Historia

El territorio que comprende el municipio de Tausa fue asentamiento indígena de la cultura muisca, dedicados principalmente a la producción de sal por medio de manantiales naturales, a la agricultura y a los tejidos, basando su economía en el intercambio de estos productos con el valle de Ebaté y los Muzos, con quienes se comunicaban por un camino a través del Boquerón de Carupa, otro por el Neusa y demás indios de la Cordillera de Guanquica, por el sur, y otro más a través del Boquerón de Tausa que llevaba a Tasgatá y Nemocón, por el oriente.

El nombre “Tausa” en vocablo muisca se interpreta como “Tributo en la cumbre” o “Tributo de la cumbre”, la cual da a conocer la importancia que tenía para los Tausas los valores ecológicos de sus imponentes montañas, al contar con alturas hasta de 3.900msnm en los páramos.

La historia de Tausa es producto de literatura, de relatos y de distintos saberes de nuestros ancestros y conocedores, la cual data desde la llegada de los españoles al territorio salinero de Nemocón, Zipaquirá y de Tausa.

Tausa durante la época precolombina.


En el siglo XV, la economía de las sociedades prehispánicas estaba basada en la agricultura, la fabricación de mantas, la explotación de esmeraldas, carbón y cobre, y la producción de sal, que rastrea sus antecedentes en el año 250 a.C. En el caso de los muiscas, quienes habitaron la altiplanicie de la Cordillera Oriental desde la Sábana de Bogotá hasta Vélez y vivían en casas dispersas entre cultivos, estos basaron su economía en la agricultura (basada en el maíz, papa y la quinua) complementada con la caza de animales (curíes y pavos), la pesca, y el control de la producción de sal en las minas de Nemocón, Tausa y Zipaquirá (Groot, 2008; Kalmanovitz, 2017; Melo, 2017).


En el páramo, fue común que los muiscas sembraran tubérculos como chuguas, hibias y cubios, mientras en los valles sembraran papa y maíz. Asimismo, estas poblaciones desarrollaban un intercambio de productos como la sal, el oro y alimentos por mantas y algodón. Respecto de la producción de sal, un grupo de indios estaba encargado de explotar la sal, la cual era cargada por los indios que no disponían de ella, quienes la llevaron a territorios lejanos como el Magdalena (Langebaek, 1985).

Periodo de la Conquista.


El 5 de abril de 1536 partió desde Santa Marta, la expedición de 800 soldados, 200 caballos y 5 navieras encabezada por Gonzalo Jiménez de Quesada, la cual lo llevó al descubrimiento de los muiscas en el altiplano cundiboyacense. Tras un complejo viaje, la expedición de Jiménez de Quesada llegó al Río Opón (Santander) donde encontró a un indio en una canoa con algunos panes de sal no marina y mantas de algodón (Melo, 1996; Escallón, 1991).


A comienzos de 1537, Jiménez de Quesada en compañía de 180 hombres llegaron a Vélez, donde encontraron que la principal fuente de alimentación era la papa. El 6 de marzo de ese año llegaron a Guachetá, donde fueron recibidos con esmeraldas, un venado y dos jóvenes. El 22 de marzo llegaron a Nemocón donde el Cacique Bogotá, el zipa Tisquesusa los enfrentó. Tras alcanzar la victoria, la expedición continúo su travesía por la Sabana de Bogotá, donde construyeron una iglesia y realizaron una misa solemne el 6 de agosto de 1538, estableciendo una jurisdicción territorial a nivel civil y eclesiástico allí (Melo, 2017).


Tras su llegada a la Sabana de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada comenzó un proceso de sometimiento y repartimiento de las comunidades indígenas de acuerdo con la importancia de la persona y su papel en la expedición. De acuerdo con Melo (2017), a comienzos de 1540, los españoles ya habían sometido a la mayoría de los nativos y comenzaron la siembra de los cultivos de trigo y cebada y la cría de ganado vacuno. En relación con el proceso de sometimiento de los indígenas en Tausa, Ancizar (1853) mencionó que:

"Por los años de 1540 los indígenas de Tausa, Suta y Cucunubá concertaron un alzamiento contra los españoles, más para resistirles i librarse de la cruel sujeción a los repartimientos, que para atacar a los insufribles dominadores. Retiráronse con sus familias i mantenimientos al Peñon de Tausa, i en él se fortificaron haciendo acopio de piedras i peñascos para rodarlos sobre los odiados enemigos. Cien españoles salieron de Santafé en demanda de los indios rebelados, y después de una desesperada resistencia, quedaron aquellos infelices rotos i desalojados, con gran mortandad de hombres, mujeres y niños. “Por muchos días, dice Acosta, no se vió otra cosa en estos lugares de desolación, sino bandadas de aves de rapiña, que se cebaban sobre los cadáveres de los 1destrozados indios” (p.16)". 

Esta situación pone de manifiesto que el poder de los conquistadores sobre las comunidades indígenas fue excesivo, a tal punto que la Corona Española intentó controlarlo. En 1545 el Rey de España Carlos I, envió a Miguel Díaz de Armendáriz como visitador al Nuevo Reino para dar a conocer las nuevas leyes y adelantar las pesquisas judiciales correspondientes contra los oficiales y conquistadores que se excedieron con su poder en el territorio americano, lo cual no pudo ejecutarse. Ante ello, la Corona expidió una legislación que permitía la continuidad y herencia de las encomiendas (Groot, 2008).

 

Durante su estancia, el visitador Miguel Díaz de Armendáriz estuvo encargado del Gobierno del Nuevo Reino desde 1547 hasta 1550, cuando se instaló la Real Audiencia. En ese lapso, confirmó las encomiendas dadas por Gonzalo Jiménez de Quesada, Hernán Pérez y Gonzalo Suarez. En el caso de la comunidad indígena de Tausa y Suta, esta fue dada en encomienda a Francisco Gutiérrez de Murcia, que la pasó a su hijo Francisco Gutiérrez, casado con Luisa Venero, quien al enviudar se casó con Gonzalo de León, encomendero de Simijaca. A su hijo Gonzalo de León Venero le fueron ratificadas las dos encomiendas Suta - Tausa y Simijaca en el año de 1574 (Groot, 2008).


Durante los primeros años de la Real Audiencia, se pretendió limitar los abusos de los encomenderos, aspecto que no fue posible dado el poder político de estos según lo evidencia la visita realizada por Miguel Díaz de Armendáriz, quien optó por no imponer las leyes de España para evitar rebeliones.



Periodo de la Colonia.


El periodo 1550-1564 significó un periodo de transición entre un proceso de conquista dadas las rebeliones de algunas comunidades indígenas hasta 1559, y la creación de un orden social que implicó el sometimiento y esclavización de los indígenas a los españoles (Melo, 2017).


En las tasas de tributos establecidas por los licenciados Briceño (1555) y Villafañe (1564), se indica que los indios de Tausa sometidos al repartimiento no fueron tasados en sal, pero si debían dar a su encomendero un tributo conformado por mantas, oro y cosechas de trigo, cebada, maíz y frijol (Groot, 2008).


Las Visitas de Boyacá (Tomo XVII – Folios 343-410) con fecha del 14 de agosto de 1594 mencionan la visita del Licenciado Miguel de Ibarra, quien indicó que la iglesia de Tausa era una ramada pequeña hecha de bahareque, cubierta de paja y sin puertas, la cual era indecente para la realización del culto. Ante ello, ordenó al encomendero Gonzalo de León Venero a construir una iglesia cubierta con puertas y llaves para celebrar el culto de una manera decente. Asimismo, ordenó que los indios vivieran en el pueblo de manera culta siguiendo las buenas enseñanzas de la iglesia católica, que en su momento eran 106 indios y 266 indias y/o chusma (Groot, 2008). Este acontecimiento y fecha fueron establecidos como la fundación del municipio de Tausa.


En el año 1599, las salinas de Tausa pasaron a ser administradas por la Corona Española. En ese momento, los administradores designados continuaron con el método de producción de la sal practicado por los indios, que implicaba cocinar el agua salada en vasijas de barro (gachas o moyas) con el fin de evaporar el agua y compactar la sal para obtener los denominados panes de sal que pesaban 2 arrobas. Este monopolio que empezó a tener la Corona Española sobre las salinas del altiplano de Bogotá a comienzos del siglo XVII estuvo articulado con el primer ciclo de la explotación de las minas de plata de Mariquita, el cual se extendió durante el periodo Colonial (Groot, 2008).

El oidor Luis Henríquez visitó las localidades salineras de Nemocón, Tausa y Zipaquirá en el mes de julio del año 1600. El 2 de agosto de ese año, Henríquez dictó el auto de agregación de los pueblos de Cucunubá, Bobota, Tausa y Suta con el fin de mejorar las labores de adoctrinamiento y liberar terrenos que podían ser otorgados a los españoles. Sin embargo, los indios presentaron diferentes peticiones para no ser trasladados, las cuales fueron respondidas de manera afirmativa el 9 de diciembre de 1600, permaneciendo los indios en sus sitios. Durante su visita, Henríquez señaló que Tausa se ubicaba en una tierra de páramo, donde la fuente de agua salada estaba abajo del pueblo en una quebrada de abundante agua. También observó los bohíos en donde se cocía la aguasal y donde se almacenaba la sal, junto con otros implementos. El entonces encomendero de Tausa, Gonzalo de León Venero “declaró que los indios de Tausa pagaban seis pesos de oro corriente, dos gallinas y tres panes de sal” (Groot, 2008, p.63).


En ese marco de relaciones políticas, económicas y sociales coloniales, los indios de Tausa, Suta y Ubaté servían como arrieros para llevar la sal de Tausa a Santafé. La leña para Tausa era provista por los indios de Tausa y Suta. Asimismo, los indios de Ubaté compraban la sal en Tausa y Zipaquirá, la cual llevaban a Santafé, Tunja y otros lugares en búsqueda de mantas y oro. La sal la compraban con maíz, turmas y frijoles, y con la cual iban a Pacho y Muzo a comprar algodón e hilo.


En el marco del proceso de producción de la sal bajo la Corona Española, deben señalarse algunos cambios. La Cédula Real del 5 de mayo de 1603 ordenó la creación del estanco de la sal en las Colonias Americanas. Sin embargo, la Cédula Real del 31 de diciembre de 1609 dictó que el estanco impuesto a las salinas en las Colonias Americanas debía suprimirse y los indios podían beneficiarse libremente de las salinas. Esta Cédula Real fue presentada en la Nueva Granada hasta el 8 de noviembre de 1617. No obstante, los indios continuaron sujetos a las restricciones y obligaciones de la Real Audiencia y los agravios y vejaciones de los corregidores y administradores de las salinas durante la Colonia.


En 1778 las fábricas de sal de Zipaquirá y Tausa fueron nuevamente incorporadas a la Corona Española y dadas en arrendamiento al mejor postor, las cuales fueron regentadas por un administrador nombrado por las autoridades de Santafé. A Tausa venían a buscar sal las poblaciones de Tunja, Muzo, Ubaté, Vélez, El Socorro y Simacota. Los encargados de transportar la sal sufrían penurias durante la época de invierno, dadas las afectaciones que sufría la producción de sal (que imposibilitaba el cumplimiento de las demandas de sal) y transporte de esta, lo cual hacia incurrir en gastos innecesarios hasta por 3 semanas al personal que venía en búsqueda de este mineral (Gutiérrez, 2016).



Tausa y las salinas en los siglos XIX y XX.


Durante el proceso de independencia, las salinas de Tausa se constituyeron en una fuente de ingresos para los revolucionarios de Santafé y el Estado de Cundinamarca, según lo indica una carta dirigida a Antonio Nariño el 28 de junio de 1813.


Santafé, 28 de junio de 1813.


Manuel Bernardo Álvarez.


Excelentísimo señor presidente del Estado de Cundinamarca,


don Antonio Nariño.

Contestación al antecedente oficio


Excelentísimo señor:


Los repetidos testimonios de confianza con que se ha designado honrarme el serenísimo colegio electoral me imponen nuevas obligaciones para con una patria a quien tanto debo y por quien tanto he sufrido. La delicada situación en que ésta se halla pide esfuerzos extraordinarios para salvarla y es una obligación de todo ciudadano el no desamparar el puesto que ella le asigna. Grandes males piden grandes sacrificios y éstos deben ser mayores mientras es más alto el puesto que ocupamos. Puede vuestra excelencia asegurar a su alteza soberana que penetrado de estas verdades y de un justo reconocimiento del alto honor que me dispensa, elevándome cuarta vez a la primera magistratura del Estado, no habrá trabajo, sacrificio, ni peligro que pueda obligarme a desmentir el concepto que con tanta confianza y generosidad le he merecido; que habiendo jurado sobre el altar del Dios de la verdad no sobrevivir a la libertad de mi patria (si en el libro de los destinos estuviere escrito que la perdamos), cuando no pueda asegurarle el acierto en el desempeño de las grandes obligaciones que nuevamente me impone, al menos puedo hacerlo de mi firme resolución a sacrificarlo todo por llenarlas.


Pero el amor de la patria que me anima no puede por sí solo remediar el vacío en que nos hallamos para sostener la lucha en que nos vamos a ver empeñados; son precisos recursos extraordinarios para salvar nuestra existencia y estos recursos deben decretarse por el cuerpo soberano del Estado. Serán infructuosos todos mis esfuerzos si desde el momento no se decreta un empréstito de $ 300.000 repartidos entre el comercio, los hacendados y el clero secular y regular, asegurándolos con los fondos y productos de la casa de moneda y de las salinas de Zipaquirá, de Nemocón y Tausa, haciéndose por el mismo cuerpo soberano la repartición. ¡Que vuelvan los ojos los hombres pertinaces hacia Cúcuta, Santa Marta, Quito, Popayán, y vean lo que les espera; que se persuadan con estos tristes ejemplos de que con unos cortos sacrificios van a rescatar sus caudales y sus vidas y a comprar el sosiego y la tranquilidad de que hasta ahora han gozado, porque si los enemigos de nuestra causa logran penetrar hasta Cundinamarca, sus caudales y sus vidas serán sacrificados a su furor, o a nuestra venganza; que morirán en sus manos o en las nuestras, sin que quiméricas esperanzas los puedan escapar!


También es preciso que el serenísimo colegio electoral proceda por sí al nombramiento de un gobierno provisional que mantenga el orden y la tranquilidad durante mi ausencia con la expedición de Popayán, pues aunque ha sido una nueva prueba de confianza el facultarme su alteza soberana para este nombramiento, en un asunto tan delicado parece más prudente y más seguro el que se determine y elija por toda la corporación que no por un hombre solo a quien es más fácil engañarse, lo que no sucede a un cuerpo compuesto de diversos sujetos todos animados del mismo celo y todos igualmente interesados en el acierto.


Dios guarde a vuestra excelencia muchos años.


Por otro lado, Martínez (2008) menciona la autorización de un empréstito por parte del Congreso constituyente de Colombia de 1821 al entonces vicepresidente de la naciente República, el general Francisco de Paula Santander:


después de escuchar la exposición del general Santander acerca del estado militar del Departamento de Cundinamarca y de la necesidad de destinar nuevos fondos públicos para la organización de la reserva que terminase la guerra con España, el Congreso constituyente de Colombia lo autorizó, el 4 de julio de 1821, para levantar un cuerpo de reserva de entre ocho y diez mil hombres, financiándolo con un empréstito forzoso de 200.000 pesos, respaldado por las aduanas y tesorerías nacionales, y con otros 200.000 en libranzas emitidas contra las salinas de Zipaquirá, Nemocón y Tausa (p.91).


Los aspectos mencionados anteriormente evidencian la importancia de las salinas para el financiamiento de la guerra de independencia del naciente Estado Colombiano.


Décadas más adelante, en febrero de 1850 en el marco de los estudios de la Comisión Corográfica (encabezada por Agustín Codazzi), Manuel Ancizar visitó Tausa e indicó que era un pueblo envuelto en la niebla y el humo de sus salinas, que por instantes permitía visualizar las casas humildes de paja agrupadas en torno a la iglesia. No obstante, criticó que la población desconociera la historia, razón por la cual se apresuró a irse de tal lugar.


Hoy los sucesores i deudos de tantos mártires pasan por el Peñon de Tausa, sin saber lo que significa, i humildes i abatidos piden la bendición al hijo de españoles que paga allí su tributo de respeto a la desgracia inmerecida. “Nuestro Señor lo corone de gloria!” esclamó con efusión un pobre indio de Tausa, al recibir de mí el pequeño don que pidió, con el roto sombrero en la mano, sobre las mismas rocas regadas con la sangre de sus abuelos. ¡Oh ignorancia! me dije entristecido, i me apresuré a dejar aquellos lugares… … (Ancizar, 1853, p.17).



Años más tarde, el español José María Gutiérrez de Alba visitó Tausa el martes 13 de febrero de 1872, y en sus escritos manifestó que Tausa estaba ubicado en una situación muy pintoresca, y según el aspecto exterior de las casas, los habitantes eran muy limpios lo cual no era común en los otros pueblos. Por último, indicó que existía una mina de sal gema que el gobierno explotaba, aspecto que denota la continuidad de la producción de sal durante el siglo XIX (Gutiérrez, s.f.).


De acuerdo con Rosenthal (2020), en 1881 se estableció la libre elaboración de la sal en Tausa. Sin embargó, se produjo una oferta considerable de sal en la región a tal punto que las memorias del secretario de Hacienda de 1884 consideraban que debería prescindirse de la producción de aguasal de las salinas de Tausa, Nemocón y Sesquilé por el exceso de oferta. A pesar de ello, tal acto ocurrió en 1931 cuando las salinas fueron compradas por el Banco de la República, el cual cerró la producción de sal en Tausa.


Respecto del pueblo de Tausa, en 1925 durante la fiesta de Santa Barbara ocurrió un incendio que arrasó con gran parte de este. Tras este suceso, el agrietamiento de las estructuras por estar sobre una superficie salina y la necesidad de estar más cerca de la vía principal, se tomó la decisión de trasladar el pueblo de Tausa al sitio denominado “aguasal”, proceso que comenzó en 1938 y culminó de manera oficial en 1942 (Reina, 2004).

En relación con la economía y la política a mediados del siglo XX, Flórez (2005) indica que, para la década de 1950, Tausa poseía una economía campesina basada en la explotación agrícola y los lácteos. Respecto de lo político, el autor indica que la región de Ubaté era mayoritariamente conservadora, pero Tausa tenía una mayoría liberal. Tal situación se evidencia con el suceso de mayo de 1952 donde ocurrió un ataque a la Casa Municipal, el Concejo y la Tesorería por parte de una muchedumbre conservadora que pedía a gritos sacar al alcalde liberal del momento, el cual tuvo que ser rescatado por la Policía.  Esto ocurrió en el marco de la violencia bipartidista que se inició tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948 (Melo, 2017).


En el artículo Tausa, un pueblo con dos historias, Redacción El Tiempo (1997) se refirió a Tausa Viejo como un sitio con construcciones notables como el Templo Doctrinero, la Casa Municipal, unos ranchos de paja y un conjunto de construcciones caídas que, en su momento, fueron las mansiones del lugar. En este lugar quedaban recuerdos que inspiraban nostalgia y tristeza, mientras el sol y el viento presenciaban el decaimiento de la Tausa Vieja. 

En 1953 la Concesión Salinas, construye la Planta Colombiana de Soda, y se centraliza la explotación de sal en Zipaquirá, cerrando los otros yacimientos de Sal, entre ellos TAUSA.

En 1969 se termina la Concesión Salinas, se liquida la Corporación de Municipios Salineros, y se abandonan los terrenos de las Salinas, que queremos recuperar.

Con el Decreto 470 de 5 de mayo de 1969. TAUSA hace parte de la Zona Administrativa de Zipaquirá, junto con Cajicá, Cogua y Nemocón.