Un Profesor distinto: Ing. Luis Grellet 

Por Carlos Corbelle. Promoción 63

Un profesor distinto

Los hechos que me atreveré a evocar necesitan, ineludiblemente, la anuencia de muchos ex alumnos de nuestro colegio que no transitaron sus aulas durante el período en que acaecieron.

Hubo queridos y entrañables profesores que se distinguieron por cualidades que los signaron y les dieron un perfil propio.

Como olvidar la cultura del Dr. Jorge López Ruiz, que en sus pausados y minuciosos relatos nos hizo conocer, entre otras cosas, el detalle más insignificante de un cuadro de El greco, o llevarnos a hacernos creer que en “El entierro del Conde de Orgaz” los personajes en realidad seguían viviendo y nos miraban de un modo mágico o contarnos un paisaje costumbrista de “El matadero” con un realismo patético.

Surge en mi memoria el Dr. Amadeo Ferri, que sin mengua alguna de su carácter altisonante siempre supo consolidarse como un líder de cada una de las promociones y en un auténtico hacedor de vocaciones médicas de muchos alumnos.

Quién puede omitir el conocimiento disperso pero, sin duda, profundo de “Cacha” Cornejo en cuanto a la matemática, la pulcra y metódica enseñanza de Horacio Rafael sobre la misma materia y, especialmente, sobre las siete reglas de Ruffini o el silencio sepulcral que nos rodeaba en las horas de Química del Dr. La Rosa.

Una página aparte demanda el Dr. Manuel Agustín García Tuñón  que solapadamente a veces o en otras ocasiones en abierta confesión de su parte, demostró su afiebrado antiperonismo. Pero frente a ello, vale destacar su apertura intelectual de brindarnos la facilidad de poder hablar de la actualidad política de ese entonces, cuando nos exigía -al pasar al frente- la carpeta con recortes de diarios y una exposición escrita paralela sobre el acontecimiento seleccionado por nosotros.

Constituiría de mi parte una injusticia, no recordar el ascendiente de madame Seguí, profesora de francés que en sus clases nos impartía reglas de urbanidad y formas de vestir: “nunca guantes sin sobretodo”, “no coloquen los codos sobre la mesa”, “no tomen el cuchillo y el tenedor desde muy abajo”; la locura “ad advance” de la cubanito Wanda Silva, profesora de dibujo y anticipo generacional de Marta Minujín,  que nos ponía un diez en la libreta cuando con Roberto J. Fernandez (¡que alumno!) le traíamos los folletos de las galerías Witcomb, Velázquez y otras del centro de la ciudad.

Como omitir en esta cabalgata del recuerdo las insinuaciones nacionalistas de nuestro rector Juan Carlos Moreno que al abrigo de la pluma  de Hugo Wast, Manuel Gálvez y el padre Rodolfo M. Ragucci, se mostró como un auténtico y avanzado defensor de nuestros derechos de Malvinas.

Dejo sin comentarios a muchos otros que marcaron nuestro paso por la escuela: Alberto Guerrini, Martínez del Castillo, “Coquito” Álvarez, Ofelia Trucco, Norma Morrows, Lucía Paz, Lidia Siffredi, Elena Cristóbal y la siempre vigente Blanca López del Águila.

Pero iré al motivo de esta nota.

Para ello me he de referir a alguien que pasó como una estela fugaz por el Reconquista y sin dejar una huella docente, en cambio marcó un hito dentro del claustro de profesores. Me refiero al Ingeniero Luis Grellet, del cual he rescatado una fotografía que no obstante su tamaño acerca una idea respecto a su figura ubicada primera a la izquierda al lado del aviador Fitz Gerald.

                                         

Muy alto para su edad (arriesgaría 75 años), delgado al extremo, de piel cetrina, con todo el pelo en su cabeza y normalmente con su desaliñado sobretodo negro, monsieur Louis Grellet no marcó una época extensa sino un período corto, pero con rasgos tan particulares que muy pocos de sus alumnos pueden haber olvidado.

Son muchas sus anécdotas. Y cada una de ellas singular.

Rememoro la del vuelo en un avión al que se le cayó un ala, mientras que sus pasajeros con los brazos fuera de la ventanilla pudieron compensar en infortunio para poder llegar con éxito al aeropuerto. Otra, es su parodia sentimental cuando en la Opera de París subió al escenario, espada en mano, para raptar a la soprano de la que estaba perdidamente enamorado.

Y así fue jalonando sus días con historias increíbles que contaba en las aulas o en el patio en donde se refugiaba en uno de sus rincones buscando el cobijo que brinda el sol de las mañanas de invierno, mientras exigía que sus alumnos le hablaran desde tres metros de distancia, para forjar un respeto que él había aprendido en la Universidad de la Ciudad de Lille de Francia.

Hay otras anécdotas e historias que volcó en un libro llamado: “Memorias de un argentino en Paris”, que, según supe, lo dedicó previo a su muerte a los alumnos del Reconquista.

He querido iniciar, y con cierto atrevimiento de mi parte, por sugerencia de Eduardo Annaratone, estas narraciones que pueden ayudar a mantener inalterable el recuerdo de nuestro paso por nuestro querido Colegio Nacional Nº 12 “Reconquista”, colegio que honró – por lo menos durante el período en que tuve la suerte de ser su alumno- a la educación secundaria de esta ciudad y que, con orgullo, lo usamos como un sello de rasgos propios y únicos para identificarnos entre nosotros y distinguirnos en los ámbitos a los que cada uno hoy pertenecemos.

Carlos A. Corbelle

Promoción 1963