Insertado en el corazón de la Guajira venezolana, una de las zonas más deprimidas económicamente de Latinoamérica, en la frontera entre Venezuela y Colombia, se encuentra el Centro de Aprendizaje Agrícola Don Bosco. Este centro salesiano trata de dar respuesta a las necesidades educativas de los jóvenes de la Guajira, desde primero a quinto de Educación Media, con graduado en título de Bachiller, ofreciendo la opción de sexto curso para obtener el título de Técnico Medio, mención agrícola. Para ello, a parte de los pabellones propios de la escuela, cuenta con una finca agropecuaria de 400 hectáreas.
El centro fue creado en 1967, cuando el país disfrutaba de una situación económica privilegiada, y fue diseñado para poder cubrir todas las especialidades agropecuarias: ganadería, agricultura e incluso pesca, en piscifactoría. Se esperaba que, al regresar a sus casas, los alumnos pudieran elevar la productividad y así, mejorar sus condiciones de vida y la de la región mediante la aplicación de técnicas avanzadas adquiridas en el Centro. Muchos alumnos llegaban al centro desde todas las partes del país para estudiar en la institución, que por aquel entonces ofrecía formación en internado, con 400 internos.
Con el declive económico del país, a principios de los 2000, unido a las inundaciones que se produjeron en la zona en 2010 y la epidemia del COVID en 2020, en las que el centro fue utilizado por el ejército como centro de cuarentena para migrantes, el centro sufrió un importante deterioro en sus instalaciones. Lo que antes fue un centro de puntero e innovador se convirtió a finales de 2020 era un conjunto de pabellones semiabandonados y muy deteriorados, inservibles para la educación.
Cualquier otra institución, probablemente, ante la escasez de medios económicos y nula posibilidad de recibir inversiones, habría abandonado a su suerte las instalaciones, mal vendiéndolas al mejor postor. Sin embargo, los salesianos, de la mano de D. Manuel Neto SDB y fieles a su misión de educar a los jóvenes, se empeñaron en reflotar la institución, confiando en la providencia divina al igual que lo hiciera Don Bosco. Ante la falta de financiación, la estrategia que definieron fue la de autosostenerse, convirtiendo la finca en una unidad de producción capaz de generar ingresos.
Como cualquier unidad de producción, el proyecto requería de profesionales con los conocimientos necesarios para hacer que la finca fuera lo más eficiente posible, para lo que contaron con la ayuda del Ingeniero de agrosistemas Humberto Morales, profesor de la Universidad del Zulia, Maracaibo, y que ya conocía el centro al haber colaborado como consultor independiente tiempo atrás. Con D. Humberto al mando, se definió un proyecto de recuperación de pastos, ganado y cultivos que, además de sostener la escuela y la misión pastoral católica, sirviera para revitalizar económicamente la región mediante los puestos de trabajo que iba generar.
En un año y medio de trabajo “con las uñas”, sin apenas inversión ni maquinaria, se ha conseguido recuperar los pastos y el ganado (bobino, porcino, ovino y caprino) incrementando el número de cabezas y la producción de leche en un 400%. Los siguientes pasos serán recuperar la producción de cultivos de frutas y hortalizas y modernizar las instalaciones para reducir el número de averías y mejor la eficiencia de las instalaciones. La primera fase del proyecto de recuperación está valorada en 250.000 dólares, desglosado en diferentes proyectos.
Además, desde esta obra salesiana se atiende pastoralmente a una veintena de comunidades indígenas guayu, a las que los salesianos se desplazan en una misión evangelizadora.