Quién soy
Hola, te cuento primero de lo profesional. Me he formado en diferentes disciplinas, por lo que actualmente tengo una mirada integral del ser humano y de la salud. Partí mi camino profesional a través de estudios de música, luego estudié y me enamoré de la musicoterapia y finalmente continué con psicología. A lo largo de mi carrera he trabajado como terapeuta con una gran variedad de poblaciones como niños con necesidades especiales, pacientes oncológicos, adultos con trastornos del ánimo, cuidadoras, personas LGTBI+, estimulación temprana de bebés, entre otros. Asimismo hace más de 10 años me dedico a la docencia, otra de mis pasiones, en la Universidad de Chile.
Mi camino como terapeuta fue abriéndose a partir de la musicoterapia, lo que me hizo valorar la creatividad, la conexión entre las personas y el arte como herramientas para lograr bienestar. Hasta el día de hoy en mi trabajo como psicólogo integro algunos elementos de esta disciplina cuando es pertinente.
Ahora en lo más personal, el trabajo en psicoterapia y apoyo psicológico con adultos es una de mis pasiones y me ha traído grandes satisfacciones. En mi propio camino como paciente de psicoterapia, he recorrido senderos luminosos y otros muy oscuros, conectándome con mi sufrimiento, mis limitaciones y dificultades. Esto ha ido forjando mi capacidad de empatía, mi mirada de la salud y mi presencia terapéutica. Muchas veces en mi vida personal he querido luchar contra el malestar o escapar del sufrimiento con alguna distracción o negación, pretendiendo que todo está bien. Pero hay veces que no todo está bien... Y eso está bien. Es ahí donde una compañía cálida puede ayudar a transitar la tormenta.
Mi mirada y enfoque terapéutico dista de aquel mandato que muchas veces se esparce en redes sociales: “debes estar bien”, y si no lo estás hay una falla en ti o bien no has hecho lo suficiente. Como un coach tirano que castiga por estar mal y que, para los que somos culposos y autoexigentes, nos hace acercarnos a la auto-devaluación.
Mi enfoque propone una mirada más realista de la vida y de sí mismo, donde el optimismo y el pesimismo desmesurados son igualmente dañinos. El espacio terapéutico es justamente terapéutico porque se le permite la entrada al dolor, mientras que allá afuera en el mundo la mayoría de las veces se nos dice que lo callemos, que todo va a estar bien... “tira para arriba”. A veces pareciera que la parte nuestra que está sufriendo no encuentra acogida en otros (o en nosotros mismos) y eso nos va dejando con una sensación de desconexión y aislamiento. En los procesos con mis pacientes intento que esa parte se sienta escuchada, se sienta validada y acogida y que vayamos comprendiendo qué es lo que está necesitando o lo que busca decir y expresar.