"La del Terreno" es la manera en que los paisanos del sureste peninsular se refieren a la variedad de uva local más extendida: la monastrell (también conocida en otras zonas del arco mediterráneo como "mataró" o "mourvèdre").
Cuando inicié mi pequeño proyecto en 2016, aún no tenía terreno ni bodega, ni ninguna vinculación familiar con la viticultura o el mundo del vino. Llegué a esta profesión por curiosidad, dejándome llevar por la intuición; y también por casualidad, mediante pequeñas decisiones que iban girando el transcurso de mi vida de estudiante en Alemania y en España, y también en Cuba, donde estuve tres meses gracias a una beca para estudiar agroecología y desarrollo rural en la universidad de La Habana. Fue allí donde intersectaron los dos mundos: la música y la agricultura, y donde mi relación con las dos cambió para siempre.
Fue en el Palatinado alemán donde pisé por primera vez un viñedo, en mayo de 2008. Estaba varios años estudiando en la Musikhochschule Heidelberg-Mannheim y decidí tomar un descanso de 6 meses para hacer unas prácticas Erasmus en una bodega de la "Weinstrasse" y así terminar los estudios de Ingeniería Agrícola que aún me faltaban por completar en la UMH de Elche. Ese mismo año, conseguí la beca de estudios en Cuba. Volví directamente para hacer la vendimia, y después decidí matricularme en Enología. Estuve un año en Berlín, colaborando en el departamento de Edafología de la Universidad de Humbodt y con otra beca pra graduarme en alemán en el Goethe Institut. Cuando terminé la licenciatura en Enología en 2010 me dieron el premio extraordinario final de carrera, que consistía en terminar los estudios con una estadía de 3 meses en la bodega Vega Sicilia, también con una beca.
Gracias a estas experiencias conseguí trabajar en otras bodegas, tanto en Argentina como en España (concretamente en la zona de Jumilla), hasta el año 2015. Así que no tenía ninguna experiencia como emprendedora, ni ningún ejemplo cercano en el que inspirarme o al que pedir consejo...Seguramente por eso, por inconsciencia, me lancé a empezar un proyecto propio.
Cuando visité Cehegín por primera vez, después de tanto periplo, me enamoré completamente de este pueblo y de su entorno. Sin embargo, aún no conocía a nadie allí ni en ninguno de los demás pueblos que junto a Cehegín, conforman la comarca del Noroeste de la Región de Murcia: Bullas, Caravaca de la Cruz, Calasparra y Moratalla. Había escuchado que esta comarca era fresca, verde y montañosa, de los pocos sitios donde nieva todos los años en la Región de Murcia; una comarca alta, surcada de ríos y pozas...Y que existían, en esos maravillosos parajes de montaña, algunos viñedos viejos que casi siempre acababan siendo sustituidos por otros cultivos más rentables. Yo había estado trabajando los últimos 3 años en varias bodegas de Jumilla y buscaba un lugar más alto y fresco, lejos también de ese modelo industrial de grandes propietarios de viñedo, donde me parecía muy complicado iniciar un proyecto independiente en solitario y literalmente desde cero. Para enterarme de dónde estaban los rincones más interesantes y quiénes cultivaban esos pequeños viñedos, empecé a frecuentar los clásicos "bares de viejos", y así descubrí los parajes de viña más impresionantes que había visto en mi región. Quería quedarme...En esta zona sí podía por fin sentir un vínculo emocional con el paisaje y también con sus pueblos, algo que me importaba mucho a la hora de encontrar un lugar donde empezar a hacer mi vino.
Aún hoy no sé explicar de dónde saqué la motivación y la confianza para lanzarme a "emprender" de esa forma impulsiva y un poco temeraria. Pedí un pequeño crédito ICO para construir una pequeña nave portátil donde elaborar, pocos meses antes de la que sería la primera vendimia. En el mes de junio de 2016 alquilé una parcelita en el monte y diseñé un edificio portante, asentado sobre traviesas de ferrocarril. Solo contaba con esa pequeña cantidad de dinero para construir y equipar la "Bodega Modular" que me había inventado, y como he dicho tenía cero experiencia como emprendedora, así que cometí algunos errores que me lastrarían un poco pero que también me enseñarían lecciones importantes. Hubo quienes fueron directamente a aprovecharse de mi inexperiencia y del hecho de que estaba completamente sola allí sin conocer a nadie. Por suerte, también hubo quienes me ayudaron en los peores momentos.
Por supuesto, tuve que tramitar todos los permisos y licencias necesarios, algo que no era nada fácil porque el lugar está en plena naturaleza, en una reserva de aves, no en un polígono industrial (donde habría sido más fácil todo, pero eso no entraba en mis planes). También podría haber alquilado un espacio en otra bodega de la zona, pero sentía una necesidad imperiosa de tener una habitación propia...Inexplicablemente ahora para mí, no contemplaba más opción que construir ese espacio seguro donde encerrarme para, por primera vez en mi vida, elaborar vino sin trabajar para nadie y con intimidad, sintiéndome en casa. En el verano de 2020, el plena pandemia, trasladé la bodega modular y los almacenes aledaños a unos 65 km del emplazamiento inicial, al lugar donde se encuentra actualmente y donde, a pesar de estar relativamente lejos de los viñedos con los que trabajo, estoy rodeada de buenos compañeros y compañeras con otros emprendimientos y con valores afines.
Poco a poco, fui encontrando mi camino, descubriendo cuáles son las prácticas tradicionales de elaboración en la zona, casi olvidadas y que apenas sobreviven gracias a un par de museos locales. Me interesa y me motiva especialmente revisar y tratar de integrar en mis elaboraciones esos elementos tradicionales en desuso, propios de la cultura local a la que yo he llegado como una neófita: pisado en tino, fermentación en de hormigón y en tinajas manchegas, crianza en “damajuanas” de cristal y en volúmenes grandes de madera usada. Tras la selección de las parcelas (algunas arrendadas que cultivo directamente y otras cultivadas por sus propietarios viticultores, pero siempre sin agroquímicos y manualmente), trato de interpretar, desde un corazón musical, lo que canta cada viña durante cada año.