Machu Picchu

en su Centenario



El centenario

de Machu Picchu

para el mundo

Por: César COLOMA PORCARI

Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo

Mucho se ha hablado últimamente sobre Machu Picchu,

su descubrimiento (si hubo o no éste)

y las piezas que se llevaron y las que ya regresaron a nuestro país.

La razón es muy simple:

ese sitio arqueológico se ha convertido, en todo el mundo,

en el símbolo del Perú y por ello atrae el interés de todos.


Y en cuanto a su descubrimiento, debemos tener presente que el sitio arqueológico nunca fue desconocido por los pobladores de la región, e inclusive figura en mapas del siglo XIX. Además, el primer europeo en llegar a Machu Picchu fue el francés Eugène de Sartiges, en el año 1835.

Pero ni este célebre viajero ni los agricultores de la comarca se dieron cuenta de la importancia que tenía el monumento para el mundo, y como bien lo manifestara el Dr. Luis E. Valcárcel, “El 24 de julio de 1911 el doctor Hiram Bingham, al frente de una expedición financiada en los Estados Unidos, reveló al mundo científico la existencia de Machu Picchu. Como sucede con todos los descubrimientos, hubo precursores. En este caso, esos precursores fueron personas sin preparación para apreciar el valor de los monumentos que tenían ante sus ojos”.

Por ello el Dr. Valcárcel afirma tajantemente que “Revela estrechez mental restar méritos a quien fue el primero en darse cuenta del gran valor de aquello que descubría, sobre todo la cabal apreciación de su trascendencia para la historia del hombre americano” (“Machu Picchu, el más famoso monumento arqueológico del Perú”, página 68).

Como lo registra el Dr. Alberto Tauro del Pino, el Dr. Bingham nació en Honolulu, Hawaii, en 1875 y falleció en Washington, D.C., en 1956. Fue un sacerdote protestante graduado en la Universidad de Yale y se desempeñó como misionero. Posteriormente realizó estudios de Historia y Ciencia Política y viajó a Colombia y Venezuela y en 1908 recorrió, en el Perú, los departamentos de Ayacucho y Apurímac.

Más tarde, en 1911, el pastor Bingham dirigió la expedición de la Universidad de Yale que fuera enviada al Perú, descubriendo científicamente Machu Pichu, el 24 de julio de 1911 (“Enciclopedia ilustrada del Perú, tomo 3, páginas 365-366) .

En la revista “The National Geographic Magazine” de abril de 1913, Bingham publicó un amplio informe sobre Machu Picchu, ilustrado con numerosas fotografías. Con la publicación de ese artículo en tan prestigiosa revista, el sitio arqueológico peruano llamó la atención de los investigadores y personas curiosas de todo el planeta. Posteriormente el autor publicó otras obras sobre el mismo tema, en los que amplió la información brindada inicialmente en 1913.

En lo referente a las riquezas que se cree hallaron en Machu Picchu, el Dr. Valcárcel afirma que “No se encontró ningún objeto de oro. Solo una pequeña porción de estaño. Fueron halladas alrededor de 200 piezas de bronce y unas pocas de plata” (“Machu Picchu…”, página 73).

Es necesario recordar que, en cuanto a la protección legal al patrimonio arqueológico y colonial, por Decreto Supremo de 19 de agosto de 1911 (publicado en el Diario Oficial “El Peruano” el 2 de septiembre de 1911, página 395), don Augusto B. Leguía, Presidente de la República, dispuso (artículo 4°) que “Mientras el Congreso dicte la ley relativa a conservación de antigüedades, queda prohibida absolutamente la exportación de ellas, cualquiera que sea su clase y condición…”.

Se señalaba en este Decreto que, además, “Los contraventores de esta disposición, perderán todas las antigüedades que traten de exportar, y además sufrirán una multa de veinte a doscientas libras peruanas oro, que impondrán las Aduanas de la República, a quienes se encarga especialmente del cumplimiento de este artículo”.

Con el fin de apoyar los trabajos arqueológicos que estaba realizando el pastor Bingham, el Gobierno del Perú emitió la Resolución Suprema del 31 de octubre de 1912 (publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 4 de noviembre de 1912, páginas 820-821), mediante la cual se autorizó al sacerdote y científico a que “continúe practicando las excavaciones que tiene iniciadas en terrenos sin dueño o fiscales del departamento del Cuzco, siempre que, como consecuencia de ellas, no sufren, se destruyan o mutilen, en lo más mínimo, los monumentos o construcciones de las épocas incaica o colonial que en dichos terrenos se encuentran”.

En el artículo 4° de la mencionada norma legal se dispuso que “El Gobierno del Perú se reserva el derecho de exigir a la Universidad de Yale y a la Sociedad Geográfica Nacional de los Estados Unidos de Norte América, la devolución de los objetos únicos y la de los duplicados que se extraigan y hayan extraído […] así como copia de todos los estudios e informes relativos a las exploraciones que se hayan practicado en el territorio nacional”.

Es indispensable tener presente que en el Considerando de esta resolución se señala que los “setenta y cuatro cajones” arriba indicados, “contienen objetos arqueológicos extraídos del Departamento del Cuzco en los años de 1914 y 1915”.

Asimismo, por Resolución Suprema del 27 de enero de 1916 (publicada en el Diario Oficial “El Peruano” el 17 de febrero de 1916, página 237), en su artículo 1°, se dispuso autorizar a la Universidad de Yale y a la National Geographic Society, a que se “exporte por el Callao los setenta y cuatro cajones que actualmente se encuentran en uno de los depósitos del Museo”.

En el artículo 2° de esta norma legal se ordenó que “La Universidad de Yale y la National Geographic Society quedan obligadas a devolver en el plazo de diez y ocho meses, contados desde la fecha, los objetos cuya exportación se permite; debiendo remitirse también, al Ministerio de Instrucción, los estudios que respecto a ellos se hubieren practicado, así como las fotografías que con motivo de dichos estudios se tomaren”.

El Museo Nacional, en ese momento, estaba ubicado en el Palacio de la Exposición (en la actualidad sede del Museo de Arte de Lima), y por ello debemos tener presente, como hecho curioso, que los setenta y cuatro cajones que contenían toda la riqueza arqueológica de Machu Pichu se encontraron, un tiempo, guardados allí, antes de su embarque a los Estados Unidos.

Como se ha quedado debidamente comprobado en las normas legales que comentamos, las instituciones representadas por el pastor Bingham se habían obligado a devolverle al Perú todos los bienes muebles que se encontraron en Machu Pichu, producto de sus excavaciones arqueológicas, el año 1917.

Pero ello no ocurrió y el Gobierno del Perú debió iniciar una delicada negociación que duró muchos años, para lograr que se respetara lo dispuesto por la legislación peruana.

Afortunadamente ya están en el Perú algunas de las piezas encontradas en Machu Picchu, y la Universidad de Yale continuará remitiendo el material arqueológico restante. Estos objetos arqueológicos se van a exhibir, de manera permanente, en una importante casona colonial del Cuzco, ya restaurada, que tendrá la magnífica función de museo arqueológico.

Es necesario recordar que, lamentablemente, el Estado peruano no ha sido, en épocas anteriores, muy buen custodio del patrimonio cultural mueble. Tampoco lo ha sido del inmueble, ya que gobiernos anteriores han arrasado casonas limeñas, cuzqueñas y de otros lugares del país, para abrir anchas calles que congestionan aún más el tráfico (como las avenidas Abancay, Emancipación o Tacna, de Lima) o han permitido la demolición masiva de exponentes de la arquitectura tradicional para reemplazarlos con paupérrimas casitas con ventanas redondas, techos volados y enchapadas con mayólica brillante.

Por ello llama profundamente la atención el enorme interés que generó el problema del retorno de las piezas de Machu Picchu en la opinión pública, ya que la mayoría de nuestros conciudadanos no valoran ni aprecian nuestro patrimonio arquitectónico y más bien hacen lo posible por destruirlo, a la buena o a la mala.

A pesar de todo esto, tenemos la esperanza de que el anhelado retorno de los bienes arqueológicos de Machu Picchu en el centenario de su descubrimiento para el mundo, sentará las bases para una definitiva política de respeto, aprecio, defensa y conservación del patrimonio cultural de todos los peruanos.

Bibliografía.-

RAVINES, Rogger (“Hernán Sánchez”) y COLOMA PORCARI, César: “El descuidado cuidado de nuestro patrimonio”, en “Boletín de Lima”, Vol. XXX, N° 152, Lima, diciembre, 2008, páginas 13-15.

TAURO DEL PINO, Alberto: “Enciclopedia ilustrada del Perú”, Lima, Peisa, Empresa Editoria El Comercio S.A., 2001, 17 vols.).

VALCÁRCEL, Luis E.: “Machu Picchu, el más famoso monumento arqueológico del Perú”, Buenos Aires, Editorial Universitaria, Universidad de Buenos Aires, 1967.

COLOMA PORCARI, César: “La historia tras Machu Picchu”, en “El Comercio”, Lima, 24 de febrero de 2004, página a-5.

DIARIO OFICIAL “EL PERUANO”, año 71, tomo II, semestre II, N° 50, Lima, 2 de septiembre de 1911, página 395.

Idem, año 72, tomo II, semestre II, N° 102, Lima, 4 de noviembre de 1912, páginas 820-821.

Idem, año 75, tomo I, semestre I, N° 39, Lima, 17 de febrero de 1916, página 237.

(Publicado en “VOCES”, Revista Cultural de Lima, año 12, N° 45, Lima, 2011, pp. 36-36).