Ericka
Reflexiones en torno a la problemática educativa
Reflexiones en torno a la problemática educativa
En este espacio, compartiré reflexiones que surgen a partir del ejercicio de la docencia, además de la observación del entorno educativo nacional e internacional, desde diferentes perspectivas como las sociales, económicas y políticas, y su impacto en el logro de una educación de calidad.
La educación es la piedra fundamental del desarrollo socioeconómico de cualquier país. La comparación entre los sistemas educativos de Latinoamérica y aquellos de regiones como Europa o Estados Unidos de Norteamérica, a la luz de evaluaciones internacionales como la prueba PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos), revela importantes desafíos y oportunidades para la región latinoamericana. Esfuerzos como esta evaluación global y el de proyectos como el Tuning y su adaptación a Latinoamérica con el Alfa Tuning, tienen como objetivo la búsqueda de evaluar y mejorar la calidad educativa.
Los resultados de las evaluaciones PISA han puesto de manifiesto que, en general, los estudiantes latinoamericanos de 15 años se encuentran por debajo del promedio de la OCDE en áreas clave como lectura, matemáticas y ciencias. A diferencia de regiones como Europa, donde Finlandia y Estonia destacan por sus sistemas educativos de alta calidad, o de Estados Unidos, que presenta resultados mixtos pero con tendencias de mejora en algunos aspectos, Latinoamérica enfrenta desafíos estructurales profundos que incluyen desigualdades socioeconómicas, limitaciones en recursos educativos y políticas educativas fluctuantes.
En este contexto, el proyecto Tuning representa una luz de esperanza para algunos. Originado en Europa y adaptado en Latinoamérica, este proyecto busca mejorar la calidad de la educación superior mediante el desarrollo de competencias específicas para cada área de estudio, promoviendo así la empleabilidad de los egresados y la movilidad académica internacional. Este enfoque basado en competencias es importante para preparar a los estudiantes para los desafíos del mundo real y para las demandas del mercado laboral global, siempre que se tome en consideración la realidad cultural de cada país para no perder su identidad y tomar en cuenta sus necesidades principales.
Un ejemplo inspirador de cómo se pueden abordar estos desafíos viene de Querétaro, México, ciudad en la que estuve los últimos días y me sorprendió gratamente luego de haber tenido reuniones con empresarios y la academia. En esta ciudad, se están desarrollando núcleos de trabajo sectoriales (energético, plásticos, aeroespacial, salud, entre otros), denominados clústeres, bajo un modelo de triple hélice, que integra los esfuerzos de la empresa, el gobierno y la academia. Este modelo fomenta el desarrollo del talento humano con competencias altamente demandadas, mediante un sistema dual de enseñanza que combina la teoría académica con la práctica empresarial. Esta colaboración trilateral y serio compromiso es vital para crear oportunidades de aprendizaje aplicado y para garantizar la empleabilidad de los egresados en diversos sectores.
Es fundamental que el empresariado identifique y comunique las brechas de competencias en sus colaboradores para que, a través del proceso educativo, estas puedan irse acortando. Además, algunas universidades en la región están enfocándose en el desarrollo de capacidades creativas y de innovación, reconociendo que la creatividad es un motor esencial para el progreso.
Aunque modelos como el de triple hélice representan avances significativos hacia la mejora de la empleabilidad de los egresados y la innovación educativa, la base de todo progreso en este ámbito es una educación de calidad desde las etapas tempranas. Solo a través de un sólido fundamento educativo, los estudiantes estarán verdaderamente preparados para afrontar los desafíos de la educación superior y del mercado laboral. Este enfoque integral es esencial para cerrar la brecha entre Latinoamérica y regiones con sistemas educativos más avanzados, y para construir un futuro en el que todos los jóvenes puedan alcanzar su máximo potencial.
Mientras Latinoamérica enfrenta desafíos únicos en su panorama educativo, proyectos como Tuning y modelos innovadores de colaboración como el de triple hélice en Querétaro ofrecen caminos prometedores hacia una mejora sustancial en la calidad y relevancia de la educación. La clave para el éxito reside en la cooperación entre todos los sectores de la sociedad y en un compromiso compartido hacia la educación de calidad como la base para el desarrollo individual y colectivo.
El proyecto Tuning, concebido en la Comunidad Europea, ha marcado un hito en la estandarización y unificación del desarrollo de competencias educativas. Esta iniciativa busca armonizar la educación superior, facilitando así la movilidad estudiantil y la empleabilidad de los egresados a nivel internacional. Con la implementación del proyecto Alfa Tuning en Latinoamérica, surgen interrogantes sobre su aplicabilidad en un contexto diverso y fragmentado.
Latinoamérica, a diferencia de Europa, carece de una entidad supranacional que unifique criterios educativos y políticas de desarrollo. Esta región se caracteriza por una diversidad cultural, social, política y económica significativa, con países enfrentando sus propios retos internos. Esta heterogeneidad presenta desafíos únicos para la adopción de un modelo estandarizado de desarrollo por competencias. Las brechas en infraestructura, alimentación y cohesión social, junto con la rica diversidad lingüística y cultural, complican la implementación directa de un sistema diseñado originalmente para el contexto europeo.
El idioma representa otra barrera significativa. Aunque el español predomina en la región, la presencia de lenguas originarias con variaciones en dialectos y sin una escritura oficializada, como en el caso del Quechua, agrega complejidad a la educación y la comunicación. La adaptación del proyecto Tuning en Latinoamérica, por lo tanto, requiere un enfoque flexible y contextualizado que respete y valore esta diversidad.
El mercado laboral latinoamericano también presenta desafíos particulares. Las competencias demandadas por los empleadores no siempre coinciden con las que ofrecen las instituciones educativas. Esto plantea la necesidad de integrar a representantes de diferentes sectores en los centros Tuning, buscando una alineación más estrecha entre la educación y las necesidades reales del mercado. Tal alineación es importante para lograr una educación de calidad que no solo cumpla con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS 4), sino que también contribuya al ODS 8, fomentando el empleo decente y el crecimiento económico, y al ODS 10, reduciendo las desigualdades.
La implementación del proyecto Alfa Tuning en Latinoamérica, no debe ser simplemente una cuestión de adaptación, sino una oportunidad para repensar y rediseñar el enfoque educativo a fin de responder efectivamente a la diversidad y complejidad de la región. Esto implica comprometer a todos los actores relevantes, desde instituciones educativas hasta sectores productivos, en un esfuerzo conjunto por evaluar, ajustar y maximizar el impacto de este modelo de desarrollo por competencias.
Para finalizar, aunque el proyecto Tuning enfrenta desafíos significativos en su aplicación en Latinoamérica, estos retos pueden superarse mediante un enfoque colaborativo y contextualizado. El éxito radica en la capacidad de adaptar y moldear el proyecto para que respete las particularidades de cada país y región, y en involucrar activamente a todos los sectores de la sociedad en su implementación, basados en el compromiso de todos los actores, para asegurar que el modelo de desarrollo por competencias contribuya de manera efectiva al avance educativo, económico y social de Latinoamérica.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) definidos en 2015 durante la Cumbre de Desarrollo Sostenible en Nueva York, constituyen una ambiciosa agenda global (Agenda 2030) dirigida a erradicar la pobreza, proteger el medio ambiente y asegurar la prosperidad para todos. A menos de una década para el 2030, la brecha para alcanzar estos objetivos sigue siendo amplia, especialmente en países en desarrollo, incluyendo varios en América Latina. Sin embargo, estos desafíos, aunque significativos, presentan oportunidades para la innovación y la colaboración.
Los ODS no deben ser vistos como una imposición ideológica, sino como un conjunto de metas universales que buscan el bienestar global. La implementación de estos objetivos, y en particular de los acuerdos internacionales en educación, depende en gran medida del enfoque y la voluntad política de cada país, respetando su autonomía y soberanía. Esto se alinea con la perspectiva de que la adopción de los ODS es un proceso colaborativo que persigue el logro de un mundo mejor, y no un camino hacia el "socialismo internacional".
La educación de calidad surge como un pilar clave en el avance hacia los ODS. Comparando con sistemas educativos robustos como los de Finlandia o Suecia, los desafíos en América Latina pueden parecer desalentadores, sin embargo, estos resaltan la importancia de adaptar y aprender de las mejores prácticas internacionales, ajustándolas a las realidades locales, y de buscar la colaboración entre sectores y naciones para fortalecer las capacidades negociadoras y garantizar que las necesidades y contextos específicos sean adecuadamente representados.
La cooperación entre los sectores público y privado, así como entre la sociedad y el Estado, es crucial para superar barreras y priorizar el bien común. Esta perspectiva refleja el entendimiento compartido de que la viabilidad de los cambios necesarios para alcanzar los ODS depende de una mentalidad de colaboración y responsabilidad compartida, enfatizando la importancia de la educación, la reducción de la pobreza, y la promoción de la igualdad y la justicia para construir sociedades más resilientes.
Aunque los desafíos son enormes, no son insuperables. El esfuerzo conjunto, la visión compartida y el compromiso inquebrantable con el desarrollo sostenible son fundamentales. La colaboración, la innovación y el compromiso con la educación y el bienestar de todos son esenciales para avanzar hacia un mundo más justo, igualitario y sostenible como lo plantea la Agenda 2030. Destaca la necesidad de una estrategia negociadora efectiva y una implementación que respete la autonomía y soberanía de los países, asegurando que sus intereses y necesidades sean adecuadamente representados y protegidos en el camino hacia el logro de los ODS.
En la constante búsqueda de respuestas sobre la baja calidad educativa en Perú y Latinoamérica, algunos apuntan a los docentes como principales responsables. Sin embargo, este enfoque simplista omite la complejidad de factores involucrados, incluyendo el rol de los gobiernos, el sistema educativo en su conjunto, y otros actores sociales y económicos. En este artículo se pretende explorar las diversas dimensiones de esta problemática, buscando comprender de manera integral quién o qué es el verdadero culpable detrás de este desafío educativo.
Es importante reconocer que, aunque los gobiernos de la región proclaman la importancia de la educación de calidad en sus discursos, no lo terminan convirtiendo con acciones concretas. La falta de inversión en infraestructura educativa, materiales didácticos adecuados, y programas de formación docente efectivos y medidos, son reflejo de un desinterés por priorizar la educación en la agenda política. Este descuido no solo sugiere la existencia de una lucha de poder y la prevalencia de intereses particulares sobre el bien común, sino que también destaca una desconexión entre las promesas políticas y la realidad educativa.
Tampoco se puede ignorar el papel de los docentes en esta problemática. Si bien es cierto que enfrentan desafíos significativos, como salarios bajos y falta de recursos, también es verdad que no todos los educadores buscan activamente mejorar su práctica docente a través del desarrollo profesional y la actualización en metodologías y tecnologías educativas. Se vieron forzados a hacer uso de tecnología durante la pandemia, pero terminada esta, la mayoría regresó a su zona de confort. Esta falta de compromiso por parte de algunos docentes se convierte en un factor adicional que afecta a la problemática de la baja calidad educativa.
Adicionalmente, existen otros actores que influyen en el panorama educativo, como los partidos políticos, empresas e incluso, instituciones educativas públicas y privadas, cuyos intereses a menudo se anteponen a las necesidades y el desarrollo de los estudiantes. Esta complejidad de intereses crea un escenario en el que los estudiantes y su aprendizaje quedan relegados a un segundo plano. Y no se debe dejar de lado a los padres de familia, algunos de los que también prefieren mantenerse en un campo más conocido y controlado, con menos dependencia suya en el proceso de aprendizaje de sus hijos.
La pregunta sobre quién es el responsable de la baja calidad educativa en Perú y Latinoamérica no tiene una respuesta única. Son varios los factores y actores que juegan un papel importante en esta problemática. La solución requiere de un enfoque colaborativo, integral y multidimensional que ponga a los estudiantes y su desarrollo en el centro de todas las decisiones y políticas educativas, en formar ciudadanos con competencias y valores que ayuden a las siguientes generaciones a seguir evolucionando. Solo el compromiso conjunto de todos los involucrados será posible para superar los desafíos actuales y avanzar hacia una educación de calidad para todos.
El sistema educativo finlandés es admirado a nivel mundial por su enfoque en la equidad y la calidad, destacando por prácticas como la ausencia de exámenes estandarizados, la alta calificación de sus docentes, y el énfasis en el bienestar de los estudiantes. Por otro lado, Latinoamérica enfrenta desafíos grandes, con variables a considerar como la pobreza, nutrición insuficiente, y desigualdades en el acceso a una educación de calidad, además de los factores demográficos, geográficos y políticos.
Adoptar el sistema finlandés en Latinoamérica implicaría considerar estas diferencias fundamentales. Sería necesario invertir en formación docente, infraestructura, y programas de apoyo social que atiendan a las necesidades básicas de los estudiantes, pero más allá de las inversiones, sería fundamental que se genere un cambio cultural y político profundo, valorando la educación como un derecho fundamental que si bien está presente en la legislación, no se ve en la práctica, y priorizando el bienestar y el desarrollo integral de los estudiantes.
¿Sería aplicable el modelo finlandés en Latinoamérica? La respuesta es compleja, dado que en primer lugar, se requiere considerar a los principios que han hecho exitoso al sistema finlandés a las realidades locales y ello, es muy probable que no pueda ser realizado, ya que las realidades y niveles de desarrollo son muy diferentes entre sí. Esto no solo implica reconocer los desafíos existentes sino también comprometerse con reformas educativas profundas y sostenidas que promuevan la equidad, la calidad, y el bienestar estudiantil como ejes centrales, pero que además vayan acompañados del avance en otros frentes como los niveles de desarrollo alimentario, de salud y económicos.
La discusión no radica en si el modelo finlandés puede copiarse literalmente, sino cómo sus lecciones pueden inspirar una transformación educativa en Latinoamérica que responda a sus propias necesidades y contextos. La implementación de un sistema educativo inspirado en el modelo finlandés en Latinoamérica requeriría un compromiso colectivo para repensar y reconstruir las estructuras educativas, con el fin de hacer de la educación un verdadero motor de cambio social y desarrollo.
En varios países de Latinoamérica y del mundo, la elección de estudios se divide en tres grandes rutas: artes, ciencias y letras. Este fenómeno, que se presenta y fortalece desde los primeros años de la etapa escolar, refleja una segregación no solo académica sino cultural, que lleva a los estudiantes a identificarse con una sola de estas áreas, dejando de lado a las demás.
Esta clasificación, lejos de ser una división administrativa, se convierte en una barrera, un muro invisible que encasilla las aptitudes y los intereses de las personas, sugiriendo implícitamente que la excelencia en más de un campo es una anomalía, tomándolos como “bichos raros”.
En mi opinión, esto es un reflejo de una visión obsoleta de la educación, que ignora la complejidad y la interconexión inherente al conocimiento humano. La educación, debería ser un espacio de exploración y sinergia entre diversas disciplinas. La especialización temprana y la segregación disciplinaria no solo limitan el potencial creativo y crítico de los estudiantes sino que también contradicen las prácticas de eruditos de la antigüedad, como los griegos, quienes perseguían un ideal de conocimiento integral.
Siguiendo la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, es imperativo reconocer y fomentar la diversidad de aptitudes dentro del sistema educativo. Gardner propone que la inteligencia no es unidimensional sino multifacética, abarcando áreas que van desde lo lógico-matemático hasta lo lingüístico y lo espacial, entre otros. Esta perspectiva respalda la idea de que todos los estudiantes tienen el potencial de desarrollar habilidades en múltiples dominios, desafiando la división tradicional entre ciencias, artes y letras.
En tiempos como los actuales, marcados por avances en Inteligencia Artificial y tecnología, se demanda un enfoque educativo que no solo valore las habilidades técnicas sino también las blandas, como la creatividad, la empatía y la colaboración. Estas últimas son esenciales en un mundo que requiere soluciones innovadoras a desafíos complejos, las cuales a menudo surgen de la intersección de diversas disciplinas, generando posiciones laborales que contemplan estas o que contemplan la posibilidad de trabajar en equipos multifuncionales.
Promover una educación que trascienda las barreras entre artes, ciencias y letras es cada vez más necesario para el desarrollo de personas capaces de desempeñarse y contribuir efectivamente en un mundo interconectado. Esto implica no solo una reforma curricular que integre estos campos del saber, sino también un cambio cultural que valore la pluralidad del conocimiento y la flexibilidad cognitiva.
En resumen, el desafío se radica en replantear nuestros sistemas educativos para fomentar un aprendizaje holístico e interdisciplinario, donde las artes, las ciencias y las letras se entrelacen de tal manera que se enriquezca la experiencia humana. Esta visión no solo es fundamental para entender la complejidad de nuestras sociedades y culturas sino también para preparar a las futuras generaciones para los retos que depara el siglo XXI. La clave radica en evaluar y desarrollar los sistemas educativos basándose en las competencias profesionales que demanda el mercado laboral y la sociedad, y el compromiso con un aprendizaje integrado, más allá de las fronteras tradicionales del conocimiento.
En el Perú, como en muchos lugares, la Educación Inicial parece estar dominada por mujeres. Esta tendencia parece reflejar un sesgo cultural hacia la recepción de un hombre como docente de este nivel, por parte de madres y padres de familia.
Considero que este sesgo lleva a ignorar el valor de los docentes, sin importar su género, y que todos son esenciales como modelos a seguir para los niños, de acuerdo con la postura de Bandura. Ofrecer modelos masculinos positivos, no solo se enriquece el entorno de aprendizaje de los niños con una diversidad de roles de género y comportamientos, sino que también se promueve la igualdad de género desde una temprana edad. Esto resalta la importancia de evaluar a todos los educadores por igual, promoviendo que el ambiente educativo sea seguro y estimulante para todos, sin distinción de género, algo sobre lo que se viene luchando y forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), en especial el ODS4.
Adicionalmente, desde la perspectiva de Vygotsky refuerza esta visión al resaltar cómo el aprendizaje es influenciado y mediado por el contexto social y cultural, implicando que la interacción con una variedad de educadores enriquece el desarrollo cognitivo y social de los niños. Al incorporar docentes masculinos en la educación inicial, desafiamos y expandimos las normas culturales sobre los roles de género, demostrando que tanto hombres como mujeres pueden ser cuidadores y educadores efectivos. Lo anterior promueve un ambiente de aprendizaje más inclusivo y diverso, además de apoyar la idea de que la capacidad de un educador para inspirar y guiar a los estudiantes trasciende el género, basándose más en la competencia profesional y el compromiso ético.
Frente a los esfuerzos por lograr la igualdad de condiciones sin distinción de género, resulta contradictorio limitar el acceso a los varones para ejercer esta labor, por el contrario, refuerza los sesgos y puede llevar a las personas que las mujeres son mejores personas, lo cual no es correcto. Una mayor inclusión de varones en la educación inicial es importante para el desarrollo integral de los niños y para avanzar hacia una sociedad que valora la igualdad de género en todas las esferas. La clave radica en evaluar a cada educador por sus méritos, independientemente de su género, asegurando así su aptitud para contribuir positivamente en la educación inicial.
La gratuidad de la enseñanza como garantía para el acceso a una educación de calidad es un tema que genera un debate, en especial en América Latina. Aquí, la calidad educativa se asocia comúnmente a instituciones privadas, aunque hay excepciones notables en el sector público. No obstante, el hecho de que la educación pública sea gratuita o de bajo costo en países como el Perú, no se traduce necesariamente en una educación de calidad para todos.
En este contexto, es vital reconocer que la existencia de instituciones privadas, con costos que varían desde montos altos hasta muy reducidos, no garantiza automáticamente una educación de calidad. Esta variabilidad en el precio de la educación privada revela una realidad compleja donde el costo no es un indicador confiable de calidad.
En mi opinión, el desafío se encuentra no solo en la disponibilidad económica de la educación sino también en su calidad intrínseca. La teoría de John Dewey ofrece una valiosa perspectiva al respecto. Dewey argumentaba que la educación debe ser vista como un medio para el crecimiento personal y el desarrollo de una sociedad democrática. Bajo este enfoque, la gratuidad en la enseñanza representa un paso fundamental hacia la igualdad de oportunidades, pero debe estar acompañada de un compromiso inquebrantable con la calidad educativa y esto requiere de un Estado que administre las políticas educativas conscientemente, dejando de lado la lucha de poderes que lo rodean o en los que se encuentran inmersos sus representantes.
El acceso a la educación, independientemente de su costo, no asegura por sí mismo la adquisición de conocimientos y habilidades relevantes para el mundo actual. Paulo Freire resalta la importancia de una educación que no solo sea accesible sino también emancipadora, capaz de fomentar el pensamiento crítico y la acción transformadora. Para él, una educación que perpetúa el status quo sin cuestionar las estructuras de poder existentes, incluso si es gratuita, falla en su misión fundamental.
Por tanto, la solución no radica únicamente en la gratuidad de la enseñanza. Se requiere un replanteamiento de los modelos educativos y el establecimiento de certificaciones rigurosas que aseguren la calidad de la enseñanza en todas las instituciones, sean públicas o privadas. Este enfoque debe incluir la adopción de nuevas fórmulas educativas que superen las limitaciones de capacidad y promuevan una educación más inclusiva y equitativa.
Además, es esencial trabajar en la sensibilización de la población sobre la importancia de seleccionar instituciones educativas basadas en la calidad de enseñanza como primera variable a evaluar. También es importante fomentar en los estudiantes el reconocimiento de sus capacidades para acceder a una educación que verdaderamente contribuya a su desarrollo integral.
En conclusión, si bien la gratuidad en la enseñanza es un factor que puede considerarse para democratizar el acceso a la educación, por sí sola no es suficiente para garantizar el éxito educativo. Se necesita una transformación profunda en cómo concebimos, valoramos y entregamos la educación. Solo así podremos asegurar que la educación sea de calidad en todos los escenarios, empoderando a individuos y transformando sociedades. La clave del éxito yace en un enfoque holístico que aborde tanto la accesibilidad económica como la excelencia académica, alineado con los principios de equidad y justicia social.
Soy una ingeniera informática que trabaja en consultorías de transformación digital y marketing digital, dirijo una agencia de marketing digital y me dedico a la docencia de posgrado en programas de Maestría online a nivel internacional. Me apasiona ver a las personas desarrollarse y aportar para ello, y también me apasiona y he trabajado en teatro y todo lo que tenga relación con las actividades culturales, especialmente las escénicas, además de viajar. Considero que esta intersección entre las artes, el intercambio cultural, el poder de lo digital y la tecnología, han desarrollado mis posibilidades de entender a las personas y en parte, su cultura, a aprender a observar pero sobre todo, a tratar de combinar todo ello más el conocimiento adquirido por formación, para ayudar a otras personas a desarrollarse sin que se encuentren encasilladas ya sea solo en el arte, solo en las ciencias numéricas, solo en las ciencias sociales, entre otras, porque las personas somos complejas. Deseo seguir aprendiendo de los otros y del conocimiento para tratar de aportar a dicho conocimiento, desde el ámbito de la investigación, que es un camino que recién inicio.