Corría el año 1.964, cuando una noble Guayaquileña, religiosa María Luisa Valenzuela Barriga, inició lo que para esos momentos era una locura, la construcción de la única ciudadela católica dedicada exclusivamente para que cada obrero tuviera su propia casa.
Bloque tras bloque se fueron construyendo con ayuda de la Iglesia Universal especialmente alemana, las generosidades de Filántropos Guayaquileños hicieron posible que esta gran obra se concluyera con la construcción de 30 bloques que alojaban a 18 familias cada uno.
En el centro de la ciudadela Sopeña, María Luisa Valenzuela y la Directiva de la Cooperativa separó un área considerable para construir en ella el edificio que más tarde sería y que hoy en día la conocemos como Unidad Educativa “Dolores Sopeña”.