. Todas estas fuerzas estaban bajo la competente di- recci6n del bravo Goronel Eduardo Vazquez, figara saUente del ej^rcito nacional, y que en aquel moyi«- miento era el jefe superior de las Infanterias. Las fuerzas gubemistas abandonaron sus posicio- nes, dejando en el campo algunos muertos, y entre ellos al Goronel Suarez, de la Divisidn Paysandti n ). Los revolucionarios, por su parte, tuvieron tres muertos y diez heridos. En la noche emprendid marcha la columna revo- lucionaria por el camino de la cuchilla de San Jos^^ con rumbo d Tacuarembdy llegando A la estancia de Soto, en donde dej6 a los heridos. En la manana del 31 de Marzo, los revoluciona- rios estaban a 7 leguas de las fuerzas diel Gobiemo. A las 9 se hizo alto; se earned, comio la tropa, y se descansd hasta las 10 y 1/2 ; bora en que se avisto al enemigo, empendndose el combate que, horas des- pu^s, termind con la derrota de los revolucionarios. Gomo 300 revolucionarios quedaron tendidos en las cuchillas de las Puntas de Soto. ( 1 ) Segdn otras yersiones, el Goronel Sudrez fallecid repentinamente, & ooDBecuenda de una afeccidn cardfaca. 350 VIDA MILITAR DB A las 4 de la tarde se apersono al General Castro una Comisidn, para decirle que, interpretando las ideas de algunos compaiieros, le exhortaban d parla^ mentar; porque la juventud que se batia, habia ago- tado sus esfuerzos, y era acto de humanidad salvar los rectos de la que quedaba. El General Castro contesto que el no se entregaba ; que levantaria, si, bandera de parlamento, desde que asi se lo pedlan, y al efeeto encai^o de ello d su hijo y ayudante Juan Jos^. Este se dirigio d una altura$ y eon una toalla eolocada en la punta de su fusil, alzo bandera, la que fue saludada con tiros de canon y fusileria. Todo estaba terminado: solo quedaban sosteniendo el fuego los restos del 1.°, con Dominguez d la ca- beza, pues era el unico cuerpo que aun tenia muni- ciones. La inmensa superioridad num^rica, — 5000 hom- bres, — y.la calidad de las tropas, — la flor del ejer- cito de linea, — los vencio. A las 5 de la tarde los gene rales revolucionarios se retiraron del campo de batalla, en distintas di- recciones, acompanado cada uno de un pequeno grupo. Castro march6 unas 20 cuadras, y cuando hubo evitado la acci6n de las caballerias perseguidoras, hizo alto para esperar la noche y alejarse cobijado por sus sombras, advirtiendo a sus companeros que se preparasen para pelear, en caso de ser alcanzados. Al oscurecer se le present6 el Comandante Claro Percy ra, de la Divisidn Tacuarembd, que servia al Gobierno, quien se ofrecio al General Castro con ENRIQUS Y GREGORIO CASTRO 351 mil protestas de amistad, diciendo que reconocia en ^I d su antiguo y heroico jefe, que tantas veces lo condujo a la pelea infundiendole serenidad y arrojo, cuando lachaba d su lado por la misma causa, la gloriosa causa colorada; agregando que venia d po- nerse d sus ordenes. Entonces el General Castro se informo por ^1 de lo que pasaba en el campo contra- lio, y le pidi6 lo auxiliara con caballos. El Comandante Pereyra le did cinco caballos, los que sirvieron para el general y sus ayudantes. Quedaban diez y ocho individuos d pie, los cua- les determinaron figurar como prisioneros de Claro Pereyra, antes de caer en manos deseonocidas, ro- gando d su jefe, el General Castro, que procurara ponei'se en salvo. Entonces ^ste, dirigi^ndose d Claro Pereyra, se expreso en los siguientes termi- nos; — ((Quedacon usted este grupo de compaiieros mlos; cuidelos y haga respetar sus vidas; tenga presente que el Partido Colorado jamds se ha man- chado con sangre de prisioneros. Ahora, agrego, acepte este regalo, — y le tendi6 un paquete con cien libras esterlinas, — en recompensa de los cui- dados y servicios que usted prestard d esos compa- iieros que quedan con usted. » Pereyra acepto el obsequio y prometio al general sacrificar su vida antes que permitir que se les fal- tase en lo mds minimo d los prisioneros. Y en efecto, cumplio su promesa, pero esa acti- tud le costo un castigo, que le impuso el jefe de las fuerzas gubernistas, porque se le atribuyo el haber dado escape al General Castro, cuando ya, por te- legrama, se habla comunicado al General Santos que aquel general habla sido hecho prisionero. 352 VIDA BflLITAR DE En la madragada del 2 de Abril, el General Castro vaded el Uraguay & la altura del Herpidero, pkando suelo entrerriano, antiguo teatro de sus proezas g^e* rreras, y sitios tambi^n que le ofreeian seguridades de garantia personal y que traian d su memoria re- cuerdos imborrables de dlas felices. CAPlTULO XXIX DISCUSION SOBRE RESPONSABILIDADES EN LA REVOLU- ci6n fracasada.— cartas (ineditas) GAMBIADAS ENTRE EL CORONEL GAUDENCIO Y EL SENOR JUAN JOSE CASTRO. — EL FONDO DE LA CUESTi6n. — REVE- LACIONES IMPORTANtIsIMAS. A proposito de la actitud que debia asumir el Ge- neral Castro despu^s del desastre del Quebracho, cambiaronse entre el Coronel don Carlos Gaudencio y el senor Juan Jose Castro, las siguientes cartas, conservadas ineditas hasta la fecha ; « Buenos Aires, Abril 6 de 1886. ((Senor Teniente General don Enrique Castro. (( Estimado General : ((He sabido, por varios conductos, (jue usted y sus ayudantes ban pasado a Entre-Rios, tocando en el Duraznal y siguiendo para su estancia. 23. 354 YIDA MILITAR DE ttEsta noticia se tiene por el General Levalle y otras personas de esa localidad. Como es consi- guiente, no solo yo conozco su permanencia en esa, sino otras perisonas. (xTodos, sinexcepcidn, extraiianquehallandose us- ted en esa, no haya escrito una sola palabra al Comite, dando detalles de lo ocurrido, pues aqui las alarmas son muchas y justificadas, y piden oir su palabra. c( Yo, por mi parte, deseo tambien que usted me diga algo para saber a qu^ atenerme. He venido en comision de usted y del General Arredondo, y me encuentro sin saber que hacer. « En vista de esta grave situacion para su persona y sus amigos, es que le mando a su hijo Jose, para que no s61o le Ueve la presente, sino que tambien le ex- plique personalmente la contrariedad de noticias que se reciben y la ansiedad de saber la suerte del ejer- cito de la revolucidn, del cual era usted General en Jefe de el al Norte del Rio Negro. ccMi opinidn es que usted no pierda un solo mo- mento en satisfacer la ansiedad, no s61o de sus com- patriotas, sino tambien de la prensa argentina, que se encuentra toda ella comprometida en la cuestion oriental. ccLe desea felicidad y espera su palabra, su afmo. amigo y S. S. iK Carlos Gaudencio,x> ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 355 € Buenos Aires, Abril 9 de 1886. ((Seiior don Juan Jose Castro. « Concordia. ((Estimado amigo: ((He recibido la estimable carta de usted, de fecha 3 del corriente, haciendome saber los sucesos ocu- rridos desde el 28 del ppdo. hasta el pasaje del se- nor General don Enricjue Castro a territorio argen- tino. Quedo enterado de la parte confidencial, asi como de su telegrama ofreci^ndome el parte del se- nor General Castro ; parte que es acjui esperado con ansiedad y que anhelan, mas que nadie, los que, como yo, somos amigos del General y consideramos <jue su silencio prolongado, ante hechos de tanta magnitud para el pais, y en los que jugaba rol principal, se presta a serios y distintos comentarios y puede dar origen a dudas deprimentes para su reputacion de militar y ciudadano. (( Considero, mi querido amigo, que el parte del Ge- neral Castro debe abarcar algo mas que la simple narracion de hechos, desde el embarque en Concor- dia hasta los ultimos acontecimientos. ((Sabe usted bien (jue la razon fundamental que adujo su seiior padre para exigir el comando del ejercito, modificando las estipulaciones hechas a ese respecto en esta ciudad de Buenos Aires, que confe- rian el mando en jefe al senor General Arredondo, fue la seguridad que tenia de (jue sus senores herma- nos, el senor General don Gregorio y el senor Coro- nel don Antolin, concurririan activamente a la revo- 356 VIDA MILITAR DE lucion con elementos de guerra que harian muy su- perior nuestro ejercito y que garantirian el triunfo de la causa, casi sin la necesidad de derramamiento de sangre. Sabe usted bien que ante esas segurida- des de su seiior padre, que debia tener bases muy s6- lidas en que fundarlas para traer al tapete en me- mentos tan graves como el pasaje, y cuando las exi- gencias de desarme e intemaciones por parte del Go- biemo argentino se acentuaban gravemente con pro- blemas de tanta trascendencia como la de modificar estipulaciones hechas, y que debian considerarse fiin- damentales; sabe usted bien, repito, que ante esas se- guridades, y solo por ellas, consinti6 el sefior General Arredondo en deferir al deseo de su seiior padre ; de- seo que se habia hecho conocido en el ejercito y del que participaban muchos ciudadanos, movidos, sin duda, por el alto propdsito de ahorrar sangre yluto, y de realizar el triunfo de la causa, que todos Ser- vian con verdad y patriotismo. ((Cudles ban sido las causas de que las previsiones del General Castro no se realizaran ; cudl ha sido el concurso que le ban prestado sus seiiores hermanos, cuyos compromisos garantia el general; qu^ acti- tud ban asumido don Gregorio y don Antolin Cas- tro ante el ejercito que mandaba en jefe su seiior padre, y cumplida, en consecuencia, la condici6n que impusieron para prestar su concurso. ((Eso es necesario explicarlo, y explicarlo clara- mente. Y esas explicaciones A nadie interesa tanto darlas como d su seiior padre, que asumi6 volunta- riamente todas las responsabilidades inherentes al comando en jefe del ejercito, y que hizo presion para ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 357 obtenerlo, garantiendo el concur so de sus hermanos y asegurando que por el solo hecho de ser General en Jefe, Santos se veria abandonado por la mayor parte de su ej^rcito, y la revolucion venceria sin sa- crificios may ores. Es preciso que el senor General Castro no olvide, al escribir su parte, que, sin sus se- guridades, tal vez no se habria resuelto el pasaje y se habria sometido la revolucion al desarme, antes de emprender una aventura, mas que temeraria, insen- sata, y comprometer en ella a todo cuanto de mas distinguido y honesto tiene el pais. « No ignora usted que quien mas Uamo la atencion de su seiior padre a proposito de esas responsabili- dades, he sido yo, y que insistiendo a ese respeeto en Chajari, me garantio que tenia seguridades absolu- tas de que los enemigos no le harian fuego si pasaba comandando el ejercito, y que esa misma garantia me la ha dado reiteradas veces y siempre que yo le apuntaba las responsabilidades del pasaje y del des- embarque del ejercito revolucionario, asi como las de su direccion en el primer combate. Y no ignora us- ted tampoco que, cuando yo indicaba las dificultades graves que ofrecia el pasaje de caballadas con la ce- leridad de movilizaciones del ejercito, su senor padre me decia: «No te preocupes, que ya tengo caballos en territorio oriental.)) ((Soy amigo, y amigo muy viejo, del General Castro, y me duele mucho que haya asumido responsabili- dades tan graves, asi como anhelo que, cuanto antes, desvanezca toda atmosfera per judicial a su reputa- cion, dando explicaciones claras y sinceras y diciendo toda la verdad, aunque alguna revelacion lastime sus afecciones. 358 VIDA MILITAR DE a Hay aqul quien asegura que don Enrique ha sido hecho prisionero por su hermano don Antolin, y que ^ste le tenia de antemano preparada la fuga d te- rritorio argentino. Eso es grave, gravisimo, y no puede quedar envuelto en el misterio. aUsted, que debe interesai'se mds que nadie para conservar en toda su pureza el nombre y reputacion de su senor padre, debe empenarse en que no se des- cuiden estas observaciones que le anticipo y que es indispensable no deseuidar, para que haya bases po- sitivas de juicio sobre la actitud del general en los ultimos acontecimientos. La verdad salva siempre cuando se ha proeedido lealmente, y es necesario, mi amigo, que el General la diga, y la diga a todo el mundo. ((Gomo usted se figura, los acontecimientos ultimos me han impresionado profundamente, y aiin carezco de bases para resolver mi actitud de futuro. « Mucho he sentido la herida de su hermano Da- niel, mayormente por las circunstancias en que la ha recibido y por ser esteril para la causa. Le escribo por separado. « Sirvase saludar a su senor padre, tios y herma- nos, asl como a los amigos de por ahi, disponiendo de su afino. S. S. (iCarlos Gaudencio,» ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 369 € Buenos Aires, Abril 17 de 1889. ttSenor Coronel don Carlos Gaudencio. ((Estimado amigo: c(Reci^n el jueves 14 recibi en Concordia su apre- ciable del 9, por haberme encontrado ausente hasta ese dia, y como segui viaje para esta eiudad inmedia- tamente, no pude contestarla en seguida. Esas cir- cunstancias explican la demora. (( Su carta de usted me ha sorprendido sobrema- nera, porque en realidad contiene un verdadero pro- ceso de acusacidn d mi padre y la exigencia de una justificacidn piiblica, que en realidad importaria una defensa oficiosa que falsearia absolutamente su po- sicion. « Ha dado usted A mi carta del 3 del corriente un alcance que no tiene. En ella referia d usted los suce- sos ocurridos, como podia haberselos referido d cual- quier otro amigo de los que han tomado participacion directa y principal en los trabajos revolucionarios, y sin reconocer ni a usted ni A nadie el derecho de exi- gir a mi padre cuenta de sus actos como jefe revolu- cionario. El, como todos y cada uno delos ciudadanos que han tomado parte en ese movimiento, tienen con- traidas responsabilidades morales para ante el pais y para ante sus correligionarios, pero es muy dueiio de explicarlas cuando y como le parezca, y aun de guardar absoluto silencio, ateniendose A su concien- cia, no perturbada, por cierto, por acto alguno cons- cientemente reprobado. 360 VIDA MILITAR DE « Siento no estar de acuerdo con usted respecto de los puntos que debe comprender el parte que usted exige a mi padre, y mejor pensado, ni siquiera con la necesidad de que pase parte alguno ; lo que supone una entidad habilitada para recibirlo, que en el caso no existe. « Sobre los jefes de un movimiento revolucionario que sucumbe, no hay mas autoridad que la moral de la opinion publica. « Ni al General Mitre, despues de su capitulacion en La Verde; ni al General Arredondo, despues de su rendicion en Santa Rosa; ni al General Muniz, des- pues de su desbande en Carpinteria^ lesocurriopasar partes oficiales de sus operaciones militares, ni hubo quien tuviera la extra vagancia de exigirselos. ccEsos generales entonces prefirieron callar abso- lutamente, que es tal vez la actitud mas decorosa mientras no se formulen cargos que afecten el honor. ((Las aptitudes personales, la inspiracion y el acierto con que un general se haya manejado, que la juzgue cada ciudadano como mejor le parezca, que la ineptitud y el error no se traducen en deshonor ja- mas. (( Me inclino, pues, a creer que mi padre no hablard sino para dirigirse en general al pais y a sus con- eiudadanos, cuando se formulen publica y desem- bozadamente cargos que afecten a su reputacion y a su honor, y hasta ahora solo ha llegado d mi cono- cimiento la suposicion estupida de haber traicionado la causa de la revolucion, que hizo un periodiquin del litoral, y que ciudadanos tan conspicuos como los doctores Aramburu, Vazquez, Warren y otros se ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 361 apresuraron a fustigar indignados. Tan noble acti- tud de parte de esos ciudadanos, excuso a mi pa- dre de deeir una palabra al respeeto, relegando al desprecio ese desahogo miserable de algun insen- sato. « Anticipandole, pues, que no estoy dispuesto a ha- eer a mi padre las indicaciones apuntadasporusted, y reservandome tomar en consideracion y refutar en una segunda carta los eargos que usted formula con- tra mi padre, unos indicandolos simplemente como formulados por otras personas, y otros prohijando- los, no puedo menos de significarle el pesar que me ha producido su carta, por venir precisamente de un viejo amigo de mi padre y de persona que como tal he considerado y estimado siempre. <(Entretanto, lo saluda su afmo., atento, S. S. y amigo, ciJuan Jose Castro. » «Senor don Juan Jose Castro. « PreEenlo. « Estimado amigo : ((No ha dejado de causa rme extraneza la carta de usted, fecha de ayer, por la significacion que atribuye usted en ella a mi carta anterioi*, que se propone con- testarla mas ampliamente. ((No debe usted olvidar que no he sido yo quien formule la exigencia de que se me pase un parte de- tallado de los sucesos del Quebracho por su sefior 362 VIDA MILITAR DK padre; exigencia qiie no me era dado formular, pues no he olvidado ni olvido que no soy ni he sido supe- rior jerdrquico de su senor padre. aEse parte fue ofrecido por usted en nombre de su serior padre, y me parecia y me parece racional y ne- cesario que se produzca, sino en el caracter de un parte oficial del desastre, en cualquier otra forma cuando menos, y en cumplimiento de los deberes y deseargo de las responsabilidades que contrajo su se- nor padre al asumir la direccion militar de la revo- lucion. ((Yo no he formulado proeeso d su seiior padre. Ese proeeso esta formulado por usted mismo en la carta en que me narraba usted lo ocurrido; y tan no he dado a esa carta otra significacion que la que real- mente tiene, que no he querido darla A la publicidad, en vano era de interes palpitante para todos, mayor- mente en los momentos en que fue recibida. ((Creyendo, como crela y creo, que el senor Gene- ral Castro debia dar una explicacion ptiblica de su conducta, y en presencia de los cargos que, sin que- rerlo, le hacla usted mismo, crei conveniente indicarle a su senor padre, por intermedio de usted, lo que con- sideraba esencial, pues |io solo tengo titulos sobrados para hacerle esas indicaciones, sino que he jugado en la revolucion un rol que me confiere el derecho de sa- ber todolo ocurrido, mayormente cuando aun estaba vigente la comisidn militar que se me habia confiado y para cuyo desempefio me era indispensable esa ex- plicacion. « Usted reconoce que su seiior padre es responsa- ble ante la opini6n publica, pero no puede desconocer ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 363 que tambi^n lo es ante el Comity revolucionario, ante los jefes militares que lo acompaiiamos y ante los cia« dadanos todos que formaban el ej^rcito, de una ma- nera mds directa. ((listed no me contesta en nombve de su seiior pa* dre. Se limita usted A decirme que disiente de mis vistas y (pie cree que el General Castro guardara un prudente silencio mientras no se formulen acusacio- nes eoncretas. « Pero yo necesito saber cudl serd la actitud real de su seiior padre, porque era d ^1 d (juien iban dirigi- das mis indicaciones en la carta que escribi a usted. « ^Estd autorizado usted por su senor padre para hacerme saber cpie se desechan mis indicaciones? ^Esta usted autorizado por su sefior padre para dis- cutir conmigo la procedencia 6 improcedencia de las observaciones que le apunte por su intermedio? ((Por decirmelo asi ha debido comenzar su carta, pues si el General Castro es mi amigo, mi amistad personal con el no me obliga hasta dispensarle del cumplimiento de los deberes politicos y militares (jue ha contraido con todos los revolucionarios y con- migo mismo. ((Una personalidad como el General Castro no tiene el derecho de asilarse en su conciencia, pues el desastre del Quebracho no tuvo la significacion de Juniriy de Santa Rosa y de Carpinteria. ((En esos sucesos, tambien desgraciados, los Gene- rales Mitre, Arredondo y Muniz procedieron en acuerdo de jefes, y aun de ciudadanos ; emigraron 6 capitularon colectivamente, pero ninguno de ellos abandond el campo de la accidn dejando una juven- 364 YIDA MILITAR DE tud distinguida, perd inexperta, librada d sus pro- pias fuerzas. « Cuando indique la conveniencia de que el Gene- ral Castro hablara su palabra, era indispensable, pues la revolucion estaba en pie, funcionaba el Co- mite revolucionario, se habian producido nuevas in- vasiones al pais y la reparaeion del desastre era atin posible, mayormente cuando usted mismo afirmaba que el General Arredondo tenia atin un ejercito he- cho de mil y tantos hombres. . «En esa situacion, ^no era hasta patriotico que se biciera oir el General Castro? ^No era darle prueba de amistad pedirle que explieara su conducta y ha- cerle saber los rumores circulantes para que no se esterilizara por completo la labor revolucionaria que habia exigido tantos sacrificios y tanta abnegacion? « Yo lo creia, y lo ereo, y me inclino a creer que el General Castro no piensa como usted, y mueho me- nos si no tiene nada de que acusarse, pues como mi- litar y como politico, debe comprender que su silen- cio es su suicidio politico. ccEspero, sin embargo, la carta que me ofrece, y entonces le demostrare que no he dejado de ser amigo personal de su padre, pero que tampoco la reco- miendo a mi criterio politico, ni he perdido la buena costumbre de decir la verdad aun cuando ella per- judique a mis amigos y a mi mismo. ccMe suscribo, como siempre, suS. S. y amigo, Ci Carlos Gaudencio, C/de vd., Abril 19 de 1886. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 36S i " I * I aSeiior Coronel don Carlos Gaudencio. c Presente. « Mi estimado amigo : cc Voy A cumplir la promesa que hice A usted en mi carta anterior, de tomar en consideraci6n las acusa- ciones que hace usted A mi seiior padre, exigi^ndole una justificacidn piiblica. « Ya he manifestado A usted que seria ridiculo que mi padre se justificara p^licamente de las acusa- ciones que se le hacen en privado, pero no tengo in- conveniente en discutirlas yo con el amigo que tiene la franqueza de formularlas, sin duda en el interes de la justificaci6n de un viejo y leal amigo. « Segtin usted, el General Castro debe apresurarse A explicar como habiendo exigido el comando con- junto del ej^rcito y la direccion de las operaciones militares al norte del Rio Negro, A titulo de que de esa manera podria contar con el concurso de sus hermanos y de la mayoria de sus correligionarios, haciendo presion con esas seguridades que daba en los momentos mismos en que el Gobiemo argentino exigia el desarme de los grupos revolucionarios, nada de eso trajo en realidad A la revolucion. - « El cargo lo formula usted, en verdad, con carac- teres de faego. Para mejor refutarlo, valelapenade que se reproduzcan sus conceptos. « Segtin usted, yo se que la razon fiindamental que adujo mi senor padre para exigir el comando del ej^rcito, modificando las estipulaciones hechas A ese respecto en la ciudad de Buenos Aires, fiie la segu- 366 YIDA MILITAR DE ridad que tenia de que sus sefiores hennanos el Ge- neral don Gregorio Castro y el Coronel don Antolln, concurririan activamente a la revoluci6n con ele- mentos de fuerza que harlan muy superior nuestro ejercito y garantirian el triunfo de la causa casi sin necesidad de derramamiento de sangre; como se tam- bien que ante esas seguridades de mi senor padre, que debian tener bases muy solidas en que fundarse, cuando se formulaban a ultima hora y en momentos de supremo conflicto, se vio obligado el General Arredondo d deferir a esa indicacion de mi padre; indicacidn que se habia hecho conocida en el ejer- cito y de que participaban muchos ciudadanos, mo- vidos, sin duda, por el alto proposito de ahorrar sangre y luto y de acelerar el triunfo de la causa que todbs Servian con verdad y patriotismo. c(^Cuales ban sido, contintia usted diciendo, las cau- sas de que las previsiones del General Casti'o no se realizasen? ^Gual ha sido el concurso que le ban pres- tado sus bermanos, cuyos eompromisos garantia el general? ^Que actitud ban asumido don Gregorio y don Antolin Castro ante el ejercito que mandaba en jefe su seiior padre, y cumplida, en consecuencia, la condicion que impusieron para prestar su concurso? ccPretende usted que es necesario que todo eso se explique, y que se explique claramente, porque las responsabilidades que pesan sobre la reputacion de mi padre son terribles, como que, a no baber asegu- rado que Santos se veria abandonado de la mayor parte de su ejercito desde que el se presentase como General en Jefe, tal vez no se hubiese resuelto el pa- saje y se liabria sometido la revolucion al desarme ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 367 antes de emprender una aventura, mas que temera- ria, insensata. ((Empezare por manifestar d usted que a mi no me constan las afirmaeiones que usted hace, y que, por el contraiio, estoy muy lejos de tenerlas por exactas. <(Mi padre se ha limitado a manifestar opiniones y esperanzas de que participaban muchos otros ciudadanos. Segun los arreglos celebrados en Buenos Aires, a que usted hace referenda, no estaba obligado a prestar su concurso personal a la revolucion sino euando esta hubiese establecido su dominio perma- nente sobre alguna ciudad del litoral; pero como creyese que su concurso personal en el Norte era necesario, manifesto que no excusaba el sacrificio, pero que por su jerarquia militar no podia presen- tarse sino en el caracter de General en Jefe del ej^r- cito revolucionario. Dijo mds con ese motivo : dijo que ^1 mismo deseaba pasar, porque creia que su presencia dominaria muchas resistencias que encon- traria invencibles la presencia exclusiva del General Arredondo; agregando que desde luego creia que de esa manera se empezaria por contar con el con- curso de sus hermanos. ((El hecho de haberse presentado efectivamente mi padre al frente del ejercito revolucionario y haber corrido todos los peligros de la Jornada del 31 de Marzo a la par del ultimo soldado, abona la since- ridad de las opiniones que manifesto y de que le hace usted ahora tan amargo reproche. Puede ha- berse hecho ilusiones sobre el ascendiente que ejer- ceria su presencia sobre sus hermanos y sobre otros de sus antiguos correligionarios, pero no se alcanza, 368 VIDA MILITAR DE de cierto, que m6vil torpe 6 falaz lo indujese d fingir convicciones que d el mismo lo envolverian en pri- mera linea en el desastre. « ^Pero estd siquiera averiguado, como usted lo su- pone, que el General Castro se equivocara de medio d medio y que en realidad su presencia en el Norte en el cardcter de General .en Jefe, no estaba destinada a abatir resistencias y a propiciar concurso d la re- volucidn? «Puede usted arguir, indudablemente, con elhecho aparente; pero a ese respecto hay algo que observar. aPaso efectivamente el ej^rcito revolucionario el dia 28 muy tarde ya, y el 31 muy temprano estaba empeiiado el combate que puso termino d la revo- lucion, lo que quiere decir que no subsistio en el pais sino por el termino de setenta horas. «^No comprende usted que bien ha podido existir la voluntad, en muchos jefes, de adherirse al movi- miento revolucionario, y no encontrar en tan corto tiempo el momento oportuno de realizarlo? ((^No ocurre d cualquiera que debe de haber habido la mds severa yigilancia sobre los jefes sospechados de vinculaciones politicas y personales con los jefes de la revolucion? Por otra parte, no ignora usted que durante seis meses se ha hecho, sin contradiccion, en el pais, una persistente propaganda, tendente d demostrar que el General Arredondo era la mds genuina expresidn de uno de los partidos tradicionales, y que mi padre no prestaba su concurso d la revolucidn; entretanto, el acuerdo que establecid el comando conjunto del ejercito y el generalato en jefe de mi padre al Norte ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 369 del Rio Negro, se formul6 reeien el 25 de Mayo, y no podia ser conocido sino muy vagamente en el pais; pero, sea de ello lo que fuere, y concediendo que mi padre se hieiera ilusiones respecto al aseendiente que su presencia al Norte del Rio Negro podria ejercer en el dnimo de ciertos jefes de tradicion colo- rada al servicio del Gobiemo, ^me haria usted el gusto de decirme que mal result© de su concurreneia personal y del acuerdo celebrado el 25 de Marzo modificando el celebrado en Enero del corriente ano en Buenos Aires? «^No sabe usted que ese acuerdo fu^ perfecta- mente recibido en el ej^rcito y que ambos generales marcharon de perfecto acuerdo, antes y despues de invadir, sin haber tenido la menor desinteligencia en ningun momento? ((^Guales son las responsabilidades, entonces, que quieren hacerse pesar sobre mi padre, por haber gestionado la modificacion del acuerdo de Enero y haber prestado su concurso personal a la revolucion, corriendo los riesgos de sus combates y envolvien- dose en las consecuencias de sus desastres? ccDebo manifestara usted contoda franqueza, que me parece inconsiderada su actitud para con mi padre 6 impropia de los sentimientos de benevolen- cia y tolerancia de que deben estar animados reci- procamente los servidores de una misma causa, y de que todos hemos dado edificantes pruebas en esta Jornada. tt Usted no ignora que el General Arredondo pro- metio llevar a la revolucion, con sus propios esfuer- zos y elementos, por lo menos un personal de mil 24. 370 VIDA MILITxVR DE infantes, de los cuales no hemos visto uno solo, y ni usted ni nadie se ha permitido formular una acu- sacion por ese hecho contra el General Arredondo. Se ha supuesto que hubo ligereza de su parte en bfreeer lo que no podia cumplir, y como el mismo se exponia en primer termino a las eonseeuencias de su falta, se ha tenido la hidalguia de sileneiar. « Usted no ignora que el General Arredondo dis- puso el pronunciamiento del Sud de la Republiea para el 15 de Febrero, asegurando que para esa fecha estaria ^1 mismo sobre el Uruguay, pasando 6 proximo a pasar, con el ejercito que habia prome- tido llevar al pais, y que los valientes que obede- cieron sus ordenes fueron sacrificados, porque ni el 15 de Febrero ni un mes despues estaban el General Arredondo y su ejercito, ni siquiera en las inmediaciones del Uruguay; error funesto, que es tal vez la causa primordial de losdesastre^ sufridos, y entretanto nadie ha pedido explicaciones al Ge- neral Arredondo, nadie ha torturado su espiritu con exigencias como las que usted formula hoy acerca de mi padre. Ignoro que usted entonces conjurase al General Arredondo d explicar como pudo compro- meter de ese modo la suerte de la revolucion y la vida de nuestros correligionarios del Sud. c(Pero advierto que he dejado pasar una extraiia afirmacion que se contiene en su carta. Es preciso, dice usted, que el senor General Castro no olvide, al escribir su parte, que, sin sus seguridades, tal vez no se hubiera resuelto el pasaje y se habria sometido la revolucion al desarme antes de emprender una aventura, mas que temeraria, insensata. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 371 « Permitame que le recuerde que la idea de some- terse al desarme, a nadie ocurria cuando se indico por mi padre la disposicidn en que estaba de pasar personalmente, A condicidn de asumir el rol que por su jerarquia militar le correspondia. Habla muchos, los mas, que desesperaban del exito de la revolueion desde que vieron que no apareeian las legiones ofrecidas por el General Arredondo, y sobre todo desde que el extemporaneo levantamiento del Sud inutilizo los mejores elementos con que contaba la revolueion y llevo la desconfianza a todo el pais ; pero con esa conviccion y todo, creian que no era posible ya retroceder sin dar a la revolueion un des- enlace farsaico y grotesco, peor mil veces que la derrota probable en las cuchillas de la patria. Los menos, los muy contados, lo veian todo color de rosa, y afirmaban que nuestra campana seria apenas un paseo militar, y esos eran los que resistian toda modificacion del pacto de Enero, que conferia el mando absoluto al General Arredondo. ((Con y sin las seguridades que dice usted dio el General Castro, habrlamos invadido, y el desastre se habria producido desde que se hubiese verificado el pasaje en las condiciones en que se verified. ccDice usted tambien que yo no ignoro que cuando usted indicaba d mi padre los peligros graves que ofrecia el pasaje de caballos con la celeridad de movilizacion del ejercito, mi padre le contestaba: «no te preocupes, que yo tengo caballos en territorio oriental.)) ccDesde luego, yo ignoro que mi padre dijese d us- ted semejante cosa, y me inclino a creer que padece 372 YIDA MILITAR DE usted un en*or, pues lo que oi decir a mi padre, y lo oyeron muehos otros, fue que varios hacendados brasileros, que habian llevado sus eaballadas alBra- sil, las habian puesto A su disposicion; de donde se origino que mi padre propusiese que pasdramos el Uruguay arriba de Gaseros, y que efectudramos la invasion por la frontera brasilera, corri^ndonos por el Guareim. «Por fin, mi amigo, insinua usted que existe aqui en Buenos Aires quien asegura que mi padre fii6 he? cho prisionero por su hermano don Antolin, y que ^ste le tenia preparada la fiiga A territorio argentine; vale decir, que la traicidn fu^ deliberada y cautelosa- mente combinada. ccEsto es gravisimo, ag^ega usted, y no puede quedar envuelto en el misterio.» «Y digame, Goronel Gaudencio: ^cree usted que las versiones de un quidam, por absurdas y depri- mentes que sean de la reputacidn de un hombre ^onrado, que ha vivido vida honrada durante me- dio siglo, pueden acogerse con la facilidad con que lo hace usted, y arrojarse al rostro sin miramientos de ninguna clase? «^Y cree usted que un hombre que se estima puede descender a recoger esas murmuraciones des- atinadas e irresponsables? «Pregunte usted d los doctores Ramirez, d quie- nes se acusa, por unos, de reos de deslealtad, res- ponsabilizdndolospor los desastres suMdos, y contra quienes se lleg6 d pedir en pleno Gomite la pena de muerte, si se han preocupado de semejante des- atino, cuando saben y es notorio que pueden haber sido igualados, pero no excedidos en consagracidn y a ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 373 celo por la causa A que ofrecieron desde el primer momento su bienestar, su tranquilidad, no modes- tos reeursos, y hasta su vida en los campos de batalla. «Usted mismo, ^cree usted que ha estado a cu- bierto de la maledicencia de algunos perversos 6 de algun insensato ? «De ninguna manera. Hay aqul y en Montevideo quien ha llegado a suponer que, si falto la caballada, cuyo pasaje fue encargado A Trujillo, fue porque us- ted, confabulado con Santos 6 sus agentes en el Salto, puso d tiempo los obstaculos convenientes. «^Que pensaria usted si el General Castro le di- jese: «hay quien afirma que usted ha cometido se- mejante felonia, y es preciso que ese hecho no quede envuelto en el misterio?)) « Se me figura que lo tomaria usted como una in- juria. «Ya ve usted, pues, que hay malvados 6 insensa- tos que tambien lo calumnian d usted, que, como to- dos lo sabemos, ha sido el alma en los trabajos de or- ganizacion del ejercito en el litoral, el inspirador y el ejecutor del pasaje del Uruguay y el mas infatiga- ble de todos los cooperadores en el movimiento re- volucionario. «Debo concluir esta carta, ya demasiado extensa, negandome a sugerir d mi padre la idea de since- rarse ptiblicamente de murmuraciones de cardcter secreto 6 privado notoriamente injustas, y de que le han hecho objeto algunos torpes e insensatos, pues no puedo calificar de otro modo d los que acu- san d mi padre de traidor. Por deferencia personal 374 VIDA MILITAR DE A usted he discutido esas acusaciones en la misma forma en que usted me las eomunica, y las discutire en la forma en que se hagan en adelante, simple- mente en cuanto afecten d la lealtad y el honor de mi padre, dejando que sus aptitudes y sus actos, en cuanto acusen ineptitud 6 acierto, se discutan como mejor plazca d sus conciudadanos. <( Prometiendome contestar todavia su carta del 19, que recibi cuando escribia la presente, me com- plazco en repetirme de usted, su afmo., atento S. S. y amigo, c(Juan Jose Castro. cBueDos Aires, Abiil 2L di 18 6 » ccSenor Coronel don Carlos Gaudencio. c(Mi estimado amigo: ((Despues de mis dos contestaciones a su aprecia- ble del 9 del corriente, creo excusado contestar pro- lijamente la del 19. c(He combatido sus apreciaciones y usted las sos- tiene; la discusion seria interminable, pero hay en su carta algo nuevo que debo contestar. « Observa usted que yo no le contesto en nombre de mi senor padre; que me limito a decirle que di- siento de sus vistas, y que creo que el General Cas- tro guardard una prudente reserva mientras no se formulen acusaciones concretas; y agrega que usted necesita saber cual sera la actitud real de mi senor ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 375 padre, porque es a el a quien van dirigidas sus indi- caciones en la carta del 9 del corriente ; y me pregunta si estoy autorizado por mi senor padre para hacerle saber que desecha sus indicaeiones, y asimismo si estoy autorizado para discutir con usted la proceden- cia 6 improcedencia de las observaciones que usted le somete por mi intermedio. c(Pero usted lo dice, Goronel Gaudencio. Por mi intermedio hace usted ciertas indicaeiones al Gene-, ral Castro, pidiendome que las prohije, y yo contesto que ni las prohijo ni las trasmito, porque no las con- sidero atendibles y porque las juzgo vejatorias para el general, empenandose la discusion sobre ese to- pico. « ^ De donde he de necesitar yo autorizacion de mi senor padre para sostener las opiniones que le he manifestado, desde que las expongo y sostengo en mi nombre propio? (c^Como ha podido usted suponerqueyo rechazo sus indicaeiones en nombre de mi padre, cuando me he limitado a decirle que no podia trasmitir esas in- dicaeiones y mucho menos prohijarlas? c( He estado y estoy en mi terreno ; yo expreso mis opiniones, y si usted cree que no ha de participar de ellas mi padre, puede usted dirigirse d el, supri- miendo mi mediacion. ccHay algo mas en su carta, que no puedo dejar sin contestacion. c(En mi carta del 17 del corriente, le observaba yo que la notoriedad de un desastre revolucionario ex- cusaba muchas veces a sus jefes de dar al pais mani- fiestos explicativos de los sucesos, y citaba el ejem- 376 VIDA MILITAR DE plo de los Generales Mitre, Arredondo y Muniz, que no se creyeron obligados a pronunciar una palabra despues de Junin, Santa Rosa y Carpinteria, « A eso objeta usted que Junin, Santa Rosa y Car- pinteria no tienen la significacidn del Quebracho, En esos sueesos, tambien desgp:'aciados, los Generales Mitre, Arredondo y Muniz, dice usted, procedieron en acuerdo de jefes y aun de ciudadanos; emigraron 6 eapitularon colectivamente, pero ninguno de ellos abandono el campo dejando una juventud distin- gaida, pero inexperta, librada a sus propias fuerzas. «De esto se desprende que la necesidad de dar explicaciones del suceso del Quebracho^ segun us- ted, no proeede sino de la cireunstancia de haber mi padre abandonado el campo de la accion dejando una juventud distinguida, pero inexperta, abando- nada a sus propias fuerzas, ccDesde luego, observare que recien ahora encara usted el caso bajo esa faz; en su carta del 9, por el contrario, no se preocupa usted de ese detalle, sino del conjunto de los hechos militares y de sus prece- dentes; lo que mas preocupaba a usted entonces, era la averiguacion de como habiendo mi padre exigido el comando conjunto del ejercito, d titulo de que su concurrencia personal a la accion atraeria d nues- tras filas a sus hermanos y a casi todos los jefes de Santos, nada de eso sucedio. ((De cierto que no es el detalle que ahora indica usted, lo que mas ha de preocupar la atencion pu- blica, dada la intencion malevola con que se in- sinua. « Las leyes y las practicas de la guerra no impo- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 377 nen A los jefes correr la suerte de fal 6 cual fraccion del ejercito que no puede salir del campo de la ac- ci6n y es hecha prisionera. ((Cuando los generales salieron del campo, despues de haber peleado euatro 6 cinco horas, casi todo el ejercito iba en completa dispersion, y es en la perse- cucion que ban ido cayendo sueesivamente todos los grupos dispersos, unos en los primeros momentos, otros mas tarde, etc. cc^Es acaso la primera vez que «e verifica el he- cho que usted eensura? «En la batalla del Arroyo Grande cayo prisio- nera toda la infanteria y la artiUeria del ejercito oriental, y ni el General Rivera, ni los jefes distin- guidisimos y valientes que lo acompanaban, se cre- yeron obKgados a correr su suerte ; hecho que se ha verificado en casi todas las batallas libradas en la Republica Argentina y en la Reptiblica Oriental. c(En Junin, el hecho aparente era que un ejercito de 6000 hombres capitulaba ante una division de 800. c(En Santa Rosa, el hecho aparente era que todo un ejercito cala prisionero, hasta con su General en Jefe, de otro de igual ntimero, sin grandes esfuerzos ni sacriflcios. c(En Carpinteria, el hecho aparente era que 2500 hombres se disolvian, casi sin pelear, ante un ejer- cito que en ntimero no los excedia. « Dice usted que los generales de esos ej^rcitos no se encontraban en el caso de mi padre, porque pro- cedieron en acuerdo de jefes, y aun de ciudadanos, y emigraron 6 capitularon colectivamente. «En todo caso, esas circunstancias servirian para 378 VIDA MILITAR DE explicar y justificar la actitud de esos generales y para atenuar sus responsabilidades personales, si ha- bia lugar A merecidos reproches; pero no los exone- raba, d estar a su doctrina, de dar cuenta de los suee- sos, explicando y justificando su conducta a los cen- tros 6 comites politicos que hubieran coadyuvado d la accion, y sobre todo d esa opinion publica a que usted se refiere, euando exige que el General Castro d^ partes 6 manifiestos calcados en los puntos que usted le presenta. (cCreo, pues, que son muy pertinentes los antece- dentes que he invocado. ((Lamentando mucho no haber podido deferir a sus indicaeiones, me creo en el caso de dar por terminada esta discusion, y me repito como siempre su afino., atento S. S. y amigo, a Juan Josi Castro. cBuenos Aires, Abril 21 de 188S.» CAPiTULO XXX DESPUES DEL QUEBRACHO. — LOS ULTIMOS ANOS DEL* GENERAL CASTRO. LA PERDIDA DE SU FORTUNA Y LAS CAUSAS. — EL CARACTER Y LA MORAL DELPARTIDO COLORADO. — MUERTE DE CASTRO. — JUICIOS DE LA PRENSA Y LOS CONTEMPORANEOS. Con la revolucion del Quebracho, queda concluida en rigor la vida militar del General Castro. Tambien su salud estaba ya en aquel momento atacada de muerte. La ferrea naturaleza de aquel hombre, que, nacido en la campanay criado en ella, se habia desarrollado y fortificado en ese medio que da las grandes energias fisicas y morales, ce- dio al fin k la aceion del tiempo, de las rudas fatigas de la guerra, que ocuparon casi cincuenta anos de su vida, y a la influencia de climas terribles, como el del Paraguay, que le habian dejado hondas huellas. En todo el tiempo transeurrido desde el ano 1863 basta 1886, en que casi sin interrupcion estuvo de- dicado al servicio militar, sin volver los ojos d los intereses personates, que dejaba sin vacilacidn aban- 380 YIDA MILITAR DE donados cada vez que se le exigia su concurso mili- tar 6 partidario, la fortuna adquirida por su trabajo habia disminuldo considerablemente. El General Cas- tro perteneeia al partido que, para aniquilar el ma- yor cargo y la mas insistente calumnia de sus adver- sarios, solo tendria que citar los nombres de Joa- quin Suarez y de Venancio Flores, pues con ello pro- baria que no ha habido en el gobierno del pais, quienes, teniendo en su mano la suma del poder y de la autoridad, hayan sido mas desinteresados que ellos y hayan sacrificado con mas serenidad y con- ciencia la fortuna propia, en aras de las exigencias nacionales, sin lle^arle cuentas a la madre, la patria. Antes de 1843, las grandes fortunas del pais perte- necian a familias coloradas. Eran ellas, por merito legitimo, lo que podia reputarse la aristocracia, tanto por su superioridad intelectual y social, como por la ri- queza. Despues de aquella fecha, una transformaci6n economica, en que el principal factor fue el vanda- lismo de Oribe, cam bio la supremacia, en cuanto d las fortunas solamente, porque en lo demas no se ha desmentido, ni se desmentira jamas, lo que sostiene con su profundo sentido de sociologo el doctor don Angel Floro Costa, cuando dice que son los colora- dos «la rama predilecta de la naci6n». Pues bien : el General don Enrique Castro encar- naba la tradicion viva de honradez, de sacrificio, de abnegacion del partido A que fue fiel toda su vida ; y cuando esta se acercaba a su fin, viendo su fortuna amenguada, no tuvo un momento de preocupaci6n ni de egoismo : el tenia conciencia de sus meritos, aun- que era de una modestia digna de los grandes hom- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 381 bres de la Republica Romana, y comprendla, sinma- nifestarlo, que sus hijos no necesitaban mds heren- cia que su nombre. Guando lleg6 la muerte, que tantas yeces habia afrontado en los campos de batalla, lo encontro se- reno, cual si estuviera al frente de un ej^rcito enun dia de aceion. Ni la edad, ni la dolencia fisica que ponia fin a su vida, hablan podido doblegar el espi- ritu ni el cuerpo. Era como el le6n de que habla Petrarca en su poema del Africa^ que privado de fuerzas y de aliento, conservo hasta el tiltimo ins- tante la altivez de la frente. Muri6 el 16 de Septiembre de 1888. El juicio sobre esta hermosa vida fluye elocuente- mente de la sencilla narracion de sus hechos, aun- que ella sea de nuestra inexperta pluma. No nos de- cidimos, pues no lo creemos necesaiio, d agregar elogios ni d sintetizar m^ritos. El juicio de la posteridad sobre el General Gastro, empezo a pronuneiarse el mismo dia de su muerte, y en momentos que pueden y deben reputarse de la mds absoluta sinceridad. Podriamos, como prueba de ello, reproducir articulos de la prensa, discursos, cartas y manifestaciones diversas, contestes, en ho- nor del ilustre militar; pero como compendio y re- suinen, nos parece bastante con transcribir, para finalizar esta biografia, lo que escribio el diario La Razdn con fecha 18 de Septiembre : c(El Teniente General don Enrique Gastro era uno de los tiltimos y mas nobles ejemplares de nuestros antiguos caudillos. Su pdlido elogio en las columnas de un diario no es necesario, despu^s de la manifes. w^ 382 VIDA MILITAR DE tacion imponente que acompano sus despojos hasta el sepulcro. «Ha sido el veredicto de un pueblo, pronuncian- dose sobre su vida agitada y de sacrificios. «En las eontiendas civiles que desangraron al pais durante cineuenta anos, en la batalla de Monte-Case- ros, en los esteros del Paraguay, donde eomando a la Division oriental, siempre el nombre del General Castro resono con la doble aureola de su valor he- roico y de su humanidad para con el vencido. ccPero es su conducta en los tiltimos sucesos, lo que vuelve mas simpatica para los hombres de esta generacion, la personalidad del Teniente General Castro. « Puede que en el Quebracho no haya brillado su pericia militar. Dudoso es que tuviera ocasion de pro- barla; pero si ha palpitado su viejo corazon, abierto d las grandes expansiones del patriotismo, contami- nado por las justas iras populares. ((A los ojos de la posteridad, la derrota del Que- bracho ha de honrar tanto 6 mas al General Castro que las victorias de Manaritiales 6 del Paraguay. ((Despues de la conciliacion, su caracter, aleccio- hado por la edad y el sufrimiento, lo habia conver- tido en un elemento utilisimo de tolerancia ; su gran influencia solo la ha hecho sentir para apaciguar odios y prevenciones y facilitar la inteligencia de to- dos los hombres bien intencionados. «Los que estamos empenados en esa granobrade Concordia, lamentamos, pues, su muerte, no como si se tratara tan s61o de un compatriota ilustre, sino de tin distinguido correligionario. En el seno del Partido ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 383 Colorado, que tantos quieren Uevar d exclusivismos tan torpes como violentos, el General Castro era una gran influeneia moderadora, que se hacia sentir con el prestigio del soldado acribillado de heridas y cu- bierto de laureles en medio siglo de rudo batallar. . . c(Con el fallecimiento del Teniente General Castro, puede decirse que desapareee una de las pocas per- sonaUdades guerreras de gran prestigio, que han Ue- nado los tiltimos cuarenta aiios con su espada. a Ha tenido este muerto elraro privilegio, despu^s de militar durante su yida en uno de los partidos tradicionales, de agrupar en tomo de su f(6retro d todos los hombres espectables en la politica, sin dis- tincion de colores. Esta ha sido una de las conquis- tas de su cardcter de militar valeroso en la pelea, be- nigno y humano en la victoria. ((Su foja de servicios es una de las mds gloriosas de la milicia nacional. » / General D. Gregorio Castro VIDA MILITAR DEL GENERAL GREGORIO CASTRO CAPlTULO I NACIMIENTO Y JUVENTUD. — SE ALISTA COMO SOLD ADO. — VIDA DE AVENTURAS. — SE INCORPORA A LAS FILAS DE RIVERA. — SERVICIOS DURANTE LA CAMP ANA CON- TRA ORIBE Y GUERRA GRANDE. — LOS CINCO GO YDS. Come se habra visto en el curse de la narraci6n que dejamos escrita, el General Gregorio Castro figura en compaiiia de su hermano Enrique en la mayor parte de los hechos de armas desarroUados en la Reptibliea desde la campaiia del afio 1836, ini- ciada por el invicto caudillo Fruetuoso Rivera. Naeio este veterano en el departamento del Salto, en la costa del Dayman, frente al Paso de las Pie- dras, el 28 de Noviembre de 1819. Por aquella epoca, los orientales defendian con ahinco su suelo nativo, y, como rara coincidencia, debemos hacer notar que el dia del nacimiento de 25. 386 YIDA MILITAR DE Castro se encontraban los patricios de Artigas acam- pados a una legua de distancia del lugar ya citado. A los doce afios de edad ingi*es6 como dependiente en un almacen y tienda de su hermano Juan Bautista, ostablecidos en el Paso de Pereyra del Rio Negro, cuya casa de negocio era frecuentada por el gauchaje altanero y desalmado que existia por entonces en esos parajes. Su hermano lo tenia continuamente en viaje a di- ferentes puntos de la Republica y en diversas comi- siones, y asi pudo hacerse Castro un verdadero eono- cedor de su ticrra. Hasta los 16 anos desempeno este trabajo. En el afio 1835 resolvio enrolarse como soldado, bajo las ordenes de un oficial Colorado a quien llama- ban el Chand, Era apenas un recluta, y tomo parte con decision en el encuentro que tuvo el ofi- cial mencionado con el Coronel Moyano, y del cual rcsulto la derrota de este ultimo jefe. En este hecho de armas se estreno el joven volun- tario venciendo y arroUando al contrario. La pelea tuvo lugar en un paraje equidistant e del Cordob^s y el Arrojyo del Estado. El Chand trato de sorprender y tomar prisionero al Coronel Moyano, padre del Coronel Simon Mo- yano. Con ese objeto, llego a su estancia, en la que solo habitaba la familia de aquel, por encontrarse Moyano con un grupo de soldados emboscado en el monte del Arroyo del Estado, precaviendo cual- quier avance. El Chand oculto su gente enlaestan- cia, esperando la llegada de aquel. Entretanto, hizo carnear algunas de las reses del establecimiento. ENRIQUE Y GREGOUIO CASTRO 387 Era de madrugada, y Moyano, despues dc dc- jar su gente en el monte, sin sospeehar la celada, se acerco a la casa montado en un Undo caballo oscuix) y esgrimiendo una lanza de media luna, Visto por los soldados de el Chand, entre los que figu*- raban Gregorio y Enrique Castro, fue perseguido en el trayeeto de unas poeas cuadras, recomendando Enrique a sus companeros que no le hicieran fucgo, porque asi se lo habia ordenado su jefe. Pero hubo entre los perseguidores un soldado riverista, — que unos dias antes habla sido afrentado por el perse- guido, quien lo tuvo toda una noche en las estacas, y que debido a un soldado de Moyano pudo esca- par para incorporarse a los companeros, — que lo siguio eon encai^zamiento hasta lograr herirlo de un balazo. Este acto le costo un arresto, ordenado por el Ghana, en virtud de haber desconoeido la orden, por el dada, de que no se matase al compa" dre y adversario de Rivera. El aiio 1836 se iniciaba la lucha entre el General Rivera y el General Oribe, defendiendo diferentes causas y luchando por diversos principios. Con tal motivo, el 19 de Septiembre de ese mismo ano se li- bro el combate de Carpinteria, entre las fuerzas del Gobierno, al mando del General don Ignacio Oribe, y las huestes revolueionarias, acaudilladas por el General Fructuoso Rivera. En esa lucha figuro Cas- tro en calidad de soldado raso, perteneciente al ce- lebre escuadron de ((Guayaquies», compuesto dc muchachos que no pasaban de 20 aiios, los que tanta nombradla alcanzaron mas tarde en los furiosos en- tre veros de aquella campana. 388 VIDA MILITAR DE Se plego con decisidn d las filas que acaudillaba el General don Fructuoso Rivera, porque el no podia olvidar las recomendaciones de su padre, quien le de- cia que siempre pelease contra Oribe, porque era uno de los mayores enemigos de la libertad de su tierra, si bien no dejaba de reconocerle los servi- cios prestados en la guerra contra los Portugue- ses. Gregorio Castro acompand d su hermano Enrique, cuando este fue a la Florida en proteccion de Lo- pez, que estaba sitiado por fuerzas del Goronel don Manuel Lavalleja. Luego, Lopez, al frente de unos 400 hombres, marcho hasta el Tornero, en donde libro un com- bate contra Lavalleja, derrotandolo completamente. Despu^s de este hecho de armas, las fuerzas de Lopez, entre las cuales figuraba Gregorio Castro como soldado, se incorporaron a las del General Ri- vera en la costa de Santa Lucia Chico, previa una revista que les paso el caudillo acompaiiado de su celebre escolta. En este punto Rivera procedio d la reorganizacion de su ejercito. El 20 de Febrero de 1837, el General don Manuel Oribe delego el mando supremo de la Reptiblica en el ciudadano don Carlos Anaya, para salir d cam- pana d batir al General Rivera, que amenazaba in- vadir el pais por la frontera brasilera al frente de 1200 hombres, A los pocos meses, el 22 de Octubre, se di6 la batalla de Yucutujd, en la cual figuro Castro como soldado de la divisidn del abnegado Coronel Jose Maria Luna. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 389 Ya por aquel entonces Castro habla revelado es- peciales condiciones como militar, y el dia de aque- 11a accion se destacaron su coraje y su destreza. En Yucutujd las fiierzas de Rivera s61o alcanza- ban d 700 hombres, mas 6 menos, mientras que las de Oribe ascendian prdximamente k 1500 soldados. Momentos antes de la batalla, Rivera salio de im- proviso de entre unos potreros del paso de Yucu- tuj'd, despues de haber vadeado dicho arroyo y ha- ber puesto su gente en orden de combate. El ejercito de Oribe, precedido de 500 hombres de vanguardia, ataco resueltamente a las fuerzas rive- ristas, pero estas, con una carga deeisiva, doblaron y se llevaron por delante A la division de vanguar- dia, la que introdujo la confusion en el grueso del ejercito, que se retiro en completo desbande. La persecucion fue tenaz; Rivera siguio a su ene- migo por toda la Republica, sin darle un momento de descanso, pues si bien es cierto que el ejercito gubemista poseia medios superiores de movilidad, el jefe revolucionario tambien tenia una espl^ndida caballada, que le habla facilitado un republicano bra- silero llamado Bentos Gonzdlez. Entre esa caballada habia cuatrocientos moros, gordos de capadura. No habia de pasar un mes, despues de la accion de Yucutujd y sin que volvieran a encontrarse los contendores, y el 21 de Noviembre de ese mismo aiio, combatieron en el Yi, una fuerte divisidn de 1500 hombres, al mando de don Manuel Oribe, y lastro- pas voluntarias que seguian las banderas riveristas. Estas tiltimas tuvieron que rctirarse por la inmensa superioridad numerica del enemigo. A la sazon, nues- 390 VIDA MILITAR DE tix> biografiado formaba parte del Regimiento « Li- bertos)), a cuyo f rente se encontraba el Coronel Juau Mcndoza. • Al Uegar el afio 1838, Gregorio, Jose y Enrique Castro prestaban simultaneamente su concurso d la causa defendida por el vencedor de Misiones: el primero como soldado de su escolta, de la cual era sargcnto su hennano Jose; Enrique se hallaba en el Escuadron ccGuias)), mandado por el infortunado Isidro Gaballero. El 15 de Junio de 1838 se libro la batalla del Pal- mary figurando Castro en ella al lado de su jefe. Si- guio luchando sin cesar: primero, en el combate del paso de Severino, contra las fuerzas de la vanguar- dia de Echagiie; despues, en el de la Calera de Gar-- cla de Ztihiga, en Santa Lucia, donde los enemigos iueron rechazados por Rivera, y, por ultimo, en la pclea de la costa del Pintado, paraje conocido por Tatar de Osorio (i). Como premio a sus meritorios servicios, rccibio las escuadras de cabo 2.°. Un ano m^s tarde (29 de Diciembre de 1839), en la memo- rable batalla dc Cagancha, se encontro tambien al lado de su jefe el General Rivera. Asi que termino la accion, el caudillo Colorado marcho con su ejer- cito hacia cl Durazno, en cuyo punto reorganizo sus fuerzas, siendo entonces ascendido Castro a cabo l.<* de la primera compafiia de la escolta del general, quien quiso premiar los meritos del valiente soldado haciendole el honor de participarle ^1 mismo el as- ~ ( 1 ) Muere el Teniente Zapata, valiente oficial rireriata. El Coronel L<5pez estuvo muy expuesto en esta refriega. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 391 censo que se le iba a dar. Pocos dias despu^s se le concedieron las ginetas de sargento 2.**. Al empezar el alio 1840, el General Rivera organizo un ejercito para ir a batir a Rosas en su mismo territorio. Cuando establecio su campamento en San Jos^ del UrugucLy, territorio argentino, Castro recibio el em- pleo de sargento 1.®. Estuvo en el combate de las Raices, arroyo que corre del otro lado de Guale- guaychti, y en cuyo paraje Rivera derrotd a Ur- quiza, quitandole el bagaje, las municiones y el ar- mamento, persiguiendolo hasta el rio Parana y ha- ciendole pasar esta eorriente de agua en Paranacito, hasta internarlo en Santa Fe. Rivera fue tan habil que, despues de la accion de las Raices, estando aeampado en Nogoya, y teniendo a la vista el ejercito de Urquiza, hizo tocar marcha y ataque con sus ban- das lisas, simulando una carga sobre las fuerzas del caudillo entrerriano. Este se puso en fuga, y, como era de noche, se produjo el desbande en sus filas. El 15 de Julio de 1842, Castro fue nombrado sar- gento brigada. El 6 de Diciembre de ese mismo ano se libro la ba- talla del Arroyo Grande, entre las fuerzas de Fruc- tuoso Rivera y las de Manuel Oribe, sufriendo el primero una derrota y teniendo que repasar el Uru- guay. Castro se hallo en la accion; era portaestandarte, y casi pago con la vida sus audacias temerarias y el valor demostrado en aquellas horas de desgracias nacionales. Montaba ese dia un caballo oscuro, parejero, con marca del General Rivera, y lucia un esplendido he- 392 VIDA MILITAR DE rraje de plata. Cuando las fuerzas riveristas fueron aiToUadas, el caballo de Castro fu6 boleado por los enemigos. Ya el luchador iba a ser lanceado, cuando su hermano Jose hizo volver cara a catorce de los valient es de la renombrada escolta, y, en medio del furioso entrevero, en que se peleo con chuza y bola, pudo salvar a su hermano Gregorio, el cual, con la mayor impavidez, corto las sogas de las boleadoras con su afilado sable. Aunque Castro figuraba como clase, no por eso dejaba el generalisimo de ocuparlo en dificiles co- misiones y en arriesgadas empresas. Reconocla en el muchlsima sagacidad sabfa tambien que era un excelente baqueano, y en tal virtud lo desprendio casi siempre de chasque, con importantes comuni- caciones para los jefes del ejercito. Durante cuatro 6 cinco alios, la tropilla de caballos, que tanto esti- maba el celebre caudillo, fue confiada al sargento Castro. La retirada que efectuo el General Rivera, des- pues del Arroyo Grande, fue penosisima, y, al lie- gar al rio Uruguay, para poder vadearlo, tuvo que sostener una fuerte lucha, en la que tomo parte el sargento Castro. En uno de estos combates perdio la vida el Teniente Coronel Juan Cruz Altamirano, jefe entonces de la escolta del General Rivera. Desde el Salto marcho Rivera en direccion a Mon- tevideo, haciendo incorporar y organizando mucha de la gente que no lo habia acompaiiado a Entre- Rios, hasta llegar d la costa de Santa Lucia, en cuyo punto establecid su campamento. El 27 de Diciembre de 1842, el General Manuel ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 393 Oribe, al frente de 10,000 soldados, vadeo el Uru- guay para concluir con Rivera, pueslo suponia des- hecho despu^s del desastre del Arrojyo Grande. En los primeros dias de Enero de 1843, mientras el General Rivera terminaba los ultimos preparati- vos de su ejereito en el Pastoreo de Pereira, Cas- tro, que ya tenia el grado de Alferez, fue enviado en comision para el Durazno, al mando de catorce hombres, en donde se encontraba el Teniente Coro- nel Miguel Baez con algunas fuerzas. Una vez alii, hallandose Castro una noclie en un baile, una de las muchachas de la casa le dijo que a la altura de San Borja se habian visto unos bone- tudos (^), los cuales manifestaron que venian con intencion de atacar la plaza del Durazno. Castro reunio unos sesenta hombres y marcho en proteccion de las fuerzas riveristas, que fueron de- rrotadas por los soldados de Rosas y obligadas a reconcentrarse sobre el Arroyo Grande. Despues de este suceso, Castro se vio obligado a hacer vida de matrero por espacio de seis meses, teniendo por compaiieros a los Tenientes Eustaquio Pereyra y Escolastico Negrette, y a los bravos her- manos apellidados Aquino. Esperaba el pasaje de alguna fuerza colorada por aquellos parajes, para poderse plegar. Cuando el General Rivera se aproximo con su ejereito al Arroj'o Grande, Castro se le incorporo con tres- cientos hombres. Dias antes Rivera habia sitiado a Paysandii, reti- ( 1 ) A^f Uamaban & los soldados de Oribe. 394 VIDA MILITAR DE niiiilolo toilo el gcinado que para el abastecimiento do la plaza Ionian on los alrededores. Kl (lonoral Rivera segula luchando en campaiia; su ejoroito estalja escaso de recursos, pero combatia con una oonstancia, un patriotismo yuna decision a toda pruoba. Kl oxtranjoro habiase apoderado de casi todo el pais y la guerra se liacia cada vez mas dificil y cruenta. Va\ el conibatc de Sauce Solo, Castro mostrose valientc* conio siempre, probando asi que los solda- dos cobijados por las banderas constitucionales sa- bian ser brillantes en la pelea y resistentes en las fatigas. Tanibicn se conto entre los que lucliaron el 18 de Junio de 1843 en el combate de Soils Grande, donde fue batido el Coronel argentino Jose Maria Flores por fuerzas del General Rivera. En este liecho de arnias, la escolta del caudillo hizo un papel lucidi- simo, levantando bien alto el pendon patrio, en una formidable resistencia a fuerzas cuadruples, que se estrellaban contra las lanzas vencedoras de la glo- riosa escolta. Esta, que liabia echado pie a tierra entre un fangal proximo al Paso de Solis Grande, se sostuvo en el terreno peleando contra una fuerza de linea argentina. En este combate perecieron el jefe adversario y un jefe oriental Uamado Paez. El 24 de Enero de 1844 se libro la batalla de los Molles 6 Sauce, entre los ejercitos de Urquiza y Rivera: el primero compuesto de 3000 hombres de cabal leria y el segundo de 1700 de la misma arma. I^a accion dio comienzo a la 1 de la tarde y duro ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 395 hasta la noche. En este lieclio de armas, Castro se encontraba en el Regimiento aLibertosw, mandado por el Coronel Juan Mendoza. Segtin la version de nuestro biografiado, las dos fuerza's quedaron des- hechas. La Division de Urdinarrain, del cjercito ur- quizista, fue completamente destrozada. En la ma- nana del dia siguiente, ambos ejercitos se retiraron del campo. Rivera tomo para las Puntas del Yi, acampando en la mitad del camino para dar des- canso a su gente. Urquiza, por su parte, tomo la di- reecion del Paso del Rey, en el rio Yi. Solo una distaneia de seis leguas separaba a los dos ejercitos. Como demostracion del encarnizamiento de aquella contienda, debemos citar el hecho de que Castro, ayudante, a la sazon, del Regimiento ((Libertos», quedo disperso, conjuntamente con un Teniente Amuedo y ocho soldados del mismo cuerpo, los cuales fueron a incorporarse a la Division de don Venancio Flores, que se encontraba acampada en las Palmas del Cordob^s, unas ocho leguas proxi- mamente del paraje en que se dio la batalla. Como no dejara de Uamar la atencion la circuns- tancia de que estando don Venancio Flores con su gente tan cerca del lugar de la accion, no prestase a Rivera la cooperacion debida, vamos a explicar la causa. Rivera habia dispuesto la incorporacion de los jefes que obraban separadamente en algunos departamentos, con el objeto de encontrarse reu- nido con todas sus fuerzas y pelear asi con mayo- res ventajas a su contrario Urquiza. Las diferentes divisiones riveristas marchaban buscando esa in- corporacion, pero se hallaban separadas por gran- 396 VIDA MILITAR DE des distancias. Flores habia acampado, disponiendo que el Coronel Calengo Centurion, su segundo jefe, se ocupase de recoger caballada para montar su fuei*za, que estaba completamente a pie. Por otra parte, Rivera tampoco creyo que Urquiza apurase tanto sus marehas, y, por tanto, no supuso que estu- viera tan proximo al paraje en el cual el se hallaba con parte de sus elementos. Pero es el caso que Ur- quiza forzo sus marehas hasta avistarse eon el ejer- cito constitucional. Rivera, que entre sus sobresalientes cualidades de incansable luchador, tenia la especial y temeraria de pelear al enemigo en cualquier forma, en cualquier terreno y hasta con inmensa desproporcion de fuer- zas, acepto el combate con solo 1700 hombres, que se tuvieron que estrellar contra un numero de 3090, bien armados y municionados. Demasiados esfuerzos tuvo que hacer para dejar indecisa aquella lid sangrienta, resistiendo heroica- mente el empuje bravio de elementos dobles. Ahora seguiremos a Castro incorporado a Flores como oficial de su escolta. Este jefe marcho con su division Rio Negro abajo, a trote y galope; al llegar al Arroyo Grande frac- ciono sus fuerzas y desprendio al bravo Calengo con parte de su division, con el fin de batir a las fuerzas oribistas que merodeaban por el departamento de Soriano. Comisiono otras fracciones para que ope- rasen sobre el Uruguay, y el tomo rumbo hacia Las Viboras, para presentar combate aljefeoribista Ca- ceres. Sus planes fueron de positivos resultados, pues despedazo completamente a 300 enemigos con ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 397 s61o 70 hombres, tomdndoles ademas el bagaje, ar- mamento y municiones. El 19 de Agosto de este mismo ano (1844), el Ge- neral Rivera, eon 600 hombres, sitio la ciudad de Melo, defendida por Dionisio Coronel, pero sin re- sultado, porque llego Urquiza eon una fuerte co- lumna en proteccion del jefe sitiado. Don Venancio Flores formaba parte de las fuerzas de Rivera, en cuyo escolta, como ya hemos dicho, se encontraba Castro. En el sitio de esa plaza fu^ muerto el Te- niente Coronel Juan Jos^ Cabral, uno de los ofieia- les mds bravos del ejereito de la Republica. Asi que Urquiza llego 6. la laguna del Negro, Ri- vera levanto el sitio y vadeo el Rio Negro al Norte, por el paso de Mazangano, Al llegar el aiio 1845, Castro, despues de batallar sin descanso por el triunfo de los principios susten- tados por su credo politico, fue ascendido a Ayudante Mayor. En ese caracter se encontrd en la sangrienta batalla de India Muerta, librada el 27 de Marzo, figu- rando en el Regimiento ((Libertos)), el cual fue diez- mado y degoUado por las hordas rosistas. Terminada la batalla, Castro marchd hasta Yaguaron para re- unirse con los cuatro GqyoSj y con ellos emprender una guerra de correrias contra las fuerzas extran- jeras que dominaban la campana. Constituian este celebre gi»upo de guerrilleros, Gregorio Suarez, que mas tarde llego a Brigadier General y fue una de las primeras columnas con que conto don Venancio Flores en. la Cruzada redentora de 1863 ; Gregorio Sejas, Gregorio Mas, Gregorio Alegre y nuestro bio- grafiado, que servia como baqueano en todas sus 398 VIDA MILITAR DE peligrosas aventuras. Tenlan todos ellos, por ese entonces, el grado de capitan, y representaban fiel*- mente el tipo primitivo de nuestro gaueho, de aquel gaucho jinete, indomable, dueiio absoluto delterreno en que pisaba, de una flexibilidad de cuerpo y de una fuerza de musculo a toda prueba, leal con sus amigos y altanero con sus superiores, Se lo pasaron batallando casi hasta la terminacion de la Guerra Grande. Sus numerosas proezas seran relatadas por nosotros en un libro que se publicara inmediatamente despues de este, y que contendra otros episodios interesantes de la vida nacional. En las postrimerias de la Guerra Grande, y por espacio de unos meses, nuestro biografiado sirvio bajo las ordenes de don Anacleto Medina con el em- pleo de capitan, al frente de un escuadrdn de lan- ceros. Estando acampados en el departamento de San Jose, costa del arroyo Gucrycuru, en un dia de fuerte calor, ocurrio el liecho que pasamos a referir: el General Medina se acerco a la barranca con inten- cion de banarse, mientras que los soldados del es- cuadron de Castro lo observaban desde lejos, dise- minados por el monte. Una vez que se hubo desnu- dado para azotarse al arroyo, su figura y su color, bastantc subidos, provocaron la risa entre los que lo miraban, y no falto uno dc aqucllos, mas atrevido, que, imitando el grito del carpincho, produjeraunso- nido extrano con la boca. Medina, encolerizado, de- sistio de tomar el bafio y rcgreso a su carpa. Llamo al clarln de ordenes e hizo tocar tropa ; luego envio un ayudante para decirlc al Capitan Castro que ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 399 aquel toque de eometa era para que reunicsc su es- cuadron. Castro eumplio la orden y se presento al frente de sus laneeros con la mayor eorreccion. Me- dina le ordeno entonees que se pusiera a hacer evo- luciones en el campo que tenia a su frente. Asi lo tuvo todo el tiempo de una siesta, sufriendo un sol abrasador, mientras que Medina, recostado en un drbol, le indicaba con su clarin las cvolucionos que debia efectuar. Al caer la tarde, Uamo a Castro y le dijo: — Rett- rese al campamento con sus desordenados. Con estas lecciones, y otras muchas, no es extra no que aquellos jefes hayan dejado discipulos tan dig- nos de sus cualidades; pues, aparte de que ellos da- ban el ejemplo en todo, nunca dejaron de darles tanibien sabios consejos, como estc de Medina : La ciencia del guei^rillero, es no dej arse flanqiiear , El 4 de Septiembre de 1851, invadio por Santa Teresa una columna brasilera conipuesta de 4000 hombres; paso, casi al misnio tiempo, por Cerro Largo una segunda, de la misma nacion, que ascen- dla a 4500, y entro luego por Santa Ana otro cuerpo de ejercito de 8500 combatientes, con el objcto de operar de comtin acuerdo contra el formidable ejer- cito de Rosas y Oribe. En esta ultima expedicion venia nuestro biografiado. El 21 de Febrero de 1852, en merito a los impor- tantes servicios prestados al pais en la lucha home- rica de los 9 afios, se le otorgaron las presillas de Sargento Mayor efectivo. 400 VIDA MILITAR DE Cuando se inici6 la campaiia que termind en Monte Caseros, Castro, que habia reunido 80 orientales, armados de carabina y sable, se presentd al General Urquiza para combatir contra el tirano Rosas ; pero, debido A una enfermedad que le sobrevino, tuvo que quedarse en Carcarand, CAPiTULO II DESPUES DE CASEROS. — SUGESOS DE 1853 Y 1855. — CAS- TRO ES NOMBRADO JEFE POLfxiGO DE FLORIDA. — ACOM- PANA A CESAR DIAZ EN LA REVOLUCION DE 1857. — EMIGRA A ENTRE-RIOS. — AUXILIA AL GENERAL FLORES EN LA CRUZADA. — UNA MISION IMPORTANTE. — OTROS SERVICIOS A LA CRUZADA. — GUERRA DEL PARAGUAY. El 1.° de Mayo de 1852 se encontraba en la Flo- rida desempenando el cargo de Comandante Mili- tar. Tenia por entonces el empleo doblemente hon- roso de Sargento Mayor, coneedido simultanea- mente por el Gobierno de la RepAblica y por el Im- perio del Brasil. Producido el sangriento eonflicto entre tropas re- gulares y guardias nacionales, en la plaza Matriz, el 18 de Julio de 1853, Gregorio Castro acampo en la costa del Arroyo Mendoza, cerca del Pastoreo de Perez (en Montevideo), al frente de 100 hom- bres de la Florida y 100 de Porongos, mandados es- tos ultimos por el Sargento Mayor Juan Pablo Flo- res. Estas fuerzas respondian al Gobierno. 26. 402 VIDA MILITAR DE Cuando la derrota de Dionisio Coronel en las Rengas, Castro tomo parte en el heeho. En ese encuentro se peleo todo un dia, hasta que los blancos se pusieron en retirada. Dionisio Coro- nel tenia bajo sus ordenes 300 hombres, y Gregorio Castro 130, protegidos por una fuerza escogida de 150 hombres al mando del bravo Comandante Isi- dro Caballero. Estos Uevaban tan apurado al ene- migo, que le hicieron crrar el paso en el Arroyo de las Rengas, obligandolo a azotarse a una la- guna cubierta de camalotes y rodeada de sarandies. Lagente de Coronel sufrio un verdadero desas- tre, porque los que no perecieron ahogados 6 mu- rieron d lanza y bala, fueronhechos prisioneros, de- jando tambi^n en la barranca de la laguna, muerto de un tiro, a un jefe de apellido Morales. Este hecho dc armas ocurrio unos dias antes de la muerte de don Fructuoso Rivera. El 28 de Agosto de 1855 cstallo en Montevideo un movimiento subversive, encabezado por el doctor don Jose Maria Munoz, contra el Gobierno del Ge- neral Venancio Flores. Los amotinados se apodera- ron de la Casa de Gobierno y nombraron jefe inte- rino del P. E. al ciudadano don Luis Lamas. El General Flores, sin dimitir el mando, se diri- gio hacia el departamento de Canelones, en donde nuestro biografiado se le incorporo con fuerzas de la Florida, mientras que otros jefes de diferentes departamentos llegaban con sus respectivas fuerzas para plegarse al caudillo Colorado. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 403 Durante los alios 1856-57 ocupo la Jefatura Poli- tica de la Florida, hasta que teniendo conocimiento de los trabajos revolucionarios que iniciaba C^sar Diaz en pro de la causa eolorada, renuncio su puesto para plegarse al movimiento. En Febrero de 1856 obtuvo el grado de Teniente Coronel de caballeria de linea. La renuncia de Castro de la Jefatura de la Flo- rida fue un alto ejemplo de respeto a las institucio- nes de la nacion. Despues de renunciar el cargo, se plego a la revolucion con un contingente de 80 hom- bres voluntarios. Fue uno de los ochocientos revolucionarios con que Cesar Diaz ataco a Montevideo el 9 de Enero del858. Habiendo sido rechazado, Cesar Diaz se retiro al Saladero de Lafone, marchando despues hasta San Jose. El 16 de Enero de ese mismo ano, el General Cesar Diaz derrotaba al General Moreno en Cagan- cha. En esa accion, Castro figuraba en la division de la derecha del ejercito revolucionario, teniendo bajo sus ordenes un regimiento de 300 hombres. Segtin la version de nuestro biografiado, los blan- cos ascendian a 2000 soldados, mientras que los co- lorados solo alcanzaban a 900. El valeroso Cesar Diaz tendio su linea de batalla dando espaldas al arroyo Cagancha, frente a un rincon que forma la sinuosidad del arroyo en aquel paraje. Coloco los infantes al centro y dispuso que las caballerias se situaran en la cumbre de una cuchilla y en las dos alas de la linea. 404 VIDA MILITAR DE En los preliminares de la batalla, Castro le pidio d Cesar Diaz un contingente de infantes, respon- diendole del exito, pero el general le contestd que ^1 se eneargaria del triunfo con las fuerzas del centro. Efectivamente, la carga Uevada por Cesar Diaz no pudo ser resistida por las columnas de Mo- reno. El Comandante Isidro Caballero, que poco des- pues pago con el martirio la defensa de sus ideales, fue el jefe encargado de la persecucion, la que se llevo a cabo acuchillando al enemigo hasta cerca de la ciudad de San Jose. En los dias 24 a 25 de Enero de 4858, el ejercito del General Cesar Diaz llegaba al Durazno y acam- paba a diez cuadras del pueblo de este»nombre. El entonces Comandante Gregorio Castro, con 300 hombres, tenia a su cargo el servicio de explora- cion, debiendo dar cuenta de los menores movi- mientos del ejercito de Medina. En la manana del 26, puso en conocimiento del General Diaz que el enemigo avanzaba con deeisidn sobre el pueblo del Durazno. Castro recibid or- den de retirarse apresuradamente para incorpo- rarse A la columna que estaba acampada en el paraje conocido por Azotea de Bernabe Magarihos, si- tuada del otro lado del Yi. Las fuerzas revolucionarias, despu^s de resguardar los pasos del rio y contestar con tiros de fusileria d los varios disparos de canon hechos por el enemigo, esperaron a que cerrase la noche, para emprender marcha hacia el Rio Negro, dejando los fogones en- cendidos como medio de despistar al contrario. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 405 El General Diaz confiaba en los refuerzos que iba A recibir a las pocas horas, procedentes de los de- partamentos del Norte del Rio Negro. La noche del 26, y a la altura del arroyo Caballero, el General Diaz reeibio comunicaciones de los Co- mandantes don Gregorio Suarez y Trifon Ord.diiez, haciendole saber que estaban con sus fuerzas en la costa del Rio Negro. Asi que los revolucionarios llegaron a Quinteros, nuestro biografiado reeibio orden del General Diaz para que con 400 hombres marchase hasta el paso de Rolon, a fin de impedirelpasaje de Dionisio Co- ronel, que se acsrcaba con mil hombres. Cuando Castro llego al punto indicado, Dionisio Coronel ya habia atravesado el Rolon, Este contratiempo imposibilito la incorporacion de Castro con el Ge- neral Diaz en el Paso de Quinteros, Luego, cuando supo que el General Diaz iniciaba arreglos para la capitulacion, Castro desistio de ple- garse al ejercito, manifestando que ^l no entraba en arreglo con bianco s j* traidores; y fue asi como se salvo de caer en la tragica Jornada. Desde Rolon marcho para la Cueva del Tigre, departamento de Paysandu, donde tenia una estan- cia su hermano Juan Bautista, continuando la mar- cha la misma noche de su llegada, con rumbo al Paso del Cerro, del Queguay. En este punto se ha- Uaba el Coronel gubernista Azambuya con 600 sol- dados, y como dicho jefe obstaculizara el paso, Cas- tro mando ciento y tantos hombres para que, si- guiendo Queguaj' abajo, trataran de llamar la aten- cion de aquel. Azambuya se entretuvo en perseguir 406 VIDA MILITAR DE esta gente, y entonces Castro vadeo el rio con sus otros 300 hombres. Marcho dia y noche, hasta lie- gar al puerto de Visillac, en el Uruguay, de donde emigr6 a Entre-Rios. El pasaje del Uruguay se realizo con todo exito. La citada corriente de agua tenia diez cuadras de anclio. Castro lo vadeo con sus 300 hombres, en bo- tes unos, y valiendose de su caballo, otros. Pasaron d costa argentina sin perder ni armas, ni bagajes, ni caballos. Aqui debemos citar un lieclio noble y generoso, que liace honor a los sentimientos de nuestros hom- bres del campo. El vecino don Mateo Visillac, de filiacion blanca, pero muy amigo de Gregorio Castro, facilito a 6sie los botes de su propiedad para el pasaje de la tropa. Un mes despues que Castro piso territorio entre- rriano, el General Urquiza, conocedor de las so- bresalientes cualidades de aquel, le nombro admi- nistrador general de sus estancias, situadas en la frontera de Corrientes, y de los campos de propie- dad del Estado. Con aquel acto demostro el gran caudillo entre- rriano la gran confianza que tenia en el liombre que habia de regentear con honradez ejemplar los es- tablecimientos entregados a su custodia, hasta el momento en que, reclamado por las exigencias de su partido politico, sacrificaria su porvenir y sus in- tereses en holocausto a la causa gloriosa de la Cni- zada Libertadora. Nuestro biografiado fu6 el que se encarg6 de ven- der los bienes pertenecientes a los Castro, y entregar su producto al Jefe de la Cruzada. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 407 En el aiio 1863, cuando el esclareeido Venancio Flores, seguido de cuatro valientes, invadia la Re- publica por el Arenal Grande^ Gregorio Castro se encontraba en Concordia, en cuyo punto recibio una carta de aquel ilustre caudillo pidiendole su coope- racion para el movimiento redentor que iniciaba, A la vez que sus buenos oficios para ante el General Ur- quiza, en virtud de las estrechas vinculaciones que aquel tenia con el jefe entrerriano, a fin de que este contribuyera con los elementos posibles para la rea- lizacion de la gran empresa reivindicadora. Figuraron en aquella revolucion cinco hermanos : Enrique, Gregorio, Antolin, Pedro y Gumersindo. Gregorio Castro fue comisionado por Flores para reunir gente, con sus correspondientes armas y ca- ballos, entre los elementos de lucha de Entre-Rios. En la conferencia que tuvo con el General Urquiza, obtuvo de este caudillo facilidades para reunir hasta 500 soldados, los cuales fueron remitidos por Castro a Flores en partidas de a 40 hombres. Una vez que Castro estuvo en presencia del Jefe de la Cruzada, este, que apreciaba en mucho las ex- cepcionales condiciones de su companero para esas empresas que solo pueden confiarse a hombres de grandes aptitudes, le ordeno que se aprontara para bajar a Buenos Aires a desempenar una comision muy seria. Castro comprendio en seguida que se trataba de una comision con ribetes diplomaticos, y con mucha modestia dijole al General Flores, despues que este lo entero del objeto de su viaje : — (( General, ^por que no manda a Manuel Aguiar, 408 VIDA MILITAR DE A Julio Herrera 6 a alguno de esos hombres acostum- brados a tratar con diplomaticos y que conocen d esos personajes argentinos?)) Flores, por su parte, adujo, entre otras causas, el perfeeto conoeimiento que tenia de los hombres, ma- nifestandole que si el nombraba para aquella comi- sion a alguno de los citados por Castro, lo probable seria que, como eran jovenes entusiastas por la causa de su partido, se permitieran demostraciones de ultra-coloradismo, haciendo alarde del titulo de representantes del Comite revolucionario, lo que traeria como consecuencia el fracaso de sus planes. No hubo mas que seguir viaje, y asi lo efectuo. Fue a ver al General don Bartolome Mitre, a la sazon Presidente dela Republica Argentina, y le did cuenta de su comision. El ilustre unitario, que no podia olvidar las proezas de don Venancio en Pavon y en Cepeda, expidio ordenes para que se le permitiera a Castro sacar las armas destinadas a la revolucion ; pero solo lo con- sintio Mitre despues de una gran resistencia, pues no queria pcrmitir que se He varan elementos de guerra, por temor de romper las relaciones diploma- ticas con el Gobierno bianco. Haremos constar aqui que el comisionado, antes de llegar a presencia del General Mitre, se apersono a los Generales Hornos, Gelly y Obes, Paunero y Vedia, viejos amigos de don Venancio, los cuales fueron en corporacion y en divcrsas ocasiones, a ver a Mitre. De una de esas entre vistas fue testigo presencial el mismo Castro. Despues de mucho discutir, convencicron al Pre- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 409 sidente de que debia facilitar algun concurso a Flo- res, que habia prestado importantes servicios con sus gauchos a la causa defendida en otras epocas por el mismo Mitre. El General Vedia, dirigiendose a Mitre, le dijo; — ((El General Flores, con sus compaiieros y sus sa- crificios, te ha sentado en esa silla presidencial.)) Se levanto Mitre de su asiento como tocado por un resorte, y sin pronunciar palabra, tomo papel de oficio y extendio de su pufio y letra ordenes desti- nadas d facilitar la mision y los propositos del en- viado del General Flores. Por su parte, cada uno de los generales ya nom- brados, envio al General Flores la suma de 50 on- zas, para cooperar al popular movimiento. Don Gregorio Lezania quiso tambien pagar un tributo de dinero para el exito de la Cruzada, y puso en manos de nuestro biografiado 360 onzas de oro. Otro de los encargos que debia cumplir el comi- sionado, fue el de ofrecer al eminente publicista doctor don Juan Carlos Gomez, en nombre del jefe revolucionario, uno de los puestos de mas impor- tancia en el ejercito, ya fucra el de secretario 6 el de auditor de guerra. Al efecto, se dirigio al domicilio de Juan Carlos Gomez y lo entcro de la comision reservada que lo traia a su presencia. Gomez lo recibio friamente y le dijo que no podia aceptar nada de Flores, porque diferia con el en di- versos puntos de su plan revolucionario y creia im- posible que llegaran a entenderse. Castro se retiro. Unos dias despues volvio a re- 410 VIDA MILITAR DE petir sii visita, sin lograr tampoco enesta consegfuir la acej)taci6ii de Gomez para ninguno de los pues- tos ofrecidos; pero, no obstante, recibio del ilustre publicista 150 onzas de oro para Flores. Castro tomo en alquilcr el vapor Gualeg'UCLy y embarco gran cantidad de armamento, entre el cual figiiraban seis piezas de artilleria. Se dirigio Uru- guay arriba, tocando en Sacra, Goladeras y Pay- sandu, en cuyos pantos iba dejando algtin arma- mento. Los paisanos que fueron Uegando a los parajes in- dicados para rccibir aquel elemento, manifestaron mucha alegria al ver que se les proveia de fusiles y se les liacia dejar las lanzas. El General Flores, una vez que tuvo su gente bien armada y municionada, dio a la campana el impulso decisivo que habia de llevarlo al triunfo. Poco tiempo despues, y cuando el jefe revolucio- nario puso sitio a Paysandii, Gregorio Castro man- daba una fuerte division compuesta de la gente del Norte y de un batallon de brasileros denominado « Marineros Imperiales » . Desde Paysandu siguio en el Gualeguqy aguas abajo. Este vapor estaba armado en guerra, con una dotacion de 60 hombres, dos piezas de canon y co- hetes a la Congreve. Cuando se puso sitio al Salto, desde ese buque se hostilizaba a los hombres de la plaza con un fuego vivisimo de canon. Despues del sitio, el General Flores le preguntd d Castro: — ^listed le tird d la plaza del Salto?, a lo que contesto Castro, que estaba de buen humor: — Si, senor, para probar las piezas. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 411 No hay duda que la participacion de Gregorio Castro en la Cruzada Libertadora fue de mucha im- portancia, no tan solo por la confianza que como partidario le inspiraba al caudillo, sino tambi^n porque fue el hombre que puso en relacion con el General Urquiza, quien coopero de una manera de- cidida a aquel movimiento, seg(in lo manifiesta el mismo Castro. Era por aquel entonces jefe de Federacion un Comandante Lasaga, y estaba al frente de la divi- sion del mismo punto un Coronel Varela, quienes re- eibieron orden de Urquiza para que permitiesen a Castro organizar eontingentes armados para pasar a nuestro pais, eontribuyendo ademas a aquel movi- miento con un buen numero de caballos y vacas. En los preliminares de la Guerra del Paraguay, fue comisionado Gregorio Castro para dirigir el pa- saje del ejercito brasilero, que ascendia a doce mil hombres, al mando del General Osorio, a traves del Uruguay y frente a Concordia. Cuando el General Flores acampo en Gualeguay- citOy (Entre-Rios), envio a Castro al Salto con el dinero correspondiente a dos meses de sueldo para todo el ejercito. Castro llevaba como ayudantes al hoy Coronel Santiago Montoro y a un oficial ape- Uidado Gonzalez. Regreso al ejercito, y, una vez en presencia de Flo- res, le entrego el dinero sobrante. 412 VIDA MILITAR DK En Yatqy figure como Jefe de Estado Mayor, y es entonces que nuestro biografiado realize uno de esos actos valerosos que son dignos de liacerse co- nocer, pues constituyen uno de los rasgos mas no- tables en un jefe. Habia que vadear el Yatqy para batir un grupo de paraguayos que se encontraban en la margen opuesta de este rio, el cual estaba tan crecido, que sus aguas cubrlan hasta los arboles. Se lanzo a el con quince soldados, lo vadeo y pudo tomar trescientos enemigos, en su inmensa mayoria desnudos, y entre los que figuraban siete oficiales; los cuales quedaron en poder de Castro, despues que este, cumpliendo ordenes de Flores, entrego los demas al General Paunero. Luego fue comisionado para bajar a Buenos Ai- res, en donde debia dejar algunos prisioneros. Una vez cumplida su comision, vino a Montevideo con la idea de reunir mas gente y conducirla perso- nalmente hasta el campamento del General Flores. Asi lo hizo. Con los contingentes de Florida y Salto reunio cuatrocientos hombres, y se present© en el pueblo de San Carlos, rio Parana, entregandole di- cha fuerza al General Flores. Desde este punto marcho en comision para com- prar cabaUada. Recorrio el territorio entrerriano y correntino con el objeto de conseguir ese elemento de movilidad, ypuede decirse que durante dos anos consecutivos, fue el quien proveyo a la Division oriental de los caballos que necesitaba. GAPiTULO III ES NOMBRADO JEFE POLITICO DEL SALTO. — REVOLU- CION DE APARIGIO. — IMPORTANTES SERVICIOS DE CASTRO. — CAMPANA EN EL NORTE Y EL ESTE. — RETI- RADA DE LA SIERRA. — ES JEFE DE ESTADO MAYOR EN LA BATALLA DE MANANTIALES. — SU PAPEL EN ELLA. — OTROS SERVICIOS DEL GENERAL CASTRO. En 1868 paso docupar el puesto de Jefe Politico del Salto. El 10 de Febrero de ese mismo ano, estando nues- tro biografiado en su estancia, fue asaltado por el General Benitez, al mismo tiempo que el General Timoteo Aparicio invadla la Republica por el Her- pidero, Benitez, para realizar su intento, cruzd el Uruguay durante la noche, al frente de euarenta y ocho hom- bres, y se puso en marcha hacia la estaneia de Cas- tro. Este estaba ajeno d lo que pasaba. Tenia en su estableeimiento nueve hombres, antiguos soldados &uyos. Era una noche templada y de luna llena: a eso de las nueve se sintio un tropel acompaiiado de 414 VIDA MILITAR DE gritos y de tiros sueltos. Los nueve individuos que acompanaban a Castro, al darse cuenta de lo que pasaba, abandonaron a su jefe y se guarecieron en el monte cercano. Castro, con un valor a toda prueba, salio de la pieza donde estaba y se presento en el patio, pistola en mano. Los asaltantes la emprendieron a tiros con el, y este les contestaba con su pistola. Aquellos forajidos intentaron entonces prenderle fuego a la casa, pero no llegaron a realizarlo. Nuestro biografiado recibio una herida de bala en la mano derecha, que lo imposibilito por complete para hacer uso de ella, pero no por eso dejo de ha- eer fuego con la izquierda cada vez que su seiiora le cargaba el arma. Uno de los asaltantes consiguio entrar al patio, pero recibio un balazo y quedo muerto ; pocos mo- mentos despues hirio gravemente A tres mas, in- cluso un oficial. La lucha duro tres lioras. El General Urquiza, en seguida de tener conocimiento del suceso, mando uno de sus carruajes a la costa del Uruguay para conducir en el hasta su estancia de Entre-Rios al Co- ronel Castro, encargandose de esa comision el hijo del caudillo entrerriano, don Justo Carmelo Urquiza. Puede decirse que durante toda la guerra de Apa- ricio (1870), el entonces Coronel Gregorio Castro figure como Jefe de Estado Mayor del ejercito co- mandado por su hermano Enrique. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 415 En cierta ocasion, Gregorio Castro recibid orden de su jefe para marchar con una columna de 750 hombres desde Olimar Grande, entregandole una nota cerrada, — que, por rara coincidencia, era, para el mismo, — con la orden verbal de que dicha comu- nicacion debia abrirla asi que Uegase d la Laguna del Negro, en el departamento de Gerro Largo. Le decia en ella, que persiguiera tenazmente a las fuer- zas enemigas, que ascendian d 2000 soldados, los que merodeaban por aquellos lugares; agregando, en un parrafo final, que no debia darle cuenta de dicha co- mision hasta tanto no los desalojara de aquellos puntos. Nuestro biografiado dio cumplimiento de una manera estricta a la consigna, batiendo al adversario hasta internarlo en las asperezas del departamento de Treinta y Tres. Desde este punto fue encargado para operar con su division en los departamentos de Gerro Largo, Minas y Maldonado. El General Angel Muniz se encontraba cntonces en Rocha al frente de una columna de 300 hombres. Gastro marcho en busca de aqu^l, desprendiendo al efecto algunas partidas descubridoras y llevando un convoy de diez carretillas cargadas de maiz, ves- tuarios, municiones y armamento. Su enemigo lo esperaba ; pero asi que aparecieron las carretillas, creyendo que Gastro traia piezas de artillerla, se re- tiro. Muniz se dirigio con sus fuerzas hacia el arroyo Don Carlos. Antes de proseguir, debemos dar los nombres de los que comandaban escuadrones en la columna 416 VIDA MILITAR DE del Coronel Castro. Estoseran: Manduca Caraba- jal, Julian Chaves, Sandalio Xim^nez, Antolln Cas- tro, el Capitan Maximo Santos, comandante de una compaiiia del Batallon Sosa ; el Capitan Manuel Be- navente, comandante de la i.* compaiiia del Bata- llon 3.° de Cazadores, a ordenes del Teniente Coro- nel Lallemand, y este jefe, que era el que coman* daba los infantes. Muniz vadeo el arroyo Don Carlos y dejo su van- guardia defendiendo el paso. Castro, a su vez, simulo campar, haciendo carnear algunas vacas y permitiendo a la tropa que tomase mate, al mismo tiempo que disponia que un oficial con 60 hombres llevase a cabo la construccion de un puente, unas cuantas cuadras arroyo arriba. Encinco horas improvisaron el puente con troncos, ramas y tierra. Vadeo el arroyo y escalono su fuerza por escua- drones, como para llevar el ataque. A una legua del campo se encontraba el Coronel Mena. Este jefe, al tener aviso de la aproximaeion de Castro, emprendio marchas forzadas hasta po- nerse a tiro de fusil. Castro ordeno una carga, la que fue llevada eon impetu ; se produjo el entrevero y la lucha se hizo cuerpo d cuerpo. El enemigo fue derrotado y dejo en el campo de peleaa varios muertos, entrelos que se encontraban el valiente Coronel Mena y uno de sus ayudantes. La demds gente fue perseguida hasta Valizas, en la costa del oceano. A proposito de este encuentro, citaremos un episodio que, por lo noble y caballe- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 417 resco, hace honor al militar que es objeto de estos apuntes. En el momento de caer de su caballo el Go- ronel Mena, atravesado por un lanzazo, Castro, eon su mirada perspicaz y eon la serenidad que siempre le caracteriz6, pudo darse cuenta de que sus soldados, entregandose d uno de esos actos tan comunes en nuestras guerras, trataban de car char al caido ; mds bien dicho, se abalanzaron sobre el para despojarlo de sus prendas. Nuestro biografiado no podia per- mitir aquello. El se habia educado en la escuela de la generosidad, del orden y de la disciplina, y, por tanto, ordeno con energia que no tocaran el cadd- ver de aquel jefe, que habia caido como bravo de- fendiendo su divisa, e inmediatamente mando que lo inhumaran con las prendas de uniforme y el di- nero que poseia. Veinticuatro horas despues de laaccion, llego al campo de batalla la viuda del mencionado Mena, tra- yendo consigo un carruaje para llevar el cuerpo de su esposo. Se dirigio al jefe superior, el Coronel Castro, para preguntarle donde se hallaba su ma- rido, y entonces este ordeno a uno de sus ayudantes que acompaiiara a la senora hasta el punto senalado por una cruz hecha en una palma cercana a la tumba. Asi que lo exhumaron, fue colocado en el carruaje. La seiiora agradecio el acto generoso del adversario de su esposo, quien habia dem,ostrado tanta no- bleza al no permitir que lo despojaran ni del reloj que ella le habia dado dias antes de su muerte. Castro desprendio en persecucion de Muniz tres 27. 418 VIDA MILITAR DE escuadrones de a 109 hombres, que iban al mando de tres Sargentos Mayorcs pertenecientes a las Divi- siones de Manduca, Llanes y Ximenez. Estos le die- ron alcance en la Picada del Gringo, del Cebollati. Muniz, al verse hostilizado, tuvo que abandonar las reses que habia heclio carnear. Castro, una vez que llego al campo abandonado, pudo utilizar los grandes montones de lena que habian apilado los enemigos. Muniz se incorporo con Aparicio en las Palinas del Cordob^Sy teniendo el segundo a la sazon 1000 y tantos hombres, que, unidos a la division del pri- mero, sumaban 4000 soldados. Castro, en su pei'secucion, llego al Cordobes, donde encontro al enemigo, y le tendio linea de ba- talla; pero Aparicio, despues de subir a unas alturas con su ejercito y de amenazar con tender linea, re- sol vio retirarse. Aquella columna parecia una in- mensa serpiente deslizandose por entre las quebra- das y lomas. En esos instantes, el Comandante Antolin Castro, hermano de Gregorio y Enrique, que a la sazon es- taba de vanguardia, comunico a su jefe que el ene- migo avanzaba a trote y galope, en direccion a su fuerza. Aquel le contest© que no retrocediera un paso y que le tendiera linea de batalla, para sucumbir con sus bravos en defensa de la divisa. Esa misma tarde, nuestro biografiado se habia incorporado al General Enrique Castro con sus fuerzas. Derrotar a uno de ellos era tarea dificil, y correr a los dos era punto menos que imposible, pues se ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 419 igualaban en valor, en pericia, en intrepidez y en audacia. Al rayar el dia, el General Aparicio tenia su ex- tensa linea tendida, y con los primeros rayos del sol, pudo verse en lo alto de las cuehillas un cordon bri- llantc de bayonetas. Desde elpaso de San Juan, del Cordobes, salia una pequena cafiada, sobre la cual tendio sulinea de escuadrones el General Aparicio. Enrique Castro echo mano de uno de sus recursos favoritos, que era atacar por los flancos 6 por retaguardia, siempre que fuera posible. Paso al otro lado de la Canada con una fuerza de 600 liombres, formada por una bateria, un batallon y 200 lanceros, y produjo la confusion en la Unea enemiga con la celebre carga que le Uevo. Gregorio, a su vez, se conserve firme; mando cchar pie a tierra a toda su fuerza, y espero a Apa- ricio; este avanzo con decision, con su gente formada en tres columnas, pero tuvo que retroceder ante las descargas que le haclan los escuadrones del valiente coronel Sandalio Ximenez. Al llegar la noche se mando suspender el fuego. Los dos hermanos Castro celebraron una conferen- cia, en la cual sostuvo Gregorio que debian marchar Cordobes abajo, para tener resguardado el flanco que les cubria el citado arroyo, mientras que En- rique, dejandose Uevar por el ardor de la lucha, se concreto a decirle a Gregorio; « Vamos a tomar la cuchiUa Grande, en direccion a la Sierra.)) Y asi se hizo. En aquella notable retirada, que recuerda la del Rahon, efectuada por el General Rivera en los tiem- ^7^ f 420 VIDA MILITAR DE pos de las heroicidades y de los legendaries triun- fos contra los brasileros, los Castro pusieron de manifiesto sus grandes cualidades de soldados. En efecto, en esa penosa marcha, durante siete dias y siete noehes tuvieron que acampar seguidos siempre por el enemigo, que los hostilizaba en to- dos los momentos. En la marcha despuntaron los arroyos Cordobes, Mansavillagra, y el rio Yi, hasta entrar en la sierra de la. punta de los Chanchos. Segun las palabras de Gregorio Castro, uno de los oficiales que mas se hizo notar en aquella ocasion por su audacia y valor, fue el entonces Capitdn don Ma- ximo Santos. Asi que se inicio la retirada, nuestro biografiado ocupo la retaguardia, dirigiendo personalmente las guerrillas. Durante el dia se le presentaba al ene- migo en un orden determinado de combate, y, al lie- gar la noche, en otro, para despistar alcontrario. La municion se les habia concluldo, al extremo de tener que ir comprando por el camino la poca pol- vora que habia en las pulperias. La retirada fue sos- tenida por mil y tantos hombres, mientras que los perseguidores contaban de 3 a 4000 soldados. Cuando el ejercito Colorado llego a las puntas del Santa Lucia, el General Enrique Castro dejo todas las fuerzas a cargo de su hermano Gregorio, y el bajo a Montevideo con la intencion de presentar renuncia de su puesto, visto que el Gobierno no le mandaba refuerzos. Antes de retirarse, recomendo a su hermano las mayores precauciones, a fin de no comprometer ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 421 un combate que podria ser de resultados dudosos. Gregorio Castro, por su parte, se paso todo el tiempo de la auseneia de su hermano ocupando di- versas y ventajosas posiciones, para repeler cual- quier ataque del enemigo. En tal situacion se conservo, por espacio de quince dias, siempre en movimiento. ya bajando Santa Lu- cia Grande hasta el rincon de Minones, ya subiendo Santa Lucia Chico hasta los campos de Urioste, en cuyo punto espero a su hermano Enrique, quien llego al ejercito llevando consigo dos meses de sueldo para pagar a las tropas y una fuerte columna de re- fuerzo. En una de las escaramuzas que hizo Gregorio Cas- tro con su fuerza, se encontro f rente a la barra del Talita con Santa Lucia; entonces, aprovechando las ventajas que le ofrecia el terreno, construyo un esplendido puente con troncos, ramas y tierra ; en esa disposicidn espero que el enemigo lo hostilizara, para pasar del otro lado y tender su linea, pero fiie en vano, porque el adversario nisiquieralointento. Reunidos los hermanos Castro, reanudaron las operaciones. Desde la cuchiUa que divide aguas al Majciel y al Pintado, emprendieron la persecucion de los enemigos con mucha tenacidad, pues estaban deseosos de terminar una vez poi* todas aquella gue- rra que debilitaba las fuerzas vivas de la Republica, y que parecia volverse interminable. Los enemigos se retiraron a marchas forzadas, desprendiendo una Comision, compuesta por el Jefe Politico de San Jos^ y el Vicario Apostolico, con el objeto de que el General Enrique Castro detuviera 4!f2 VIDA MILITAR DE sus marclias, porque ya habian iniciado gestiones de paz con t»l Gobierno. El General Castro tenia eoneiencia de su deber mi- litar ; sabia pcrfectamente que un general al mando de fuerzas no debe atender ninguna indicacion que no le sea lieclia directamente por su superior inme- diato, y que, en casos como este, no solo se va ju- gando el honor militar, sino que muchas veces, per ciertas tolerancias hermanadas con un supuesto ti- tulo de magnanimidad, se pierde una causa y hasta sc comproniete un principio. Cuando el ejercito llego a Piedras de Espinosa^ un dia antes de la batalla de Manantiales, la van- guardia del ejercito gubernista fue refoi'zada por 500 liombres, al mando de los Comandantes Galarza y Tolosa, cuya fuerza fue destinada a obligar al ene- migo a aceptar el combate. Llegados a Manantiales, el General Timoteo Apa- ricio presento su ejercito en orden de batalla, y Cas- tro desfdo con el suyo por delante del enemigo en for- macion de columna, bajo un vivlsimo fuego de canon, que hacian las baterias revolucionarias desde una al- tura. Cuando la cabeza del ejercito Colorado llego frente a la extrema izquierda contraria, el General Castro mando: /Frente al enemigo! En otro lugar ya hemos referido la forma en que se desarroUo la accion; debemos agregar ahora, que las fuerzas gubemistas avanzaron por batallones. El hoy General Navajas, jefe superior entonees de la ar- tilleria, pidio al Jefe de Estado Mayor, Coronel Gre- gorio Castro, que le permitiera adelantarse unos ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 423 doscientos metres para desmontar la artilleria con- traria. Obtenido el consentimiento, su primer dis- paro de canon desmonto uno de calibre veinticinco, de los contrarios. El Coronel Antolin Castro, que mandaba a la sazon la Division Florida, servia de proteccion a la artilleria. Los blancos peleaban con bravura. El General Angel Muniz se encargo de llevar una impetuosa carga al ala izquierda colorada, la cual era defendida por el entonces Ministro de la Guerra, Coronel Or- donez, que tenia una fuerte columna a sus ordenes; pero fue doblada por Muniz, llevandola hasta los cua- dros de infanteria. Apenas los blancos dieron media vuelta, cargaron los maragatos con el valiente Gil Aguirre a la cabeza, acuchillandolos por espacio de algunas cuadras. Los escuadrones del Salto, que ocu- paban la extrema derecha del ejercito constitucional, fucron tambien arroUados por los blancos, pero ha- bicndo recibido la proteccion de los maragatos, obli- garon al enemigo a dar media vuelta. Esta Divi- sion San Jose estaba compuesta de 300 hombres. La batalla se liizo entonces general, y de la co- lumna de infanteria que ganaba terreno, se destaco el batallon «24 de Abril», con el Comandante Eduardo Vazquez a la cabeza. Este, despues que hizo hacer fuego a su batallon, mando una carga a la bayoneta. Mientras iba avanzando, fu^ herido por un bote de metralla; pero esto no le impidio terminar su empresa heroica, la cual sirvio para dar realce a la figura de Vazquez como soldado y demostrar el grado de valor de este jefe en los ins- tantes solemnes del peligro. 424 VIDA MILITAR DE Producida la derrota del ejercito bianco, el Coro- nel Gregorio Castro fue encargado de la perseeu- cion, hostilizando al enemigo hasta la entrada de la noche. Figuraron en toda aquella guerra, ya como jefes, ya como oficiales subalternos en el ejercito de linea, unos, y en fuerzas movilizadas, otros, comportdn- dose valientemente y acreditando las cualidades so- bresalientes que les hicieron despues alcanzar los mas altos puestos en la milicia nacional, los Genera- les Valentin Martinez, Ricardo Estevan, Benigno Garambula y Salvador Tajes, y los Coroneles Manuel M. Rodriguez, Feliciano Viera, Carlos Clark y Obre- gon, Zenon de Tezanos, Pablo Galarza, Santiago Montoro, Celedonio Islas, Melchor Maurente y Ju- lio J. Martinez. En esta guerra demostro nuestro biografiado sus relevantes cualidades como jefe superior y sus bri- llantes dotes como guerrillero. Formado en los cam- pamentos y habituado al rudo batallar, siempre se mostro sereno y experto, pre visor y decidido. No era extrano \ev\o a media noche, cuando todo el ejercito descansaba, recorrer personalmente las guardias, Por aquella epoca, el Coronel Lorenzo Latorre figuraba en el ejercito como jefe de batallon, y tenia, segun Castro, grandes condiciones milita- res. La participacion de Castro en la memorable ba- ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 425 I v ^ talla de Manantiales fue doblemente lucida, por la habilidad que manifesto durante la aecion y por su caracter de Jefe de Estado Mayor de las fuerzas constitucionales . El parte de esta batalla, que fu^ pasado por el mismo General Castro, da una idea acabada de to- das sus condiciones. Aqpiella revolucidn, que costo tantas vidas y en la cual se peleo con bravura por las dos partes, ter- mino con el convenio de paz del 6 de Abril de 4872. En la revolucion de 1886, Castro fue nombrado Jefe de Estado Mayor del ejercito del Gobierno. Despues de concluido aquel movimiento, se le otor- garon las palmas de General de Brigada. En 1898, el Gobierno provisional de la Repu- blica, desempeiiado por don Juan Lindolfo Cuestas, nombro a Castro Ministro de la Guerra. En los sangrientos sucesos acaecidos en Montevideo en la manana del 4 de Julio del mismo ano, con motivo de la sublevacion de dos cuerpos de linea del ejercito, — el Batallon de Artilleria de Plaza y el Regimiento de Artilleria Ligera, — el General G. Castro, A pesar de sus muchos afios y de los achaques inherentes a su edad, desafid una vez mas el peligro, encontrandose en la linea de fuego, adonde lo Uevaron el cumpli- miento de sus deberes militares y la lealtad al Go- bierno de que formaba parte. En la actualidad ocupa el puesto de Ministro del Tribunal Militar de Ape- laciones. Como verdadero soldado, fue un leon en los cam- 426 VIDA MILITAR DE pos de batalla, pero fue tambien humano y generoso despues del triunfo. Ha sabido veneer, pero no matar. Lo prueban in- contestablemente los innumerables, hechos que hon- ran su carrera. Es conceptuado por sus compatrio- tas, sin distincion de banderias politicas, como una de las reliquias de los dias esplendorosos en que se lucliaba por la independencia y la autonomia de la nacionalidad oriental. Tiene desde 1890 el grado de General de Division, y es quizas, en las Republicas del Plata, el mas an- tiguo de los militares de su jerarquia. . Amante de la campaiia y apegado a sus costum- bres sencillas, el General Castro reside en su estan- cia del departamento del Salto; y tanto por el vigor fisico de su raza, como por esa existencia apacible que prefiere, podemos esperar conservarlo atin mu- cho tiempo, para ejemplo y cual vivo recuerdo de los grandes dias de la patria. NOMINA DE LAS FERSONAS CITADAS EN LA OBRA NOMINA DE LAS PERSONAS CITADAS EN LA OBSA Aparicio, Timoteo. Aramburtl, Domingo. Aguiar, Felix. Andresito. Aparicio, Bernab^. Artigas, Jos6 Gervasio. Allende, Capit&n. Agliero, Pedro Jos6. Aguilar, Fausto. Alem&n, Teniente Coronel. Alvarez, Federico. Aguilar, Mayor. Acevedo, Petronilo. Argent<3, Felipe. Allende, Juan. Aquino, Coronel. Artigas, Coronel. Almada, General. Aguirre, Manuel. Alciature, Jos6. Avila Veira, Pedro. Artigas, Sixto. • Almeida, Rosa. ArgoUo, General. Ayala, Coronel. Aguirre, Gil. Amor, Pedro. Aguiar, Manuel M. Arredondo, Jos6 Miguel. Aguirrej Martin. Albfstur. Alegre, Gregorio. Azambuya, Coronel. B Benftez, Pedro Juan. B^ez, Bernardino. BerdUn. Burguefio, Gervasio. Bustamante, Jos6 Luis. Bengochea, Sim6n. Britos, General. Benavidez, Venancio. Blanco, Luciano. Baena, Doctor. Barrag^n, Antonio. Bauz&, Francisco. Berro, Bernardo P. Beltrand, Bduardo. Blanco, Antonio. Brandes, Martin. Bustamante, Jos6 C. Borges, Nicasio. Batlle, Lorenzo. Barreto, Mena. Benitez Inocencio. Bel€n, Francisco. Bustamante, Pedro. 430 VIDA MILITAR DE Botana, Santiago. Bayley, Jorge V. Benavente Manuel. Car&mbula, Benigno. Clark y Obreg6n, Carlos. Caesias, Juan Lindolfo. Cardozo, Faustino. Cardozo, Manuel. Castro, Antolfn. Cortes, Coronel. Centurion, Juan. Castro, Jos^. Costa, Angel Floro. Cortes, Mateo. Castro, Gumersindo. Correa, Juan Francisco. Cabral, Anselmo. Cuadra, Hip6lito. Camacho, Victoriano. Caraballo, Manuel. Cardozo, Juan. Casco, Manuel. Centurion, Calixto. Carballo, Joaquin. Caraballo, Francisco. Castro, Rafael. Castro, Pedro. Castro, Mateo de. Castro, Juan Bautista. Caballero, Isidro. Castro, Gregorio. Cordoba, TeOfilo. Costa, RamOn. C^spedes, Hilaridn. Castro, Daniel. Castro, Enrique. Celestino. Capitdn. Casco, L^zaro. Cdceres, Nicanor. Castro, Juan Jos6. Cortina, Comandante. Castro, Andres. Cerro, Alberto. Carretero, Manuel. Castillo, Fernando. Casenave, Francisco. Castro, Modesto. Cdceres, General. Caxfas, Marques de Coronado, Hip61ito. Curtfn, Ernesto. Caceres, Ventura. Coronel, Coronel. Carrion, Comandante. Castro, Nicomedes. Carabajal, Manduca. Cabrera, Marcos. CH Chilavert, Martiniano. Chucarro, Alejandro. Donau, Doctor. Dufort y Alvarez, Anacleto. Diaz, Cdsar. Domfnguez, Rufino. Diaz, Manuel. Du Graty, BarOn. Domlnguez, Carlos V. De Castro, Carlos. Domlnguez, Coronel. Da Fontana Lima, Federico. D'Eu, Conde. Del Valle, Sargento. Daug, Guillermo. Diaz, Juan Jos6. De los Santos, Fortunato. Escalante, Jorge. Estivao, Jacinto. Echague, Pascual. Estevan, Ricardo. Elizalde, Rufino. ENRIQUE Y GREGORIO CASTRO 431 Estigarribia. Ellauri, Jos6 E. Flores, Juan Pablo. Fernandez, Inocencio. Fernandez, Jos6 Antonio. Flores, Venancio. Flores, Jos6 Marfa. Ferreyra, Antonio. Freire, Manuel. Fontdn, Juan. Fidelis, Coronel. Flores, Fortunato. Flores, Eduardo. Ferreyra, Teodoro. Frenedoso. G Gallo, Jer6nimo. Gim^nez, Lucas. G6mez, Servando. Garcfa, Juan Francisco. Garcia, Domingo. Garcfa, Marcos. Garz6n, Eugenio. Garibaldi. Gonzalez, Juan Luis. Galeano, HilariOn. G6mez, Juan Carlos; Galarza, Coronel. Galarza^ General. Gonzalez, Jos€. Gaian. Gaudencio, Carlos. Garmendia, General. Golfarini, Juan Angel. Gelly, General. Gould, General. Gurruchaga. Gomensoro, Tomas. Gaetan, Comandante. Gascanot Melit6n. G6mez, Juan Carlos. Gonzalez, Bentos. H Hermelo, Juan. Hermelo. Teniente Coronel. Hornos, Manuel. Herrera y Obes, Julio. Herval, Bar6n do. Herrera, Juan Jos6 de. I Inchaurbe, Capitan. Islas. Antonio. Islas, Benigno. Insfran, Teniente. Insfran, Capitan. Iturburu, Fernando. Ibaflez, Coronel. Iglesias, Felipe H. Imas, Escoiastico. Islas, Celedonio. Leira, Marcos. Lamas, General. Luna, Jos^ Maria. Latorre, Andres. Lavalleja. Manuel. Lavalleja, Juan .Antonio. Lavalle, General. Labandera. Santiago. L6pez de Haro, Mauricio. La Paz, Manuel. L6pez, Faustino. L6pez, Francisco Solano. L6pe2, General (Santafecino). Lascano, Melit6n. Lapido, Coronel. Lozada, Juana. L6pez Jordan, Ricardo. Latorre, Lorenzo. L(3pez, Iren6n. Laguna. Larrobla, Luis. 432 VIDA MILITAR DE Lazcano, Eugenio. Lino, Teniente. Lescano, Ma3'or. L6pez, Manuel. Lacueva, Floro. Lerena, Carlos A. Levalle, General. Lallemand, Teniente Coronel. Lasaga, Comandante. Lezama. Gregorio. Lamas, Luis. LL Llanes, JuliA.n. M Mufioz, Guillermo. Murillo, Mayor. Mesa, Juan. Martinez, Julian. Martinez, Enrique. Magariflos, Bernab^. Moyano, Juan Gregorio. Mas de Ayala, Gregorio. Mas de Ayala, Rufino. Mas de Ayala, Luciano. Mirabal, J. H. Mora, Jos6. Mena, Coronel. Mas, Gregorio. Mendoza, Pedro. Melgar, Coronel. Machado, Antonio. Mendoza, Josd. Mendoza, Antonio. Mendoza, Juan. Medina, Anacleto. Mitre, Bartolom€. Mendieta, Pedro. Madariaga, Juan. Martinez, Mayor Juan. Matos, Raimundo. Moreno. Medina (Hacendado). Mendaras. Mernies, Capit&n. M&rquez, General. MuAoz, Jos6 Marfa. Maiden, Julio. Montero, Dionisio. Mendoza, Fructuoso. Montaldo, Pedro. Mendoza, Gabriel. Mur6, Julio C. Martinez, Tom&s. Magarifios, Francisco. Mac-Coll. Mitre, Emilio. Moreno Gaspar. Muniz, Angel. Martinez, Juan Jos€. Mildn, Braulio. Mancini, Leopoldo. Machado, Comandante. Martinez, Bonifacio. Machado, Lui$. Maurente, Melchor. Martinez, Valentin. Montoro, Santiago. Moreno, General. Martinez, Julio G. N Navas, Patricio. NCifiez, Angel. Navarro, Teniente. Neto, General. Navarro, Manuel. Navarrito, Coronel. Niiftez, Marcos. Nubel, Adolfo. Navajas, Miguel A. Otorguds, Coronel. Orofio, Luciano. Oribe, Ignacio. Oribe, Manuel. ENRIQUE Y OREOORIO CASTRO 433 Ocampo, Francisco. Olivos, Comandante. Ortega, Manuel. Otero y Otero, Rosendo. Olid, Bernardino. Osorio, Mariscal. Olave, Coronel. Ord6flez, Trif6n. Orddflez, Pablo. P Piedra Buena, CapitAn. P^ez, Mateo. P&ez da Silva, Belarmino. Pir^n, Jos6 Maria. Paz, Jos6 Maria. Paredes, Comandante. Palavecino, Coronel. Pasos, Coronel. Porro, Nicol&s. Pereda, Enrique. Peflarol, Coronel. P^rez, Maximo. Paunero, General. Paiva, Coronel. Porto Alegre, Marques de. Polidoro, General. Pereda, Fernando. Paiva, Capit^n. Peiia, Rafael. Pefia, Antonio. Paranhos. Pampill6n, Jos^ Marfa. Possolo, Jostf A. P^rez, Luis Eduardo. Palleja, Le6n de. Puentes. Pereira, Claro. Q Quintana, Valentin. Quiroga, Capitdn. R Ruiz, Fernandez. Rivera, RamOn. Rivera, Jos€. Rivero, NicoUs. Reyes, Jos6 Antonio. Rodriguez, Pedro Juan. Ramirez, Juan. Ramos, Jos6. Rosas, Juan Manuel. Rivera, Fructuoso. Rodriguez, Rafael. Ramirez, Octavio. Rodriguez, Manuel. Reguera, Teniente. Rubio, Mayor. Rodriguez, Ventura. Rocha, Eduardo. Reyes, Jacinto. Rodriguez, Osvaldo. Rule, Juan. Rodriguez, (a) Pampero. Ramirez, Jos6 Pedro. Robles, General. Reguera, Coronel. Regules. Rodriguez. Reguera, Isidro. Resquin. Robido, Cdndido. Roca, Ramdn. Roca, TristAn. Rujias. Rivas. Rodriguez, Adolfo. Rosano, Mayor. RIos, Coronel. Rodriguez, Juan. RIos, Gabriel. Ramirez, C. M. Ramirez, Juan. Rttcker, Conrado. RegHnaga, Emeterio. Rebollo, Juan Pablo. Racedo, General. Ramirez, Gonzalo. 28. 434 VIDA MILITAR DE Rodriguez, Manuel M. Saavedra, Celestino. Silverio, Cabo. Sarmiento, Domingo. Santandcr, Juan Bautista. Sosa, Marcelino. Sejas, Gregorio. Saravf, Mayor. Silva, Fortunato. Sudrez, Mayor. Su^rez, Joaqufn. Sandes, Ambrosio. Santos, Maximo. Santana, Coronel. Su&rez, Manuel A. Sandoval, Leandro. Sanchez, Antonio. Solano, Federico. Sudrez, Jos6 Gregorio. Sdnchez. Salas, Mayor. Saavedra, Jos6. Sabas, Hernandez. Salvaftach. Seoane, Martin. Tabares, Justo. Tula, Mateo. Tamandar^, Vizconde. Thompson. Tabares. Tolosa, Luciano. Tezanos, Isaac de. Tezanos, ZenOn de. Torres, Fernando. Tajes, Salvador. Tolosa, Comandante. U Urquiza, Justo Josd. Urquiza, Cipriano de. Urdinarrain, Coronel. Umar^n. Urftn, Coronel. V Van Donselaar. Vera, Mateo. Vera, Apolinario. Vera, Luciano. Valero, Enrique. Vazquez, Juan Feliciano. Viera, Pedro Josd. Ver(5n, Teniente Coronel. Ver<5n, Sargento. Virasoro, Jos€. Virasoro, Benjamin. Veldzquez, General. Vazquez, Eduardo. Vera, Mayor. Vergara, Lucas. Vidal, Francisco A. Victorino, General. Varela, Ministro. Viana. Vedia, Mariano de. Velazco, Ernesto. Vazquez, Juan Andrds. Valiente, Gabino. Villar, Josd. Visillac, Mateo. Viera, Feliciano. Varela, Coronel. w Warte. Whasburn. Warren, Doctor. X Xim^nez, Sandalio. z Zelaya, Juan. Zelaya, ZenCn, Zen6n, Fontao. iNDICE P«g8. Obras consultadas 7 Pr<5logo 11 VIDA MILITAR DEL GENEKAL ENRIQUE CASTRO CAPfxULO I Nadmiento del General Enrique Castro. — Estado del pafs. — Ante- cedentes de fEtmilia 13 CAPITULO II Juventud de Castro. — Formaci6n de su car&cter. — Sa vocaci^n polftica 7 militar. — Ingreso al ej^rcito de Rivera. — Primeros hechos de armas 21 CAPfrULO III Nueva era. — Vaelve Castro al trabajo. — Guerra contra Rosas. — Inyasidn de Echagtie. — Castro en accidn. — Plreliminares de Cagancha 29 CAPITULO IV Cagancha.— Tregua 7 progreso. — Sigue la guena contra Rosas.— Arro70 Grande 7 sucesos posteriores 41 CAPfTULO V Castro en la diyisi6n Aguiar. — Un episodio heroico.— Herido. — Su incorporaci6n & la diyisi^n de Fortunato Silra 49 436 Indige CAPfTULO VI Figs. Reeapitulando.— Estado del pals por efecto de la gran gnerra.— Compafia en el Este. — CombatOB de Soils Grande^ Arequita 7 La CoroDilla. — Inteniaci<5n en el Braail 59 CAPfxULO VII Coinbate en hca JfoUef.— Comisionee oonfiadas k CSastro. — Su des- empeiio 7 el ejercicio de bus apUtades 58 CAPITULO VIII Kueras comisiones. — Don Juan Ramfrez y bus grandes servieios. — Episodic heroico. — Castro en peligro de muerte y salyado por Aparicio 79 CAPfrULO IX Castro herido y prisionero.— Es perdonado por Urquisa, 6 incor- porado ik su ej^rcito, lo acompaiia k Entre-Bfos 96 CAPfxULO X Campaiias en Corrientes.— Urquiza pone & Castro al frenie de su eseolta. — Acciones diyersas 116 CAPfTULO XI La alianza contra Bosas. — Castro Tuelve al Uruguay. — Campafia hasta la paz de Octubre. — Preliminares de Caseros 137 CAPfrULO XII Caseros. •— Breve resefia de la batalla.— Actnaci^n distinguida de Castro. — Su consecueneia con Urquiza 162 CAPfTULo xm Castro, administrador de las estancias de Urquiza 169 fNDIGE 437 P4g8. CAPfrULO XIV La 8ituaci<5n eo el Uraguay. — Couseeuencias de Quinteros. — La Crozada Libertadora. — Sub primeras acciones: Coquimbo, Ca- flas, Don Esteban 174 CAPfxULO XV El fin de la campafia. — En el Norte. ~ El triunfo.— La paz.— La Triple Alianza.— Qoerra del Paraguay. — Primeras operadones. 189 cAPrruLO XVI Yatay«— Toma deUrugnayana.— Triunfos de San Carlos.— Impor- tantes operadones de Castro en Ifisiones 197 CAPfTULO XVII Estero Bellaco. — Taitf Cor&.— Batalla del Potrero del Saaoe: Bo- quertfn. — Obsenradones de Castro. — Curupaytf 210 CAPfTULO xvni Castro qneda al frente de la Diyisl6n oriental. — Sub aptitudes como jefe. — Correspondenda con el General Flores. — Beconodmiento de Hnmaitd. — Tuyucu^ 220 CAPfxULO XIX Asesinato de Flores. — Honores en el ej^rdto. -> Preliminares de la toma de Humait&. — Pasecu^. — Correspondenda de Castro con el General Batlle 229 CAPfrULO XX TJn personaje interesante: Hlp61ito Coronado. — Una de sus empre- sas. — Bendicidn de Angostura. — Acerc&ndose al final 238 CAPfrULO XXI Cargos injustos & la Diyisifo oriental. — Cartas del General Batlle al General Castro. — Expedici6n de Coronado al Ibicuf 2i7 438 Indice CAPfTULO XXII * p^. Combate en Perl-Bebuj. — Re^pneso de la Diyisitfn oriental. — Pia- tincione« al General Castro. — Honores en Monteyideo. — Sfn- teais del carftcter de Castro 271 CAPITULO XXIII BevolaciiSn de 18.0, 6 de Aparicio. — Castro es nombrado Coman- dante General en campafia. — Ataque de la Florida. — Opera- cionea en Cerro Largo y Tacaarembd. — Combates en el Kin- c<Sn de Ramirez, Treinta y Tres, San Jos^ y Poronges. — For- maci6n de an nuevo ej^rcito. — Combate en La& Conchas. — Progreaos de loa reTolucionarios.— Uni6n de los Generales Castro 7 Suin^z. — Batalla de Severino 277 CAPfTULO XXIV Castro se retira del Bervicio moment&neamente. — Vuelre & la ac- ci<5n. -^Combate de la Unidn.— Batalla del Sauce.— Manantlales. 287 CAPfTULO XXV Persecucidn A los revolucionarios en el Norte.— -Notable proclama de Castro. —Betirada dc la Sierra. — Afanifestacidn popular en honor de Castro. — Fin de la guerra. — Paz de Abril 304 CAPITULO XXVI Trabajos poUticos. — lia candidatura presidencial de Ellauri. — Su- cesoB de 1875, — Adhesion de Castro al Gobiemo. — Beyolucidn Tjicolor. — Interregoo 318 CAPITULO XXVII Reyoluci6n del Quebracho. — Participacidn del General Castro. — Carta org&nica del moyimiento. — Freparatiyos de la inyasidn. —En Entre-Bfos 827 CAPITULO XXVIII La inyasli^n. — El pasaje del Uruguay. — El combate. — El desem- Indice 439 Pfigs. barco. — Primeras operaciones. — Corabate del 30 en el Quebra- cho. — La batalla flel 31 en Puntas de Soto. — Derrota de los revolucionaiiop. — Betirada de Castro 839 CAPITDLO XXIX Di9cuti6n sobre responsabilidades en la rexolacidn fracasada. —r Cartas (inMitas) cambiadas entre el Coronel Gaudencio 7 el sefior Juan Jos^ Castro — El fondo de la cueEti6u. — Revela- cionf s importantffiimas 353 CAPITULO XXX Despu^s del Quebracho. — Los illtimos a£ios del General Castro. — La p^rdida de su fortuna 7 las cauEas. — El carficter 7 la mo- ral del Partido Colorado. — Muerte de Castro. — Juicios de la prensa 7 los contempordneos 879 VIDA MILITAR DEL GENERAL GREGORIO CASTRO CAPITULO I Kacimiento 7 juventud. — Se alista como soldado. — Vida de aven- turas. — Se incorpora d las filas de Rivera. — Servicios durante la campana contra Oribe 7 Guerra Grande.— Los cinco Goyos. 385 » CAPfTULO II Despu^s de Caseros.— Sucefos de 1853 7 1855.— Castro es nombrado Jefe Politico de Florida. — Acompa&a & C^sar Dfaz en la re- , volucidn de 1857. — Einigra & Entre-Rfos. — Auxilia al General Flores en la Cruzada. — Una mit>i6n importante. — Otroi s'r- Ticios & la Cruzada.. — Guerra del Paraguay. 401 CAPITULO III Es nomhrado Jefe Politico del Salto. — Revolucidn de Aparicio. — Im^iortantes servicios de Castro. — Campana en el Norte 7 el Este. — Retirada de la Sierra. — Es Jefe de Estado Ma7or en la batalla de Manantiales. — Su papcl en ella. — Otros servicios del General Castro 413 N(5mINA de las PERSONAS CITADAS EN LA OBRA. 429 /' This book should be returne the Library on or before the last stamped belo^w. 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