S. Tomás de Villanueva (a. 1555, Valencia), obispo. XXVII semana del Tiempo Ordinario.
CANTO: ¡Despierta, tú que duermes! Levántate de entre los muertos, y Cristo te alumbrará, y Cristo te alumbrará.
LECTURA MEDITATIVA:
Actualmente tenemos muchas distracciones y vivimos en una sociedad que nos anima a ocupar nuestro tiempo en multitud de actividades que nos alejan de Dios, sin darnos cuenta de lo que realmente le da sentido a nuestra vida. Estamos tan ocupados, que no nos paramos a pensar, recapacitar y reflexionar. Es más, sin querer, exigimos a las personas cercanas a nosotros que sigan ese mismo ritmo cuando ellos, a lo mejor, sí han encontrado el verdadero equilibrio en sus vidas.
Para muchos de nosotros hoy todo son prisas, nervios, ansiedad… no dedicamos tiempo a llenar nuestra vida interior, la que realmente nos va a dar la Paz y la Felicidad. Necesitamos parar, reflexionar y rezar para que el Señor nos ayude a encontrar ese equilibrio tan importante para la persona. Eso es lo que Jesús quiere. De vez en cuando hay que dejarlo todo para escuchar y rezar a Dios. Es la forma de abrirle nuestro corazón para poder saber lo que Él quiere de nosotros.
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SALMO 129
CANTO: Ten confianza en Él, no temas más, la paz de Dios guarda tu corazón, ten confianza en Él, ¡aleluya, aleluya!
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Ten confianza en Él...
Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Ten confianza en Él...
Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos. Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Ten confianza en Él...
(Nos ponemos en pie para expresar que la lectura del evangelio es una llamada. Uno de nosotros mantiene en sus manos una vela encendida, símbolo del amor de Cristo, fuego que nunca se apaga, ni en la noche oscura de nuestra existencia ni en las tinieblas de la humanidad.)
LECTURA DEL EVANGELIO (Lucas 10, 38-42)
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
PALABRA DEL SEÑOR
CANTO: Confitemini Domino, quoniam bonus. Confitemini Domino, Alleluia.
(Dad gracias al Señor porque es bueno. ¡Aleluya!)
SILENCIO
CANTO: El Señor es quien restaura. Dios nunca te aparta. El Señor que viene a encontrarte, viene a encontrarte.
ORACIÓN DE INTERCESIÓN: Te rogamos, óyenos.
Dios de paz, nos acoges en tu hogar tal como somos. Y no podemos sino maravillarnos como niños ante un regalo inesperado. Que tu amor nos sostenga, nos transforme y, poco a poco, cambie nuestra perspectiva sobre los demás. Que tu justicia se convierta en nuestra vida. Te lo pedimos, Señor. Te rogamos, óyenos.
Jesús, tú que diste tu vida por cada persona sin excepción, abres el camino a una comunión con Dios donde nada puede separarnos de su amor. Sí, tú perdonas nuestras faltas, y nosotros quisiéramos poder perdonar también. Sin embargo, cuando nos sentimos heridos, esto a menudo no es fácil. Por eso, ayúdanos a comprender que incluso el deseo de perdonar es ya el comienzo de la liberación. Te lo pedimos, Señor. Te rogamos, óyenos.
Espíritu Santo, ven a unirnos en un solo amor. En un mundo donde la competencia y la ley del más fuerte a menudo prevalecen, nos muestras un camino diferente: el de entregarnos humildemente por las personas que Dios nos confía. Que tu alegría habite en nuestros corazones. Te lo pedimos, Señor. Te rogamos, óyenos.
(Expresamos peticiones espontáneas, acciones de gracias, súplicas de perdón, etc., con agilidad y sin prolongar excesivamente la oración.)
PADRE NUESTRO
ORACIÓN FINAL:
Misterio de amor, Cristo nuestra paz, nos muestras que nada puede separarnos de Dios. En los momentos en que no percibimos nada de tu amor, que tu Espíritu Santo nos recuerde que tú también experimentaste el abandono de tus amigos y de Dios. Y cuando miremos hacia tu resurrección, comprenderemos que el sufrimiento nunca tendrá la última palabra. ¡Conviértete en nuestra vida!
CANTOS: O-o-o. ¡Cristo ha resucitado! O-o-o. ¡Cristo nuestra vida! ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya!
Magnificat, magnificat, magnificat anima mea Dominum. Magnificat, magnificat, magnificat anima mea! (Canon)
(¡Mi alma glorifica al Señor mi Dios!)