Han sido llamados a un servicio de inmenso honor y regalo de Dios: asistir de cerca en la Sagrada Liturgia, el corazón de la vida de la Iglesia, donde el Cielo y la tierra se encuentran.
Ser monaguillo no consiste simplemente en realizar tareas o mover objetos; es un ministerio. Es participar activamente en los Sagrados Misterios y ayudar a toda la comunidad parroquial a orar.
Este sitio ha sido creado para su formación. Como responsable de la dignidad y el orden de las celebraciones, mi propósito es guiarles para que comprendan la Liturgia de forma clara y sencilla.
Aquí no solo aprenderán qué deben hacer (cómo usar el incensario, presentar las ofrendas o portar los cirios), sino, más importante aún, por qué lo hacen. Explicaremos el significado profundo de cada rito, cada gesto y cada palabra.
Un monaguillo bien formado no solo actúa con precisión y decoro, sino que sirve con reverencia, piedad y alegría, comprendiendo que está en la presencia de Dios. Su servicio bien hecho es una oración visible que ayuda a todos a celebrar mejor.
Prepárense con diligencia para servir a Cristo en su Altar.
Ven Espíritu Divino,
manda tu luz desde el cielo,
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus Siete Dones
según la fe de tus siervos.
Por tu bondad y tu gracia
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.